Piratería editorial en Internet

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Piratería editorial en Internet
Marta Malmierca.
Directora Departamento de Servicios Jurídicos y Licencias CEDRO
Las primeras referencias históricas sobre la piratería datan del siglo V antes de Cristo, en la llamada costa
de los piratas en el golfo pérsico. La piratería es una práctica tan antigua como la navegación misma en
que una embarcación ataca a otra con el propósito de robar su carga y muchas veces incluso la nave1.
Toda actividad mercantil ha sufrido de uno u otro modo alguna forma de piratería, dado que nunca falta
quien trata de aprovecharse del esfuerzo ajeno. Una de las últimas modalidades en aparecer es la piratería de productos culturales: libros, música, cine... que, lamentablemente, volviendo al símil de los piratas
de antaño, encuentra en Internet un verdadero océano de posibilidades.
La industria editorial y los propios autores de obras literarias han hallado en Internet una herramienta para
la explotación de sus obras con la que casi nadie soñaba, y es que las tecnologías de la información, en
general, permiten sistemas de comercialización, de reproducción y difusión de los libros y revistas hasta
hace poco impensables. Sin embargo, aunque los creadores disponen de la tecnología y de Internet para
explotar sus obras, lo cierto es que se muestran reticentes a invertir y apostar por las nuevas modalidades de negocio dado que no disponen de medidas tecnológicas de protección, suficientemente desarrolladas ni de uso generalizado, que les garanticen el control sobre la utilización que de sus obras se haga
en Internet.
Del mismo modo la tecnología, que tanto de bueno nos ofrece, permite la consecución de nuevas formas delictivas y con ello, un incremento exponencial de las actividades vulneradoras de los derechos de
propiedad intelectual que a los autores y editores corresponden sobre sus obras. Como en más de una
ocasión se ha dicho, la tecnología es neutra, ni buena ni mala en sí misma, por tanto lo que hay que controlar no es su desarrollo sino el uso que de ella se hace.
Existen diferencias en los modos y formas de explotación que la tecnología permite a las distintas obras
protegidas por el derecho de autor. Dependiendo del tipo de obra del intelecto (literaria, plástica, musical,
audiovisual, etc.) los usos que de la misma se hagan serán radicalmente distintos, tanto en diversidad
como en cantidad. Así, por ejemplo, una obra musical es un producto atractivo en multitud de nuevos
formatos y su utilización se incrementa día a día, por el contrario la obra literaria encuentra menores posibilidades de explotación en la red y, por tanto, los usos que de la misma se hacen son también inferiores
respecto de otro tipo de obras. No hay más que pensar en el libro y las posibilidades que Internet ofrece
para disfrutar del mismo en la red, on line. La escasa calidad de los equipos y dispositivos de lectura no
hacen el producto atractivo en los nuevos formatos digitales, a diferencia de lo que ocurre con la música,
como he mencionado. Además de que la misma tecnología, como hemos visto, favorece la explotación y
usos de un tipo de obras –musicales y audiovisuales– frente a otras –obras literarias– conviene también
señalar que los índices de lectura están, por lo general, por debajo de los índices de consumo de otros
productos culturales. Esta realidad del mundo analógico es trasladable al mundo digital.
1 Wikipedia.org entrada para “piratería”
A pesar de las mencionadas diferencias, existe una característica común a la mayoría de los casos
de productos piratas que circulan en la red: la gratuidad, que incrementa exponencialmente el uso y
demanda de todos los productos –cine, música y libros-.
Los niveles de piratería o vulneración de los derechos de propiedad intelectual que corresponden a
autores y editores de libros y revistas no son actualmente tan alarmantes como los que sufre la industria
musical y audiovisual, si bien no tardará en ponerse al mismo nivel que éstas. Con la generalización del
uso de Internet, las obras literarias en su concepto más amplio: libros, revistas y otras publicaciones, se
están copiando y difundiendo sin el permiso de sus titulares y por tanto, con infracción de toda una serie
de derechos de sus autores y editores. Si de algo debería servir a la industria editorial la peligrosa situación que actualmente sufre la industria musical por culpa de la piratería, es no solo de ejemplo para tratar
de poner las medidas de protección correspondientes, sino también para entender el fenómeno en toda
su amplitud y adaptarse al cambio y nuevo entorno de negocio, en la medida de lo posible.
