DEFENSA

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DEFENSA
DEL SEÑOR
JOSE MARIA BOTERO p~
POR
JULIAN COCK HAYER
MEDELLIN
1. sea
IKPRENT.A. DEL DEPARTbtENTO'
Director,
DPyt-..! '-:':
Lino R. Oo;pina.
D~ L ,\
r.-'"}!.j::JC:\
BIBUCic-:'::¡' L_:::;·A~~-::::. ARA.i'iGO
;.CAl'l\I..QC-'~~'.
JULIAN
COCK BAYER
DEFENSA
DEL SR. D. JOSE MARfl BO'I'EIG P.
•
•••
I
Cuanto más l'Ie lee esta causa de José M~ Botero Pardo, más se advierte que la imprudencia, la imprevisión y
la fatalidad forman su fondo,
Si Alejandt,o Ferllálldez hubiera cejado en la idea de
adelantar la correspondencia amorosa que inició hace veinticuatro meses con Carolina Botero, quien á la sazón eon~
taba catorce años de edad, como algunas veces lo intentó.por justa desconfianza en la sinceridad de la inexperta
niña;
.
Si Fernández, obrando como hombre de experi'3ncia
-casi de tripleeda4 que la joven-hubiera
dirigido respetuosa. y franca manifestación al padre de Carolina, sobre sus
llOnradas intenciones ;
Si Femández en las dos horas y media transcurridas
desde que fti\ llamado á su casa por Carolina, hasta que
murió-en un momento de generoso é hidalgo desprendimiento, de casto y veruadero Qmor-se dirige él mismo á
la casa de Botero Pardo, dejando á. Carolina bajo la pl"Otección de un sacerdote respetable ó de caracterizada matrona, y explica al airado padre su propio procedimiento y
el extrafío é inexplicable de la niña;
Si Fernández no toma. á su cargo-como
paladín de
la que creía víctima de la dureza de su padre y de su exaltado amor-bajo BU peregrina protección, en su propia casa, á una niña imprudente que abandona de modo inUBÍta.do la de sus padres, cerca de la noche, para entrar á la del
que ha exaltado su pasión 6 su insania;
DEFENSA
Si Fernández' en esos solemnes momentos, digo, cuan-'
do tenía en sus manos, por inesperados pasos, el honor y,la
tranquilidad de dos familias honorables y pacíficas, en \'ez
de imponer condiciones como vencedor, devuelve, antes de'
proponer tratados, la prenda á los padres desolados;
Si Luis M',l Botero, amable y conciliadar, amigo de la
familia de Botero Pardo, no se' extravía esa funesta nache,y equivaca la casa en que se necesitaba su presencia;
Si Batero Pardo nO' es detenidO' púr 108 rue~as de su¡
familia en lús primeros mamentos, y va con BU amIgo hacia'
la casa de Fernández ;
Si el joven Eduardo Botero, exaltada por la oposición
de Fernánuez á entregar á la hermana de' aquél para 11evarIa á su casa, no corre á la de su padre para dade, después de una hora de angustiosa expectativa, la terrible no-'
ticia de la retención de su hija par Fernández ;,
Si, en fin, la púlicía, más diestra en sU aficio, cantiene'
á Batera Parda en la puerta, y evita poi' unas momentos'
la entrevista de los dos adversarios en una- sala, en presen'"
cia de la hija abatida á quien su' padre ctey6muerta mo-'
ralmente ;
Si alguna de esas circunstancias nO'ooncurre, 6 S8 evita,' ni las familias de los actares del acantecimiento, ni la'
sociedad de MedeI.lín, tendrian que lamentar. hoy tan deplarable desgracia.
Todo se combinó comO'por mano fatídica; para hacer"
consumar el mal.
, Si vosotros para juzgar esta causa' tom8.i'&Ísla. Musaci6n fiscal publicada, y algunos pasos del auto de enjuiciamiento, y no estudiarais fría é imparcialmente las piezasimpúrtantes del pracesa, tal Vez llegaríais hasta' calificar á
José MI!- Botero Pardo de asesino de Alejandro Ferná.ndez.
Pero si á la luz de la raz6n meditáis campaginando los'
hechos que condujeron al funesto' desenlace de la noche
del 27 de Mayo, no admitiréis; estoy seguro, ninguna de lag"
conclusiones ni de las argumentos del Agente del Minist&-·
río Público ni los del auto de proceooI',lig,er-O, como la vis':"
ta fiscal.
Analicemos los aconteci'm.ientos en el' orden en que los
e~be
el Sr. Fiscal en su vista calificativa-d~l smnariot y
.~
,
.•.
1
sd'()RJOSB JU1tfA ~
..
-
,
-
-
P.
.veréis que del examen comparado con las pruebas, .r.eml,.'
.,tan diametralmente opuestos en su naturaleza á la intélli
,ción del acusador oficial.
1
La correspondencia.
Hacía casi dos años que Fernánd~z había pnestG,ft
,despacho de médico frontero á la casa de Botero PardO;
.colocados á uno y otr,o lado del arroyo de Santaelena,y
poco después' comenzó á cambiar miradas con Carolina,
... "
la sazón de unos catorce años de edad, poco más de la ter'!
cera parte de la de Femández, que frisaba en 108 cuarent~
y uno, y era viudo hacía cinco .
.
No se inició por ella, seguramente, este juego, peligro~
80 especialmente entre una niña de esa edad y un hombrQ
de una yá provecta. No es esto natural; y si así hubier~
~ucedido, esta circunstancia debería haber bastado p&l!tl.;
que Fern{mdez, hombre reposado, de buena posición social
y de profesión en que nunca,sobran la discreción y la m(}-destia, se hubiera apartado de tan inoportuna tentación,:!~
roenos que él tuviera malignas intenciones respecto dQ
,aquélla.
'
.
Que Fernández dio principio á las relaciones amoro~as, lo prueba la declaración de Balvanera Oepina (foja
157), criada de la casa de Botero Pardo, quien d.ice que
Fernández mandó repetidos mensajes de ¡saludo á Carolina,
y que ésta no contestó sino uno de ellos. Luégo envi6 aquél
una carta, y como ella demorase en contestarla, la criada
la instaba para que lo hiciera de una manera ó de otra, has ..
ta que Carolina respondió afirmativamente al reqq.erimiento
amoroso.
Después siguió larga correspondencia por más de un
lIDo. Cartas que revelan ligereza, imprudencia, veleidad,
vacilación, exaltación de niña inexperta; desahogos inconscientes y hasta palabras que no se e~plean sino por extra,.
vios de la mente, dada la edad de Carolina y la educaci6n
que Botero Pardo y su excelente esposa han dado á sus
hijas. Correspondencia no adecuada para "quemar la 8lJ»gr¿' de un hombre respetuoso y más que entrado yáen la
'edad de la reflexi6n, sino más bien propia para inspirar
compasión y para aconsejar al hombre virtuoso la separapión de una p9!1diente peligrQsa, y ~partar así la ~
G
DEFENSA
de la cabeza de una niña que revelába en muehos desl1iJ
actos Un estado patológieo sujeto á. irreparables miserias;
Cierto que por la correspondencia y por lo que Oaro .•
liua lla declarado, se sabe que Fernánder. la pretendió para esposa. Pero ella no le permitía que dijera nada á sus pa~
dres: le recomendaba encarecidamente la reserva.
El camino de Fernández, como hombre honrado y que.·
se estima, era claro : dirigirse al padre en (lemanda de la
mano de la hija. Fernández dudaba de la constancia y Be~
riedad de la pasión de Carolina. Trat6 muchas vecés de fijar con términos enérgicos; de afirmar la vóluntad de In,
niña para el caso de nna repulsión del padre j mas ella nunca se manifestó resuelta á una lucha abierta, y aplaz6 el
lance con promesas y protestas exageradas y amenazas de
suicidio, qne al hombre de juicio deben infundirle siempre
desconfianza.
Si Feruández. después de tálltos meses de pueriles devaneos, de palabras que se lleva el viento, propone á su
prometida el dilema que cumple al hombre pundonoroso
en estos casos: "ó manifiesto á su padre mis honrados deseos revelándole la histOl'ia eutera de nuestros amores, ó todo ha concluído entre nosotros"; la situación se hubiera
aclarado.
