Encargos y organización familiar I

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Encargos y organización familiar I
Emili Avilés
En mi casa me necesitan y yo los necesito a ellos
Todos tenemos claro que los encargos o pequeñas tareas domésticas son un eficaz
medio de educar para la convivencia. ¡Cuántas veces habremos hablado en casa de
esa distribución de tareas! ¿Verdad?
Es lógico. Queremos mostrar a los niños y adolescentes que todo lo que hacemos o
dejamos de hacer afecta a los demás, que podemos ser generosos haciendo bien
nuestros encargos, pero también al reconocer, valorar y agradecer cualquier servicio.
La participación en una actividad, ya desde edad temprana, sirve para educar la
responsabilidad. Empieza cuando los más pequeños aprenden a valerse por sí mismos:
a vestirse solos, arreglarse, cuidar su ropa, cepillarse los dientes, limpiar sus zapatos, etc.
Son los encargos que podríamos llamar “de autonomía”. También empiezan a realizar
cosas sencillas, esporádicas o permanentes, que son un servicio a los demás: comprar
el diario, poner o quitar la mesa, cerrar persianas, limpiar una zona del salón, vestir a la
peque o regar plantas.
A veces, hay padres tan deseosos de evitarles cualquier trabajo a sus hijos, que no les
dan posibilidades de participar en el ámbito familiar. Otros padres piensan que sus hijos
son demasiado pequeños para hacer algo en la casa. Pues bien, conviene decir que
el trabajo de los hijos no es importante por el esfuerzo que ahorra, sino por cuanto
contribuye a su propia mejora personal, ya que así se les ayuda a aprender a trabajar
y a buscar realmente el bien de los demás.
También es cierto que hemos de ser flexibles en las oportunidades de colaborar en la
casa. Sabemos que la participación es un derecho y un deber de cada miembro de
la familia. Así, con buen ambiente y ejemplo, facilitamos la unión entre todos.
Por otra parte, nos interesa proponer y realizar los encargos en un ambiente de alegría.
De esta forma toda fatiga y esfuerzo se aligeran, lo que hace ver la responsabilidad no
como una carga, sino como una entrega gustosa en beneficio de nuestros seres más
queridos y cercanos.
Todos buscamos la eficacia, el sistema, también en la familia. Totalmente de acuerdo.
Para ello conviene poner en práctica una supervisión positiva y entusiasta que anime a
realizar las tareas encomendadas. ¿Cómo? No existen fórmulas mágicas.
En cada hogar, según su estilo y prioridades, se puede organizar de muy diferente
manera. En todo caso siempre será necesario cierto trabajo de equipo.
Podríamos decir que, en los tiempos que corren, tenemos más dificultades para la
colaboración e interacción familiar. Madre y padre trabajan, sí, pero es necesario dar
orden y prioridad a todas nuestras obligaciones y aprender a vivir con ellas.
Sabemos que quien está a la cabeza de un equipo tiene la obligación de organizarlo.
Marchará todo sobre ruedas si conoce muy bien a cada miembro de su grupo, sabe
cuáles son sus talentos y flaquezas, y le pide colaborar en aquello que hará bien o que
significa una mejora para él mismo.
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En las familias nos pasa igual: padre y madre -los dos unidos- son la cabeza del
equipo y deben organizarlo para lograr, como objetivo inmediato, que la convivencia
sea agradable para todos, y como objetivos a medio y largo plazo, que esa
convivencia les forme como personas cabales, expertos en el arte de convivir,
entrenados en la generosidad y la fortaleza, que son imprescindibles para la vida que
empiezan a afrontar.
Tener un encargo en la casa es tomar parte en una tarea común. No es una actividad
aislada que la “cumplo” y ya está. Es un medio más de colaborar.
El compromiso en una tarea familiar es algo serio y personal, pero lo hemos de facilitar,
hacer agradable. Hemos de ayudar a elevar la visión de quien tiene ese detalle de
servicio en el hogar. A vivirlo como una habitual muestra de amor.
Además, cualquier encargo bien hecho, aunque sea pequeño, muestra a las claras
que todos los trabajos son necesarios y por ello dignos de reconocimiento.
¿Cuál es vuestra experiencia en esto? Dadnos más ideas y así, en la segunda parte
del artículo, concretaremos mejor algunas maneras de colaborar, tipos de encargo,
formas de presentarlos y su seguimiento.
