Los premios Nadal de novela

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Carmen LAFORET, Nada
(1944)
Por dificultades en el último momento para adquirir billetes, llegué a
Barcelona a medianoche, en un tren distinto del que había anunciado y no me
esperaba nadie.
Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el
contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad
en la noche. La sangre, después del viaje largo y cansado, me empezaba a circular
en las piernas entumecidas y con una sonrisa de asombro miraba la gran estación
de Francia y los grupos que se formaban entre las personas que estaban
aguardando el expreso y los que llegábamos con tres horas de retraso.
El olor especial, el gran rumor de la gente, las luces siempre tristes, tenían
para mí un gran encanto, ya que envolvía todas mis impresiones en la maravilla de
haber llegado por fin a una ciudad grande, adorada en mis ensueños por
desconocida.
Empecé a seguir –una gota entre la corriente- el rumbo de la masa
humana que, cargada de maletas, se volcaba en la salida. Mi equipaje era un
maletón muy pesado –porque estaba casi lleno de libros- y lo llevaba yo misma
con toda la fuerza de mi juventud y de mi ansiosa expectación.
Un aire marino, pesado y fresco, entró en mis pulmones con la primera
sensación confusa de la ciudad: una masa de casas dormidas; de establecimientos
cerrados; de faroles como centinelas borrachos de soledad. Una respiración
grande, dificultosa, venía con el cuchicheo de la madrugada. Muy cerca, a mi
espalda, enfrente de las callejuelas misteriosas que conducen al Borne, sobre mi
corazón excitado, estaba el mar.
Debía parecer una figura extraña con mi aspecto risueño y mi viejo abrigo
que, a impulsos de la brisa, me azotaba las piernas, defendiendo mi maleta,
desconfiada de los obsequiosos “camàlics”.
Recuerdo que, en pocos minutos, me quedé sola en la gran acera, porque
la gente corría a coger los escasos taxis o luchaba por arracimarse en el tranvía.
Uno de esos viejos coches de caballos que han vuelto a surgir después de
la guerra se detuvo delante de mí y lo tomé sin titubear, causando la envidia de un
señor que se lanzaba detrás de él desesperado, agitando el sombrero.
Corrí aquella noche en el desvencijado vehículo, por anchas calles vacías y
atravesé el corazón de la ciudad lleno de luz a toda hora, como yo quería que
estuviese, en un viaje que me pareció corto y que para mí se cargaba de belleza.
Premios literarios
EL PREMIO NADAL DE NOVELA
En los años cuarenta del siglo XX, una vez terminada la
Guerra Civil, en el ámbito literario se crean distintos premios para
favorecer la creación literaria. Los dos más emblemáticos y
prestigiosos aún siguen en pie: el Premio “Adonais” de poesía, que se
falla cada mes de diciembre en Madrid, en torno al día 14 (fiesta de
San Juan de la Cruz). Y el Premio “Nadal” de novela, que se falla
cada año en Barcelona, en torno a la fiesta de los Reyes Magos (6 de
enero).
El prestigioso Premio “Nadal” de novela está ligado al grupo
barcelonés Destino, que durante varias décadas publicó una excelente
revista y que cuenta con la editorial del mismo nombre, en cuya
emblemática colección “Áncora y Delfín” se publican las novelas de
los autores ganadores del premio, así como las de los finalistas.
La importancia del Premio “Nadal” es que siempre ha
apostado por la calidad narrativa y, debido a ello, ha descubierto a
algunos de los mejores narradores de nuestra literatura de la segunda
mitad del siglo XX.
Para percibirlo, basta que citemos narradores como Carmen
Laforet, Miguel Delibes, Sebastián Juan Arbó, Rafael Sánchez
Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Álvaro
Cunqueiro, Francisco García Pavón o, ya más cercanos a nosotros,
Juan José Millás, Alejandro Gándara, Gustavo Martín Garzo, Andrés
Trapiello, Antonio Soler o, en fin, el último galardonado, Felipe
Benítez Reyes, cuya obra, Mercado de espejismos, acaba de aparecer estos
en los escaparates.
Os vamos a recomendar algunas de las mejores novelas
galardonadas con el Premio “Nadal”, con la indicación de la fecha
del premio. Todas ellas están publicadas por la Editorial Destino de
Barcelona, en su colección “Áncora y Delfín”.
•
Carmen Laforet, Nada (1944).
•
Miguel Delibes, La sombra del ciprés es alargada (1947).
•
Sebastián Juan Arbó, Sobre las piedras grises (1948).
•
Elena Quiroga, Viento del Norte (1950).
•
Rafael Sánchez Ferlosio, El Jarama (1956).
•
Carmen Martín Gaite, Entre visillos (1957).
•
Ana María Matute, Primera memoria (1959).
•
Álvaro Cunqueiro, Un hombre que se parecía a Orestes (1968).
•
Francisco García Pavón, Las hermanas coloradas (1959).
•
Jesús Fernández Santos, El libro de la memoria de las cosas (1970).
•
Fernando Arrabal, La torre herida por el rayo (1982).
•
Manuel Vicent, Balada de Caín (1986).
•
Juan José Millás, La soledad era esto (1989).
•
Alejandro Gándara, Ciegas esperanzas (1992).
•
Gustavo Martín Garzo, Las historias de Marta y Fernando (1999).
•
Lorenzo Silva, El alquimista impaciente (2000).
•
Andrés Trapiello, Los amigos del crimen perfecto (2003).
•
Antonio Soler, El camino de los ingleses (2004).
•
Felipe Benítez Reyes, Mercado de espejismos (2007).
La Biblioteca
H O J A V O L A N D E R A , 39
(Información bibliográfica)
I.E.S. “ L A N C I A ”
Curso 2006/2007
Febrero 07
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