6. Celos… Momentos después, sentí una mano sobre mi hombro. Era del Sr. Logan. “Muy bien, chiquilla”, dijo con orgullo. “Aprendiste rápido. Ahora”, siguió cambiando su tono por uno más serio, “la segunda parte”. “Y ¿en qué consiste?”, pregunté entusiasmada. “Solo debes enfrentar a un rival más”. Miré en todas direcciones buscándolo. “No lo puedo ver. ¿Dónde está?” El Sr. Logan se señaló con el pulgar derecho. Eso no me agradó en absoluto, pero si quería terminar con todo esto, debía hacerlo. A decir verdad, ya estaba un poco cansada y no sabía cuánto más permanecería transformada. “Pero no solo vas a pelear conmigo”, agregó. En ese momento, apareció una copia idéntica del Sr. Logan, solo que vestido con un ridículo traje de Spandex amarillo. Al ver esto, volteó hacia donde, según pude intuirlo por su mirada, estaba el cuarto de control. “De acuerdo, Charles”, empezó con algo de indignación en su voz. “¡Eso no es gracioso!”. “No fue él”, respondió la voz de James. “Muy bien, Jimbo, ya te desquitaste, ahora deja que esté vestido como yo. Esto tiene un propósito”. “Está bien”, contest ó James entre risas. En el acto, la copia del Sr. Logan estaba vestida como el original. Ahora, lo primero sería distinguir al verdadero de la copia una vez empezaran a moverse. Y por supuesto, ese era el propósito del ejercicio. “Bien”, dijo alejándose de mí tranquilamente mientras hablaba, “si logras soportar diez minutos de combate con nosotros, habremos terminado”. 49 “¿D-diez minutos?”, pensé atónita. “¿Cómo voy a poder lograrlo?” Por como actuó rato atrás con James, era muchísimo más rápido que cualquiera de los otros adversarios con los que hasta ahora me había enfrentado. Eso me preocupaba. Mientras pensaba en todo eso, no me había percatado de que ambos habían desaparecido. Ya podía escuchar a James regañándome: “¡Nunca quites la vista de tu oponente!”. Desde que habíamos regresado de Nuevo México, él se había dedicado a enseñarme algunas cosas básicas sobre pelear. No es que me entusiasmara, pero estaba de acuerdo con él en que al menos debería saber defenderme y usar mi cabeza al enfrentar enemigos, no simplemente depender de mi fuerza bruta. Ahora el Sr. Logan y su copia se habían escondido y tenían la ventaja. Solo me quedaba valerme de lo poco que hasta ahora Mac me había enseñado para sobrevivir. “Ten los ojos siempre abiertos”, fue lo primero. Comencé a buscar detenidamente con la vista alguna señal de ellos. “Nunca bajes la guardia”, era la siguiente lección. Separé mis piernas y mantuve mi posición por si debía empezar a pelear. No se veía nada a simple vista, por lo que estuve atenta a cualquier ruido que hicieran. No pasó mucho tiempo para que uno de ellos intentara atacar. Escuché con toda claridad cómo sacaba sus garras con sigilo, a la vez que daba pasos muy ligeros. Los ruidos venían de atrás de mí, a mi izquierda. “Si puedes, siempre ten el factor sorpresa a tu favor”, fue lo que dijo James la última clase. Entonces escuché dos pasos rápidos y después nada. “Saltó”, me dije y giré con un violento movimiento. Cuando había terminado de girar ya él estaba casi encima de mí, con ambas garras fuera y dispuesto a clavármelas. Mi primera reacción fue esquivarlas, pero algo me dijo que sería peor, por lo que (e ignoro cómo lo logré) simplemente lo tomé por 50 ambas muñecas. Por un instante me confié y estuve segura de haberme librado del ataque. Qué grave error… En ese momento, un agudo dolor casi me hizo convulsionar. Las puntas de tres garras metálicas salían de mi hombro derecho. Apenas bajé la mirada para verlas, el oponente que tenía tomado por las muñecas se libró de mí con una patada en la boca de mi estómago, lanzándome hacia atrás. Caí de espaldas al suelo y con un ágil movimiento, ambos habían desaparecido otra vez. “Nunca bajes la guardia, Walters”, me dije mientras me levantaba. Revisé las heridas y pude notar salía mucha sangre de ellas. Casi no podía mover el brazo, por no mencionar lo molesto del