PROFESORES Y MAESTROS DE VIDA *****

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PROFESORES Y MAESTROS DE VIDA
Gerardo Remolina, S.J.
En la celebración de la Facultad de Arquitectura y Diseño
a sus profesores destacados como “Excelentes”
(Julio 19 de 2012)
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Deseo agradecer muy cordialmente a los Decanos de la Facultad de Arquitectura y Diseño el
haberme invitado a participar en este evento tan significativo, en el que la Facultad quiere
hacer un reconocimiento solemne a los profesores que han sido “excelentes” en la realización
de su labor educativa. Para ellos van mis más cordiales y efusivas felicitaciones. Quiero unirme
también al saludo de bienvenida a todo el cuerpo docente de la Facultad, con mis mejores
augurios para el semestre académico que estamos comenzando.
Juzgo que este acontecimiento es una magnífica oportunidad para reflexionar sobre el sentido
profundo de la labor del profesor universitario, su trascendencia para la sociedad, y el
compromiso que su profesión comporta. Deseo, por ello, ofrecerles unas cuantas reflexiones
que subrayen y exalten el valor inigualable de su tarea en el campo de la educación superior.
“Desde tiempos remotos, -afirma un autor anónimo- han existido en toda sociedad humana
seres privilegiados que abren a los demás las puertas del conocimiento; que quiebran espejos y
rompen paradigmas; que abren puertas e iluminan horizontes. Se los ha llamado docentes; y
cuando lo son en grado superlativo, se los llama maestros.”
Es a este grado superlativo de maestros al que debemos aspirar en nuestra labor universitaria,
en el ejercicio de las tres funciones primordiales de nuestra vocación profesoral: la docencia, la
investigación y el servicio. Permítanme, pues, compartir con ustedes unos cuantos
pensamientos y reflexiones sobre estas tres funciones primordiales de la educación superior.
1. La docencia
Ejercer la docencia consiste en enseñar; es decir, en transmitir a los alumnos los
conocimientos que la tradición de muchos siglos ha ido acumulando lentamente, y ha
continuado enriqueciendo con los resultados recientes del ayer y con el saber vertiginoso de
hoy. Todos esos conocimientos constituyen un acervo extraordinariamente rico, y nuestro más
preciado y valioso patrimonio. Nuestro deber como educadores es el de compartirlo con las
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nuevas generaciones que nos han de suceder en la responsabilidad
aumentarlo para bien de todos los seres humanos.
de conservarlo y
Pero enseñar no es simplemente transmitir; es comunicar, es establecer una corriente
espiritual entre profesores y estudiantes, entre maestros y discípulos; es transvasar en ellos las
vivencias más profundas que el conocimiento ha producido en la humanidad, y la forma como
ha resonado y hecho vibrar el corazón del maestro. El conocimiento no descansa ni se agota en
sí mismo, sino que es y debe ser fuente de ciencia, de vida, de cultura y de acción
transformadora. El conocimiento no sólo permite formular leyes y principios teóricos, sino que
enseña a sentir y a apreciar la realidad, a descubrir valores; a conformar costumbres, modos de
proceder, de acción y de expresión. El maestro es no sólo un transmisor, sino un comunicador
de las verdades descubiertas y elaboradas por la humanidad, y agente de nuevas formas de
vida y de conducta.
Pero en el día de hoy, ejercer la docencia exige no sólo ser comunicadores de conocimientos y
de auténtica vida, sino afrontar los retos de las nuevas pedagogías, para que esa comunicación
sea lo más adecuada a la mente y al corazón de nuestros estudiantes; para que sea lo más
eficiente posible en el manejo de las nuevas tecnologías de comunicación y de enseñanza. Para
ser maestros, y especialmente para ser maestros universitarios, hoy no basta con estar al día
en los conocimientos de las diferentes disciplinas, ni vivir los valores que nos hacen más
humanos, sino que es necesario poseer las destrezas pedagógicas contemporáneas y el manejo
necesario de las nuevas tecnologías.
