La modesta omnipotencia - Biblioteca Digital de APA

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La modesta omnipotencia
*
Silvia Amati Sas (Tries te)
Vienen a mi memoria unos versos del "Canto a mí mismo" de Walt
Whitman, que dicen:
"Deslumbrante y tremenda
la aurora me mataría
si yo no tuviera ahora y siempre
otra aurora dentro de mí".
Si no creyéramos que existe en cada uno esa "otra aurora dentro de mí",
no podríamos afrontar nuestro trabajo de terapeutas, que en buena parte
consiste en atribuir al paciente su propia capacidad de des alienación y
ayudarlo a recuperarla.
Winnicott necesitó crear la metáfora del "verdadero self' para introducir el concepto de verdad y quizás el de una ética básica que se encuentra en el inconsciente de todo sujeto humano: la necesidad y el deseo
omnipotentes de un vínculo primario no alienante.
Para abordar el tema de "omnipotencia y poder", la idea que deseo compartir, basándome en el pensamiento de J. Bleger, es la de considerar
como omnipotente el vínculo simbiótico en función de su obligatoriedad.
Considero aquí omnipotencia como una cualidad, un adjetivo calificativo de los fenómenos psíquicos (Campo, 1962). En cambio el poder sería
una función del depositario que puede o no sostener, significar, usar o
abusar de lo depositado y, en consecuencia, de la dependencia del depositante. La función del depositario se encuentra en todos los niveles relacionales, intersubjetivos o transubjetivos, ya se trate de personas, instituciones o contextos sociales.
Más allá de su concreta función de continente, el sujeto depositario
puede dar o no dar "holding", o sea asumir afectivamente la depositación
de los aspectos inermes vulnerables, indefinidos, inciertos y ambiguos
de otro sujeto.
La omnipotencia del vínculo simbiótico hace que siempre haya un depositario, y que cuando este depositario desaparece, el vínculo simbiótico
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Dirección: Via Tor Bandena 1, 34121 Trieste, Italia.
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Silvia Amati Sas
encuentre ineludible y automáticamente otros depositarios. La cualidad
omnipotente del vínculo simbiótico se encuentra en la más primaria y
absoluta necesidad de recibir atribución de existencia y pertenencia de
un otro complementario, para poder funcionar psíquicamente. Entonces
la omnipotencia del sujeto y el poder de su objeto de complementariedad se conjugan.
Berenstein y Puget han definido como "objeto único" al primer objeto
de dependencia. Pero evidentemente la situación de dependencia del sujeto hacia el contexto humano jamás se agotará, expresándose durante
toda la vida en sus múltiples relaciones y vínculos.
En la clínica de las situaciones sociales traumáticas extremas esto se
ve con claridad, puesto que el poder alienante tiene como objetivo actuar precisamente sobre los aspectos obligatorios y automáticos de la
dependencia de las personas llevándolas a una fuerte regresión. Así es
como en las víctimas del terror encontramos una "adaptación a cualquier
cosa" (Amati, 1985) o sea una tendencia a establecer una simbiosis
ineludible con un encuadre con el cual se adquiere familiaridad. Ello implica que en ciertos espacios subjetivos exista la potencial aceptación
inconsciente y tácita de cualquier realidad exterior. Sin embargo, durante el proceso terapéutico de estas personas victimizadas encontramos también un movimiento interno, que a su vez tiene un carácter
omnipotente, de auto-contención o de defensa del propio sentimiento de
identidad (deseo de mantener la continuidad y coherencia de la imagen
de sí mismo) que se expresa a través de la preocupación por un "objeto
a salvar".
El "objeto a salvar" es la representación de un vínculo con un objeto
interno respecto del cual el sujeto se atribuye una actitud adulta de protección y preocupación por la continuidad de ese otro, considerado
vulnerable. La "adaptación a cualquier cosa" y el "objeto a salvar" son
dos mecanismos omnipotentes de supervivencia que se oponen al poder
tanático y destructor de las situaciones de violencia y de terror.
