XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 APORTES PARA UN DISEÑO E IMPLEMENTACIÓN EFICAZ DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS ANTICORRUPCIÓN Santiago Eyherabide, Diego Freedman, y María Alicia Ginjaume ______________________________ Mención Honorífica Introducción Este trabajo tiene como objeto determinar los lineamientos y los condicionamientos de las políticas públicas anticorrupción. No es posible trazar estrategias más específicas porque depende de las complejas realidades locales 1 , es por ello, que una estrategia eficiente en un país puede no obtener los resultados esperados en otro. Por eso, preferimos un abordaje general, aunque preciso y concreto, de las cuestiones que deben ser tenidas en cuenta para diseñar e implementar una política pública anticorrupción eficaz. Entendemos que se debe atender a la conceptualización 2 del fenómeno, sus causas, las variables que más inciden en su difusión, el desarrollo de estrategias para contenerlo y las obligaciones y consejos establecidos por las normas internacionales. La Corrupción Los problemas al definir la corrupción Debemos comenzar a tratar esta cuestión concordando que toda definición siempre representa un problema a causa de que nuestro lenguaje, con sus virtudes y defectos intrínsecos, no es formal y los términos suelen ser ambiguos, vagos y con carga emotiva 3 . Por ello mismo, precisar el significado de un concepto, refiriéndolo a una realidad concreta y permitiendo así la comunicación interpersonal, resulta una tarea difícil. Más aún cuando la realidad que pretende ser abarcada presenta características diversas siendo multiforme, como es el caso de la corrupción. De todos modos, no podemos prescindir de las definiciones conceptuales y de trabajar en su precisión, ya que de lo contrario veríamos dificultada la comunicación interpersonal y se generarían discrepancias acerca de cuál es la realidad referida por el concepto 4 . En relación con el concepto de corrupción observamos que existen las problemáticas aludidas. Con este término pretendemos comprender una serie de fenómenos que incluyen desde el pago de una suma de dinero por parte de una empresa a un funcionario a cambio de la adjudicación de una obra pública hasta el uso por parte de un funcionario superior de sus empleados administrativos para trámites personales 5 . Ante esta dificultad, los doctrinarios, con gran esfuerzo teórico, han tratado de vislumbrar cuáles son las aristas comunes de los diferentes fenómenos que son considerados hechos de corrupción, para construir un concepto. En este sentido, cabe señalar que, partiendo de la etimología de la palabra, se ha considerado que la conducta corrupta consiste en la obtención de una ganancia injusta o indebida 6 . Sin embargo, esta conceptualización es sumamente amplia, muchas ganancias nos parecerían injustas e intuitivamente no estamos tan seguros de considerarlas como hechos de corrupción. Tal sería el caso de una empresa de servicios públicos que recibió una concesión muy favorable o, más 1 Nos referimos a los diferentes sistemas jurídicos, las prácticas de los operadores, las tradiciones culturales, la situación socioeconómica, etc. 2 El presidente del Comité Especial encargado de negociar una convención contra la corrupción, Héctor Charry Samper, en el cuarto período de sesiones “...señaló especialmente a la atención del Comité Especial algunas cuestiones como la definición del término corrupción...”. 3 Carlos Nino 1996:259. 4 Ian Hacking 1975:13, 15. 5 Claudio G. Jones Tamayo 2002:3. 6 Gerald E. Caiden 1997:3. XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 llanamente, la adquisición de un bien a través de un robo con armas. Evidentemente, hay que sumar más elementos para la definición. Con un alto grado de sofisticación jurídica, Malem Seña realiza un notable esfuerzo teórico para concluir que “[s]e pueden definir los actos de corrupción, entonces, como aquellos que constituyan la violación, activa o pasiva, de un deber posicional o del incumplimiento de alguna función específica realizados en un marco de discreción con el objeto de obtener un beneficio extraposicional, cualquiera sea su naturaleza” 7 . Tratando de desentreñar y simplicar el concepto, entendemos que comprende a todos aquellos actos que impliquen un apartamiento de un deber, pero no de cualquiera, sino a los que son fijados por una norma jurídica. Estos actos pueden ser tanto activos como omisivos. Es decir, que el individuo comete una conducta especialmente prohibida u omite una conducta que le era ordenada. Evidentemente, el autor de esta conducta debe tener cierto marco de discreción que le facilita el incumplimiento de la normativa. Por último, cabe detenerse en que la finalidad de la conducta –el aspecto interno- es obtener un beneficio extraposicional, o sea, una ventaja que no le debe corresponder por la función en que se desempeña el autor de la conducta señalada como corrupta. En conclusión los elementos serían: 1) Una conducta desviada de lo dispuesto por la norma. Veríamos que cuando la norma jurídica impone a la persona “X” que realice la “conducta A”, éste omite la “conducta A”; o la norma jurídica prohíbe la “conducta B” y éste realiza la “conducta B”. 2) La norma dispone que a la persona “X” le corresponde sólo el beneficio “1”. Pero la persona “X” realiza la “conducta B” o no realiza la “conducta A” con el fin de obtener el beneficio “2”, que es extraposicional. Creemos que una definición de este tipo conformaría a muchos, seguramente delimita mucho más la realidad que observamos cuando estudiamos el fenómeno de la corrupción. De lo expuesto, resolvemos apuntar nuestra mirada hacia los funcionarios que cuentan con cierta facultad discrecional en el ejercicio del poder, lo que facilita el incumplimiento de sus obligaciones, y no contra los empleados de menor jerarquía. No observaremos cualquier tipo de conducta, sino las que impliquen incumplimientos normativos, lo cual hace referencia, aparentemente, a una afectación del marco jurídico. Posiblemente, estas observaciones preliminares –margen de discreción e incumplimiento normativo- nos ayuden para verificar que el funcionario actúa guiado para obtener beneficios extraposicionales. Téngase en cuenta que por encontrarse en la esfera subjetiva, existe una imposibilidad para probar a ciencia cierta las motivaciones individuales, a menos que se obtenga y se admita la valoración de la prueba confesional. Ahora bien, un problema de esta definición es que un soborno destinado a provocar que el funcionario cumpla con su deber o lo haga de modo más pronto o eficiente podría quedar afuera de este concepto. ¿Podríamos afirmar que el funcionario que cumple con su deber está cometiendo un hecho de corrupción según la definición de Malem Seña? Es que el elemento “1” parece no ser cumplido en estos supuestos. Precisamente, ¡la persona “X” realiza la “conducta A” o no realiza la “conducta B”! Este tipo de hechos, denominados “pagos de engrase” presentan la dificultad de que el funcionario cumple con su deber, no viola una norma jurídica que le impone un deber de conducta. Las posibles respuestas son dos: (a) dejamos al margen los “pagos de engrase” y consideramos que estos hechos no deben ser entendidos como actos de corrupción; lo cual no significaría que queden impunes, ya sea en el ámbito administrativo o penal, sino sólo que quedarán afuera de lo que nosotros entendemos y visualizamos como corrupción, como tantas otras conductas sancionadas por el orden jurídico. La otra posibilidad (b) es considerar una reforma a la definición originalmente propuesta sobre la base del desarrollo teórico de Malem Seña para que este supuesto 7 Jorge E. Malem Seña 2002:35. Debe hacerse la aclaración que este autor intenta utilizar un mismo concepto para definir actos de corrupción en ámbitos públicos y privados, de allí que ni se mencione en su definición el término “público”. 2 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 quede comprendido. Si desarrollamos una definición que pretenda incluir el supuesto, observamos que el elemento “1” quedaría definido de la siguiente manera: 1) La norma jurídica impone a la persona “X” que realice la “conducta A”, éste omite la “conducta A” o realiza la “conducta A”; o la norma jurídica prohíbe la “conducta B” y éste realiza la “conducta B” o no realiza la “conducta B” . Esto necesariamente implica que este elemento pierda todo sentido en la definición del concepto de corrupción porque cualquier conducta de la persona, si está presente el elemento “2”, o sea, si actúa para recibir un beneficio extraposicional, implica la comisión de un acto de corrupción. ¿Para qué vamos a fijarnos si está presente el elemento “1”, si lo único relevante es el elemento “2”? Consecuentemente, lo central del accionar del funcionario público no será precisamente la manifestación objetiva de una conducta que se aleja de la normativa, el incumplimiento de sus deberes activos u omisivos; sino su motivación, es allí donde tenemos que detenernos. El funcionario actúa u omite una conducta, que puede cumplir o no la norma jurídica que lo regula, para obtener un beneficio extraposicional que no le corresponde. No se motiva por el deber estatal, por progresar en la carrera administrativa o por ser leal a los fines que se han consensuado en las políticas de gobierno; sino que actúa teniendo en miras la obtención de un beneficio que no le debe corresponder. Además de las limitaciones apuntadas creemos que el concepto puede presentar, en otros contextos, demasiada amplitud, al contener supuestos que no dudaríamos en dejar al margen del fenómeno que usualmente denominamos corrupción. En primer lugar, dado que Malem Seña comprende bajo el término corrupción tanto el ámbito público como el privado, si nos atenemos a su propuesta, debería considerarse corrupción el caso en el que un obrero de la construcción, en ocasión de su trabajo, usa su martillo para asesinar a un compañero que no le cae bien; o no ajusta debidamente las cuerdas que sostienen un andamio con el mismo propósito. Su beneficio sería extraposicional (la muerte de alguien que le disgusta) y el obrero estaría violando su obligación posicional de seguridad, pero intuitivamente todos estaríamos de acuerdo en calificar este hecho como un homicidio y no como corrupción. Pero además, esta situación puede darse incluso si nos atenemos exclusivamente al ámbito público. Tal sería el caso de un funcionario que, en ocasión de sus funciones, investiga las relaciones extramatrimoniales de otro funcionario y luego le pide dinero propio a cambio de su silencio. Este hecho es otro caso que, independientemente de constituir un supuesto de extorsión, intuitivamente no creemos conveniente encuadrarlo dentro del concepto de corrupción. Ante estas dificultades creemos necesario analizar otras definiciones, como la propuesta por Susan Rose-Ackerman que con mucha menos sofisticación jurídica, pero con una mejor captación del fenómeno, señala que “La corrupción es el uso incorrecto del poder público para obtener beneficios privados” 8 . Esta definición presenta dos elementos: 1) 2) “Uso incorrecto del poder público”. “Finalidad de obtener un beneficio privado”. Antes de analizar esta formulación, debemos aclarar que el concepto de “beneficio privado” que utiliza Rose-Ackerman no se refiere a los beneficios salariales y de ascenso en la carrera 8 Susan Rose-Ackerman 2001:125. Esta definición está pensando, a diferencia de Malem Seña, exclusivamente en la corrupción pública, de allí se explica la inclusión del término “poder público”. Debemos aclarar que es muy similar a la definición propuesta por Robert Klitgaard cuando dice que “[e]xiste corrupción cuando una persona, ilícitamente, pone sus intereses personales por sobre los de las personas y los ideales que está comprometido a servir”, Robert Klitgaard 1994(1):11. 3 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 administrativa que recibe individualmente el funcionario precisamente por ejercer su poder público. Consideramos que el término de “beneficio extraposicional” de Malem Seña no presenta esta ambigüedad. Como crítica a la construcción, debemos decir que el primer elemento, se asemeja mucho al de Malem Seña, si entendemos que por “incorrecto” debemos referirnos a “contrario a las normas jurídicas”. En consecuencia, presentaría la misma problemática que la definición del autor anteriormente analizado. En defensa de Rose-Ackerman podemos decir que tal vez el término de incorrecto no se refiera sólo a una conducta contraria al orden normativo y comprenda la violación de normas éticas. Otra posibilidad es que la autora considere que por sí un ejercicio del poder público con miras a obtener un beneficio privado es, per se, una violación del orden normativo que regula la función pública. El problema de ambas defensas es que vuelve superfluo el concepto de “incorrecto”. Sólo bastaba decir que la conducta estaba motivada en la obtención de un beneficio privado y que por ello viola normas éticas o afecta el orden normativo. La acción sería contraria a la ética o antijurídica por la finalidad del accionar del autor de obtener beneficios privados pero no por incumplir objetivamente un deber activo u omisivo particular en el ejercicio de su función. Esta parece ser la interpretación que hace Joseph Nye cuando sostiene que por corrupción debe entenderse a "[u]n comportamiento que se aparta de los deberes normales de la función pública debido a que atiende a lo privado (familia, allegados) o ganancias pecuniarias o de estatus; o quebranta las reglas en contra del ejercicio de ciertos tipos de influencia que atienden a lo privado. Esto incluye comportamientos tales como el soborno (el uso de recompensas para pervertir el juicio de una persona en posición de confianza); el nepotismo (el otorgamiento de patrocinio por razones de relación atribuida en lugar de méritos); y la malversación de los fondos públicos para usos privados" 9 . En este caso el comportamiento se aparta de los deberes del funcionario público porque tienen en miras la obtención de ganancias privadas. El elemento central y definitorio es la finalidad individual y no el apartamiento objetivo a la norma. En consecuencia, el elemento antes identificado como “2” es en realidad el definitorio de una conducta corrupta, que quedaría definida de la siguiente forma. La norma dispone que a la persona “X” le corresponde sólo el beneficio “1”. Pero la persona “X” realiza una conducta para obtener el beneficio “2”, que es extraposicional. Pese a que esta definición resulta bastante clara, creemos que es un tanto laxa a la hora de proponer medidas políticas, siendo necesario una mayor delimitación que permita precisar y afinar propuestas de reducción de la corrupción. Para ello utilizaremos en nuestro análisis una versión muy simplificada, pero extendida, de la teoría de la planificación económica. Nuestra propuesta de definición Teoría de la planificación económica Presuponemos que hay una serie de variables que afectan a la sociedad civil y que generalmente son administradas por el Estado. Tradicionalmente, la teoría de la planificación económica 10 se ha dedicado a estudiar y determinar cuáles son las escalas óptimas del conjunto de variables de contenido económico en el marco de una economía planificada. Esto puede implicar que se deba fijar desde la magnitud del PBI, el nivel de empleo o inflación de precios hasta la cantidad exacta de zapatillas que debe producir el sector de la industria del calzado. El vector que contiene todas las variables que se ha decidido determinar desde el Estado y los valores que se desea alcanzar de cada una de ellas se lo denomina “función social objetivo” y está sujeta a que sea factible teniendo en cuenta los recursos disponibles en la sociedad. Hasta aquí hemos considerado la función social objetivo conformada por variables 9 Joseph S. Nye 1967:966 en Gerald E. Caiden 1997:7. Un minucioso desarrollo puede encontrarse en G. M. Heal 1997. 