ESPOL - CONAH - FICT Maestría en Arqueología del Etnotrópico 2010-2012 MÓDULO 15: EL PAISAJE PRODUCTIVO AGROFORESTERIA ABORIGEN Y DOMESTICACION DEL BOSQUE ECUATORIAL Las tierras equinocciales de Manabí y su Ecología Cultural (Breve estudio de un modelo agrícola en Cerro de Hojas y Jaboncillo) GÓES NEVES, Eduardo Universidad de Sao Paulo, Museo de Arqueología y Etnografía, División Científica. Doctorado en Arqueología 1989 – 1997, Indiana University, USA Becario del Consejo Nacional de Desenvolvimiento Científico e Tecnológico, CNPQ Maestrante: ANDRADE PALMA, Manuel Eduardo Abogado, Especializado en Derecho Internacional Doctor en Jurisprudencia - Máster en Ciencias Jurídicas. Universidad Amistad de los Pueblos “Patricio Lumumba” - Moscú - URSS Email: [email protected] “Ahora nosotros tenemos que explicar todo para que no se pierda nuestra historia” Gustavo Kabiyari, José Kabiyari y Benedicto Kabiyari 1989:33 Resumen: Recientes y anteriores estudios de prospección arqueológica y etnobotánica, muestran que los pueblos indígenas aborígenes de la territorialidad del Manabí actual, desarrollaron “sociedades complejas”, con poblaciones densas para la época; las mismas que domesticaron un sin número de plantas, aplicaron técnicas avanzadas en el manejo de la tierra cultivable y aplicaron técnicas de alta ingeniería hidráulica, permitiendo una modificación permisible del bosque tropical-seco y húmedoprimario original, para lograr una adaptabilidad de supervivencia en su cotidianidad. Las evidencias discutibles- sobre la domesticación y conservación de la naturaleza, no se cimenta en la generación de áreas de protección excluyentes de actividad humana, sino que derrumba conceptos sobre las limitaciones a las que se habría visto abocado el crecimiento demográfico de esta zona ecuatorial; con el empobrecimiento de los suelos, el avance de la desertización y evidentemente la fragilidad de un ecosistema sujeto a los cambios climáticos, producto del encuentro de las corrientes de Humbolt y del Niño, que influyen de manera directa en el comportamiento meteorológico peculiar de esta zona costanera. Es inevitable abstraerse de las evidencias, recientemente encontradas, la fertilización de suelos producidos por los antiguos habitantes de esta zona costera, tanto como la acción antropogénica en la modificación de la especies de bosques para volverlos utilizables a las necesidades vitales de su existencia -en todos los ámbitos-, y de su domesticación-transformación del paisaje, generador de flora y fauna -modificada y asimilada-, lo que establece un desarrollo posibilitado de sustentabilidad sostenible en manutención humana y especies animales y reproducción y conservación de la naturaleza en la región. El concepto interpretación.“Existen textos fragmentarios que a pesar de su característica más sobresaliente –el estar incompletos– ofrecen la posibilidad de inferir, como una sombra fugaz, una totalidad. El concepto se basa en la existencia, real o aparente, de un inicio y un final que de alguna manera convergen. De este modo la existencia de un intermedio, que en este caso está ausente, representa una infinidad de posibilidades, sugiriendo un todo, o..., quizás... Esta ambigüedad, sin lugar a dudas, engendra el significado. De este modo se genera una enseñanza: se trata de una sombra.” Stanley B. Woodbury - Notas etnográficas. Inédito, sin fecha. La propuesta del presente trabajo es la de una arqueología, antropología y etnografía dialécticainterpretativa de los contextos y procesos de la evolución humana y del desarrollo material e histórico del hombre y las sociedades. Para el caso que nos atañe, la construcción e interpretación de la historia costa del actual Ecuador-, ha implicado un proceso para el cual el discurso como evento-contexto, es segmentado y transfigurado en fracciones, muchas veces conjeturadas o de difícil disquisición. Así de esta manera, evadimos la complejidad histórica que conceden estas fracciones y consentimos a circunscribir nuestra visión lineal-positivista sobre determinados elementos del evento-contexto, desdeñando una acertada interpretación del pasado. Esto hecho comulga en parte, con la versión omnímoda que otras historias, producidas por otras gentes, nos infieren; asumiendo y asimilando en su contexto a otra cultura y no a la nuestra en el pasado y el presente. Transcripciones escindidas, piezas de un rompecabezas truncado, léxicos en un lenguaje incomprensible, y episodios sin representación, ni signos, son los componentes de esta pretérita historia que aspiramos redescubrir. No es ocioso deducir, que la historia de la región se ha extraviado en la inmensidad del facineroso olvido o de la trasnochada interpretación de ciertos historiógrafos y solamente la reconocemos casualmente, para olvidarnos de nosotros y de todo lo que hay a nuestro rededor al imaginar un mundo perdido pero per viviente en sus manifestaciones y en su gente que se obliga a no desaparecer. Esto amerita un compromiso coherente, deductivo, procesual e interpretativo, en tiempo específico, que nos explique una a una de estas fracciones y no la dilatada multiplicidad de un todo que las mismas representan. Para los estudiosos no es desconocido que las tierras ecuatoriales estuvieron densamente pobladas, antes del inicio del proceso de colonización y sujeción a la monarquía española, ya que en ella florecieron “sociedades complejas” y se presume estados iniciales, en base a las crecientes evidencias materiales e interpretación de las mismas, de los centros poblacionales urbano-arquitectónicos, de su estructura socio-económica, de la división del trabajo en tecno-especializaciones, de sus estructuras jerárquico-sociales, que regían la vida comunal y para el caso que nos atañe, la transformación y adaptación al entorno de conformidad a sus requerimientos y por ende la domesticación del paisaje ecuatorial costanero. Factor último que desafía la conceptuación del pensamiento ecológico cultural y de los conservacionistas, quienes apuntalan la idea de un equilibrio de la naturaleza para con el modo de vida y subsistencia de nuestras sociedades indígenas aborígenes; basada claro está, en la adaptabilidad a los limites naturales, tanto como el empobrecimiento de los suelos agrícolas y la perdurabilidad y abundancia de animales de caza y pastoreo en su entorno