Entre estos dos extremos, el sujeto sufre todos los avatares del conflicto y de la angustia consiguiente. La representación del "objeto a salvar" conlleva el poder sobrevivir como persona, ilusión que requiere de
una "omnipotencia salvadora".
Un ejemplo, que ya he mencionado en otros textos, sirve para visualizar
lo dicho hasta aquí. Altea se adapta al campo de concentración pasando por varias etapas en su adaptación a aquel entorno siniestro, adquiriendo con éste una gran familiaridad, tanto para establecer ciertas
estrategias de supervivencia, como para recuperar algunos funcionamientos de resistencia política. Sin embargo en su cotidianeidad Altea
está totalmente alienada al campo de concentración, donde el poder ejer-
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cido sobre ella se pretende total. El proyecto de ese poder es que los
sobrevivientes se transformen en autómatas y pasen inadvertidos.
Finalmente, Altea consigue escapar de sus victimarios y acude al trabajo terapéutico, pero el depositario extremadamente abusivo ha quedado impreso en su inconsciente, y se necesitará mucho tiempo psicoanalítico para expulsarlo, ubicando la experiencia siniestra en el tiempo
y en el espacio que le corresponde.
Cuando Altea habla de su marido (asesinado cuando ambos fueron secuestrados), dice que se consolaba con la idea de que "al menos él no
había conocido esas cosas". Este pensamiento de Altea señala la existencia, en su mundo interno, de un objeto privilegiado de cuya dignidad
se preocupaba. El "objeto a salvar" es una representación de un vínculo
en el cual la víctima sostiene la existencia y la dignidad de otro, y señala
la presencia de una función adulta interiorizada, lo cual en esas
circunstancias equivale a auto-atribuirse un poder de decisión y una existencia que el mundo externo le niega. El significado y valor de continuidad interna que para ella tuvo ese "objeto a salvar" sólo será evidenciado después de largos años de proceso terapéutico.
El "objeto a salvar" sería la expresión de una "pulsión yoica" a salvar,
intrínseca a la constitución misma del yo (Salmeron, 1978).
Podríamos ver el "objeto a salvar" como un depositario interno, si bien
parece importante considerar que, a la inversa, en su imaginación el sujeto víctima tiene una actitud receptiva adulta y se ha ofrecido como
depositario de los sufrimientos e incertidumbres de su objeto. Seguramente en este vínculo internalizado se necesita un cierto grado de omnipotencia narcisística para que la víctima de la violencia pueda resistir
la tentación de abandonar todo conflicto y vida psíquica, que es lo propio
de la alienación traumática.
Quizás, usando palabras de Bion, sería más adecuado hablar de fe en
vez de pensar en términos de omnipotencia. Cuando se da este movimiento, lo que es catastrófico y destructivo es proyectado fuera de sí, y la
fe ffaith] en ser capaz de salvar la vida psíquica queda preservada. Como
vemos, la representación del "objeto a salvar" da cuenta de una capacidad del sujeto para ir más allá del miedo (Eiguen, 1981), más allá del
"terror sin nombre" al que ha sido sometido.
El valor simbólico y el significado inconsciente del "objeto a salvar" se
descubren durante el proceso psicoanalítico como un insight de la propia resistencia a la adaptación y a la alienación. El paciente intuye la
posible reparación de sí mismo cuando experimenta la preocupación
coherente y continua por otro y se da cuenta de que ésta se mantuvo
durante todo el período traumático, aunque fuera secreta, olvidada,
clivada o reprimida; el "objeto a salvar" señala una defensa autística
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(por ser tan secreta), lo cual desafía la colusión con el ambiente, y va
a dar una base en el futuro para el largo trabajo de desalienación.
