Introducción 5 10 15 20 25 30 35 40 A pesar de los casi cuatro siglos que nos separan de la Época Barroca en que vivió y murió la bella e inteligente monja mexicana Juana Ramírez, su vida incita mi particular interés. Como hilo conductor de mi monografía servirá el interrogante de lo que significan sus denominadas 'bellezas'. Trataré de encontrar aquellos aspectos de su vida que parecen especialmente interesantes para una mujer de mi generación: fines del siglo veinte. No me interesa lo que la Edad Barroca solía considerar belleza lírica, a saber: la complejidad de las estructuras rítmicas, la maestría de los metros y la felicidad de las rimas. Disponemos de dos fuentes para conocer la vida de Juana Ramírez (1648-1695). El jesuita Calleja, que sostuvo una extensa correspondencia con ella, escribió una narración edificante en la que interpreta los más insignificantes incidentes de su vida como signos de su camino hacia la santidad. Otra fuente primordial es su carta al obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz ("Respuesta a Sor Filotea de la Cruz") que más que una autobiografía es una autodefensa. Me voy a basar primordialmente en la extensa biografía de Octavio Paz que lleva por título "Sor Juana Inés de la Cruz o las Trampas de la fe" que fue publicado en la editorial Seix Barral en Barcelona por primera vez en 1982 y por cuarta vez en 1990, año en que le fue otorgado el Premio Nobel al autor mexicano. 1. Infancia: curiosidad y afán por saber Juana Ramírez de Asbaje nació en San Miguel Nepantla, un pueblo en las faldas del Popocatépetl, donde los rayos solares / me mirasen de hito en hito / no bizcos / como a otras partes, según dice su yo poético en un romance. Resulta patente a través de sus palabras que se expresa con belleza poética. Vino al mundo en 1648. Tuvo dos hermanas y tres hermanos de dos padres diferentes. No se sabe nada de su padre Pedro Manuel de Asbaje. Por desgracia Sor Juana nunca habló de su padre o de sus familiares. La familia materna, en la que abundan los militares y clérigos, era criolla. Se sabe poquísimo de su infancia y lo poco que sabemos es lo que ella nos deja adivinar en su Respuesta a sor Filotea de la Cruz (1691). Esa Respuesta es un examen de conciencia en la que cuenta el origen de su pasión por las letras y trata de explicarlo y justificarlo. A menudo nos deja vislumbrar que en su infancia fue risueña, despierta, vivaz y juguetona. En la edad madura, agudeza y donaire fueron los rasgos que la distinguieron. Al contrario de Santa Teresa debió haber sido más soñadora. Nunca perdió su curiosidad que es la clave de su destino. Tan grande fue que a los tres años engañó a su madre para que le dieran lecciones y no comía queso porque le habían dicho que entontecía. Fue así que a los siete años la niña prodigio ya sabía leer y escribir y pidió a su madre que la enviara a la universidad vestida de hombre. Pero en vano. Por eso se consoló estudiando en la biblioteca de su abuelo, Pedro Ramírez. Para aprender gramática se cortaba el pelo cada vez que en un determinado tiempo no había aprendido una lección. Le molestaba una cabeza vestida de cabellos que estaba al mismo tiempo desnuda de noticias (Respuesta). Esta antítesis pertenece 1 45 50 55 60 65 70 75 80 a la Edad Barroca y abunda en los poemas de Sor Juana. Utiliza ese tópico de la casuística amorosa de acuerdo con la tradición que se remonta al siglo XVII. La antítesis y el juego dialéctico no carecen del encanto que posee el contraste del negroblanco, si es posible explicar ese concepto teórico con la ayuda del simbolismo de los colores. Pondré otro ejemplo: Acusa a los hombres por los vicios que ellos reprueban en las mujeres. Con ello Sor Juana se adelanta a su tiempo que fue acentuadamente masculino. En su siglo vivió un cierto Quevedo que dijo: "Mujer que