1 La Argentina rural: un modelo para armar Noemí Girbal-Blacha Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural La Argentina rural: un modelo para armar Noemí Girbal-Blacha CV de la autora Noemí Girbal-Blacha: Profesora y Doctora en Historia (Universidad Nacional de La Plata). Investigadora Superior del CONICET. Profesora titular y Directora del CEAR-Universidad Nacional de Quilmes. Especialista en Historia Agraria Argentina. Autora de 20 libros y más de un centenar de artículos especializados en prestigiosas revistas nacionales e internacionales. Presidente de la Asociación Argentina de Historia Económica (1996-2001). Vicepresidente del CONICET (2008-2010). Docteur Honoris Causa Université de Pau et Pays de l´Adour (Francia, 2007). Premio “Bernardo Houssay” Trayectoria CientíficaHumanidades, MINCyT-Presidencia de la Nación, 2011. Miembro de la Academia Nacional de la Historia. Directora de numerosas tesis de grado, maestría y doctorado. Profesora visitante en universidades nacionales y extranjeras. Miembro de Comisiones Evaluadoras: CONICET, MINCyT, Ministerio de Educación de la Nación, UADE, universidades nacionales y extranjeras. Integrante del Comité Académico de revistas nacionales y extranjeras. Cooperación Internacional: Directora argentina Convenio Cooperación Científica franco-argentina CONICET-CNRS, 1995-1997; Responsable Acuerdo UNLP-CEHR/Université de Pau, 2000; Asesora Científica en Cooperación Argentino-Francesa, SECYT-ECOS, 20022005. Directora Convenio CONICET-CAPES 2007-2009; Ford Foundation Grant. Institute of International Education, California, 2005; Representante CONICET-Argentina, ante Social Science Research Council (U.K.) y National Science Foundation (U.S.), University of Cambridge (Great Britain), 2005; Experta de la OEI (Educación, Ciencia, Cultura) desde 2009; Directora Programa I+D CEAR/UNQ transferencia al INECA (Instituto Estudios Económicos, Alicante. España), 2013. Asesora Comisión de C y T Cámara de Diputados de la Nación (20102014). Ultima publicación: “Land Conflicts in Formosa, Argentina (1884-1958)”, en Works of the world. International Journal on Strikes and Social Conflict 5, vol.1, july 2014, London-UK: 195-209. D esde sus orígenes la historia de nuestro país se vincula en su economía, su sociedad y su sistema político a la producción y la comercialización rural. Primero a la ganadería y desde fines del siglo XIX a la transformadora expansión agrícola de base cerealera. Conocer y reconocer sus orígenes pecuarios y mercantiles, asociados al progreso positivista de la Argentina Moderna agroexportadora, como a los límites de la expansión horizontal agraria, las crisis que inducen la regulación económica del Estado, así como el papel jugado por la planificación económica, la monoproducción, el estancamiento, recuperación y tecnificación del agro, son asuntos centrales para el diagnóstico y comprensión de la situación argentina actual en el concierto internacional. Es un paisaje cambiante, desigual, pero que no renuncia a sus rasgos tradicionales vinculados al campo. El Estado y los actores sociales que lideran el poder económico agrario, a veces dialogan y otras se enfrentan, demostrando tensiones que enervan una compleja relación de pode- res, sin llegar a un enfrentamiento definitivo. Un Estado en ocasiones liberal, en otras interventor o benefactor, más adelante ajustado a la ortodoxia económica o con perfil neoliberal a ultranza, juega una pulseada permanente con el mercado, que pretende reducir al mínimo la acción estatal. En todos los casos una activa presencia de los sectores hegemónicos agrarios que se identifican o se relacionan con los representantes de ese Estado, pretenden recibir protección, exigir subsidios o brindar un respaldo económico que suele estar condicionado y profundiza las históricas desigualdades regionales. Son éstos los ejes de la Argentina rural y del poder económico que la anima y que define no pocos momentos de la historia y del presente de la Nación. Reflexionar críticamente sobre estos asuntos fundacionales de la historia argentina y los desequilibrios interregionales de un país de casi 3 millones de kilómetros cuadrados, que la memoria colectiva no siempre registra, es el propósito central de esta síntesis histórica. 