Ser maestros hoy es, sin duda alguna, mucho más exigente que antaño. Por eso, desde el año
1999, la Universidad Javeriana ha venido haciendo convocatorias periódicas a presentar
“Experiencias para el Mejoramiento de la Docencia”. Con ellas se pretende estimular el
desarrollo de iniciativas, tanto individuales como colectivas, que conduzcan a una docencia
cada vez más adecuada a las exigencias y oportunidades planteadas al quehacer educativo en la
actualidad. El objetivo de esas iniciativas, es el de poder ofrecer a los estudiantes nuevas
alternativas, oportunidades y ambientes para su aprendizaje y su formación.
2. La Investigación
La segunda función que debe ejercer el profesor universitario es la de la investigación. Como
muy bien saben ustedes, hoy se distingue claramente entre la investigación formativa y la
investigación en sentido estricto.
Investigar en sentido formativo significa esforzarse por tener actualizados los conocimientos de
la propia disciplina, de modo que los profesores puedan comunicar a sus estudiantes no el
saber trasnochado y obsoleto de unos cuantos años atrás, sino el conocimiento vivo y
actualizado de hoy.
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“Se afirma que en algunas esferas académicas la totalidad del conocimiento humano se duplica
cada cinco o diez años. Por tanto, es prácticamente imposible que un docente se mantenga al
corriente de un tema si no dedica parte de su tiempo a la adquisición de conocimientos y al
autoaprendizaje. Cuando estos avances del saber van acompañados de cambios similares en la
pedagogía, la preparación del material didáctico y la utilización de la tecnología, se requiere un
perfeccionamiento mucho mayor.” 1 Supuesta esta duplicación del conocimiento en el breve
lapso de cinco o diez años, el ya famoso lema de “aprender a aprender” se convierte en un
imperativo para maestros y estudiantes, y los maestros deben preceder con su ejemplo.
Pero la investigación en sentido estricto va mucho más allá, pues ella pretende hacer avanzar el
conocimiento sobre lo ya alcanzado. Nadie duda de que la investigación en sentido estricto es
la fuente verdadera del progreso y del desarrollo de los pueblos. Dicho en otras palabras, “El
atraso científico y tecnológico ha constituido siempre un denominador común de la
marginación, de la pobreza, y de los bajos niveles de vida de los pueblos.” 2.
Labor de los maestros universitarios - al menos de la generalidad de ellos - es hacer
investigación en sentido estricto, y además constatar las capacidades y aptitudes explícitas o
latentes de sus estudiantes para enseñarlos a devenir investigadores. De ahí la necesidad de
que los maestros estén abiertos a los programas de “Jóvenes investigadores” y propicien su
participación en los proyectos de investigación en que ellos mismos se encuentran
comprometidos. Éste es el espíritu y la letra de la recomendación hecha por el documento del
Consejo Directivo Universitario sobre la “Participación de los Estudiantes en la Vida
Universitaria Javeriana”: “Promover la participación de los estudiantes en las investigaciones
llevadas a cabo por los profesores” (II – Planteamiento Práctico, 2. Aspectos formalmente
pedagógicos).
En el Taller, en el Laboratorio, en el Seminario, en la Dirección de los trabajos de Tesis, es
donde el Maestro, trabajando codo a codo con sus discípulos, puede ejercer de una manera
privilegiada la tarea de comunicar vitalmente el sentido y la actitud de investigar.
Íntimamente unida a la investigación, y como una prolongación suya, está la innovación.
Innovar va más allá de producir conocimientos nuevos; innovar implica el ejercicio de la
imaginación y la creatividad en el mejoramiento de los productos, bienes o servicios ya
existentes, o en el llamar a la existencia productos totalmente nuevos tanto en el campo
tecnológico como en el campo social. El auténtico maestro ejercita su creatividad y estimula la
imaginación de sus discípulos.
1
John Fielden Redactor del documento para el debate “La Formación del Personal de la Educación Superior: una
Misión Permanente”, Conferencia Mundial de la UNESCO sobre la Educación Superior, Paris, 5-9 de octubre de
1998, p.3.
