EPISTEMOLOGIA Algunos problemas epistemológicos de la ciencia social Por Alberto J. Franzoia A lo largo de su historia, la ciencia social se ha formulado una serie de interrogantes vinculados con las características que la constituyen en un saber específico. Desde luego las respuestas producidas no han resultado homogéneas, lo que condujo a la aparición de diversas epistemologías o teorías sobre el conocimiento científico. Plantearemos a modo de aproximación al tema tres problemas que consideramos esenciales para nuestra ciencia, y a la vez trataremos de sintetizar las principales respuestas gestadas desde ópticas diversas. Primer problema epistemológico ¿Hay distintas ciencias sociales o una ciencia social única? El conocimiento científico de la realidad social, nos presenta un primer interrogante en torno al carácter fragmentado o bien totalizante del mismo. Quienes consideran al todo social como una sumatoria de los elementos que lo componen, no encuentran dificultad en escindir a alguno de ellos para un estudio específico, e inclusive desarrollar una ciencia autónoma con este elemento como objeto de estudio. Por otro lado, quienes interpretan a la totalidad social como un conjunto de elementos en permanente interacción, no aconsejan el análisis científico basado en la escisión, ya que el estudio específico sólo es posible si no perdemos de vista la relación que cada uno de ellos guarda con el todo que integra. Considerar la realidad social como un simple agregado de elementos (dejando de lado sus interrelaciones) facilita su fragmentación. Así veremos aparecer con notable facilidad ciencias distintas para objetos de estudio supuestamente autónomos. Si lo económico, social, político, histórico, psicológico, jurídico, ideológico, etc. constituyen áreas independientes, entonces será correcto plantear la formación de ciencias distintas para el estudio específico de cada una de ellas. Este es el camino que ha recorrido la ciencia cuando se la aborda desde una perspectiva tradicional. La filosofía que alimenta este planteo se denomina habitualmente atomista, ya que considera a la totalidad como un simple agregado de átomos. Al estudiar la realidad humana debemos considerar a cada individuo como un agente productor de la comunidad o sociedad en la que vive, ya que la parte es anterior al todo. Por ejemplo: las relaciones económicas son producto de intereses materiales o naturales individuales que al relacionarse entre sí buscan su propia satisfacción; la economía es la ciencia por lo tanto que tiene por objeto de estudio este tipo de relaciones, que son independientes a su vez de las relaciones sociales, políticas o jurídicas. Sin embargo, si partimos de una visión alternativa, convencidos acerca del carácter inescindible y específico de ese todo que es la realidad social, resulta inconveniente la atomización científica. Sólo un abordaje totalizante es en este caso apropiado para analizar la compleja trama de interrelaciones que le dan sentido a cada una de sus partes. Desde esta perspectiva, el conocimiento económico-social, político, psicológico, histórico, etc. sólo puede ser visto como una parcialidad dentro de un campo mayor y abarcativo de todos ellos como lo es el conocimiento científico proporcionado por una ciencia social de la totalidad. El todo es anterior a las partes que lo integran. Si retomamos por lo tanto el ejemplo de las acciones económicas, los comportamientos individuales sólo pueden explicarse a partir de un sistema económico que los contiene, por lo tanto no son idénticos en el feudalismo que en el capitalismo. Sin embargo, para no caer en simplificaciones poco rigurosas, es necesario advertir que aún los enfoques que resaltan el predominio de esta totalidad, se diferencian por las visiones que sostienen sobre ella. > Para unos cada parte está determinada por el todo y se integra realizando un aporte funcional al mismo. Son quienes se identifican con una visión organicista, ya que comparan a la sociedad con el funcionamiento de un organismo biológico en el que cada órgano o parte cumple una función. Pueden existir distintas ciencias sociales como afirman los atomistas, pero para explicar la realidad es necesario la integración de todas ellas a través de los estudios interdisciplinarios. Estos permiten captar qué aporta cada parte (sociología, economía, derecho, etc.) a la sociedad. > Otros, consideran que entre el todo y las partes hay relaciones de construcción mutuas, ya que cada parte está integrada en el todo pero, a su vez, vuelve sobre él modificándolo. El todo construye y es construido. Sus partidarios se identifican con una visión dialéctica. Predomina una concepción científica basada en la existencia de una ciencia social única, más allá de las necesarias especializaciones para profundizar en el conocimiento de cada parte (económicosocial, política, jurídica, etc.). Cada conocimiento especializado conforma una disciplina de la ciencia social, pero ésta los contiene e integra a todos mientras, a su vez, cada uno de ellos la construye como tal. Segundo problema epistemológico El segundo interrogante que intentamos resolver se plantea en torno a cuál es el método de investigación que guía las investigaciones sociales. . El problema puede ser formulado en los siguientes términos: ¿Existe un método cuya