Boletín “La escuelita” - Asociación Escuela Científica Basilio

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¡A colorear!
Boletín
“La escuelita”
EDICIÓN Nº 11
Asociación
Escuela Científica Basilio
Este bebé retozón
Ya no para en su cuna.
De tanto perder las medias
No se encuentra ninguna.
¿Cuál le queda mejor?
¡A ver si alguien ayuda,
…Por favor !!!
Culto a Dios – Confesión Religiosa
De los Discípulos de Jesús
Personería Jurídica 11.680 – Registro nacional de Cultos N° 658
Entidad de Bien Público N° 5.093
Un cuento para pensar:
¡Que no!!!... Que sí
Mi hermanito Javier era bebé y no sabía qué era sí y qué era no. Por eso mamá
andaba detrás de él todo el día porque no tenía miedo de subir muy alto la escalera,
tocar todo y ponerse todo en la boca. Se chupaba dos deditos igual que mamá cuando
era chiquita, era inteligente y muy curioso: abría solito las puertas del bajo mesada de
la cocina o agarraba de la mesita de luz la radio chiquita de papá justo cuando estaba
prendida. Mamá, muy atenta, siempre llegaba a tiempo para decirle: “¡Nooo!... No,
Javier!..., ¡”Eso, no se toca!” Y Javiercito dejaba de chuparse los deditos y salía
corriendo, con pasitos cortitos y con una sonrisita pícara de inocente y travieso.
Una noche nuestra mami terminó muy cansada después de lavar la vajilla de la
cena. Javiercito ya se había dormido. Mamá Ana se desató el delantal y apagó la luz
para irse a dormir.
Por la madrugada, papá se fue sin despertarla. Le dio un besito suave en la
frente. Abrió la puerta de calle y se fue como siempre a trabajar. Eran las cinco de la
mañana de un día de enero y empezaba a amanecer. Cuando papá cerró la puerta, un
airecito suave sopló por la ventana levantando las finas cortinas del cuarto de Javier en
un vuelo blando y sostenido, haciendo que el aire, un poco más fresco que el de la
habitación, chocara con la carita del niño dormido. Mamá, muy cansada, no se dio
cuenta esa noche de cerrar bien las persianas de la ventana. Javiercito, abrió sus
ojitos castaños como caramelo y se sentó en la cuna. Quiso alcanzar desde allí con sus
bracitos extendidos la plácida tela de la cortina celeste que se alzaba con el vientito.
No pudo. Entonces fue a buscar a mamá. Había descubierto, hacía algún tiempo, que
moviéndose de colita para atrás podía bajar de la cuna aprovechando la falta de una
madera del respaldo del lado de los pies. Arrastrándose y moviéndose con su colita de
pañales, llegó con sus mediecitas celestes y la sábana al suelo sin peligro. Agachó su
cabecita y, con sus pasos cortitos, atravesó la puerta abierta de su cuarto todavía algo
oscuro, rumbo al de mamá. Junto a la cama de ella, casi sacó sus dos deditos de la boca
para tocarla mientras ella dormía. Pero no lo hizo: tres de las cosas prohibidas estaban
frente a sus ojitos, sobre la carpetita blanca de la mesita de luz. El solcito empezaba a
entrar a penas en la habitación a través de los agujeritos de la persiana, inundando el
cuarto con rayitas de luz. Javiercito se acordó de la frase de mamá: “¡Javier…, eso no
se toca!” Allí estaban el reloj despertador con sus tic-tac-tic-tac. También la radio en
la que todas las mañanas sonaban las risas bochincheras de Rina Morán y Héctor Larrea,
así como la voz fuerte del locutor Antonio Carrizo diciendo:” ¡La Vidaaa y el Cannto…!”
con su pomposa música al empezar el programa. La otra cosa prohibida, era la Cruz de
“U…cú”, -como él había aprendido a nombrar a Jesús-, con su corona de espinas y un
piecito de apoyo que un hermano de la Escuelita le había regalado a papá. Y, como mami
dormía y dormía, para Javiercito, era el momento justo…
Mamá despertó ese día, y sin abrir los ojos ya sabía que era tarde. Pero como
todo ya estaba prolijo, limpio y ordenado, ¿qué podía importar?
Se estiró
placenteramente luego de un bostezo. Al sentarse en la cama para calzarse las
pantuflas notó la ausencia de las cosas de la mesita de luz, pero pensó que papá las
había llevado a la cocina antes de irse a trabajar: la radio y el reloj para ajustar la hora,
y la cruz para reparar la coronita de espinas a penas desprendida. Cruzó el comedor en
pantuflas hacia la cocina, disfrutando a cada paso del brillo de todo lo prolijo, lo limpio,
lo ordenado. Pero al correr la cortina con florcitas de la cocina en donde todo lo había
dejado muy brillante la noche anterior, se encontró con la sorpresa: un tropel de
hormigas negras había entrado por abajo de la puerta del jardín y caminaba derechito,
derechito hacia una montaña de comestibles derramados en el piso junto a las puertas
del bajo mesada. Yerba, azúcar, café y fideítos para sopa formaban una especie de
cordillera en la que estaban medio enterrados la radio de papá, el reloj despertador y la
Cruz de “U…cú”. Muy cerquita estaban los frascos plásticos de los comestibles tirados
junto a las puertas pegoteadas con marcas de deditos con miel, que se abrían de par en
par alrededor del desastre. En un costado del tesoro de las hormigas, un espejado lago
de miel se había derramado desde el primer estante del aparador, donde el frasco
tumbado, se había derramado ensuciando todo antes de llegar al piso. En el lago de miel,
pegoteada, flotaba una mediecita celeste.
Mamá, en un ratito pasó de la sorpresa, al enojo y la furia, hasta estallar de
rabia como un volcán en erupción: “¡¡Javier, recibiría su merecido!!” Sabía que el nene no
podía volver a subir a la cuna. Por eso fue a mi cuarto donde mi cama era bajita y el
chiquito subía solito y se quedaba dormidito a mis pies sin que yo me despertara. Antes
de entrar notó en la poca claridad de la habitación los dos bultos de sus hijos dormidos.
Muy decidida encendió la luz pero, en el ratito siguiente explotó en una gran carcajada.
Tanta fue la gracia, que se tapó la boca, para continuar con risitas bajitas, muy bajitas
para no hacer ruido. Se agachó al lado de la cama y miró amorosa y con ternura a su
pequeño travieso pegoteado:
Dormía -tan bonito-, con la colita de pañales para arriba -¡satisfecho después
de tanta travesura!...-. Con la boca entreabierta y los deditos apenas saliéndose de ella.
Con las manitos y la cara gordita toda pegoteada con brillitos de miel, con yerba y con
azúcar.
Aprendiz de Tallarín
Si tenés ganas de dibujar sobre los personajes de esta historia, envíanos tu dibujo al
Departamento Juvenil de la DGE, Rivadavia 4260, 7mo. Piso – CABA – CP
C1205AAP, Buenos Aires – [email protected]
LOS DIBUJOS SE PUBLICARÁN EN LA GACETA JUVENIL Y EN LA
PÁG. WEB OFICIAL DE LA INSTITUCIÓN www.basilio.org.ar
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