Modelo agrícola en Cerro de Hojas y Jaboncillo

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ESPOL - CONAH - FICT
Maestría en Arqueología del Etnotrópico 2010-2012
MÓDULO 15: EL PAISAJE PRODUCTIVO
AGROFORESTERIA ABORIGEN Y DOMESTICACION DEL BOSQUE ECUATORIAL
Las tierras equinocciales de Manabí y su Ecología Cultural
(Breve estudio de un modelo agrícola en Cerro de Hojas y Jaboncillo)
GÓES NEVES, Eduardo
Universidad de Sao Paulo, Museo de Arqueología
y Etnografía, División Científica.
Doctorado en Arqueología 1989 – 1997, Indiana
University, USA
Becario del Consejo Nacional de
Desenvolvimiento Científico e Tecnológico, CNPQ
Maestrante: ANDRADE PALMA, Manuel Eduardo
Abogado, Especializado en Derecho Internacional
Doctor en Jurisprudencia - Máster en Ciencias Jurídicas.
Universidad Amistad de los Pueblos “Patricio Lumumba”
- Moscú - URSS
Email: [email protected]
“Ahora nosotros tenemos que explicar todo para que no se pierda nuestra historia”
Gustavo Kabiyari, José Kabiyari y Benedicto Kabiyari 1989:33
Resumen: Recientes y anteriores estudios de prospección arqueológica y etnobotánica, muestran que los
pueblos indígenas aborígenes de la territorialidad del Manabí actual, desarrollaron “sociedades
complejas”, con poblaciones densas para la época; las mismas que domesticaron un sin número de
plantas, aplicaron técnicas avanzadas en el manejo de la tierra cultivable y aplicaron técnicas de alta
ingeniería hidráulica, permitiendo una modificación permisible del bosque tropical-seco y húmedoprimario original, para lograr una adaptabilidad de supervivencia en su cotidianidad. Las evidencias discutibles- sobre la domesticación y conservación de la naturaleza, no se cimenta en la generación de
áreas de protección excluyentes de actividad humana, sino que derrumba conceptos sobre las
limitaciones a las que se habría visto abocado el crecimiento demográfico de esta zona ecuatorial; con el
empobrecimiento de los suelos, el avance de la desertización y evidentemente la fragilidad de un
ecosistema sujeto a los cambios climáticos, producto del encuentro de las corrientes de Humbolt y del
Niño, que influyen de manera directa en el comportamiento meteorológico peculiar de esta zona
costanera. Es inevitable abstraerse de las evidencias, recientemente encontradas, la fertilización de
suelos producidos por los antiguos habitantes de esta zona costera, tanto como la acción antropogénica
en la modificación de la especies de bosques para volverlos utilizables a las necesidades vitales de su
existencia -en todos los ámbitos-, y de su domesticación-transformación del paisaje, generador de flora y
fauna -modificada y asimilada-, lo que establece un desarrollo posibilitado de sustentabilidad sostenible
en manutención humana y especies animales y reproducción y conservación de la naturaleza en la
región.
El concepto interpretación.“Existen textos fragmentarios que a pesar de su característica más sobresaliente –el estar incompletos– ofrecen
la posibilidad de inferir, como una sombra fugaz, una totalidad. El concepto se basa en la existencia, real o
aparente, de un inicio y un final que de alguna manera convergen. De este modo la existencia de un
intermedio, que en este caso está ausente, representa una infinidad de posibilidades, sugiriendo un todo,
o..., quizás... Esta ambigüedad, sin lugar a dudas, engendra el significado. De este modo se genera una
enseñanza: se trata de una sombra.”
Stanley B. Woodbury - Notas etnográficas. Inédito, sin fecha.
La propuesta del presente trabajo es la de una arqueología, antropología y etnografía dialécticainterpretativa de los contextos y procesos de la evolución humana y del desarrollo material e histórico
del hombre y las sociedades. Para el caso que nos atañe, la construcción e interpretación de la historia costa del actual Ecuador-, ha implicado un proceso para el cual el discurso como evento-contexto, es
segmentado y transfigurado en fracciones, muchas veces conjeturadas o de difícil disquisición. Así de
esta manera, evadimos la complejidad histórica que conceden estas fracciones y consentimos a
circunscribir nuestra visión lineal-positivista sobre determinados elementos del evento-contexto,
desdeñando una acertada interpretación del pasado. Esto hecho comulga en parte, con la versión
omnímoda que otras historias, producidas por otras gentes, nos infieren; asumiendo y asimilando en su
contexto a otra cultura y no a la nuestra en el pasado y el presente. Transcripciones escindidas, piezas
de un rompecabezas truncado, léxicos en un lenguaje incomprensible, y episodios sin representación, ni
signos, son los componentes de esta pretérita historia que aspiramos redescubrir. No es ocioso deducir,
que la historia de la región se ha extraviado en la inmensidad del facineroso olvido o de la trasnochada
interpretación de ciertos historiógrafos y solamente la reconocemos casualmente, para olvidarnos de
nosotros y de todo lo que hay a nuestro rededor al imaginar un mundo perdido pero per viviente en sus
manifestaciones y en su gente que se obliga a no desaparecer. Esto amerita un compromiso coherente,
deductivo, procesual e interpretativo, en tiempo específico, que nos explique una a una de estas
fracciones y no la dilatada multiplicidad de un todo que las mismas representan.
Para los estudiosos no es desconocido que las tierras ecuatoriales estuvieron densamente pobladas,
antes del inicio del proceso de colonización y sujeción a la monarquía española, ya que en ella
florecieron “sociedades complejas” y se presume estados iniciales, en base a las crecientes evidencias
materiales e interpretación de las mismas, de los centros poblacionales urbano-arquitectónicos, de su
estructura socio-económica, de la división del trabajo en tecno-especializaciones, de sus estructuras
jerárquico-sociales, que regían la vida comunal y para el caso que nos atañe, la transformación y
adaptación al entorno de conformidad a sus requerimientos y por ende la domesticación del paisaje
ecuatorial costanero. Factor último que desafía la conceptuación del pensamiento ecológico cultural y
de los conservacionistas, quienes apuntalan la idea de un equilibrio de la naturaleza para con el modo
de vida y subsistencia de nuestras sociedades indígenas aborígenes; basada claro está, en la
adaptabilidad a los limites naturales, tanto como el empobrecimiento de los suelos agrícolas y la
perdurabilidad y abundancia de animales de caza y pastoreo en su entorno subsistencial.