Si observamos toda la constelación, vemos que la continuidad y la supervivencia psíquica han sido defendidas por la víctima de dos maneras o en dos frentes diferentes al mismo tiempo. Por un lado se instaló
una fusión adaptativa con el contexto alienante, extremadamente proyectivo y violento, y por el otro, la alteridad se preservó en aquella
relación con un objeto interno. Si bien la fusión con el contexto alienante
y la pertenencia a éste implican una adaptación peligrosa y una renuncia a toda capacidad de elección, al mismo tiempo, el propio poder de
decisión fue defendido secretamente a través del deseo de proteger a otro.
A posteriori, esta conscientización permite procesar el traumatismo a
manera de una reconstrucción analítica en la cual toman parte paciente y terapeuta. Pero quizá durante el período traumático este objeto interno no fue para la víctima más que lo que mencionaran Baranger,
Baranger y Mom (1987): "debemos dar gracias a nuestros objetos en su
función más primitiva de preservarnos del trauma puro", o sea un
trauma "puramente económico, inaferrable, sin nombre y sin historia".
Es decir que el "objeto a salvar" permite a la víctima salvaguardar una
idea de lo humano versus ser "cosa", o de "la tendencia a volverse cosa"
que Lichtenstein (1966) llama metamorfosis o cosificación y que es lo
propio de la alienación traumática.
Durante el trabajo terapéutico el analista también asume salvar a su
paciente del arresto que le ha sido impuesto a su proyecto identificatorio.
Pero en algunos momentos la "omnipotencia salvadora" del terapeuta
puede perderse. He percibido que ello puede ocurrir en la contratransferencia y se experimenta como un "desaliento", como una sutil señal
de que el contexto alienante padecido por el paciente nos ha alcanzado
y englobado. Ello nos llega a través de su relato y sus vivencias, pero
también corresponde a nuestro propio sentimiento de desamparo ante
la evidencia de la magnitud de la intención alienante ejercida por los
agentes del poder y la relativa futilidad de nuestras posibles respuestas.
Es como si "la sombra del contexto" espantoso cayera sobre nuestra
necesaria omnipotencia, y por un momento cesaran la esperanza y la
creencia en el crecimiento psíquico, los que constituyen nuestra identidad terapéutica.
En ciertos momentos, tanto el paciente como el psicoanalista perciben
su común pertenencia a una situación transubjetiva donde reina gran
incertidumbre e inseguridad.
Por ello nos es útil y necesario contextualizar, reconocer el encuadre
transubjetivo en el que nos encontramos, a fin de poder reaccionar de
manera más pertinente, e interpretar con más verdad y autenticidad
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lo que estamos viviendo, posibilitando la discriminación entre el contexto
en el que estamos y aquel contexto de terror en el cual el paciente
"todavía" se encuentra.
El inicial desvalimiento del ser humano que, como dice Freud, "es la
fuente primordial de todos los motivos morales", es también el motivo
de la necesidad omnipotente de seguridad. Esto puede llevar a muchas
paradojas. De hecho la omnipotencia arrogante, la ambición megalomaníaca y la necesidad de poder que se expresan en nuestra era con el
paradigma tecnológico de la sociedad, también se basan en una absoluta necesidad de seguridad. Lo es también para los poderes violentos
y para sus agentes, personalidades adaptativas, ambiguas y equívocas,
donde la aceptación de la moral institucional por intermedio de la pertenencia ofusca cualquier conflicto ético intrasubjetivo. Las instituciones totalitarias que usan el poder violento exigen una lealtad de grupo
más allá de toda solidaridad humana, y actúan en nombre de la seguridad con referentes ideológicos, religiosos, étnicos o patrióticos (véase
como ejemplo la "Doctrina de la Seguridad Nacional").
Si dejamos el ámbito de las situaciones extremas y nos acercamos a
nuestra clínica cotidiana comprobamos que los depositarios abusivos y
alienantes -madres, padres, o contextos institucionales o sociales- han
existido siempre. Pero lo que las situaciones extremas evidencian y
permiten dialectizar son los dos aspectos extremos de la supervivencia.