subsistencial. El pensamiento ecológico cultural, preceptúa la relación armónica entre la población y las tierras agrícolas secas y/o húmedas boscosas, de conformidad a la realidad actual, donde prima una baja tasa o casi nula densidad humana, en centros urbanísticos anteriormente poblados, con tierras cultivables sustentables -tres cosechas anuales-, sistemas de irrigación a través del cultivo del agua, con agricultura de roza y quema -presumiendo que se evitaba un empobrecimiento de los suelos de por si frágiles- u fertilizándolos con tierras negras, adaptabilidad de nuevas especies vegetales e implementación de una exhaustiva domesticación tanto de la naturaleza, como de los animales; así como, la interpretación y aplicación de complejos rituales para controlar la extinción o carencia de la caza de animales de monte o grandes y la captura de peces a las que tenían acceso, en sus ríos o en el mar. Deducción que viabiliza la repuesta de adaptabilidad de nuestros aborígenes a una biodiversidad presente, pero frágil. Mas, sin embargo, el eco de precepto ecológico cultural, esgrimido por la arqueóloga norteamericana Betty Meggers (1971-/-1981), en sus estudios sobre la “Amazonia, hombre y cultura en un paraíso ilusorio”, permitieron concebir las áreas protegidas, precautelando a los pueblos indígenas amenazados por el avance “civilizatorio”; caso, que no se asumió en los pueblos costeños sujetos a las reducciones españolas, al despojo de sus tierras fértiles por el conquistador, a su exterminio humano, y/o al replegamiento a tierras comunales, casi siempre, poco actas para la actividades agrícolas, algunas de las cuales aún perduran para los pueblos de la costa sur del Ecuador. Foto 1.- Indígena Amazónico Ecuatoriano Estas sociedades nativas, diezmadas en su conjunto, mutaron y reestructuraron sus comunidades, re componiéndolas, como una frazada de retazos, con los sobrevivientes étnicos. Los cuantiosos conocimientos ancestrales que ostentaban se desvanecieron, como aconteció con sus viviendas y campos de cultivo. El lienzo de saberes encarnado por múltiples rituales, que sostenían su cosmovisión, se desvencijó. Los homicidas de estos exterminios fueron incriminados. No ha bastado la intencionalidad de hacer justicia, el daño es irreversible, a l ma rge n de s up ue sta s i nte n cion al id ad es, si eso era posible, pronto las porfías fueron renunciadas. Al fin y al cabo, las materias primas para colmar los requerimientos del desarrollo industrial europeo y norte americano se obtenían en otras partes del planeta. Lo preciado era garantizar el progreso de un sector privilegiado de habitantes del planeta, ¿Qué sentido tenía lamentarse sobre la leche derramada? ¿Quién en occidente se pronunciaba sobre las masacres a los indígenas o a la depredación de la naturaleza? ¿Quién recordaría los mutilados o comidos por perros, los incinerados o aquellos jóvenes que murieron colgando por los pies de los árboles mientras sus progenitores laboraban en condiciones casi de esclavitud? La historia se perpetúa discurriendo su ignominia... Inicios de la agroforesteria aborigen.En palabras de Lévi-Strauss: “Los antropólogos en Sudamérica y en otras partes han estado discutiendo acuciosamente la pregunta de si estas tribus sudamericanas -nómadas cuyo sustento se basa principalmente en la caza y la recolección con muy poca agricultura o ninguna, con alguna cerámica o carente de la misma, y en algunos casos con unas viviendas que no son otras que rudimentarios refugios- deben ser considerados como verdaderos primitivos que han preservado su excepcionalmente bajo nivel cultural a lo largo de los tiempos, o si no poseían anteriormente un tipo de organización social y material más elevada y han regresado a un pseudo-arcaísmo bajo unas circunstancias desfavorables. (1967:48)”. Bajo estos preceptos, resulta forzosa la evaluación de los cazadores y recolectores como representantes de un modelo “antiguo” de adaptación. Aunque otros investigadores -esquematizando lo procesual dialectico- han ido un poco más allá. Suponen que las escaseces de productos alimentarios llevarían a que la ocupación permanente y desarrollada de las tierras ecuatoriales, costeras y bajas tropicales boscosas, fuera posible únicamente después de haberse desarrollado la agricultura. Estimamos, desde nuestra percepción, que es innegable la existencia de múltiples y diversos sistemas de agroforestería que facultaron a las sociedades ecuatoriales generar excedentes alimentarios para su subsistencia y optimizar la manutención de su creciente población, lo que permitió una modificación del paisaje, fruto de su domesticación. Consideramos que los suelos agrícolas ecuatoriales tuvieron un uso intensivo -se presume de tres cosechas anuales, en cultivos de ciclo corto-, casi siempre bajo el control sedentario de los pobladores que implementaron técnicas de labranza, irrigación y control de sus sembríos, junto o alrededor de sus núcleos residenciales, casi siempre de carácter familiar. Vale destacar que al mismo tiempo, también hubo la necesidad de la caza de especies de montaña y por ende la aplicación de sistemas de agroforesteria con el objetivo de acrecentar en los bosques la implantación de plantas de especies comestibles para los humanos, lo que colateralmente genero la selectividad utilitaria de la vegetación perteneciente a los bosques, con sus tipos de clima, facultando su inicial domesticación. Es inevitable recrear a la luz de las evidencias arqueológicas el utilitario y excogitado manejo de las tierras cultivables en tiempos antes del proceso colonizador. El hallazgo de suelos antropogénicos, nos permite deducir que los mismos debían su fertilidad al enriquecimiento paulatino y permanente con material orgánico e inorgánico, a estos suelos se los conoce como terra petra (tierra negra) u suelos aptos para los cultivos. Vale acotar que la práctica de roza y quema como sistema agrícola utilizado frecuentemente, nos resulta poco factible en tiempos aborígenes, debido a la rudimentaria precariedad de los instrumentos de labranza. Es decir, se requiere de una enorme cantidad de tiempo y energía para desbrozar o descuajar un bosque natural con instrumentos líticos (hachas de piedra) o azadas de “spondylus princes”; con el antecedente, se considera, que los bosques cercanos a las comunidades ya no