El pensamiento ecológico cultural, preceptúa la relación armónica entre la población y las tierras
agrícolas secas y/o húmedas boscosas, de conformidad a la realidad actual, donde prima una baja tasa o
casi nula densidad humana, en centros urbanísticos anteriormente poblados, con tierras cultivables
sustentables -tres cosechas anuales-, sistemas de irrigación a través del cultivo del agua, con agricultura
de roza y quema -presumiendo que se evitaba un empobrecimiento de los suelos de por si frágiles- u
fertilizándolos con tierras negras, adaptabilidad de nuevas especies vegetales e implementación de una
exhaustiva domesticación tanto de la naturaleza, como de los animales; así como, la interpretación y
aplicación de complejos rituales para controlar la extinción o carencia de la caza de animales de monte o
grandes y la captura de peces a las que tenían acceso, en sus ríos o en el mar. Deducción que viabiliza la
repuesta de adaptabilidad de nuestros aborígenes a una biodiversidad presente, pero frágil. Mas, sin
embargo, el eco de precepto ecológico cultural, esgrimido por la arqueóloga norteamericana Betty
Meggers (1971-/-1981), en sus estudios sobre la “Amazonia,
hombre y cultura en un paraíso ilusorio”, permitieron
concebir las áreas protegidas, precautelando a los pueblos
indígenas amenazados por el avance “civilizatorio”; caso, que
no se asumió en los pueblos costeños sujetos a las
reducciones españolas, al despojo de sus tierras fértiles por el
conquistador, a su exterminio humano, y/o al replegamiento a
tierras comunales, casi siempre, poco actas para la actividades
agrícolas, algunas de las cuales aún perduran para los pueblos
de la costa sur del Ecuador.
Foto 1.- Indígena Amazónico Ecuatoriano
Estas sociedades nativas, diezmadas en su conjunto, mutaron y reestructuraron sus comunidades, re
componiéndolas, como una frazada de retazos, con los sobrevivientes étnicos. Los cuantiosos
conocimientos ancestrales que ostentaban se desvanecieron, como aconteció con sus viviendas y campos
de cultivo. El lienzo de saberes encarnado por múltiples rituales, que sostenían su cosmovisión, se
desvencijó. Los homicidas de estos exterminios fueron incriminados. No ha bastado la intencionalidad de hacer
justicia, el daño es irreversible, a l ma rge n de s up ue sta s i nte n cion al id ad es, si eso era posible, pronto las porfías
fueron renunciadas. Al fin y al cabo, las materias primas para colmar los requerimientos del desarrollo
industrial europeo y norte americano se obtenían en otras partes del planeta. Lo preciado era garantizar el
progreso de un sector privilegiado de habitantes del planeta, ¿Qué sentido tenía lamentarse sobre la leche
derramada? ¿Quién en occidente se pronunciaba sobre las masacres a los indígenas o a la depredación de la
naturaleza? ¿Quién recordaría los mutilados o comidos por perros, los incinerados o aquellos jóvenes que
murieron colgando por los pies de los árboles mientras sus progenitores laboraban en condiciones casi de
esclavitud? La historia se perpetúa discurriendo su ignominia...
Inicios de la agroforesteria aborigen.En palabras de Lévi-Strauss:
“Los antropólogos en Sudamérica y en otras partes han estado discutiendo acuciosamente la pregunta de
si estas tribus sudamericanas -nómadas cuyo sustento se basa principalmente en la caza y la recolección
con muy poca agricultura o ninguna, con alguna cerámica o carente de la misma, y en algunos casos con
unas viviendas que no son otras que rudimentarios refugios- deben ser considerados como verdaderos
primitivos que han preservado su excepcionalmente bajo nivel cultural a lo largo de los tiempos, o si no
poseían anteriormente un tipo de organización social y material más elevada y han regresado a un
pseudo-arcaísmo bajo unas circunstancias desfavorables. (1967:48)”.
Bajo estos preceptos, resulta forzosa la evaluación de los cazadores y recolectores como representantes
de un modelo “antiguo” de adaptación. Aunque otros investigadores -esquematizando lo procesual
dialectico- han ido un poco más allá. Suponen que las escaseces de productos alimentarios llevarían a
que la ocupación permanente y desarrollada de las tierras ecuatoriales, costeras y bajas tropicales
boscosas, fuera posible únicamente después de haberse desarrollado la agricultura. Estimamos, desde
nuestra percepción, que es innegable la existencia de múltiples y diversos sistemas de agroforestería
que facultaron a las sociedades ecuatoriales generar excedentes alimentarios para su subsistencia y
optimizar la manutención de su creciente población, lo que permitió una modificación del paisaje, fruto
de su domesticación. Consideramos que los suelos agrícolas ecuatoriales tuvieron un uso intensivo -se
presume de tres cosechas anuales, en cultivos de ciclo corto-, casi siempre bajo el control sedentario de
los pobladores que implementaron técnicas de labranza, irrigación y control de sus sembríos, junto o
alrededor de sus núcleos residenciales, casi siempre de carácter familiar. Vale destacar que al mismo
tiempo, también hubo la necesidad de la caza de especies de montaña y por ende la aplicación de
sistemas de agroforesteria con el objetivo de acrecentar en los bosques la implantación de plantas de
especies comestibles para los humanos, lo que colateralmente genero la selectividad utilitaria de la
vegetación perteneciente a los bosques, con sus tipos de clima, facultando su inicial domesticación.
Es inevitable recrear a la luz de las evidencias arqueológicas el utilitario y excogitado manejo de las
tierras cultivables en tiempos antes del proceso colonizador. El hallazgo de suelos antropogénicos, nos
permite deducir que los mismos debían su fertilidad al enriquecimiento paulatino y permanente con
material orgánico e inorgánico, a estos suelos se los conoce como terra petra (tierra negra) u suelos
aptos para los cultivos. Vale acotar que la práctica de roza y quema como sistema agrícola utilizado
frecuentemente, nos resulta poco factible en tiempos aborígenes, debido a la rudimentaria precariedad
de los instrumentos de labranza. Es decir, se requiere de una enorme cantidad de tiempo y energía para
desbrozar o descuajar un bosque natural con instrumentos líticos (hachas de piedra) o azadas de
“spondylus princes”; con el antecedente, se considera, que los bosques cercanos a las comunidades ya
no eran originarios, ya que su contexto había sido modificado por la intervención del hombre, con la
inclusión de especies agrícolas comestibles y de aplicabilidad humana.