10 4 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 estrictamente económicas. Sin embargo, no existe ningún obstáculo teórico para relajar este aspecto. En primer lugar podemos incluir en el vector que contiene las variables de la función social objetivo componentes que no sean estrictamente económicos, como por ejemplo, el nivel de igualdad de derechos que impera en la sociedad, el grado de respeto a la vida que se debe garantizar y cualquier otra cuestión que se considere de importancia administrar y garantizar desde el Estado en beneficio de la sociedad civil. En este sentido debe entenderse que un Estado Constitucional de Derecho o respetuoso de los derechos humanos está obligado a garantizar una serie de variables conocidas como garantías constitucionales o derechos humanos. Una vez incorporados estos aspectos en la función social objetivo resulta más que obvio que los valores que pueden asumir cada una de las variables que lo componen no es único. Dentro de lo que las limitaciones dadas por el contexto (recursos disponibles) lo permiten, existe un conjunto amplio de opciones factibles que puede adoptar el conjunto de variables sociales consideradas relevantes. Así, podría elegirse, entre muchas otras cosas, un alto nivel de igualdad social o uno bajo. Desde ya vale expresar que cuando se asigna un valor concreto a una variable, se afectan los valores de algunas o todas las demás. Entre todas las opciones posibles, una sola de ellas será la función social objetivo. La pregunta que surge inmediatamente es: ¿Quién y cómo decide cuál será la opción que sea elegida como función social objetivo? La respuesta depende del régimen político imperante en la sociedad de que se trate. En un Estado con un gobierno autoritario, la función social objetivo será decidida por el dictador o por el grupo social que ejerza monopólicamente el poder de acuerdo a sus propios intereses y visiones personales. En un Estado democrático, en cambio, la función social objetivo, en general, es decidida tras una deliberación por los representantes elegidos por el voto popular 11 . Esto garantiza que en la adopción de decisiones estén representados y se tengan en cuenta los intereses de todos los grupos de la sociedad civil. Asimismo, debemos advertir que los integrantes de la sociedad no eligen directamente el valor de cada una de las variables, es decir, que no votan para decidir cada una de las acciones que debe realizar la administración pública a diario por evidentes limitaciones prácticas 12 . En otras palabras, los individuos que componen la sociedad democrática, por problemas de viabilidad, sólo pueden elegir representantes, cuyas propuestas se asemejen lo más posible a sus preferencias. Los representantes son los que en definitiva toman las decisiones y ejecutan las acciones necesarias para alcanzar la función social objetivo que los grupos sociales representados desean. En realidad, en buena parte, los representantes sólo pueden interpretar lo que los grupos que representan desean y, a su vez, delegarán en organismos burocráticos de la Administración Pública una parte sustancial de la ejecución de tales acciones, los que también deberán tratar de interpretar fielmente lo que les ha sido delegado actuando con imparcialidad. Este debe ser el ideal al que debe tratar de acercarse un régimen democrático. 11 No se nos escapa que, tal como lo demostró Arrow en su teorema de la imposibilidad, el sistema de votaciones mayoritarias no satisface estrictamente las cinco condiciones que debe poseer una regla de elección social aceptable. Sin embargo, no existe ningún otro sistema que pueda sustituir el existente y que respete mejor los principios democráticos. En virtud del propósito de nuestro trabajo, no desarrollaremos los problemas que existen en relación con esta cuestión y habida cuenta de que el problema puede ser morigerado atenuando alguna de las condiciones, supondremos que el proceso de votaciones sí refleja fielmente la decisión de los diferentes grupos de la sociedad. 12 Hay que dejar a salvo que los Estados democráticos suelen establecer ciertos mecanismos de decisión directa por parte de la sociedad civil como el referéndum o el presupuesto participativo, pero su aplicación en muchos países es esporádica y ocasional. 5 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 Función individual objetivo Ahora podemos emplear la herramienta de la función objetivo para definir los deseos de los individuos en su propia vida. Así, podemos postular que todas las personas elegimos una serie de variables relevantes que intentamos llevar al máximo o al mínimo posible condicionados por un conjunto de limitaciones 13 . Estas limitaciones se originan en nuestra capacidad personal, en el contexto en el que estamos situados, en nuestra salud, etc. A mero título ejemplificativo podemos mencionar como variables relevantes el éxito profesional, económico, nuestros afectos, la diversión y el esparcimiento. Al vector que se conforma con el conjunto de estas variables que el individuo desea alcanzar, lo denominaremos función individual objetivo. Ahora, debemos situarnos en los pies del funcionario público al que se le ha confiado directa o indirectamente la gestión de un objetivo colectivo de la función social y que, a su vez, tienen su propia función individual objetivo (éxito profesional, riqueza económica, afecto familiar, esparcimiento). El juego entre las funciones objetivo social e individual del funcionario, ante una decisión concreta puede presentar tres posibilidades: 1) El logro de ambas funciones puede ser independiente, sin que haya interrelación en su afectación. Esto sucede habitualmente cuando la decisión que debe tomar el funcionario para cumplir con el objetivo social no brinda ningún tipo de oportunidad para beneficiar la función objetivo individual a través de una desviación. 2) La decisión de la cuestión tiende al beneficio simultáneo de ambas funciones objetivo. Este es el caso, por ejemplo, de un funcionario cuya función individual posee como variable la trayectoria profesional y desempeña su función del mejor modo posible favoreciendo al mismo tiempo los objetivos sociales e individuales. 3) La decisión de la cuestión puede postergar los objetivos individuales del funcionario si tiende a favorecer el bien público o, en cambio, puede perjudicar los objetivos colectivos, si se beneficia a su interés personal. Estos son los casos donde la corrupción se produce, son lo que definiremos como situaciones vulnerables. Profundizaremos sobre esta cuestión más adelante cuando desarrollaremos las causas de la corrupción. En conclusión, estas herramientas teóricas, nos permiten definir y explicar que los casos de corrupción ocurren cuando: “Un funcionario público, al que se le ha confiado directa o indirectamente la gestión de un objetivo colectivo emplea las facultades o el poder que su función le confiere para mejorar su función objetivo individual, desinteresándose de lo que suceda con la función social objetivo”. Esta definición se asemeja al elemento “2” de las definiciones propuestas por Malem Seña y Rose Ackerman, pero creemos que le hemos dado un mayor contenido al término de “beneficio extraposicional”, ahora denominado “desinterés de la función social objetivo” y se ha dado una explicación de la conducta corrupta como la persecución de la función individual objetivo. También corresponde destacar algunas características adicionales de la definición propuesta que debe tener la conducta para constituir corrupción, ya que lo expuesto incluye tanto al funcionario que acepta un soborno para adjudicar una licitación como al ciudadano que evade impuestos. La diferencia fundamental entre estos dos ejemplos, que da el carácter de corrupción al primero y no al segundo, es el hecho de que al funcionario se le ha confiado la gestión (directa o indirectamente) de una variable de relevancia social, se lo ha munido de facultades para eso y su rol o función constituye, justamente, la realización de ese objetivo. Quien arroja un papel o evade impuestos, en cambio, si bien influye con su conducta en el logro del objetivo social, es meramente 13 No existe un límite estricto entre aquello que deba ser considerado variable a alcanzar y lo que denominamos condicionamientos. Por ejemplo la salud podría ser en el largo plazo una variable en la que podemos influir a través de nuestra conducta, pero en lo inmediato y respecto de la variable esparcimiento, por ejemplo, resulta una limitación dada. 6 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 el destinatario de una prohibición u obligación normativa, pero no es el sujeto con capacidad y responsabilidad para gestionar el logro de un objetivo social y no se le ha confiado la administración de un bien colectivo ni se le ha dado poder para ello. Es por esto que, en la definición anterior, hemos incluido un elemento funcional o de rol que consiste en que el sujeto, autor o partícipe del acto de corrupción, administre o tenga a su cargo la gestión de una variable de relevancia social. Además, este elemento del concepto, se adecua mejor a la realidad puesto que a los funcionarios las normas jurídicas les suelen asignar funciones, antes que la realización específica de la “conducta A” o la prohibición de la “conducta B”. De este modo también evitamos el problema que se producía con la subsunción de los “pagos de engrase” en los que el funcionario debe realizar la “conducta A” y efectivamente realiza la “conducta A”, pero con un interés personal que desprecia toda consideración del interés colectivo concreto. Esto se debe a que asumimos que un Estado Constitucional de Derecho va a reconocer al derecho a la igualdad ante la ley como una variable que debe ser garantizada en la función social objetivo. En estos supuestos, pese a que el funcionario, formalmente, cumple con sus deberes normativos, se perjudica la función social objetivo, porque se favorece el acceso a las prestaciones públicas de los sujetos que tienen suficiente dinero para sobornarlo. En cambio, los que no tienen esta posibilidad, se ven privados del acceso a las prestaciones públicas o reciben servicios de menor calidad. En consecuencia, los individuos con mayores recursos económicos recibirán más o mejores prestaciones públicas. Esta situación, incluso lleva a un agravamiento de las desigualdades, ya que los sectores más aventajados, al recibir más o mejores prestaciones públicas, se van distanciando aún más de los sectores de menores recursos. Por otra parte, hemos elegido como relevante, el mero desinterés por el bien social que el funcionario público está llamado a satisfacer y no un franco perjuicio a tal bien, porque esta definición se acopla a los valores éticos que resultan exigibles en un régimen republicano de gobierno. Bajo este modelo político, se considera nocivo que los funcionarios públicos antepongan sus objetivos personales a los colectivos. Ya señalaba Monstesquieu que la virtud republicana era definida como “el amor a las leyes y a la patria”, agregando que “Dicho amor requiere una preferencia continua del interés público sobre el interés de cada cual” 14 . Además, desde un plano práctico, la necesidad de acreditar un perjuicio implica incrementar los elementos que deben ser verificados para probar la existencia de un acto de corrupción, lo cual dificulta su persecución y sanción 15 . Por último, esta decisión se adapta a las previsiones normativas que no exigen que para la configuración de los delitos de corrupción exista un perjuicio patrimonial determinado para el Estado 16 . Si bien este concepto posee cierta precisión teórica, si tenemos un enfoque funcional y deseamos que también sea útil para definir tanto el problema como para delimitar las medidas destinadas a responder a dicho problema, creemos necesario sumar más elementos y consideraciones. En este punto, pretendemos tratar de delimitar en mayor medida el ámbito de aplicación del concepto teórico de corrupción, siempre y cuando, funcione como guía para orientar una política anticorrupción eficiente. El elemento democrático Al comenzar a desarrollar nuestros aportes sobre el concepto de corrupción, empleamos algunas herramientas de la teoría de la planificación económica. Esta teoría apunta fundamentalmente a estudiar la organización económica en los Estados no democráticos, pudiendo aplicarse también a la planificación de las operaciones de grandes empresas multinacionales que, en 14 Charles Louis de Secondat, Barón de Montesquieu 1984:55. Por otra parte, el desinterés sobre qué suceda con el objetivo social implica siempre implica la existencia de dolo eventual. 16 No se exige, en general, en las figuras típicas que describen hechos de corrupción en el Código Penal argentino. A su vez, la Convención de la ONU dispone en el art. 3 “Ámbito de aplicación [...] 2. Para la aplicación de la presente Convención, a menos que contenga una disposición en contrario, no será necesario que los delitos enunciados en ella produzcan daño o perjuicio patrimonial al Estado”. 15 7 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 algunos casos, poseen una estructura mayor que la de pequeños Estados. Pero nosotros inmediatamente aplicamos el concepto de la función social objetivo, para hablar de corrupción, a una sociedad democrática y, de hecho, creemos que la corrupción es un fenómeno relevante en este tipo de organización social y es en la que se puede implementar eficientemente una política pública anticorrupción. Suele afirmarse que los gobiernos dictatoriales son los mayores exponentes de la corrupción, porque desvían una mayor cantidad de recursos públicos para beneficiar los intereses personales de quienes se encuentran en el poder. Esto es un error conceptual, ya que el problema mayor aquí no es la corrupción, sino que falla la organización política de la sociedad que consagra un gobierno sin legitimidad y sin respetar el derecho a la soberanía popular. Cuando nos encontramos frente a una dictadura, la función social objetivo es definida al antojo por el dictador siguiendo sus propios intereses y su particular visión, la ley es lo que a él se le ocurre que sea; sólo con algo de suerte, dejará su voluntad volcada por escrito y la denominará “decreto” o “ley”. En definitiva, la función social objetivo es una parte de su propia función objetivo, definida a su gusto. No se nos escapa que en muchas oportunidades la función social que elige el dictador coincide de hecho en algunos aspectos con lo que hipotéticamente hubiera elegido la sociedad a través de un procedimiento democrático o que hay algunos deseos sociales que no le molestará o que incluso le gustará satisfacer. Pero esto, desde un punto de vista filosófico y político, es meramente casual y se debe a una cuestión de coincidencias prácticas. Convengamos que es poco probable que un sujeto, con sus prejuicios inevitables, experiencia de vida, particular visión y conocimientos adquiridos, tenga la posibilidad de determinar la función social objetivo correspondiente a la que hubiera elegido la sociedad si tuviese un régimen democrático. Existe un valor epistémico del procedimiento democrático que lo hace mucho más seguro a la hora de determinar cuáles son los intereses de los miembros de la sociedad civil 17 . Esto arroja una conclusión obvia, debido a que la función social objetivo es definida por el dictador, cualquier desviación provocada por su conducta no puede considerarse un acto de corrupción, sino una modificación de la función social objetivo. Nadie puede desviarse de una función objetivo propia, o no puede corromperse o engañarse a sí mismo; desviarse de una decisión propia no es una desviación en el sentido que la hemos definido aquí como componente esencial de la conducta corrupta. Como hemos dicho el problema aquí es previo a hablar de corrupción. Sólo podría analizarse la corrupción en los desvíos que realice el aparato burocrático que utiliza el dictador para la ejecución de sus decisiones. Pero el desvío que los empleados del dictador puedan realizar respecto de sus caprichos, en algunos casos, puede considerase deseable como el caso de desobedecer una orden de torturar o de secuestrar personas. Téngase en cuenta, también, que un gobierno poco corrupto pero autoritario, puede ser más perjudicial para los derechos de las personas. Imagínese el caso de un gobierno dispuesto a exterminar una parte de la población. Si los funcionarios son incorruptibles, el grupo perjudicado no tendría más opción que la resistencia por vía de la fuerza. En cambio, si los funcionarios que ejecutan esta política exterminatoria fueran corruptos, los afectados tendrían la ventaja de poder sobornarlos y así evitar su exterminación. Evidentemente, una política anticorrupción en un Estado autoritario puede perder sentido, por lo que corresponde abogar por la instauración de un gobierno democrático, antes que colaborar con el cumplimiento fiel de las arbitrariedades del dictador. Estos razonamientos nos permiten agregar un elemento más a nuestra definición, que consiste en que el concepto sólo es aplicable a un régimen democrático, puesto que creemos que la función social objetivo únicamente puede determinarse en forma válida a través de un procedimiento democrático. Con lo cual, habría un hecho de corrupción cuando: 17 Carlos Nino, 1997. 