dura un mes se vuelve plaga" (cit. en TF 400). Y su amigo, el padre Calleja dice, que la soltería le hubiera expuesto "a ser pares blanca borroneada por los hombres". Casi nunca, como ya dije, menciona a su padre. En todo caso la imagen que tuvo de él fue una mezcla de resentimiento, nostalgia y quizá secreta admiración. Octavio Paz relata en su biografía de Sor Juana que el mundo de los libros debe haber atraído a Inés de la Cruz porque en su época estaba generalmente cerrado no sólo a la mayoría de las mujeres sino también a la de los hombres. Paz ve una relación entre la ausencia de su padre y la agresividad de su padrastro y la búsqueda de Sor Juana de una cierta virilidad pacificada en el mundo de los libros. A los ocho o diez años fue enviada a México para que viviera con parientes. La acogieron a Juana una tía materna y su esposo. En ese tiempo crecía su fama de sabiduría y belleza. Después de haber vivido años con los Mata fueron ellos que la presentaron a la virreina, doña Leonor Carreto, marquesa de Mancera. La impresionó profundamente y fue inmediatamente admitida en su servicio. Conquistó rápidamente el favor de la marquesa a la que dedicó numerosos sonetos. Cuando murió su protectora y amiga Sor Juana escribió lágrimas negras de mi pluma triste (cit. en TF 189) En comparación con los poemas cortesanos (sobre todo elogios a sus protectores, loas, poemas para los festejos y ceremonias) los poemas de amor no son muchos, sólo contamos cerca de cincuenta. Los poemas religiosos (villancicos para las catedrales) aún son menos numerosos, sólo dieciséis. Además dedicó sonetos a las tres heroínas romanas Lucrecia, violada por Tarquino, Julia, la mujer de Pompeyo y Porcia, la valerosa hija de Catón y mujer de Marco Bruto para defender su sexo y su pasión por las letras. Sus escritos eróticos son excepcionales como las famosas cartas de la Monja portuguesa y las cartas de Eloísa. Casi no cabe duda que Sor Juana conociera durante sus años en la corte virreinal el amor. A pesar de que nunca son vulgares, sus poemas eróticos escandalizaban a algunos de sus contemporáneos por las expresiones excesivamente sensuales. Le fue reprobado la confusión entre el éxtasis divino y el acto sexual. Sor Juana llama amante dulce a Cristo y dice que ha entrado en persona en ella. Aunque haya sido común, la mezcla entre el lenguaje de la religión y del amor - sobre todo en la mística -, semejantes comparaciones rozaban la herejía. La época de la Edad Barroca abundaba en hombres flagelantes, costumbre que se refleja en los versos de Sor Juana que hablan del autocastigo y a la vez del tormento que causa el amor: 85 De mí misma soy verdugo y soy cárcel de mí misma muero a manos de la cosa que más quiero el amor que le tengo es el motivo de matarme 90 1 2. Doble hermosura Su doble hermosura consiste, por un lado en su apariencia, sus encantos físicos y por otro lado en la belleza de sus pensamientos y los sentimientos expresados en sus poemas. Si tienen por fondo amores reales o no, no importa para juzgar la hermosura, fuerza y la viva elegancia de expresión así como las valientes verdades universales que inventó (Si los riesgos del mar considerara, / ninguno se embarcara) 1 . Tampoco es preciso buscar explicaciones en la Época Barroca cuando se reflejan en su poesía sentimientos humanos que son universales. Los dos retratos de Miranda y Cabrera nos muestran una mujer de unos treinta años. Lleva puesta una falda de campana que cae hasta los pies terminando en una orla azul pálido. La túnica es blanca, con mangas muy amplias. Los pliegues del hábito ocultan y acentúan a la vez su fina figura. En los dos retratos la mano izquierda "acaricia" (O. Paz 357) las cuentas de su rosario que casi toca el suelo. Las tocas negras cubren la cabeza como una melena de pelo negro de modo que subrayan