La verdad busca siempre la luz y debo dársele paso
si no Re quiere entrar en tortuosas vías. La!!!situaciones di·
fíciles deben definirse so pena de arrostrar contrariedades.
ElIaR Revuelven falsas y en el curso de los ~ucesos, cuan·
do el hombre se ha comprometido bastante, le falta valor
y abnegación para aclararlas y resolverlas. Si intenta hacerla es cuando yá no es tiempo~ cuando la definici6n produce efectos desastrosos. Esto le sucedió al desgraciado
Fernándezj pidió á Botero Pardo la mano de su hija, cuando escapada de la casa paterna, éste creía qÚe con la hon. 1"ade su familia se le había arrebatado un sér querido.
Es injusto, pues, el cargo que de soberbia se hace á
Botero Pardo al no haber querido aceptar para su hija la .
mano de Fernández.
Botero Pardo ignoraba todo hasta poco tiempo antes
del acontecimiento. Se le dijo en familia que Carolina dirigía miradas á Fernández;
y como esto le pareciera caprichos de niña, atendiendo á las edades, se limit6 á prohibide que saliera á 10~coITedore8 q,ue quedaban en frente
de la pieza del Despacho de éste. Advertido por segunda.
vez;Botero Pardo de' la conducta de su hija, la~
c()lnO',A niña, y le ordenó }'eclusión en una pieza abiértá~
lo 'interior de bt babita.ei6n.
, ,De aquí no lile puede' doducir desapasionadamente
3l~
t.m1eTo,rechazo de alianza matrimonial. En la acci6n dé B<r
teroPardo no se ve más que el celo y cuidado natural de:
un padre cuando se trata de la felicidad de sus hijd&.Pne-_
de parecer exagerada la reclusi6n de la niña en el interl~1:
dE)la casa, pero nada más na.tural que esto. Femández vt:';'
vía al frente, y Botero por carácter y por doloro8a8 lecciQnes qne en su v.ida recibió antes, ,había adoptado un 8i$te~
made
educaCIón para eu familIa que él creía eficaz para
preservarla de riesgos
de azares.
Durante diez y se18afio~ y bajo el cuidado de su dignl\ $p0sa, hizo del hogar la escuela de sus hijos. Les puso'
profesores y procuró que sus relaciones fueran contadas: y'
escogitlas. ¡,Es vitupera.ble tal si8tema~ ¡,Revela él altanero
aislamiento' Para juzgar con acierto sobre esta cuestioo, es'
necesario conoeel' la experiencia de siglos, y las especiales
circunstancias de la sociedad en q 110 vivimos j y aun no basta esto: debe aprecia.rso también el carácter individu,al de
las personas, l:lUS circunstancias y su modo de pensar, sus
temores y sus expectativas.
Pl1oaes.er etróoeo el aislamiento relativo para Iaeducación, y la restricción extremada en algunos casos; en otros
es saludable, pero en ninguno puede increparse por el bech(},misIIlO á un padre porque coarte la libertad de SI18 hijos para librarlos de la corrupción. El móvil es noble, aunque el resultado pueda no corresponder á la intención.
Si Femández pido á Botero Pardo su hija en matrimonio, sucede una de dos cosas; ó se deniega, ó accede. };~n
el primero, ó Fernández desiste ó aguarda que corra el
tiempo para que la joven tenga libertad de ofrecer S9 mano. En el segundo caso, todo hubiera. terminado f~lizmente.
Así se . hubieran conducido los amores en vía cabaUero$& y
cristiantL El requerimiento de amor por Ferllández, vistoel
ca.rácter de Oarolina, el modo de educación adoptado por
Botaro Pardo, y las edades de los amantes, evidentemente
no cbtrespondían.
Si BoOOro Pardo, después de una propuesta franca
decente de Fernández, oprime sin motivo especial á su hi~
ja j éstá se escapa y su prometido usa de medios legale¡¡ y
dee.oroios para obtener su mano, entonces, si ocurre esta
r
r
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,DEFENSA
desgracia, ella con justicia recaería sobre el padre injusto y
úrgulloso.
Entonces habría llegado tal vez el caso ~e decir "que
la compresión había hecho estallar la tempestad que· .arreb~~ba la vida al amante y la dicha para siempre á t. no.VIa.
Con relación á ésta, aquellas palabra15no constituyen
más que una figura de retórica. Carolina.Botero, pasados
algunos días después de la terrible sacudida nerviosa., está
en perfecto estado de salud y tranquilidad de ánimo.
Ante el funcion'lrío de instrucción, voluntariamente
declaró con sencillez y sin aspavientos, unos 15 ó 20 días
después del acontecimiento, que, aunque había sido decorosamente tratada por Fernández en su casa, se le invitó
por éste á tomar vino, cerveza, café y cigarrillos; que aceptó el café, el que le causó mal efecto hasta el punto de perder el conocimiento.
Esto demuestra que el recuerdo amoroso no la preo.,cupa y que continúa siendo la mism.a nifía de las cartas,
ligera, incapaz de apreciar una situación delicada.
Temió seguramente Fernández, que al· notificar á. Botero Pardo su proyecto de matrimonio, éste se le frustraría
para siempre, pues Carolina no sería capaz de contrariar la
voluntad de su padre, ó ella sería lle-vadaá. otra parte y
pronto lo olvidaría; y prefirió aguardar un desenlace cualquiera que fueso. Su responsahilidarl no puede ser más pa.•
tente tratándose de una niña de la edad, condiciones y modo de ser de Carolina Botero.
Si trat6 algunas veces Fernández de poner en prácti .•
ca una resolución juiciosa y digna de un hombre de su edad
y posición, desprendiéndose de esas relaciones, lo hizosiem ...
pre dejando puert.a abierta para entrar de nuevo. Intímale
á su prometida que estaba resuelto á retirarse, porque no
tenía seguridad de su amor; pero ella á su modo le confirmaba su afecto y seguía volteando en oírculo vicioso.
,
Puede asegurarse que si Fernández no aconsejó direc.•
tamente la fuga de Carolina, sí fue causa indirecta de ella,
con la prolongaci6n indefinida de esos amores de base tan
deleznable, y cuando elllJ. repetidas veces amenazaba' cometer un disparate; si no son culpables eS08 amores ante.
la ley, sí 10 son ante la conciencia, conociendo corno C~
nocía Fernández, hombre de experiencia, á la ama.ntede 14
años, falta de aplomo y pr6xitl,la á la demenci~
DEL.Sl):iOR
JOSÉ XA.RíA. BOTERO P.
II
La fuga.
Carolina no estaba tan recluída por su padre que no tu-viera libertad de salir á visitas con sus hermanas. El 27 da
Mayo estuvo en la casa del Dr. Ramíroz Gómez, en donde
se tocó piano, como de costumbre.
Por la tarde Botero Pardo, estando de buen humor y
al parecer completamente despreocupado de cuidaflos de
familia, que son los que frecuentemente impiden al hombre todo esparcimiento, convidó {¡, su amigo y compañero
de negocios Luis M:: Botero, á tomar una copa de brandy
en su casa, y luégo, en unión de su esposa, lo invitó á comer en familia. Después de indiferente y entretenida conversación, en la cual los dos hijos de Botero Pardo, Eduardo y Enrique, tomaron parte, se sentaron á la mesa, en donde reinó la cordialidad. Lejos estaba de la mente del padre
de familia el temor de una catástrofe.
Tres de las señoritas de Botero Pardo tomaron puesto
también en la mesa. Carolina no compareció; por esto sus
hermanas se levantaban frecuentemente de sus asientos, lo
que notó el convidado.
Acabada la comida, Botero Pardo con su amigo fueron á una pie:ta de la casa; salió aquél un momento y volvió á entrar exclamando: "D. Luis, me sucede una gran
desgracia: mi familia está deshonrada."
Requerido por Luis :M.a Botero para que se explicara,
dijo: "Es que un viudo Ferllández me ha sonsacado y me
ha robado una niíla inocente."
Había sabido yá Ratero Pardo, primero por su familia, que Carolina no había sido hallada en la casa, é inmediatamente después por 'romás Fernández, anciano padre
de Alejandro, que Carolina estaba en la casa de éstos.