Claro está, que transcurridos tantos milenios de manipulación de la agroforesta, resulta oneroso no
aceptar el concepto de bosque domesticado y desechar el de bosque natural. Mucho menos, el manejo
genético primigenio para elevar la productividad de las plantas destinadas a la agricultura de sustento.
Estamos hablando de floras silvestres que fueron domesticadas e introducidas a las parcelas comunales,
para que sirvieran de base alimenticia. Aunque según -(Mann, 2005; Posey, 2001; e.g. Clement, 1999)este proceso de selectividad y experimentación se truncó con la incursión del avieso invasor
“conquistador”.
Las tierras prodigas- Como es lógico suponer, las tierras aborígenes
ecuatoriales guardan en su seno, la fertilidad primigenia y cuando
se desgastaban eran regenerados por la tecnología del saber
ancestral para su explotación consciente y consecuente, cuyo
objetivo era el logro de una producción asumible, evitando, -en lo
posible- la migración hacia otras tierras y el desgaste de la foresta
(descuaje del bosque) con la instalación de otras fincas o granjas.
Históricamente en lo que respecta a Manabí, se percibe un manejo
equilibrado, decurrente y permisivo del manejo sustentable de los
suelos a través del tiempo.
Foto 2.- Foresta natural de cerro de Jaboncillo y Hojas
“El hecho de que sean (al menos algunas de ellas y todas ellas en cierta medida) sociedades más simples que la nuestra
no debe ser tomado como una prueba de su arcaísmo. Todavía pueden arrojar luz, si no en la historia de la
humanidad, al menos en las formas básicas de las actividades que se encontraran, siempre y en toda parte, como
prerrequisitos para la existencia de las sociedades humanas”.
Claude Lévi-Strauss 1967:46.
El pasado no es espejismo del presente - Evidencias.- Las sociedades de cazadores y recolectores que en
la actualidad ocupan las selvas tropicales sudamericanas -por ejemplo-, se encuentran en áreas que están
siendo usurpadas por colonos armados con nuevas herramientas e impulsados por las presiones sociales,
económicas y políticas (apertura de vías y comunicación), surgidas en los territorios más densamente
poblados, quienes ejercen una importante presión sobre la tierra que no hace mucho ocupaban los cazadores
recolectores, pretendiendo expandirse y apropiarse de territorios ancestralmente indígenas y hasta hace muy
poco, considerados marginales. Esta proximidad entre unos y otros, evidentemente, resulta en contactos y por
ende en el intercambio de los bienes y los conocimientos que cada conjunto posee. Esto genera conflictos por
el control de estos territorios. Hoy, el tema es de indagación antropológica; los investigadores ven las aristas de
las colectividades nacionales como poderíos que aportan a desmembrar y a renovar nuevos entes en regiones
que algunos llaman “zona tribal” (Ferguson y Whitehead 2001). Bajo estas consideraciones subyacen
diferentes concepciones del paisaje y de su uso. Este escenario y coyuntura, tiene particularidades únicas; sin
embargo, es un proceso repetido y variado a lo largo de la historia de las tierras ecuatoriales; lo que posibilito
la existencia de un mundo paralelo al “supuestamente civilizado”, en cuya entraña hemos depositado toda
clase de permisibilidades contenidas en naturaleza (flora y fauna), recursos técnicos y humanos; política y
“desarrollo”. Como es lógico, estos mundos, igual que los humanos, a medida que pasa el tiempo, se
transforman; de tanto en tanto retornamos a ellos para mostrarnos y etiquetarnos con nuestros nuevos
intereses. Así de esta manera, hemos erigido un cosmos industrioso e ilusorio, pero discontinuo, como lo son
las utopías y las entelequias.
Domesticación de la Foresta.- Preceptuar sobre la modificación
antropogénica del boscaje ecuatorial, seria sumergirnos en
multivariables dependientes de la incidencia humana y del factor
situacional geográfico y climático de la tierra de ocupación y de
labranza. Pero, lo más prudente es concebir que un buen porcentual de
la tierras tropicales que han sido y son habitables, mantienen en su
seno floras selectivizadas por la acción humana y re-generadas in situ
por su utilidad; ya que las que no cumplían con estos estándares eran
desechadas, cortadas o expulsadas de estos sembríos, según
percepción de William Balée, 1989.
Foto 3.- Bosque húmedo o brumoso de Jaboncillo
Otros estudiosos conciben que la mayoría de bosques primarios fueron alterados por la mano aborigen,
quienes no solo desbrozaron los bosques, sino que los reemplazaron con otras especies de supuesta
mejor utilidad o en su defecto despoblaron la espesura y dedicaron las tierras labrantías en de pastoreo
-(caso Manabí)-. Es decir, se domesticaron los árboles, la flora alimenticia y fueron resembrados para
obtener su frugal fertilidad en la cosecha. Transcurridos los años, concluimos, que luego de esta
maniobra de sustentabilidad de las especies forestales, ya no es dable hablar de bosques primigeniosnaturales, sino de parajes boscosos domesticados. Es presumible que esta manipulación del saber
ancestral sobre el manejo de los cultivos, genere una biodiversidad genética en las especies nativas (maíz, cacao, yuca y otros-, dando por resultado, nuevas variedades. Estas evidencias asumidas por la
etnobotánica, también permite a los arqueólogos y antropólogos desentrañar en el curso de las
investigaciones, del como nuestros indígenas plantaban y transportaban las especies potencialmente
adaptables y mejoradas hacia otras zonas ecológicas, lo que permitía manipular o implementar nuevos
ecosistemas con la finalidad de optimizar la productividad, haciéndose eco de su cognoscibilidad
ancestral sobre fertilidad de suelos, mejoramiento de cultivos, aprovechamiento de fuentes de
irrigación, saneamiento de los sembríos en sus parcelas agroforasteras establecidas en las laderas de los
cerros u montañas, en los bosque seco-húmedos tropicales o en los habitad naturales, donde satisfacían
o generaban la cumplimentación de sus necesidades cotidianas de caza, recolección o producción de
frutos de la madre tierra.