validez es reconocida por el conjunto de las comunidades científicas, o a lo largo de la historia se han constituido diversas alternativas? Los representantes de la visión clásica o positivista han insistido desde los mismos orígenes de la ciencia social (fines del siglo XVIII) en que el método científico es uno y proviene de las ciencias naturales; no es otro, claro está, que el inductivo-experimental. Sin embargo, el devenir histórico nos ha enfrentado con un panorama más complejo, ante el cual resulta necesario reconocer la presencia de otras dos alternativas de peso en este campo, más una variada gama de derivaciones y métodos complementarios. Los inductivistas creen que es posible partir del nivel empírico, dejando a un lado todo tipo de nociones previas, ya que el sujeto investigador debe tener en cuenta sólo el contacto directo entre sus sentidos y la realidad (objeto de estudio), evitando cualquier contaminación filosófica o teórica. Basándonos en la observación podremos detectar regularidades o repeticiones en los fenómenos particulares que nos conducirán a la formulación de hipótesis generales. Luego, en la medida que logremos verificarlas a través de una gran cantidad de observaciones sistemáticamente registradas, se transformarán en enunciados científicos, los que vinculados lógicamente constituirán una teoría ya no especulativa sino validada o con una alta probabilidad de ser verdadera. El método inductivo al recorrer el camino que de lo particular a lo general, de la observación de cada hecho hacia la producción de una teoría generalizadora, se inspira en una visión atomista del todo. Por otro lado están los defensores de la deducción, quienes consideran que no hay observación sin teoría. Entre los sentidos humanos y los fenómenos, se interponen concepciones teóricas que guían la experiencia. El punto de partida son hipótesis muy generales, de ellas se derivan otras de menor nivel de abstracción, hasta llegar en un tercer momento, siempre por deducción lógica, a las consecuencias observacionales (a este procedimiento se le suele llamar método hipotético deductivo). Estos últimos enunciados, por su bajo nivel de abstracción, son los que el sujeto confronta con el nivel empírico (objeto de estudio). Si son verificados se confirma la teoría de la cual fueron deducidos, en caso contrario se requieren reformulaciones teóricas. En ciencia social, los funcionalistas recurren a este método. Al recorrer el camino inverso a los inductivistas, ya que parte de un plano general (la teoría) para dirigirse hacia los hechos particulares, se puede inferir que el método deductivo está guiado por una visión organicista del todo. Finalmente encontramos como tercera alternativa metodológica a la dialéctica materialista. En este caso se le asigna un valor superlativo a la práctica, la que debe ser entendida ya no como una mera observación (contemplación) del fenómeno, sino como un proceso de modificaciones permanentes y mutuas entre el sujeto cognoscente y el objeto de estudio (constituido por otros sujetos). A partir de ese proceso surge la reflexión sobre nuestra primera experiencia; esa reflexión se convierte en una primera teoría, la cual guiará una nueva práctica, que ahora incluirá nuevas transformaciones conscientemente planificadas como consecuencia de la teoría que estamos construyendo. Es decir, las modificaciones racionales del objeto se producen a partir de la aplicación de la teoría. En ese momento surgirán fenómenos no contemplados inicialmente o nuevos, que abordados racionalmente nos conducen a generar cambios en la teoría primera. La dialéctica materialista es por lo tanto un proceso concatenado de sucesivas prácticas y teorías, que asume un carácter permanentemente cambiante en ambas. La relación de ida y vuelta (de construcciones mutuas) entre las partes concretas registradas a través de la práctica y la teoría vincula a este método con la visión dialéctica del todo. Estos son los tres grandes métodos utilizados por la ciencia social, sin embargo, hay una serie de variantes que algunos epistemólogos como Felix Schuster consideran en pie de igualdad con los mencionados; para nosotros, por su carácter derivado o complementario, deben considerarse submétodos. En dicha categoría incluimos al falsacionismo, la abstracción deductiva, la concepción axiomática, la comparación, el funcionalismo, etc. En el caso de la fenomenología, que basa sus estudios en fenómenos de la conciencia, si bien tienen gran peso en filosofía, debemos aclarar que en el campo de la ciencia social, cuando no han sido utilizados para acompañar a alguno de los tres grandes métodos mencionados, han derivado en abordajes tan subjetivos que no pueden ser considerados propios de nuestra ciencia. Pero si se los utiliza de manera complementaria resultan de gran utilidad, como cuando Max Weber incorporó a la explicación inductivista y multicausal de la historia la comprensión del sentido de las acciones humanas. Tercer problema epistemológico El tercer problema ha generado permanentes debates en la comunidad de cientistas sociales. La postura que a continuación exponemos se identifica con el desarrollo teórico realizado sobre este tema por el epistemólogo argentino Félix Schuster en “Los límites de la objetividad en las ciencias sociales”. ¿Es posible alcanzar