Historia de los 7 jefes - Santa Fe es tu corazón

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 La Historia de los 7 Jefes. La historia como ciencia, se ocupa de los acontecimientos trascendentes realmente ocurridos en pasado de la humanidad, que tienen un alcance lo suficientemente amplio como para servir a los fines de entender otros hechos posteriores. La elección de esos hechos es cuestión de debate, ya que depende de la interpretación que el historiador haga respecto de la importancia de los mismos. Cada una de las interpretaciones de la historia pone el protagonismo en uno u otro lugar, lo que determina qué datos considerar como hechos relevantes. Así entonces, en nuestra investigación sobre la historia de los 7 Jefes, encontramos varias interpretaciones de los hechos. Hay historiadores que consideran que el levantamiento fue algo intrascendente, y otros que lo señalan como una revolución que sentó el primer precedente a la Revolución de Mayo de 1810. El concepto de Revolución implica una transformación profunda con efectos colectivos como consecuencia de procesos históricos o científicos. Una Revolución no dura un par de días, se compone de una serie de acontecimientos que se suceden unos a otros durante un tiempo prolongado, modificando sustancialmente el pasado. Si tenemos en cuenta esto, tal vez entonces el calificativo de Revolución le quede grande a los hechos sucedidos en Santa Fe, el 1° de Junio de 1580. Tal vez convenga señalarlos como la Rebelión de los 7 Jefes, ya que los cambios que intentaron producir en la forma de gobierno de la ciudad, no prosperaron. Tal vez sea exagerado afirmar que este levantamiento fue el verdadero pregón de los días de Mayo. El primer movimiento separatista del Río de la Plata. Sin embargo, a pesar de haber sido reprimidos con dureza, "los siete jefes" fueron los primeros criollos que intentaron implantar un gobierno propio, que respetase la autonomía comunal. Dejaron en evidencia ya desde el nacimiento de la ciudad, el espíritu invencible de sus habitantes. En el marco del concurso que estamos propiciando, nosotros elaboramos un resumen de algunas de las versiones de estos acontecimientos, para que no se generen dudas al momento de tener que responder el cuestionario. Elaboramos un documento a modo de conclusión de todo el material consultado, lo cual podríamos decir que es nuestra interpretación de los hechos. Por lo tanto no deben tomarse como una verdad absoluta, y adjuntamos al resumen las versiones sin editar de algunos de los textos que consultamos para que quienes estén interesados, los lean y saquen sus propias conclusiones. La Rebelión de los 7 Jefes. Este acontecimiento histórico tuvo lugar el 1º de junio de 1580 (vísperas de Corpus), es decir 230 años antes del 25 de Mayo de 1810, en la primitiva ciudad de Santa Fe (actualmente Cayastá). El movimiento fue organizado y ejecutado por los “mancebos de la tierra” llamados así por ser criollos nacidos en estas tierras. Las causas que dieron origen a este alzamiento son varias, siendo las principales: a) el reparto de tierras que hizo Garay apenas fundada la ciudad y que al parecer no era muy justa; b) las pretensiones de Gonzalo de Abreu, gobernador de Tucumán, quien afirmaba que Santa Fe y su territorio eran integrantes de su gobernación, quien se había comprometido apoyar a los complotados; c) el resentimiento de estos criollos por haberse dado a un extranjero el mando de la ciudad al flamenco Simón Jaques; d) el hecho de que Garay distribuyera los principales cargos a parientes del adelantado Vera y Aragón; e) la disconformidad de los pobladores con la elección solamente de españoles para ejercer los cargos de alcaldes. Muchos historiadores ven como causa real la rivalidad ya iniciada entre los peninsulares y los criollos, ya que estos predominaban en número pero no así en el gobierno de la ciudad. La revolución fracasa por errores (falta de organización) y, esencialmente, por traiciones. Los principales complotados son ejecutados, quedando abortado el movimiento. Las figuras relevantes de este pronunciamiento fueron: Lázaro de Venialvo, Diego de Leiva, Rodrigo de Mosquera, Domingo Romero, Diego Ruiz, Pedro Gallego y Pedro Villalta. Ellos fueron, los 7 Jefes. Pero para comprender mejor el contexto en que se sucedieron los hechos, debemos remitirnos al momento mismo de la fundación de la Ciudad. Por orden de Martín Suárez de Toledo, gobernador