La monja Alférez: Travestismo y deseo lesbiano en la literatura colonial Por Gustavo Literofilia Vargas para [email protected] Diseño José Pablo Saénz La identidad andrógina de la Monja Alférez es quizás una de las más notables y controversiales en la literatura colonial. Catalina de Erauso fue una mujer noble de ascendencia vasca que ha despertado el interés académico en los estudios de sexualidad y género en la época colonial. Recluida en un convento dominico de San Sebastián desde los cuatro años, Catalina huye justo antes de tomar sus votos de castidad y se embarca a las colonias americanas haciéndose llamar Alonso Díaz. A su llegada a América, Catalina se viste como alférez y decide contribuir a las exploraciones coloniales en el Virreinato del Perú y la Capitanía General de Chile. La existencia de cartas, relaciones, manuscritos de obras de teatro y su supuesta autobiografía titulada “Historia de la Monja Alférez” (1625) posibilitaron un conocimiento más profundo de su vida marcial y de su travestismo. Durante quince años, Erauso demostró gran capacidad bélica y una inquebrantable lealtad a la expansión del Imperio Español, a pesar de su origen vasco. Sería durante una larga convalecencia después de una batalla en el Perú que Catalina confiesa su sexo, ya que cree que está próxima a la muerte. No obstante, en 1624, Catalina sobrevive y regresa a España, donde solicita a Felipe IV una renta de 500 pesos de por vida y el permiso real para poder continuar vistiéndose con ropas masculinas. La ex–novicia logra conseguir la pensión real; no obstante, debe viajar a Roma, lugar donde el Papa Urbano VIII le concede una licencia para vestirse como caballero debido a su honorable servicio a España y a su supuesto estado virginal. Sin duda, la forma en que Erauso logra evadir a la Inquisición (acostumbrada a perseguir a sodomitas y a otros sujetos “anómalos” hasta la hoguera) es notable, y evidencia las contradicciones en el mundo colonial español donde adscribirse a una identidad masculina y bélica significaba alcanzar un estatus superior en la escala social. Las tensiones de identidad genérica y el deseo homoerótico se entrecruzan en esta figura histórica, durante una época en la que la concepción del amor lesbiano o de identidades transgénero era considerado inexistente, a pesar de las evidencias que se pueden encontrar en los archivos coloniales. Por ejemplo, la investigadora Ligia Bellini describe algunos ejemplos de persecución religiosa en casos de relaciones sexuales entre mujeres -incluyendo la introducción vaginal de objetos- cuyo caso más conocido es el juzgamiento de 29 mujeres en el Brasil colonial. Asimismo, el académico Zeb Tortorici describe el juicio inquisitorial de la beata Marina de San Miguel, acusada debido a sus supuestas “visiones eróticas”, actos masturbatorios y sus prácticas sexuales con otras religiosas en la Ciudad de México. Pero es Catalina de Erauso la que sobrevive. Quizá dos de los textos ficcionales más conocidos sobre la vida de la Monja Alférez son: “La Comedia Famosa de la Monja Alférez” (1625) escrita por el dramaturgo del Siglo de Oro Juan Pérez de Montalván y el filme “La Monja Alférez” (1944) del cineasta mexicano Emilio Gómez Muriel. Montalván escribe la obra de teatro en un momento en que la historia de la Monja Alférez era muy popular entre el público español. La pieza teatral obtiene un gran éxito, y debe apegarse a un recuento histórico de la vida del personaje ya previamente establecido. Se debe tener en cuenta que Catalina continúa con vida al momento en que esta obra es exhibida en España, por lo que la libertad creativa para representar al personaje exigía ciertos límites. En esta obra, Catalina adopta el nombre de Alonso de Guzmán y se aventura en tierras americanas junto a su criado Machín. Desde el inicio, vemos a un personaje masculino que despliega grandes dotes de guerrero y casanova… Sherry Velasco indica que la popularidad en los escenarios de una ex monja transformada en un soldado que coquetea con mujeres, no era un acto tan transgresor si se toma en cuenta el éxito de la figura de la mujer vestida de hombre en los escenarios del teatro del Siglo de Oro español. Es decir, la representación de personajes varoniles por parte de mujeres no constituye la parte transgresora de esta comedia, sino el hecho de que tales eventos estén basados en un personaje histórico. En la obra, Erauso confiesa su ansias bélicas: “mi natural