la vaga sensualidad de la monja en lugar de ocultar su femenidad. El óvalo del rostro es lleno. Los ojos son serios y su rostro gana majestad gracias a los dos arcos de cejas gruesas, como ella dice. Su porte es acentuadamente elegante. Sobre el pecho lleva un escudito de metal o pergamino pintado con alguna escena religiosa. Sin embargo los enemigos de la coloración erótica de los poemas de la monja literata callaban mientras Sor Juana gozaba de la protección de sus amigos influyentes. Una prueba de imaginación hermosa es la descripción de la cintura de Lisarda sobre la que rima con las siguientes palabras: tan delgada, / que en una línea quede ya pintada. Igualmente sorprendente es la alabanza a la mano, al vestido y al porte de Lisarda que resulta impresionante: 95 100 105 110 115 Es pues, blanca y hermosa con exceso, porque es de carne y hueso ... y la estima, bizarra, más que no porque luce, porque agarra. 120 Un adorno garboso y no afectado, que parece descuido y es cuidado; un aire con que arrastra la tal niña con aseado desprecio la basquiña [=falda] en que se van pegando las almas entre el polvo que va hollando. (cit. en TF 403) 125 130 Otras imágenes de atrevida hermosura son el de la mariposa simple / amante que en tornos ciegos / es despojo de la llama (cit. en TF 289) así como el de la mano del niño que se hiere al acariciar el cuchillo o el del galán vestido de rayos. Gracias a la felicidad de las rimas los versos son fluídos de modo que se leen fácilmente como si fueran canciones o lenguaje del hablar cotidiano. En este sentido 135 1 José Carlos González Boixo: Sor Juana. Poesía Lírica, pág. 256. 1 140 145 150 155 160 resulta muy moderna su poesía ya que los poetas de hoy suelen incorporar en sus escritos el lenguaje familiar. La impresión de ligereza que surge, complace. El lenguaje erótico se confundía con el lenguaje familiar y aún hoy es frecuente en México llamar a la mujer madre y al marido hijo. Dominaba una gran variedad de formas y de tono. La coquetería no la abandonó nunca del todo. Mandó mil besos en recompensa / sin que parezca delito, / pues quien da y besa, no peca (Romance 23, cit. en TF 256). Se hallan momentos en las que los conceptos parecen bailar. Sus imágenes poéticas no siempre son a la vez atrevidas y originales. Apenas lo son en el caso de los elogios a sus protectores porque Sor Juana seguía la tradición barroca que abunda en hipérboles de modo que llamó sol al rey, astros a los príncipes y deidades a las marquesas y a las condesas. Igual que en los poemas de amor, Sor Juana afirma en los poemas morales que el amor más alto es aquél que no necesita reciprocidad. De ahí fue considerado culpable el deseo de ser amado por no ser humano sino divino. Es muy probable que Sor Juana no se diera cuenta de que amar sin buscar correspondencia es heroísmo. Aparte de los poemas escribió tres autos sacramentales. En "El mártir del Sacramento" dos estudiantes disputan sobre cuál es la mayor muestra de amor (fineza) de Cristo: su muerte o habernos dejado el Sacramento de la Eucaristía, en el que se da como alimento de inmortalidad. A mi entender se puede también hablar de la más hermosa muestra o acción de amor (en vez de fineza). También los poemas morales hablan de la hermosura. El motivo del Carpe diem surge en los dos versos que es fortuna morirte siendo hermosa y no con el ultraje de ser vieja O. Paz destaca versos de un realismo casi brutal: 165 tengo entre ambas manos ambos ojos y solamente lo que toco veo (cit. en TF 393) Además escribió sonetos fúnebres que colindan con la poesía moral. En memoria a su amiga y protectora Leonor Carreto que murió cuando regresaba a España rimó: 170 175 180 y lamente el Amor su amarga suerte pues si antes, ambicioso de gozarte deseó tener ojos para verte, ya le sirvieran sólo de llorarte Sus