La esposa y los hijos de Botero Pardo, unidos al amigo de la familia, lograron contener10 para que no saliera de
la casa, y aun quitade una navaja de afeitar quo había tomado en la mano.
Luis M~ Botero, de~pués de oír una queja de amarga.
pena de boca de Botero Pardo, logró que ésto asintiera á
que fuera en busca de su hija y la devolviera al hogar.
Yá los dos hermanos de ella habían partido con Tomás
Fernández para la casa de éste.
10
l>EFESSA
Luis M~Botero equivocó fatalmente la casa, creyendo
que era la antigua de Alejandro Fernández, la que encontró cerrada. Se devolvió, y yá bajaba por la avenida izquierda para ir á la plazuela de San José, cuando vio que
por la avenida opuesta iban Botero Pardo y su hijo mayor Eduardo en dirección á la casa de Fernández. Se les
unió á invitación de Botero P., y juntos marcharon hacia
allá con paso apresurado.
Veamos qué pasaba en aquella casa.
Un poco antes de las ,seis de la tarde, dice Dolores
Mosquera, criada antigua de los Fernández, llegó Oarolina
al portón y llam6. La criada abrió. La familia estaba en la
iglosia de San :Francisco en una función religiosa. Sólo estaban con la criada dos niñas de seis y siete afioa, hija la
una y sobrina In, otra, de Alejandro. Carolina estaba demudada y parecía loca, dice la Mosquera, quien no la conoció. Preguntó por aquél é instó á la criada para que lo llamara. Esta partió por el momento, y en el atrio de la iglesia dio el recado en nombre de Carolina, que lo aguardaba
en la casa de él distante unas ocho cuadras. Fernández c.omunic6 esta noticia á su amigo íntimo Rafael Mazo, quien
se quedó en el puente Mejía aguardando el resultado. De
allí partió Fernández á prisa. La criada que iba con él, cuando llegó á la casa, notó que las ventanas estaban cerradas,
y temió que Carolina, estando loca, hubiera querido hac~r
daño álas niñas por vengarse de Fernández, de quien dice,
sabía ella tenía casamiento.
Fernálldez llamó, y Carolina que estaba. en la alcoba
respondi6. El entró. La noche tendía yá sus .sombras, y encendió vela. Tomaron asiento en la alcoba primero, y después salieron á la sala y conversaban. La criada con las niñas á quienes Carolina había prevenido se retiraran, porque
tenía que hablar á solas con Fernández {t quien ella llamaba "el Doctor", estaba en el extremo de la línea de alcobas
observando. La Mosquera fue á la cocina á preparar café
por orden de Fern{mdez y sirvió sendas tazas para éste y
Oarolina. Esta probó y la sentó mal. Luégo fue despachada
la criada pOI' Fernán(Íez á comprar vino á la tienda de "La
Arteria", distante unas cuatro cuadros para obsequitl.r á Oarolina. Un muchacho de quince años, sobrino de Fernández,
criado de la casa, fue ma~dado por éste á buscar á. Tomás,
su padre, quien fue hallado cerca de la plazuela de San
Francisco.
bEL SEÑOR JOSÉ :MAmA BOTERO P.
11
En el puente Mejía encontr6 á Rafael Mazo, á quien
llamar, porque lo.
Srta. Botero Hoyos pedía hospitalidad en su casa, y que él
consideraba el asunto ouy grave, porque dicha señorit.adebía. estar loca; que además no tenía la edad de mujer libre
y en ningún caso podía admitirla en su casa.
Las siete y cuarto serían cuando llegó Tomás Fernández, y recibido por su. hijo en el contraport6n, se dirigió -con.
él al comedor. Conferenciaron, y se resolvió que el padre
fnera á Botero Pardo para decide que su. hija estaha en casa de ellos. Que Alejandro estaba pronto á easarse con la
niña dentro de treM días, si era necesario, Ó más tarde, si
así se convenía; que se le permitiera visitar la casa y se le
perdonara á Camlina la falta que había cometido abandowíndola. Antes <le salir entró Tomás á la sala, saludó á C&rolina, quien permanecía allí sentada y le tom6 consentimiento para ir á desempeñar la comisión que llevaba ..Ella.
sólo contestó: "Hagan lo que quieran."
Cuando Tomás Fernández partió serían las siete y media de la noche, I{ahía transcurrido hora y media lo menos
desde que Carolina había entrado á la casa de Fernández.
Tomás halló á Botero Paldo en un grado supremo de
exaltaciÓn, pues acababa de saber que su hija había salido
de su casa. No pudo por esto el padre dar completo su mensaje, sino en parte, internlmpido á cada paso por Rotero P.
Por ll!timo éste conferenció con sus dos hijos y volviéndose
á Tomás, le dijo: "Ud. es un caballero, 10 comprendo, entréguemele mi hija á sus hermanos." Fornández se comprometió á ello, y salió con los dos jóvenes. Estos se adelantaron, llegaron á la casa ue Fernáudez, abrieron la puerta y
se encontraron cou Alejandro Fernández en la de la sala; éste-'~eopuso á que entraran.
AnteA de la llegada de los jóvenes, la criada de la casa, Mn.ríaLuisa. Silva, había entrado al interior y había" encontrado á Dolores l\Iosquera, en la cocina, quien le refirié
lo que estaba pasando.
Serían las ocho cuando Tomás Fernández mand6 al
criado J aramillo á que llamara un Guardia civil, y Jorge
A. Sepíllveda, que estaba en la esquina del Circo de toros,
vino á la caaa y entró: trató de poner orden, aunque vio
que los jóvenes nada ha.blaban, pero manifestaban nlucha.
irritaci6n. Fernández hizo retirar al Guardia diciendo que
le manifestó que Alejandro lo mandaba
12
DEFENSA
"si había de morir, moriría tranquilo." Estas palabras la~
profirió en tono sumamente exaltado.
Sepúlveda salió á la puerta á aguardar 6rdenes de lo~
Fernández.
TomAs salió á referir á Sepúlveda que Carolina y Alejandro estaban enamorados y que como Botero Pardo era.
opuestísimo a~ matrimonio, ella se habí~ venido y est.a~a.
allí. Que los J6venes hermanos de Oarolma habían eXIgIdo que la entregaran, y ellos, los JI'ernández, NO QUERíAN
HASTA ARREGLAR ESO BIEN, pues les daba pena arrojarIa á la
calle ..
José Zapata López, guarda del Oirco, vino también á
casa de Fernández detrás del policial Sepúlveda, y al referirle Tomás los sucesos, y decirle que había ido á casa de
Botero Pardo á manifestad e que su hija estaba en casa dE)
Fernández, aquél le había dicho que se viniera con los mu,:,
chachos y le mandara su hija con ellos.
Zapata López dijo tanto á Tomás como al policial, que
el asunto ERA BASTANTE MÁS GRAVE DE LO QUE ELLOS CREÍAN
EN VISTA DE LA RELACIÓN QUE AQUÉL hacía, é indicó que Ua.,
maran más agentes <le seguridad, lo que hizo el guardia;
pero apenas compareció el policial Angel M.a Palacio.III
El desenlace.
En consideración á que Alejandro Ferllández, de pie
en la puerta de la sala, impedía que los jóvenes Boteros llevaran á la niña para su casa, y habiendo ella, á requerimiento de Alejandro, contestado que no se iba, según lo
dice 'rom{ls, aquéllos conferellci~ron, y Eduardo partiq
precipitadamente
á casa de su padre, y hallándolo en ella,
sin que. manifestara yá deseo de salir, lo llamó aparte y lé
dijo que Alejandro Fernández no dejaba venir, 6 no entre.
gaba {t Carolina. Entonces ~otero salió con Eduardo, sill
armas, y en frente de la casa de José }La Amador preguntó
á su hijo si llevaba rev6lver, y á la respuesta afirmativa 01'de.nó que se lo entregara diciendo: "Esos son disparates;
eso no se arregla así; yo acusaré á Fernández por rapto."
Eduardo le entrezó el revólver, y él lo puso en el bolsillo.
Unidos con Luis M~ Botero en el puente de "Mejía~
marcharon aprisa; Boter<?Pardo unos pasos adelante, quiell
DEL SEÑOR JOSÉ :MARÍA BOTERO P.