Omnipotencia y poder son palabras que, desde de un cierto uso del
modelo de Bleger (972), podemos distribuir entre el depositario y el
depositante, atribuyendo ambos valores a cada uno de los sujetos de este
par. Sin embargo, al comienzo de la vida la dependencia es máxima en
un solo sentido. La necesidad de una seguridad de pertenencia se ubica
más del lado del depositante, que puede o no recibir "holding" del depositario, o al contrario recibir indiferencia, e incluso negación de existencia. Al depositario abusivo de su poder se opone la modesta omnipotencia
de una "aurora dentro de mí" que aparece en la creencia, la fe y la
ilusión.
Deseo subrayar la necesidad de la modesta omnipotencia a fin de poder
funcionar como personas y como terapeutas. Esta omnipotencia tiene
connotación positiva, y consiste en atribuirse el poder particular de creer
en una ética cuyo paradigma podría estar constituido por el "objeto a
salvar". Esto difiere de la omnipotencia arrogante de aquel que abusa
de su poder imponiendo una moral propia según la cual todo es permitido. El poder autoritario separa entre aquellos a los que considera seres
humanos y aquellos a quienes niega esta calificación, y a los cuales
intenta anular el pensamiento y los sentimientos integrativos de la identidad y de la pertenencia, exigiéndoles renegar de las propias convicciones y hasta de la propia existencia.
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Para operar en los niveles más maduros de la mente, donde el sujeto
se representa a sí mismo como un adulto protector, es necesario ser capaz
de crear dentro de sí un "ambiente interno" afectivo seguro, pero la
creación de un "ambiente interno" con estas características no está
siempre a nuestro alcance; y cuando se ha estado inmerso en un ambiente traumático, la seguridad interna requiere a posteriori de un
tiempo de elaboración para reconstruirse.
Veamos un ejemplo personal: hace un año se me solicitó hablar en la
ex Yugoslavia acerca del tratamiento de las víctimas de situaciones
extremas, en el marco de un seminario de dos días conducido con técnicas grupales. Respondiendo a la atribución de un supuesto saber que
se me otorgaba, titulé mi exposición "De la violencia a la vergüenza".
Al regresar de ese viaje, que duró menos de una semana, me encontré
en un estado de malestar de tonalidad depresiva, objetivamente explicable por lo que había visto, oído e intuido de la tragedia de esa gente.
Sin embargo la tonalidad de mis afectos y mi malestar me hicieron
sospechar que se trataba de algo más profundo y subjetivo. Por un
tiempo tuve dificultad para encontrar palabras para elaborarlo, y lo dejé
más bien en suspenso. En beneficio de la reflexión que hoy me ocupa,
pienso que dicho malestar se puede atribuir a una pérdida o falla inconsciente de lo que llamo necesaria omnipotencia.
Mi encuadre moral e ideológico impreso en mi modo de ser, de pensar
y concebir mi trabajo terapéutico, fue aparentemente bien recibido y comprendido por los integrantes del grupo de trabajo. Sin embargo en el momento en que ellos quisieron aplicar lo escuchado a sus historias personales o a otros ejemplos, percibí un malentendido y hasta un posible
uso equívoco o equivocado de lo que había intentado transmitir.
Me resultó imposible no percibir una diferencia en nuestros encuadres
morales e ideológicosque, extraña o paradójicamente, se transformó para
mí en una pérdida de la ilusión ubicada en mis propias ofertas profesionales. Esta pérdida o desvalorización de mi encuadre moral me dejó
en un estado de ambigüedad expresado por un sentimiento de inmovilidad y con una neta dificultad para pensar lo que estaba viviendo. Tuve
el sent.imiento de acercarme a algo siniestro y sin sentido cuando percibí que aquellas personas habían adquirido familiaridad con situaciones inaceptables donde primaba la destrucción de su entorno, por lo cual
vivían un enorme dilema de identidad personal.