8 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 “Un funcionario público 18 , al que se le ha confiado directa o indirectamente la gestión de un objetivo colectivo democráticamente determinado 19 , emplea las facultades o el poder que su función le confiere para mejorar su función objetivo individual, desinteresándose de lo que suceda con la función social objetivo 20 ”. Esta precisión resulta trascendental porque significa que las medidas que están destinadas a corregir y superar la problemática de corrupción, son diseñadas para regímenes democráticos. Estados Capturados La corrupción se produce en un contexto democrático y bajo este tipo de regímenes es posible debatir sobre medidas para combatirla, prever sanciones penales para aquellos que cometan o participen en actos de corrupción y disponer una batería de medidas preventivas. Sin embargo, creemos que sólo si es un fenómeno marginal pueden adoptarse efectivamente políticas públicas anticorrupción. La captura del Estado Cuando se produce lisa y llanamente la captura del Estado (state capture), porque todas las esferas políticas del gobierno se encuentran al servicio de determinados intereses privados, se constituye una realidad diferente, aunque quede comprendida en nuestra definición de corrupción. Debe repararse que en un Estado capturado se da una situación similar y paralela a la de un gobierno dictatorial, ya que los funcionarios políticos que han llegado al gobierno por un mecanismo de elección popular, subvierten los intereses que representan sustituyéndolos por los personales y los de los grupos sociales que van a sobornarlos. De este modo, las políticas públicas de un Estado no reflejan los intereses de los distintos grupos de la sociedad civil, sino los de un pequeño grupo, justamente el de los más poderosos. Por otro lado, el Poder Judicial no se encarga de preservar los derechos constitucionales, controlar a los otros poderes, ni actúa imparcialmente al aplicar la ley; evidentemente no garantiza las condiciones para que se desarrolle un régimen democrático de gobierno. Cuando se da esta situación provocando que el Estado y sus recursos públicos queden al servicio de pocos intereses privados, todo intento de combate a la corrupción resulta meramente nominal e inocuo, su impacto se reduce a una mera medida simbólica a fin de publicitar a ciertos dirigentes políticos. Esto se debe a que los grupos que realizan las conductas corruptas no están sujetos a la legalidad, ni a la judicialidad. Bien explica Julio VIRGOLINI cuando expresa que “Esta comprensión requiere que se considere al elemento corruptor no como un individuo o un grupo que simplemente transgrede las normas, sino como alguien que altera, modifica, configura en su beneficio, la trama de las relaciones sociales instituidas, y que se reconozca a esta alteración como su efecto propio [...] los actores sociales presentes en estos fenómenos no están debajo de la ley, sometidos a ella en tanto sus conductas ilícitas procuran una excepción, sino que se sobreponen al mandato de legalidad e intentan -y consiguen- alterarla en uno de sus aspectos significativos” 21 . Esto se fortalece porque uno de los principales factores que determinan la posibilidad de esta situación de captura del Estado es la lealtad incondicional entre miembros del Poder Judicial, Legislativo y Ejecutivo junto con algunos sectores empresarios, por lo que ante los hechos concretos de corrupción, no existe adónde ni a quién recurrir para sancionar a los responsables. En este contexto, pierde sentido intentar aplicar las herramientas de prevención, investigación y represión y sólo cuando el hartazgo de la sociedad y la información que hayan podido difundir los medios de comunicación lleven al reemplazo de toda la estructura política corrupta por una nueva, 18 Este es un elemento formal en nuestra definición. Con lo que hemos explicado hasta aquí, el concepto podría abarcar tanto a un funcionario público como a un director de una sociedad anónima que administra los intereses de los socios. Sin embargo, por diferencias evidentes en las responsabilidades de cada caso, preferimos acotar el significado del término corrupción, a lo que suceda en el ámbito estatal. 19 Elemento funcional o de rol. 20 Elemento teleológico 21 Julio E. S. Virgolini, 2004:246. 9 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 se podrá instaurar un sistema anticorrupción que garantice la responsabilidad por los desvíos que hayan incurrido los gobernantes anteriores. Un ejemplo puede encontrarse en la Argentina durante la década de los ´90, donde sólo se podía esperar que las autoridades políticas de ese momento se retiraran del Estado para intentar responsabilizar a los autores de las desviaciones sistemáticas en las que habían incurrido. En este sentido es fundamental que las autoridades que dejan el poder sean responsabilizadas penalmente por sus actos, para que en el futuro, quienes tengan intención de incurrir en igual conducta, sepan que la garantía de impunidad no será eterna. Esto es lo que sucedió con los gobiernos de facto que imperaron en América Latina durante la última serie de dictaduras militares y resulta un antecedente muy valioso la previsión del artículo 36 de la Constitución Nacional Argentina incorporada en la reforma del año 1994. La parte pertinente de la norma dispone: “Esta Constitución mantendrá su imperio aun cuando se interrumpiere su observancia por actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático. Estos actos serán insanablemente nulos. Sus autores serán pasibles de la sanción prevista en el Artículo 29, inhabilitados a perpetuidad para ocupar cargos públicos y excluidos de los beneficios del indulto y la conmutación de penas”. Desde ya esta norma no está destinada a ser aplicada durante la inobservancia de la Constitución, sino que es una advertencia para aquellos que sean los potenciales autores de los hechos, porque una vez que pierdan el poder inconstitucionalmente obtenido, serán perseguidos judicialmente. Esta norma no valdría nada, ni disuadiría a ningún grupo golpista; si no pudiera ser efectivizada con posterioridad a que los gobernantes de facto dejen el poder público. No seguiremos avanzando sobre los métodos de combate contra esta modalidad de corrupción, que produce una situación análoga a la de los gobiernos dictatoriales, porque implicaría ahondar en un análisis sociológico además de jurídico y técnico que escapa al propósito de nuestro trabajo, que se centrará en el problema de combatir la corrupción en un marco democrático y no de captura del Estado. Lo que si debemos concluir es que si bien podemos aceptar que este fenómeno pueda ser definido como corrupción, la intensidad del problema hace que sea en vano poner en marcha una política anticorrupción. El diseño y la implementación efectiva de una estrategia dinámica de combate contra la corrupción debe producirse necesariamente en un contexto donde el fenómeno, aunque pueda revestir un carácter de mucha gravedad y habitualidad, mantenga un carácter marginal. El concepto jurídico de corrupción en las normas internacionales El concepto teórico desarrollado y delimitado, con su debido marco referencial, permite el diseño e implementación de una política pública anticorrupción. Esta política que según las normas internacionales debe ser implementada a través de leyes, instituciones jurídicas y prácticas de operadores requieren de un concepto jurídico sustentado en un desarrollo teórico. Ahora, podríamos quedarnos conformes con la definición teórica y reflejarla sin modificaciones en el cuerpo normativo. Recordemos que para el desarrollo de esta definición atravesamos las posiciones doctrinales de una serie de autores, que seguramente analizaron una mayor cantidad de opiniones para desarrollar sus construcciones teóricas. Incluso atendimos a las problemáticas y a las deficiencias de dichas definiciones y, a partir de una construcción propia sumando diversas herramientas teóricas y analizando el marco contextual, pudimos echar un poco de luz respecto de qué conductas nos referimos como hechos de corrupción sobre el final del acápite anterior. Sin embargo, nos resulta un tanto irritante en el campo jurídico que para definir un hecho como corrupción, dependamos tanto de la verificación de la finalidad individual, ya que deberemos constatar si el funcionario público, al que se le ha confiado directa o indirectamente la gestión de un objetivo colectivo democráticamente determinado, emplea las facultades o el poder que su función 10 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 le confiere para mejorar su función objetivo individual, desinteresándose de lo que suceda con la función social objetivo. La finalidad del individuo es justamente un área de muy difícil acceso, sólo cognoscible a través de los indicios objetivos, a menos que se produzca la confesión del autor de la conducta. Pero, ¿cuáles serían los indicios? Si seguimos los desarrollos teóricos, podría ser que el funcionario “X” cumpla o no con su deber, con lo cual habría indicios suficientes para que todos los funcionarios públicos puedan estar cometiendo hechos de corrupción. Según los desarrollos teóricos, para diferenciar claramente una conducta corrupta de una no corrupta deberíamos advertir la finalidad del que la realiza, lo cual es de muy difícil prueba al residir en la conciencia individual. Pero si tomamos como base la concepción de las normas internacionales (Convención Interamericana contra la Corrupción -en adelante, Convención de la OEA- y la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción -en adelante, Convención de la ONU-) y deducimos dogmáticamente la definición jurídica de las conductas descriptas como hechos de corrupción 22 se construiría una definición un tanto larga como “Son hechos de corrupción la “conducta A” descripta en el art. “X” de la Convención de la ONU, la “conducta B” descripta en el art. “X” de la Convención Interamericana de la OEA...” 23 . Definitivamente, esta concepción jurídica no va a ser global, única, acabada y final, como la que brinda la concepción teórica, que en pocas palabras intenta abarcar el fenómeno. Esto no implica que no tenga límites, no es cualquier conducta, sino sólo las descriptas en los instrumentos internacionales de lucha contra la corrupción. Esta concepción tiene como ventaja, que estas figuras prevén elementos objetivos y subjetivos que facilitan la posibilidad de señalar en la realidad un hecho de corrupción, a diferencia de una concepción teórica, lo cual hace aplicable las medidas anticorrupción que responden a esta concepción. Por ejemplo, la conducta realizada por el funcionario público en un soborno, según la Convención de la ONU es “b) La solicitud o aceptación por un funcionario público, en forma directa o indirecta, de un beneficio indebido que redunde en su propio provecho o en el de otra persona o entidad con el fin de que dicho funcionario actúe o se abstenga de actuar en el cumplimiento de sus funciones oficiales” 24 . En este caso, podemos identificar un hecho de corrupción por sus elementos objetivos como el “acto de solicitar” o el “acto de aceptar” un beneficio indebido. Asimismo, se prevé el elemento subjetivo de que el funcionario ejecuta el acto con el fin de realizar una conducta en ejercicio de sus funciones (independientemente que cumpla o no con un deber). Pero queremos detenernos en el primer elemento, ahora sí contamos con un hecho objetivo, más factible de ser identificado y que, en todo caso, actuará como un indicio para determinar el elemento subjetivo y demostrar que la conducta es subsumible en la figura descripta por la Convención de la ONU. Por otro lado, en la práctica resulta sumamente complicado detectar y probar la totalidad del fenómeno corrupto como lo hemos expuesto en nuestra definición teórica. En efecto un hecho de corrupción completo consiste de uno o varios actos muy fugaces, que difícilmente puedan ser observados en el momento de su comisión y probados luego en un proceso penal, aunque tengan una larga etapa preparatoria por los procesos de negociación previos o por la estrategia de desviación de fondos públicos. Esto se debe a que lo hechos de corrupción poseen cinco elementos distintivos que hacen muy complicada su acreditación. 22 Precisamente, la Convención de la ONU establece las siguientes figuras de corrupción pública: art. 15, Soborno de funcionarios públicos nacionales; art. 16, Soborno de funcionarios públicos extranjeros y de funcionarios de organizaciones internacionales públicas comerciales internacionales; art. 17, Malversación o peculado, apropiación indebida u otras formas de desviación de bienes por un funcionario público; art. 18, Tráfico de influencias; art 19, Abuso de funciones y art. 20, Enriquecimiento ilícito. Por su parte, la Convención de la OEA define los actos de corrupción en el art. VI (soborno); art. VIII (soborno transnacional) y art.IX. (enriquecimiento ilícito). 23 Evidentemente, cabe aclarar que para la redacción de la normativa internacional fue necesario recurrir a elementos teóricos. Pero consideramos que una vez adoptada la decisión política, la discusión teórica se agota, más allá de la posible crítica que se puede formular a los hechos de corrupción previstos en la normativa. Estas críticas sólo pueden cuestionar que se haya incluido o se haya excluido tal o cual conducta, pero no pueden negar que el hecho “X” es corrupción si está previsto en la normativa, sólo podrán argüir que no debería ser corrupción. 24 Art. 15. 11 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 1) Los autores actúan con profesionalidad, conocen profundamente el ámbito de actuación y los mecanismos de control existentes como para dotar formalmente al acto corrupto de apariencia de legalidad. 2) El cuerpo del delito suele ser dinero u otro tipo de activos que son muy difíciles de localizar debido a su fungibilidad y a la ingeniera financiera de lavado de activos a la que suele recurrirse en este tipo de hechos. 3) La contracara del dinero o beneficio intangible, es un acto del funcionario relativo a su ámbito de competencia, cuya falta de justificación normativa, innecesariedad, perjuicio al estado o cualquier otra evidencia de que constituye parte integrante del hecho de corrupción, depende esencialmente de la argumentación discursiva e hipotética relacionada con lo que debió haber hecho el funcionario en lugar de hacer lo que hizo, por qué ese acto es contrario al interés que debía procurar y de qué modo se demuestra que un acto diferente, que jamás se produjo, era realmente el acto debido. 4) Con posterioridad al hecho, sus autores se mantienen en una situación de dominio de la información que les facilita el ocultamiento de toda la evidencia. 5) Las víctimas del delito se encuentran atomizadas, casi nunca se enteran de que se las ha perjudicado y entre sus autores y partícipes existe una profunda interdependencia de utilidades por lo que es muy difícil que el hecho sea conocido acabadamente por otras personas (especialmente el Juez). Esto permite dar una idea de la dificultad que representa acreditar los elementos existentes de un acto de corrupción si se adopta directamente una concepción teórica como definición jurídica. Particularmente complicado resulta probar el cuerpo del delito y el acto del funcionario público, dado que en la realidad suelen producirse sucesivamente y la mayoría de las veces, uno de ellos no puede ser identificado. De modo que el concepto teórico es difícil de ser verificado y comprobado en la práctica, lo cual ha sido percibido al momento de diseñar, implementar y monitorear las herramientas anticorrupción y ha influido, inevitablemente, en la definición jurídica de la corrupción brindada por las normas nacionales e internacionales. En consecuencia se han diseñado disposiciones normativas penales que facilitan la investigación y represión de los hechos de corrupción castigando sólo determinada fase o manifestación de uno de estos hechos. Así, la administración fraudulenta en perjuicio del Estado o el abuso de funciones 25 , constituye un caso donde se verifica el acto del funcionario público sin que existan rastros del cuerpo del delito. El enriquecimiento ilícito 26 , en cambio, constituye la penalización de una manifestación de que se ha producido el cuerpo del delito, aunque no se logra identificar el acto del funcionario público. De hecho, no se logra identificar ningún tipo de conducta concreta, sino que hay meramente un defasaje entre estados contables de distintos momentos que no pueden ser justificados. Con esto nos queda claro que la investigación y represión de los hechos de corrupción, por limitaciones prácticas, se realiza sobre ciertos supuestos fácticos definidos por las normas jurídicas penales y que constituyen sólo etapas de los de actos de corrupción desde una perspectiva teórica. También si uno se detiene en los verbos del tipo penal de soborno pueden producir lo que denominaríamos cierto “rezago penal”, lo que significa que se penalizan hechos que no intentaríamos sancionar al implementar una política anticorrupción. Para ilustrar este punto, se observa que la figura de soborno de la Convención de la ONU penaliza la aceptación de dinero, favores o cualquier tipo de dádivas con la finalidad de que un funcionario realice o se abstenga