13
(mtró primero, saludando á los policiales, y á Tomás, de
mano.
Sepúlveda dice que Tomás l'econvino al entrar á Botero P., porque sus hijos habían ido á sacar de su. casa por
la fuerza á Carolina, y que Botero respondió: "Canallas que
~ han robado mi hija", y por dos veces dijo en voz alta:
"E}ntréguenmela."
Tomás dice quo Botero P. dio la mano al Dr. Fernández al saludarlo, y como entrara aceleradamente, Alejandro
trató de contenado levantando la mano extendida.
El mismo dice que Alejandro, en tono apacible, dijoá.
Botero P. que arreglaran ese asunto sin estrépito.
Luis M~ Botero asevera que Alejandro reconvino á Bo-'
tero P. por su entrada brusca, cuando él (Alejandro) había'
procedido con táuta decencia.
Una ve~ en la sala Botero P., dice Tomá¡;, preguntó:
" ~En dónde está mi hija'" "Aquí", le respondió Alejandro
señalándolo á Carolina que yacía desmayada en un asiento:
al lado derecho de la sala, y sin más palabras, estando á.
dos varas de distancia. de aquél que permanecía de pie en
la puerta de la sala, sacó Botero P. su revólver y disparó
sobre :éL Entonces Botero P., volviéndose á Carolina, que
había rodado del asiento al suelo, dijo: "LIévenIa."
Alejandro volteó hacia fuera exclamando: "1\1emató,
me mató: un sacerdote."
Luis M.a Botero y losjóvenes Eduardo y Enrique fueron á Botero P. á instarlo que les diera el revólver. Este
quiso entregarlo al Guardia Sepúlveduj pero se interpuso
Eduardo reclamándolo, y Botero P. se lo dio diciéndole :
"Uselo como lo ha usado su padre." Botero P. dice al policial, al entregársele para que dispusiera de su persona: "Policial, he cumplido con un deber de padre y hombre honrado. S610 siento dejar una esposa y mis hijos." Luégo
Eduardo entreg6 el revólver á SepÚlveda, y el padre y 108
dos hijos fueron conducidos á la cárcel.
Alejandro Fernández expiró quince minutos después
de recibido el balazo.
IV
Comentario.
Estos son los hechos substancial es que refieren los testigos Sepúlveda, Botoro, Fernández, Mosqucra, Silva, Zapa-
DEFE:KSA
tI. López, J aramillo y Palacio. Esas declaraciones,
la CO'rrespondencia y las indagatorias, contienen la clave de la
. causa. Vosotros la examinaréis con la imparcialidad que
cumple al Juez ..
Consta que desde el instante en que Botero P. supo la
fuga de su hija, manifestó con palabras sen.tidas, y con acciones que acusaban desesperación, que Carolina había sida
sonsacada y robada. por Fernández.
El sabía hacía pocos días que se miraban. Tomás acababa de darIe cuenta que Carolina estaba en su casa y aun
le habló de correspondencia, se(}'ún lo dice Botero P.
Había imposibilidad moral para. creer qne su hija hubiera espontáneamente
tomado la decisiva resoluci6n de
abandonar su casa á esas horas en busca de un amante, y
que éste, inocente del todo, estuviera á la sazón en la iglesia orando.
En el rapto, la culpa, casi sin excepci6n, es del hombre, á nD ser que la mujer sea de vida libre 6 esté tocada delocUl'a; y si ésta es de 16 años y ha recibido ejemplos devirtudes cristianas COIlstantes en el hogar y educación cuidada por madre tierna y vigilante, entonces es contrario á
los dictados de la razón y á los sentimientos más vulgares,
el admitir que la huida de la hija fuera obra de instintos
p.erve1"so.s.
El padre cree siempre que su hija joven es inocente,.
se complace en creerlo, porque ella es el objeto de su más
fino amor, y la pureza prenda la más preciosa con que él
quiere verIa adornada.
Botero Pardo es padre de acendrado cariño para con
su esposa é hijos. Hay en el ('roceso muchos testimonios de
personas respetables sobre este punto.
No hay un 8010 indicio de que él reputara á su hija como de mala índole ó afectada de locura. Naturalmente debi6 pensar y así lo manifestó desde el principio y repetidas
veces, que ese acto, que envolvía la infelicidaa de su familia
y amargaba para siempre la vida de los 'padres, debió ser
ejecutado por seducción ó sugestiones.
Sí sospech6, pues, Botero P., desde que supo la fuga
de Carolina y lo manifest6 enérgicamente, que se había cometido un crimen, y quien juzga que ha intervenido rapto
en la fuga de una mujer, su ánimo se inclina á creer lo peor,
lo que es natural que suceda entre personas de. diferente se-
DEL SEÑOR .JOSÉ MARí.A DOTERO P.
15
xo que se eacapan, lo que la malignidad se deleita en dar
por consumado.
y si Botero P. hubiera tenido noticia previa de las ca.r.
tas que dice el Agento del' Ministerio PÚblico quemaban
al mancebo, entonces la conyicción del padre se habría refor·
zado con el conocimiento do la exaltación que dominaba á
su hija, 6 de su extrema sencillez de niña.
Botero P. ignoraba, cuando Eduardo vino á darle aviso
de que Fernández no quería entregar á Carolina, que htlhiera ocurrido la escena del desmayo de ella, de la solicitud de Fernández para auxiliarla, de la negativa de Enri·
que, y del permiso que al fin dio para que aquél le diera á oler
aguardiente alcanforado, cosas que señala el representante
del Ministerio PÚblico para justificar á Fernández y agra.var la conducta dell'eo. N ó, no sabía esto, y tampoco supo,
ni el Sr. Fiscal, ni el Sr. Juez 10 mencionan seguramente
porque lo juzgan cosa insignificante para ilustrar la justicia, que Fernández, en vez de tomar medidas muy serias,
pues que la situación lo era, como 10 juzgó el guarda del
Circo, Zapata L., desde q no se lo refirieron, adoptó el partido de obsequiar á la aturdida niña, ofreciéndole café y
vino.
y no sólo esto, sino que durante más de una hora conversaron, primero en la antesala y después en la sala1 sentados á respetuosa distancia, dice la criada Mosquera ..
Mosquera fue primero á la cocina á preparar el café, y después á comprar vino á unas cuatro cuadras <le
distancia.
El paje Jaramillo fue á buscar á Tomás á San Francisco. Cuando la criada Silva entró á la casa, á eso do las
siete pasadas, encontró á la Mosquera en la cocina.
I.•as nifias de seis á tliete años tenían de antemano orden de Carolina para no acercarse, y no dicen ni una sola
ve?; las criadas que ellas hubieran estado en la sala, sino
autes de venir Alejandro. Desde que éste entró á la casa
hasta qtle Eduardo y Enrique Botero llegaron, había transcurrido más de una hora. En todo este espacio estuvieron
Alejandro y Carolina en la sala, con excefción de los pocos
minutos que Tomás conferenció con aqué en el corredor, y
en seguida salió para la casa de Botero P.
No acompañó, pues, Enrique á Carolina, sino una hora de las dos y media que corrieron desde que ella entró á
la casa de Alejandro hasta que éste muri6.
La.
16
_ DEFENSA
El Sr. Fiscal pasa por alta la mayor parte de este interesante tiempo, y sólo se fija-para hacerla resaltar, en la
guardia que hacía Enrique á su hermana, "como puesto allí
por la justicia para crmfundir á su padre cuawro intentRraemigrar de la circu,riferencia (le-su imprudencia, haciendo determinada composición de lugar", dice el Sr; Agente del Ministerio
Público.
Veremos quién hizo' mayor gasto de prudencia en este
desgraciadísimo lance.
Como loca calificó la -criada Mosquera á la niña infeliz..
cuando salió á abrirle la puerta.
Tomás Fernández, al hablar con Rafael Mazo, en el
puente Me;"ía, estimó el acto de la fuga-de Carolina como
de verdadera locura.
Esta misma impresion debió recibir Alejandro con algunas de las cartas de Carolina, y tuvo que confirmarse en
BU idea con el mensaje que la l\fosquera le llevó al atrio de
San Francisco, "cuando él mismo inquiría si Carolina S6
había aparecido Bolaá su casa".