La piratería editorial en el ámbito digital no ha desbancado aún a la mayor lacra editorial hasta ahora
conocida, la reprografía mediante fotocopiado, pero en algunos sectores, como el empresarial o el educativo, está ganando protagonismo y dejando a la segunda con un carácter casi residual. Son muchas
las intranets de las instituciones públicas y entidades o empresas privadas que cuentan, de manera ilegal,
con copias de artículos de revistas y capítulos de monografías técnicas o académicas a disposición de
sus empleados y trabajadores, casi siempre sin el correlativo pago por derechos de autor a sus correspondientes titulares o entidad de gestión que les representa.
Como en otros ámbitos, las actividades de piratería editorial son de lo más diverso, yendo desde la utilización de Internet como un simple medio o canal de oferta, con la posterior comercialización del soporte,
es decir, de las reproducciones de libros piratas, hasta los casos del intercambio de archivos informáticos
que contienen ediciones pirateadas. Cada uno de ellos merece un tratamiento distinto desde la óptica
tanto de los derechos vulnerados como de una persecución y defensa de los intereses en juego, pero
lamentablemente unas y otras conductas, en general, participan de un elemento francamente peligroso:
la aceptación social como algo normal, no merecedoras del calificativo de actividades delictivas, cuando
en aplicación de la ley pueden serlo.
Todo ello unido a la idea equivocada de que en Internet todo vale, a la falta de regulación normativa específica y a la sensación extendida de anonimato en cuanto a las conductas realizadas en Internet, nos sitúa
ante una verdadera problemática que debe abordarse desde los gobiernos de los diferentes países con
una legislación armonizada, con medidas prácticas de prevención y lucha contra las actividades vulneradoras de la propiedad intelectual, y campañas educativas y de sensibilización social sobre el respeto a la
propiedad intelectual, como cualquier otra propiedad privada. Una problemática a la que hay que buscar
solución cuanto antes dadas las consecuencias directas e indirectas que tiene en la desaparición de la
diversidad cultural, destrucción de puestos de trabajo en la industria del ocio y entretenimiento, y en la
implantación y crecimiento de las mafias organizadas que fomentan el mercado negro. A todo lo anterior
cabe añadir el fraude fiscal por los impuestos dejados de liquidar a la Hacienda Pública (los productos
piratas no pagan IVA, ni las mafias organizadas impuesto de actividades, ni otro alguno).
Entre la casuística de actividades constitutivas de la denominada piratería editorial en Internet cabe destacar por su importancia en volumen u ocasiones en que se producen tres:
La primera de ellas, aquellas direcciones en Internet, páginas de subastas, foros... en los que se ofrecen
una serie de libros, revistas..., en la mayoría de los casos seleccionados por materias, normalmente muy
económicos, por ejemplo 200 títulos por 30 euros. El producto ofertado se hace llegar a su comprador
normalmente por correo contra reembolso, pudiendo, en función del país de destino, cargarse un plus
por la distribución desde el origen. Por lo general, las obras pirateadas están fijadas en soportes digitales
(CDs o DVDs) y el proceso de reproducción, ilícita en todo caso porque no cuenta con autorización del
titular de los derechos sobre la misma, puede ser de dos tipos:
• Bien desde un libro en formato papel tradicional, papel que ha sido escaneado previamente y que en
ocasiones, pero no siempre, reproduce fielmente la imagen de la edición que se escanea, es decir,
mantiene identidad con el diseño, la maquetación, tipografía, etc. de la edición digitalizada, o
• Bien puede ser simplemente la copia del libro que originariamente está fijado en formato digital, lo cual
sucede, de momento, en raras ocasiones.
En estos supuestos, Internet se utiliza como un mero escaparate de productos ilícitos, sin embargo la
infracción de derechos de propiedad intelectual acontece en el mundo analógico. Tanto la reproducción
del texto – bien sea escaneando y reproduciendo el texto digitalizado, grabándolo en un soporte digital;
bien sea sencillamente duplicando el soporte de origen lícito o ilícito que contiene la obra – y la posterior
distribución del ejemplar ilícito de la obra, se producen off line. Lo único que tiene lugar en Internet es la
oferta del producto ilícito y la aceptación de dicha oferta o compromiso de compra de tal producto, que
como hemos dicho se verifica en el mundo analógico.
La segunda actividad consiste en aquellas páginas web en las que entre otros productos o incluso de
forma exclusiva, uno puede encontrar reproducidas en parte o en su integridad novelas, ensayos, manuales educativos y universitarios, revistas cientifico-técnicas... y que uno mismo puede descargarse directamente a la memoria de su ordenador, previo pago o gratuitamente dependiendo de los casos. Otra
modalidad dentro de este segundo tipo son las páginas web en las que se ofertan determinadas obras
protegidas por el derecho de autor que, previa petición por correo electrónico, se harán llegar al interesado internauta en forma de fichero electrónico. Por supuesto, esta actividad se realiza sin la autorización
necesaria de los correspondientes titulares de derechos, autores y editores.