3 Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural La Argentina rural: un modelo para armar El “progreso” y sus alcances regionales Los vínculos entre los diversos sectores del poder económico rural, entre ellos y el poder político sustentado en un modelo agroexportador en torno al puerto de Buenos Aires, van más allá de la urbanización creciente –ligada a la inmigración masiva primero y las migraciones internas desde los años de 1920- y convierten a la tierra en símbolo de poder político y prestigio social. La Argentina dependiente de la inversión de externa y del comercio orientado hacia el otro lado del Atlántico se conforma de espaldas al pasado originario, para convertirse en “el granero del mundo”. Algo más de una cuarta parte de su territorio concentra las tres cuartas partes de su población, riquezas e infraestructura. Es la región pampeana la cara visible del “progreso indefinido” positivista. En el Noroeste del país, con epicentro en Tucumán, se consolida, con la llegada del ferrocarril en 1876, la modernización azucarera que elimina cultivos tradicionales como el maíz. En 1877 existen 82 ingenios y 207 cultivadores de caña en la Argentina. En 1895, los ingenios son 36 y los cultivadores 2.630. La modernización impulsa la concentración regional y empresaria; quien no se adapta a los cambios, engrosa las filas de los cultivadores o cambia de ramo. La situación es próspera pero precaria. En 1896 se desata una crisis de superproducción azucarera. El empresariado reclama ante el Estado nacional y provincial. Los propietarios de ingenio se unen corporativamente en el Centro Azucarero Nacional (1894) y consiguen la exención Crecimiento desigual en la Argentina Moderna -1912 (%) Extensión territorial Población Región 16,5 25,7 Norte 9,5 17,6 Andina 72,7 27,7 Litoral-centro 1,2 28,9 Patagónica Agricultura 4,6 4,1 0,5 0,7 Ganadería 13,1 4,9 70,1 12,7 FFCC 16,0 9,5 73,0 1,5 Fuente: Ministerios del Interior, Relaciones Exteriores y Agricultura: Anuario Oficial de la República Argentina. Primer año-1912, Buenos Aires, 1912, p.50. 4 5 Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural impositiva interna y la posibilidad de exportar -hasta 1903- los azúcares con prima. Para minimizar riesgos y sumar capitales los ingenios azucareros se transforman en sociedades anónimas. La primera se funda en 1895: la Compañía Azucarera Tucumana (nuclea 5 ingenios y produce más del 60 % del azúcar), propiedad de Ernesto Tornquist (dueño de la Refinería Argentina del Rosario, única en el país). La presión del sector ante el gobierno tucumano, aumenta en 1902, cuando con motivo de la Convención Azucarera de Bruselas los azúcares primados son rechazados en los países europeos. Se aplica entonces en Tucumán la “ley machete”, disponiendo la destrucción de la caña en el surco a cambio de una ajustada indemnización al cañero. El objetivo es resguardar el precio del azúcar refinado, destinado al mercado interno, para que los empresarios azucareros puedan afrontar los créditos oficiales contraídos al modernizar sus ingenios. Reclamos y exigencias agroindustriales al Estado Nacional, que no puede resistirse, ya que en Tucumán la presión fiscal se aplica a la única actividad económica local próspera: la producción azucarera. El poder político estrecha su dependencia del poder económico. Hasta la primera década del siglo XX, los aires del “progreso” también se respiran en el Noroeste argentino y en Cuyo, donde al amparo del ferrocarril y el crédito oficial barato, se impulsa y arraiga la vitivinicultura desde 1885, cuando el riel llega a Mendoza. A diferencia de Tucumán, aquí, el sistema de contratistas y las características artesanales de la producción permiten capitalizar al inmigrante italiano y español, que en 6 Algo más de una cuarta parte del territorio argentino concentra las tres cuartas partes de su población, riquezas e infraestructura unos 15 años se convierte en propietario