eran originarios, ya que su contexto había sido modificado por la intervención del hombre, con la inclusión de especies agrícolas comestibles y de aplicabilidad humana. Claro está, que transcurridos tantos milenios de manipulación de la agroforesta, resulta oneroso no aceptar el concepto de bosque domesticado y desechar el de bosque natural. Mucho menos, el manejo genético primigenio para elevar la productividad de las plantas destinadas a la agricultura de sustento. Estamos hablando de floras silvestres que fueron domesticadas e introducidas a las parcelas comunales, para que sirvieran de base alimenticia. Aunque según -(Mann, 2005; Posey, 2001; e.g. Clement, 1999)este proceso de selectividad y experimentación se truncó con la incursión del avieso invasor “conquistador”. Las tierras prodigas- Como es lógico suponer, las tierras aborígenes ecuatoriales guardan en su seno, la fertilidad primigenia y cuando se desgastaban eran regenerados por la tecnología del saber ancestral para su explotación consciente y consecuente, cuyo objetivo era el logro de una producción asumible, evitando, -en lo posible- la migración hacia otras tierras y el desgaste de la foresta (descuaje del bosque) con la instalación de otras fincas o granjas. Históricamente en lo que respecta a Manabí, se percibe un manejo equilibrado, decurrente y permisivo del manejo sustentable de los suelos a través del tiempo. Foto 2.- Foresta natural de cerro de Jaboncillo y Hojas “El hecho de que sean (al menos algunas de ellas y todas ellas en cierta medida) sociedades más simples que la nuestra no debe ser tomado como una prueba de su arcaísmo. Todavía pueden arrojar luz, si no en la historia de la humanidad, al menos en las formas básicas de las actividades que se encontraran, siempre y en toda parte, como prerrequisitos para la existencia de las sociedades humanas”. Claude Lévi-Strauss 1967:46. El pasado no es espejismo del presente - Evidencias.- Las sociedades de cazadores y recolectores que en la actualidad ocupan las selvas tropicales sudamericanas -por ejemplo-, se encuentran en áreas que están siendo usurpadas por colonos armados con nuevas herramientas e impulsados por las presiones sociales, económicas y políticas (apertura de vías y comunicación), surgidas en los territorios más densamente poblados, quienes ejercen una importante presión sobre la tierra que no hace mucho ocupaban los cazadores recolectores, pretendiendo expandirse y apropiarse de territorios ancestralmente indígenas y hasta hace muy poco, considerados marginales. Esta proximidad entre unos y otros, evidentemente, resulta en contactos y por ende en el intercambio de los bienes y los conocimientos que cada conjunto posee. Esto genera conflictos por el control de estos territorios. Hoy, el tema es de indagación antropológica; los investigadores ven las aristas de las colectividades nacionales como poderíos que aportan a desmembrar y a renovar nuevos entes en regiones que algunos llaman “zona tribal” (Ferguson y Whitehead 2001). Bajo estas consideraciones subyacen diferentes concepciones del paisaje y de su uso. Este escenario y coyuntura, tiene particularidades únicas; sin embargo, es un proceso repetido y variado a lo largo de la historia de las tierras ecuatoriales; lo que posibilito la existencia de un mundo paralelo al “supuestamente civilizado”, en cuya entraña hemos depositado toda clase de permisibilidades contenidas en naturaleza (flora y fauna), recursos técnicos y humanos; política y “desarrollo”. Como es lógico, estos mundos, igual que los humanos, a medida que pasa el tiempo, se transforman; de tanto en tanto retornamos a ellos para mostrarnos y etiquetarnos con nuestros nuevos intereses. Así de esta manera, hemos erigido un cosmos industrioso e ilusorio, pero discontinuo, como lo son las utopías y las entelequias. Domesticación de la Foresta.- Preceptuar sobre la modificación antropogénica del boscaje ecuatorial, seria sumergirnos en multivariables dependientes de la incidencia humana y del factor situacional geográfico y climático de la tierra de ocupación y de labranza. Pero, lo más prudente es concebir que un buen porcentual de la tierras tropicales que han sido y son habitables, mantienen en su seno floras selectivizadas por la acción humana y re-generadas in situ por su utilidad; ya que las que no cumplían con estos estándares eran desechadas, cortadas o expulsadas de estos sembríos, según percepción de William Balée, 1989. Foto 3.- Bosque húmedo o brumoso de Jaboncillo Otros estudiosos conciben que la mayoría de bosques primarios fueron alterados por la mano aborigen, quienes no solo desbrozaron los bosques, sino que los reemplazaron con otras especies de supuesta mejor utilidad o en su defecto despoblaron la espesura y dedicaron las tierras labrantías en de pastoreo -(caso Manabí)-. Es decir, se domesticaron los árboles, la flora alimenticia y fueron resembrados para obtener su frugal fertilidad en la cosecha. Transcurridos los años, concluimos, que luego de esta maniobra de sustentabilidad de las especies forestales, ya no es dable hablar de bosques primigeniosnaturales, sino de parajes boscosos domesticados. Es presumible que esta manipulación del saber ancestral sobre el manejo de los cultivos, genere una biodiversidad genética en las especies nativas (maíz, cacao, yuca y otros-, dando por resultado, nuevas variedades. Estas evidencias asumidas por la etnobotánica, también permite a los arqueólogos y antropólogos desentrañar en el curso de las investigaciones, del como nuestros indígenas plantaban y transportaban las especies potencialmente adaptables y mejoradas hacia otras zonas ecológicas, lo que permitía manipular o implementar nuevos ecosistemas con la finalidad de optimizar la productividad, haciéndose eco de su cognoscibilidad ancestral sobre fertilidad de suelos, mejoramiento de cultivos, aprovechamiento de fuentes de irrigación, saneamiento de los sembríos en sus parcelas agroforasteras establecidas en las laderas de los cerros u montañas, en los bosque seco-húmedos tropicales o en los habitad naturales, donde satisfacían o generaban la cumplimentación de sus necesidades cotidianas de caza, recolección o producción de frutos de la madre tierra. Sociedades complejas y mutación del paisaje.