En este supuesto, la vulneración de los derechos de autores y editores acontece en su totalidad en la red,
a excepción de la digitalización de la obra en caso de ser necesaria para poder posteriormente alojarla en
el correspondiente servidor. Desde el mismo acto de reproducción de la obra para alojarla en un servidor,
sin autorización del titular de los derechos, pasando por la puesta a disposición del público, como modalidad de comunicación pública que permite al usuario acceder a la obra desde el lugar y en el momento
que elija, previo pago o de forma gratuita, hasta descarga directa al PC del usuario desde la página web
o servidor en que se halla alojada, o la acción de archivar en el disco duro del PC el archivo que se recibe
por correo electrónico y que contiene el ejemplar ilícito de la obra, todos los actos infractores de derechos de propiedad intelectual acontecen en el ámbito digital.
La tercera actividad infractora es el sistema de intercambio de archivos entre particulares o redes “Peer to
Peer” (P2P). Consiste en la utilización de programas informáticos, de uso libre y cuya descarga desde la
red es gratuita, mediante los cuales los usuarios o internautas ponen a disposición del resto los archivos
que tienen almacenados en su ordenador, haciendo las veces de servidor y pueden a su vez acceder,
ahora como clientes, a los archivos que tiene el resto de los usuarios conectados en ese momento. En
estos casos los usuarios proceden al intercambio de archivos entre ellos, que contienen todo tipo de
obras protegidas por el derecho de autor, libros, entre otras.
La identificación de cualquiera de estas actividades y su persecución no deja de acarrear dificultades
propias del ámbito digital en el que se desarrollan, pero es sin duda la tercera la que más problemas
está generando a la hora de su persecución y enjuiciamiento. No hay más que pensar en los numerosos
casos que han ido apareciendo desde que el primero de ellos, Napster (si bien este no era un caso de
intercambio de archivos entre pares), vio la luz a finales de los 90: Grokster, Aimster, Kazaa, edonkey,
emule, etc. y las demandas que contra ellos se han presentado en diferentes ocasiones sin demasiado
éxito dado los resultados de signo contradictorio que se han obtenido. Ahora bien, si hasta hoy los titulares de derechos de propiedad intelectual, principalmente la industria musical y cinematográfica ha
demando a los operadores de las redes p2p, se empieza a vislumbrar la posibilidad de dirigirse contra
los usuarios de esa tecnología y que son los que finalmente disfrutan de la música, libros, y películas que
circulan libremente por la red, causando el consabido perjuicio a los titulares de los derechos de propiedad intelectual.
Mediante cualquiera de las tres actividades ilícitas a las que me he referido anteriormente y respecto del
ámbito editorial concretamente, se están infringiendo los derechos de reproducción, distribución y comunicación pública, dependiendo de los casos. Todos estos derechos de contenido patrimonial corresponden en exclusiva al autor sobre su obra y el ejercicio de cualquiera de ellos, requiere la previa autorización
por parte de su titular.
Todo acto de fijación de la obra en un medio que permita la comunicación de la misma y la obtención de
copias de todo o parte de ella, es un acto de reproducción.
En el ámbito europeo y en aplicación de la Directiva 2001/29/CE del Parlamento Europeo y del Consejo,
de 22 de mayo de 2001, relativa a la armonización de determinados aspectos de los derechos de autor
y derechos afines a los derechos de autor en la sociedad de la información, la reproducción directa o
indirecta, provisional o permanente, por cualquier medio y en cualquier forma de la obra, constituye un
derecho exclusivo del autor, que le faculta para autorizarla o prohibirla. Únicamente se exceptúan del
referido derecho, aquellos actos de reproducción provisional que sean transitorios o accesorios y formen parte integrante y esencial de un proceso tecnológico y cuya única finalidad consista en facilitar una
transmisión en una red entre terceras partes por un intermediario, o una utilización lícita de una obra o
prestaciones protegidas, y que no tengan por sí mismos una significación económica independiente.
La distribución a través de venta de ejemplares o copias de la obra, poniéndolas a disposición del público
mediante precio, constituye una facultad integrante del elenco de derechos de explotación que corresponden en exclusiva al autor de la obra. Para llevar a cabo la distribución de forma lícita es preciso contar
con la autorización del titular del derecho. Las actividades de piratería editorial que conllevan distribución
de ejemplares ilícitos infringen este derecho.