Así es como no podía imaginar para cada una de esas personas ningún otro proyecto que el de escapar lo antes posible de allí. Percibí el
futuro de esa gente como una absurda reconstrucción, un trabajo a lo
Sísifo, donde quedaba como única salida el entrar en un engranaje de
corrupción o de falsedad. Reconstruir sobre tales ruinas morales no podía
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ser más que una arrogante utopía de supervivencia, tan arrogante como
la arrogancia totalitaria de los poderes que se habían permitido semejante desmantelamiento de la vida y de la vida psíquica. Aunque mi
pensamiento se rehusaba a aceptarlo, sentí todo el esfuerzo que estas
personas hacían como un fútil "como si", y curiosamente y a pesar de
mí, no experimenté impulso alguno para crearme una ilusión consoladora.
Puedo decir que sentí vergüenza de mi pretensión de aportarles algo,
y a la vez de haber sido alcanzada subjetivamente por el "desmantelamiento" transubjetivo general, ya que a mí personalmente nadie me
había despojado de mi identidad personal o profesional.
Se me hizo evidente que la pretensión de pensar teóricamente cuestiones tan dramáticas adquiere un carácter de gran futilidad. Percibí
de esta manera tanto lo que podía aportarles, como el "post-traumaticstrees-disorder" (concepto utilizado como clave teórica por los colegas ex
yugoslavos e instituciones como la OMS). En realidad, considero que el
PTSD, por la utilización universal e inespecífica que se hace de él, corre
el peligro de ser una especie de "fetiche teórico", fácilmente cómplice de
los traumas y las guerras.
En cambio resultó valioso el trabajo de grupo que al fin consiste en
forzar "a pesar de todo" la solidaridad de las personas, ya que en esta
situación general de "familiaridad con cualquier cosa", sostenida sobre
la simbiosis adaptativa de todos y cada uno a ese encuadre siniestro,
se acompaña de un vínculo autístico (Bleger) en el cual cada sujeto se
preocupa por lo suyo, por sus propios "objetos a salvar", y puede desinteresarse por completo de los "objetos a salvar" ajenos. Quizás ésa sea una
respuesta autística que también encontré en mí.
Creo que el peligro consiste en tomar las situaciones traumáticas como
aceptables o tolerables u obvias, un "obvio" inaceptable pero contagioso
(l). En este caso estaríamos asumiendo una indiferencia defensiva, o una
resignación equivalente al "desaliento" y a dejar los brazos caídos, a rendirse al efecto devastador. Pero lo deseemos o no, lo pensemos o no, esta
devastación nos alcanza, nos llega y nos incluye.
Al fin lo que más me asombra es que sólo pude pensarlo en el apres
coup, y fue necesario dejar correr el tiempo antes de poder explicarme
que la ambigüedad se había instalado dentro de mí sintomáticamente
a manera de un malestar desagradable. Mi ambigüedad también me dio
tiempo para decantar mi pensamiento y me permitió distanciarme mejor
de esa experiencia en la que estaba involucrada a mi pesar y de la que
quería quedar indiferente.
Por más que creamos saber pensar o discriminar estos fenómenos, las
situaciones graves nos incluyen y "son" nuestra realidad interna. Si bien
de regreso a mi vida cotidiana podía superar esa pérdida de sentido ac-
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tu ando como de costumbre y apelando a mis convicciones profundas, sin
embargo durante un tiempo esta vivencia quedó casi como un automatismo adquirido, ya que aún no me sentía capaz de "pensar", y sólo podía
saber que estaba alterada. En efecto, yo no había perdido ni mis depositarios internos, ni mis referentes teóricos, ni tampoco mis referentes
éticos, pero había perdido esa necesaria pequeña omnipotencia, la que
hace que trabajando en estos campos subjetivos y transubjetivos difíciles, nos encontremos con una cierta creencia útil en el futuro, lo que
nos permite sobrellevar la realidad y nos da el poder de proyectar y
movilizarnos.