de realizar un acto relativo a sus funciones, sin preocuparse por lo que suceda después. Sin embargo, son perfectamente posibles casos como los siguientes: Un funcionario no corrupto debe adjudicar una licitación entre las empresas “A” o “B”, o bien debe decidir si denuncia a otro funcionario por un delito que éste ha cometido. El funcionario acepta dinero de la empresa “A” para que le sea adjudicada la licitación o acepta dinero del funcionario que delinque a cambio de su silencio. Aquí el tipo penal se encuentra cumplido y el funcionario debe ser penado sin importar que la consecuencia lesiva prevista tenga lugar. Pero en realidad, supongamos que el hecho todavía no fue 25 26 Art. 19 de la Convención de la ONU. Art. 20 de la Convención de la ONU. Art. IX de la Convención de la OEA. 12 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 detectado, el funcionario en cuestión, que ya había planeado lo que iba a hacer, adjudica la licitación a la empresa “B”, que por hipótesis aceptamos que es la mejor oferta para la sociedad. En el otro caso, denuncia al funcionario corrupto y, a su vez, destina el dinero del soborno en su totalidad a una finalidad pública (un comedor comunitario, adquisición de equipos de computación para la dependencia pública donde trabaja). Aún más, hasta podría el funcionario, luego, denunciar que se intentó sobornarlo y aportar el dinero del soborno en la causa judicial, de modo que si se encuentra sujeto a la obligación de denunciar en razón de su cargo, también cumple con ella. Existen algunos casos reales donde el ejemplo anterior se ha producido y, si por las circunstancias o por falta de seguridad suficiente, el funcionario no recurriera a la entrega vigilada sería autor penalmente responsable del delito de soborno. Es claro que un supuesto como este no se adapta a la definición teórica que hemos dado de corrupción, ya que el funcionario no prioriza su función objetivo individual sobre la social y sin embargo, cae dentro del ámbito de aplicación de la Convención de la ONU. Sólo la generalidad con la que debe ser aplicada la ley y la necesidad de garantizar su eficiencia han llevado a que este supuesto quede comprendido en la descripción que hace el tipo penal de soborno, o sea, en una definición jurídica de corrupción. Por otro lado, las definiciones teóricas no tienen una consecuencia jurídica. ¿Qué pasaba con una conducta que encaja en la definición de corrupción de los autores precitados? Sólo la señalaríamos como “corrupta” y podríamos formular cierto reproche moral, pero no tiene una consecuencia jurídica precisa, habrá que consultar la normativa interna y ver las consecuencias jurídicas en los distintos ámbitos (civil, penal y administrativo) de ese accionar. Pero si esa conducta no está prevista en la normativa internacional, ni nacional sólo queda la crítica académica al accionar y, en su caso, si se penetra en el discurso moral, en el reproche moral de esa conducta. No nos resulta jurídicamente útil esa definición. Por el contrario, si una conducta es considera corrupta desde una definición jurídica se disparan una serie de consecuencias jurídicas, de deberes estatales hacia esa conducta. Una vez definido un hecho como corrupción en el plano jurídico resultan aplicables entonces las medidas anticorrupción previstas en las normas internacionales y nacionales. Hoy en día definir a una conducta como corrupta, si lo entendemos como una conducta tipificada por los instrumentos internacionales de criminalización de los hechos de corrupción, no tiene las mismas consecuencias jurídicas que cualquier otra conducta delictiva o sancionada administrativamente. Estas consecuencias particulares justifican que se adopte un concepto que las globalice y determine un campo de aplicación normativo constituido por las normas internacionales y nacionales reglamentarias. En conclusión, las normas internacionales han tenido un relevante impacto al permitirnos el desarrollo de una conceptualización jurídica, que favorece la comunicación interpersonal, clarifica cuál es el área de referencia y permite su aplicación práctica superando problemas propios de estos delitos al momento de investigarlos y sancionarlos. Asimismo, determina que a un conjunto de actos (hechos de corrupción) le son aplicables una batería de medidas jurídicas: específicamente, políticas anticorrupción. Esta cuestión la desarrollaremos en el parágrafo siguiente. Las Políticas Públicas Anticorrupción El deber de una política pública anticorrupción Como hemos dicho previamente, las normas jurídicas que emanan de las Convenciones establecen un compromiso internacional para los países que la ratifiquen: la instrumentación de una serie de medidas estatales, que pueden ser coordinadas con actores de la sociedad civil y de la comunidad internacional, para reducir la existencia de hechos de corrupción. Es decir que el Estado, al adherir a estas reglas internacionales, tiene el deber jurídico de establecer una política pública anticorrupción, lo que implica diseñar e implementar distintas herramientas para reducir la corrupción pública. Un Estado que no adopta una política pública anticorrupción afecta la normativa internacional. Respecto de este deber, el Preámbulo de la Convención de la ONU dice “Teniendo presente que la prevención y la erradicación de la corrupción son responsabilidad de 13 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 todos los Estados y que éstos deben cooperar entre sí, con el apoyo y la participación de personas y grupos que no pertenecen al sector público, como la sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales y las organizaciones de base comunitaria, para que sus esfuerzos en este ámbito sean eficaces”. Las consecuencias de la corrupción que justifican esta política pública Debemos remarcar que antes estábamos refiriendo meramente al deber jurídico, por supuesto que existen una serie de valoraciones que fundamentan la existencia de esta obligación normativa. Si los actos de corrupción no produjeran un perjuicio a la sociedad, seguramente ningún país hubiera dedicado tanto esfuerzo a combatirlos, menos aún al extremo de negociar instrumentos internacionales de cooperación con este propósito. Incluso, hasta podría ser inmoral que con las carencias que hay en el mundo, se destinen recursos materiales y humanos para evitar un fenómeno inocuo. En efecto, desde el punto de vista de la eficiencia paretiana parecería ilógico que, pudiendo haber gente que esté mejor (los funcionarios que se corrompen y los beneficiados individualmente del acto de corrupción) sin perjudicar a nadie, esto esté prohibido. En relación con los perjuicios que provoca la corrupción, el Preámbulo de la Convención de la ONU expresa que “Preocupados por la gravedad de los problemas y las amenazas que plantea la corrupción para la estabilidad y seguridad de las sociedades al socavar las instituciones y los valores de la democracia, la ética y la justicia y al comprometer el desarrollo sostenible y el imperio de la ley”. En este sentido, una administración pública corrupta desalienta a los agentes públicos a aumentar su eficiencia y a mejorar la gestión e incentiva, a su vez, a la comisión de hechos de corrupción reavivando el crecimiento del fenómeno 27 . Genera que los funcionarios, para mejorar sus ganancias personales, se dediquen a perfeccionarse en la comisión y encubrimiento de hechos de corrupción. Klitgaard ha afirmado que “los funcionarios emplean una creciente parte de su tiempo estudiando las maneras de asegurarse pagos de sobornos y extorsiones, en vez de dedicarse de lleno al cumplimiento de sus deberes públicos”. En muchos casos, los funcionarios tenderán a crear “cuellos de botella” o harán todavía más compleja la marcha de los trámites para generar un mayor incentivo al ofrecimiento de un soborno; lo cual de por sí aumenta la ineficiencia de la Administración Pública y los costos sociales totales (por incremento de los costos de transacción). Asimismo, se provoca una injusta asignación de los recursos estatales hacia los sectores que tienen contactos políticos y recursos económicos y se producen “males” públicos, es decir, políticas públicas que no logran sus objetivos o no lo hacen en la medida que deberían, por no responder a los intereses de todos los sectores de la sociedad civil. En este sentido, se ha dicho que “Los funcionarios corruptos distorsionan las decisiones sectoriales para generar grandes beneficios para sí mismos y generar políticas públicas ineficientes y nada equitativas” 28 . También afecta la economía nacional al implicar mayores costos, ya que una parte del gasto empresario se destina a cubrir sobornos. Asimismo, se desincentiva la inversión de los agentes económicos que no desean cometer hechos de corrupción o que no asumen los riesgos de celebrar contratos fundados en un acto corrupto. Esto provoca una reducción de la competitividad generando el crecimiento y la expansión de los monopolios privados 29 que afecta a la sociedad civil con escasez de bienes a precios altos y de menor calidad. Se perjudica la eficiencia, ya que en este contexto los agentes económicos no tratan de mejorar su productividad, sino de incrementar las posibilidades de realizar hechos de corrupción y de reducir la probabilidad de ser sancionados 30 . Incluso se fomenta que ingresen al mercado los inversores “golondrinas” que pretenden obtener grandes ganancias en poco tiempo a través de inversiones meramente especulativas y, luego, sacar el dinero del país 31 . 27 Jorge Malem Seña 2002:69; Robert Klitgaard 1994(1):55. Susan Rose-Ackerman 2001:51. 29 Susan Rose-Ackerman 2001:16, 17, 20, 308; Jorge Malem Seña 2002:213; Robert Klitgaard 1994(1):52. 30 Robert Klitgaard 1994(1):56. 31 Susan Rose-Ackerman 2001:43. 28 14 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 Por último, para evitar la detección de los hechos de corrupción, el dinero u otros beneficios materiales obtenidos, no suelen reinvertirse en la economía nacional, sino que se utiliza el sistema financiero para enviarlo a otro país, en general, a uno de los denominados “paraísos fiscales”. Asimismo, se provoca inestabilidad 32 y la deslegitimación en el plano político, ocasionando que la ciudadanía considere que no se encuentran reflejados sus intereses concretos y actuales. Probablemente, se vea desincentivada a participar políticamente a través de los mecanismos institucionales; lo cual no implica que deje de recurrir a otros medios que estime más eficaces 33 . Por nuestra parte queremos destacar el efecto antidemocrático y anti-igualitario que tiene todo caso de corrupción. Esto se aprecia cuando el funcionario administrativo o judicial desobedece una norma jurídica que fue establecida por un procedimiento democrático. Por su parte, el funcionario político, al dictar las normas jurídicas, y verse motivado por un hecho de corrupción, necesariamente va a perder su imparcialidad o su actuación en miras a los intereses que representa políticamente. Estas conductas, junto con el “pago de engrase”, en el cual el funcionario cumple con el deber jurídico; son contrarias a una lógica igualitaria porque permiten que las políticas públicas se destinen teniendo en miras los intereses de las personas que tienen capacidad para incentivar económicamente a los funcionarios públicos. En este sentido, se ha dicho que “quiénes más se benefician de la corrupción son aquellos que poseen un mayor poderío económico, político o social. Obtienen mayores ventajas quienes más cosas tienen para intercambiar y de ese modo procuran un incremento adicional de ellas” 34 . Evidentemente, estas personas, que cuentan ya con suficientes recursos económicos y acceso al poder político, van a reforzar su posición y maximizar sus intereses en detrimento de los sectores social y económicamente desaventajados. En consecuencia, la corrupción implica que los sectores sociales más favorecidos mejoren o mantengan su posición y dificulta o impide la adopción de medidas igualitarias. En palabras de Klitgaard “[l]a mayoría de los estudios demuestran que los ricos y los privilegiados se benefician con los arreglos corruptos a expensas de los pobres, del sector rural y de los carentes de toda ventaja” 35 . Ahora, los instrumentos internacionales establecen ciertas exigencias respecto de la política anticorrupción que debe ser diseñada e implementada, lo cual será detallado a continuación. Las exigencias jurídicas de una política anticorrupción La Convención exige de manera general que las medidas que cada Estado deberá formular y aplicar son “...1) (...) políticas coordinadas y eficaces contra la corrupción que promuevan la participación de la sociedad y reflejen los principios del imperio de la Ley, la debida gestión de los asuntos públicos...” 36 . Este inciso implica una clara disposición de los objetivos que deberán ser asumidos al momento de diseñar e implementar una política anticorrupción como son la participación de la sociedad civil, garantizar el respeto las normas jurídicas preestablecidas (el Rule of Law) y asegurar una gestión eficiente de las cuestiones públicas. Indudablemente, una política anticorrupción que desatienda estos objetivos sería criticable desde el marco jurídico internacional. En este sentido, se ha asumido la necesidad de que la sociedad civil participe activamente en la lucha contra la corrupción; esto no implica que sea la principal responsable, pero es muy importante que no quede al margen 37 . Por otro lado, no es aceptable que la política anticorrupción acepte medidas violatorias de garantías constitucionales, como la persecución de delitos ya prescriptos o aceptar pruebas sobre la 32 Desde una perspectiva política y social, las instituciones sociales se erosionan, convirtiéndose en meras fachadas formales y no en sistemas de reglas que “moldeen” la conducta de los agentes sociales. Claudio G. Jones Tamayo 2002:4 33 Susan Rose-Ackerman 2001:23, 308; Jorge Malem Seña 2002:90; Robert Klitgaard 1994(1):25, 59. 34 Jorge Malem Seña 2002: 214. 35 Robert Klitgaard 1994(1):53. 36 Ver artículo 5 de la Convención de la ONU. 37 Peter Eigen 2004 15 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 base de torturas o allanamientos ilegales. Se ha demostrado en la experiencia extranjera que estas medidas no son necesarias y, por cierto, provocan serios daños a la vigencia de un Estado Constitucional de Derecho coartando la libertad de los individuos. En relación con la eficacia es menester aclarar que las políticas no deben resultar desproporcionalmente costosas al Estado y su impacto y utilidad debe ser mensurable a través de indicadores objetivos -como puede ser una menor comisión de hechos de corrupción, una mayor celeridad en las tramitaciones administrativas, el incremento de las sanciones administrativas, una mayor cooperación internacional-. Al respecto, el artículo 5, en su inc. 3, establece que “…cada Estado parte, procurará evaluar periódicamente los instrumentos jurídicos y las medidas administrativas pertinentes a fin de determinar si son adecuados para combatir la corrupción…”. Debe tenerse en cuenta que la eficacia de una política pública anticorrupción es una cuestión que queda supeditada a cada ámbito en particular -región, país, provincia, organismo-. Por ello, resulta cuestionable sostener que hay un remedio eficaz, una política universal, una receta para reducir la corrupción; porque cada ámbito, incluso dentro de un mismo Estado, tiene vivencias, normas jurídicas, prácticas e intereses diversos. Es por ello que una evaluación periódica de este tipo colaboraría con la adopción de la estrategia que mejor se adapte a la realidad local y actual. El instrumento internacional obliga al Estado a la creación de órganos de prevención, control y aplicación, que deberían estar suficientemente munidos de recursos financieros, materiales y humanos. Su función consiste en aplicar aquellas políticas de combate contra la corrupción, actuando con independencia a fin de atender a sus objetivos de manera idónea, sin encontrar limitaciones por influencias de otros órganos del Estado o del sector privado. La Oficina Anticorrupción En la Argentina, la Oficina Anticorrupción tiene ambas funciones y se ubica en la órbita del Poder Ejecutivo Nacional como organismo especializado en el combate contra la corrupción en el ámbito de la administración pública nacional. Es el encargado de la investigación y seguimiento de las denuncias que se efectúan, de la elaboración de proyectos de normas jurídicas y de recomendaciones para la implementación de políticas públicas que prevengan la corrupción. A continuación, describiremos algunas características generales que asume la corrupción como fenómeno, las que condicionan el diseño e implementación de la política anticorrupción eficaz. Características de la corrupción que condicionan la aplicación de una política pública anticorrupción El grado inevitable de corrupción pública y los costos de su reducción En general, se considera que la corrupción es una anormalidad, un vicio del sistema de gobierno. Así entendido, la lógica que guiaría toda política pública sobre corrupción debería estar destinada a erradicarla. En consecuencia, el diseño de políticas públicas, bajo esta concepción, debería consistir en una serie de mecanismos destinados a reducir a cero los hechos de corrupción. Sin embargo, esta posición se encuentra sumamente cuestionada. Se considera que la corrupción es un fenómeno inherente a los regímenes políticos siendo inevitable su existencia 38 . Por ello, bajo esta otra perspectiva, la política pública sólo puede dedicarse a limitar la existencia de hechos de corrupción o morigerar los perjuicios: estamos hablando de una política de reducción de daños y no de erradicación de los hechos de corrupción 39 . De este modo se evita una política pública idealista que se convierta en irrealizable y fracase indefectiblemente. La propia Convención de la ONU hace referencia a la prevención y al combate de la corrupción, antes que a su erradicación. Por ello no se dispone el remedio definitivo al fenómeno, sino que, antes bien, se refiere al diseño e implementación de una estrategia contenedora, continua en el tiempo, conforme 38 39 Susan Rose-Ackerman 2001:125; Jorge Malem Seña 2002:48. Susan Rose-Ackerman 2001:5. Robert Klitgaard 1994(2):154. 