El régimen de la Restauración. Características y

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Tema
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El régimen de la Restauración. Características
y funcionamiento del sistema canovista
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Historia de España
Introducción
La Restauración. Alfonso XII.
El sistema canovista.
La Constitución de 1876.
Los mecanismos de poder en la restauración: falseamiento electoral.
Las fuerzas políticas marginadas del sistema.
Las guerras de ultramar y el desastre del 98.
Introducción
Se denomina Restauración al periodo de la historia de España (1875-1931) en que se
produjo la reposición en el trono de la dinastía borbónica en la persona del hijo de Isabel II,
Alfonso XII, tras el Sexenio Democrático (1868-1874).
Durante este periodo estuvo en vigor la Constitución de 1876, salvo durante la dictadura de
Primo de Rivera (1923-1929) y se caracterizó, fundamentalmente por la consolidación en
España del liberalismo y sus instituciones, bajo la hegemonía de la burguesía conservadora.
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La Restauración. Alfonso XII
El sistema de poder creado por la I República, al mostrarse incapaz de hacer frente a las
insurrecciones cantonalista y carlista y a la sublevación de Cuba, posibilita la creación de un
clima conservador y doctrinario en el seno de las mismas clases que llevaron a cabo el
derrocamiento de Isabel II. Además, estos mismos grupos se sienten amenazados por la
inestabilidad social existente y por el librecambismo que ejercen los gobiernos del Sexenio.
El nuevo rey, Alfonso XII, había recibido a los 17 años la legitimidad histórica de la casa de
los Borbones al abdicar su madre en él en junio de 1870. Su educación tiene lugar en la corte
austriaca y en la academia inglesa de Sandhurst. El 1 de diciembre de 1874 anuncia su
programa político en el Manifiesto de Sandhurst:
• Establecimiento de una monarquía de carácter liberal.
• Apertura a las dos corrientes políticas del liberalismo español: moderados y progresistas.
• Confesionalidad católica de la Corona.
Tras este manifiesto se halla una operación política del antiguo unionista Antonio Cánovas
del Castillo, de formación doctrinaria, que recoge las aspiraciones del bloque dominante
(burguesía financiera, latifundistas y alta administración civil y militar), ante el fracaso de la
I República española en el mantenimiento de la autoridad del Estado frente al carlismo, el
cantonalismo y el conflicto de la guerra de Cuba. Cánovas interviene orientando el cambio
político hacia un nuevo sistema de carácter bipartidista en el que predomine lo civil sobre
lo militar y el orden sobre la libertad.
Pero adelantándose a las previsiones del político malagueño, que pretende la adhesión
popular del nuevo régimen sin la participación militar, se produce el golpe de Estado llevado
a cabo por el general Arsenio Martínez Campos en Las Alquerietas a las afueras de
Sagunto (Valencia), el 29 de diciembre de 1874, al que no son ajenos los empresarios
catalanes Güell y Ferrer y Vidal, pues forman parte de la trama civil.
El 31 de diciembre se constituye un ministerio-regencia a cuyo frente se sitúa Cánovas del
Castillo, que se encuentra detenido en Madrid al sobrevenir el pronunciamiento. El 14 de
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enero de 1875 hace su entrada en Madrid el joven rey Alfonso XII, que confirma a Cánovas
como presidente del Gobierno.
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El sistema canovista
En mayo de 1875, Cánovas del Castillo reúne en asamblea, presidida por Luis Mayans, a un
numeroso grupo de diputados y senadores de las Cámaras que habían funcionado en España
en lo últimos treinta años, con el fin de preparar las bases para la elaboración de una
Constitución que, aceptada por el conjunto de fuerzas representadas, fuese el punto de partida
para una nueva legalidad.
El objetivo de Cánovas es establecer un sistema que propicie la alternancia entre dos fuerzas
políticas fieles al monarca: de un lado, su partido, liberal conservador; de otro, una
izquierda liberal que asegure el equilibrio ante las crisis; en el centro, la figura del
monarca, pieza clave del sistema, que asume la regulación del poder entre ambas opciones
políticas en el contexto del liberalismo doctrinario.
En síntesis, la base del sistema la forman el Partido Conservador liderado por el propio
Cánovas del Castillo y la misma base social que el moderantismo clásico (aristocracia
financiera y latifundista y clases medias clericales), y, a su izquierda, el Partido Fusionista
que adopta más tarde el nombre de Partido Liberal, dirigido por Práxedes Mateo Sagasta,
cuyas bases sociales se encuentran en los medios industriales y el las clases medias
intelectuales.
