TERRORES NOCTURNOS Y aunque puede confundirse con una pesadilla, no tiene nada que ver. Nos encontramos ante un episodio de terror nocturno, una alteración del sueño que provoca lo que parece un ataque de pánico. El niño grita y se altera visiblemente a pesar de que está profundamente dormido, y al despertar no recuerda nada de lo sucedido. No hay por qué asustarse, no es un problema grave ni tendrá consecuencias negativas para el niño. Los terrores nocturnos son alteraciones del sueño que en ocasiones están asociados con la enuresis o el sonambulismo. Salvo la enuresis, el resto son considerados trastornos del sueño y se dan con más frecuencia en niños que en adultos. Un terror nocturno no es un sueño que produzca miedo, como podría ser el caso de las pesadillas ya que, ha diferencia de las pesadillas, el niño está completamente dormido. El terror nocturno suele aparecer en el primer tercio del sueño y de forma brusca. El niño se sienta en la cama chillando, clavando la mirada en algún punto concreto y manifestando una ansiedad intensa. Y en ningún momento es consciente de lo que le pasa ni puede recordarlo por la mañana. Al igual que las pesadillas, los terrores nocturnos tienden a aparecer hacia los 2 o 3 años, teniendo una mayor incidencia en la franja de edad comprendida entre los 4 y los 12, y remitiendo al alcanzar la adolescencia. Existen algunos factores que influyen en la aparición de estos episodios, como son: fiebre, falta de horas de sueño, situaciones que provocan tensión y uso de algunos medicamentos depresores del sistema nervioso. ¿Qué características tiene un terror nocturno? Aparece en la primera mitad de la noche, durante las tres o cuatro primeras horas de sueño (sueño profundo). Parece como si nuestro hijo se despertase bruscamente, cuando realmente está inmerso en un sueño profundo. Nuestro hijo empieza a gritar desesperado como si algo muy grave le estuviese pasando. El pánico le hace sudar, palidecer, y en algunos casos hasta presentar muestras de taquicardia. 1 No reacciona ante nuestros intentos de comunicarnos con él porque está dormido. Puede ser que veamos que en todo momento permanece con los ojos abiertos; no dejemos que eso nos confunda, en realidad sigue dormido. La duración de un episodio de este tipo suele durar entre 2 y 10 minutos. Al despertar nuestro hijo no recuerda haber sufrido ese ataque de pánico, tiene amnesia (también se manifiesta en episodios de sonambulismo). Para los padres este tipo de episodios suele ser preocupante, pero no hay de qué asustarse, ya que no existe ningún tipo de trascendencia clínica. No tendrá efectos traumáticos ni duraderos para su hijo. ¿Qué hacer si nuestro hijo presenta un caso de terror nocturno? Debemos ayudarlo a calmarse, quedarnos a su lado para que note nuestra presencia y utilizar una toalla mojada para refrescar la temperatura corporal y el sudor. Pese a que no nos hará caso, hablarle pausadamente. Quedarnos a su lado servirá, principalmente, para evitar que se haga daño ya que durante los ataques de pánico no se controlan los movimientos. Eso sí, no intentemos despertarlo en ningún momento; lo único que conseguiríamos con ello es que se desconcertara puesto que no recordará nada de lo sucedido. Si cuando nuestro hijo sufre de un aparente terror nocturno, acudimos y deja de llorar, es posible que sólo trate de llamar nuestra atención y, en tal caso, tendremos que reeducar su hábito de sueño. Si estos episodios de terror nocturno se dan de forma muy continuada (varias veces por semana), es aconsejable consultar a un especialista, como un psicólogo infantil, que trate alteraciones del sueño. Nuestro pediatra siempre podrá informarnos sobre dónde debemos dirigirnos. En centros especializados realizan estudios del sueño, sin embargo no suelen llevarse a cabo con niños ya que se necesitan muchas noches para registrar un episodio de terror nocturno o de sonambulismo, y la información que se obtiene no suele decir mucho más de lo diagnosticado a priori. 2