16 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 al marco jurídico y a los intereses políticos de cada Estado 40 . Por su parte, Klitgaard advierte que sería posible fácticamente la erradicación de la corrupción, pero el costo de una política pública eficiente con este objetivo sería demasiado alto. Por ello sería deseable una política pública que admita cierto grado de corrupción pero que no incurra en un alto costo en burocracia, una pérdida absoluta de autonomía funcional, un acoso por parte de los sistemas de vigilancia, retrasos inconvenientes y una extremada dureza punitiva 41 . La lucha contra la corrupción conlleva costos de implementación asociados, es decir, se trata de un gasto que pretende evitar un daño. Este gasto sólo tendrá sentido mientras el daño que evita sea mayor que la erogación que genera. Con estos datos, nos encontramos ante un supuesto de minimización de una función (la de corrupción) sujeta a restricciones (dados por los costos que la reducción acarrea). Esta función implica que los gastos para combatir la corrupción deben incrementarse hasta el punto en que un peso adicional gastado en evitar corrupción genera exactamente un ahorro de un peso adicional en daños. Mientras el gasto sea inferior al daño que evita, conviene continuar invirtiendo recursos en combatir la corrupción. A partir del momento en que el gasto es mayor al daño que se evita, pierde sentido porque genera más perdida que beneficio. Sin embargo en el margen en el que los recursos gastados se igualan con los daños evitados, no nos encontramos con un grado de corrupción igual a cero, y es esta la razón por la que existe un grado inevitable de corrupción. Para formarnos una idea concreta de los gastos asociados con el combate a la corrupción, basta pensar en el costo que implica cumplir con las formalidades de un proceso licitatorio, con los recursos necesarios para mantener en funcionamiento un organismo de control, o el propio sistema judicial en cuanto al trámite de causas y la posterior ejecución de las sentencias que condenan a privación de la libertad. Desde ya conviene aclarar que, en la práctica, la ecuación que hemos explicado no es tan sencilla como su expresión teórica, porque al momento de la cuantificación de los daños, hemos computado en dinero, una cantidad de “males” generados por la corrupción. Este cómputo en la práctica resulta imposible, variables como la afectación de la ética o el valor del disgusto de la ciudadanía ante los hechos de corrupción no pueden ser mensurados con precisión. Política anticorrupción selectiva Como consecuencia de esta característica de inevitabilidad y de los costos de su reducción, la política pública anticorrupción sólo puede ser selectiva, ya que sería inviable o demasiado costosa si tuviera como objetivo la erradicación de toda la corrupción pública. Al ser selectiva, debe ser necesario orientarla con algún criterio racional, con lo cual debería dirigirse contra las conductas corruptas más perjudiciales 42 , más visibles o contra agentes públicos de cierta jerarquía o debería significar estrategias poco costosas o simples de implementar. En consecuencia, al momento de definir una política anticorrupción debemos decidir su foco y sus objetivos 43 . La Convención de la ONU no establece expresamente ningún criterio, por lo que queda a decisión de las autoridades políticas nacionales. Pero debe tenerse en cuenta que la inexistencia de un criterio de selectividad implicará una política pública destinada al incumplimiento de sus 40 En muchos artículos de la Convención de la ONU se establecen condicionales del tipo “procurará”, “considerará”, conceptos que dejan librado al criterio de cada Estado parte la implementación o no de las propuestas que este instrumento internacional acerca, ello en virtud de atender a los distintos ordenamientos jurídicos y necesidades que en particular existan. 41 Robert Klitgaard 1994(1):39, 205; Jorge Malem Seña 2002:221. 42 Robert Klitgaard 1994(1):59; Susan Rose-Ackerman 2001:36, 74, 94, 309, 310. 43 Un problema que existe en Argentina, es que la legislación procesal penal federal no prevé el principio de oportunidad, por lo cual, la persecución penal opera contra todo hecho de corrupción independientemente del grado de lesividad de la conducta y de la jerarquía del agente público. De modo, que la justicia penal está facultada para destinar recursos humanos y materiales para una persecución de la entrega de un regalo de escaso costo económico a un empleado de baja escala jerárquica. Esto implica un retraimiento de recursos que podrían destinarse a perseguir con eficiencia hechos de mayor lesividad o que involucren a funcionarios de superior jerarquía. 17 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 objetivos o, en el caso poco probable, que los pudiera cumplir, insoportablemente costosa. Por su parte, resulta criticable que en general el Poder Legislativo no realice un acotamiento o, al menos, un agravamiento de la “gran corrupción” que son los hechos realizados por funcionarios de superior jerarquía, en general, con la participación de empresas multinacionales y que provocan daños de gran magnitud. Estos hechos, en principio, son perseguidos penalmente y tienen la misma escala penal que un hecho de corrupción de menor rango cometido por un empleado público y con una escasa repercusión en el erario público. La corrupción crece como un espiral Se ha considerado que la corrupción crece en forma espiralada, es decir, incrementalmente. Esto quiere decir que la cantidad y magnitud de hechos de corrupción van intensificándose a medida que el sistema institucional facilita la comisión de actos de corrupción 44 . Esto tiene como consecuencia que cada vez resulta más difícil poner en marcha una política anticorrupción eficaz, porque pese a no haberse producido lo que denominamos “captura del Estado”, a medida que la corrupción se acentúa más agentes públicos se ven involucrados y tienen fuertes incentivos para no colaborar en su reducción y continuar obteniendo importantes ganancias ilícitas 45 . Cuando esto sucede se necesita crear incentivos aun más fuertes para modificar su conducta o aplicar sanciones extremadamente rigurosas. La necesidad de implementar de inmediato una política anticorrupción En consecuencia, el crecimiento incremental de la corrupción determina que de inmediato debe ponerse en marcha una política anticorrupción eficiente, de lo contrario, cada día perdido implicará mayores costos y futuras dificultades. Corrupción jerarquizada Las organizaciones públicas se suelen organizar jerárquicamente -Administración Pública, Ministerio Público-, esto facilita notablemente que se propague la corrupción y se fortalezca, dificultando la efectividad de las medidas anticorrupción debido a las lealtades corporativas y las ganancias que se producen regularmente. Este fenómeno se explica porque los funcionarios inferiores deben dar parte del soborno que reciben a sus superiores para así evitar los controles 46 . Expresado en otros términos “los funcionarios superiores pueden encubrir la corrupción de los subordinados a cambio de una participación de sus ganancias” 47 . Este es el modo en que se expande “de abajo hacia arriba”. Aparte, se aprecia que el establecimiento de una medida anticorrupción, como resulta ser el control del superior, cuando no tiene eficacia, puede potenciar el crecimiento de la corrupción al garantizarle al inferior la impunidad y dejar fuera de sospechas su accionar, ya que se considerará que el control del superior evitó los hechos de corrupción del controlado. Por su parte, los superiores para evitar ser denunciados y facilitar la ejecución de ciertas conductas riesgosas que permiten o facilitan los hechos de corrupción, también suelen compartir el soborno que reciben con sus inferiores 48 . En este sentido se ha dicho que “los funcionarios superiores corruptos compran el silencio de los subordinados compartiendo sus ganancias a través de sueldos altos y otras ventajas en especie o ganancias distribuidas bajo cuerda” 49 . En conclusión, la corrupción se puede expandir “de arriba hacia abajo” por los fuertes incentivos a garantizar la impunidad, si todos los agentes son cómplices y se ven beneficiados, difícilmente alguien se arriesgue a denunciar pudiendo ser sancionado penal, administrativa o civilmente y perdiendo la fuente de ganancia extra-legal. 44 Susan Rose-Ackerman 2001:35. Susan Rose-Ackerman 2001:275; Robert Klitgaard 1994(1):18. 46 Susan Rose-Ackerman 2001:114. 47 Susan Rose-Ackerman 2001:115. 48 Susan Rose-Ackerman 2001:67. 49 Susan Rose-Ackerman 2001:114, 115. 45 18 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 Otro mecanismo para “extender de arriba hacia abajo” es el uso por el superior del sistema disciplinario de la organización jerárquica. En general, los sistemas disciplinarios prevén infracciones descriptas con un lenguaje muy vago como por ejemplo “mal desempeño en el cargo” o “conducta impropia”, esto le permite al superior aplicar con un alto grado de discrecionalidad sanciones a sus inferiores cuando estos no colaboran o pueden llegar a denunciar hechos de corrupción. De este modo, se aprecia que el sistema disciplinario que en principio está dirigido a lograr una mayor eficiencia en la prestación de los servicios públicos puede ser utilizado en una estructura jerárquica como un mecanismo para reforzar las prácticas corruptas. La estructura jerárquica puede estar presente o manifestarse en distintas órganos del Estado. En principio, la Administración Pública es de por sí jerárquica para garantizar la uniformidad y la coherencia en la aplicación de las leyes. Por su parte, el Ministerio Público también responde a este modelo de organización jerárquico. En cambio, podemos decir que los legisladores son independientes, sólo deberían responder a los intereses de los grupos que representan. Sin embargo, ellos también se ven influenciados por las estructuras jerárquicas de los partidos políticos que generalmente condicionan sus decisiones, facilitando el disciplinamiento a la hora de votar. Por último, la estructura judicial, pese a ser vertical, tiene dispositivos para garantizar la independencia y, salvo algunas excepciones, los jueces no están obligados a seguir los criterios, ni pueden recibir órdenes de los jueces con competencia en una instancia superior. Sin embargo, debe admitirse que los jueces de las instancias superiores conservan facultades disciplinarias que permiten replicar cierto modelo jerárquico en la estructura judicial. Por otro lado, cabe reparar que en cada juzgado, existe personal administrativo que suele tomar decisiones jurisdiccionales sujetas a una revisión formal del juez, que sí están bajo un sistema jerárquico cuyo superior es el juez. Esto no implica que haya que abandonar la estructuración jerárquica, evidentemente es institucionalmente deseable y factible que el Poder Judicial y los legisladores no padezcan presiones de sus superiores; pero indudablemente la Administración Pública debe ordenarse jerárquicamente para garantizar uniformidad, coherencia y eficiencia. Lo que sí debe tenerse presente al momento de diseñar la política pública anticorrupción, es la existencia de corrupción “jerarquizada” para que se responda adecuadamente a esta situación y se pueda tener eficacia. En este sentido, cuando la corrupción está insertada en una estructura jerárquica, la política anticorrupción debe operar no sólo contra las autoridades superiores, sino que debe ir acompañada de un cúmulo de medidas que reduzcan los hechos de corrupción de los subordinados. De lo contrario, podría llegar ser inocua o tener muy poco impacto 50 . En conclusión, la política anticorrupción, pese ser selectiva por sus costos, cuando opera sobre la corrupción “jerarquizada” debe implicar medidas integrales sobre toda la estructura. A partir de esta visión, se critica la eficiencia de una política anticorrupción que sólo actúa sancionando duramente a los funcionarios públicos que han sido detectados como si fueran “manzanas podridas” dejando incólume el resto de la estructura. Rose-Ackerman considera que “[s]e necesita la vigilancia y la aplicación de los programas, pero éstos ejercerán un pequeño impacto a largo plazo si no se reducen las condiciones que alientan los sobornos. Si permanecen estos incentivos, la eliminación de una serie de ‘manzanas podridas’ sólo conducirá a la creación en muy poco tiempo de un nuevo grupo de funcionarios corruptos y de sobornadores privados” 51 . La corrupción se reduce desde adentro Otra característica de la corrupción es que para su reducción necesariamente se requiere el compromiso y la colaboración por parte de los agentes públicos, ya que se necesitan denunciantes y testigos para la represión de hechos de corrupción 52 , los cuales suelen ser funcionario públicos, y se 50 Jorge Malem Seña 2002:79. Susan Rose-Ackerman 2001:7. 52 Susan Rose-Ackerman 2001:114, 115, 117. 51 19 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 precisa de agentes dispuestos a capacitarse y a aplicar nuevos mecanismos de gestión, de control y de transparencia. Por ello es imprescindible en una política anticorrupción que pretenda ser eficaz 53 cuente con el apoyo de al menos una parte de los funcionarios públicos. Sin esta colaboración no va a ser posible o va a ser muy reducido su impacto. Serán necesarios cambios estructurales -nuevos planteles de funcionarios, desarticulación de organismos administrativos-, que suelen ser medidas muy costosas. Tipos de corrupción pública Se han hecho numerosas clasificaciones y tipologías sobre el fenómeno de la corrupción, pero nosotros queremos distinguir tres tipos según el espacio público en donde se produce el hecho, lo cual tiene consecuencias significativas a la hora de diseñar e implementar políticas públicas anticorrupción. 1) Corrupción Administrativa 2) Corrupción Política 3) Corrupción Judicial 1) Corrupción Administrativa Esta modalidad se presenta en la órbita de la Administración Pública, entendida como la estructura del Estado destinada a proveer una gran gama de bienes y servicios, como salud, educación, seguridad, defensa, entre otros; es decir, es la encargada de implementar las políticas públicas. Este espacio público está conformado por una burocracia, pero va a encontrarse bajo la dirección del Poder Ejecutivo y, en general, bajo el control del Poder Legislativo. Asimismo, los reclamos individuales, ante una colisión de derechos particulares o colectivos, provocan que los actos de la Administración Públicas sean revisados por el Poder Judicial. Este tipo de corrupción se encuentra presente desde que los Estados se constituyeron y comenzaron a brindar una esfera más amplia de servicios públicos, independientemente del tipo de régimen que adopten. De todos modos se dan mejores condiciones para que las prácticas corruptas se desarrollen con más amplitud en los Estados que asumen más funciones o que se dedican a regular mayor cantidad de actividades privadas 54 . Esto no quiere decir que propugnemos una retirada del Estado, sino que debemos ser conscientes que la expansión de actividades públicas debe ir de la mano de una política anticorrupción adecuada. Este tipo de corrupción se ve favorecida porque “la proliferación de las instancias administrativas, todas ellas con cierto poder discrecional para la toma de decisiones, genera una estructura propicia para las acciones venales” 55 . Es decir, que la discrecionalidad favorece notablemente la posibilidad de desarrollar hechos de corrupción, lo cual se debe en gran medida a la jungla normativa que regula la administración pública, que se debe a que cada órgano de la Administración Pública produce sus propias normas sustanciales y procedimentales, que en muchos casos no son publicadas, no son accesibles o, en su caso, son prácticamente incomprensibles. Esto brinda un margen de discrecionalidad y provoca una asimetría de la información muy grande a favor del funcionario administrativo que permite que utilice y pueda disponer a su voluntad de los bienes públicos 56 . Por otro lado, los particulares suelen no conocer a ciencia cierta los deberes de los funcionarios administrativos, los mecanismos de reclamo por sus incumplimientos o, en su caso, los procedimientos sancionatorios no les permiten una participación 53 Susan Rose-Ackerman 2001:273. Jorge Malem Seña 2002:79. 