inclinación es marcial,/ y vivo en la paz violento” . Esta afición por la afrenta física y la protección de los intereses coloniales en América, la convierte en un personaje que realiza una repetición performática de actos, discursos y deseos que se le han tradicionalmente otorgados al género masculino. A pesar de tener un sexo “femenino”, Erauso es reconocida en la sociedad colonial como un hombre español, ya que se adscribe a todo un conjunto de actos y conductas que le permiten salir de su limitado acto-espacio femenino. Catalogando al travesti como una tercera categoría genérica, Garber propone que el travesti es tanto terrorífico como seductor, precisamente al encarnar y emblematizar un elemento disruptivo que no sólo señala una nueva categoría crítica, sino la crisis de la categoría misma. Para Catalina de Erauso, su identificación genérica no está relacionada con su sexo de nacimiento, sino a un conjunto de prácticas y discursos que acoge, ya sea para ascender en la escala colonial del poder, o para acercarse más a la que piensa que es su identidad más auténtica. No obstante, es problemático afirmar que Erauso era consciente de su travestismo como un acto de transgresión, o de su deseo homoerótico como parte de una identidad lesbiana desestabilizadora del heterosexismo compulsivo. En la España del siglo XVII, la concepción de una identidad lesbiana propiamente establecida no existía. Con ello, no trato de afirmar que no hubieran casos de amor sensual entre mujeres, pero al menos éstos fueron registrados muy infrecuentemente en la historia. Según Foucault, la creación de una identidad homosexual emergió de manera reciente -propuesta por un discurso médico-científico-que describía tales conductas como desviaciones patológicas. Al multiplicarse la creación de discursos sobre la sexualidad, la homosexualidad pasa de un estado a una identidad, a una especie. Sin embargo, la crítica ha mencionado que la comedia de Montalvánes un texto en donde el deseo homoerótico lesbiano tiene una importancia clave, a pesar de que haya una desidentifcación de un lesbianismo fijo o estable. Una parte más tradicional de la crítica literaria ha expuesto que la acción homoerótica en la comedia es un aspecto necesario del disfraz masculino. En otras palabras, el profundo enamoramiento de Guzmán/Monja Alférez por la joven Ana no era percibido en el público español del Siglo de Oro como una pasión monstruosa o enfermiza, sino como una de las estrategias realizadas por Erauso para afirmar su identidad masculina y despistar a su séquito masculino. Por ello, esta vertiente de pensamiento se desliga de una posibilidad más concreta del deseo lesbiano en la vida de Catalina. Sin embargo, nuevas lecturas históricas y literarias han defendido el deseo de Erauso por su mismo sexo, y su consecuente invisibilización debido a la falta de términos o de conocimiento por parte del heterosexismo y del patriarcado para nombrar este tipo de relaciones. Rudolph Dekker establece que las nociones antiguas de la sexualidad estaban dominadas por el falocentrismo, por lo que las relaciones amorosas entre dos mujeres eran siempre consideradas de forma inocente. De hecho, cuando existían casos inqusitoriales por relaciones sexuales entre mujeres, las cortes vacilaban para alcanzar un veredicto final que demostrara la existencia de actos de sodomía femenina. La existencia de una sociedad occidental falocentrica invisibiliza la existencia del deseo lesbiano, pero también permite que su práctica pase desapercibida por el status quo. El caso de la Monja Alférez es un ejemplo de este fenómeno social. La guerrera confiesa en sus memorias algunas aventuras lésbicas que no pasan al ámbito carnal y, después de revelar su “verdadero” sexo en el Virreinato del Perú, presenciamos que -excepto por la humillación pública que esto puede causarle-, Erauso no recibe ningún tipo de castigo o persecución inquisitorial. Todo lo contrario, diferentes versiones históricas establecen que el personaje goza de fama en Europa y recibe el permiso papal de Urbano VIII para continuar vistiendo indumentaria masculina. Sin duda, esta “salvación” del castigo patriarcal se produce tanto por el énfasis que se hace en la virginidad del alférez, y en su capacidad de integrarse y adueñarse de la identidad del hombre heterosexual. El aspecto de su argüida virginidad revela que el valiente “caballero” nunca ha sido penetrado como una mujer y, al tomar férreamente la