de Asunción, y partiendo de esa ciudad con nueve españoles y ochenta mancebos (criollos nacidos en estas tierras), Juan de Garay, en su carácter de Capitán y Justicia Mayor en la conquista y población del Paraná y Río de la Plata, fundó la ciudad de Santa Fe el domingo 15 de noviembre de 1573. Como era "costumbre y ley", reparte las tierras entre sus hombres: solares para viviendas; cuadras para viñedos y en las dos bandas del Paraná suertes de estancias para la cría del ganado. El Cabildo queda formado mayoritariamente por españoles, por ser ellos los principales beneficiarios en el reparto de tierras. Aparentemente Garay quiso recompensar así a sus compatriotas que habían ayudado a equipar a los mancebos con armas y caballos. Pero a los mancebos no les cayó nada bien esta discriminación. Allí estaban Garay con la mejor estancia, que luego heredará su yerno Hernandarias, y los mancebos debían conformarse con algunas parcelas alejadas. Ahora bien, cuando había que defender el poblado o rescatar algún grupo de españoles del ataque de los charrúas, entonces sí contaban con los mancebos. Esto acrecentaba el descontento de los criollos. Ortíz de Zárate muere en enero de 1576 y Garay, cumpliendo con lo establecido por el testamento del Adelantado, deja Santa Fe y viaja hacia el Perú, donde pese a la oposición del Virrey Toledo, casa en 1577 a la hija de Ortíz de Zárate, la criolla doña Juana con el oidor de la Real Audiencia de Chuquisaca, el licenciado Juan de Torres de Vera y Aragón, quien heredó entonces el cargo de Adelantado del Río de la Plata. El nuevo adelantado designó a Juan de Garay su teniente de Gobernador y le encomendó la re‐
fundación de Buenos Aires. Pero Garay tuvo que huir del Perú hacia Asunción para impedir que se cumpla la orden de prisión dictada por el Virrey Toledo. Mientras tanto el gobernador de Tucumán, Gonzalo de Abreu, conocedor del malestar de los criollos de Santa Fe entró en contacto con ellos para decirles que Garay carecía de títulos para gobernarlos y les prometió su ayuda si lo apresaban y se lo enviaban a Tucumán. Abreu quería la despoblación de Santa Fe para anexar ese territorio a la jurisdicción de Tucumán, que necesitaba tener salida al mar a través del río Paraná. El 1 de enero de 1580 en Santa Fe se produjo el cambio de cabildantes. Un grupo de criollos propuso alzarse contra el cabildo basándose en las órdenes de detención contra Garay y contra "los dos Vera". Pero decidieron esperar a tener señales claras que el gobernador Abreu apoyaría el alzamiento. En la casa de Lázaro de Venialvo, uno de los que más había incentivado a los criollos disconformes con el gobierno de la ciudad, se reunieron muchos jóvenes. Cada cual preparaba sus armas para salir a la calle: espadas, ballestas, arcabuces y lanzas. Lanzaban insultos contra Garay, contra los viejos españoles y contra los que llegaron en la expedición de Ortiz de Zárate. El primer paso sería apresar al Teniente de Gobernador, al alcalde, al Alguacil Mayor y a Alonso de Vera Aragón. Mientras, otros rebeldes se encargarían de desarmar a los españoles seguidores de Garay. Estas órdenes las dio una junta revolucionaria formada por Lázaro de Venialvo, Pedro Gallego, Domingo Romero, Rodrigo Mosquera, Diego de Leiva, Diego Ruiz y Pedro Villalta. Pretendían imponer como alcaldes y regidores del Cabildo a gente de su partido y colocar a la ciudad bajo la jurisdicción de Tucumán, gobernada entonces por Gonzalo de Abreu y Figueroa. La rebelión duró menos de dos días y fue reprimida por una comisión comandada e integrada por varios de los que componían la lista de rebeldes. De los 34 hombres que habían firmado un acta sellando la conspiración, 10 fueron sentenciados; pero el nombre de sólo siete de ellos cobró trascendencia. La conjura se tramó durante más de un año, con mensajes, promesas incumplidas, idas y vueltas. Cuando la rebelión estalló realmente fue aprovechando la ausencia de Garay, recordemos que pocos días después el vizcaíno estaría fundando Buenos Aires. Con trompetas convocaron a los vecinos, que ayudaron a elegir un nuevo Cabildo, a Cristóbal de Arévalo como Capitán General y Justicia Mayor, y a Lázaro de Venialvo como Maese de Campo. Antes del amanecer, los sublevados reunidos en lo de Venialvo salieron a cumplir con su plan: capturaron al Teniente de Gobernador Simón Xaque, al Alcalde Pedro de Oliver y al Alguacil Mayor Benabé de Luxán y se los llevaron