Al principio del reinado de Alfonso XII, y durante los diez años que este duró (1875 – 1885)
se pusieron en prática los principios fundamentales previstos por Cánovas. Así, en términos
generales, el turnismo resultante se produce con matemática exactitud a lo largo de la
Restauración. En el periodo de 1876 a 1898, el turno funcionó con regularidad. De todas las
eleciones realizadas, seis fueron ganadas por los conservadores y cuatro por los liberales, y
aunque la alternancia pasó por algunos momentos un poco difícilies, su primera gran crisis
sobrevino como consecuencia del impacto del desastre de 1898.
Durante la época de la restauración, encontramos dos tendencias. La primera, con Alfonso
XII al frente, donde el partido conservador se mantendrá más tiempo en el gobierno, hasta el
acuerdo conocido como el “Pacto del Pardo”, un acuerdo firmado tras la muerte del
monarca, para evitar la desestabilización del sistema. En él, se conprometen a sostener la
regencia, a facilitar el relevo en el gobierno y a respetar la legislación que cada uno de ellos
aprobase en su ejercicio del poder. La segunda, bajo la regencia de Maria Cristina de
Habsburgo, donde el partido liberal gobierna más, durante el llamado gobierno largo de
Sagasta.
Ya en la última década, el personalismo del sistema fue deteriorando a los partidos, que
dependían excesivamente de la personalidad de sus líderes, lo que provocaba disidencias
internas y la desconposición de los propios partidos.
Así, los principales fundamentos del sistema canovista se pueden resumir de la siguiente
manera:
a. La restauración no era solo la vuelta de la dinastía borbónica. Significaba ante todo la
superación política de la inestabilidad política del periodo anterior.
b. Cánovas establece lo que él mismo denomina las “verdades madre”, o su constitución
interna, que son una serie de principios políticos esenciales, donde asienta el pilar
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básico y clave de su política; la monarquía parlamentaria (gobierno del monarca junto
con las Cortes).
c. Civilismo frente a militarismo. El poder civil siempre será superior al militar, por que
tiene la legitimidad que le da la voluntad nacional manifestada tras el sufragio.
d. Por último, impone un pacto entre todas las fuerzas políticas que posibilite una
convivencia pacífica en el seno de una monarquía parlamentaria. Así, la nueva
constitución debía estar ampliamente consensuada.
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La Constitución de 1876
La Constitución de 1876 es el resultado del proyecto aprobado el 24 de mayo de 1876, tras
las elecciones a Cortes constituyentes Se estructura en 13 títulos y 89 artículos, con rasgos
eclécticos en algunos de ellos, lo que permite distintas interpretaciones legislativas, según el
Gobierno de turno. Es la Constitución de mayor vigencia en nuestra historia, ya que se
mantiene hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera, en septiembre de 1923, y se restablece
después de la dimisión del dictador hasta la proclamación de la II República, el 14 de abril de
1931.
Esta Constitución restaura el liberalismo doctrinario, es decir, la existencia de dos fuentes de
soberanía: el rey, que representa la tradición, y las Cortes, que representan a la nación. Es,
por tanto, heredera de los principios que informan el Estatuto Real (1834) y la Constitución
de 1845. Contiene, además, una declaración de derechos (la parte más liberal), que sirve de
enlace con el texto constitucional de 1869.
• Sistema de representación. Se establece en dos Cámaras legislativas con iguales
facultades: el Congreso de los Diputados y el Senado. A ellas acude la representación
nacional establecida, salvo la correspondiente a las provincias de Ultramar, que es
determinada por una ley posterior.
- El Congreso de los Diputados. Está formado por al menos un diputado,
mayor de veinticinco años, por cada 50.000 ciudadanos. La duración del
mandato es de cinco años.
- El Senado. Está compuesto por tres tipos de senadores:De derecho propio.
Son los hijos del Rey, los Grandes de España con renta anual superior a
60.000 pesetas, los arzobispos, los capitanes generales y los presidentes del
Consejo de estado y del Tribunal Supremo; Vitalicios. Son los designados por
el Rey entre la élite económica, los intelectuales, la Iglesia y la
Administración; Elegidos por las corporaciones y los mayores
contribuyentes mediante sufragio restringido, según la ley de 8 de febrero de
1877. Todos ellos han de ser mayores de 35 años.
Ambas Cámaras, además de la potestad legislativa, tienen la facultad de recibir
del rey y del sucesor de la Corona el juramento de la Constitución. Asimismo,
hacen efectiva la responsabilidad de los ministros.
