Carta a Xalapa - Movimiento Ciudadano Veracruz

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Si no leo me a-burro
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Carta a Xalapa
Esas calles de Xalapa, donde tanto he transitado, donde al
subir se fatiga un corazón ya cansado, esas tu calles Xalapa
cómo las extraño yo. Y me pongo recordar el encanto de tus
casas, su sencillez, sus tejados, los jardines con sus fuentes,
la vista desde el Estadio, el puente de Xallitic con su caserío
a los lados.
El Macuiltépetl, que emerge como un cono allá truncado, la
vista del parque Juárez en un día plenisolado, dejando ver
de Orizaba, de su volcán lo nevado, todo en perfume de flor
y en lo ardiente de una cita, la presencia del amor en una
cara bonita.
Hay que estar lejos de ti para saber apreciar, el sabor que el
español a tu ciudad supo dar, con un poco de Toledo, mas
español ¿qué me das? y el árabe peregrino que también llegó a tu puerta, quiso Dios y fue el destino, que él comercio
paulatino, creciera cual tu floresta.
Recordar todas tus noches, la neblina londinense, el chipi
chipi mentado con las luces reflejadas en el húmedo empedrado, y el silencio interrumpido por el sonido acallado
del agua, que corre franca, por el tubo de un tejado, o los
ladridos de un perro, o el traspiés de algún borracho, o silbato del sereno, triste, húmedo, mojado. O quizás, sea por
la queja de un amor apasionado de amantes no conocidos,
pues ha crecido el poblado.
Allá de ti mi Xalapa, recuerdo con mucho agrado mi niñez,
mi juventud, la escuela, el profesorado, los amigos, compañeros, las amigas y las novias, las dulces noches de gloria,
todo viene a mi memoria. Esa parte de mi historia, ¡oh mi
Dios! ¡No la he olvidado!
El Carnaval, las posadas, de pagano a lo sagrado, del llanto
a las carcajadas, y vuelta hacia lo mundano. Los casinos con
sus bailes, las serenatas perdidas en lo obscuro de las calles,
bajo el dintel de una puerta, mil suspiros, o un desaire. Yo,
como un Hamlet moderno, pensativo como nadie.
Hoy, que he estado tanto tiempo fuera de ti mi Xalapa, y que
guardas el tesoro que más me llega hasta el alma, –ya que
tienes a mi madre– y yo tan lejos ¡caramba! Sólo cuando
yo la sueño hablo con ella, y me encanta cuando me dice
muy quedo, que me lleva cual medalla y junto a su pecho,
prendido al corazón, cual guirnalda. Y me dice que me extraña, y yo de ella sus consuelos, su regaños, su sonrisa, su
sencillez, sus desvelos, su risa tan argentina, sus lágrimas y
sus celos. Sus cambios tan repentinos de: “¡Abre la puerta!
¡No la abras!” La plática de sus ojos, la que no lleva palabras
pero que es tan elocuente, tan clara como el agua. Deseo
regresar a verla, quiero estar con ella en calma y decirle todo
aquello que no le dije. ¡Chinampa!
Por eso y muchas razones descritas anteriormente, quiero
regresar a ti, Xalapa de mis amores, que en tus calles, en
tus flores, en tus ventanas dormidas curaré yo mis heridas,
vivir entre mis recuerdos aunque sean cosas perdidas, y así
ser como el marino cansado de navegar, o quizás como el
viajero, que estuvo en tantos lugares, o como el aventurero,
cansado de aventurar; poder regresar a ti, y así dejar otros
lares, para poder acabar en tu seno, en la curva de tus calles.
Con amor, Carlos Enciso Stuart.
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