Sociedades complejas y mutación del paisaje.- El paisaje de costa y sus tierras altas se convirtió en
antropogénico -(metamorfoseado por el hombre y/o transformado o adaptado para beneficio propio)-;
es decir, el hombre no sostuvo su adaptabilidad con el medio ambiente y más bien implemento un
sistema de agroforesteria de excedentes generador de un comercio estable de intercambio y
consolidación de sociedades jerárquicas basadas en la especialización de actividades.
El esquema presente nos muestra el cómo
entender una sociedad basada en el uso de la
tierra, los mecanismos de producción, la relación
de esta producción con la población que debe
sostener, el ámbito en el cual se desenvuelve y las
metamorfosis e innovaciones generadas en el
mismo, recalando en las relaciones sociales en las
cuales se produce, se distribuye y se consumen los
productos.
Foto 4 .- Foresta antrópica en Cerro de Jaboncillo
Figura 1.- Diseño esquemático de las variables involucradas en la toma de
decisiones en un sistema agrícola. Adaptado de Redman 1999:125.
La sustentabilidad de los suelos y el desarrollo.- El proceso de la conquista nos desheredo de nuestras
posesiones ancestrales, nos estigmatizo tanto, que pretendió invisibilizar nuestra identidad. Nos
convirtió en excluidos, en nuestra propia tierra. Tal es el punto, que tuvimos que recluirnos montaña
adentro, obligándonos a reconstruirnos, a involucionar en nuestros logros, en nuestras relaciones
sociales y de producción establecidas, dejando arquitecturas urbanas y modos de vida establecidos;
perdiendo cuasi la memoria y el conocimiento ancestral, felizmente rescatados por la acuciosidad de los
arqueólogos, antropólogos y etnobotánicos, quienes prestos han estado para rescatarnos del olvido.
Hace más de doscientos años (1798), se formularon preguntas en relación con la densidad demográfica
en las sociedades, considerando el crecimiento poblacional como un proceso que llevaba a las
colectividades a someterse a graduales ciclos de “progreso” y “miseria”, que a su vez, sistematizaban y
expresaban las relaciones entre la población y los recursos disponibles. Exceder el límite “natural” de los
caudales aprovechables, conllevaba a la “miseria”. El mundo enfrentado a un cambio profundo erigió
una gran pregunta: ¿Si los humanos se han trazado la ruta de una acelerada evolución hacia un
desmedido, y por tanto pasmoso progreso; o si están expiados a
una perenne oscilación entre el bienestar y la desventura, y
ulteriormente de cada esfuerzo, no obstante, se encuentra a una
distancia inmensurable de aquello que tienen como objetivo?
Malthus 1998:2-3. El síntoma que revelaba el progreso o la
indigencia no es otro que la conducta de la población. La
elucidación propuesta, en aquel tiempo, admitía que concurrían
componentes naturales, que mantenían a las poblaciones más o
menos en equilibrio con los patrimonios adecuados.
Foto 5.- Bosque domesticado Cerro de Hojas
Considerando el tema medular de este trabajo, estimamos
que, si bien, pertenecer a una sociedad con base agrícola de
manutención, significa que la mayor parte de los productos
provienen de esa actividad; pero aun así, son permisibles
diversas combinaciones con otras estrategias económicas
para el logro del bienestar común.
Figura 2.- Comportamiento de la población y su relación con algunas
variables asociadas a la misma en diferentes momentos de la historia
que fuera propuesta por los evolucionistas. En esta grafica se consideran
los cambios cuantitativos y no los cualitativos.
La población, su bienestar y el desarrollo de la agricultura.- Sabemos qué hace 8,000 años ya existían
algunas plantas cultivadas en sitios como Real Alto y/o Valdivia y otros en Ecuador. Es razonable suponer
que con mucha anterioridad a esta época ya se estuvieran manipulando las plantas. La adopción de la
agricultura o la creación de la misma es un proceso continuo de cambio gradual, no una revolución como
se pensara en el pasado. Lógico es decir, que la agricultura, es la que nos ha permitido vivir en pequeñas
y complejas ciudades. Sin la agricultura como proveedora de alimentos, nunca hubiéramos podido
construir la sociedad actual, ni hubiésemos logrado el grado de desarrollo de la mente humana, hasta
llegar al logro de los sistemas informáticos que operan y con los que conducimos al mundo, y aún menos
iniciar la exploración espacial. Concluyentemente es inconcebible nuestra vida presente sin plantas
domésticas, su producción fue uno de los iniciales pasos en un largo trayecto que coligamos, de una u
otra manera, con la palabra desarrollo.
A pesar de que el concepto “progreso o desarrollo” no es claro, al menos no tiene el mismo significado,
cuando intentamos contrastarla con aquello que estamos al tanto de los cazadores y recolectores del
pasado y del presente. Los datos compilados de las primeras sociedades que ingresaron por el camino
de esta transformación, estiman, que la salud de sus miembros fue
inferior a aquella de sus antecesores cazadores y recolectores. Los
padecimientos coligados a una mala manutención, así como, un
sustancial ascenso de “condiciones” generadas por parasitismo,
que pudieron
causar desnutrición, parecen acrecentarse
exponencialmente en los inicios de la agricultura (Cohen 2002) 17.
Esto sin mencionar problemas como aumento de caries y abscesos
dentales propios de la dieta de los agricultores, reducción del
tamaño de la dentadura, y desarrollo de deformaciones como
secuela del cambio en las prontitudes de manutención (Larsen
1995).
Foto 6.- Entorno natural paisajístico de Manabí. Reserva Mache Chindul
Las condiciones de salud de estos primeros agricultores parecen
ser, a todas luces, muy inferiores inclusive a aquellas de los
modernos cazadores y recolectores. Aparentemente este nuevo
modo de vida no ofrecía ninguna ventaja evidente a quienes la
practicaban, según sugieren los datos con los que se cuenta.
Entonces, la pregunta es: ¿Si la vida iba a ser más difícil como
agricultor, por qué siguieron ese camino?