Encargos y organización familiar II
Conocernos bien, para ir todos a una
Seguimos nuestra “conversación escrita” para hablar ahora de algunas maneras de
colaborar los hijos en las tareas del hogar, de estrategias en la distribución y
seguimiento de los encargos y de algunas ideas clave para “triunfar” en este asunto.
Padres e hijos deben saber con claridad cuáles son sus encargos. Escribir una lista de
tareas puede ser de gran ayuda. Cada hijo puede tener varios encargos diarios y
también semanales. Lo de menos es que sean muy sencillos, pues importa mucho
comenzar creando hábitos.
Cuando en una familia se trabajan los hábitos básicos de alimentación, sueño, higiene
y orden con niños pequeños e incluso bebés, éstos ya han empezado a participar en
los proyectos comunes, en las necesidades vitales y en el estilo particular de ese
hogar.
Conforme las criaturas van creciendo, será preciso cambiar las maneras de ejercitar
los hábitos básicos y, para ello, tendremos en cuenta las circunstancias personales de
cada hijo. Así intentaremos que, progresivamente, hagan por sí mismos lo máximo que
puedan realizar para ser más autónomos y nosotros no intentaremos substituirlos.
Necesitamos saber cuáles son las virtudes, flaquezas, aficiones, sensibilidades de cada
miembro de la familia. Conocer de sus posibles aportaciones e iniciativas, inquietudes
y necesidades. Pero ¡tate!, para eso es preciso dedicar tiempo, más tiempo del que
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habitualmente tenemos. Pues bien, reconocer esta realidad y mejorarla es la clave
del éxito, ya que no deseamos perdernos en improvisaciones, discusiones conyugales
o inconstancias que desaniman a cualquiera.
Una manera de empezar, o recomenzar, en la distribución de encargos y en la
organización básica familiar es, por ejemplo, una buena tertulia después de la comida
familiar del sábado o domingo. Pediremos que entre todos comenten lo que fue
preciso hacer ese día para el buen funcionamiento de la casa: abrir cortinas, hacer
camas, ordenar baños, doblar ropas, poner la mesa del desayuno, contestar el
teléfono, comprar el pan y el diario, colocar el lavavajillas, tender la ropa, sacar la
basura, preparar la comida y la cena, etc. Saldrá una larguísima lista, que evidenciará
la necesidad de que todos colaboren.
Es el momento de proponer, opinar, discutir y elegir tareas que ellos podrían
comprometerse a hacer. Según los intereses, gustos y capacidades personales de las
criaturas, concretaremos los encargos, pensando cuál puede ser más adecuado para
cada hija e hijo.
En ese momento, vale la pena recordar que el gran objetivo es adquirir un
compromiso con la familia, sentirse parte fundamental de un equipo. Digámosles que
mediante los encargos aprendemos todos a ser más libres y, con nuestro esfuerzo
personal por mejorar, beneficiamos a todos.
Otra forma, aunque mucho más dirigida, es cuando son los padres solos quienes
empiezan por elaborar una lista de encargos relativos a la casa y al entorno, recogen
sugerencias personales de sus hijos y de sus amigos. Después piensan en el aprendizaje
previo que requiere cada tarea. A continuación, relacionan las cualidades y las
circunstancias de cada miembro de la familia con encargos, y distribuyen éstos
equilibradamente.
Distribución, más que por edades, por circunstancias.
Es preciso recordar que algunas decisiones sobre organización y tareas no se acaban
en las reuniones familiares. Los padres deben tomar estas decisiones solos o con la
ayuda de otros adultos. Otras veces será mejor discutir entre todos sobre los motivos
para hacer algunos cambios en la dinámica familiar; eso ayudará a los niños a
entender lo que está pasando y la manera en que ellos serán afectados o
beneficiados por estas decisiones.
Cuando los encargos son nuevos para algún miembro de la familia, los primeros días
pueden hacerse con el soporte de un hermano, o con papá o mamá. Un niño
pequeño, al principio, necesitará consejo para poner bien la mesa, limpiar zapatos o
hacer la cama. Una persona que nunca ha lavado la ropa puede necesitar ayuda
para separar la ropa de colores obscuros de la ropa blanca o para saber si se ha de
centrifugar o no.