de viñedos o en bodeguero. Conforma -a veces- importantes sociedades anónimas vitivinícolas (Giol, Gargantini, Tomba, Arizu). En ambos casos la concentración regional y empresaria es el corolario de la crisis de superproducción y del subsidio estatal. En las áreas marginales, incorporadas tardíamente al modelo agroexportador, como la Patagonia o el Noreste argentino, se instalan producciones no competitivas con las de la pampa húmeda. En el Gran Chaco Argentino -por ejemplo- a partir de 1895 -cuando fracasaran la ganadería y la caña de azúcar- se practica la explotación forestal (quebrachera, taninera). Tanto en la subárea del Chaco santafesino, cerca de las vías fluviales, donde asienta su poderío “The Forestal Land, Timber, Railways and Co. Ltd.” (1905), dominando la extracción y comercialización de rollizos de quebracho con destino a Europa y los Estados Unidos; como en la subregión del oeste, el Chaco santiagueño, mediante el ferrocarril y a través del obraje, se extraen leña, postes y durmientes para el mercado interno con inversión pampeana, aprovechando la ausencia de una burguesía local para avanzar sobre las regiones marginales. El objeto es diversificar inversiones y minimizar el riesgo empresario aumen- tando la renta marginal. La agricultura trasciende las diferencias regionales. En 1910 -Centenario de la Revolución de Mayo- nuestro país muestra un marcado desequilibrio interregional. La “cuestión social” urbana y rural, preocupa al Estado y a la dirigencia económica. Ambos descubren los efectos no deseados de la inmigración masiva, acusándola de las huelgas y el malestar en la sociedad. La ley de Defensa Social intenta contrarrestar los efectos de la reacción de obreros urbanos, peones y arrendatarios rurales. La situación indica que existe otra cara del “progreso indefinido: la del conflicto”, la marginalidad y la dependencia argentinas. Las crisis del modelo y sus expresiones El fin de la expansión horizontal jaquea a la agricultura extensiva. La dirigencia en su conjunto, sus representantes políticos, los productores, los comerciantes, ponderan su crecimiento más allá de los desajustes coyunturales del modelo agroexportador implementado desde 1880. Con los inicios del siglo XX y hasta 1914 el porcentual de productos agrícolas sobre el valor total de nuestras exportaciones ronda el 52 %. La Argentina se ubica entre los primeros proveedores cerealeros del mundo junto a Rusia, Estados Unidos y Canadá, debido a “las ventajas comparativas” que nuestro agro tiene en el mercado mundial. En la ganadería la posición argentina con respecto a sus similares de Australia y Nueva Zelandia, es óptima y responde a las expectativas del “boom” agropecuario. Con la Primera Guerra Mundial (1914- 18) decae la producción agrícola y se incentiva la exportación de carne congelada y envasada, mientras aumenta el precio de la tierra destinada a fines pecuarios. El auge del congelado impulsa el área alfalfada, hasta 1921 cuando se produce la crisis ganadera, para ajustarse a las exigencias de los mercados tradicionales en la posguerra. El centro financiero mundial pasa de Londres a Nueva York y se inicia la desaceleración del crecimiento en la economía argentina. Los reclamos chacareros son contundentes desde 1918, pidiendo “la tierra para quien la ocupa y la trabaja”. El Estado responde con la ley de arrendamientos rurales (11.170) de 1921 (varias veces modificada) que rige los contratos para superficies hasta 300 hectáreas. Es el primer paso hacia lentas conquistas de la Federación chacarera. Mientras tanto, el congelado vuelve a dar paso al enfriado. La influencia del trust frigorífico (1924-1930) es indiscutible y genera contradicciones en nuestra economía agropecuaria. Desde la Sociedad Rural Argentina, en 1926, se propone “comprar a quien nos compra”, como rechazo a los nexos comerciales con Estados Unidos, cuyos frigoríficos lideran el mercado de las carnes enfriadas. En 1930 las exportaciones argentinas con destino a Inglaterra representan el 40,5 % del valor total, mientras las destinadas a los Estados Unidos caen de un 23,4% en 1915 a un 10,7 % en 1930. A partir de 1926 cae el precio mundial del trigo y desde 1928 el del maíz, como anticipo de la crisis de 1930. El Estado propone desactivar la “cuestión agraria” sin alterar el sistema de tenencia de la tierra. 