Foto 7.- Campesinos recolectores, Zona la Sequita, Cerro de Hojas-Jaboncillo
Varios ensayos han sido ejecutados para concebir un patrón que dé cuenta de tan asombrosa
innovación. La inferencia subyacente en los mismos, es que las condiciones de vida de los cazadores y
recolectores que tomaron el camino de la agricultura, debían ser tan absurdamente desesperadas, que
la mejor iniciativa para subsistir, resultaba ser la agricultura. Hipotéticamente, ésta, de ningún modo era
la respuesta óptima, sólo era el mal menor, de los muchos que aquejaban a estos aborígenes.
Historia, sociedad y naturaleza.“En la medida que la historia de una sociedad se transforma en la historia de cualquier otra sociedad, y cada historia llega a ser
el ámbito de las otras, se vuelve sentido común para nosotros la necesidad de aprender cómo interpretar las culturas
tanto desde su exterior, desde su contexto ambiental, como desde sus valores internos”.
Marshall Sahlins 1964:146
Fotos: 8.- Foresta y 9.- Sistema de cultivo, terrazas agrícolas, en laderas del Cerro de Jaboncillo.
Figura 3.- Proceso local de uso del espacio en el cual los períodos de cultivo se van acortando
debido a las necesidades de la población y por tanto llevan a una disminución significativa en la
producción.
La tendencia analógica en las historias de sociedades disímiles (Marshall Sahlins, 1964), no sólo se
personifica en los valores que se hacían de estas sociedades únicas, sino por su exterior, que para el caso
era simbolizado por su contexto ambiental; creando un espacio que accedía a generar nuevas
definiciones. De esta manera, repasar las historias patrimoniales comunes, nos faculta la interpretación
evaluativa dialéctica o una lectura diferente que parte de los significativos fragmentos que ellas
mantienen en su seno y que son pertenencia sine qua non de unas cuantas manifestaciones culturales.
Resultaba evidente para muchos que las relaciones entre los
europeos y aquellas otras sociedades que habitan el planeta habían
generado imágenes que debían ser reexaminadas cuidadosamente.
Algunos académicos realizaron importantes esfuerzos en este sentido
(ver por ejemplo Wolf 1982). Pronto los señalamientos de los
descendientes de quienes en otro tiempo no tenían voces se hicieron
sentir. Los mismos no sólo acusaban a exploradores y conquistadores,
sino que señalaban a algunos antropólogos por haber perpetuado
imágenes que soportaban una relación en la cual el europeo y sus
descendientes eran superiores al nativo y su descendencia.
Foto 10.- Silo aborigen, receptor de cosecha, Jaboncillo
Por ello para poder entender su historia o historias, es necesario considerar la diversidad que intenta
negar como movimiento económico, cultural y ecológico, la cual al fin y al cabo lo fundamenta. Como
dice Sahlins “uno no puede hacer buena investigación histórica, siquiera en historia contemporánea, sin
considerar las ideas, acciones y ontologías que no son y nunca fueron nuestras” (1995:14). Es en este
espacio donde se conjugan los problemas del presente, como lo son los síntomas de la crisis ecológica y
social - pérdida de biodiversidad, calentamiento global, insostenibilidad, pérdida de saberes ancestrales,
cambios en los patrones de consumo, y una redefinición de las relaciones sociales, entre otros- y las
representaciones asociadas y generadas por estos procesos como parte de la historia. Es aquí donde la
antropología ha ofrecido y puede seguir ofreciendo un interesante campo para la reflexión. Un espacio
para pensar.
Las tierras equinocciales de Manabí y su Ecología Cultural.(Breve estudio de un modelo agrícola en Cerro de Hojas y Jaboncillo)
Fotos 11.- Murallas de contención en las laderas. 12.- Excavaciones en las terrazas agrícolas. 13.- Cause y cascada de aguas invernales.
Los trabajos en Ciudad de los Cerros de hojas y Jaboncillo, realizados por Saville 1906; López y Delgado
1910; equipo multidisciplinario del proyecto Ciudad de los Cerros 2010-2011, y otros; nos presentan una
sociedad organizada y planificada arquitectónicamente, con una densidad poblacional sorprendente,
con un ecosistema manejado responsable, rigurosa y tecnológicamente adelantado a la época, con
terrazas agrícolas antropogénicas, sistemas de cultivo y captación del agua, pozos artesianos, albarradas,
farallones, camellones, estructuras habitacionales, recintos sacros, sistemas de acumulación de
excedentes alimentarios (silos), observatorios astrales, canteras y talleres con los que confeccionaban
sus estelas, sillas de piedra, columnas, incenciarios, bases de sus construcciones y demás elementos
propios de constructos urbanísticos únicos y altamente desarrollados, diferentes a los que nos muestran
otras civilizaciones, estructura arquitectónicas que se encuentran prospectadas en un área de 3.500
hectáreas patrimoniales iniciales. Se estima que las múltiples “ciudadelas” encontradas y que están
siendo puestas en valor, estaban unidas material, sacra y físicamente por su ecosistema, sus vías de
conexión terrestre (camineras de piedra), sus canales de agua, sus accesos entre las viviendas y los
centros de producción, por su agricultura intensiva sostenida, sustentable e interrelacionadora entre los
espacios geográficos ocupados -habitacional, productivamente, religioso y políticamente-, por un febril
comercio local y foráneo, que en definitiva tenía la finalidad de abastecer las necesidades locales de
toda índole y mantener-fusionar el poder político jerárquico local, mediante alianzas regionales políticas,
comerciales y por qué no, bajo elementos coercitivos de poder mediático. En tal virtud, el paisaje al que
hacemos alusión, tenía hilvanado, una secuencia de poblados, tierras agrícolas y bosques de sustento
vegetal regenerado y de caza adaptativa (fauna local), vías de comunicación y comercio, sacralidad
iconográfica y contactos especializados con otros pueblos del entorno y más allá de sus fronteras.
Figura 5.- Los procesos sociales y
ecológicos como parte de la
historia generan cambios que
representan respuestas culturales,
cuya combinación genera y
mantiene el poder político.
Muchas de ellas se pueden
detectar a partir del registro
arqueológico - variables en el
círculo.