dolor. “¡Qué tonta soy!”, me dije llena de rabia. “Quién sabe cuándo podré volver a mover el brazo”. Traté de moverlo y en efecto, no podía sin que el dolor fuese abrumador. Iba a seguir reprochándome cuando, para mi sorpresa, las heridas habían dejado de sangrar. De hecho, ¡estaban cerrándose! A medida que cicatrizaban, el dolor disminuía y al cabo de unos instantes, intenté mover mi brazo otra vez pude lograrlo sin mucho dolor. De hecho, casi no sentía ningún malestar. Absorta completamente en mi descubrimiento, no reparé en el hecho de que tenía algo qué hacer y el Sr. Logan y su copia se encargaron de recordármelo. Ambos estaban de pie frente a mí, con sus garras afuera. Apenas me di cuenta de su presencia, ambos se abalanzaron sobre mí. A duras penas logré esquivarlos, moviéndome a la izquierda, pero con ese mismo movimiento, uno de ellos logró aterrizar cerca de mí y me atacó, hiriéndome otra vez con sus garras. Esta vez me había hecho tres heridas profundas en el antebrazo izquierdo, haciéndome bajar la guardia cuando me cubrí instintivamente la herida. El 51 antebrazo me sangraba, aunque no mucho en comparación con la herida del hombro. Ambos oponentes habían desaparecido otra vez. “Olvidé mencionarte un detalle”, empezó desde algún sitio que no logré ubicar: “todo mi esqueleto es de Adamant ium, y como te dije antes, mis garras son muy filosas, y cortan hasta tu resistente piel, pequeña”. “Genial”, me dije con sarcasmo. Ahora tenía ante mí no solo a un adversario que podía herirme, sino que por partida doble. De la nada, uno de ellos saltó por encima de mí y comenzó su nuevo ataque lanzándome zarpazos. Solo pude caminar hacia atrás mientras trataba de esquivarlos a la vez que él me atacó por la espalda, lanzando un zarpazo que me lastimó el brazo derecho. “¡No descuides tu retaguardia, niña!”, dijo con furia el hombre. “Sí, me lo han dicho antes”, respondí con soberbia mientras me alejaba de él saltando hacia un lado. No pasó mucho antes de tener a uno de ellos frente a mí y al otro detrás. Solo se me ocurrió dar un salto mortal hacia atrás para escapar, dejando a ambos justo frente a mí. No estaba muy segura de lograrlo, pero apenas empecé el salto, salió con mucha facilidad y aterricé justo como solía hacerlo cuando era niña. Ahora con ambos a la vista, tendría una mejor oportunidad. El dolor de las heridas apenas me dejaba concentrarme y el cansancio ya causaba estragos en mí, pero la adrenalina no dejaba de fluir, por lo que todavía esto no terminaba. Ambos adversarios atacaron a la vez sin darme tiempo para pensar en cómo atacarlos o si quiera en cómo defenderme. Solo pude inclinarme hacia atrás con cada zarpazo que ambos daban. Pasaron varios minutos y la situación se mantuvo igual, porque no logré 52 desprenderme más de unos pocos metros de ellos, hasta que di la espalda contra un poste de luz. En mi desespero, lo arranqué de su base y alejé a mis dos oponentes tratando de golpearlos como si fuesen bolas de béisbol. Uno de ellos, supongo que la copia, se lanzó contra mí, pero fui más rápida y lo golpeé con el poste, arrojándolo atrás de mí. El otro me enfrentó cortando el poste en varios trozos luego de esquivar el swing. Solté lo que quedaba de mi arma y me decidí a enfrentarlo. Lanzó un zarpazo con el brazo derecho y lo agarré por la muñeca, y lo mismo hice cuando lanzó el izquierdo. Con mi poca fuerza fue suficiente para mantenerlo inmóvil, pero en ese momento sentí cómo el otro clavaba sus garras en mi pantorrilla derecha, obligándome a soltar al que tenía atrapado. El dolor fue tan intenso que no pude evitar grit ar y caí de espaldas al suelo. Uno de ellos se lanzó sobre mí con sus garras dirigidas directamente a mi cuello. “¡Diez minutos, Logan!”, avisó el Profesor por los parlantes. En ese momento, mi atacante desvió su golpe y clavó sus garras en el suelo, a un lado de mi cuello. Algunos de mis cabellos, cortados por la garra, se agitaron, a la vez que se levantaban en el aire, alejándose