7 Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural La insinuante industrialización por sustitución de importaciones promovida por la conflagración mundial en el país, no modifica nuestro perfil agroindustrial. La industria harinera, por ejemplo, en la década de 1920 y alentada por el histórico diseño ferroviario convergente hacia la ciudadpuerto de Buenos Aires, se nuclea en torno a la Capital Federal. Los pequeños molinos del interior desaparecen. Crece la capacidad de molienda en el litoral (95 % del total). Los 408 establecimientos harineros de 1914 caen a 233 en el Censo Industrial de 1935. La industria vinícola, con la regulación productiva y la intervención estatal, se concentra regional y empresarialmente. Las 4.317 bodegas (varias depósitos de vinos) censadas en 1914, se reducen a 1693 (5 ó 6 de ellas grandes sociedades anónimas) en 1935. La industria azucarera, monoproducción del Noroeste, oscila entre crisis cíclicas de superproducción e importación del producto. Desde los años 20 los cañeros producen el 43 % de la materia prima. La cosecha récord de 1926 y la legislación reguladora de la producción, reclamarán la intervención del Ejecutivo Nacional, que culmina en 1927 con el Laudo Alvear. Los gobernadores del Noroeste se reúnen en 1926-27 en dos conferencias buscando concertación. Presentan el problema azucarero como “una cuestión regional” de alcance y responsabilidad nacional. El perfil de un Estado interventor avanza. Hacia 1930 el “cártel” azucarero, consigue coordinar intereses. El fin del crecimiento hacia afuera ocurrido en 1930 coincide con la primera 8 ruptura del orden institucional en la Argentina y se suma al crac neoyorkino de 1929. Una crisis orgánica, de identidad, de distribución, de dependencia, de legitimidad y de participación consolida el intervencionismo con base burocrática técnica. El control de cambios (1931/33), la ley de bancos, la creación del Banco Central y del Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias (1935) ordenan el sistema financiero. Las Juntas Reguladoras de la producción (Carnes, Granos, Azúcar, Vinos, Yerba Mate, Algodón) se aprestan a subsidiar oficialmente al agro. En tiempos de crisis el desempleo también es una preocupación. Combatirlo a través de “una distribución del trabajo” forma parte de las funciones de la Junta Nacional para Combatir la Desocupación, desde 1935. Con el Estado Benefactor, dirigista y planificador liderado por Juan D. Perón (194346-55), la redistribución del ingreso se convierte en el eje de su política socioeconómica. Los trabajadores y la pequeña y mediana burguesía nacional que produce para el mercado interno con materias primas nacionales, sustentarán a la “Nueva Argentina” peronista, “socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”. Las divisas acumuladas durante la conflagración mundial concretan esos objetivos y muestran la fortaleza del Estado. La nacionalización de la banca y los depósitos (1946), el diagnóstico formulado desde el Consejo Nacional de Posguerra (1944), la legislación laboral y social incentivada por la Secretaría de Trabajo y Previsión (1943), el monopolio del comercio exterior ejercido desde el IAPI (Ins- tituto Argentino para la Promoción del Intercambio, 1946) impulsan la prosperidad. Se nacionalizarán los servicios (194748), se repatriará la deuda externa (1952) y avanzará el crédito oficial a la producción. Hasta 1949 la relación entre emisión monetaria y respaldo, se mantuvo. La modificación de la Carta Orgánica del Banco Central separaría ambas cuestiones y crece la inflación. El Presidente Juan Perón reclama a los legisladores su apoyo a “la acción del Poder Ejecutivo en esta campaña de reactivación agraria”. En 1951 reconoce que “lo justo es que ahora la independencia económica sirva al bienestar del campo argentino”. La preocupación por desarticular el “país embudo” se