Las buenas disposiciones que destacan a los 5-6 años -sentido de justicia, afán de
superación, deseo de ayudar y colaborar con los demás, etc.- les facilitará asumir
enseguida pequeñas tareas familiares y cumplirlas con cierta responsabilidad, siempre
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con cierto acompañamiento, claro. A los 7 años, chicas y chicos, serán capaces de
hacer algunas pequeñas tareas diarias sin que nadie se lo tenga que recordar
expresamente. Habrá bastado con unos días de soporte de papá o mamá y quizás un
pequeño recordatorio en el mural de la habitación, o en aquella cuadrícula fijada
con imanes en la puerta de la nevera. Son los 7 años y la llegada de la edad de la
razón, un hito importantísimo en la vida de los niños. Es cuando ya les podemos decir,
con esperanzas ciertas de respuestas sensatas: ¿crees que esto está bien o no?
Los encargos, sean los que sean, es mejor que cambien cada cierto tiempo. El
encargo que durante 4 ó 5 semanas tuvo un hijo, después lo puede realizar otro. No
hay encargos de poca categoría. Bajar la basura cada día sin dejarse vencer por la
pereza –así hay que enseñarlo– es tan enriquecedor e importante como ayudar a la
peque a hacer deberes o ir a comprar el diario al quiosco de la esquina.
Encargos y organización familiar III
¿También los mayorcitos?
¡Por supuesto! Les encanta participar en las decisiones sobre la organización familiar y
la distribución de encargos. Las responsabilidades les proporcionan a los adolescentes
un sentimiento de importancia. Tienen voz, e incluso voto de calidad. Los encargos
fomentan la preocupación por los demás, el espíritu de servicio y la conciencia de ser
útil a los otros, por eso tienen un gran valor formativo. La adolescencia será un tiempo
estupendo para mejorar esas tareas, pues hay mil y un detalles nuevos que descubren
a diario en sus encargos, y así mejoran ellos mismos.
Valdrá la pena hablarles de trabajo bien hecho, responsabilidad, confianza, servicio,
empatía, sociabilidad, comprensión, solidaridad,… Y de que, esos encargos familiares
que a veces nos vienen tan cuesta arriba, son ocasión estupenda para concretar los
grandes ideales que despiertan en ellas y ellos. Sabemos que nuestros adolescentes
necesitan responsabilidades que sean orientadas hacia otras personas. En el cuarto y
último artículo indicaremos algunas tareas específicas como ejemplo, aunque si se os
ocurren o queréis explicar vuestra experiencia, comentadlo para todos, por favor.
Animemos a nuestros hijos y alumnos a que piensen de manera independiente.
Sentemos las bases para que formen su propio criterio, resaltemos el valor de su
opinión personal. Apliquemos la cuestión de: "Tú me has dicho lo que la familia está
haciendo o pensando, ahora dime lo que tú piensas."
A los hijos mayorcitos les irá bien tener encargos de especial responsabilidad, como
hacer pequeños arreglos en la casa, mejorar el jardín (¡con un presupuesto previo,
claro!), ir a llevar o a buscar una documentación oficial, hacer gestiones
administrativas diversas, acompañar alguna larga tarde de invierno a la abuelita
indispuesta, etc.
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Evaluar
Siempre, tanto para los grandes como para los pequeños, será bueno pedirles
resultados de su encargo cada cierto tiempo. Eso es más eficaz y menos agotador que
estar recordando cada día el cumplimiento del mismo. Se les tiene que enseñar a
evaluar el final de su esfuerzo. Que vean que de nada sirve decir: "Fui a comprar fruta
y estaba cerrado", "Esta semana no he limpiado zapatos porque tenía exámenes de
evaluación". Ellos mismos tienen que aprender a encontrar las soluciones.
Las tablas de doble entrada, tipo gráfica semanal, puede ser muy adecuada, pero no
para presumir de una hoja impecable u obsesionarse por el “cumpli-miento”. Más bien
les ayudará a conocerse ellos mismos y saber dónde es preciso que pongan un
esfuerzo mayor. Esas cuadrículas o tablas nos servirán para sistematizar el seguimiento
de esas pequeñas tareas, personalizadas para cada miembro de la familia, y poder
incidir en concreto en las prioridades marcadas para las criaturas y hasta para
nosotros mismos.
Asimismo, será preciso ser muy prudentes e intentar evitar “pagos”. Según como se
planteen, pueden acostumbrar a las criaturas a compensaciones meramente
materiales por el hecho de hacer lo que es bueno. Además, es crucial que muchas
cosas las hagan por puro amor a los demás.