- El paisaje de costa y sus tierras altas se convirtió en antropogénico -(metamorfoseado por el hombre y/o transformado o adaptado para beneficio propio)-; es decir, el hombre no sostuvo su adaptabilidad con el medio ambiente y más bien implemento un sistema de agroforesteria de excedentes generador de un comercio estable de intercambio y consolidación de sociedades jerárquicas basadas en la especialización de actividades. El esquema presente nos muestra el cómo entender una sociedad basada en el uso de la tierra, los mecanismos de producción, la relación de esta producción con la población que debe sostener, el ámbito en el cual se desenvuelve y las metamorfosis e innovaciones generadas en el mismo, recalando en las relaciones sociales en las cuales se produce, se distribuye y se consumen los productos. Foto 4 .- Foresta antrópica en Cerro de Jaboncillo Figura 1.- Diseño esquemático de las variables involucradas en la toma de decisiones en un sistema agrícola. Adaptado de Redman 1999:125. La sustentabilidad de los suelos y el desarrollo.- El proceso de la conquista nos desheredo de nuestras posesiones ancestrales, nos estigmatizo tanto, que pretendió invisibilizar nuestra identidad. Nos convirtió en excluidos, en nuestra propia tierra. Tal es el punto, que tuvimos que recluirnos montaña adentro, obligándonos a reconstruirnos, a involucionar en nuestros logros, en nuestras relaciones sociales y de producción establecidas, dejando arquitecturas urbanas y modos de vida establecidos; perdiendo cuasi la memoria y el conocimiento ancestral, felizmente rescatados por la acuciosidad de los arqueólogos, antropólogos y etnobotánicos, quienes prestos han estado para rescatarnos del olvido. Hace más de doscientos años (1798), se formularon preguntas en relación con la densidad demográfica en las sociedades, considerando el crecimiento poblacional como un proceso que llevaba a las colectividades a someterse a graduales ciclos de “progreso” y “miseria”, que a su vez, sistematizaban y expresaban las relaciones entre la población y los recursos disponibles. Exceder el límite “natural” de los caudales aprovechables, conllevaba a la “miseria”. El mundo enfrentado a un cambio profundo erigió una gran pregunta: ¿Si los humanos se han trazado la ruta de una acelerada evolución hacia un desmedido, y por tanto pasmoso progreso; o si están expiados a una perenne oscilación entre el bienestar y la desventura, y ulteriormente de cada esfuerzo, no obstante, se encuentra a una distancia inmensurable de aquello que tienen como objetivo? Malthus 1998:2-3. El síntoma que revelaba el progreso o la indigencia no es otro que la conducta de la población. La elucidación propuesta, en aquel tiempo, admitía que concurrían componentes naturales, que mantenían a las poblaciones más o menos en equilibrio con los patrimonios adecuados. Foto 5.- Bosque domesticado Cerro de Hojas Considerando el tema medular de este trabajo, estimamos que, si bien, pertenecer a una sociedad con base agrícola de manutención, significa que la mayor parte de los productos provienen de esa actividad; pero aun así, son permisibles diversas combinaciones con otras estrategias económicas para el logro del bienestar común. Figura 2.- Comportamiento de la población y su relación con algunas variables asociadas a la misma en diferentes momentos de la historia que fuera propuesta por los evolucionistas. En esta grafica se consideran los cambios cuantitativos y no los cualitativos. La población, su bienestar y el desarrollo de la agricultura.- Sabemos qué hace 8,000 años ya existían algunas plantas cultivadas en sitios como Real Alto y/o Valdivia y otros en Ecuador. Es razonable suponer que con mucha anterioridad a esta época ya se estuvieran manipulando las plantas. La adopción de la agricultura o la creación de la misma es un proceso continuo de cambio gradual, no una revolución como se pensara en el pasado. Lógico es decir, que la agricultura, es la que nos ha permitido vivir en pequeñas y complejas ciudades. Sin la agricultura como proveedora de alimentos, nunca hubiéramos podido construir la sociedad actual, ni hubiésemos logrado el grado de desarrollo de la mente humana, hasta llegar al logro de los sistemas informáticos que operan y con los que conducimos al mundo, y aún menos iniciar la exploración espacial. Concluyentemente es inconcebible nuestra vida presente sin plantas domésticas, su producción fue uno de los iniciales pasos en un largo trayecto que coligamos, de una u otra manera, con la palabra desarrollo. A pesar de que el concepto “progreso o desarrollo” no es claro, al menos no tiene el mismo significado, cuando intentamos contrastarla con aquello que estamos al tanto de los cazadores y recolectores del pasado y del presente. Los datos compilados de las primeras sociedades que ingresaron por el camino de esta transformación, estiman, que la salud de sus miembros fue inferior a aquella de sus antecesores cazadores y recolectores. Los padecimientos coligados a una mala manutención, así como, un sustancial ascenso de “condiciones” generadas por parasitismo, que pudieron causar desnutrición, parecen acrecentarse exponencialmente en los inicios de la agricultura (Cohen 2002) 17. Esto sin mencionar problemas como aumento de caries y abscesos dentales propios de la dieta de los agricultores, reducción del tamaño de la dentadura, y desarrollo de deformaciones como secuela del cambio en las prontitudes de manutención (Larsen 1995). Foto 6.- Entorno natural paisajístico de Manabí. Reserva Mache Chindul Las condiciones de salud de estos primeros agricultores parecen ser, a todas luces, muy inferiores inclusive a aquellas de los modernos cazadores y recolectores. Aparentemente este nuevo modo de vida no ofrecía ninguna ventaja evidente a quienes la practicaban, según sugieren los datos con los que se cuenta. Entonces, la pregunta es: ¿Si la vida iba a ser más difícil como agricultor, por qué siguieron ese camino? Foto 7.- Campesinos recolectores, Zona la Sequita, Cerro de Hojas-Jaboncillo Varios ensayos han sido ejecutados para concebir un patrón que dé cuenta de tan asombrosa innovación. La inferencia subyacente en los mismos, es que las condiciones de vida de los cazadores y recolectores que tomaron el camino de la agricultura, debían ser tan absurdamente desesperadas, que la mejor iniciativa para subsistir, resultaba ser la agricultura. Hipotéticamente, ésta, de ningún modo era la respuesta óptima, sólo era el mal menor, de los muchos que aquejaban a estos aborígenes. Historia, sociedad y naturaleza.