Foto 14.- Cerro de Jaboncillo,
asentamiento habitacional.
Para el tema de la agroforesteria, en tiempos casi actuales, los conservacionistas y desarrollistas han
esgrimido presupuestos y prejuicios, que es necesario desvirtuarlos:
Foto 15.- Foresta, sitio Atahualpa, Pedernales. 16.- Guaduales, La Sequita. Cerro de Hojas. 17.- Zona Boscosa en Cerro de Jaboncillo
1.- Se ha estimado que los sistemas naturales y la biodiversidad han estado desligados de la actividad
humana, por lo que se concibió el concepto de áreas protegidas excluidas de la acción humana. Pero a la
luz de los factos se concibe que la mayoría de las florestas respondan al ejercicio de manipulación y
trasplante de especies requeridas para la supervivencia humana. El manejo de los recursos naturales y
protección de la biodiversidad no responde a políticas expresas de preservación de los ecosistemas, sino
se considera la participación e injerencia del ser humano.
Figuras 6 y 7.- Mapas de las áreas de influencia del polígono
Patrimonial del Proyecto cerro de Hojas jaboncillo
2.- Las tierras ecuatoriales, en especial las de la costa, no responde al concepto de poseer recursos
ilimitados para su explotación; pero, tampoco su área territorial goza de una fragilidad extrema.
Probado esta, que la misma puede abastecer con sostenibilidad y sustentabilidad una grande población,
conservando su fronda y su biodiversidad. Por lo que urge rescatar los conocimientos ancestrales en la
maniobrabilidad del manejo de los sistemas agrícolas y forestales en regeneración de especies de flora y
fauna, paradigmas de una domesticación del recurso ambiente en pro de los requerimientos de la
población. En este contexto se podría establecer modelos alternativos para evitar la desertización e
inutilización de los suelos agrícolas costeros, tanto como la reimplantación de especies -flora y faunaútiles al ser humano, en bosques -secundario y primarios- aún existentes, (estableciendo una forestería
análoga, aunque se considere una excomunión para los conservacionistas), ya que los patrocinios
sociales de preservación de zonas boscosas es condición prioritaria para la preservación del planeta.
Foto 18.- Visión paisajística del Jaboncillo. 19 - 20 - 21.- Excavación en áreas de cultivos agrícolas
Hipótesis sobre “sociedades complejas” de la costa ecuatoriana.Para poder entender la historia es necesario no solamente saber cómo están las cosas, sino cómo llegaron a ser lo que son.
Franz Boas 1996:133
Las sociedades con características “especiales” en el área ecuatorial costera; a la luz de las evidencias y
nuevos hallazgos, requieren una urgente explicación sobre su surgimiento y desarrollo. Estimamos que
sólo abordando el tema desde un punto de vista teórico e interpretativo dialectico, podríamos definir y
confrontar sus componentes, para aclarar hipótesis e interrogantes, tales como: ¿Cuáles serían las
peculiaridades específicas y concretas de estas “sociedades complejas”, que puedan generar conjeturas
para estimar su desarrollo socio-económico/urbano, como estados iniciales aborígenes y semejanzas con
otras sociedades situadas en otros territorios? ¿Cómo podríamos definir estas sociedades?
Fotos 22.- Farallones de piedra para contención de los cerros. 23.- Pozos reservorios de agua. 24.- Silo contenedor de excedentes de cosecha.
A mediados del siglo XX, resurgió renovada la teoría de la evolución en antropología, la misma que
proponía la utilización de métodos adecuados para evidenciar las generalizaciones que se podrían
acometer en la interpretación del desarrollo de las sociedades (Boas 1938; 2001). En cierto modo, esto
provoco el retomar de las interrogantes del pasado. Esta intencionalidad, podemos asumirla de esta
manera: Si la teoría evolutiva era adaptable a las sociedades, la misma viabilizaría la dilucidación de
diferentes organizaciones-sociedades en un continuo histórico con valor evolutivo. Lo que determinaría
una trayectoria de mutación, cuantitativa y cualitativa, detectada para el proceso de surgimiento de
“sociedades complejas”, itinerario que no necesariamente debía emplearse a casos específicos; sino más
bien, establecía la idea de una evolución general y una evolución específica que se encontraría
consignada en las historias particulares (Sahlins 1960).
Foto 25.- Hilera de estructura de base habitacional. 26.- Vista de Terrazas Agrícolas. 27.- Silo para conservar granos con tapa de protección.
Este criterio de evolución social o formas históricas de la comunidad de los hombres, conlleva de por sí,
elementos colaterales constitutivos de la morfología de las sociedades -estructura y supra estructura-; lo
que, para ciertos estudiosos, no precisamente esto demanda de una
progresión inmutable, sino que asumían las variaciones -colapsos,
retrocesos, empoderamientos, permisibles y posibles- facultados en teoría,
por el desarrollo histórico de las sociedades. Pero esta teoría requería
definir módulos con los cuales poder constatar y confrontar los cambios
previsibles. Ante este axioma, los antropólogos/arqueólogos evolucionistas
establecieron categorías instituidas en variables y definiciones
etnocéntricas que suprimían el carácter dinámico de la evolución, mientras
circunscribían los temas estudiados en categorías de autos contenidos y
carentes de sentido.
Foto 28.- Pozo artesiano actualmente en uso.
Lo antropológico y lo arqueológico.- Tylor (1871), estimaba que los contenidos estudiados por los
naturalistas -plantas, animales, paisajes, que definían- tenían un mismo valor mediático, igual que para el
etnógrafo, clasificar lo que él consideraba contenidos o rasgos de una “cultura” / factos de una sociedad cotidianidad y artefactos, mitos, crónicas, especialización de trabajo y otros elementos coadyuvantes-,
permitían englobar geográfica e históricamente las relaciones sociales y de producción, en la
convergencia de las apreciaciones. A diferencia, la nueva concepción de la teoría evolutiva, destacaba los
procesos, trascendiendo las categorías. El criterio era, concebir la evolución social como un proceso de
reorganización en disímiles niveles de complejidad (Flannery 2002). La intencionalidad busca revelar los
dispositivos que integran los procesos adaptativos, en espacio y tiempo-contemporalidad, configurando
las diversas formaciones humanas. Este diseño ponderaba que las categorías interpuestas, tendrían
sentido cuando se ejecutaran balances entre disímiles trayectos; siendo esta interconexión el nexo
validante del método contrastante-comparativo propuesto como antinomia para regenerar una realidad
antropo-arqueológica.
