VIERNES 3 21’30 h. Entrada libre (hasta completar aforo) Salón de actos de la E.T.S. de Ingeniería de Edificación (antigua E.U. de Arquitectura Técnica) LA PRINCESA DE LAS OSTRAS (1919) Alemania 60 min. Título Orig.- Die Austernprinzessin. Director.- Ernst Lubitsch. Guión.- Hanns Kräly y Ernst Lubitsch. Fotografía.- Theodor Sparkuhl (B/N). Montaje.- Ernst Lubitsch. Música.- (para esta restauración del 2000) Aljoscha Zimmermann. Producción.- Union Film - UFA. Intérpretes.Victor Janson (Quaker, rey de las ostras), Ossi Oswalda (Ossi, su hija), Harry Liedtke (príncipe Nuki), Julius Falkenstein (Josef), Max Kronert (Seligson). Intertítulos en español . Música de sala: La princesa de las ostras (Die Austernprinzessin, 1919) de Ernst Lubitsch Banda sonora (2000) de Aljoscha Zimmermann “Como actor, me encontraba ya tipificado y nadie, aparentemente, escribía un papel que pudiese convenirme. Después de dos éxitos, me encontraba completamente descartado para el cine, y como no tenía ninguna intención de abandonar, comprendí que era necesario que crease mis propios papeles. Con uno de mis amigos actores escribí una serie de films en un acto que vendí a la firma Unión. Yo era el director y el intérprete principal. Así fue cómo me convertí en director. Si mi carrera de actor hubiese progresado sin estorbos, me pregunto si quizás yo nunca habría llegado a ser director de cine.” Ernst Lubitsch Primero fue el actor, el rostro filmado por otros, antes que el director, el que captura los rostros de los demás. Lubitsch protagonizó, en papeles más importantes o episódicos, una decena de películas antes de debutar como realizador, y después, hasta 1920, intervino regularmente en sus propios films. Sus primeros trabajos interpretativos irán siguiendo una pauta de comicidad popular, intencionadamente desenfrenada, gruesa y tosca que le hará ser comparado con Charles Chaplin. Comparación poco afortunada, puesto que el actor-director de Charlot, emigrante (1917) tiene un sentido del timing que el desenfrenado Lubitsch no conoce, su mímica es mucho más rica y menos grosera en sus efectos, un sentido casi coreográfico de los movimientos y una mayor sutileza en la composición del personaje. El estallido de la guerra coincide con la mayor implicación de Lubitsch en el cine. La necesidad compensatoria de la catástrofe bélica supone para la Alemania de la época un aumento en la popularidad de los espectáculos en general y del cine en particular. Al pasar a la escritura de guiones y la dirección, Lubitsch forma su propio grupo de actores más o menos fijo (Emil Jannings, Ossi Oswalda, Pola Negri, Henny Porten y Harry Liedtke), así como de colaboradores asiduos (el guionista Hanns Kräly, que se llevaría con él a Hollywood, el director de fotografía Theodor Sparkhul, el director artístico Kurt Richter, el productor Paul Davidson) y fue dejando gradualmente la interpretación sin olvidar ese bagaje en su concepción general de la dirección de actores, sobre todo en el periodo mudo. Buena parte de la producción alemana de Lubitsch se divide entre las comedias y las farsas grotescas de tres o cuatro actos, con espacio para los melodramas, los dramas históricos y alguna fantasía oriental. Si Lubitsch fue comparado, desafortunadamente, con Chaplin, también en aquel momento había quien era objeto de equiparaciones con Mary Pickford. Ossi Oswalda, esta “Mary Pickford alemana”, sería la intérprete de once films con Lubitsch. En los films con Ossi Oswalda, irá insistiendo en el carácter satírico y agresivo de sus films, haciendo que el slapstick alemán que cultivaba se entrecruce con ideas extraídas de la caricatura gráfica. “Farsa grotesca en cuatro actos de Hanns Kräly y Ernst Lubitsch”. El enunciado no puede ser más clarificador: LA PRINCESA DE LAS OSTRAS es una farsa absoluta que hace de lo grotesco su razón de ser tanto por lo que atañe a los personajes como a las situaciones delirantes a los que son sometidos por el director. Este excelente film se plantea como una sátira sobre las relaciones entre los “nuevos ricos” americanos y la aristocracia prusiana. Al igual que en numerosos films americanos, es una historia de matrimonios de conveniencia, de alianzas de intereses garantizadas por contratos matrimoniales. Un multimillonario “rey de las ostras” norteamericano decide dar a su hija el capricho de un parentesco que la permita acceder a un título nobiliario. Mucho más cercano al humor gráfico que a ninguna otra referencia, el film juega con clave desmadrada, una distorsión satírica tanto sobre los personajes como sobre el ambiente en el que se mueven. La distorsión llega a sus extremos en la presentación figurativa del padre millonario, fumando unos descomunales puros absolutamente imposibles de sostener, acompañado a todas partes por un grupo de criados negros que le rodean y saltan siguiendo sus órdenes, sufriendo los ataques de furia de su hija... Lubitsch la consideraba una de sus obras más importantes, la primera en la que, a ráfagas, abandonó la comedia por la sátira, y la primera, también, en la que asomó un estilo personal; para casi todos los historiadores del cineasta, es el primer film en el que puede afirmarse que aparece el tan socorrido toque Lubitsch: la secuencia del combate de boxeo entre la protagonista y sus compañeras una organización de hijas de millonarios que combaten el alcoholismo- para ver quién regenera, y se lleva a la cama, al borracho más apuesto, lo sería en el capítulo de la sátira de clases; la escena en la que el amigo del pretendiente se dedica a seguir obsesivamente los complejos arabescos dibujados en el suelo de la residencia, mientras espera, durante horas, ser recibido, lo atestiguaría en el apartado del gag psicológico. Texto: Carlos G. Brusco, Ernst Lubitsch, ed.JC, 1988 Quim Casas, “Ernst Lubitsch, etapa muda: formación, maduración y consolidación de un estilo”, en dossier “Ernst Lubitsch”, 1ª parte, rev.Dirigido, noviembre 2010.