“En la medida que la historia de una sociedad se transforma en la historia de cualquier otra sociedad, y cada historia llega a ser el ámbito de las otras, se vuelve sentido común para nosotros la necesidad de aprender cómo interpretar las culturas tanto desde su exterior, desde su contexto ambiental, como desde sus valores internos”. Marshall Sahlins 1964:146 Fotos: 8.- Foresta y 9.- Sistema de cultivo, terrazas agrícolas, en laderas del Cerro de Jaboncillo. Figura 3.- Proceso local de uso del espacio en el cual los períodos de cultivo se van acortando debido a las necesidades de la población y por tanto llevan a una disminución significativa en la producción. La tendencia analógica en las historias de sociedades disímiles (Marshall Sahlins, 1964), no sólo se personifica en los valores que se hacían de estas sociedades únicas, sino por su exterior, que para el caso era simbolizado por su contexto ambiental; creando un espacio que accedía a generar nuevas definiciones. De esta manera, repasar las historias patrimoniales comunes, nos faculta la interpretación evaluativa dialéctica o una lectura diferente que parte de los significativos fragmentos que ellas mantienen en su seno y que son pertenencia sine qua non de unas cuantas manifestaciones culturales. Resultaba evidente para muchos que las relaciones entre los europeos y aquellas otras sociedades que habitan el planeta habían generado imágenes que debían ser reexaminadas cuidadosamente. Algunos académicos realizaron importantes esfuerzos en este sentido (ver por ejemplo Wolf 1982). Pronto los señalamientos de los descendientes de quienes en otro tiempo no tenían voces se hicieron sentir. Los mismos no sólo acusaban a exploradores y conquistadores, sino que señalaban a algunos antropólogos por haber perpetuado imágenes que soportaban una relación en la cual el europeo y sus descendientes eran superiores al nativo y su descendencia. Foto 10.- Silo aborigen, receptor de cosecha, Jaboncillo Por ello para poder entender su historia o historias, es necesario considerar la diversidad que intenta negar como movimiento económico, cultural y ecológico, la cual al fin y al cabo lo fundamenta. Como dice Sahlins “uno no puede hacer buena investigación histórica, siquiera en historia contemporánea, sin considerar las ideas, acciones y ontologías que no son y nunca fueron nuestras” (1995:14). Es en este espacio donde se conjugan los problemas del presente, como lo son los síntomas de la crisis ecológica y social - pérdida de biodiversidad, calentamiento global, insostenibilidad, pérdida de saberes ancestrales, cambios en los patrones de consumo, y una redefinición de las relaciones sociales, entre otros- y las representaciones asociadas y generadas por estos procesos como parte de la historia. Es aquí donde la antropología ha ofrecido y puede seguir ofreciendo un interesante campo para la reflexión. Un espacio para pensar. Las tierras equinocciales de Manabí y su Ecología Cultural.(Breve estudio de un modelo agrícola en Cerro de Hojas y Jaboncillo) Fotos 11.- Murallas de contención en las laderas. 12.- Excavaciones en las terrazas agrícolas. 13.- Cause y cascada de aguas invernales. Los trabajos en Ciudad de los Cerros de hojas y Jaboncillo, realizados por Saville 1906; López y Delgado 1910; equipo multidisciplinario del proyecto Ciudad de los Cerros 2010-2011, y otros; nos presentan una sociedad organizada y planificada arquitectónicamente, con una densidad poblacional sorprendente, con un ecosistema manejado responsable, rigurosa y tecnológicamente adelantado a la época, con terrazas agrícolas antropogénicas, sistemas de cultivo y captación del agua, pozos artesianos, albarradas, farallones, camellones, estructuras habitacionales, recintos sacros, sistemas de acumulación de excedentes alimentarios (silos), observatorios astrales, canteras y talleres con los que confeccionaban sus estelas, sillas de piedra, columnas, incenciarios, bases de sus construcciones y demás elementos propios de constructos urbanísticos únicos y altamente desarrollados, diferentes a los que nos muestran otras civilizaciones, estructura arquitectónicas que se encuentran prospectadas en un área de 3.500 hectáreas patrimoniales iniciales. Se estima que las múltiples “ciudadelas” encontradas y que están siendo puestas en valor, estaban unidas material, sacra y físicamente por su ecosistema, sus vías de conexión terrestre (camineras de piedra), sus canales de agua, sus accesos entre las viviendas y los centros de producción, por su agricultura intensiva sostenida, sustentable e interrelacionadora entre los espacios geográficos ocupados -habitacional, productivamente, religioso y políticamente-, por un febril comercio local y foráneo, que en definitiva tenía la finalidad de abastecer las necesidades locales de toda índole y mantener-fusionar el poder político jerárquico local, mediante alianzas regionales políticas, comerciales y por qué no, bajo elementos coercitivos de poder mediático. En tal virtud, el paisaje al que hacemos alusión, tenía hilvanado, una secuencia de poblados, tierras agrícolas y bosques de sustento vegetal regenerado y de caza adaptativa (fauna local), vías de comunicación y comercio, sacralidad iconográfica y contactos especializados con otros pueblos del entorno y más allá de sus fronteras. Figura 5.- Los procesos sociales y ecológicos como parte de la historia generan cambios que representan respuestas culturales, cuya combinación genera y mantiene el poder político. Muchas de ellas se pueden detectar a partir del registro arqueológico - variables en el círculo. Foto 14.- Cerro de Jaboncillo, asentamiento habitacional. Para el tema de la agroforesteria, en tiempos casi actuales, los conservacionistas y desarrollistas han esgrimido presupuestos y prejuicios, que es necesario desvirtuarlos: Foto 15.- Foresta, sitio Atahualpa, Pedernales. 16.- Guaduales, La Sequita. Cerro de Hojas. 17.- Zona Boscosa en Cerro de Jaboncillo 1.