a la casa de Venialvo. Además les quitaron las armas a los españoles. Por su parte, Cristóbal Arévalo, luego de aceptar el cargo que le otorgaron los rebeldes, prohibió la salida de la ciudad a sus habitantes, bajo pena de muerte y confiscación de sus bienes. Desde ese momento, todos lo que no compartían las ideas con los sublevados comenzaron a pensar cómo reivindicar el honor perdido. Además, llegaban los rumores de las posibles acciones a seguir por los rebeldes: que los cabecillas apuñalarían a los presos y partirían aguas abajo por el Paraná, hasta encontrar a Garay y asesinarlo; y que luego llegarían a Asunción para tomarla sin dificultad, si Abreu desde Tucumán los apoyaba. Mientras la ciudad vivía un clima de revuelo y algarabía ante la designación de los líderes de la revuelta como nuevos miembros del gobierno, Cristóbal de Arévalo ‐que fue designado Capitán General‐ organizó clandestinamente la contrarrevolución, agrupando a más personas con tal propósito. Quería devolverle la honra al Rey, así que se dirigió a liberar a los que permanecían encerrados en lo de Lázaro de Venialvo. En el enfrentamiento murieron apuñalados Pedro Gallegos, Diego de Leiva y Domingo Romero, cuyos cuerpos fueron llevados a la plaza y decapitados al grito de "¡Viva el Rey! Ante todo el tumulto, Arévalo le entregó al Teniente de Gobernador Simón Xaques la bandera, reotorgándole el poder sobre el gobierno de la ciudad. Mosquera y Villalta lograron escapar a Córdoba y luego a Santiago del Estero, adonde fueron en busca de Abreu, convencidos que éste les daría su protección. Pero entretanto Abreu había sido reemplazado en el gobierno de Tucumán por Lerma quien, no sólo mandó a ejecutar a su antecesor, sino también a los dos fugitivos recién llegados. Los rebeldes y sus familias prácticamente desaparecieron de la vida santafesina; se conformó una suerte de primera aristocracia de mérito mixta, compuesta por Peninsulares (españoles) pero también por algunos mestizos a los que dejó de llamarse mancebos. El recuerdo de la rebelión fue utilizado para crear algunas instituciones ligadas con el ejercicio de la justicia y de lo que modernamente llamamos el poder de policía. Es importante remarcar las características de la sociedad santafesina de ese momento. La ciudad en su antiguo emplazamiento, Cayastá, se edificaba en torno a la Plaza de Armas, donde se alzó el rollo, tronco de algarrobo símbolo de la Justicia y el poder real, plantado en el momento de la fundación oficial. Tenía once manzanas de norte a sur y seis de este a oeste y su trazado se hizo en forma de damero (cuadriculado). En torno a la Plaza de Armas se ubicaban los principales edificios: el Cabildo, La Iglesia Matriz, las Iglesias y Conventos de los Franciscanos, los Dominicos, los Mercedarios y los Jesuitas, y las calles y solares para los vecinos. Fuera del trazado urbano se repartieron las tierras para las chacras y las estancias. Hoy se conserva la mitad de la plaza, ya que el río San Javier la ha cortado en diagonal, el resto está bajo agua al igual que la casa de Garay, el colegio e Iglesia de los Jesuitas y las Iglesias Matriz y San Roque. Debido a las constantes inundaciones, ataques aborígenes y plaga de insectos, se resolvió emplazar la ciudad en su lugar actual. Los primeros traslados de pobladores comenzaron a operarse aisladamente en 1651, pero hubo protestas y apelaciones a la decisión, por lo que, previas las construcciones del caso, la mudanza se concretó recién en 1661, oportunidad en la que se agrega el calificativo de la Vera Cruz al nombre de Santa Fe. Finalmente, la autorización real fue concedida por Real Cédula del 6 de agosto de 1670. Pero volvamos a Santa Fe la vieja de 1580. Para entonces, 7 años después de su fundación, podríamos decir la sociedad santafesina, en realidad, aún no existía; digamos que apenas estaba conformándose una comunidad y había argumentos para dudar sobre sus posibilidades de éxito. La mayor parte de los hombres que llegaron con Garay en 1573 eran mancebos, eso es jóvenes y muchos de ellos solteros, que legalmente no podían manejar armas de fuego (pero el mismo Garay compró 53 arcabuces para armar a los que no tenían uno) y desprovistos de derechos políticos. Al fundar la ciudad, Garay produjo en ellos una metamorfosis: dejaron de ser los mancebos revoltosos expulsados del Paraguay y se convirtieron en vecinos de la ciudad. Eso les otorgó una dignidad: tierra