Tiempo tuvo Alejandro para reflexionar sobre su posición y consecuencias del acontecimiento desde San Francis-'
co á su casa, en un trnyecto de ocho cuadras.
No habla más que con su amigo Mazo, quien no dice
que le pidiera consejo.
Encuentra á Carolina sola en llna:alcoba en la obscu-'
ridad. Enciende luz, se sienta á conversar con ella, quiereobsequiarla. Después de hacer servir café, manda por vino;y en seguida es cuand08e acuerda de su padre, y ordena.
sea llamado.
De la conf-erenciaentre los ·dos resulta la comisión de
Tomás cerca de Botero P., para proponer matrimonio á.
corto plazo, q.ne era tanto como decirle al padre: "Su hija
está perdida, me corresponde imponer condiciones."
Tomás se compromete con Botero P. á entregade SU'
hija á SUB hermanos. Estos j6venes, de 18 á 22 años, no'
guardaron, al entrar, la necesaria calma: penetraron en la
casa bajo la terrible idea de la deshonra de BU familia. No
se sabe las palabras que profirieron. Ninguno de los testigos
las refiere. Sepúlveda dice que no los oyó proferir ninguna, y que solamente manifestaban mucha exaltación.
Alejandro y Tomás se opusieron á la entrega hasta
que arreglaran bien; no se sabe cuáles serían las condidones del arreglo. Ninguno de 108 testigos presenciales dice·
})EL SEÑOR JOSÉ ~A
BOTERO P.
17
que ni Alejandro ni ~u padre persuadieran á la niña. qne
debía volver (t casa de sus padres. 'l'omás afirma que Alejandro le manifestó á ella que sus hermanos estaban allí para llevarla; que si quería irse, y ella respondió : "Yo no me
voy". Es la única insinuación que aparece hecha á Carolina para que cumpliera su deber y no permaneciera en una
situación tan grave y peligrosa.
Alejandro opuso resistencia constante á la. ent.rega de
la joven, y en tono exaltado se ofreció como víctima antes
que ceder á la vuelta de Carolina como no fuera con voluntad de ella; pero él 110 empleaba ningún medio para dirigir esa voluntad enfermiza por el camino del deber. Ordenó que el policial Sepúlveda se retirara de la casa, y él
quedó de guanlia en pie á la puerta de la sala en donde
ella estaba.
Si Alejandro hubiera obrado con me(liana prudencia,
por lo menos se retira c1e la casa y deja á su amante encomenc1ada á la Srta. Emilia Fernández que hábfa entrado después de los hermanos Eoteros, yá que no había dado pasos
desde el principio para restituir ti. sus padres la niña, ó siquiera para colocar al lado de ella un consejero respetable que,
con sangre fria, hubiera dirigido los acontecimientos con cordura.
Un hombre de la edad de Fernández, de buen juicio y
nobles sentimientos y en esa situación falsa y excepcional,
así lo hace. Así lo conjeturó el testigo Luis ~r.a Botero, cuando se unió á Botero P. y á su hijo para ir á la casa ne :Fernández. Creyó que éste se habrfa retirado de allí; que Carolina estaría. COPo su hermano Enrique, y que por esto no se correría riesgo yá con la presencia de Botero P.
La cortesía en ese delicano caso aconsejaba fl. Fernández, no simplemente que la extraña é inesperada huésped no
saliera de la casa, aunque fuera contra su voluntad, sino principalmente evitarle á ella aun las apariencias de la deshonra,
y á su familia, el dolor y la desgracia, ganando para si, al emplear tan noble proceder, la estimación pública y el aprecio
de la familia Botero Pardo.
"Nobleza obliga". Si Fernández encomienda á una persona caracterizada y digna, extraña á su familia, la devolución
de la hija al hogar paterno, hoy seguramente sería miembro
estimado de ese hogar. Ese hubiera sido un medio caballeroso
y cristiano propio para humillar la soberbia del padre, como
se apellida el proceder de éste, si es que soberbia puede Ua-
..•
')
18
nJ<lF E~SA
marse el hecho de ir en busca del sé!" m{l..~ tiernamente
al1TU-
00, r¡ue se ha creado y educado con esmero, que se cree seducido y deshonrado, y cuando á. ese padre celoso,de la honra, no vengativo, se le dice que se nÍe/1;ala entrega de su hija,
la ve en un asiento en posición de abandono ó aba,timíento, y
sobrecogido de una idea terrible, y agitaclo su temperamento
naturalmente nervioso é irritable, dispara sobre el que cree,
con numerosos fundamentos, autor de su deshonra.
Botero P. estaba invenciblemente dominado por la idea
del rapto. Se confirmó en ella con lo que su hijo Eduardo le
refirió, quien segurament,e no lo hizo de un morlo propio para calmar el agitado cerebro de su padre, pues había estado
largo rato encara(lo con Fernández, que hacía centinela {t su
hermana.
En el camino amenazaha á Fernández con la acusación
por rapto. En el zaguán de la casa de Fernández dijo, según
Sepúlveda~ que le habían robado su hija, é intimó por dos veces que se la entregaran.
En la sala, las palahras auténticas que resultan de la declaración de 'romás Fernánilez, único testigo fJue oyó. hablar
á Rotero P., en ese momento, fueron éstas: "~EIlrlónne está
mi hija1"
Botero P. no tomó arma alguna al salir de su casa, ni
tm hastón con estoque que tenía {\ su alcance. Al principio
había empunado una navaja de barbero, pero su set10ra é hi-'
jos se la habían quitado.
'
No consta que él hubiera hahlado de herir ni de matar
á Jlaaie en los diferentes pasajes de las escenas de esa noche.
Si á la cuadra ó dos de su casa pidió el revólver á su hijo, fue, según sus propias palahras, para evitar una violencia,
pues Eduardo no dejaría de indicarle que él llevaha consigo
esa arma cuanilo entró en casa de Fernández. De allí las palabras de Botero P. : "Son disparates: estas cosas no se arreglan con revól ver."
.
Luis M.a Botero,que fue invitado por el acusado para ir á
la casa de Fernández, vio más tranquiloáBoteroP.,
y por esto
lo dejó seguir. El Guardia civil Sepúlveda y Zapata López
notaron 'que Botero no manifestaba violencia en su porte, ni
en sus palabras. Dio la mano á Tomás, y según éste á Alejandro también, y entró á la sala, é inmediatamente que Alejandro le señala á Carolina recostada en su asiento enacti~ud
de desmayo, sacó'rápidamente el arma del bolsillo é hizo el
disparo.
HEL SEÑOR .JO~ÉMARÍA l'lOTERO P.
19
Qui.en intenta matar lo revela en sus movimientos, acciones ó palahras, á menos que sea un avezado criminal; y Botero P. es un hombre irascible, extremaoo;
pero su vida no
está manchaoa por el crimen. Los anteccd,~ntes
rlel hombre
sirven para juzgar de sus acciones.
Si él hubiera tenido intención formaoa de antemano
de
matar {t Fernánoez, no sale 'desarmado de su casa, no invita !t
¡;:u amigo Luis María para ir en busca '(le su hija, no penetra
en la :,;ala; 10 hiere oesde que lo encuentra rle pie en la puer·
ta, cuando, como dice 'l'omá!', intentó contenerlo
poniéndole
la mallo oelantc en sena] de que se detuviera. Ninguna
ocasión más propicia p)'lra atacar á Ferllánoez. No lo hizo, sin
embargo,
Eotero P.; pregunt6 por su hija, y cuando se la
mostraron y la vio mecEo tendida en un a¡¡;ient.o, se det.erminó una explosión de ira rlespués de dos horas y media
angustia en esa n&turaleza amante, apasionada, celosa, y en ese
temperamento
nervioso y exaltado. Aquí se ve que los acontCI:imientos pasaron tan rápi~a como naturalmente.
"No hay
composición cle lugar inventada á posteriori para producir de~
terminado efecto."
Si Carolina no estaha caída en el acto de entrar su pa~
dre, es~ba pr6xima á caer, pues que con el disparo fue del
asiento al suelo, y estando, como se dice, privada de los sentidos, era imposible sobresaltarse hasta el punto de rodar, si
hubiera estado naturalmente sentada.