- Se ha estimado que los sistemas naturales y la biodiversidad han estado desligados de la actividad humana, por lo que se concibió el concepto de áreas protegidas excluidas de la acción humana. Pero a la luz de los factos se concibe que la mayoría de las florestas respondan al ejercicio de manipulación y trasplante de especies requeridas para la supervivencia humana. El manejo de los recursos naturales y protección de la biodiversidad no responde a políticas expresas de preservación de los ecosistemas, sino se considera la participación e injerencia del ser humano. Figuras 6 y 7.- Mapas de las áreas de influencia del polígono Patrimonial del Proyecto cerro de Hojas jaboncillo 2.- Las tierras ecuatoriales, en especial las de la costa, no responde al concepto de poseer recursos ilimitados para su explotación; pero, tampoco su área territorial goza de una fragilidad extrema. Probado esta, que la misma puede abastecer con sostenibilidad y sustentabilidad una grande población, conservando su fronda y su biodiversidad. Por lo que urge rescatar los conocimientos ancestrales en la maniobrabilidad del manejo de los sistemas agrícolas y forestales en regeneración de especies de flora y fauna, paradigmas de una domesticación del recurso ambiente en pro de los requerimientos de la población. En este contexto se podría establecer modelos alternativos para evitar la desertización e inutilización de los suelos agrícolas costeros, tanto como la reimplantación de especies -flora y faunaútiles al ser humano, en bosques -secundario y primarios- aún existentes, (estableciendo una forestería análoga, aunque se considere una excomunión para los conservacionistas), ya que los patrocinios sociales de preservación de zonas boscosas es condición prioritaria para la preservación del planeta. Foto 18.- Visión paisajística del Jaboncillo. 19 - 20 - 21.- Excavación en áreas de cultivos agrícolas Hipótesis sobre “sociedades complejas” de la costa ecuatoriana.Para poder entender la historia es necesario no solamente saber cómo están las cosas, sino cómo llegaron a ser lo que son. Franz Boas 1996:133 Las sociedades con características “especiales” en el área ecuatorial costera; a la luz de las evidencias y nuevos hallazgos, requieren una urgente explicación sobre su surgimiento y desarrollo. Estimamos que sólo abordando el tema desde un punto de vista teórico e interpretativo dialectico, podríamos definir y confrontar sus componentes, para aclarar hipótesis e interrogantes, tales como: ¿Cuáles serían las peculiaridades específicas y concretas de estas “sociedades complejas”, que puedan generar conjeturas para estimar su desarrollo socio-económico/urbano, como estados iniciales aborígenes y semejanzas con otras sociedades situadas en otros territorios? ¿Cómo podríamos definir estas sociedades? Fotos 22.- Farallones de piedra para contención de los cerros. 23.- Pozos reservorios de agua. 24.- Silo contenedor de excedentes de cosecha. A mediados del siglo XX, resurgió renovada la teoría de la evolución en antropología, la misma que proponía la utilización de métodos adecuados para evidenciar las generalizaciones que se podrían acometer en la interpretación del desarrollo de las sociedades (Boas 1938; 2001). En cierto modo, esto provoco el retomar de las interrogantes del pasado. Esta intencionalidad, podemos asumirla de esta manera: Si la teoría evolutiva era adaptable a las sociedades, la misma viabilizaría la dilucidación de diferentes organizaciones-sociedades en un continuo histórico con valor evolutivo. Lo que determinaría una trayectoria de mutación, cuantitativa y cualitativa, detectada para el proceso de surgimiento de “sociedades complejas”, itinerario que no necesariamente debía emplearse a casos específicos; sino más bien, establecía la idea de una evolución general y una evolución específica que se encontraría consignada en las historias particulares (Sahlins 1960). Foto 25.- Hilera de estructura de base habitacional. 26.- Vista de Terrazas Agrícolas. 27.- Silo para conservar granos con tapa de protección. Este criterio de evolución social o formas históricas de la comunidad de los hombres, conlleva de por sí, elementos colaterales constitutivos de la morfología de las sociedades -estructura y supra estructura-; lo que, para ciertos estudiosos, no precisamente esto demanda de una progresión inmutable, sino que asumían las variaciones -colapsos, retrocesos, empoderamientos, permisibles y posibles- facultados en teoría, por el desarrollo histórico de las sociedades. Pero esta teoría requería definir módulos con los cuales poder constatar y confrontar los cambios previsibles. Ante este axioma, los antropólogos/arqueólogos evolucionistas establecieron categorías instituidas en variables y definiciones etnocéntricas que suprimían el carácter dinámico de la evolución, mientras circunscribían los temas estudiados en categorías de autos contenidos y carentes de sentido. Foto 28.- Pozo artesiano actualmente en uso. Lo antropológico y lo arqueológico.- Tylor (1871), estimaba que los contenidos estudiados por los naturalistas -plantas, animales, paisajes, que definían- tenían un mismo valor mediático, igual que para el etnógrafo, clasificar lo que él consideraba contenidos o rasgos de una “cultura” / factos de una sociedad cotidianidad y artefactos, mitos, crónicas, especialización de trabajo y otros elementos coadyuvantes-, permitían englobar geográfica e históricamente las relaciones sociales y de producción, en la convergencia de las apreciaciones. A diferencia, la nueva concepción de la teoría evolutiva, destacaba los procesos, trascendiendo las categorías. El criterio era, concebir la evolución social como un proceso de reorganización en disímiles niveles de complejidad (Flannery 2002). La intencionalidad busca revelar los dispositivos que integran los procesos adaptativos, en espacio y tiempo-contemporalidad, configurando las diversas formaciones humanas. Este diseño ponderaba que las categorías interpuestas, tendrían sentido cuando se ejecutaran balances entre disímiles trayectos; siendo esta interconexión el nexo validante del método contrastante-comparativo propuesto como antinomia para regenerar una realidad antropo-arqueológica. Fotos 29 y 30. Escalinatas aborígenes, cúspide Cerro de Jaboncillo. 31 y 32.