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Juez metido a político
Justino Sinova
Periodista
E
xamino por un lado y por otro los argumentos del juez
Santiago Vidal para dedicarse a preparar una Constitu-
ción catalana (sic) y no acabo de encontrar uno que respalde
la avenencia de ese trabajo, aunque sea en horas libres, con el
de impartir justicia bajo la Constitución española a los mortales que le caigan en suerte. Tampoco hallo razones suficientes
en los nueve magistrados del Consejo General del Poder Judicial que no ven irregularidades en su actuación “constitucionalista” –o “anticonstitucionalista”, mejor dicho-. Y me parece que tiene bastante del oficio de templar gaitas la decisión
final del órgano de gobierno de los jueces de suspenderle en
sus funciones por tres años en vez de expulsarle de la Judicatura, que era la sanción que se barajó en un inicio.
Pero lo que me parece más fuera de contexto es que el juez
Vidal defienda su trabajo de redactor de la Constitución del
futuro país independiente de Cataluña, es un decir, aduciendo su “derecho de opinión”. O sea, que es un simple ejercicio
de libertad de expresión que un funcionario del Estado que
tiene el deber de cumplir y hacer cumplir las leyes se ocupe
en elaborar un texto de una futura ley que rompería el Estado
al que tiene el deber de servir –en su caso, además profesionalmente- y que le paga un sueldo. Aquí cabe introducir el
asunto de las fronteras de la libertad de expresión para quien
tiene la obligación de guardar neutralidad política (ese es el
espíritu del artículo 127 de la Constitución que pretende abatir) y todas las demás neutralidades a que le obliga su función
de impartir justicia. Más que un caso de opinión o de expresión lo es de neutralidad, una línea roja, pues su quebranto es
algo de lo peor que le puede pasar a un juez.
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El propio CGPJ así lo entendió con el peso de la mayoría de 12 magistrados frente a los nueve que no ven,
y yo no me explico como digo antes, falta en su compañero Vidal. La noticia de El Mundo sobre el fallo
del Consejo explicaba bien las razones, apoyadas en
el hecho de que “Vidal ignoró de forma inexcusable el
deber básico de fidelidad a la Constitución”. Eran éstas: “Aunque la redacción de un documento sobre los
principios constitucionales de un eventual Estado catalán pudiera considerarse un trabajo científico o literario, esto queda descartado en el caso de Santiago
Vidal. Primero, porque su finalidad no es científica,
sino que lo que pretende es sentar las bases jurídicas
de un proceso de secesión. Segundo, porque lo hace
en sintonía con organizaciones independentistas alineadas políticamente y con las que participa en 120
actos públicos. Y tercero, porque se presenta en su
condición de magistrado”.
Queda, pues, en evidencia que la elaboración de un
texto que rompería la Constitución vigente, la ley
fundamental que un juez ha jurado defender, rompe desde el principio la neutralidad política personal
a que está obligado. Poco después de que se le comunicara la sanción que lo suspende por tres años,
y tras contestarla con argumentaciones políticas, el
juez sancionado anunció que baraja presentarse a las
elecciones con uno de los grupos que le ha ofrecido
esa opción, Convergencia y Unión y Esquerra Republicana (). Y la Asamblea Nacional Catalana, organismo político creado para luchar a favor de la independencia de Cataluña, convocó una concentración, a la
que asistieron 500 personas, para defender al juez de
lo que llamaron una “dictadura judicial”. Estas reacciones acentúan el aspecto político del compromiso
que había adquirido Santiago Vidal, cuya libertad de
opinión no está en entredicho sino su dedicación a la
carrera judicial con las exigencias profesionales debidas.
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