A través de los encargos el niño descubre que un trabajo exige preparación y
adiestramiento, y que cada día puede superarse haciéndolo mejor y más rápido.
Además, también es una lección importante el magnífico hecho de reconocer las
propias limitaciones a la hora de cumplir con un encargo.
Estamos de acuerdo en que todo esto exige constancia y responsabilidad por parte
de los hijos, y también exige paciencia y flexibilidad por parte de los padres: tal vez a
los niños no les quede tan bien hecha la cama, pero si han puesto todo de su parte,
eso tiene mucho valor.
Los padres debemos ser comprensivos para cambiar un encargo establecido, siempre
que no sea por capricho. Con imaginación y creatividad –las madres tienen una
especial visión de la jugada- pensaremos en otra tarea en la que pueda esforzarse
igualmente y que no tenga una dificultad desproporcionada para las capacidades de
esa chica o chico.
En el momento de la valoración final es muy importante, como decíamos antes, evitar
la mentalidad del “cumpli-miento” y para eso quiero recordar la reciente aportación
de nuestro amigo Agus: “…que el encargo no suponga la frontera de su aportación a
la familia. (Ya he hecho lo que se me había adjudicado, por tanto ya puedo
“desenchufarme e ir a lo mío)”.
Es preciso hacer hacer, pero también hacer pensar
Hablábamos de adaptarnos al niño y poder observar su mejora, según sus
posibilidades reales y sus circunstancias. Pues bien, no os parece que la mejor
motivación para evaluarse y comenzar una nueva tarea es que se de cuenta que en
otra ocasión ya fue capaz de sacar adelante una responsabilidad similar. Creo que los
hijos y alumnos recordarán nuestra supervisión positiva y entusiasta que les animó a
realizar, con cariño y muy bien, las tareas encomendadas.
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Puede ser discutible, pero considero básico buscar razones en el entendimiento y la
voluntad. En un comentario a un artículo anterior :
“¿No os parece que educar es fácil si ponemos lucha -ejercitar el entendimiento y la
voluntad, negarnos a lo más cómodo-, que es muestra clara del amor que ponemos
en nuestros quehaceres? Y al revés. ¿No os parece que una estima verdadera por los
demás será la que moverá realmente nuestra voluntad, esfuerzo diario, y así hacer lo
mejor, aun cuando tengamos motivos razonables para relajarnos?
A todos nos toca ahora allanar el camino de nuestro entendimiento y acompañar y
estimular el de los demás…”
Creo que en esa doble relación –junto con el tesoro del tiempo que papá y mamá
entregan cada día a los hijos- está la clave del éxito en la organización básica de
nuestros hogares y la distribución de tareas como medio de mejora personal y familiar.
Encargos y organización familiar IV
Hacer pensar y hacer hacer
La familia ofrece a todos sus miembros algo que necesitan para desarrollarse: la
oportunidad de aportar, de “construir” la casa con sus esfuerzos, de aprender a autodominarse. Ello supone el uso de las facultades específicamente humanas: la
inteligencia y la voluntad.
Necesitamos todos un pequeño cambio, porque a veces no tratamos a los hijos o
alumnos como seres capaces de darse a los demás, como personas que pueden
aportar algo, sino como seres de necesidades, proporcionándoles muchos bienes
materiales que no siempre les hacen falta y privándolos de ayudar y de comunicar sus
iniciativas.
Por eso es importante que la participación de los hijos ponga a prueba dichas
facultades, por medio del pensamiento y de la puesta en práctica de sus ideas.
Como dice un amigo: “No basta hacer hacer. Es necesario, también, hacer pensar”.
Y una manera sencilla de hacer pensar a niños y mayores es explicarles a cada una y
a cada uno, personalmente, las consecuencias que podría tener no cumplir con su
respectivo encargo: Si tú no dejas a secar las toallas por la mañana..., si tú no abres el
buzón de las cartas..., si tú no preparas el desayuno…, si tú no dejas el abrigo en su
sitio…, si tú no vas a comprar el pan a primera hora de la mañana,…
En todo caso, comprobaremos como, poco a poco, ganan en ver mejor lo que
necesitan los demás, en saber qué pueden hacer para ayudar a ser más felices a los
otros y hacerlo efectivamente, en la medida de sus posibilidades pero sin temer el qué
dirán.