55 Jorge Malem Seña 2002:45. 56 Susan Rose-Ackerman 2001:19. 54 20 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 directa o no funcionan eficazmente. Esto provoca una situación particularmente propicia para que el funcionario administrativo exija o incentive el ofrecimiento de un soborno o malverse o se apropie de caudales públicos. 2) Corrupción Política La corrupción política se da en los espacios de poder que están facultados para diseñar y desarrollar políticas públicas, es decir, que cuenta con capacidad decisoria. Esto puede acontecer tanto en la esfera del Poder Ejecutivo como del Legislativo. Debe destacarse que se ha apuntado que “[l]a compra de la voluntad política por quiénes detentan el poder económico y la búsqueda de medios financieros para alcanzar, mantener o acrecentar el poder político no es un dato nuevo; ha sido siempre una constante histórica” 57 . Pero convengamos que existen más posibilidades de que prospere este tipo de corrupción en un Estado con una economía capitalista desarrollada. Eso se debe a que los agentes privados van a intentar aumentar sus ganancias tratando de influir en las decisiones políticas. En cambio, si los medios de producción son monopolizados por el Estado o por el grupo de individuos que domina sin oposición, ni resistencia el ámbito de decisiones políticas, no se dan las condiciones necesarias para que se desarrolle masivamente este tipo de corrupción. Aparte de la permanente presión en los momentos de decisiones políticas, la corrupción en este ámbito se manifiesta durante las elecciones. Esto se debe a que los partidos políticos necesitan financiación y para ello suelen recibir de manera legal e ilegal fondos del sector privado. Estos fondos, que en muchas ocasiones se entregan sin conocimiento público, van a condicionar la voluntad de los funcionarios políticos elegidos que deberán tomar decisiones a favor de los sectores que los financiaron. En este sentido se ha dicho que “La preocupación se llama favoritismo. Los grupos que contribuyen con fondos a los políticos elegidos esperan ayuda en el proceso legislativo. También pueden esperar un trato especial en problemas concretos al tratar con la burocracia o cuando buscan que se les otorgue contratos y concesiones. Si los intereses de dichos grupos o individuos entran en conflicto con los del público en general, quedan debilitados los valores democráticos” 58 . Por otra parte, estos beneficios, al no ingresar en el patrimonio de los candidatos, son muy difíciles de medir y monitorear, como en el caso de la compra de espacios en los medios o de periodistas. 3) Corrupción judicial El Poder Judicial es el órgano estatal encargado de aplicar la ley con el fin de proteger los derechos de las personas y controlar al resto de los poderes 59 . En este sentido, se transforma en un contralor de las políticas públicas desarrolladas por el Estado, evitando que por acción u omisión lesionen los derechos individuales y colectivos de las personas. Consideramos que el ámbito del Poder Judicial es sumamente propicio para la comisión de hechos de corrupción por sus características funcionales dentro de la estructura institucional del Estado. Resulta indudable que los jueces ejercen una potestad de forma cuasi-monopólica, ya que son los principales responsables organizacionales de la resolución de conflictos de la sociedad civil mediante la aplicación de la ley 60 . Esta “fuerza cuasi monopólica le hace ocupar una posición privilegiada en la negociación del intercambio corrupto” 61 . Asimismo, resulta manifiesto que los jueces cuentan con cierta discrecionalidad a la hora de aplicar las normas jurídicas generales, ya que deben aplicarlas a un caso concreto sopesando valores 57 Jorge Malem Seña 2002:91. Susan Rose-Ackerman 2001:183. 59 Susan Rose-Ackerman 2001:215. 60 Jorge Malem Seña 2002:154, Comisión Andina de Juristas, 2003:29. 61 Jorge Malem Seña 2002:156. La vulnerabilidad aumenta por el modo de ejercicio de este poder cuasi monopólico al permitírsele la manipulación de los turnos para la asignación de las causas, la limitación del objeto de discusión tras superada la primera instancia jurisdiccional o la avocación mediante el procedimiento de per saltum evitando la decisión de la instancia previa. 58 21 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 constitucionales y consecuencias sociales y económicas a fin de lograr la justicia 62 . Pero esta discrecionalidad, permite que el juez tenga cierta libertad para resolver de una u otra forma el caso concreto pudiendo quedar sujeta su resolución a la venalidad 63 . Malem Seña sostiene que “la discreción judicial no sólo genera efectos positivos, encierra también numerosos peligros. Si un juez tiene una discreción amplia en la aplicación de la ley y en la función de fijar los méritos de los hechos objeto del proceso podría entonces solucionar un caso de un modo y de una manera diferente otro caso manifiestamente similar. Cualquier persona estaría a su merced pudiendo ser beneficiada o perjudicada de un modo sustancialmente desigual” 64 . Finalmente, cabe destacar que la idea de responsabilidad 65 se efectiviza cuando existe una amenaza de ser sancionado, sin embargo la poca cantidad de sanciones civiles 66 , disciplinarias o penales 67 contra los jueces consagran cierto halo de impunidad. Relación entre los tipos de corrupción y las medidas de combate inherentes a cada una Según sea el tipo de corrupción que se analice, debe ser diseñada la política pública específica en ese ámbito particular que tienda a su disminución. En este sentido, la corrupción administrativa requerirá que se desarrollen mejores mecanismos de auditoría y que se profesionalice la carrera administrativa, entre otras medidas efectivas. Por su parte, la corrupción política requerirá una mayor transparencia en los ámbitos de toma de decisiones y una mayor regulación en la financiación de los partidos políticos. Este tipo de medidas se encuentran descriptas en el art. 7 de la Convención de la ONU. Finalmente, la corrupción en el ámbito judicial debe ser disminuida o limitada a través de mejoras en la gestión y en la transparencia judicial. La propia Convención de la ONU prevé su art. 11 una serie de medidas relativas al Poder Judicial y al Ministerio Público. No debe entenderse que en la realidad sólo se presente uno de estos tipos de corrupción, sino que suelen darse en forma conjunta e interrelacionada, lo cual, si llega a cierto grado de extensión, implicaría la captura del Estado. La interrelación puede darse de diferentes maneras, como cuando los funcionarios políticos y administrativos requieren de la corrupción judicial para asegurar su impunidad por la comisión de hechos de corrupción. Es por ello que “[c]uando la judicatura forma parte del sistema corrupto, los ricos y los corruptos actúan con impunidad, confiando en que un soborno bien situado les solventará cualquier problema legal” 68 . De lo contrario, si la impunidad no estuviera garantizada, probablemente los funcionarios no cometerían hechos de corrupción al estar desincentivados por la sanción punitiva. Por otro lado, los funcionarios políticos suelen cooptar a los funcionarios administrativos para evitar ser denunciados cuando son implementadas políticas públicas desacertadas que han sido decididas en los ámbitos de poder político. A continuación, el análisis que se realice tiene en vista primordialmente uno solo de estos tipos: la corrupción administrativa. Realizamos este recorte en el abordaje de la problemática de la corrupción pública, debido a las limitaciones de espacio del presente ensayo y para evitar una dispersión en la exposición. El siguiente punto tiene como objeto delinear teóricamente las causas de los hechos de corrupción, lo cual resulta indispensable para que una política anticorrupción pueda ser una estrategia efectiva a la hora de reducirla. Justamente, esta política debe operar sobre las causas para poder disminuir la cantidad de hechos de corrupción. 62 Jorge Malem Seña 2002:160 Comisión Andina de Juristas, 2003:29 64 Jorge Malem Seña 2002:160. 65 Jorge Malem Seña 2002:161. 66 Jorge Malem Seña 2002:162. En nuestro país, no se han realizado relevamientos sobre la cantidad de causas de responsabilidad civil de los jueces y demás funcionarios públicos, pero nos consta que son escasísimos las causas. Asimismo, existen graves inconvenientes normativos y organizacionales para promover estas acciones y aun no se ha implementado una política de recupero de activos por hechos de corrupción. 67 Jorge Malem Seña 2002:162. 68 Susan Rose-Ackerman 2001:208. 63 22 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 Una estrategia contra la corrupción La causa de la corrupción Cuando nos preguntamos sobre la causa de la corrupción nos referimos, según la definición antes explicada, a los motivos que provocan que uno o varios funcionarios antepongan su función objetivo individual a la función social objetivo cuya satisfacción se les ha confiado. Sobre este punto, la opinión pública, en general, considera que las personas que cometen conductas corruptas son seres viciosos e inmorales. Se parte de la concepción que los individuos racionales y socializados adecuadamente, no cometerían hechos de corrupción. Por el contrario, creemos que un individuo racional, socializado; tiene fuertes incentivos para cometer un hecho de corrupción, lo cual será explicado en este acápite. Previamente, es menester aclarar que toda conducta corrupta tiene como causa una multiplicidad de factores difíciles de aprehender en un caso concreto-económicos, sociales, culturales, jurídicos, éticos-. Sin embargo, vamos a proponer a continuación un modelo teórico simplificado que consideramos aplicable a todo hecho de corrupción. Los intereses concéntricos y decrecientes 69 En primer lugar, cabe señalar que la intensidad de los intereses de las personas se presentan como una serie de círculos concéntricos y decrecientes. Así, las personas tienen un fuerte lazo de solidaridad e interés por aquellas cuestiones que se encuentran en sus círculos más próximos. El bienestar propio, de los familiares directos y de algún amigo muy íntimo, tanto emocional como material, se encuentra en el primer círculo de relevancia del sujeto. En un segundo círculo de relevancia y solidaridad, podrían encontrarse los amigos, los compañeros de trabajo y algunos parientes más lejanos. Luego, tal vez en un tercer círculo, el sujeto nuclea a grupos con los que tiene algún grado de afinidad por su propia pertenencia a esos grupos o porque se siente identificado con la idea que sostienen (grupo profesional, equipo deportivo del que es simpatizante, localidad a la que pertenece, etc). Finalmente, existe un último círculo que podríamos denominar de irrelevancia o desinterés, donde, más allá del respeto que pueda tener por la especie humana, al sujeto no le importa demasiado lo que suceda con esas personas. Esto resulta bastante consistente con las circunstancias que observamos en la cotidianeidad. Por ejemplo, si un hermano o un gran amigo nuestro se quiebra un brazo o pierde el trabajo, lo visitamos, nos preocupamos por su situación e intentamos ayudarlo. En cambio, si vemos en un periódico que cinco personas que nunca conocimos murieron calcinadas en un accidente de tránsito, suspiramos y luego damos vuelta la página. Hasta aquí no existen demasiadas complicaciones, pero sucede que en el ejemplo anterior la ayuda al hermano o amigo, no influye dañosamente sobre las personas calcinadas en el accidente. Ojalá esto fuera siempre así, pero lamentablemente no lo es, en muchos casos, actuar para favorecer un círculo cercano puede perjudicar a los que se encuentran en un círculo externo. Pues bien, al funcionario público que debe administrar una variable que forma parte de la función social objetivo, se le solicita, en las situaciones de vulnerabilidad descriptas previamente, que borre por completo las fronteras de sus círculos de relevancia y solidaridad en el ejercicio de sus funciones; nada de lo que él haga en su cargo debe tener en cuenta el beneficio propio o de sus allegados (salvo el prestigio profesional y algunas otras cuestiones socialmente aceptadas). En su rol de funcionario está llamado a adjudicar igual o menor importancia al bienestar de su hijo que al de una persona que ni siquiera conoce. Imagínese el caso de un funcionario que desea que su hijo realice estudios en el exterior o comprarse una costosa finca y, a su vez, administra el presupuesto de un hospital público o debe decidir la adjudicación en una licitación pública y una empresa le ofrece dinero a cambio de ganarla. Aquí el funcionario, si desvía fondos del hospital hacia su patrimonio o si acepta el soborno ofrecido por la empresa, logra mejorar su función objetivo individual perjudicando la social y si no lo hace, sucede lo contrario. De este modo, el contraincentivo al cumplimiento fiel de la función, si se acepta la tesis 69 Guibourg Ricardo A. 2004 23 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 expuesta, resulta clarísimo. Con un contexto así, todos los funcionarios, si son seres racionales en el sentido definido por la teoría económica, encontrarán beneficioso corromperse, salvo que tengan certeza de que luego serán sancionados gravemente afectando su función individual objetivo. Las variables que motivan y condicionan a los funcionarios públicos Sobre la base de esta concepción, se han desarrollado una serie de variables que entran en juego para que el funcionario prefiera el accionar corrupto. Klitgaard explica que “me portaré en forma incorrecta si: el soborno menos el costo moral, menos la posibilidad de ser apresado y castigado por ser corrupto, es mayor que mi salario más la satisfacción que obtengo de no ser corrupto” 70 . Es decir, que para este autor, el funcionario se inclinará a la conducta corrupta porque le representa escasos costos morales, la sanción es poco probable o tiene una escasa magnitud lesiva y no representa una reducción significativa del salario o la posibilidad de ser cesanteado no lo inquieta. Podemos decir que si el funcionario realizara un cálculo de costos y beneficios antes de actuar encontraría un beneficio concreto y relevante con la comisión de un hecho de corrupción. Debe agregarse que es necesario que exista un margen de discrecionalidad que le posibilite al funcionario realizar la conducta desviada de la finalidad colectiva. Es evidente que si el funcionario no tiene facultades para tomar decisiones en un sentido distinto, no se presentan las condiciones para la comisión de un hecho de corrupción. Supongamos que un funcionario público sólo tiene como función dictar el acto adjudicatorio en una licitación en la que todos los postulantes ofrecen un bien de similar calidad, y existe una obligación legal de adjudicar a la empresa con menor precio. Debe agregarse a esta hipótesis que su acto va a ser controlado por un organismo independiente y la licitación es pública teniendo facultades las empresas que no han resultado ser adjudicatarias, de deducir una denuncia o reclamo judicial. En consecuencia, las variables que inciden para que un funcionario privilegie la función individual objetivo y se desinterese de la función social objetivo causando un hecho de corrupción son: la ética del funcionario público, los incentivos -sanciones y recompensas- y la vulnerabilidad de ciertas circunstancias concretas. La magnitud de estas variables está directamente relacionada con la posibilidad de comisión de actos de corrupción y a todas ellas debe apuntar una política anticorrupción que pretenda ser eficiente. A continuación, nos extenderemos sobre cada una de estas variables y algunos mecanismos institucionales de una política anticorrupción eficaz. 