asocia desde 1950 a “la vuelta al campo”. Verdadera antesala de la crisis que gestará el Plan de Emergencia Económica en 1952, revisando las condiciones estatales impuestas a los productores en beneficio de los peones rurales. Más allá del Estatuto del Peón Rural (1944), del Tambero Mediero (1946) y del fortalecimiento de los Centros de Oficios Varios (1947), la Argentina rural sigue apuntalando la economía nacional, a pesar de las sequías de 1951-52. El Segundo Plan Quinquenal (1953) mostraría la liberalización de la economía, junto a los efectos del préstamo contraído con el Eximbank de Washington (1950), la ley de inversión de capitales extranjeros (1953) y de los convenios firmados con la Standard Oil (USA) en 1954-55. Son los límites de las políticas públicas que no se sostienen en el largo plazo. El derrocamiento del Presidente Juan Perón en setiembre de 1955 inaugura una etapa de golpes militares que mellarían la institucionalidad, aun en los breves tiempos democráticos (1958-1962; 1963-1966; 1973-1976). A más de 3 décadas de vigencia de la democracia (1983) la hegemonía sigue en jaque y los efectos socioeconómicos acusan esa tensión; pero el campo sigue presente en el pasado reciente, como denotara la frustrada Resolución 125 en el 2008. Agro y marginalidad en el largo plazo Desde mediados del decenio de 1950 la Sociedad Rural Argentina respalda al nuevo gobierno, que permite los desalojos y la libre contratación mediante una nueva ley de arrendamientos rurales. Varias medidas comerciales y financieras benefician al agro. Como confederación intercooperativa, los sectores agrarios se reagrupan para fundar CONINAGRO (1956). Cobran fuerza los consorcios regionales de experimentación agrícola (CREA) coordinando las acciones rurales. El poder económico del sector agrario se fortalece, participa en la toma de decisiones y suele mimetizarse con el poder político. A fines de los 50 rige el sistema de retenciones al valor de las exportaciones agropecuarias; un 20 % para cereales y semillas y un 10 % para carnes vacunas. La “segunda revolución agrícola” (Adolfo Coscia), se define por los cambios tecnológicos. En 1957 se crea el I.N.T.A. atendiendo a las sugerencias cepalinas del “Informe Prebisch” que tiende a desmantelar el aparato estatal. Se refuerza la hegemonía agropecuaria. En los 60 la reorganización económica se 9 Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural na en los países centrales transmitiéndose a la periferia, en los ´70 la recesión se genera en los países de la OPEP y es mucho más compleja. Durante los ´30 la disponibilidad de capitales extranjeros es escasa, en los ´70 hay considerable disponibilidad. Durante la crisis del ´30 bajan las cotizaciones de los productos agrícolas y se deterioran los términos del intercambio, pero menos que entre 1973-83. En este último decenio se frena el crecimiento económico mundial. El PBI de la Argentina baja y Superficie sembrada con soja (hectáreas) 1970-2012 18.902.259 18.343.840 16.608.935 15.393.474 14.400.000 11.639.240 8.790.500 7.176.250 6.011.240 Superficie sembrada (Ha) 5.817.490 5.100.000 4.966.600 4.413.000 3.340.000 2.920.000 2.100.000 1.925.000 1.200.000 442.500 369.500 79.800 30.470 2012 2010 2008 2006 2004 2002 2000 1998 1996 1994 1992 1990 1988 1986 1984 1982 1980 1978 1976 1974 1972 10 riamente unidos. El aumento de la renta agropecuaria y del precio de la tierra fomentan las explotaciones más “intensivas”. Se retrae el tamaño de las unidades productivas para ganar en eficiencia y rendimiento. Entre 1960-1973 el volumen de cereales y oleaginosas crece a una tasa media de 2,7%, frente a una tímida presencia de la soja. La desaceleración industrial de las economías centrales, la pérdida de competitividad, caída de la productividad, déficit de las cuentas externas, política monetaria expansiva de los Estados Unidos y el ascenso en los precios del petróleo, aumentan la oferta de recursos financieros para América Latina y Asia desde 1973. La balanza de pagos argentina se alivia por la disponibilidad de capital externo, con tasas reales de interés bajas