Botero P., al verla, la creyó tendida, Y tuvo razón, pues
debió ser la posici6n de ella próxima á la horizontaL
La entrada fue instantánea:
Botero P. vio á Carolina, é
inmerliabJlnente se enfrent6 con- :Fernández y clisparó sobre
él. La palabra "lIévenla", dicha en seguida por Botero P., revela que su preocupaci6n, su idea dominante, era la libertad
de su hija, la recuperaci6n de su persona que él acababa de
obtener por medio de la fuerza ..
Veamos qué estatuye el Derecho Penal en casos como el
ne
presente.
El artículo 591 del C6digo de la materia dice:
"El homicidio es inculpable absolutamente en cualquiera de 108 casos siguientes. __ . __
"4? En el de defender la libertad propia 6 la de otra
persona contra el que injusta 6 violentamente trata da quitársela, arrE!bat.ando al homicida á la persona que éste defiende,
ó haciéndoletll otra fuerza material en sus cuerpos, siempre
que no haya otro medio de impedirlo .•..••
20
DEFEXSA
"10. En el de defenderse á sí mismo 6 á otro índivídu(J
de algún daño grave que injustamente y por la fuerza vaya á
hacerle contra la persona en el acto mismo del homicidio,
siempre que no haya otro merlio ele impedirlo."
El acu¡;ado creyó que su hija le hahía sielo arrebatada
por seducción. El no tenía motivo para creer que ella, de 16
años, criada y educarla en recogimiento tan extremado, hubiera abandonado espontáneamente la casa paterna tan á deshoras, cuando más ajeno se hallaba él de imaginarse semejante lance.
No se le devolvió, según 10 convenido con el padre .lel
que Botero P. creía seductor. No se le entregó á sus dos hi~
jos. Uno de ellos volvió al padre con la nueva de que Fer~
nández la retenía. Botero P. fue á lihertar á su hija que creía
8educida y oprimida y aun deshonrada. La vio y creyó en su
pérdida moral.
Esa creencia no era un suetlo, no era el producto de una
loca imaginación. Concurríen circunstancias, existían antecedentes. Había pasado tiempo largo y de zozobra desde que
su hija había desap:¡recido de su casa; se le había propuesto
el matrimonio de ella bajo el peso oe una situación deshonrosa; se había negado la devolución de su hija, y la veía al
parecer abatida bajo la guarda del que él imaginaba culpable
de su deshonra.
No puede inculparse á Botero P. de homicidio volunta·
rio en vista de los hechos relatados y que aparecen probados
en este proceso. La ley no podrá castigar á Botero P., sin borrar del corazón oel padre de familia los sentimientos más nobles y más arraigados: el amor de los hijos, especialmente
de la hija casi niña, <lue constituye la alegría del hogar y su
flor más delicada: el celo por la honra de la casa, . de la cual
se ha hecho por Botero P. una segunda religión, y que se
cuida, se ama y cela más, cuanto maJTores son los peligros
que se trata de evitar y los recuerdos dolorosos que asedian
un hogar tan bien constituido como el del acusado.
A Por qué habría de condenarse á Botero P.; .coando él
se ha encontrado en todas y cada una de esas circunstancias;
cuando él quiso en el acto de saber su desgracia kávengar~,
del que él creía el autor de ella, y se contuvo á los ruegos de
su mujer, de sus hijos y de su amigo j cuando espero y fue
provocado; y cuando se le exhibió en espectácuJotenun mis-
mo lugar, al que juzgaba causa de su desdicha y de
8U.
des-
DEL SEÑOR JOSÉ MARtA. BOTERO P.
21
nonra y á la que buscaba ansioso para restituírla al lado de
8U madre, en aparente verosímil estado de víctima'
Condenar tí Rotero P. como homicioa voluntario, es-tan·
to como decirle á los padres de familia: "No tenéis derecho
pa'ra salir de vuestra casa á recuperar la hija que creéis seduciña y robada, y tampoco lo tenéis para castigar al que os la
retiene y creéis que acaba de manchar la vestidura de su
inocencia. Abandonad vuestras hijas á la audacia, á las cela<las, á las sugestiones de los que no respetan la paz y los sagrados fueros del hogar, á los que cuentan por hazafias dignas
de encomio las conquistaR amorosas. Dejad que se disuelva ese
hogar, no tenéis facultad de conservarlo ileso y respetado. El
derecho del más audaz, más a~tuto ó más fuerte prevalece",á." ~ Qué sucederá entonces' Sucederá que la piedra angular del edificio social habrá sido falseada, y que éste caerá infaliblemente, porque la familia, primera institución divina, fue
establecida en la tierra como primer fundamento físico y moral de la existencia de la sociedad.
El artículo 587 del Código Penal, en su número 8.°, dice que no hay homicidio voluntario cuando la circunstancia
que concurra reúna log caracteres necesuri(.s para exculpar
completamente al homicida según el artículo 591.
El homicidio se cometió, mediando la circunstancia determinada en el número 6.°: "Por causa de un acto primo, ó
6ea el arrehato súbitoé inesperado de una pasión, de tal manera que se vea claramente que no hubo ni pudo haber deliberación previa, ni resolución antici pada de cometer el delito."
En Botero Pardo concurren estas circunstancias: arrehato súbito y al mismo tiempo la oe defenner la libertad de
su hija, y la de castigar el ultraje á su honra, que según las
apariencias se le había inferido, ó el de evitarle un mal grave como era el de la retenci6n bajo la guarda de un hombre
que no dehía serlo bajo ningún aspecto: que estaba excluído
de ese papel que voluntariamente había tomado; excluído
por la ley, por la moral, por la decencia, y pOI' las costumbres de esta sociedad (le Medellín.
El arrehato de la pa::;ión de Botero al negársele la entrega de su hija y al creerla él dcshonrada, impirli6 ahsolutamente la reflexión de escogitar otro medio de dar libertad á
BU hija. En casos como ést.e, es contrario á la naturaleza
del
hombre y al simple ¡,ent.ido común exigir que se busquen los
medios pacíficos para darle libertad !t una hija {t quien el pa~re cree arrebatada de su casa y manchada la blanca túnica
22
de su virginidad. Nadie, poniendo la mano sobre su. coraz6n
su conciencia de hombre honrado, podría con·
denar á Botero P., por que, en ese acto supremo de la vida
padre de familia, no ocurre á la policía 6 á los amigos ó circunstantes para que le ayuden á recuperar In libertad tie su
hija ó ruegue al (¡ue la retiene para que se la devuelva.
En Medellín hemos visto casos corno el de Federico Henao, quien fue absuelto, ó 5;610 sufrió la detenci6n preventiva. por haherle dado muerte á quien insultaha al padre del
agresor.
EL de Germán Santamaría, que fue declarado
inculpahle por haber matado á quien le había dacio un golpe á trlliciór. y bahía buído.
A Ezequiel Jaramillo, quien Jl1ntó porque se le amena-
y escrutando
zaha con unas tijeras. _. _.•....
oe
__
La ley penal protege la vida, la honra y la propienad eJe
las personas; y la Constituci6n de la República
pone al frente de las garantías sociale~, la cie que las autoridades
están
instituidas con ese sagrado fin. No podía ser de otra manera,
ya que la reur,i6n de los hombres en sociedad no tiene ot.ro
objeto que el de amparar esos (lones de Dios y el de procurar el perfeccionamiento
de las facultades del bomhre.
La vicia y la honra de la familia 80n más queridas para el
]>aore que, como Botero Pardo, ha rodeado su hogar de todas
las precaucioneB para evitar el mal, que su propia vida, y la
prueba es que no vacila en arrojarse á un acto que ha de
amargar su existencia y la de su casa para siempre;
clua ha
tie ponerlo á él Y á los RUYOS largos años á ser el pasto de la
curiosida(l y de los coment.arios rle todo género. El no tr'epida j á tn:eque de defender y de hacer respetar su hogar, lo
sacrifica todo: reposo, fortuna y vida. El ofreció y sacrificó
todo esto en la noche del 27 de :Mayo por la libertad, la honra
y la int.egridad de la que amaha.
Es enteramente contrario {L los bechos justificados en el
proceso y á la naturaleza humana, lo que dice el Sr. Fiscal
con relación á la impasilJiliclad con que debi6 ohrar Botero al
recuperar á SiU hijH.