romances epistolares contienen pasajes irónicos y jocosos. Incluso aquellos en que trata temas más bien serios. Supongo que su respuesta a un poeta que le había llamado Fénix es un ejemplo de la gracia barroca. Dijo que aceptaría que la enfenicen pues hay quien se ensalamandra, a condición de que no la exhibieron en los andurriales de Italia y Francia, que son amigas de novedades. Añadió que gracias a su conversión en Fénix no he de moler chocolate, / ni me ha de moler a mí / quien viniera a visitarme. A mi juicio el tono resulta ligeramente infantil, rayano en la tontería y estéril el mecanismo verbal de los juegos de palabras que Sor Juana 1 cultivaba en exceso. Otro ejemplo de su frescura - en ambos sentidos de la palabra es un epigrama que tiene por blanco a una fea presumida, a la que dice que por su cara no le darían el premio de la hermosura sino el de la virginidad. Estos poemas con sal picaresca (Mendés Plancarte) fueron publicados con su aprobación. 185 3. Tomar el velo En la época de Sor Juana había en México casi cincuenta conventos de frailes y de monjas. Eso no es extraño ya que el claustro fue una profesión como cualquier otra por la que se debía pagar, además, dote. Las monjas practicaban la música, el teatro, el baile, la costura o la cocina, es decir se dedicaron a quehaceres que son 'adornos' de la vida. Si no hubiera declarado ser hija legítima y sin la ayuda financiera de un pariente benefactor, Sor Juana no habría podido profesar en 1669. En aquel entonces las órdenes monásticas eran poderosas porque eran ricas. Durante nueve años Sor Juana desempeñó la función de contadora y archivista contribuyendo al poder de su orden. Además dirigía las obras de construcción. Para entender su condición de mujer conviene preguntar: Dime cómo vives y te digo quién eres. Sor Juana adornaba su celda con obsequios, por ejemplo, con la diadema de plumas como la de los jefes aztecas que le envió en una ocasión la condesa de Paredes. 2 Quería como a niños a los aparatos científicos y musicales que colocaba en su celda según se dice en el lenguaje cinematográfico de una película de los años noventa. 3 Su biblioteca y su colección de objetos científicos convirtió su celda en una casa grande como el mundo. Disponía de una de las amplias celdas que consistían en general en dos pisos, de modo que cada monja podía disfrutar una vida separada aunque la regla exigía la vida en común. No siempre se reunían, ni siquiera para comer ya que cada celda poseía una cocina. Igual que el voto de la vida común ni el voto de pobreza ni el de la clausura fue observado muy rígidamente. Las relaciones con el mundo exterior fueron estrechas gracias a las representaciones teatrales y a las comidas. Tanto los agasajos como las comidas gozaban de gran reputación. Rejas de madera no separaban siempre a los invitados de las monjas, que por encima de todo se mostraban con el rostro descubierto. Con justicia se puede hablar de una suerte de salón en el que había sido convertido el locutorio del convento dónde se disputaba sobre teología bebiendo tazas de chocolate, comiendo bizcochos y fruta. Aún en la cocina Sor Juana no podía negar su vocación por el conocimiento. Guisando solía reflexionar: ?qué os pudiera contar de los secretos naturales que he descubierto estando guisando? [...] ?qué podemos saber las mujeres sino filosofía de cocina? Y añadió: si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito. Y la harina no le servía para pasteles sino para experimentos científicos, como testimonia en su Respuesta: 190 195 200 205 210 215 220 225 2 Como Eva Perón no podía abandonar del todo cierto lujo. "Yo, la peor de todas". Directora: Ma. Luisa Bemberg. 1990/105 min. Largometraje argentino/francés. 