de mí. Solo pude suspirar aliviada, mientras me relajaba en el suelo. De pronto, la escena se desvaneció y lentamente el salón reapareció. Me incorporé como pude y lo primero que vi fue a James corriendo hacia mí. “¡Dios mío, Jennifer! ¿Estás bien?”, fue lo que dijo apenas llegó donde estaba. Asentí con la cabeza y luego él me abrazó, presionando una herida que tenía en el costado derecho, un poco más abajo del brazo. Ignoraba cuándo me la había hecho. Lancé un quejido sordo y James me soltó al instante. “¿Es profunda?”, preguntó al instante mientras la revisaba. “No lo sé. No sentí cuándo me lo hicieron”, contesté. 53 Examinó el resto de mis heridas y se horrorizaba con las manchas de sangre que encontraba aquí y ahí. En realidad, la mayoría solo eran rasguños casi sin importancia (al menos para mí, pero no para James), excepto por la de mi pantorrilla derecha, que era bastante profunda. “Está sangrando mucho”, dijo preocupado. “No es nada, James”, le respondí, tratando de calmarlo. Ante esa respuesta, me increpó con una mirada. Antes que pudiese decir algo, el Profesor se me acercó, seguido por Jean y un muchacho pelirrojo. Para apenas conocer tus habilidades, lo has hecho maravillosamente, Jennifer” declaró con orgullo el Profesor. “Ciertamente, nos dejaste perplejos a todos”, agregó Jean. Me sentí halagada y no supe qué decir. “Bueno…”, empecé finalmente, “algo” ruborizada. “Si no soy inoportuno”, interrumpió James, “me agradaría que atendiésemos las heridas de Jennifer”. “Buena idea”, agregó el Sr. Logan. James estaba preocupado en exceso por mí y no lo culpaba. De haber estado en su posición, yo hubiera estado peor que él. Finalmente, accedí a ir a la enfermería y cuando me disponía a caminar, el dolor de la herida en mi pantorrilla me derribó. De pronto, como si alguien me levantase, comencé a flotar. Jean se veía muy concentrada en algo. “Ella te llevará”, explicó James adelantándose a mi pregunta. “Domina la telekinesis”. “E-está… bien”, respondí atónita. Salimos del salón y atravesamos el pasillo hasta llegar a la enfermería. Con mucho cuidado, Jean me dejó sobre una cama ye empezó a examinarme. “Veo que cicatrizas bastante rápido, Jennifer” comentó sorprendida. “La mayoría de las heridas que vi hace algunos minutos ya no están y la herida de tu pierna luce como si llevase varios días sanando”. 54 Miré mi pantorrilla y en efecto, las perforaciones habían cicatrizado bastante. La mi antebrazo derecho casi había sanado por completo, igual que como sucediera al inicio de la batalla. Entonces, el Profesor sugirió que, en cuanto volviese a la normalidad, subiésemos a la mansión y hablásemos de cómo me fue. Él y Jean salieron de la enfermería, quedándonos solos Mac y yo. Me levanté hasta quedar sentada en la cama y crucé las piernas. Estaba bastante agitada y algo me decía que tardaría en volver a la normalidad y me preguntaba cuánto tiempo pasaría antes de que eso sucediera. Justo en ese momento, James me rodeó con ambos brazos y me abrazó con fuerza. Por un instante no pude contener la sorpresa y lancé un grito sordo. Después, simplemente me dejé llevar y apoyé la cabeza en uno de sus brazos. Eso bastó para que en pocos minutos volviese a mi forma natural. Jean volvió al cabo de un rato y regresamos al nivel superior. Cuando estábamos en el corredor, James y Jean hablaban cordialmente, y el extraño muchacho de gafas de sol rojas miraba a Mac con desprecio. No me hizo falta ver sus ojos para saber que estaba celoso. No es que lo admita abiertamente, pero yo también lo estaba un poco, aunque no tanto como ese chico. Finalmente, Estábamos de regreso en la oficina del Profesor. Jean, James y yo (en ese preciso orden) nos sentamos en el sofá, mientras el Sr. Logan conducía al Profesor detrás de su escritorio. El muchacho de las gafas se mantuvo de pie atrás del sofá, entre Jean y James. Comencé a pensar que protegía a Jean o (como era más que obvio) la celaba de Jim. “Antes de seguir”, intervino el Profesor señalando al chico pelirrojo, “quisiera presentarles a Scott Summers”. 