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REFUGIO LAGUNA NEGRA / OSVALDO BIDINOST
E-1
Ubicación: Laguna Negra, San Carlos de Bariloche, Provincia de Río Negro.
Tipo de suelo: Roca / grava
Envolvente: Portante.
Año Proyecto: 1969.
Mochila al hombro recorrimos este verano los caminos de montaña del Parque Nacional Nahuel Huapí y
finalmente, a 1600 m de altura, donde los árboles ceden lugar a la roca pelada, encontramos éste refugio que
en 1969 construyó Osvaldo Bidinost, e impresiona por su celebración de la arquitectura como obra construida.
Refugio / Laguna Negra
Los refugios de montaña son un punto seguro para cualquier montañista, figuran en los mapas, se mantienen
abiertos y sin llave durante todo el año. Hay refugios en muchos países del mundo y tienen características
similares: un gran espacio de reunión, protección de la intemperie, calefacción, cocina, y lugar para dormir en
el caso de temporal.
Este refugio se encuentra dentro del Parque Nacional Nahuel Huapí, se accede por caminos de alta montaña
o siguiendo el arroyo Goye unas cinco horas aguas arriba. Se recorre un hermoso valle a la sombra de un
bosque de Lengas, siempre con el arroyo a la derecha. Hacia el final del valle se cruza el arroyo y se emprende
el ascenso por un empinado caracol que zigzaguea en la ladera norte. Cuando emergemos de la copa de los
árboles podemos ver a nuestra izquierda un hilo de agua que cae unos trescientos metros por una pared vertical.
Allí arriba y prácticamente en el filo del vacío se encuentra el refugio.
A medida que trepamos los 800 m de desnivel los árboles desaparecen y dan paso a los Ñires Achaparrados,
arbustos que no sobrepasan la altura de una persona. Una vez que alcanzamos la altura de la Laguna Negra,
nos encontramos con un paisaje dominado por la roca desnuda, unos manchones de nieve que el calor de
verano no alcanza a derretir, reposan en las laderas frías, algunos grupos aislados de Ñires son la única
presencia visible de vida y verde. Allí no es difícil imaginarse lo riguroso del clima en invierno: la laguna
congelada, una gruesa capa de nieve cubriendo el paisaje, pasando por arriba del refugio mismo y un fuerte
viento del Oeste arrasando con todo.
Frente a nosotros se impone una pared muy empinada, el bloque de granito llamado Cerro Negro (2100m snm)
que cae directamente hasta el agua y hace intransitable su orilla. Todos los visitantes, inclusive aquellos que
vienen en travesía desde otros valles, convergen en un mismo punto desde el que se ve al refugio recortado
contra la imponente textura de la pared del Cerro.
La primera decisión que nos sorprende es el sitio elegido para ubicar el refugio, escogido intencionalmente para
generar una vivencia concreta del lugar. Se accede a él luego de vadear el desagüe de la laguna que cae en
forma de cascada hacia el valle, sin puente, saltando de piedra en piedra, luego debemos rodear al refugio, dar
la espalda a la pared de granito y recién ahí encontrar el acceso, una vez que traspasamos la puerta, y luego
de reconfortarnos con el calor interior, sentados a la mesa, tenemos una privilegiada visual rasante a la laguna
que cambia constantemente de una quietud metálica, al contraluz que produce el oleaje cuando soplan los fríos
vientos del Oeste.
JTP Juan Marezi
CS - 2016
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El encargo
Antes de detenernos en la descripción de la obra conviene conocer la historia previa al proyecto.
El grupo de montañistas que fundaron el Club Andino Bariloche, CAB, (del cual Bidinost era miembro) dio origen
a las actividades de montaña en la zona. Ellos, junto a los Guardaparques, fueron quienes recorrieron y
escalaron por primera vez los valles y picos que hoy llevan sus nombres.