Puedo resumir diciendo que mi malestar corresponde a un momento
de desaliento y ambigüedad frente a la evidencia de una humanidad que
se presenta como un depositario profundamente inseguro. En esas circunstancias no pude utilizar los habituales clivajes témpora-espaciales
defensivos que permiten no ver la evidencia de que vivimos una humanidad "armada" en la cual la más pequeña agresión puede volverse masacre, y toda explicación o justificación no es más que una máscara
(Rumiz, 1996).
La modesta omnipotencia supone un cierto grado de fe en el devenir
que es contiguo a las ideas de pertenencia y de creencia. Ello supone
la confianza en los encuadres básicos, o sea un contexto social sintónico
al sujeto.
Pero la modesta omnipotencia es modesta porque su característica principal es su fragilidad, ya que necesita del encuadre de un otro "reconoceder", del complemento reconocedor de los ojos del semejante. Sólo en
situaciones extremas este encuadre es asumido por el sujeto mismo en
lo que podríamos llamar la "omnipotencia del objeto a salvar". Pero
cuando ese "objeto a salvar" constituye la sola propia pertenencia, corre
el riesgo de estar muy comprometida, de manera autística, la capacidad de establecer alianzas y solidaridades.
En mi caso, el sentimiento de haberme retirado a mis cuarteles internos también formó parte de mi penoso malestar, ya que me retiré para
salvar algo mío, mis propios "objetos a salvar".
Si en mis experiencias terapéuticas latinoamericanas pude tener el sentimiento de haber dicho algo positivo o constructivo es porque veía en
ellas un futuro o un devenir. Lo que había salvado para mí en aquellas
psicoterapias era la idea o los ideales de un mundo más justo, si bien
no pude percibir este posible devenir positivo en el contexto en el cual
me encontraba.
No pude ubicar mi impresión de destrucción y crueldad en ningún
marco ideológico al cual podía oponerme y desafiar porque en todas
partes encontré todo mezclado con todo.
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Hay que concebir claramente que uno se opone éticamente en tanto
persona y psicoterapeuta a la destrucción, a la guerra y a la crueldad,
sin neutralidad ninguna. Seguramente, no se puede hacer psicoterapia
de víctimas de guerra cuando hay compromisos de pertenencia o de
ideología con la guerra; cuando el terapeuta no es libre dentro de sí mismo para juzgar, condenar y elegir. Pero, como vemos, es muy difícil en
determinados contextos afirmar que uno logra estar libre de compromisos, de prejuicios o de ambigüedades que impiden vivir el conflicto de
ambivalencia, culpa o vergüenza, de manera autónoma y auténtica.
En medio de todos estos dilemas nos queda -tal vez y por fortunael consuelo estético de encontrar en algún poeta como Whitman las metáforas que nos son necesarias. Si ahora retomamos sus metáforas
podríamos traducirlas diciendo que "los depositarios abusivos y arrogantes nos alienarían completamente si no fuera porque cada sujeto puede
siempre recrear y salvar dentro de si un vínculo privilegiado y con él
su propia ética, sus valores y su humanidad".
Resumen
En el sujeto que ha sido sometido a una situación alienante extrema se evidencian
dos omnipotentes mecanismos de supervivencia psíquica. Uno se resume como "adaptación a cualquier cosa" y el otro como "objeto a salvar".