- Bosque húmedo brumoso, cima de Cerros de Hojas y Jaboncillo. Vale destacar que antropólogos y por qué no los arqueólogos, han creído auscultar en el registro etnográfico y etnohistórico, una categorización organizativa inicial, la de los cacicazgos; conceptuación jerárquica prevalente en medio de las sociedades iniciales y comunitarias. Sin embargo, estimo, que siendo esta forma de organización muy usual en las comunidades aborígenes de la costa, no destacan aun, estudios a profundidad sobre tal singularización de manejo socio-político; por lo que se evidencia que su categorización/contenido, tenga innúmeras y variables conceptualizaciones. Es tal, la percepción de los estudiosos, que algunos prefieren omitir o invisibilizar el término (p.e., Feinman y Neitzel 1984; Upham 1987). Las caracterizaciones conceptuales actúan cuando se especifica una delineación abreviada del contexto, bajo discernimientos o por inferencias definidas, pero no son tan lucrativas cuando se aspira utilizarlas para explicar cómo las disímiles manifestaciones, socioculturales, se transmutan. Estimando que muchas de estas categorías manifiestas se fundamentaban en el uso de analogías ejecutadas a partir del registro etnográfico. Aunque no es ocioso pensar que pretéritamente coexistieran formas organizativas y adaptativas desprovistos de contrapartes en el actual registro etnográfico. De ser verdad, realmente no nos agradaría obnubilarnos en un pasado desconocido, o nos forzaríamos a interpretar el mismo utilizando un presente impropio, como hipotético básico delo propuesto. No obstante, al contextualizar esta categoría, se nos facultara rastrear hipótesis e inquietudes que son fundamentales en la historia erigida por antropólogos y arqueólogos en la costa ecuatorial y estimar aseveraciones sobre los procesos de cambio. Desde la óptica arqueológica, se ha esgrimido una enérgica crítica a la sistematización clasificatoria y estratificante, para la comprensión pretérita de las organizaciones humanas. Reconocidas las limitaciones de estas metodologías sistémicas, (Yoffee. 1993), no es de dudar, que sin ellas, tampoco obtendríamos datos fidedignos, comparaciones significativas, selectivizaciones factuales, entre disímiles trayectos históricos y menos aún concebir los procesos mediáticos que virtualmente las conciben. Comentarios finales.Existen diferentes grafías de ver el pasado. Ciencias como la antropología, etnografía, etnología y la arqueología son considerablemente complejas; las mismas que transponen sus derroteros por sí solas o en mixtura aportan a una mejor comprensión de las sociedades aborígenes. De manera equivalente generan y construyen espacios e interrogantes, patrones e “ilustraciones” de la maniobrabilidad y tratativa de los cosmos “recreados” por antropólogos y arqueólogos. Antropólogos evolucionistas -(hace una centuria)- y sus precedentes, percibían a los aborígenes, específicamente a los que vivían en la costa ecuatorial y amazonia, como elementos fantasmagóricos de tiempos pretéritos o simplemente no existían. Los mismos que, invisibilizados como estaban -de la historiografía y de los textos-, gestores de una heredad patrimonial irreconocida, representaban una realidad pasada innegable, pero desconocida por la racionalidad cientista, visión que venía manteniéndose por más de quinientos años a través de la colonización del pensamiento impuesto por la agresiva imposición de los conquistadores, (Mora 2005). La aplicación del método comparativo, al dato etnográfico, generó en el particularismo histórico nuevas posibilidades de expresión; el mismo que preveía la preexistencia de un cosmos pretérito, revelado por los símiles entre los desemejantes materiales culturales, tangibles e intangibles, que los etnógrafos hallaban y reportaban. Este universo, aunque permisible, trascendía por esquivo y hermético; entre otras vicisitudes, el debate entre la presencia de ejes de creación y áreas de dispersión de las tipologías culturales concebidas en dichos centros sólo aportaba a establecer cartografías con rutas, que poco o nada explicaban. Estos mapas se dibujarían de nuevo cuando la idea de adaptabilidad, propuesta por Julián Steward (1973) tuviera eficacia como artífice de los dispositivos para concebir el cambio cultural. El pensamiento de Philip Phillips (1955), convergiría en un suceso perceptivo del mundo pretérito, de la arqueología como antropología y su objetivación como un proceso de adaptación dinámico y complejo. Estábamos forzados a admitir que la etnografía no era capaz de revelar por si misma el pasado. No obstante, esta permuta en lo preestablecido permitió inferir “partes” del mismo. Surgió la posibilidad de transformar las crónicas y descripciones de los intrusos conquistadores y etnógrafos, en documentos de lectura interpretativa para la construcción de analogías y teorías sobre el comportamiento humano; a su vez, adicionalmente era posible hacer una lectura de los objetos, simultáneamente con la realización de una experimentación controlada, para inferir las actividades en los cuales éstos habían participado. De este modo la insurrección iniciada en el cuestionamiento de la posición de la arqueología en la antropología, y por tanto su filosofía (Binford 1989; Preucel 1991), daría origen a la etnoarqueología: etnografía practicada con métodos de etnógrafos para delimitar e interpretar las preguntas de los arqueólogos. Un espacio para futuras performances sobre el valor simbólico de los factos, pueblos y sus naturalezas (Arnold. 2003). Un espacio pugnado por diferentes tendencias de la arqueología del siglo XXI. Una nueva “ hipótesis histórica” para interpretar la agroforesteria aborigen y domesticación del bosque.