2
Proyecto SIU de la Universidad de Antioquia, Justificación, p.4.
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3. El Servicio
La tercera función que ejerce el maestro en la Universidad es la del servicio. Hoy es un axioma,
al menos teóricamente, que la Universidad es para servir a la Sociedad. De este servicio,
llámese como se quiera: “extensión” “prácticas empresariales”, “prácticas sociales”, el maestro
no puede sentirse eximido, porque su función de maestro se completa precisamente allí. No
queremos formar a nuestros estudiantes simplemente con y para el saber teórico, sino para
que ese saber pueda ser aplicado a la realidad de la situación concreta en que se vive. Y si
nuestra situación social, económica y política pide a gritos la colaboración de todos, el maestro
no puede contentarse con comunicar a los estudiantes los conocimientos ya adquiridos y
ampliarlos por medio de la investigación e innovación; como en las anteriores funciones, es
necesario preceder con el ejemplo también en la línea del servicio y mostrar en la práctica
cómo se sirve efectivamente a la sociedad.
El anterior General de la Compañía de Jesús y Gran Canciller de nuestra Universidad, hablando
a todas las Universidades y Centros de educación superior de la Compañía de Jesús del mundo
()cerca de 200), en su ya famoso discurso pronunciado en la Universidad Santa Clara
(California), el 5 de octubre del año 2000, afirmaba lo siguiente:
“La investigación realizada por el profesorado, que «debe ser rigurosa en su racionalidad,
firmemente enraizada en la fe y abierta al diálogo con todos los hombres de buena voluntad»
(Juan Pablo II, Mensaje a la Universidad Católica del Sagrado Corazón, Milán, 5 de mayo de
2000, n.9), no sólo ha de atenerse a los cánones de cada disciplina, sino adentrarse en lo más
profundo de la realidad humana, para ayudar a hacer del mundo un lugar más habitable para
los 6.000 millones que vivimos en él. (...) Cada disciplina, más allá de su necesaria
especialización, tiene que comprometerse en forma adecuada con la sociedad, con la vida
humana, con el ambiente, teniendo siempre como preocupación moral de fondo cómo deberían
ser los hombres para poder vivir juntos.” (Orientaciones universitarias, No.29, p.87 y 88,
Universidad Javeriana,). Y concluye que cuando los profesores optan por una investigación
socialmente comprometida “están ejemplificando y modelando un tipo de conocimiento que es
servicio. Y eso es lo que aprenden los estudiantes imitándolos en cuanto “maestros de vida y de
compromiso moral”, como dijo el Santo Padre” (ib. p .89).
La Vocación del maestro
Las funciones que acabamos de reseñar se unifican todas ellas en la vocación del maestro. La
vocación es algo diferente de la profesión, aunque puede llegar a confundirse con ella en
determinadas circunstancias. La vocación es un llamado que se percibe no a través del oído,
sino a través de las fibras todas del propio ser. Es la disposición interior al ejercicio de un
género de vida y de actividad que se experimenta como irresistible, y que se confirma con las
aptitudes y capacidades concretas que se poseen. La vocación no es algo accidental, sino
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constitutivo de la misma persona. Es, por decirlo así, una especie de destino impreso en la
estructura y el dinamismo del propio ser.
Enseñar, ser profesor, puede ser una profesión; pero ser maestro no puede ser sino una
vocación. Tener vocación de maestro es poseer la disposición para comunicar a los demás, de
manera vital, los conocimientos y los valores de la propia experiencia; es la necesidad de
conocer y hacer avanzar el conocimiento; es el imperativo de servir a la sociedad desde el saber
e incitar a los otros a recorrer el mismo camino. Ser maestro es tener la vocación de hacer
discípulos.
El Filósofo Jacques Derrida, en una brillante conferencia titulada “La Universidad sin condición”,
tenida en la Universidad de Stanford (California) en el año de 1998, sostenía la tesis de que la
universidad moderna debe ser sin condición, porque “La universidad «hace profesión» de la
verdad. Declara, promete un compromiso sin límite para con la verdad” (p.11). Esta afirmación
fundamental, lo lleva a hacer un análisis de lo que significa “hacer profesión” de algo, y a sacar
las consecuencias lógicas que de ello se derivan, en concreto para los profesores.