Fotos 29 y 30. Escalinatas aborígenes, cúspide Cerro de Jaboncillo. 31 y 32.- Bosque húmedo brumoso, cima de Cerros de Hojas y Jaboncillo.
Vale destacar que antropólogos y por qué no los arqueólogos, han creído auscultar en el registro
etnográfico y etnohistórico, una categorización organizativa inicial, la de los cacicazgos; conceptuación
jerárquica prevalente en medio de las sociedades iniciales y comunitarias. Sin embargo, estimo, que
siendo esta forma de organización muy usual en las comunidades aborígenes de la costa, no destacan
aun, estudios a profundidad sobre tal singularización de manejo socio-político; por lo que se evidencia
que su categorización/contenido, tenga innúmeras y variables conceptualizaciones. Es tal, la percepción
de los estudiosos, que algunos prefieren omitir o invisibilizar el término (p.e., Feinman y Neitzel 1984;
Upham 1987). Las caracterizaciones conceptuales actúan cuando se especifica una delineación abreviada
del contexto, bajo discernimientos o por inferencias definidas, pero no son tan lucrativas cuando se
aspira utilizarlas para explicar cómo las disímiles manifestaciones, socioculturales, se transmutan.
Estimando que muchas de estas categorías manifiestas se fundamentaban en el uso de analogías
ejecutadas a partir del registro etnográfico. Aunque no es ocioso pensar que pretéritamente coexistieran
formas organizativas y adaptativas desprovistos de contrapartes en el actual registro etnográfico. De ser
verdad, realmente no nos agradaría obnubilarnos en un pasado desconocido, o nos forzaríamos a
interpretar el mismo utilizando un presente impropio, como hipotético básico delo propuesto. No
obstante, al contextualizar esta categoría, se nos facultara rastrear hipótesis e inquietudes que son
fundamentales en la historia erigida por antropólogos y arqueólogos en la costa ecuatorial y estimar
aseveraciones sobre los procesos de cambio. Desde la óptica arqueológica, se ha esgrimido una enérgica
crítica a la sistematización clasificatoria y estratificante, para la comprensión pretérita de las
organizaciones humanas. Reconocidas las limitaciones de estas metodologías sistémicas, (Yoffee. 1993),
no es de dudar, que sin ellas, tampoco obtendríamos datos fidedignos, comparaciones significativas,
selectivizaciones factuales, entre disímiles trayectos históricos y menos aún concebir los procesos
mediáticos que virtualmente las conciben.
Comentarios finales.Existen diferentes grafías de ver el pasado. Ciencias como la antropología, etnografía, etnología y la
arqueología son considerablemente complejas; las mismas que transponen sus derroteros por sí solas o
en mixtura aportan a una mejor comprensión de las sociedades aborígenes. De manera equivalente
generan y construyen espacios e interrogantes, patrones e “ilustraciones” de la maniobrabilidad y
tratativa de los cosmos “recreados” por antropólogos y arqueólogos. Antropólogos evolucionistas -(hace
una centuria)- y sus precedentes, percibían a los aborígenes, específicamente a los que vivían en la costa
ecuatorial y amazonia, como elementos fantasmagóricos de tiempos pretéritos o simplemente no
existían. Los mismos que, invisibilizados como estaban -de la historiografía y de los textos-, gestores de
una heredad patrimonial irreconocida, representaban una realidad pasada innegable, pero desconocida
por la racionalidad cientista, visión que venía manteniéndose por más de quinientos años a través de la
colonización del pensamiento impuesto por la agresiva imposición de los conquistadores, (Mora 2005).
La aplicación del método comparativo, al dato etnográfico, generó en el particularismo histórico nuevas
posibilidades de expresión; el mismo que preveía la preexistencia de un cosmos pretérito, revelado por
los símiles entre los desemejantes materiales culturales, tangibles e intangibles, que los etnógrafos
hallaban y reportaban. Este universo, aunque permisible, trascendía por esquivo y hermético; entre otras
vicisitudes, el debate entre la presencia de ejes de creación y áreas de dispersión de las tipologías
culturales concebidas en dichos centros sólo aportaba a establecer cartografías con rutas, que poco o
nada explicaban. Estos mapas se dibujarían de nuevo cuando la idea de adaptabilidad, propuesta por
Julián Steward (1973) tuviera eficacia como artífice de los dispositivos para concebir el cambio cultural. El
pensamiento de Philip Phillips (1955), convergiría en un suceso perceptivo del mundo pretérito, de la
arqueología como antropología y su objetivación como un proceso de adaptación dinámico y complejo.
Estábamos forzados a admitir que la etnografía no era capaz de revelar por si misma el pasado. No
obstante, esta permuta en lo preestablecido permitió inferir “partes” del mismo. Surgió la posibilidad de
transformar las crónicas y descripciones de los intrusos conquistadores y etnógrafos, en documentos de
lectura interpretativa para la construcción de analogías y teorías sobre el comportamiento humano; a su
vez, adicionalmente era posible hacer una lectura de los objetos, simultáneamente con la realización de
una experimentación controlada, para inferir las actividades en los cuales éstos habían participado. De
este modo la insurrección iniciada en el cuestionamiento de la posición de la arqueología en la
antropología, y por tanto su filosofía (Binford 1989; Preucel 1991), daría origen a la etnoarqueología:
etnografía practicada con métodos de etnógrafos para delimitar e interpretar las preguntas de los
arqueólogos. Un espacio para futuras performances sobre el valor simbólico de los factos, pueblos y sus
naturalezas (Arnold. 2003). Un espacio pugnado por diferentes tendencias de la arqueología del siglo XXI.
Una nueva “ hipótesis histórica” para interpretar la agroforesteria aborigen y domesticación del bosque.“El “ámbito” de una sociedad no es una constante sino un complejo conjunto de variables históricas. Consecuentemente, las condiciones
ambientales han soportado una gran variedad de sociedades en diferentes fases de la historia”. “La relación entre las culturas locales y el
medio no es un ajuste que va en una sola dirección, sino que se trata de una interpretación de doble vía.”