Uno de sus miembros, el italiano Manfredo Segre murió en 1967 en un accidente de aviación en el que los
pasajeros quedaron aislados durante un tiempo. Entre sus pertenencias encontraron una carta en la cual le
pedía a sus amigos y familiares, italianos y argentinos, que en vez de enviar flores a su funeral, reunieran fondos
para concretar “aquel postergado proyecto de construir un refugio en la Laguna Negra” 1. La colecta reunió 3.5
millones de pesos para una obra que dada la complejidad de acceso al sitio fue cotizada inicialmente por las
empresas locales en más de 15 millones. Sin embargo otro miembro del CAB, Manolo (Manuel Puente) se
propuso para construir el refugio por el monto recolectado y en el plazo de un año (el refugio se inauguró
efectivamente el 5/3/69). Evidentemente Manolo no sólo era un constructor con el impulso, la capacidad
organizativa y el conocimiento para construir a 1600 metros de altura, sino que además era lo suficientemente
convincente y respetado como para que le creyeran capaz de hacerlo 2
Proyecto
Estos son los desafíos del proyecto: un sitio excepcional por su árida belleza natural, estrictas restricciones
materiales y condicionantes técnicas, la carga emotiva en el encargo, y la figura fuerte de un constructor local.
Aun así el proyecto se presenta con una desinhibida libertad creativa. Es un objeto con forma propia, su
geometría no responde a ejes de simetría, más aún, no hay ningún plano exterior paralelo entre sí, ni siquiera
ángulos rectos 3. La planta se abre mientras la cubierta se eleva para luego volver a descender con mayor
pendiente. Avanzamos en este espacio pagano sin un plano frontal de referencia, hasta encontrarnos inmersos
en un espacio convergente sin un centro definido ni orden aparente. En palabras de Bidinost es una “caprichosa
forma que cortará las ventosas nevadas y evitará el efecto devastador de los aludes”. Recalco la palabra
“caprichosa” que desdeña una lectura exclusivamente funcionalista de la forma.
La realización se debe al empecinamiento y voluntad con que se enfrentó aquel desafío planteado en una nota
póstuma: llevar un proyecto del texto en el papel a un artefacto con materia.
La obra es un cuerpo con gruesos muros de hormigón que envuelven una estructura de madera. El hormigón,
de acuerdo a las restricciones materiales que imponía Parques Nacionales, fue hecho con la piedra y arena de
la playa opuesta al sitio del refugio, lugar donde la acción erosiva del hielo los repone continuamente. Las
cuarenta toneladas de revuelto de piedra y arena fueron cruzadas con un bote de goma inflable. El Ejército
Argentino aportó las mulas para el traslado de cargas; veinte toneladas de cemento y diez de herramientas y
víveres fueron subidas hasta los 1600m de altura, a ello se le suman las 4 T de madera aserrada para piso y
entrepiso. Las vigas y columnas de madera de Lenga del bosque del arroyo Goye fueron talladas a hachuela
al pie del caracol. Cada viga pesaba 300Kg y fueron cargadas a hombro por grupos de 6 hombres. Para que el
hormigón fragüe fue necesario calentar el agua en tambores hasta lograr la temperatura necesaria y mantener
hogueras encendidas durante las noches. En las fotos de época, durante la construcción en otoño de 1968,
llegamos a ver a Manolo de pie sobre la nieve, a un costado los andamios hechos con la retorcida madera del
Ñire que crece en la laguna.
Cuarenta años después el refugio permanece de pie intentando emular la atemporalidad inmutable del granito,
cuarenta veces ha sido abandonado a su suerte y ha resurgido del hielo que lo cubre durante el invierno andino.
De la misma manera ha pasado el tiempo para la arquitectura y encontramos que la propuesta no ha perdido
vigencia y al margen de su historicidad, resulta significativamente actual.