Las elecciones se regulan por distintas leyes electorales: la primera es la de julio
de 1877, que concede el sufragio restringido a los contribuyentes que paguen una
contribución mínima de 25 pesetas; la ley electoral de junio de 1890 (bajo la
presidencia de Sagasta) instituye el sufragio masculino, ampliándose el cuerpo
electoral de 800.000 a 5.000.000 de personas.
• Rey. Adquiere la mayoría de edad a los 16 años, mantiene el poder ejecutivo y su
figura es sagrada e inviolable. La responsabilidad de los actos políticos recae sobre
sus ministros. La Constitución otorga al rey la facultad de disolver las Cortes total o
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parcialmente, así como el nombramiento del presidente del Gobierno. El monarca
ejerce el mando supremo de las fuerzas armadas. Todos estos poderes suponían un
enorme peso de l persona del Rey en la dinámica política del país. Para gobernar se
exigía la doble confianza, la del rey y la de las Cortes. Y el sistema funcionaba al
revés del actual sistema parlamentario: los gobiernos se conformaban por voluntad
del rey, lo cual significaba, de alguna manera, la supeditación del poder legislativo al
del ejecutivo, ejercido por la Corona.
Unidad de códigos. La actitud centralista de Cánovas se hace patente en la unidad de
leyes para todo el territorio nacional. Se suprimen los fueros vascos (Decreto de
abolición de los fueros vascos de 21 de julio de 1876) y, con ello, la exención de las
quintas y de los impuestos. La relación con los Territorios Vascos se regula,
posteriormente, a través de los conciertos económicos (febrero de 1878).
Administración local. La elección de los Ayuntamientos es reglamentada en 1876.
La Corona interviene en la elección de los alcaldes, mientras que los concejales son
elegidos por los vecinos.
Relaciones Iglesia-Estado. Se declara la religión católica como oficial del Estado,
obligando a la nación a mantener el culto y a los ministros de la Iglesia. No se permite
la manifestación pública de otros cultos.
Se trata, por tanto, de una constitución emanada del pensamiento de Canovas, elaborada
desde arriba y donde no hubo una verdadera expresión de la soberanía popular.
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Los mecanismos del poder en la Restauración:
Falseamiento electoral.
Partiendo de los objetivos que se propuso Canovas al crear el sistema, y que se han expuesto
previamente, los mecanismos básicos de este sistema fueron el bipartidismo y la alternancia
o turno de partidos.
Canovas pensó en un sistema de alternancia o turno de partidos, y pactos, basado en el
modelo inglés y sometido a la voluntad de la Corona. Canovas no creía en la capacidad del
pueblo para ejercer la soberanía. Por todo ello, el sistema funcionó con unos mecanismos
opuestos con respecto a las actuales democracias.
El sistema se basó en el carácter oligárquico y elitista de las formas de poder. La oligarquía
estaba formada por los dirigentes políticos de ambos partidos, relacionados con los
terratenientes y la burguesía adinerada. A su servicio, estaba el cacique, una persona de gran
poder económico en el pueblo, y este empleaba su poder para dominar políticamente a los
habitantes de su zona de influencia.
Los gobernantes eran notables que tenían autoridad, poder económico y prestigio. Defendían
sus intereses de clase, sus negocios agrícolas o industriales, sus monopolios, su esfera de
poder en el ayuntamiento o en la Diputación, o en Madrid. A todos les interesaba el control
del proceso político de las elecciones por los beneficios que se derivaban de él.
Para que esas élites mantuvieran el poder en todos los ámbitos (local, provincial, estatal) y
pudieran imponer sus intereses, se hacia necesario controlar la masa electoral de lo
ciudadanos, algo que lograron por medio del caciquismo.
El caciquismo, es decir, la imposición de la voluntad de un reducido grupo de personas, los
caciques, sobre una masa considerable de votantes, no es nuevo en la historia de España. A lo
largo del siglo XIX se producen numerosas denuncias de delitos electorales y coacciones
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sobre los votantes. Lo que cobra especial relevancia durante la Restauración es que, a pesar
de haber sido aprobado el sufragio universal masculino por ley electoral de 1890, se
mantienen estas prácticas abusivas y fraudulentas hasta bien avanzado el siglo XX, con el fin
de integrar la voluntad nacional en la lógica de un bipartidismo que prepara las elecciones y
simula formalmente la existencia de un régimen democrático a costa de la marginación de las
fuerzas opuestas al mismo.