para hacerse la casa, tierra para producir, y obligación de hacer una familia y de defender a la ciudad con su cuerpo y con sus armas. Pero, los europeos que llegaron con Garay obtuvieron los mejores solares y las mayores y mejores tierras en los alrededores. Por eso los mancebos pronto manifestaron un malestar muy comprensible: eran mayoría, recibían maltratos que otros no y, a la hora del trabajo o de la lucha realizaban esfuerzos que, según su punto de vista, los europeos nativos evitaban. Además los españoles tenían los mejores puestos en el Cabildo. Ese tipo de desigualdad era constitutiva de aquella sociedad; lo que solía detonar los malestares no era tanto el desequilibrio como los maltratos personales y los abusos de autoridad. Juan de Garay era un hombre de carácter enérgico y tenaz, que siempre mantuvo una disciplina estricta entre sus hombres, logrando su respeto y admiración por el coraje y decisión que lo caracterizaba, pues fue siempre en la lucha el primero en arremeter con exposición de la vida. Su generosidad llegó a tal punto, como lo dicen los documentos de la época, que se convirtió en padre de numerosos pobres y sustento de colegas de armas. Lo que no queda claro es si esa generosidad la profesaba tanto con sus cosas personales como con la tierra que estaba conquistando y no le pertenecía. El 11 de Junio de 1580, es decir 10 días después de la rebelión en Santa Fe, funda en el puerto de Santa María de Buenos Aires, como se llamaba el lugar desde la época de Pedro de Mendoza, la ciudad de la Santísima Trinidad, hoy Buenos Aires. El 23 de marzo de 1583 cuando se dirigía a Santa Fe desde Buenos Aires, Garay fue muerto en la laguna de Coronda por aborígenes de tribu no precisada. De acuerdo a algunos historiadores, Garay llamó a su ciudad Santa Fe en homenaje a la fe católica de la que España era por entonces defensora universal frente a los moros, judíos y protestantes. El nombre de Santa Fe de la Vera Cruz, aparece en 1651, es decir casi al inicio del proceso de traslado y parece ser que su elección está vinculada a la celebración de la verdadera cruz que corresponde al viernes santo, pues la decisiva reunión del Cabildo del 12 de abril de ese año fue consecutiva de la Semana Santa. Entre los numerosos gobernadores que tuvo Santa Fe en su antiguo emplazamiento se destaca Hernando Arias Saavedra (Hernandarias) considerado como una de las principales figuras de la época en la región del Río de la Plata, además de haber sido el primer gobernador criollo. Fue gobernador en seis oportunidades entre 1592 y 1631 y estaba casado con la hija de Garay. Entre sus obras de gobierno figuran sus ordenanzas sobre el trato a los indios, su política de control del contrabando y su propuesta para la división de las gobernaciones del Río de la Plata. Otra de las personalidades dignas de mención fue Pedro de Vega, el primer maestro del Río de la Plata, quien enseñó a leer y escribir en toda la región del litoral. Era tan necesaria su presencia en el medio que el Cabildo, en conocimiento de que se proponía abandonar la ciudad en 1577, resolvió prohibirle bajo pena de 200 castellanos, salir de Santa Fe. Todo a los fines de que la ciudad no se quedara sin la única persona que enseñaba a leer y escribir la doctrina cristiana a los niños de corta edad. Pero quizás la personalidad más importante que ha tenido la ciudad (y la provincia) de Santa Fe, ha sido el Brigadier General Estanislao López, quien nació el 22 de noviembre de 1786 y tras pasar por las aulas de la escuela de los padres Franciscanos, se incorporó al antiguo Cuerpo de Blandengues. El 23 de julio de 1818 asume como gobernador de la provincia. Podría haber continuado en el poder sin límites, que había tomado cuando la situación era caótica y, sin embargo, delegó el gobierno en el Cabildo el 18 de junio de 1819 para permitir que una elección se pronuncie sobre quién debía gobernar. El 8 de julio del mismo año los electores confirman a López en el mando, ahora con títulos acordes a su espíritu republicano, extendiéndose su gestión hasta el 15 de junio de 1838. Ese día, a las 16.30 de una tarde otoñal falleció en la casa que ocupara sobre la calle Matriz, siendo sus restos sepultados en el convento de San Francisco. El Brigadier López tuvo una destacada labor en la lucha por la autonomía de las provincias respecto del centralismo de Buenos Aires. 
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