Significados del Combate de la Vuelta de Obligado

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Editorial
Significados del Combate de la
Vuelta de Obligado
El 20 de noviembre de 1845 se produce el combate conocido como “La Batalla de la
Vuelta de Obligado”, nombre que identifica al lugar elegido por el General Lucio Norberto
Mansilla, para detener el avance de la flota combinada anglo- francesa, que navegaba en
las aguas del Rió Paraná sin autorización del gobierno de la Confederación Argentina,
(Liderada por Juan Manuel de Rosas) bajo el pretexto de lograr la pacificación entre
Buenos Aires y Montevideo.
La flota anglo-francesa (22 barcos de guerra, 92 mercantes y 418 bocas de fuego), se
opuso a los argentinos quienes estaban al mando de Lucio Norberto Mansilla. Fue un
duelo de artillería, casi de contrabaterías. Los patriotas de la Confederación tenían seis
barcos mercantes modificados para combate naval y 60 cañones de calibre pequeño y
corto alcance.
La mitad de las naves de guerra de la escuadra anglo-francesa que navegaba por el Paraná
ostentaba la tecnología militar más avanzada de la época, impulsadas a vela o a vapor,
semi acorazadas y dotadas de grandes piezas de artillería forjadas en hierro, con cierres
a tornillo, espoletas de retardo, granadas Shrapnels (“Tarros de metralla”) y los primeros
lanzadores de cohetes a la “Congreve”.
Tres pesadas cadenas de costa a costa, sobre 24 lanchones, estructuraban la defensa
complementadas por el fuego de cuatro baterías con 30 cañones de calibre entre el 8
y el 20, operados por 160 sirvientes de pieza. La primera, denominada “Restaurador
Rosas”, al mando de Álvaro José de Alzogaray, la segunda, “General Brown”, al mando
del teniente de navío Eduardo Brown, la tercera “General Mansilla”, comandada por el
teniente de artillería Felipe Palacios y la cuarta, aguas arriba, “Manuelita”, al mando del
teniente coronel Juan Bautista Thorne. Un único buque de guerra, el “Republicano”, tenía
como misión cuidar las cadenas que cruzaban el río.
A media mañana del 20 de noviembre, la flota invasora efectuó fuego reunido de cañones
y cohetes sobre la artillería argentina. La respuesta fue inmediata pero ineficaz por la
inferioridad que significa en artillería el menor alcance, el menor calibre, la peor precisión
y, lo más importante, el menor volumen de fuego. Al mediodía los atacantes lograron
romper las cadenas al tiempo que tropas de infantería francesa atacaron las posiciones de
fuego inutilizando 21 bocas de fuego pero siendo obligados por la caballería nacional a
reembarcarse. Al segundo ataque se sumaron infantes de marina británicos lo que permitió
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que las fuerzas atacantes incendiaran los lanchones que sostenían las cadenas. El buque
Republicano fue volado por su Comandante.
250 muertos y 400 heridos contra 26 muertos y 86 heridos invasores sellaron la derrota.
Los anglo-franceses forzaron el paso y continuaron río arriba, atribuyéndose la victoria.
Ésta es la narración del hecho pretendiendo exponer sus significados, en principio, la desazón
de una derrota inevitable y la satisfacción del deber cumplido más allá de la derrota. Sus
protagonistas, Lucio Mansilla, Álvaro Alzogaray, Eduardo Brown, Felipe Palacios, Bautista
Thorne, y centenares de ignotos soldados, que lucharon defendiendo su bandera (nuestra
Bandera), simplemente porque eran soldados y cumplieron con su deber.
Reconocer, que fue una derrota militar, pero un éxito político, que por esos insondables
caminos de la Historia, el Gobierno de la Confederación Argentina, obtuvo el respeto y la
admiración de los distintos gobiernos de América. Respeto y admiración que motivó que
el héroe de la emancipación, el General San Martín, comentara jocosamente que “…….
los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca” .
De este comentario pudieron dar fe los tripulantes de la flota anglo-francesa, pues, si pudieron
forzar el bloqueo en la Vuelta de Obligado, no pudieron evitar la derrota en la batalla de
“Punta de Quebracho” (4 de junio de 1846) en la que la artillería Argentina se tomó amplia
revancha, logrando hundir dos buques mercantes y propinarles a otros cuatro tales averías
que fueron hundidos por sus tripulantes para que no cayeran en manos argentinas, sumando
además que dos “modernos” buques de guerra sufrieron importantes daños
La derrota táctica, significó la victoria diplomática y militar de la Confederación
Argentina, por el alto costo que demandó la campaña. La tenacidad y la resistencia
opuesta por el gobierno de la Confederación, obligó a aceptar la soberanía argentina
sobre los ríos interiores. Gran Bretaña, con el Tratado Arana-Southern, de 1847, concluyó
definitivamente este conflicto y en marzo de ese año ordenó el retiro de su flota. Francia
tardó un año más, hasta la firma del Tratado Arana-Lepredour.
Profundo significado contiene el hecho, cuando se aprende que derrota y victoria son
caras de una misma moneda, y que lo importante es lograr el objetivo superior deseado.
Recordemos entonces a aquellos pocos combatientes que lograron tanto para que no sean
olvidados, comprometiéndonos en la idea de que la lucha por la Soberanía Nacional, fue,
es y será una obligación de todos los argentinos.
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