Sabéis yá todas las peripecias
este doloroso suceso.
El no es simple y natural, ni de uso corriente en nuestra sociedad. No se trata ha sencillamente de otorgar un padre'rico
su consentimiento
para que su hija casase con un joven relativamente pobre y cie buena posici6n social, y pudiera ocurrir
al padre este dilema extrafio y casi salvaje; "6 consiento en
ne
DEL SEÑOR JOSÉ :uA.RÍA BOTEKO P.
el matrimonio
ó mato al pretendiente
y aun á mi misma
23
hi-
ja". Estos extremos se vendrán á los mientes á los enajenados, seguramente. Ellos no se acostumbran entre nosotros ni
aun entre la gente inculta ó viciosa: matrimonio 6 muerte.
Esto no es ni remotamente parecido á lo que pasó entre Botero Pardo y Fernán,lez. Ni éste pidió á aquélla mano de ,su
hija, de ulla manera decente y en ocasión en que ambas pa.rtes usaran de una perfecta libertad de espíritu, ni aquel podía concedérsela en circunstancias
tan humillantes y deshonrosa~ pa.ra su tiunilia. l<:l mismo Fernández debió pensar que
obtener el'~onsentimiento
(lel paore en tan equívoca situación,
era yá echar sobre sí una afrenta: la de verosímil conjetura
(le rapto para someter la voluntad del padre.
La opresión de Botero P. y la persecución de éste contra Carolina, son meras suposiciones del Sr. Fiscal. Botero
P. supo unos ¡lOCOScHas antes del 27 de Mayo que Carolina
corresponcUa miradas del Dr. Fernánclez, y uroenó que no se
presentat"a en los corredores Cjue ncrnoraban fronteros al Despacho del Doctor, fJuien I,ermanecía alli de cor.tinuo.
Repetido elavisn á Botero P. unos tres días antes de la
muerte (le Fernánciez, aquél di~puso quesu
hija no saliera
de URa pieza del interiur de la casa; pero Carolina continuó
salienc\o á visitas con sus hermanas como de costumbre.
Esto consta en los autos y no tiene nada de composición: oprimir y perseguir de Ci'ta manera no es colocarse en el consahido oilema del Sr. Fiscal; no manifiesta que el padre de familia estuviera dispuesto á plantearlo optanrlo por el extreml')
brutal de matar.
Este no es el modo de proceder de los jefes ne hogar en
nuestra 8ocieclad. Centenares de ejemplos tenemos en MedelIIn y en lug'Hcs importantes del Departamento
de enlaces
de jóvenes pohres con rica!l herederas. En las familias mismas de los actures en este orama lo vemos. L?s hermanas de
Boterc~ P. se casaron eon jóvenes destituidos de furtuna. E1
Dr. Fernánoez contrajo mat.ritnunio con una señora de distinguioa posiciólI social y más rica que él. Su hermano Enrique, por Sll espíritu elevado y culto, ObtHVOla mano de u.na
señorita de alta colocación monetaria.
Es vana y exagerada la acusación que el Sr. Fiscal hace contra las clases ele'ladas, concitando contra ellas las de
escala inferior de la sociedad, lo que sienta mal en un representante
de la ley en un régimen político fJ.ue se informa
esencialmente en la moral del cristianismo.
24
DEFENSA:
En la sociedad colomhiana y en general en la América
Latina, no tenemos aristocracia cie sangre y espada, la más
persistente y exclusivista. La virtud y el talento escalan aquí
todas las alturas oficialoRy sociales. Lo hemos visto ahora
mismo con humildes hijos de nuestras aldeas que ocupan 8ilIas en el .Ministerio y en las Cámaras y se emparentan con
escogidas familias.
Nada temáis j6venes por vuestra humilde cuna. Si vuestro corazón y vuestra inteligencia se elevan y cultivan; si
vuestra conducta es correcta, abnegada y digna, encont.-aréis
caballeros que estrechen vuestra mano y que no os negarán
las de sus hijas, solamente porque no habéis nacido en "alcoha tapiza cIa."
Los hechos aquí hablan alto; no neeesito enumerar más
nomhres.
Pero no se gana estimación ni se asegur~ posición ~n
nuestra socieclacl con aventuras galanteíl, ni amoríos de novela. Somos todavía, af()rtunaclamente, muy sencillos y cautos al
mismo tiempo en la formación del hogar. Seguimos un tanto
las costumbres patriarcales. El padre de familia debe tomar
parte desde la iniciación de los enlaces. El aconseja y Ilirige~
El pret,cndiente, cuando apenas tiene seguriciall de (lue es
aceptalll), se presenta al jefe y hace llna manifestación senci1Ia y decorosa.
N o se estila aquí recibir á la hija de familia á hora incompetente en casa del amante, y retellerla, y no entregarla á sus deudos.
Es extraño que el representante de la ley asegure que
Fernáncloz tuviera derecho de mat~w {L Botero P. cuando
entró á casa de aquél en busca de su hija, como si se tratara de rechazar al que asalta de noche una habitación.
i, Qué derecho ponal es ese en que se apoya el Sr. Fiscal para scntar semejante proposición ~ J, En dónde está la
ley que equipara al padre ¡i un ladrón ó asesino Ó incendiario, porque pelletra á cualquiera hora á la casa en donde se
le retiene á su hija menor de edad, que se le ha prometido
entregar y no se le entrega. ~ Ese derecho no existe, no puede existir en legislaci()n alguna de país civilizado. En el
nuéstro 110 lo hay. Pero sí corll:mgra nuestro Código Penal
el derecho hasta de quitar la vida al que arrebata la libertad, quita la honra ó causa, ó trata de causar algún mal al
matador ó á cualquiera otra persona, y con mucha mayor
DEL SE:&ORJO~:é HABÍA BOTEBO P.
25
raz6n cuando se trata de una hija; y el raptor de una mu~
jer soltera, menor de veintiún años, aunque ella 10 consienta, tiene pena de uno á cinco años de presidio, según el artículo 691 del Código.
Luego si Fernández mata á Botero P. al entrar, habría
sido conden.ado, no solamente como homicida, sino como
raptor, pues que se oponía á que Carolina volviera á la casa de su padro, y entonces el argumento del Agente del Ministerio público, puede enderezarse contra él : si Fernández
cometía delito y doble delito matando á Bot~ro P., éste es
inculpable al quitar la vida al detentador de su hija.
Conozco á Botero P. y tengo relaciones con él desde
que tenía él trece años y yo veinte, en el Colegio de San
Ildefoll8o, en donde fui su Superior y Catedrático. Su carácter es en el fondo lo mismo que cuando era niño: impresionable y extremado. Hombre que se exalta hasta el delirio como cuando se le da la noticia de la fuga de su hija, y
luégo Be calma y se tranquiliza á los ruegos de su esposa é
hijos y con la promesa de que se le devolvería. Que espera
y va con relativa calma á recuperar su hija y en presencia
de ella estalla en furor. Hombre que en treinta años de vida marital, rodeado de comodidades y viajando dos 6 tres
veces por Europa y Estados Unidos, su respeto por la sautidad de su hogar no ha desmentido un punto. Estos antecedentes y circunstancias especiales son elementos que
ilustran para fundar fallos que duren por su justicia y Yerdad.
Esos antecedentes y la naturaleza do esta célebre causa, me comprometieron á abrazar la defensa, no obstante
las relaciones de buena amistad que he llevado siempre con
los Sres. Fcruándc~ j porque creo que la amistau no es incompatible con la justicia, y que ésta elebe estar colocada
sobre todas las consideraciones humanas, cn tanto que la
lealtad y el hOllor sc respeten.
SESION
3~
Pero volvamos al Sr. Fiscal:
Este funcionario no ha justificado las remlmscencias
dolorosas y ultrajantes que se ha permitido hacer contra
algún miembro de la familia del Sr. Botero P. Exhum6
aquellas cenizas con el exclusivo objeto de insultarlAs Y86
2()
nEFE~~A.
apoderó de ese ifÍsulto como argumento en contra. del probo sindicado de hoy con relación de pormenores y detalles
cuya calificación dejo á vuestro elevado criterio. Nadie debe
responder sino de sus propias obras; y si Botero P., constrefiido injustamente por el funcionario de instrucción que
quiso examinar todas sus entrañas, manifelitó ingenuamente
que había adoptado 1m sistema de educaci6n restringida
con su familia en razóu de algún suceso doloroso ocurrido
con pariente suyo, eso no daba. derecho al Sr. Fiscal para
constituírse en acusador de los que fueron.