hasta 1982. La suma de estos factores incentiva el endeudamiento nacional. Dos años después cesan los préstamos y las altas tasas de interés atraen capitales hacia los Estados Unidos. Falta un mercado doméstico de capitales y la crisis de credibilidad en el desarrollo argentino restringe la inversión. Reajuste y recesión son los signos más visibles. La ausencia de préstamos productivos a largos plazos, la inestabilidad del sistema financiero y la crisis por la que pasan las exportaciones de países deudores como el nuestro, señalan la encrucijada que atraviesa la producción nacional. El sector rural activa sus reclamos frente al Estado, dejando sentir su tradicional poderío. Si en los años ´30 la crisis mundial se origi- 1970 vincula al sistema cambiario y el comercio exterior. Se elimina el control de cambios, la estabilidad económico-financiera promueve la intervención del Banco Central de la República Argentina, se devalúa el peso y se transfiere el ingreso del sector industrial y salarial al agrario. El mercado interno paga los costos del reajuste, con un proceso inflacionario agudo, un elevado endeudamiento externo y costos crecientes para la producción agropecuaria. Las exportaciones del sector rural aumentan y equilibran nuestra balanza de pagos incrementando nuestra capacidad importadora, mientras se reconstituyen los planteles ganaderos. Los exportadores agrarios siguen detentando el poder de decisión en la economía argentina. El principal beneficio lo reciben las producciones agrícolas típicas de la región pampeana. Se opera la integración al modelo de dependencia tecnológico industrial, las desigualdades interregionales se agudizan y las migraciones internas y de los países limítrofes refuerzan las áreas metropolitanas y la expansión del sector terciario. Cuando en la segunda mitad de los ´60 nace el Estado Burocrático Autoritario, una vez más, la devaluación del peso acompaña la reforma económico-financiera. La agricultura a porcentaje se asocia a la figura del contratista “tantero” (por cosecha o por año). En los años ´70 se desdobla el sujeto agrario, separando el propietario de la tierra de aquél que posee el capital y la tecnología. Ambos componentes (tierra y capital) no están necesa- Superficie sembrada (Ha) Fuente: Elaboración propia en base a datos de INDEC. Encuesta Nacional Agropecuaria 1994/1997 y 1999/2001, Resultados generales márgenes argopecuarios, 2013 11 Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural se sitúa en un -11,2; el volumen exportable lo hace en - 21,3 y el poder de compra de esas exportaciones en - 45,8 (Jorge Schvarzer). El poder económico y el Estado se adecuan a los tiempos e impulsan exportaciones de productos no tradicionales a mercados nuevos. A pesar del crecimiento de la producción alentada por la mecanización agrícola, la tecnología rural y de precisión, la supresión de gravámenes, la exportación de trigo y la de maíz no crecen. La soja unida a la siembra directa ocupa su lugar en los 90 y se expande hasta hoy. La economía agraria argentina sufre el impacto negativo de la deuda externa, el desborde inflacionario y la crisis del Estado fiscal que articula una política monetaria e impositiva de perfiles restrictivos. Reflexiones desde la historia reciente El control de la inflación al iniciarse los años ´90, no significa el fin de los problemas para el campo argentino. Persisten las difíciles condiciones internacionales que traban la comercialización de nuestros productos agropecuarios. La adopción en las economías del interior del estilo tecnológico pampeano, la trasnacionalización de la agricultura y la presencia de países desarrollados que no sólo se autoabastecen en alimentos sino que los exportan, son algunos de los síntomas que afectan nuestra economía. La tendencia es a una Europa sin fronteras con producción agraria subsidiada, al igual que la de los Estados Unidos, respondiendo a intereses de bloque. El objetivo de superar crisis nacionales, complica más al agro argentino. La continuidad entre el pretérito y el pre12 sente de esta Argentina históricamente rural se advierte