55 James volteó y extendió su mano. “Encantado”, le dijo en tono amistoso. Scott la estrechó sin decir nada; luego yo hice lo mismo, solo que en está ocasión respondió: “Igualmente”, con una amplia sonrisa. James ahora era quien lucía celoso. “Él es”, prosiguió Xavier, “uno de mis mejores est udiantes actualmente y junto a Logan se encarga de la seguridad de la mansión. Además, es un destacado estudiante en la academia de aviación comercial y no dudo que pronto será un muy buen líder del grupo”. “¿Grupo?”, dijo James, intrigado. “Verán, James, Jennifer, mis estudiantes no solo se entrenan aquí para dominar y usar correctamente sus poderes, sino para proteger a los seres humanos de otros mutantes que prefieren usar los suyos para lograr sus fines malévolos y personales”. “Entiendo”, respondió Mac, “Y ¿con esto quiere decir que Jennifer debe ser parte de est e grupo?”. Por alguna razón, él desconfiaba de la idea. “No, James. Al contrario. Con esto quiero ofrecerles nuestra ayuda siempre que lo necesiten. Verás: Jennifer controla perfectamente su fuerza y habilidades siendo She Hulk”. Eso me hizo ruborizar un poco. James puso su mano sobre la mía y lo miré. Él devolvió la mirada acompañada por una sonrisa alentadora. “En la sala”, prosiguió el Profesor con serenidad en su voz, “te defendiste perfectamente, aunque hay que admitir que eres un poco entusiasta en ocasiones”. “Lo siento”, fue lo único que logré contestar, “pero es que me divertí y me dejé llevar un poco”. “Está bien, chiquilla”, intervino el Sr. Logan, “pero debes tener cuidado, porque eso hace que te desconcentres y te pase algo como eso” dijo mientras señalaba mi pierna 56 aún herida. Solo asentí con la cabeza en respuesta. “No te seas duro con ella, Logan”, añadió Xavier. “No tiene un entrenamiento como los demás estudiantes y sin embargo, lo hizo excelentemente”. Sonreí apenada en respuesta. “De igual forma”, continuó el Profesor, “tu ira no es el problema que debe preocuparte en realidad. Por el contrario, me parece que la aprovechas muy bien para usar tus poderes. Ya no me quedan dudas: lo que ocurrió anoche no es más que un caso aislado”. Eso me alivió, aunque ahora me preocupaba otro detalle. “Sé que puede sonar ofensivo, Profesor, pero cuando soy She Hulk, me veo a mí misma como un monstruo…”. En ese momento James todavía sostenía mi mano y la apretó un poco. Él me miraba con algo de melancolía. Entonces miré al resto de los presentes en la habitación. Me miraban fijamente, pero no con odio, ni dureza, sino con decepción. “Debes entender, Jennifer”, respondió el Profesor, “que así t e sientes porque otros, al no comprender quien eres y al tenerte miedo por ello, te ven así. Si no te valoras como debes y les haces caso, te sentirás y verás a ti misma como un monstruo”. “Pero”, repliqué, “aun así, no me siento bien siendo… ella. Tal y como ese hombre de anoche, otros podrían llamarme así. Sé que es tonto, pero… no quiero que me vean como un monstruo”. “Observa a James”, contestó Xavier. “¿Acaso él te ha llamado así?” Negué con la cabeza. “¿Huyó de ti cuando te vio por primera vez transformada?”. Volví a negar. “Exacto. Se quedó contigo, te apoyó y todavía lo hace. De la misma manera en que él te aprecia, otros también lo harán, pero mientras no te des la importancia que mereces, no dejarás de verte a ti misma como el monstruo que no eres”. 