Los representantes de la ley deben ser respetuosos ~
les está vedado restregar heridas sin necesidad, especialmente cuando la reminiscencia es exótica.
Que yo como defensor pedí que la audiencia se verificara eu reserva, es procedimiento justificado no solameute
por el incidente {t que me he referido, sino porque el mismo
Sr. Fiscal, en parte de su peroración, trató acerca de la vida privada del Dr. Fernálldez, que la defensa no. toca ni
tocará por respeto á la memoria del muerto, y por su propio decoro.
Pero se le dio publicidad al proceso y se fue hasta
turhar el reposo de los muertos, poniendo lápida conmemorativa que califica de asesinato la muerte del Dr. Fernández; y, j horror! se fue hasta vocear y vender por las calleJ Pllblicas la relación de un suceso qua solamente correspondía calificar :í la justicia, tranquila, sin prevención, sin
vocinglería, de esta que se arra.stra por las tertulias de las
gentes sin criterio.
Por eso, precisamente por eso, desistió la. defensa. del
recurso de apelación interpuesto, para que la audiencia se
verificara privadamente.
Asegura el Sr. Fiscal que trabajó su obra acusadora en
hora y media después de haber estudiado el proceso durante pocas horas; yeso se nota, se observa y se comprende,
con ser que el expediente contiene más de cuatrocientas
páginas; y como toda obra es proporcionada á la labor, no
es extraño que las apreciaciones hayan sido tan ligeras corno el estudio.
El Sr. Fiscal ha avanzado en la presente audiencia
hasta el extremo de sospechar procedimientos indebidos en
nuestro Tribunal Superior, al confeccionar la última lista de
Jurados.
})EL SEÑOR JOSÉ MARÍA nOTERO P.
21
Ha clicho que el Sr. Juez 1.° Superior felicitó! uno
de mis honorables colegas porque en la li :.¡tade Jurados del
Juzgado 2? Superior habían aparecido más de treinta designados liberales, mientras que en el Juzgado H> sólo aparecieron tres.
Señ.ores del Jurado: yo no comprendo á qué sentimiento oheuece esta, insidiosa sugestión, porque jamás el
Tribunal de Antioquia fue objeto siquiera de sospecha; ui
Re trata de asunto alguno que se roce eon la: política.
Lo único que puedo afirmar es que ni mis colegas, ni
el Tribunal Superior, ni yo hemos pensado siquiera en que
la lista de de~ignados sea complementada 6 formada con
propósito deliberado, ni que hayamos intervenido en ella
en lo mínimo. Esto digo, y basta.
11:1 Sr. Fiscal al tratar de la pena aplicable á Botero
P., pide 18 años de presidio para él, pero después, como
revendedor de baratijas, se digna rebajar la pena basta seis
meses de reclusión.
Depende esto, Sres. Jueces, de que, como el mismo
Sr. Fiscal lo indicó, trabajó 8U viBti'\.en noventa minutos, y
estudió el proceso en día y medio; ó <le que no ha expuesto con seriedad los hechos ni con ánimo sereno ha relatado
108 acontecimientos.
Ha tomado el Sr. Fiscal con inusitaao empeñ.o la pre8ente causa, corno si fuera de lucha de clases sociales; ent.re los que visten l'uana, y los que USflll levita. Quiere indudablemente e8timulal' con ello las pasiones, y sobre este
punto hizo derroche de arrogancia.
Pero Sres. Jueces: iQuién es el pneblo~ El pueblo somos todos.
La mana no tiene privilegios.
La levita no vale más ni menos, al tratar de honra, de
dignidad y de pundonor, que la camisa blanca ó turbia ó
negra del lab l'iego honrado, si llena Sll <leber y defiende
con energía su nombre y su familia.
El pueblo somos todos, y todos somos iguales ante la
ley; y tanto es paare de familia para el efecto de <lefenderla, el labriego, como el obrero y como el artesano, y el
comerciante, y el pobre, y el rico, pueR en esto de paternidad no hay un padre más padre que otro, y sus deberes no
son diferentes.
Tan alto puesto ocuparía yo defendiendo en este instant('\, al menestral celoso de la honra de Sll hogar, como la
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DEFEXSA
que me asiste cuando habla mi lengua, y mi pluma escribe,
para pediros, como os pido, con seguridad, sin rodeos y sin
súplicas, pues no suplica quien tiene á su lado la justicia,
que absolváis al honrado ciudadano Botero Pardo, sin otras
condiciones que la de ser honrado y cumplido caballero, y
que obr6 con l'azÓn.
Lo de capitalista está demás en el debate, porque la
riqueza por sí misma no ha hecho á nadie honrado, ni virtuoso, ni feliz, ni buena cabeza de un hogar tranquilo, y estricto y caritativo como el de Botero Pardo. La defensa sólo aspira á que en esta vez se salve la justicia.
A yer se oy6 en este recinto batir palmas, deRpués de
repetida hilaridad, por la recitación de elocuentes frases de
Lamennais, en las cuales se habla de pirámides do huesos, y
cráneos en que se bebe sangre, y lugares en donde se maldice á Cristo, después de pisoteado, porque trajo la libertad al mundo.
Pues eso no viene á cU3nto, ni se relaciona en manera
alguna con el ohjeto de la presente causa.
En ésta se trata solamente de un padre sorprendido
. por la ausencia de su hija, de modo extraño; padre que
empieza por exigir la inmediata reintegración de su hogar;
que impaciente, y observando que no llega, va á buscarla,
porque sabe que su pretendiente se resiste á dejarla salir;
que hasta en el momento de penetrar á la casa, el padre de
la ausente, se pretende detenerlo ; qno avanza, contempla á
su hija sin sentido, y que en su desesperaci6n, dispara sobre
el pretendiente en la certeza moral, creencia 6 convicción
de que la deshonra se ha consumado.
Tal es el fondo del problema que debéis resolver.
~Qué penRamiento inspiró al padre 1 ~ Qué motivo arm6 su brazo 1 Botero Pardo había tomado el arms. de las
manos de su hijo, para evitar un acto impetlJ,oso, 6 i~pruden te, 6 criminal, por pal'te de éste; pero el c,uadro que se
present6 á su vista no le dejó duda alguna de que se le había arrebatado la inocencia á su hija, y dispar6 ; y muri6 el
Dr. Fernández, contra quien mis labios no han vertido, ni
vertir{m una sola. palabra fuera de lo necesario para ilustrar
la justicia.
i Es criminal el padre 1
Decid que sí, y veréis caer {\ pedazos todas las ligaduras de los hogares honrados, todos los lazos de la potestad paterna, y rotos para siempre los vínculos del hogar y
DEL SEÑOR JOSÉ MARfA noTERo
1'.
~
de la familia, que constituyen el fundamento de la sociedad, porque ésta tiene por origen 108 hogares; y sobre éstos, y para salvarlos, fundó Cristo su Iglesia, el que trajo la
verdadera libertad á la tierra, el que predicó la justicia, la
igualdad, y el que rechazó en su alma santísima, al Juez
que lo condenó, y enSeñó con su muerte á los Jueces de la
tierra, que antes de dictar un veredicto, deben recogerse en
el seno de su conciencia y no lavarse las manos, como el
Juez de la J udea.
A ese Cristo acude la defensa de 13otero Pardo, para
que hagáis justicia.
Lamenuais, célebre ingenio, comenzó su carrera siendo
demócrata, agitador de las pasiones populares, y acabó
siendo abflolutista; soberbio, se adoró á sí mismo, y terminó rechazado por la Iglesia Católica. Lo tengo siempre desconfianza á los exaltados.
y voy á terminar, para que mis honorables colegasllenen su tarea.
Aguardo tranquilo vuestro veredicto.
Decid que 11Ó, al interrogatorio del Sr. Juez, y la justicia humana se habrá cumplido en esta ocasión.
Tal es mi pensamiento.
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