El primero se explica como la consecuencia del vínculo simbiótico (Bleger) que es
omnipotente por ser obligatorio e ineludible y que otorga poder al depositario, tanto
más si éste tiene intenciones abusivas. El "objeto a salvar" es la representación de
un vínculo interiorizado. en el cual el sujeto atribuye secretamente existencia y dignidad humana a otro por el cual se preocupa. La fusión alienante con el contexto se
acompaña y se compensa a nivel intrapsíquico con este deseo de salvar un objeto y
con él una ética básica de protección del otro. Esta modesta omnipotencia se reencuentra durante la alianza terapéutica en la ilusión, creencia o fe en un devenir posible
y en la alarma necesaria para oponerse a considerar como obvias y triviales las
situaciones siniestras.
DESCRIPTORES:
OMNIPOTENCIA
/ OBJETO / VICTIMA / PODER / ETICA
Silvia Amati Sas
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Résumé
L'HUMBLE
OMNIPOTENCE
Chez le sujet qui a été soumis a une situation aliénante d'extréme violence on peut
décrire deux méchanismes de survie psychique qu'ont tous les deux une qualité
omnipotente. Ils peuvent étre résumés avec l'idée d'un "objet a sauver". L' "adaptation
a n'importe quoi" peut étre expliquée comme le résultat d'un lien symbiotique (Bleger)
obligatoire et inéludible et, en conséquence, omnipotent que donne le pouvoir au
dépositaire, surtout si celui-ci a l'intenion d'y abuser. L' "objet a sauver" est la representation inconsciente d'un lien intériorisé dans lequel le sujet fait une secrete atribution
d'existence et dignitié a un autre qu'est l'objet de sa préocupation. Ainsi la fusion
aliénante avec le contexte pervers s'accompagne avec le désir de sauver un objet et,
avec lui, une éthique de base de protection de l'autre. On retrouve la modeste
ornnipotence dans l'alliance thérapeutique a travers l'illusion, la croyance ou la foi dans
un devenir possible et aussi dans l'alarme qu'est nécéssaire pour ne pas considérer
comme banales et allant de soi des situations inacceptables.
Summary
THE MODEST
OMNIPOTENCE
The individual who has been subjected to an extre.nely alienating situation evidences
two omnipotent mechanisms for psychic survival; the author terms one of these
mechanisms «adaptation to anything» , and the other, «an object to be saved», The
author explains that the former is a consequence ofthe symbiotic relationship (Bleger),
which is omnipotent because it is forced and unavoidable, and which gives the
depositary power, al! the more so if the latter intends to abuse the other. The «object
to be saved- is the representation of an interiorized relationship in which the subject
secretly attributes human existence and dignity to another for whom the subject is
concerned. On the psychic level, the alienating fusion with the context is associated
with and compensated by this desire to save an object and, consequently, the basic
ethics of protection of others. We again find this modest omnipotence during the
therapeutic alliance, in the illusion, belief or faíth in a possible future and in the alarm
necessary in order to resist considering sinister sit.uations as being obvious and trivial.
Resumo
A MODESTA
ONIPOTÉNCIA
No sujeito que foi sub metido a urna situacáo de alienacáo extrema, evidenciam-se dois
mecanismos de sobrevivéncia psíquica onipotentes: um resumido como "adaptacáo
a tudo" e o outro como "objeto a ser salvado".
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La modesta omnipotencia
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o primeiro é explicado como conseqüéncia do vínculo simbiótico (Bleger) que é
onipotente pelo fato de ser obrigatório e incontornável
e que outorga poder ao
depositário, mais ainda se ele possui intencñes abusivas. O "objeto a ser salvado" é
a representacáo de um vínculo interiorizado, no qual o sujeito atribui, secretamente,
existencia e dignidade humana a outro pelo qual se preocupa. A fusáo alienante com
o contexto, encontra-se acompanhada e compensada a nível intrapsíquico com esse
desejo de salvar um objeto e, com ele, uma ética básica de protecáo do outro. Essa
modesta onipoténcia reencontra-se durante a alianca terapéutica na ilusáo, crenca
ou fé em um devir possível e na alarme necessária para se opor a considerar como
óbvias e rotineiras as situacóes sinistras.
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