3 1 230 235 240 245 250 255 260 Estaban en mi presencia dos niñas jugando con un trompo, y apenas yo vi el movimiento y la figura cuando empecé, con esta mi locura, a considerar el fácil moto de la forma esférica y cómo duraba el impulso ya impreso e independiente de su causa, pues distante la mano de la niña, que era la causa motiva, bailaba el trompillo; y no contenta con esto, hice traer harina y cernerla para que, en bailando el trompo encima, se conociera si eran círculos perfectos o no los que describía con su movimiento. Es curioso que en los patios de los conventos se bailaran danzas mundanas y no es poco probable que descubriera, al bailar, no pocos secretos. Cuando una vez le prohibieron los libros no pudieron prohibirle estudiar. No podía dejar de estudiar todas las cosas que Dios crió, es decir todo lo que contemplaba le produjo una reacción intelectual. La libertad que gozaba Sor Juana no es de poca importancia en una sociedad en la que se pensaba que el orden cósmico - y no el caos cósmico - coincidía con el orden social y que fue estrictamente jerárquico y arreglado por etiquetas. La lealtad de los vasallos al señor y el amor del príncipe a sus súbditos garantizaban la paz social. A pesar de que Sor Juana vivió en una época rica en monjas que se martirizaban, ella afortunadamente, como todos los seres superiores, no quería ni ser santa ni pecadora, sino conservar su equilibrio físico y mental y dedicarse a su verdadera pasión: el conocimiento. Sor Juana no ha pedido a sus hermanas que le marcaran la frente con un hierro con la leyenda que dice, por ejemplo, "Esclava del demonio" o "Esclava del amor". Escribía infatigablemente cartas, sobre todo al padre Diego Calleja, que le mandaba oro mental. Parece un acto y una prueba de adoración como es el regalar joyas a beldades. A lo largo del tiempo ganó influencia hasta tal punto que podía hasta pedir la vida de un condenado a muerte. Se valió de sus influencias para favorecer a sus parientes. Fue una gran diplomática. El medio de comunicación privilegiado entre el convento y el palacio fue la poesía palaciega lo que explica en parte la facilidad con la que solía escribir Sor Juana. "Como Minerva de la cabeza de Júpiter, su poesía nació armada de punta en blanco" (O.Paz 191). No sentía ninguna vocación por el matrimonio: total negación al matrimonio dijo en su Respuesta. Espiritualmente se declaró andrógina. En uno de sus poemas se hallan estas líneas: 265 270 no soy mujer que a alguno de mujer pueda servirle sólo sé que mi cuerpo sin que a uno u otro se incline es neutro, o abstracto, cuanto sólo el alma deposite 1 4. C o n c l u s i ó n 275 280 285 290 A la hora de evaluar lo dicho hay que indicar que, a mi entender, se presta demasiada poca atención a la denominada 'beldad' de los pensamientos o del entendimiento según dice Sor Juana. En su obra más personal, el "Sueño", defiende la hermosura del entendimiento frente a la vanidad de la belleza física. Son increíblemente ricas las modelos como Claudia Schiffer y escandalosamente pobres las poetas como Ingeborg Bachmann. La edad y la madurez cuentan poco en nuestra sociedad para la que la vejez es un horror y en la que un Top Baby como Gianne Albertoni mejor no piense nunca en su vejez para no perder su adorable mirada de ingenuidad y candor. Mi intención era discutir algunos momentos de la condición de mujer de Sor Juana y la idea de que la beldad de algunos de los versos de Sor Juana sobrevive a los siglos mientras que la hermosura - mejor dicho: lo que se vende por hermosura - sobrevive en el caso de un Top Baby muy probablemente sólo un verano. Aunque considero la doble hermosura esencial para una vida satisfactoria y para gozar la vida plenamente no hay que caer en un entusiasmo absoluto de toda clase de belleza. Al contrario, sé muy bien que si la vida sólo consistiera en ser bonita uno podría acostarse en la tumba a los treinta años. 1