Myllyntaus 2001 pp. 144.
Una nueva concepción de la historia y de las relaciones ecológicas, como parte de la misma, va tomando
forma, desde la antropología. Los antropólogos abordaban el “ámbito” ocupado por las comunidades
estudiadas, como derivación de una evolución, o mejor, de una co-evolución. Estos dos componentes -ámbito
y sociedad- que a pretérito habían sido conocidos como módulos analíticos disímiles, ligados por
relaciones causales, deterministas, concebidos a partir de una apariencia concurrente o de una exigua
sima transitoria, hoy en día se entretejían en la historia a través de sus misceláneos interactuantes.
Expresados en el paisaje, memoria taxativa de las prácticas sociales, delas acciones asumidas en las diversas
comunidades humanas y las cosmos-ideas gestadas en la línea del tiempo. Perceptiblemente, estos
contextos de espacio geográfico, sólo puede ser vistos y definidos, como resultado de una historia social y
ecológica, que es una misma. Esta forma de ver la historia, para autores como Carole Crumley (1994), se
concibe y fundamenta, en la indagación de las sempiternas relaciones dialécticas entre los eventos
humanos y los sucesos de la naturaleza, que se exteriorizan en el paisaje. Obviamente hemos entrado en
la dimensión de lo imaginario, pero como estos sitios existen en la realidad como componentes del
paisaje, y son señalados por los indígenas como componentes de su concepción de la naturaleza…
(Reichel-Dolmatoff 1996a: 45-48), nos hemos cimentados en su realidad, para desde allí generar
propuestas hipotéticas.
Nuestra proposición, aunque muy escueta, ha sido resaltar la importancia que la foresta y los suelos
antrópicos -(Cerros de Hojas y Jaboncillo)-, cultivados, utilizados, habitados y domesticados por nuestras
comunidades aborígenes, han tenido para la relación hombre-naturaleza y proyección de su vida en
sociedad. Esto ha generado expectativas e interrogantes para podernos explicar con mayor diversidad de
conocimiento las formas organizativas de las sociedades que habitaron en la costa ecuatorial, de estos
territorios equinocciales, en el pasado, esperando con posteridad, seguir auscultando, interpretando e
investigando sobre su cotidianidad, sus técnicas y especialidades de producción, manejo del agua y de
suelos, su estratificación y jerarquización social, sus saberes ancestrales, sus eventos antrópicos,
geológicos y naturales, el manejo político, económico y sus relaciones intermodales con otros poblados,
los mismos que por el momento, no son suficientes para explicar las razones y los procesos que pudieron
dar origen al surgimiento de sociedades políticas complejas; ya que la complejización es mucho más que
una simple respuesta a la abundancia en la producción, a la especialización del trabajo, al comercio
multiespacial, a la jerarquización en castas sociales, a liderazgos o cacicazgos y otros factores, propuestos
por Gordon Childe, que serían el preámbulo de nacientes estados iniciales aborígenes. Tampoco lo
esquematizado, es, como muchos lo piensan, «un paso lógico» en la historia de las sociedades.
Estimamos, que es ante todo, una respuesta a la dinámica interna de cada sociedad. Por ello su
evaluación exclusivamente desde una perspectiva socio-económica no resulta ser nunca una explicación
apropiada.
A pesar de lo expresado, hay algo en el ámbito o entorno físico que promueve estas reacciones, ya que la
naturaleza juega un rol primordial en el desenvolvimiento y desarrollo de las sociedades. Estos lugares o
espacios -(Cerro de hojas y Jaboncillo)-, tanto como lugares, productivos, sacros, poblacional
demográfico, de construcciones arquitectónicas y otras expectativas naturales-antrópicas, no constituyen
necesariamente ecosistemas, pero los indígenas los mencionan y los enumeran como subdivisiones
ecológicas, como partes esenciales de su habitad y cosmovisión. Son puntos liminares en los cuales se
pueden dar transformaciones; pero así mismo, lugares en los cuales muchos valores son abolidos y
reemplazados por otros, lugares que quedan fuera de tiempo, pero que necesariamente se articulan con
la voluntad de supervivencia y creación del hombre.
En torno al planteamiento ecológico, William Balée (1998), ha expresado en cuatro postulados la
exteriorización de este concepto:
1.- La biosfera ha sido afectada por las actividades humanas.
2.- La degradación de la biosfera y la extinción de especies, no necesariamente es fruto de actividad
humana.
3.- Tampoco, se crean condiciones favorables, en la biosfera, para los humanos y para otras especies,
aumentando el número y la cantidad de las mismas.
4.- Los diferentes sistemas sociopolíticos y económicos, en contextos regionales específicos, tienden a generar
efectos disímiles en la biosfera a nivel cualitativo, los cuales afectan las formas de vida no humanas en su
abundancia y número de especies y por tanto afectan las subsecuentes trayectorias del entorno en
las mismas regiones.
Con estas premisas, Balée, destaca los trayectos locales, pretendiendo percibir la integralidad de la historia.
Admitiendo que “ningún ecosistema puede ser entendido de forma separada de los impactos humanos
pasados y presentes” (Russell 1997:17). Indubitablemente este “punto de vista” implanta un ignorado espacio
para la performance de antropólogos y arqueólogos, obligándolos a deliberar sobre el porvenir, accionar
considerado como razón y baluarte de este enfoque y trabajo.
Bajo esta premisa, concebir las relaciones entre la ecología cultural y las comunidades aborígenes y
presentes, nos resulta significativo como objetivo final del presente trabajo. Estamos conscientes que la
irracionalidad de lo considerado como espacio intocado -la visibilización de nuestros antecesores
indígenas y la heredad patrimonial (paisajista y humana)-, es cada día más y más parte de la historia, que
demos asumir urgentemente. Es necesario abstraernos, para ver a los humanos transformando el paisaje
y cambiando con él, alimentándose mutuamente, gestando su cotidianidad de supervivencia y creación
de su cosmología y saber ancestral; es percepción que debemos ponderar y poner en valor, como
responsabilidad fundamental por perennizar los constructos que nos heredaron para enarbolar nuestra
identidad y memoria.
Relator: Andrade Palma Manuel Eduardo
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