“El “ámbito” de una sociedad no es una constante sino un complejo conjunto de variables históricas. Consecuentemente, las condiciones ambientales han soportado una gran variedad de sociedades en diferentes fases de la historia”. “La relación entre las culturas locales y el medio no es un ajuste que va en una sola dirección, sino que se trata de una interpretación de doble vía.” Myllyntaus 2001 pp. 144. Una nueva concepción de la historia y de las relaciones ecológicas, como parte de la misma, va tomando forma, desde la antropología. Los antropólogos abordaban el “ámbito” ocupado por las comunidades estudiadas, como derivación de una evolución, o mejor, de una co-evolución. Estos dos componentes -ámbito y sociedad- que a pretérito habían sido conocidos como módulos analíticos disímiles, ligados por relaciones causales, deterministas, concebidos a partir de una apariencia concurrente o de una exigua sima transitoria, hoy en día se entretejían en la historia a través de sus misceláneos interactuantes. Expresados en el paisaje, memoria taxativa de las prácticas sociales, delas acciones asumidas en las diversas comunidades humanas y las cosmos-ideas gestadas en la línea del tiempo. Perceptiblemente, estos contextos de espacio geográfico, sólo puede ser vistos y definidos, como resultado de una historia social y ecológica, que es una misma. Esta forma de ver la historia, para autores como Carole Crumley (1994), se concibe y fundamenta, en la indagación de las sempiternas relaciones dialécticas entre los eventos humanos y los sucesos de la naturaleza, que se exteriorizan en el paisaje. Obviamente hemos entrado en la dimensión de lo imaginario, pero como estos sitios existen en la realidad como componentes del paisaje, y son señalados por los indígenas como componentes de su concepción de la naturaleza… (Reichel-Dolmatoff 1996a: 45-48), nos hemos cimentados en su realidad, para desde allí generar propuestas hipotéticas. Nuestra proposición, aunque muy escueta, ha sido resaltar la importancia que la foresta y los suelos antrópicos -(Cerros de Hojas y Jaboncillo)-, cultivados, utilizados, habitados y domesticados por nuestras comunidades aborígenes, han tenido para la relación hombre-naturaleza y proyección de su vida en sociedad. Esto ha generado expectativas e interrogantes para podernos explicar con mayor diversidad de conocimiento las formas organizativas de las sociedades que habitaron en la costa ecuatorial, de estos territorios equinocciales, en el pasado, esperando con posteridad, seguir auscultando, interpretando e investigando sobre su cotidianidad, sus técnicas y especialidades de producción, manejo del agua y de suelos, su estratificación y jerarquización social, sus saberes ancestrales, sus eventos antrópicos, geológicos y naturales, el manejo político, económico y sus relaciones intermodales con otros poblados, los mismos que por el momento, no son suficientes para explicar las razones y los procesos que pudieron dar origen al surgimiento de sociedades políticas complejas; ya que la complejización es mucho más que una simple respuesta a la abundancia en la producción, a la especialización del trabajo, al comercio multiespacial, a la jerarquización en castas sociales, a liderazgos o cacicazgos y otros factores, propuestos por Gordon Childe, que serían el preámbulo de nacientes estados iniciales aborígenes. Tampoco lo esquematizado, es, como muchos lo piensan, «un paso lógico» en la historia de las sociedades. Estimamos, que es ante todo, una respuesta a la dinámica interna de cada sociedad. Por ello su evaluación exclusivamente desde una perspectiva socio-económica no resulta ser nunca una explicación apropiada. A pesar de lo expresado, hay algo en el ámbito o entorno físico que promueve estas reacciones, ya que la naturaleza juega un rol primordial en el desenvolvimiento y desarrollo de las sociedades. Estos lugares o espacios -(Cerro de hojas y Jaboncillo)-, tanto como lugares, productivos, sacros, poblacional demográfico, de construcciones arquitectónicas y otras expectativas naturales-antrópicas, no constituyen necesariamente ecosistemas, pero los indígenas los mencionan y los enumeran como subdivisiones ecológicas, como partes esenciales de su habitad y cosmovisión. Son puntos liminares en los cuales se pueden dar transformaciones; pero así mismo, lugares en los cuales muchos valores son abolidos y reemplazados por otros, lugares que quedan fuera de tiempo, pero que necesariamente se articulan con la voluntad de supervivencia y creación del hombre. En torno al planteamiento ecológico, William Balée (1998), ha expresado en cuatro postulados la exteriorización de este concepto: 1.- La biosfera ha sido afectada por las actividades humanas. 2.- La degradación de la biosfera y la extinción de especies, no necesariamente es fruto de actividad humana. 3.- Tampoco, se crean condiciones favorables, en la biosfera, para los humanos y para otras especies, aumentando el número y la cantidad de las mismas. 4.- Los diferentes sistemas sociopolíticos y económicos, en contextos regionales específicos, tienden a generar efectos disímiles en la biosfera a nivel cualitativo, los cuales afectan las formas de vida no humanas en su abundancia y número de especies y por tanto afectan las subsecuentes trayectorias del entorno en las mismas regiones. Con estas premisas, Balée, destaca los trayectos locales, pretendiendo percibir la integralidad de la historia. Admitiendo que “ningún ecosistema puede ser entendido de forma separada de los impactos humanos pasados y presentes” (Russell 1997:17). Indubitablemente este “punto de vista” implanta un ignorado espacio para la performance de antropólogos y arqueólogos, obligándolos a deliberar sobre el porvenir, accionar considerado como razón y baluarte de este enfoque y trabajo. Bajo esta premisa, concebir las relaciones entre la ecología cultural y las comunidades aborígenes y presentes, nos resulta significativo como objetivo final del presente trabajo. Estamos conscientes que la irracionalidad de lo considerado como espacio intocado -la visibilización de nuestros antecesores indígenas y la heredad patrimonial (paisajista y humana)-, es cada día más y más parte de la historia, que demos asumir urgentemente. Es necesario abstraernos, para ver a los humanos transformando el paisaje y cambiando con él, alimentándose mutuamente, gestando su cotidianidad de supervivencia y creación de su cosmología y saber ancestral; es percepción que debemos ponderar y poner en valor, como responsabilidad fundamental por perennizar los constructos que nos heredaron para enarbolar nuestra identidad y memoria. Relator: Andrade Palma Manuel Eduardo FUENTES CITADAS Y BIBLIOGRAFIA LEIDA: SOFTWARE DE MATERIAL ENTREGADO BIBLIOGRAFIA RELEVANTE: • Ardila, Gerardo y Politis, Gustavo, (1989). Nuevos datos para un viejo problema. Boletín del Museo del Oro 23:3-45. • 1992 La situación actual de los Nukak de la Amazonia Colombiana: problemas y perspectivas. Revista de la Universidad Nacional de Colombia 26:2-6. Bogotá. • Aristizábal, Silvio 1993 Los Kofan: un grupo condenado a desaparecer. Pasado y presente de Amazonas: su historia económica y social, editado por Roberto Pineda y Beatriz Alzate, pp. 143-150. 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