70 Robert Klitgaard 1994(1):81 24 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 La ética del funcionario público Los sistemas éticos, en general, cumplen la función de motivar a los individuos a actuar sin privilegiar los intereses más cercanos. Todas las posturas éticas (por limitaciones obvias no las desarrollaremos aquí) poseen valores cuyo contenido impone una serie de cortes transversales a los círculos concéntricos de relevancia de los sujetos. En este sentido, los valores éticos, salvo algunas excepciones 71 , imponen deberes de conducta abstractos, sin reparar en que el sujeto moralmente obligado se encuentre frente a un extraño o su primo hermano. Así, la “honestidad” o el “respeto a la vida”, por citar algunos de numerosos ejemplos posibles, constituyen imperativos éticos que no realizan diferenciaciones sobre las circunstancias en las que los sujetos intervinientes se encuentran, tales como si se tratara de íntimos amigos o de dos personas desconocidas entre sí y mutuamente desinteresadas. En otros casos, se exigen sacrificios de intereses personales en función de fines colectivos, como el deber de ser solidario, que implicará costos -tiempo, dinero- y en muchas situaciones se actúa en beneficio de individuos no identificables como son las campañas de donaciones a favor de grupos marginados o excluidos. Esto implica que no debe asumirse apriorísticamente que las personas, inevitablemente van a conducirse privilegiando siempre sus intereses personales. Evidentemente, esto no sucede y es posible encontrar a diario innumerables casos de conductas motivadas por deberes éticos, que no responden a un cálculo de costos y beneficios para maximizar bienes personales o, si se prefiere, el valor de su costo moral es inigualable en dinero. En particular, es posible imaginar que los funcionarios incorporen una serie de deberes éticos que corten transversalmente los círculos de relevancia desmotivándolos a cometer hechos de corrupción y de este modo, el ejercicio de la función es posible sin desviaciones inexorables 72 . Claro que sería necesario asegurarse que la persona investida de la función pública incorpore la ética en el ejercicio de la función pública. La reducción de la corrupción a través de la ética del funcionario público Para abordar la reducción de la corrupción desde esta perspectiva, hay que tomar conciencia de una limitación inicial relacionada con el mecanismo típico en el que esta modalidad puede tener algún grado de éxito. La incorporación de un sistema ético por parte de una persona se produce a lo largo de todo su ciclo educativo, que comienza en la infancia. Al diseñar una política anticorrupción, orientada a la “ética en el ejercicio de la función pública”, se debe tener presente que un funcionario dispuesto a cometer actos de corrupción difícilmente vaya a internalizar imperativos éticos que no ha asumido a lo largo de su vida. En este sentido, una política pública de lucha contra la corrupción, debe estar orientada a la educación de la sociedad civil y, sus resultados más profundos, sólo deben esperarse en el largo plazo. No obstante lo anterior, existen algunas acciones positivas de corto y mediano plazo que se pueden implementar desde este ángulo del combate a la corrupción y que se encuentran relacionadas con la posibilidad de atenuar la característica de la corrupción que hemos enunciado en párrafos anteriores en cuanto a su crecimiento en forma de espiral. Para entender los posibles efectos positivos de la promoción de la ética en el ejercicio de la función pública, es necesario asumir que existe un importante número de funcionarios que se motivan de acuerdo a la “lógica de la reciprocidad” 73 . 71 Una excepción a esta regla la podría constituir el mandamiento religioso de “honrar madre y padre”. Cabe aclarar que lo que hemos dicho hasta aquí no implica desafiar la tesis de Weber sobre la ética de las convicciones y la ética de la responsabilidad (que deben asumir los responsables políticos de una sociedad), dado que en lo que aquí interesa no se contraponen. De hecho, sólo en algunas circunstancias excepcionales, ambos sistemas exigirán cursos de acción distintos ante una situación dada. 73 Véase en este sentido Dan M. Kahan:2002 72 25 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 Lógica de la Reciprocidad Según este enfoque teórico la mayor parte de las personas motivan su conducta a partir de la reciprocidad emocional o moral. Ello significa que en un contexto cooperativo de acción colectiva, en donde impera un clima de confianza entre los individuos y las expectativas respecto del comportamiento de terceros son positivas, las personas se sienten motivadas a actuar en beneficio del grupo y así lo hacen. Ocurre precisamente lo contrario en un ámbito hostil donde la expectativa respecto del comportamiento de terceros es negativa, en el cual las personas creen que si se comportan de acuerdo al interés general del colectivo serán explotadas por el resto que sólo intentará maximizar su propio bienestar. Si aceptamos este esquema, nos encontramos que siempre existe una minoría a la que sólo le interesa maximizar su bienestar de un modo egoísta, desentendiéndose de las consecuencias que acarrea para los intereses colectivos (free riders). En otro extremo, se encuentra otra minoría que ha internalizado un sistema ético muy estricto y siempre cumple con los mandatos morales incorporados sin importarle lo que suceda a su alrededor (cooperadores dedicados). Por último, la gran mayoría de la gente se encuentra en el medio de estos extremos y se motiva de acuerdo a un esquema de reciprocidad respecto del contexto que perciben. En un contexto hostil, tenderá a ser egoísta y maximizar su interés personal en detrimento de los objetivos colectivos. Por lo contrario, en un contexto cooperativo, se procurará maximizar los intereses colectivos, incluso sacrificando parte de sus objetivos individuales. Con este fundamento filosófico detrás de la motivación de la conducta de las personas, resulta lógica la tendencia incremental de la corrupción, dado que cuando la inmensa mayoría de sujetos emocionalmente recíprocos comienzan a observar un contexto de corrupción, responden con acciones de igual tipo. Sin embargo, en sentido contrario, también es plausible imaginar una tendencia incremental para el fenómeno inverso, es decir, que esta misma mayoría de sujetos, al observar un contexto de confianza y honestidad, respondan con acciones de este tipo. A partir de aquí, velar por la ética en el ejercicio de la función pública adquiere particular relevancia. La promoción de un clima de confianza y honestidad creíble resulta fundamental para determinar el comportamiento de este gran número de personas motivadas por una reciprocidad emocional, que conduzca un equilibrio de Nash en el que la mayor parte de las personas no son corruptas 74 . El problema de diseñar ámbitos de trabajo en los que se promueva la confianza recíproca es que se tiene más información y se realizan análisis más intensos sobre los órganos en que se detectaron numerosos o importantes hechos de corrupción. En cambio, si se quieren desarrollar mecanismos que operen sobre la ética del funcionario público a corto y mediano plazo se requiere estudiar profundamente el funcionamiento de los organismos públicos en los que no se sucedan hechos de corrupción a causa, principalmente, de la confianza recíproca de los funcionarios. Con esta lógica opera una de las medidas utilizadas por Transparency International conocida como “Pactos de Integridad” en las contrataciones públicas. Estos Pactos son “una promesa de reciprocidad válida para ambas partes [...] vale tanto para ministerios como para empresas de construcción, proveedores y asesores técnicos [...] todas las partes implicadas se sientan a una mesa, es decir, la autoridad o empresas que anuncian un concurso y todos los potenciales candidatos a aceptar el contrato, que se ‘pelean por el pastel’. Y entonces se intenta llegar a un acuerdo independientemente de cuál sea su comportamiento en otros mercados o si año tras año han sobornado o se han dejado sobornar- en que todos los participantes se comprometan en esta situación de competencia a renunciar a la utilización de métodos corruptos. Para supervisar el proceso se nombra una entidad independiente, si es posible una organización de la sociedad civil, como por ejemplo una sección nacional de T.I. El que incumple este pacto de anticorrupción recibe un severo castigo [...] Así, la empresa que ofrece el encargo debe comprometerse a aplicar medidas disciplinarias a los colaboradores corruptos” 75 . Este mecanismo presupone esta lógica de reciprocidad, por la cual, se presume que las partes -funcionarios y empresas-, sabiendo que todos se van a comportar correctamente, no cometen actos de corrupción. 74 Desde este esquema de comportamiento se llega a múltiples equilibrios de Nash, uno en el extremo donde la gran mayoría se corrompe, uno en el extremo donde la gran mayoría es honesta y uno inestable en el largo plazo en el que la gente que se corrompe y la que no se encuentra distribuida en partes similares. 75 Peter Eigen, 2004:74, 77. 26 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 Como se advierte, más allá de los compromisos, sigue siendo importante mantener un sistema de sanciones para las conductas corruptas por dos razones. En primer lugar, para mantener como minoría a los free riders extremistas, que sin importar en qué tipo de espiral nos encontremos (de corrupción incremental o de no corrupción incremental), igual optarán por el comportamiento corrupto. En segundo lugar, el sistema de sanciones es fundamental desde el plano simbólico para mantener una tendencia hacia la no corrupción, porque de otro modo, quienes se motivan por la reciprocidad, al ver que los maximizadores egoístas no sufren por sus acciones nocivas, se sentirán explotados y ello desencadenará una espiral incremental de corrupción. Por último, las políticas preventivas y de transparencia juegan un papel trascendental, junto a los premios e incentivos positivos, como señal de que el contexto imperante es de honestidad, aunque obviamente estas políticas no deben ser sólo nominales sino de aplicación efectiva 76 . Por otro lado, debe tenerse en cuenta la necesidad de seleccionar y capacitar a los funcionarios teniendo en cuenta la ética en la función pública. En este sentido, el art. 7 de la Convención de la ONU recomienda evaluar los procesos de selección y formación de funcionarios que cada Estado tiene vigente. Evidentemente, resulta necesario contrastar los antecedentes de una persona antes de que comience a ejercer la función pública y como complemento sería necesario crear un registro de antecedentes de todas las personas que fueron contratadas alguna vez. En este registro deben constar no sólo los antecedentes penales, sino especialmente la aplicación de sanciones administrativas. Los incentivos en la función pública Los hechos de corrupción no son sólo un problema de ética individual, sino del marco institucional, o sea, de las normas jurídicas y las prácticas que, lejos de actuar como un factor desmotivador de hechos de corrupción, parecieran incentivar al sujeto a cometer este tipo de actos 77 . Debe tenerse en cuenta que en muchos casos el funcionario puede no incorporar los deberes éticos y cometerá un hecho de corrupción si existen incentivos suficientes, es decir, si no implica pérdidas en su salario o en la posibilidades de ascenso o si la sanción es ínfima, o poco probable de ser aplicada. En estas situaciones, las fronteras de los círculos de relevancia están clarísimas y no se han desdibujado ni siquiera un poco y los funcionarios procuran actuar siempre con el fin de maximizar sus intereses personales en detrimento de los objetivos colectivos. Los hombres malos Poseer esta visión no implica que asumamos que los hombres sean “malos”, lo que podría tener como consecuencia que es injustificada la enseñanza de la ética pública a los funcionarios. Consideramos que no se ha desarrollado un medio confiable que garantice la introyección de valores o virtudes, ni tampoco existe un mecanismo para averiguar con certeza quiénes los han adquirido o desarrollado. Es por ello que debemos pensar las instituciones como si los individuos “fueran malos”. De igual modo, cuando los individuos son probos, la existencia de una estructura institucional adecuada también para las personas “malas”, no dificultaría el cumplimiento de su función pública. En este punto, donde quienes ocupan los cargos públicos no han internalizado un sistema de valores consistente con el ejercicio de la función pública sin corrupción, se debe diseñar un método acorde con su propio principio de motivación, es decir, se debe crear otro sistema que persuada al funcionario de que su mejor opción consiste en no incurrir en conductas corruptas. La aplicación de sanciones Para ello, se debe actuar con la misma racionalidad que el funcionario corrupto. Como hemos dicho, la causa por la que el funcionario se corrompe, consiste en favorecer sus círculos de relevancia más cercanos provocando sólo una consecuencia dañosa a sujetos que se encuentran en 76 En contra de esta última afirmación se encuentra el propio Kahan, quien sugiere que los incentivos constantes distorsionan la tendencia hacia la no corrupción, porque enmascaran las buenas intenciones y además producen la apariencia de que si existen es porque de no implementarlas, las personas no se motivarían honradamente. 35 Susan Rose-Ackerman 2001:2. 27 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 círculos de relevancia más distantes. Por lo tanto, bajo esta lógica, el método con el que se debe evitar la corrupción es redireccionar, a través de normas jurídicas, las consecuencias originales del proceder del funcionario, de modo tal que haya una gran probabilidad de que las conductas corruptas provoquen grandes perjuicios personales. No sería entonces racional que el sujeto actuase cometiendo una conducta corrupta que, casi con seguridad, le generará un daño personal, a una esfera cercana de interés. En esta lógica quedan comprendidas las sanciones que se aplican cuando se comprueba una conducta corrupta; las cuales van a implicar perjuicios en los intereses personales como puede ser la privación de la libertad, la pérdida de bienes, la cesantía en la función pública, la retrogradación, la pérdida de la posibilidad de ascensos o la reducción del salario. Estas medidas actúan ex post, es decir, una vez cometido la acción corrupta. Pero, hay que señalar que su vigencia y eficacia intenta desincentivar la futura comisión de hechos de corrupción. A continuación, sobre la base de la teoría de juegos intentaremos explicar como operan estas medidas en la motivación del funcionario público. Teoría de Juegos 78 Representado en un esquema muy elemental de Teoría de Juegos, la situación inicial, sin sistema sancionatorio, puede ilustrarse considerando que existen dos jugadores, el funcionario potencialmente corrupto por un lado, y la sociedad por el otro. Este será un juego de una sola jugada del “jugador 1” (el funcionario) que posee dos estrategias disponibles: favorecer a la sociedad o beneficiarse a sí mismo. Los pagos por las estrategias disponibles, representados sólo ordinalmente y recordando que por hipótesis la ética no afecta en absoluto los beneficios de la acción del funcionario, son: para la estrategia favorecer a la sociedad, cero para el funcionario y uno para la sociedad 79 y para la estrategia beneficiarse a sí mismo, uno para el funcionario y cero para la sociedad. La solución del juego con este esquema es tan obvia que prácticamente no es necesario hacer uso de ningún concepto de solución. En efecto, este funcionario, definido como ser racional maximizador de su interés y sin reparos éticos, posee una estrategia estrictamente dominante (que es a su vez el único equilibrio de Nash) y consiste en “beneficiarse a sí mismo”. Sin embargo, con la incorporación de la sanción al funcionario cuando selecciona la estrategia “beneficiarme a mí mismo”, el juego sufre una modificación trascendental. Si el funcionario decide “beneficiar a la sociedad”, el juego no presenta variaciones y los pagos de esa estrategia son idénticos al caso anterior. En cambio, si el funcionario decide “beneficiarse a sí mismo”, el juego ahora no finaliza allí, sino que hay un segundo turno en el que la sociedad puede realizar una jugada y elegir la estrategia “sancionar al funcionario”, por lo que el resultado final del juego será, menos uno para el funcionario y cero para la sociedad (suponemos que los costos de aplicar la sanción y la imposibilidad material de revertir todos los daños que provocó la conducta del funcionario no permiten que la sociedad obtenga el pago positivo que hubiera obtenido si el funcionario no se corrompía). Si aplicamos el concepto de inducción inversa y equilibrio en subjuegos, el funcionario tiene la opción de “beneficiar a la sociedad” y recibir un pago de cero o “beneficiarse a sí mismo” y recibir un pago de menos uno (dado que sabe que la sociedad, entre sancionarlo y recibir un pago de cero o no sancionarlo y recibir un pago de menos uno, elegirá siempre la primera). Claro que la solución en la práctica no es tan sencilla, en este modelo hemos presupuesto la certeza de que la sociedad aplica la sanción (certeza en la que además el funcionario debe creer). Sin embargo, la aplicación de la sanción al funcionario está sujeta a una probabilidad que es función del grado de vigilancia y control que la sociedad puede ejercer sobre el funcionario. Para aportar una solución plausible en este caso, necesitamos hacer uso del concepto de solución de equilibrio Bayesiano, que tiene en cuenta las creencias de los jugadores sobre las posibles estrategias que elegirán los otros jugadores que participan en el juego. 