El funcionamiento de este proceso es el siguiente: el rey, ante una crisis, nombra como
presidente del Gobierno a uno de los dirigentes de los dos partidos que se turnan en el país, al
que otorga el derecho de disolución de las Cortes. El residente elige a su gobierno, en el que
el ministro de la Gobernación tiene un papel fundamental, al ser encargado de realizar el
encasillado, es decir, la adjudicación de diputados al partido gobernante, así como los
correspondientes a la oposición oficial y a la que se halla fuera del sistema (republicanos y
carlistas). El gobernador de la provincia establece, a continuación, la red de contactos con los
caciques. Los caciques, figuras de ámbito provincial o municipal con prestigio por su poder
económico y por su influencia administrativa, son los personajes que controlan de forma
directa o indirecta a grandes grupos humanos y presionan para que los resultados electorales
se ajusten a las expectativas del Gobierno.
El caciquismo pierde fuerza a medida que se genera una conciencia más crítica y culta en la
sociedad. Las ciudades con un votante más instruido y alejado de la influencia caciquil, se
libran de estas prácticas fraudulentas iniciado el siglo, y, hacia 1910, las candidaturas de las
fuerzas contrarias al sistema, fundamentalmente los republicanos y los socialistas, empiezan
a cosechar triunfos electorales en el ámbito municipal y a obtener acta de diputado en las
elecciones generales.
Ya, en los centros urbanos, el caciquismo no tenía cabida, ya que la figura del cacique se
difuminaba, al haber mucha más población, y esta dedicarse a distintas cosas. En ese
momento, se recurría al pucherazo. Se conoce como el pucherazo al conjunto de trampas
electorales que ayudaba a conseguir la adulteración de los resultados electorales. Aquí, se
falsificaba el censo, se manipulaban las actas electorales, se ejercía la compra de votos, o
incluso se amenazaba al electorado con coacciones de todo tipo.
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Las fuerzas politicas marginadas del sistema
El éxito de la fórmula canovista de la Restauración, fue también consecuencia de la debilidad
de la oposición. Esta estuvo constituida por un heterogéneo grupo de formaciones. Algunas
de ellas tenían ya una trayectoria considerable en el siglo XIX, como el carlismo o el
republicanismo. Otras surgieron y se desarrollaron durante estos años de la Restauración,
basando su proyecto de articulación política en una idea muy distinta de la centralista
consensuada. Fueron los regionalismos y los nacionalismos otro tipo de oposición provino
del modo de entender la resolución de los problemas sociales por parte del movimiento
obrero. Aquí encontramos a los anarquistas y a los socialistas.
Los carlistas y los republicanos eran los partidos antidinásticos considerados inicialmente
ilegales, ya que no aceptaban la monarquía constitucional.
Los carlistas, durante la Restauración, acentúan su carácter regional y minoritario. Decimos
regional, ya que tiene asiento en Navarra y País Vasco, y minoritario por que son unas
minorías las que lo siguen.
Desde 1968, el republicanismo se había convertido en una fuerza activa en la vida política
española. Pero su rasgo más característico había sido la división. Esta segmentación les había
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dificultado llegar a la ciudadanía. Sin embargo, en la década de los noventa, mejoraron sus
resultados electorales, gracias en parte a la implantación del Sufragio Universal.
En cuanto a los regionalismos y nacionalismos, surgen como oposiciones nuevas al sistema
de la Restauración. El regionalismo pretendía un cierto nivel de autogobierno en una región
determinada, estableciendo como límite lo que afectase a la soberanía de España como
Estado. Se emplea nacionalismo cuando se desborda este límite, aunque no signifique
necesariamente independentismo.
Este movimiento regionalista fue más vigoroso y temprano en Cataluña y País Vasco, porque
en esos territorios existía una burguesía desarrollada con intereses, y una diferenciación
lingüística que cimentó el sentimiento nacional. También haría que matizar que este ideal,
coincidió con un auge de los nacionalismo a nivel europeo.