identidad del conquistador español, no hay una intención de subvertir o alterar las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Además, Alonso de Guzmán/Monja Alférez se integra a los diferentes “rituales” sociales reservados exclusivamente para los varones, como la lucha armada, la defensa del honor y el cortejo a mujeres hermosas. La prerrogativa para decidir acerca del destino de la mujer es también una de las atribuciones de las que disfruta Catalina de Erauso. En La Comedia Famosa hay una gran variedad de situaciones que demuestran, según las palabras de Luzmila Camacho Platero, “que la estructura social de su época tenía una abertura por la cual [Erauso] puede filtrarse con el objetivo de construirse genéricamente”. En diferentes ocasiones, los hombres intervienen en la trama teatral para reforzar su pertenencia a un sistema patriarcal y heterosexista que no puede concebir los conceptos contemporáneos del travestismo y del deseo lesbiano. Por ejemplo, Diego, amigo de Guzmán, se sobresalta al escuchar la confesión de su amigo, que debe revelar su secreto para obligarlo a entablar un casamiento con Ana. Diego actúa de manera donjuanesca y roba el honor (la virginidad) de la enamorada, pero no recibe castigo, ya que el hecho de que su amigo sea realmente una mujer disipa toda posibilidad de que el honor de Ana haya sido mancillado a manos de un hombre. Diego le dice a Guzmán: “y si adoráis a doña Ana, ¿he de creer que amáis siendo mujer, otra mujer? No queráis acreditar imposibles”. Esta afirmación de la imposibilidad del amor entre doña Ana y Catalina/Alonso de Guzmán es reduccionista, ya que se basa en la suposición de que toda atracción lesbiana es “amor sin provecho,” o aún más “amar sin premio”. En el momento en que el “verdadero” sexo de Alonso de Guzmán/Catalina es revelado al mundo, su acto-espacio disminuye y le restringe el acceso a ámbitos anteriormente otorgados por el derecho propio de su hombría y por su repetición estilizada de actos performáticos “masculinos”. Montalván ficcionaliza a un personaje que prefiere la muerte antes de que la sociedad conozca un secreto que le permite moverse ampliamente en diferentes espacios sociales. En la jornada segunda de la Comedia, Guzmán/Catalina le dice a su amigo Diego: “publicar que soy mujer, don Diego, primero moriré que lo permita.” Aún cuando la Monja Alférez está a punto de ser salvada de la pena de muerte por la revelación de su secreto, ésta prefiere morir y niega las palabras de su amigo cuando está en la presencia de autoridades que la pueden socorrer: “¿Mujer yo? Miente, mande su excelencia ejecutar la sentencia, que Don Diego se engañó por excusarme de la muerte… ¿Para qué quiero vivir si saben que soy mujer?”. La vehemente negativa a confesar su “secreto”tiene -sin duda- una argumentación muy valida, ya que en la Jornada Tercera se nos hace evidente que el estatus y el espacio de acción del otrora valeroso soldado se desvanece ante sus ojos. Una de las escenas más significativas de esta nueva transformación toma lugar en España durante la venganza que Guzmán/Catalina desea saldar con Diego, el principal responsable de la revelación de su secreto. Al ser transformado esencialmente en una mujer, Guzmán no tiene la investidura para luchar valientemente por su honor debido a que ahora es parte del “sexo débil” según el rígida y patriarcal orden colonial. Monique Wittig explica que las categorías “hombre” y “mujer” son políticas y económicas. Lo que hemos categorizado como femenino es una relación específica de servidumbre al varón que también implica una obligación física y personal. Después de ser una heroica guerrera que “penetra” constantemente a otros hombres con su espada, la Monja Alférez sufre el rechazo de la diferencia y se lamenta por ello: “¿Qué ha de verme? ¿Soy acaso algún monstruo nunca visto, o la fiera que inventaron, que con letras, y con armas”. La idea de convertirse en un caso inusitado, en un“prodigio más extraño” afecta a su honor y el derecho a su especificidad identitaria. En Comedia de la Monja Alférez es posible encontrar diferentes indicios de una identidad transexual que explica en parte la imperiosa necesidad de nuestro personaje de identificarse únicamente con lo masculino. Catalina se identifica con el género opuesto que no corresponde a su sexo biológico. La sensación de estar atrapada en un “disfraz” femenino parece ser intolerable para el alférez que reclama la exigencia de