“Habrá que preguntarse entonces lo que significa «profesar». ¿Qué se hace cuando,
performativamente, se profesa, pero asimismo cuando se ejerce una profesión y, especialmente,
la profesión de profesor?” (p.21-22)
El carácter de incondicionalidad de la Universidad en el compromiso con la verdad, es algo que
se transfiere necesariamente a quienes la conforman, y en primer lugar a sus profesores, o
proviene de ellos. “Profesar es dar una prueba comprometiendo nuestra responsabilidad”
(p.33). Así, por ejemplo, “Philosophiam profiteri es profesar la filosofía: no simplemente ser
filósofo, practicar o enseñar la filosofía de forma pertinente, sino comprometerse, mediante una
promesa pública, a consagrarse públicamente, a entregarse a la filosofía, a dar testimonio,
incluso a pelearse por ella. Y lo que aquí cuenta es esta promesa, este compromiso de
responsabilidad” (p.33-34). Si en estas afirmaciones cambiamos la palabra filosofía por
arquitectura o por diseño, tendremos la formulación de lo que debe ser su compromiso como
profesores de esta Facultad.
Es así, como –siguiendo la preocupación de Derrida- podemos continuar preguntándonos con
él: ¿Qué quiere decir «profesar»? ¿Cuál es la diferencia entre oficio y profesión? ¿Y, después,
entre cualquier profesión y la profesión del profesor? Entre los distintos tipos de autoridad
reconocida al oficio, a la profesión, a la profesión de profesor? (…) ¿Qué quiere decir “profesar”
para un profesor? (p.44) Y el mismo Derrida se responde: “En el léxico del «profesar», yo no
subrayaría tanto la autoridad, la supuesta competencia y la seguridad de la profesión o del
profesor, cuanto una vez más, el compromiso que hay que mantener, la declaración de
responsabilidad” (p.47-48).
En conclusión, “La idea de profesión implica que, más allá del saber, del saber-hacer y de la
competencia, un compromiso testimonial, una libertad, una responsabilidad juramentada, una
fe jurada obliga al sujeto a rendir cuentas ante una instancia que está por definir. (p.48).
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Conclusión
Todos ustedes son profesores, maestros, hombres y mujeres de grandes y profundos
conocimientos; su capacidad científica es innegable; por eso son docentes de la Universidad
Javeriana. Ustedes gozan de una autoridad indiscutible en el taller, en el laboratorio, en el aula
de clase, en las sesiones de seminario y, fuera del claustro, en el ejercicio de sus diversas
profesiones. Ustedes son conferencistas brillantes, reconocidos académicos. Pero ante todo,
ustedes deben ser maestros de vida, portadores de los más elevados valores humanos y
comunicadores de los más altos ideales morales: es decir, maestros de sabiduría.
El poeta y premio Nobel, Thomas S. Eliot, en su poema “El primer coro de la Roca” nos interroga
diciendo:
« ¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir?
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en la información?
Los ciclos celestiales en veinte siglos
Nos apartan de Dios y nos aproximan al polvo.»
A estos interrogantes podemos responder, quizás, con el llamado del Concilio Vaticano II a
trascender nuestros conocimientos por medio de la sabiduría.
“... la naturaleza intelectual del hombre -dice en Concilio- se perfecciona y se debe
perfeccionar por la sabiduría, que atrae suavemente a la mente humana hacia la búsqueda y el
amor de la verdad y del bien. Guiado por ella, el hombre trasciende de lo visible a lo invisible.
Nuestra época, más que ninguna otra, tiene necesidad de esta sabiduría para humanizar todos
los nuevos descubrimientos de la humanidad. El destino futuro del mundo corre peligro si no se
forman hombres más instruidos en esta sabiduría.” (Gaudium et Spes, No. 15).
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