repasando los hitos fundamentales de su pasado. Sus protagonistas se vinculan a las etapas de producción y comercialización agraria. La dirigencia argentina se enlaza con el quehacer rural en sus distintos rangos. Es la adecuación a los tiempos el rasgo sobresaliente y más dinámico del sector para motorizar la economía del país. La Argentina agrícola, conserva de sus orígenes la tradicional importancia de la pampa húmeda, ahora diversificada por el avance tecnológico y sujeta a mayores niveles de eficiencia. También expresa su continuidad en la permanencia de sus corporaciones constituidas en el siglo anterior, que suman su acción a otras nuevas, formadas como expresión de esa adecuación a la globalización. A fines de 1995 “el campo vuelve a ser negocio”, a pesar de algunos efectos negativos de la sequía y la recesión. La producción, las exportaciones graneras y los precios internacionales en alza junto al aumento de los rindes, atraen el capital extranjero hacia el campo. A los mercados tradicionales se suma el asiático, como respuesta a las reglas fijadas por el Mercosur y la Comunidad Económica Europea. El agro convive con el peso de la deuda externa, los desajustes macroeconómicos y una férrea competencia internacional. En enero de 1996 el premio Nobel Norman Borlaug se refiere a “los desafíos de la agricultura” y a la necesidad -para países como la Argentina- de encontrar “el sendero tecnológico adecuado” en relación con las necesidades de la alimentación mundial. En agosto, mientras la Federación Agraria Argentina denuncia que Hoy el agro desnuda las diferencias regionales de la Argentina, la trama construida por los sujetos sociales, las redes en las estructuras de poder, propias de un heterogéneo mundo rural y sustento de políticas públicas “faltan políticas integrales”, CONINAGRO desafía a “acordar una política agropecuaria” que fortalezca y desarrolle la empresa familiar expandiendo las estructuras de integración productivas. Más allá de las opiniones, el discurso de los productores rurales expresa consenso con la política oficial que respalda a sus promotores, en el marco de la cosecha récord del siglo XX (1996-1997). El campo argentino y sus actores sociales demuestran su importancia estratégica y su estilo operativo para adecuarse al Plan de Convertibilidad, la apertura económica, los procesos de desregulación y la pérdida de ingerencia del Estado en la economía. Frente a la estabilidad y las buenas cotizaciones en el mercado externo aparecen nuevas formas de inversión agraria como los pools de siembra. Concentran capitales para el arriendo de campos y una producción a mayor escala. La tradicional tendencia a la concentración de la producción en la región pampeana, crece. Mantener el buen nivel de rentabilidad en pro de la capacidad productiva y de los buenos saldos exportables, son consignas para capitalizar la “inalterable alianza entre el Estado y el campo argentino” (Carlos Menem, 14/8/1993). La agricultura parece desvanecerse frente al agronegocio, alterando hábitos sociales y culturales. El agronegocio asociado a la expansión de insumos tecnológicos, resulta la expresión moderna del sistema capitalista en la agricultura; sólo permite la expansión y el beneficio de algunos, aunque se promueva un modelo poco racional de explotación que rinde a costa de la equidad. El uso intensivo del capital y la escasa necesidad de mano de obra concentran la riqueza. Pocas empresas controlan la producción y la comercialización sojera, generando importantes impactos ambientales para pocos ganadores sostenidos en la siembra directa. “La cultura agrícola ha sido desplazada por el negocio agrícola”. Hoy el agro desnuda las diferencias regionales de la Argentina, la trama construida por los sujetos sociales, las redes en las estructuras de poder, propias de un heterogéneo mundo rural y sustento de políticas públicas. La propuesta de este “modelo para armar” es recrear la conciencia rural, ante una situación compleja y cuando en el primer semestre de 2014 los exportadores de granos liquidaron 15.000 millones de dólares. Condiciones históricas dan al agro legitimidad y envergadura suficientes para mostrarse como un sector dinámico de la economía, en medio de un concierto internacional aferrado a bloques y dispuesto a integrar mercados globalizados. La inclusión es el gran desafío -en tiempos de “sintonía fina”- para la Argentina rural. 