Sebastián, que la obliga a vestirse como mujer para presentarse frente al vizconde: “si os he dicho, y os de mi vida, cuánto mi propio ser aborrezco… no es en vano querer que me vista ahora de lo que aborrezco tanto”. Nuevamente, a pesar de que estos eventos acontecen durante un período histórico en que el binarismo genérico hombre/mujer es la norma, también podemos aducir que la concepción “moderna” del género como una identidad que no es esencialista, sino que se construye a través de la imitación o del performance, está presente en el personaje de la obra dramática de Montalván. Otra adaptación de la historia de Catalina de Erauso en el filme La Monja Alférez producido por la famosa compañía cinematográfica mexicana CLASA Films. Este filme del Cine de Oro Mexicano contó con la participación de la aclamada actriz mexicana María Félix, que representó el papel de la Monja Alférez. A diferencia de la comedia teatral escrita por Montalván en que la sexualidad del personaje es central, la película producida por Emilio Gómez Muriel es visiblemente una adaptación heterosexual diseñada para la Félix. Debido a que varias de las sociedades modernas de inicio del siglo XX -incluyendo la mexicana- estigmatizan la posibilidad del deseo homosexual como una expresión legítima, el filme debe re-introducir una trama heterosexual que despeje toda duda de una inclinación lesbiana en el personaje de Félix. En este filme, Alonso de Guzmán/ Monja Alférez no es española, sino una criolla nacida en Nueva España (hoy México) que viaja al Perú para salvar el testamento de su padre y así recuperar su patrimonio usurpado por su tía, que la ha recluido en un convento por varios años. Asimismo, desea recuperar a su amor de la infancia que se ha comprometido con su prima, ya que ésta lo ha engañado haciéndole creer que Catalina desea recluirse en el convento toda su vida. La figura histórica de la Monja Alférez es reapropiada y re-diseñada para complacer a un público y a una nación heterosexual. En un interesante análisis del filme, Richard Gordon afirma que el filme no sólo exorciza el lesbianismo de Erauso, sino que también apoya una lectura religiosa y Católica que se alinea al deseo gubernamental de promover filmes de vena religiosa. Este giro religioso toma lugar desde el inicio de la película en la que Catalina confiesa su “verdadero” sexo a un clérigo que llega a su celda para buscar su arrepentimiento antes de su inminente muerte. Aunque se puede afirmar que las tensiones homoeróticas disminuyen considerablemente en el filme, la elección de María Félix provee a la cinta de una verosimilitud genérica -que se representa en la actrizreconocida por sus papeles de femme fatalle y de devoradora de hombres. En este filme, la Monja Alférez no desea vestirse con ropas de caballero permanentemente, sino que vemos a una Catalina que decide volver a la“normalidad” de su sexo, mientras que muchos de los personajes piensan que el individuo detrás de esa ropa es un hombre: el valiente Alonso de Guzmán. Según Sherry Velasco, esta técnica es la utilización de una trama que “una mujer que pretende ser un hombre que pretende a su vez ser una mujer”. Asimismo, la película tiene momentos en los que el “disfraz” oculta lo que sería un evidente acto homoerótico. Por ejemplo, durante la llegada de Erauso (María Félix) a Trujillo, ésta recibe el coqueteo de un gran número de mujeres que se encuentran atraídas por su “belleza delicada” y su falta de barba. Asimismo, al final del filme, Roger -sirviente del alférez por gran parte de su viaje- se queda estupefacto al ver al que piensa que es su amigo Guzmán, besándose con Juan. Al no saber que Guzmán está realmente vestido de su sexo biológico, la escena parece ser un terrible, pero inocente error. Sin duda, Catalina de Erauso o la Monja Alférez es un personaje histórico fascinante que aún en la actualidad es capaz de sorprendernos por su aventurera vida. Su capacidad para adoptar una identidad genérica masculina revela muchas de las ideas contemporáneas sobre la naturaleza inestable del género y de la orientación sexual. La apropiación del actoespacio masculino revela tensiones causadas por presencia del deseo lesbiano tanto en la sociedad española de siglo XVII, que no concebía la existencia de tales tensiones, y en el mundo cinematográfico mexicano de la primera mitad del siglo XX, que debe seguir las pautas establecidas por un gobierno y una sociedad mexicana conservadora.