78 Douglas G. Baird, Robert H. Gertner, Randal C. Picker. Por convención, en Teoría de Juegos, los pagos resultantes de cada combinación de estrategias posibles en un juego, se representan poniendo en primer lugar el pago que recibe el jugador que debió jugar en primer lugar y luego la del jugador que jugó segundo 79 28 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 Pero además, existe una complicación adicional, que consiste en que la sociedad puede no saber si se encuentra en la situación en la que el funcionario decidió beneficiar a la sociedad o beneficiarse a sí mismo. Este problema de información requiere de procedimientos tendientes a que la sociedad conozca donde está situada. Este es uno de los roles fundamentales de las políticas de transparencia y prevención de la corrupción (que se explicarán luego), en cuanto elimina el déficit de información relevante. El sistema de motivación a través de sanciones, para ser eficaz, debe ser complementado por las medidas cautelares (embargo), la cooperación nacional e internacional, los organismos especializados en la investigación de hechos de corrupción y de inteligencia financiera, la simplificación de la extradición, la protección de testigos y denunciantes. Estas medidas provocan un alto impacto sobre la credibilidad del cumplimiento de la amenaza sancionatoria. En relación con la protección de testigos y denunciantes, la Convención de la ONU propone procedimientos que aseguren la integridad física de los testigos. Se utiliza la reubicación, prohibición total (o parcial) de revelar información respecto de sus identidades 80 o la posibilidad de testimoniar mediante el uso de tecnologías como la videoconferencia. Esta protección se extiende tanto a los particulares “contra eventuales actos de represalia o intimidación” como, “a sus familiares y demás personas cercanas” (art. 32). La protección de denunciantes se establece contra todo acto injustificado (art. 33). Los premios Cabe apuntar que todo lo explicado respecto de la sanción puede aplicarse como mecanismo inverso respecto de los premios a una buena conducta por parte del funcionario. Esto implicará promover que el cumplimiento de sus deberes, la realización plena de los indicadores de buena gestión o la denuncia de los hechos de corrupción determinen beneficios personales -ascenso, aumento de salarios, reconocimiento personal-, maximizando así el interés individual a la par que se logra la realización del interés colectivo. Este cúmulo de medidas se encuentran previstas en los textos de la normativa internacional, lo cual pone de manifiesto la visión institucional que se tiene respecto del fenómeno. A lo expuesto, cabe mencionar que la Convención de la ONU entiende como trascendente el otorgamiento de un buen salario para los que detenten cargos públicos al utilizar la expresión “remuneración adecuada”. Se comprende que si a una persona, que se presume como ser racional, le es garantizada la estabilidad en el cargo que ocupa, en tanto y en cuanto guarde una observación fiel a la consecución de la función que le fuera asignada y un buen sueldo con el que solventar sus necesidades, lejos estará de preferir arriesgarse a perder esos beneficios. También puede complementarse esta medida con un sistema de recompensa para los funcionarios que mejor responden a los objetivos del cargo, es decir, un sistema por el cual sea premiado el más eficaz. De modo tal que los funcionarios se ocupen de atender la función social objetivo con mayor eficiencia, antes que realizar conductas corruptas. Difícilmente, un funcionario que se esfuerce en ser más eficiente, a los efectos de conseguir el premio, asuma los costos -en tiempos y en riesgo de ser sancionado- de realizar hechos de corrupción. Por otro lado, y respecto de las lealtades corporativas, consideramos que una manera de destrabarlas es establecer que las recompensas, en parte, sean colectivas. De modo que los funcionarios probos y eficientes tenderán a denunciar o presionar al resto para que actúen correctamente, esto es, en atención a la función social objetivo que, a cada cual, le fueran asignadas. A su tiempo, la Convención de la ONU declara la importancia del establecimiento de “las medidas y sistemas para facilitar que los funcionarios públicos denuncien todo acto de corrupción a las autoridades competentes cuando tengan conocimiento de ellos en el ejercicio de sus funciones”. 80 En este aspecto, en la Argentina, se contempla que la Oficina Anticorrupción puede recibir denuncias anónimas o con identidad reservada y el único que podrá tomar conocimiento de la identidad del denunciante será el juez que estaría cargo de la investigación en caso de que el hecho llegase a su conocimiento. 29 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 En este sentido, la facilidad que se otorgue al método de efectuar denuncias 81 , podría extenderse también a la conveniencia a realizarlas, en cuanto, de quedarnos con la primer opción (facilidad) se volvería posible la aceptación de extorsiones para que un hecho no sea puesto en manos de la justicia: si bien a un funcionario le resultaría “fácil” el acceso a las denuncias, podría seguir no resultándole “conveniente” con lo cual si a este funcionario, más allá de resultarle fácil, también le conviene denunciar, probablemente la extorsión no se llevaría a cabo. Esta idea se refleja en los sistemas de recompensa a los denunciantes, siendo aquellos casos en los que se paga a quienes colaboran con el anoticiamiento de la comisión de hechos de corrupción o de algún dato relevante para la investigación de una denuncia en curso. Sucede que, si bien hemos evitado hasta aquí profundizar en este tema debido al propósito de nuestro trabajo, no se nos escapa que los actos de corrupción suelen involucrar a varios actores y, en general, se producen bajo la modalidad de un soborno. Uno de los principales obstáculos para la detección y sanción de estos supuestos, es el señalado como elemento 5 de los actos de corrupción, es decir, la interdependencia de utilidades de los partícipes en el hecho corrupto. Una medida como la propuesta, en la que se promete una compensación o beneficio a quien aporta elementos conducentes para probar un hecho de corrupción ligada al perdón o reducción de la pena si el que suministra la información relevante es uno de los involucrados en el hecho, pese a que tiene un costo ético importante, permite una modificación elemental en cuanto al contexto que facilita la corrupción: nadie en una negociación corrupta podrá confiarse del silencio del resto de los involucrados (como sucede hasta hoy), porque con el mismo ánimo de lucro egoísta con el que una persona se corrompe, puede luego buscar beneficios adicionales denunciando el hecho sin responder penalmente. En conclusión, una política anticorrupción que pretende ser efectiva debe actuar sobre todas las instituciones públicas -incentivos y desincentivos-. De este modo, no debemos limitar la política anticorrupción a medidas punitivas que procuren sancionar adecuadamente a los responsables, sino que es necesario cambiar el marco institucional para incentivar las conductas probas, maximizadoras de los intereses individuales y colectivos 82 . De modo tal que el combate contra la corrupción no implique la sola realización de medidas punitivas, sino también la implementación de premios que desincentiven la comisión de este tipo de hechos. La limitación de la vulnerabilidad El último recurso disponible para evitar que se produzcan los hechos de corrupción, consiste en disminuir la vulnerabilidad en la gestión pública. Esto significa operar sobre situaciones concretas con el propósito de dificultar materialmente que se encuentre al alcance del funcionario la realización de la estrategia que maximiza la función individual objeto en desmedro de la función social objetivo. Para ello se eliminan o se dificultan el acceso a los medios y cursos de acción necesarios para la conducta corrupta. Esto se logra reduciendo o impidiendo que ciertos funcionarios monopolicen la oferta de determinados bienes públicos o que cuenten con grandes espacios de discrecionalidad a la hora de tomar las decisiones públicas 83 o impidiendo que existan relaciones asimétricas de información. En este nivel es donde tienen lugar las políticas preventivas de corrupción. Éstas son las que mejor efecto logran a la hora de definir una política anticorrupción efectiva y significan un menor costo social total con respecto a la utilidad de las sanciones. La Convención de la ONU considera conveniente con anterioridad a la puesta en práctica de una medida de este tipo, la realización de un análisis a través de auditorias, estudios estadísticos y encuestas, para determinar cuáles son los cargos públicos que se consideran “mayormente vulnerables” a las situaciones de corrupción 84 . En consecuencia, para aplicar esta estrategia es 81 Es pertinente señalar que el Decreto Nacional de Argentina n° 1162/00 declara la obligación de los funcionarios públicos de denunciar delitos conocidos en el ejercicio de sus funciones como suelen ser los hechos de corrupción. 82 Susan Rose-Ackerman 2001:308; Peter Eigen, 2004:5. 83 Susan Rose-Ackerman 2001:59. 84 Se ha señalado que la policía, las autoridades fiscales y de aduanas suelen ser las más vulnerables. Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito 2005:7, 75. 30 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 necesario un diagnóstico que determine las situaciones de vulnerabilidad y, a partir de ahí, prever una serie de reformas legales y en las prácticas de los operadores para que se impidan o se monitoreen fuertemente los monopolios y se reduzcan los márgenes de discrecionalidad impidiendo la comisión de actos de corrupción. De este modo, el logro de la función social objetivo es independiente de la función individual objetivo, la decisión que debe tomar el funcionario para cumplir con el objetivo social no brinda ningún tipo de oportunidad para maximizar su interés individual a través de una desviación. Un ejemplo sería permitir la rotación de los funcionarios públicos. Evidentemente, si un funcionario rota en la estructura administrativa le va a ser más difícil tener la información y los contactos necesarios para cometer un hecho de corrupción. Justamente, se evitará o se dificultará la conformación de grupos corporativos con lealtades recíprocas. Otro ejemplo, sería posibilitar que un trámite administrativo sea iniciado ante diferentes funcionarios. Por consiguiente, cuando un funcionario no monopoliza la función pública y no se ha extendido demasiado la corrupción, los particulares pueden optar con quién iniciar un procedimiento y, si asumimos que son racionales, van a recurrir al funcionario que no les cobra un soborno. En este sentido, el aumento de la transparencia consiste en la implementación de procedimientos y prácticas que facilitan el monitoreo constante al funcionario, o al menos, le crean un miedo a ser controlado permanentemente; por otro lado, evitan relaciones asimétricas en la información disponible evitando abusos. De esta manera, se opera con anterioridad a la decisión de realizar una conducta corrupta, permitiendo que si éste decidiera beneficiarse a sí mismo resulte mucho más fácil para la sociedad civil advertirlo, impedir la comisión del hecho de corrupción y, consecuentemente, implementar la sanción correspondiente. Es por esto que se recomienda el acceso a la información pública, el control de su gestión mediante mecanismos de auditorias accesibles al público, la presentación y publicidad de las declaraciones juradas de bienes y trayectoria de los funcionarios públicos y de su entorno cercano 85 . Otro mecanismo que se ha sugerido, especialmente, en sectores vulnerables es la grabación o videograbación continua. De este modo, los funcionarios en los espacios públicos se encuentran monitoreados continuamente, lo cual dificulta la comisión de hechos de corrupción 86 . Las normas de la Convención de la ONU señalan la importancia de establecer el acceso a la información pública constante de actos de gobierno. Debe agregarse que el acceso a la información es una manifestación del derecho de libertad de expresión, que es un prerrequisito para que haya participación ciudadana. Es que si las personas no cuentan con la información suficiente, difícilmente se pueda esperar que actúen. Es imprescindible garantizar el acceso eficaz del público a la información “formada” es decir, aquellas que se sustenta en fuentes públicas y tiene como objeto aportar el material necesario para que el conocimiento que las personas posean respecto de los actos que se ejecutan en el poder político lleguen a su comprensión en forma acabada. Bibliografía utilizada Gerald E. Caiden, Democracia y la corrupción, Revista del CLAD “Reforma y Democracia”, nro. 8, Caracas, 1997. Carlos Castresana, La función de la sociedad civil y los medios de comunicación en la creación de una cultura contra la corrupción: la experiencia de España en Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Acción mundial contra la corrupción. Los documentos de Mérida, Viena, 2005. Comisión Andina de Juristas, Mecanismos de control y vigilancia ciudadana, Lima, 2003. Peter Eigen, Las redes de la corrupción. La sociedad civil contra los abusos del poder, traducción 85 Esto ya está contemplado en el ordenamiento nacional de la Argentina a través de la Ley de Ética Pública (Ley n° 25.188 y su Decreto reglamentario n° 164/99) que en su Capítulo II entiende respecto de la obligación a presentar declaraciones juradas para un seguimiento efectivo de la evolución, raramente involución, patrimonial de los funcionarios. 86 Carlos Castresana 2005:65. 31 XVIII Concurso de Ensayos del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública "Cómo combatir la corrupción, garantizar la transparencia y rescatar la ética en la gestión gubernamental en Iberoamérica". Caracas, 2004-2005 de Mirela Bartels, Natalia Franch y David Sánchez, Ed. Planeta, Buenos Aires, 2004. Ian Hacking, ¿Por qué el lenguaje importa a la filosofía?, traducción de Eduardo Rabossi, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1975. G. M. Heal, Teoría de la Planificación Económica, Ed. Bosch, Barcelona,1997. Dan M. Kahan,The Logic of reciprocity: trust, collective action and law, Yale Law School, Public Law Research Paper No. 31; Yale Law & Economics Research Paper No. 281, 2002. Douglas G Baird, Robert H. Gertner, Randal C. Picker, Game Theory and the Law, 1995. Ricardo A. Guibourg, La Construcción del Pensamiento –decisiones metodológicas- Ed. Colihue, 2004. Robert Klitgaard, Controlando la corrupción. Una indagación práctica para el gran problema social de fin de siglo, traducción de Emilio M. Sierra Ochoa, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1994 (1). Robert Klitgaard, Ajustándonos a la realidad. Políticas creativas para un “Mercado versus Estado” en beneficio de todos, traducción de Martha Uriona G. A., Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1994 (2). Jorge E. Malem Seña, La corrupción. Aspectos éticos, económicos, políticos y jurídicos, Ed. Gedisa, Barcelona, 2002. Charles Louis de Secondat, Barón de Montesquieu, Del espíritu de las leyes, Ediciones Orbis S.A., Buenos Aires, 1984. Carlos Santiago Nino, Introducción al análisis del derecho, 2da. edición, ampliada y revisada, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1996. Carlos Santiago Nino, La constitución de la democracia deliberativa, Ed. Gedisa, Barcelona, 1997. Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Acción mundial contra la corrupción. Los documentos de Mérida, Viena, 2005. Susan Rose-Ackerman, La corrupción y los gobiernos. Causas, consecuencias y reforma, traducción Alfonso Colodrón Gómez, Ed. Siglo Veintiuno, Madrid, 2001. Claudio G. Jones Tamayo, La corrupción, la autocracia y la democracia: una persuasión comparativa, VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, 8-11 Oct. 2002. Julio E. S. Virgolini, Crímenes Excelentes. Delitos de cuello blanco, Crimen Organizado y Corrupción, Ed. Del Puerto, Buenos Aires, 2004. 32