13 Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural Bibliografía Barsky, Osvaldo y Gelman, Jorge (2009). Historia del agro argentino. Desde la conquista hasta comienzos del siglo XXI. Sudamericana, Buenos Aires. Girbal-Blacha, Noemí y Regina de Mendonca, Sonia-compiladoras (2013). Corporaciones agrarias y políticas públicas en América Latina. Prohistoria Ediciones, Rosario. Lattuada, Mario J. (1983). La política agraria peronista (1943-1983). Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1986, Biblioteca Política Argentina 132. Maddison, Angus (1988). Dos crisis: América y Asia 1929-1938 y 1973-1983. Fondo de Cultura Económica, México. Muzlera, José (2013). La modernidad tardía en el agro pampeano. Sujetos agrarios y estructura productiva. Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires. Reca, Lucio G., Flood, Carlos y Lema, Daniel (2010). El crecimiento de la agricultura argentina. Medio siglo de logros y desafíos. Eudeba, Buenos Aires. Rofman, Alejandro y colaboradores (2012). Las economías regionales. Luces y sombras de un ciclo de grandes transformaciones 1995-2007. Centro Cultural de la CooperaciónUniversidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires. El CEAR es un centro de investigaciones científicas (creado por la Universidad Nacional de Quilmes mediante Res. CS 557/10) que también desarrolla actividades de posgrado y extensión, su Directora es la Dra. Noemí Girbal-Blacha (CONICETUNQ). Tiene carácter multidisciplinar y está orientado al estudio de la Argentina rural, con enfoque regional. Depende administrativamente del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Quilmes. Está integrado especial -pero no exclusivamente- por científicos, docentes-investigadores y becarios pertenecientes a las Ciencias Sociales y las Humanidades. Pretende ser un ámbito de trabajo académico plural que tienda a la integración de la comunidad científica de la Universidad Nacional de Quilmes como así también de investigadores procedentes de otras universidades o centros de alto nivel que están interesados en el estudio del “mundo rural”. Está reconocido como lugar de trabajo para investigadores y becarios por el CONICET (Res.1164/10). El CEAR se propone recoger la experiencia de un equipo de trabajo constituido por investigadores formados y en forma- ción, becarios y doctorandos, que desde hace más de dos décadas y media están dedicados al estudio de la Argentina rural de los siglos XX y XXI. Desde el año 2003, a partir de dos programas prioritarios de investigación y desarrollo financiados por la UNQ, este grupo de trabajo se ha fortalecido, convirtiéndose en los últimos años en un referente de los estudios rurales en la Argentina, América Latina, España y Francia. Sus actividades evaluadas periódicamente, han recibido subsidios externos del CONICET, del MINCyT a través del FONCyT y de la propia Universidad Nacional de Quilmes. Mantiene vínculos académicos a través de programas específicos con Brasil (CNPq-CAPES, UFF, UNIRIO), con la OEI, con México (UAMI, UAMXo, UNISon, UABC), con España (universidades de Alicante, Almería, Murcia y Santiago de Compostela), con Francia (Observatorio Argentino en París y la UPPA radicada en Pau-Proyecto ITEM). Anualmente organiza Jornadas de Investigación y Debate –de carácter nacional e internacional- sobre temas agrarios argentinos, latinoamericanos y europeos. Girbal-Blacha, Noemí M. Historia, cultura y memoria en el mundo rural 1. La Argentina rural : un modelo para armar 1ª ed. - Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 2015. Part-work (fascículo). - (Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural / Martha Ruffini) ISBN 978-987-558-310-8 1. Historia Económica Argentina. CDD 330.982 14 Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural