Siete domingos de San José Enero 2014, Rebeca Reynaud El nombre de José viene de Yasaf, que significa añadir. San José era un hombre justo, casto; tendría el justo equilibrio entre lo divino y lo humano. Es el más grande de los santos, es el que está más cerca de María. Fue escogido por Dios como fidelísimo guardián de los tesoros celestiales, que eran Jesús y María. Con fe acogió al Niño que había comenzado a vivir en el seno de María, y a ellos, a Jesús y María, les entregó su vida, pero no se le ahorraron las dificultades. San José no llegó a ver a Jesús en su vida pública; es decir, no oyó su predicación ni vio sus milagros. Y quizás, no ha habido en el mundo santo más feliz. La intimidad con Dios fue el objeto primario de su vocación. A eso estamos convocados, a centrar nuestras potencias y nuestra razón de ser, en Jesús. Le enseñó a Jesús el oficio de carpintero, a usar el cepillo y la garlopa. San José es el santo del recogimiento. José y María le enseñarían al Niño Jesús el sentido de las fiestas, y pasarían de maestros a discípulos, sabrían aprender de Jesús muchas cosas. El amor a Dios dominaba en su alma, se mantenía en conversación con Él. Alrededor de él se respira sosiego pues tiene ya la posesión de Dios. La forma de actuar sigue a la forma de ser. ¿Qué nos enseña María? Fue la primera devota de José. Habrá intuido como ponía toda su vida al servicio del proyecto de Dios. Su silencio estuvo lleno de una altísima espiritualidad, y, a la vez, supo poner alegría en su hogar. La Iglesia, siguiendo una antigua costumbre, prepara la fiesta de San José, el día 19 de marzo, dedicando al Santo Patriarca los siete domingos anteriores a esa fiesta, en recuerdo de los principales gozos y dolores de la vida de San José. Comienzan el séptimo domingo antes del 19 de marzo (último domingo de enero o primero de febrero). Con los siete domingos de San José tenemos siete semanas para fomentar su devoción e imitar sus virtudes. San José es modelo de obediencia. Nada aborrece tanto el demonio como la obediencia; nada glorifica él tanto como la “propia iniciativa” y la independencia personal. Los 7 Domingos se pueden hacer en cualquier tiempo del año. Si no pueden rezarse las oraciones prescritas, basta rezar siete Padrenuestros, Avemarías y Gloria. Se puede ganar indulgencia parcial con esta práctica, estando en gracia de Dios La devoción a San José comenzó a florecer en Occidente hacia el siglo XVI. De él dice Santa Teresa: "No recuerdo haberle pedido cosa alguna que no me la haya concedido". Se le invoca especialmente como protector de la pureza, maestro de la vida espiritual y abog ado de la buena muerte. Invoquémosle siempre, ya que es Patrón de la Iglesia Universal San Josemaría Escrivá dice que la devoción a San José es consecuencia de la vida contemplativa. Leemos entre líneas, en el Evangelio, que San José pasó desapercibido, no interviene sino cuando es necesario, y entonces lo hace con fortaleza y sin violencia. Fue un hombre limpio de corazón e inocente en sus obras. La inocencia de las obras es la rectitud de intención. Desde un principio el Opus Dei se ha vinculado al Santo Patriarca. Él es nuestro patrono principal, y es también el jefe de nuestra familia, dice nuestro Padre (en San José, nuestro padre y señor). La Virgen y San José tuvieron miedo de perder a Jesús porque Herodes lo persiguió siendo bebé, y al paso del tiempo luego empezó a reinar su hijo Arquelao, al que también temieron. Los Ángeles seguramente contemplaron, pasmados, el anonadamiento de Jesús que ha querido ser Hombre, siendo el dueño de la creación entera. Nuestro corazón puede tener el ambiente de Nazaret. Podemos vivir en aquel hogar, en aquel taller de Nazaret, con Jesús, María y José. Los tiempos que corren son difíciles pero mejorarán, vendrá la primavera de la Iglesia y del mundo. Ahora todo está -capovolta, dirían los italianos- de cabeza. Ahora se propagan blasfemias y herejías y nadie dice nada. Pero si alguno defiende la verdad, lo persiguen y difaman. Los mayores enemigos están dentro y arriba, decía San Josemaría Escrivá en una tertulia (19 III 1971). Hay que pedirle a San José que nos obtenga de Dios que acorte el tiempo de la prueba. San José es el patrono Universal de la Iglesia, patrono de la buena muerte y patrono de los seminarios. ORACIÓN A SAN JOSÉ DEL PAPA LEÓN XIII (…) Humildemente os suplicamos volváis benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con vuestro poder y auxilio socorráis nuestras necesidades. Proteged, oh providentísimo Custodio de la Sagrada Familia, la escogida descendencia de Jesucristo; apartad de nosotros toda mancha de error y