Por otro lado, el obrerismo estuvo dividido en dos grandes tendencias. Por un lado, el
anarquismo, que era contrario a la participación política y se dividió en zonas, según su
presencia (Cataluña, Andalucía, etc). Estos eran duramente reprimidos, por su vinculación a
atentados (el propio Cánovas fue asesinado por un anarquista en 1897). El otro sector del
movimiento obrero, el socialismo, con el Partido Socialista Obrero Español, aún un partido
pequeño con escasa incidencia electoral como para representar una fuerte oposición al
sistema de la restauración.
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Las guerras de ultramar y el desastre del 98
Tras la independencia de la mayor parte de las colonias americanas a inicios del siglo XIX,
España solo conservó las islas de Cuba y Puerto Rico y el archipiélago de las Filipinas en
Asia.
En 1895 se reactivó el independentismo en Cuba, y al año siguiente en Filipinas. El problema
colonial en Cuba había constituido una de las mayores preocupaciones desde el inicio de la
Restauración. Esta sublevación de 1895 es conocida como el “Grito de Baire”. Los rebeldes
logran extenderse por toda la isla, llegando a las puertas de La Habana. La reacción española
no se hace esperar, y sofocan la sublevación, ya que tienen miedo de una intervención por
parte de EEUU a favor de los sublevados. En 1896 de envía al General Martínez Campos a
que aplaste la insurrección. Pero este, fracasa. Valeriano Weyler toma el relevo, y lleva a
cabo una guerra de desgaste con superioridad militar, frente a unos cubanos que recibían
armamento de sus vecinos del norte. La victoria inicial, estuvo manchada por la política de
reconcentración que se llevó a cabo (se dividió la isla en compartimentos fortificados, pero
las enfermedades hicieron estragos entre la población reconcentrada en esos lugares).
La política española había intentado evitar un enfrentamiento con los EEUU, aunque estos, sí
que querían una intervención militar en Cuba. El incidente que propició el estallido de la
guerra fue la explosión del acorazado estadounidense Maine, el 15 de febrero en la bahía de
La Habana. Los norteamericanos culparon a los españoles de su hundimiento, por lo que su
gobierno nos hizo una oferta de compra por la isla, y ante la negativa española, EEUU le
declara la guerra a España el 19 de abril. La guerra fue breve, y se decidió en el mar. Ante la
derrota española, se firmó en París el 10 de diciembre de 1898 un tratado de paz, donde se
reconoce la independencia de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
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La pérdida de las colonias españolas, el “desastre del 98” como es llamado, tuvo
consecuencias en España.
- Del punto de vista demográfico: más de 120.000 muertos, tanto por enfermedades
infeccionas como por muerte en combate.
- Del punto de vista económico: supuso la pérdida del mercado colonial.
- Desde el punto de vista político: resentimiento de los militares hacia los políticos.
- España deja de ser un imperio.
- Aparece el regeneracionismo: un movimiento intelectual caracterizado por el rechazo
al sistema de la Restauración por considerarlo una lacra para el progreso del país.
Argumentan el estancamiento de España con respecto al resto de Europa.
En esta época, el sistema canovista estaba pasando por una profunda crisis. El gobierno
liberal de Sagasta fue sustituido por el conservador de Francisco Silvela, que intentó poner en
práctica una serie de reformas para afrontar esta crisis. Se insiste en la regeneración de
España. Momento en el que se aplica el regenacionismo. Los regenacionistas defendían la
necesidad de mejorar la situación del campo español y de elevar el nivel educativo y cultural
del país.
El desastre de 1898 significó el fin del sistema de la Restauración tal y como lo había
diseñado Cánovas, y la aparición de una nueva generación de políticos, intelectuales,
científicos y empresarios que empezaron a actuar en el nuevo reinado de Alfonso XIII. Sin
embargo, la política reformista de tono regeneracionista que intentaron aplicar los nuevos
gobiernos tras la crisis del 98 no llevó a cabo las profundas reformas anunciadas, sino que se
limitó a dejar que el sistema siguiese funcionando con cambios mínimos.
El ejército sí que se vio muy afectado por la derrota militar del 98, pues fue acusado por una
parte de la opinión pública de ser responsable de la derrota. Así, una parte de los militares se
inclinó hacia posturas más autoritarias e intransigentes, atribuyendo la derrota a la ineficacia
y corrupción política. Así, va tomando cuerpo la idea de que los militares debían de tener una
mayor presencia y protagonismo en la vida política del país. Esto terminará culminando en el
golpe de estado de Primo de Rivera en 1923.
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