Así, todos encontramos en las pequeñas tareas familiares un gran medio de afirmación
propia y de autoestima. Entonces, se ve el “sitio” claro de cada uno en el hogar, se
saben valorados, necesarios y muy queridos. Estará clarísimo que, sobre ese “asunto”,
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la casa depende de ese hijo o hija y los demás se han de fiar y evitar interferencias o
pequeñas invasiones de “territorio”.
¿Qué y cuándo?
Decíamos que según las peculiaridades de cada hijo buscaremos unos u otros
encargos. Antes de pasar a relacionar una larga lista de ellos, vale la pena recordar
que, incluso cuando ya son adolescentes, hay un tipo de actividades o tareas que
podemos denominar “de autonomía personal” en las que todos han de poner un
pequeño esfuerzo diario.
Desde peinarse por la mañana o atarse bien los zapatos, hasta lavarse los dientes
antes de ir a descansar o dejar en lugar fijo sus carpetas de trabajo.
Eso, como también hacer lo que toca sin distraer ni molestar a los demás, facilitará la
organización familiar y el buen ambiente de convivencia. Habrá tiempo para el
descanso y tiempo para el trabajo. Y todo con mucha paz; será la tranquilidad y la
seguridad que da el saber que no estamos solos en el esfuerzo, somos un equipo y en
caso de debilidad tenemos a alguien de la familia siempre cerca nuestro.
TAREAS QUE PUEDEN HACER LOS HIJOS,
SIEMPRE Y TODOS LOS DÍAS
- Hacer su cama.
- Ordenar su habitación y el baño.
- Ordenar sus juguetes, ropa y escritorio.
- Avisar de los desperfectos de su ropa y material de trabajo; pedir ayuda para
arreglarlos (coser un botón, comprar lápices o libretas,…).
- Apagar las luces que no son necesarias.
- Dejar en su lugar el DVD que vio, el disco que escuchó, o el diario que leyó.
- Colocar en el lugar previsto las carpetas y mochilas de la escuela.
- Dejar la habitación o el salón bien ordenados después de jugar.
- Ir a comprar el pan o el diario.
- Ayudar en las tareas de cocinar.
- Contestar el teléfono.
- Poner o quitar la mesa.
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- Vaciar el lavavajillas cuando haya terminado.
- Sacar la basura.
- Cepillar zapatos de todos.
- Preparar el desayuno a sus hermanos.
- Despertar a sus hermanos pequeños.
- Acostar a los peques, o cuidar de ellos, cuando los padres están fuera.
- Barrer el comedor o la terraza.
- Hacer las camas de los pequeños.
- Retirar el correo del buzón y dejarlo en casa.
- Tender la ropa, o bien ponerla en la secadora.
- Cuidar y alimentar al perro, gato o canario.
- Abrir y cerrar ventanas y persianas cuando sea necesario.
- Bendecir la mesa en las comidas.
- Repartir la ropa limpia a sus hermanas y hermanos.
- Dirigir y acompañar en los juegos a otros hermanos más pequeños.
PARA HACER CADA SEMANA,
O EN EL TIEMPO QUE SE CONCRETE
- Pequeñas tareas en la cocina como preparar y aliñar las ensaladas, batir huevos,
rayar zanahorias, etc.
- Ayudar a confeccionar el menú de comidas y cenas, semanal.
- Administrar el antivirus y las actualizaciones del ordenador familiar.
- Ordenar el armario de juguetes.
- Ordenar los murales de horarios, anotaciones, dibujos, etc.
- Regar las plantas y/o el jardín.
- Explicar matemáticas o inglés a un hermano pequeño.
- Ordenar las estanterías de los libros.
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- Hacer compañía a la abuelita.
- Hacer algún arreglo sencillo en la casa.
- Ayudar a limpiar el coche.
- Poner la lavadora.
- Enseñar a utilizar el ordenador, a otros hermanos.
- Planchar o doblar la ropa.
- Orden y revisión de la despensa.
- Preparar lista de la compra.
- Acompañar a papá y mamá a comprar y a hacer gestiones diversas.
En fin, seguro que se os ocurren muchos encargos más. Pero, ¿no os parece que una
buena organización familiar y una buena distribución de tareas es, sobre todo, un
medio de amor, de mejora personal y unidad familiar?
Como dice un buen amigo, el amor es como los idiomas, que si no los cultivas cada
día, se olvidan. Pues actualicemos el amor en detalles concretos y cotidianos. ¡En eso
estamos todos! ¿Cuál es vuestra opinión? ¿Es posible o no?
Emili Avilés
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