corrupción; asistidnos propicio, desde el Cielo, fortísimo libertador nuestro en esta lucha con el poder de las tinieblas; y, como en otro tiempo librásteis al Niño Jesús del inminente peligro de su vida, así, ahora, defended la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros protegednos con perpetuo patrocinio, para que, a ejemplo vuestro y sostenidos por vuestro auxilio, podamos santamente vivir y piadosamente morir y alcanzar en el Cielo la eterna felicidad. Amén FORMA BREVE: Se contemplan los dolores y gozos de San José. PRIMER DOMINGO Oración. ¡Oh castísimo esposo de María, glorioso San José, ¡qué aflicción y angustia la de vuestro corazón en la perplejidad en que estabais sin saber si debíais abandonar o no a vuestra esposa sin mancilla! Pero ¡cuál no fue también vuestra alegría cuando el ángel os reveló el gran misterio de la Encarnación! Por este dolor y este gozo os pedimos consoléis nuestro corazón ahora y en nuestros últimos dolores, con la alegría de una vida justa y de una santa muerte semejante a la vuestra, asistidos de Jesús y de María. Padrenuestro, Ave y Gloria. SEGUNDO DOMINGO Oración. Oh bienaventurado patriarca, glorioso San José, escogido para ser padre adoptivo del Hijo de Dios hecho hombre: el dolor que sentisteis viendo nacer al niño Jesús en tan gran pobreza se cambió de pronto en alegría celestial al oír el armonioso concierto de los ángeles y al contemplar las maravillas de aquella noche tan resplandeciente. Por este dolor y gozo alcanzadnos que después del camino de esta vida vayamos a escuchar las alabanzas de los ángeles y a gozar de los resplandores de la gloria celestial. Padrenuestro, Ave y Gloria. TERCER DOMINGO Oración. Oh ejecutor obedientísimo de las leyes divinas, glorioso San José: la sangre preciosísima que el Redentor Niño derramó en su circuncisión os traspasó el corazón; pero el nombre de Jesús que entonces se le impuso, os confortó y llenó de alegría. Por este dolor y este gozo alcanzadnos el vivir alejados de todo pecado, a fin de expirar gozosos, con el santísimo nombre de Jesús en el corazón y en los labios. Padrenuestro, Ave y Gloria. CUARTO DOMINGO Oración. Oh Santo fidelísimo, que tuvisteis parte en los misterios de nuestra redención, glorioso San José; aunque la profecía de Simeón acerca de los sufrimientos que debían pasar Jesús y María os causó dolor mortal, sin embargo os llenó también de alegría, anunciándoos al mismo tiempo la salvación y resurrección gloriosa que de ahí se seguiría para un gran número de almas. Por este dolor y por este gozo conseguidnos ser del número de los que, por los méritos de Jesús y la intercesión de la bienaventurada Virgen María, han de resucitar gloriosamente. Padrenuestro, Ave y Gloria. QUINTO DOMINGO Oración. Oh custodio vigilante, familiar íntimo del Hijo de Dios hecho hombre, glorioso San José, ¡cuánto sufristeis teniendo que alimentar y servir al Hijo del Altísimo, particularmente en vuestra huida a Egipto!, pero cuán grande fue también vuestra alegría teniendo siempre con Vos al mismo Dios y viendo derribados los ídolos de Egipto. Por este dolor y este gozo, alcanzadnos alejar para siempre de nosotros al tirano infernal, sobre todo huyendo de las ocasiones peligrosas, y derribar de nuestro corazón todo ídolo de afecto terreno, para que, ocupados en servir a Jesús y María, vivamos tan sólo para ellos y muramos gozosos en su amor. Padrenuestro, Ave y Gloria. SEXTO DOMINGO Oración. Oh ángel de la tierra, glorioso San José, que pudisteis. admirar al Rey de los cielos, sometido a vuestros más mínimos mandatos; aunque la alegría al traerle de Egipto se turbó por temor a Arquelao, sin embargo, tranquilizado luego por el ángel, vivisteis dichoso en Nazaret con Jesús y María. Por este dolor y este gozo, alcanzadnos la gracia de desterrar de nuestro corazón todo temor nocivo, poseer la paz de conciencia, vivir seguros con Jesús y María y morir también asistidos por ellos. Padrenuestro, Ave y Gloria. SÉPTIMO DOMINGO Oración. Oh modelo de toda santidad, glorioso San José, que habiendo perdido sin culpa vuestra al Niño Jesús, le buscasteis durante tres días con profundo dolor, hasta que, lleno de gozo, le hallasteis en el templo, en medio de los doctores. Por este dolor y este gozo, os suplicamos con palabras salidas del corazón, intercedáis en nuestro favor para que jamás nos suceda perder a Jesús por algún pecado grave. Mas, si por desgracia le perdiéramos, haced que le busquemos con tal dolor que no hallemos sosiego hasta encontrarle benigno sobre todo en nuestra muerte, a fin de ir a gozarle en el cielo y cantar eternamente con Vos sus divinas misericordias. Padrenuestro, Ave y Gloria.