El escucha

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El Escucha, Beltenebros
Beltenebros
Estoy en medio de la selva, llevo alrededor de tres días investigando la desaparición del señor
Cipriano, y lo único que he hallado son vestigios de tristeza y desesperación. Lleva más de
un año desaparecido y la policía ha desistido de buscarlo. Tienen demasiados casos y superan
su capacidad de actuar. Su esposa cuando me contrató me dijo que si todo era mentira o
charlatanería, que no le diera falsas ilusiones. Está desesperada y soy su última esperanza.
Ser “escucha” no es sencillo, ya que todo el tiempo uno oye lamentos e historias de espíritus
que han muerto hace muchos años. Voces distantes y dispares que hablan diferentes lenguas
al mismo tiempo. Uno puede llegar a volverse loco. Toma tiempo dominar este don o
maldición, según se vea. A veces uno queda prendado de una historia y decide escucharla
hasta el final, pero puede ser toda una vida, un evento o una confesión. Muchos espíritus
están muertos y no lo saben, cuentan sus historias buscando que alguien les ayude, pero es
desesperante pues uno no se puede comunicar, sólo escuchar.
Cipriano había tomado la carretera para ir al supermercado, nunca volvió, su carro fue
encontrado a seis kilómetros fuera del camino. No se ha encontrado el cuerpo y se cree fue
asesinado por rencillas contra alguna banda criminal. He buscado alrededor de donde fue
encontrado el carro y sólo he hallado voces de inmigrantes que buscaban algún refugio,
mujeres moribundas que fueron enterradas y niños abandonados a su suerte. ¿Cómo poder
seguir buscando, si a cada paso que voy encuentro una nueva voz que grita y clama justicia?
No dejo de pensar ¿cómo podemos ser libres y lograr nuestras metas y sueños, si nos
desaparecen y destruyen tal como nuestras ilusiones?
Hoy he decidido adentrarme en la selva. Mientras camino quisiera no poder escuchar a los
muertos, porque el dolor y la tristeza son tan amplios y profundos que me destrozan. Escucho
la historia de un hombre que fue sacado de la carretera a punta de pistola. El espíritu pide
ayuda, dice que no sabe nada de la plantación, que no es un espía del gobierno. Los hombres
que lo sacaron parece que sólo querían alejarlo de algo. Los maldice, les promete
propiedades; ahora les pide que no se burlen de él, parece que al final lo mataron por gusto.
El espíritu grita, su voz se diluye, y después de la conmoción vuelve a contar la misma
historia. Escuchó una mujer que llora y que reza a Dios, << ¿Dónde está, cómo permite que
sus creaturas sufran así?>>, su espíritu habla de una lucha contra sus opresores, les dice que
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les dará todo el dinero que quieran, pero que no la toquen… no puedo oír más. Debo salir de
aquí.
La única forma de mitigar las voces es colocándose una venda roja con alcohol de caña, sin
embargo escucho una voz que llama a una mujer: “ALMA”, es la esposa de Cipriano. La voz
viene de las raíces de un árbol. Ahí está el espíritu que cuenta sus últimos minutos en vida.
La voz jadea, parece que lo perseguían. Algo le reclamaban a Cipriano. El espíritu jura que
ya no investigará ni publicará nada, “borraré toda la información que tenga”, dice. El espíritu
luego cuenta que los hombres lo golpearon sin piedad y lo dejaron morirse. El espíritu llama
a Alma tres veces antes de desvanecerse, y comienza de nuevo la misma historia. Los
recuerdos y lo sucedido se confunden en una sola voz que narra su muerte.
Cavo entre las raíces y hallo un cráneo quebrado: no hay más. Seguro volvieron sus asesinos
para desaparecer el cuerpo.
Abatido regreso al pueblo. Miles de voces piden ayuda, están desesperados. Son miles que
no encontraran paz mientras sean sombras sin nombre.
Alma me da las gracias después de explicarle lo que le sucedió a su esposo. Su consuelo es
cruel. Mientras la despido, decido colocarme una venda roja en la cabeza, pero es imposible
desde ahora no oír a los ausentes.
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