JTP Juan Marezi
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Hoy al visitarla podemos reconocer los aspectos esenciales que le dan valor atemporal 4. El volumen construido
cobra una gran capacidad expresiva con los cambios de luz debido a la profundidad de los vanos de las
ventanas que aparecen sin un orden estricto y a la distancia puede sorprendernos el reflejo del techo recubierto
con chapa plana de aluminio brillando como si fuera nieve. Cuando ingresamos al refugio la vista descansa en
una semipenumbra y descubrimos que las ventanas corresponden con las mesas y la gente sentada mira
naturalmente hacia fuera por ellas. Las ventanas del entrepiso en cambio, iluminan el piso de los dormitorios
rasante a la altura de los ojos, ya que allí se usan bolsas de dormir.
Entramos por una pequeña doble altura que nos permite ver la cubierta del espacio que cierra la envolvente.
La disposición interior confluye en un espacio central, allí se ubica la cocina-fogón. El sutil gesto de apertura
que amplía el convencional pasillo entre mesas permite que todos los acampantes puedan verse cara a cara.
No sólo la forma exterior sino la geometría del espacio interior está tensionada, las vigas del entrepiso se
ordenan de manera perpendicular al muro en el que se apoyan, aun cuando éstos se quiebran con ángulos
arbitrarios, también lo hacen la mesada de cocina, el entablonado del piso y las vigas de la cubierta. Por ello
resultan direcciones encontradas que trasladan los giros de los muros a la configuración espacial completa.
Podría imaginarse un criterio de organización más uniforme y homogéneo, sin embargo, el cruce de geometrías
provoca una intencionada exacerbación espacial. Con ello no hay adelante ni atrás, ni siquiera una dirección
principal debida a un orden estructural esquemáticamente simplificador, por el contrario se percibe un caos
ordenado, como quien hubiera colocado ramitas para un nido, sólo que aquí buscan refugio los hombres.
Ahora bien, ésta elaboración geométrica se concreta sin complejidad constructiva. Es una obra que aceptaría
errores dimensionales debido a la expresa arbitrariedad de los ángulos que la rigen y tolera abiertamente
imprecisiones en su factura. Con el mismo criterio los detalles de encastre de vigas y columnas, encuentro entre
entablonado y muros, o la escalera, quedan librados a los criterios más simples y se los expone sin salvar
apariencias. Los entablonados se cortaron con serrucho y las vigas se apoyan en las columnas con una simple
angostadura del tronco. Una obra que cualquier constructor puede realizar, pero que desafía todos los
preconceptos espaciales a los que vienen asociadas las herramientas del oficio 5.
Esta obra nos hace repensar ciertos criterios de calidad arquitectónica a los que estamos hoy acostumbrados,
espacios formalmente modernos que cargan su elocuencia en la precisión constructiva y de terminación. La
última capa visible es la protagonista de los espacios. La exacta correspondencia entre las líneas, la
coordinación modular entre cerramientos y carpinterías, los revestimientos pulidos, o más precisamente las
juntas entre los mismos, son las que otorgan el grado de perfección y precisión esencial para el carácter
abstracto del espacio. Muchas propuestas esconden la falta de compromiso con los materiales que sustentan
y gestan la arquitectura, tras una apariencia artificiosamente inmaterial.
En el Refugio de Laguna Negra encontramos en cambio un camino de pensamiento que asume las limitaciones
técnicas, pero que no las transforma en una limitante de proyecto, sino un desafío para idear una arquitectura
esencial, austera, espacialmente rica, y que repropone los usos que alberga. No sólo una arquitectura posible
sino una que carga sus intenciones sobre los aspectos básicos y esenciales, su ubicación en el sitio, su recorrido
y acceso, una fuerte y elocuente definición espacial, y su consciente materialidad. Materialidad, no como una
cualidad visual, sino como la generadora de una arquitectura que no niega las marcas de la construcción. Allí
donde construir resulta improbable, se plantea que este desafío sea el generador del proyecto.
JTP Juan Marezi
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PROYECTO
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OBRA
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