57 Solo bajé la mirada. James continuaba sosteniendo mi mano. La acariciaba suavemente. Volví a levantar la mirada, tratando de sonreír. Miré a James y me incliné sobre él. Solo le di un fuerte abrazo. “Usted t iene razón”, dije finalmente. Su respuesta fue una sonrisa de alivio. “Confía en ti, Jennifer”, agregó finalmente. Simplemente asentí, con la cabeza todavía sobre el cuerpo de James. “Bueno, muchachos”, dijo finalmente el Profesor Xavier, “yo no creo que por hoy tengamos más de qué hablar”. Nos despedimos del Sr. Logan y el Profesor, mientras Jean y Scott se ofrecieron a escoltarnos hasta la salida. James se quitó la chaqueta estando en el corredor y me la puso encima. “Ya es tarde”, dijo en un tono suave, “y debe hacer bastante frío”. “Gracias”, respondí casi en un susurro. Al llegar afuera, Jean se sorprendió bastante al ver el auto de James. Después de mirarlo por uno o dos segundos con expresión atónita, abrazó a James por la espalda. “¡No puedo creerlo! ¡Es el Volkswagen de tu papá!”, gritó de alegría. “El mismo”, respondió él, “solo que ahora es mío”. “¡Cómo lo extrañaba!”. James reía con pena, mientras Scott se veía bastante molesto, aunque trató de hacerse el indiferente durante la escena. “Y, ¿cómo se porta?”, continuó Jean. “Bastante bien, aunque últimamente ha pasado varios días en el taller”. “Es una lástima, Jim”. Bueno, tiene más de treinta años, Jeanny”. “Es verdad, Jimmy”, contestó dedicándole una sonrisa. “Bien, muchachos”, dijo finalmente, después de un suspiro, “es bastante tarde y deben estar cansados, sobre todo tú, Jennifer”. “Solo un poco”, respondí con algo de indiferencia. “Por la forma en que actuaste allá abajo, yo estaría muerta de cansancio en tu lugar”, contestó en un tono alegre. 58 Me encogí de hombros, tratando de ser modesta. Entonces, Jean me abrazó fuertemente y me pidió visitarla pronto. Después estreché la mano de Scott y subí al auto. James se despidió de Jean como ella lo hizo conmigo, luego ella entró. Debo ser sincera, ella es bastante alegre y muy amable; realmente me pareció agradable, pero no podía evitar sentir celos de ella. James y Scott estaban solos frente a la puerta. Jim extendió su mano para despedirse del chico, pero él se quedó inmóvil. No oí qué dijo, pero fue algo que hizo fruncir el ceño a Mac. Bajó inmediatamente su brazo y le contestó. Intercambiaron miradas furtivas y sin más, subió al auto, claramente molesto. No me atreví a preguntar qué dijo, aunque más me preocupaba la expresión de su rostro. Cuando salimos de la propiedad, detuvo el auto y me miró. “¿De verdad crees que coqueteaba con Jean?”, preguntó sin vacilar. Con esa pregunta me tomó por sorpresa. “¿Qu-qué?”, respondí impulsivamente. “Pregunté que si parecía que estaba coqueteando con Jean”, contest ó. “N-no, ¿por qué?”. “¿Estás segura? Dímelo sin temor”. “En serio. No me pareció que fuese así. Solo se trataban como buenos amigos”. Respiró profundo, exhaló con un gran suspiro y trató de calmarse un poco. Luego, más relajado, puso el auto en marcha otra vez. “Ese Scott ”, dijo explicándose, “me “advirtió” que no coquetease más con Jean y que la dejara en paz”. “¿En serio?”, respondí un poco sorprendida y a la vez exagerando un poco la reacción. “¿Qué le respondiste?”. “Que ella y yo solo somos amigos y que se equivocaba respecto a pensar que coquet eaba con ella”. Me quedé callada unos instantes. Ahora era yo quien estaba molesta. No solo por lo ocurrido entre Scott y James, sino porque, viéndolo desde otra perspectiva, también parecía que estaban 59 coqueteando, y eso me puso aún más celosa que antes. “¡Idiota!”, le dije sin vacilar. “Sí”, respondió James, “lo es”. La verdad, eso era con James, pero preferí no aclarárselo. Cuando llegamos a mi apartamento eran casi las diez de la noche. Él me acompañó hasta arriba y se aseguró que no hubiese nadie en el pasillo que viese mi ropa destrozada e hiciese preguntas. Al entrar, le devolví su chaqueta. Él se despidió con un beso en la mejilla. Admito que eso me hizo calmar un poco, aunque no lo suficiente. Lo miré a los ojos y él hizo lo mismo. Empezó a acercarse a mí. “Nos vemos mañana, Jimmy, le dije con sarcasmo cuando estábamos a punto de besarnos y lo empujé fuera. Luego cerré la puerta de golpe. “Pero, ¿¡qué fue eso!?”, lo escuché decir. Un par de minutos después, me asomé por la ventana y lo vi llegar a su auto. Miró hacia la ventana y agitó la mano en señal de despedida. Yo la regresé con algo de desdén. Momentos después, él y su auto se perdieron en la noche. 60