La puesta a disposición del público de obras o prestaciones protegidas se contempla como una modalidad o subtipo del derecho de comunicación pública. Si la comunicación pública es un derecho exclusivo que permite al autor autorizar o prohibir el acto por el cual una pluralidad de personas puede tener
acceso a la obra sin previa distribución de ejemplares a cada una de ellas, la puesta a disposición del
público implica, además, que dicho acto permita al usuario acceder a la obra o prestación protegida
desde el lugar y en el momento que elija.
Dentro del conjunto de las industrias culturales, la industria editorial es tradicionalmente la que ha venido
contribuyendo en mayor medida al desarrollo y sostenimiento cultural de los países. Lamentablemente la
reprografía mediante fotocopia y la piratería digital, como formas de vulneración sistemática de los derechos de propiedad intelectual en el sector editorial, están poniendo en peligro su desarrollo e incluso su
misma subsistencia. Garantizar el correcto desarrollo de la industria cultural del país mediante políticas
que favorezcan una remuneración adecuada al esfuerzo realizado y el respeto de los derechos de autores y editores así como el reconocimiento en su condición de agentes contribuyentes en el desarrollo
económico del país es fundamental a la hora de luchar eficazmente contra la piratería editorial.
El legislador europeo, consciente de todos los problemas que acarrea la piratería de productos culturales,
aprobó la Directiva 2004/48/CE del Parlamento europeo y del Consejo de 29 de abril de 2004, relativa al
respeto de los derechos de propiedad intelectual (más comúnmente conocida como “Directiva antipiratería”), cuyos considerandos recogen brillantemente y con preocupación toda la problemática a la que he
hecho referencia.
Esta Directiva no ha sido todavía traspuesta al ordenamiento jurídico español, si bien el Gobierno de este
país, el pasado mes de abril aprobó el “Plan integral para la disminución y la eliminación de las actividades vulneradoras de la propiedad intelectual”, el plan trata de abordar el problema de la piratería, no sólo
desde una perspectiva cultural, sino como un problema de dimensión social y económica, con fuerte
repercusión en el empleo. El plan se estructura en torno a una serie de medidas de cooperación y colaboración, preventivas, normativas, de formación y sensibilización de la sociedad, que se completan y
desarrollan con acciones específicas.
Dentro de las medidas y acciones preventivas, dirigidas a describir el problema de la piratería en sus diferentes vertientes, venta en la calle e infracciones en Internet, se prevén medidas de carácter policial con
el objetivo de prevenir estos delitos, con especial atención a la forma y peculiaridades de cada modalidad
de obra literaria, musical, plástica, audiovisual, software... entre otras medidas, merecen especial atención
las destinadas a dar a conocer a la sociedad el grave perjuicio que implica la vulneración de los derechos
de propiedad intelectual, quebranto económico no solo en términos de empobrecimiento cultural, sino
quebranto económico en los diferentes sectores de la economía española, toda vez que es importante
la aportación de las industrias culturales al producto interior bruto, concluyendo que la creación aporta
riqueza y el desarrollo de la industria editorial entre otras implica beneficio en términos de empleo directo
o indirecto (escritores, ilustradores, dibujantes, impresores y maquetadotes, todo el sector de distribución
y logística, la industria papelera, grandes y pequeños comercios o librerías,...).
Las expectativas que genera la aprobación del referido plan se ven ensombrecidas y no dejan de
ponerse en duda, toda vez que vamos ya camino de los tres años de retraso, desde que España debió
de haber traspuesto la Directiva 2001/29/CE, de 22 de mayo de 2001, relativa a la armonización de determinados aspectos de los derechos de autor y derechos afines en la sociedad de la información, con el
consiguiente perjuicio, por falta de adecuación y armonización con el resto de las legislaciones europeas.
Y todo ello principalmente porque Internet, el nuevo ámbito de vulneración de derechos de autores y editores, no entiende de fronteras ni de barreras geográficas.
En definitiva, toda medida adoptada, ya tenga carácter legislativo, judicial, policial... carecerá de eficacia
en tanto la sociedad no tenga verdadera conciencia del valor de la cultura en sí misma. El valor del libro
no es el coste de su producción, ni del papel o de la tinta, sino del esfuerzo creativo de su autor y del
riesgo que corre el editor al decidir la difusión del mismo. El pirata ni crea ni aporta valor, solo se aprovecha del esfuerzo ajeno, como un parásito, y como tal debe ser visto, denunciado y condenado.
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