la objetividad pura en la ciencia social? La primera visión, difundida como verdad incontrastable, afirma no sólo la necesidad sino también la facticidad de una objetividad pura, la que está garantizada por la aplicación del método científico. Este planteo proveniente de la ciencia natural, dio nacimiento a una ciencia social positivista, en tanto dice abordar la realidad en forma positiva, tal como “es”, diferenciándose de los estudios crítico-negativos como los realizados por los filósofos iluministas. Sin embargo, tal como ha ocurrido con los métodos, con el desarrollo histórico de la ciencia social fueron surgiendo otras posturas. Las dos más relevantes son: > el anarquismo metodológico vinculado a la posmodernidad; > y la objetividad relativa postulada por la sociología el conocimiento. Los defensores de la objetividad pura sostienen el carácter independiente de la conciencia que tienen los objetos abordados por la ciencia, tanto la natural como la social. Por lo tanto, si nos limitamos a utilizar el método científico para registrar los datos vinculados al objeto de estudio, dejando de lado los preconceptos o depurando a la teoría construida a través del intercambio intelectual que se produce en toda comunidad de expertos, es posible describir y explicar el fenómeno tal como es; es decir, teoría = realidad del objeto. Durkheim, un exponente clásico de esta concepción, formuló un conjunto de reglas para producir un conocimiento científico en sociología; en la primera aconseja partir de la observación de los hechos, dejando de lado toda consideración teórica. Un estudio científico es por lo tanto objetivo cuando somos capaces de reflejar la realidad del objeto de estudio, sin ningún tipo de contaminantes subjetivos (preconceptos, opiniones, ideologías). En las últimas décadas del siglo XX, con el surgimiento del pensamiento posmoderno, algunos filósofos de la ciencia comenzaron a negar toda posibilidad de alcanzar un conocimiento objetivo. Consideran que los datos que dan cuenta de los objetos son creados por las teorías (no existen por lo tanto objetos independientes), por lo que éstas se vuelven inconmensurables, es decir, no son comparables entre sí. Resulta evidente que si tanto las teorías como los objetos que abordan son sólo construcciones racionales, carecemos de todo criterio objetivo de evaluación. Al respecto, Paul Feyerabend, uno de los principales referentes de esta posición, sostiene que entre dos teorías rivales la opción del científico pasa por una decisión esencialmente subjetiva. Es más, no está dispuesto a admitir la superioridad de la ciencia con respecto a otras formas de conocimiento, como por ejemplo el vudú o la astrología, ya que sólo son formas distintas de acercarse a la realidad. Para los epistemólogos posmodernos la subjetividad creativa es fundamental tanto para el desarrollo de las distintas formas del conocimiento, como para la sociedad en su conjunto, en definitiva el conocimiento es producto de la interacción subjetiva. Son por lo tanto adversarios de las reglas universalmente válidas, de allí su defensa del anarquismo metodológico. Una tercera visión se inscribe en terreno de la sociología del conocimiento, y si bien tiene sus orígenes en la segunda mitad del siglo XIX, adquiere gran relevancia en nuestros días porque representa una opción intermedia entre las dos presentadas. Ella no admite la objetividad pura como posibilidad, pero tampoco apuesta al subjetivismo como alternativa; lo que se sostiene es el carácter condicionado (por lo tanto no absoluto) de la objetividad. Ésta, si bien debe ser resguardada como aspiración, no puede conducirnos a ignorar los factores que la condicionan, los que tienen que ser reconocidos y explicitados para no caer en la actitud ingenua que se esconde tras la defensa de la neutralidad valorativa como garantía de objetividad. Entre los principales condicionantes están, como bien señala Felix Schuster: > el contexto histórico y social (no es lo mismo por ejemplo la producción de conocimientos en el feudalismo que en el capitalismo); > la posición adoptada por el científico ante dicho contexto (ya cada uno asume posiciones distintas ante una misma realidad, esto tiene que ver con sus valores e ideología); > el tipo de conocimientos demandados por la sociedad (pues estas demandas son diferentes según el período histórico en el que nos ubiquemos); > y, finalmente, el estado de desarrollo logrado por la ciencia (ya que toda investigación para ser posible debe considerar el estado en el que se encuentra la ciencia; era racionalmente imposible, por ejemplo, plantarse la exploración del espacio con el grado de desarrollo científico alcanzado en el siglo XVIII). Conclusión Sintetizando, lo que hemos intentado expresar en pocas palabras, es que las caracterizaciones de la ciencia social dependen del tipo de epistemología (filosofía de la ciencia) sustentada: No existe una visión única compartida por todos los integrantes de nuestra comunidad (lo mismo ocurre con otras ciencias), sino diversas alternativas que deben ser contempladas para evitar simplificaciones poco rigurosas, cuyo único objetivo es negarle entidad a todo aquello que se aleja de nuestra propia visión. Considerar la existencia de varias ciencias sociales o una ciencia social única, adoptar un determinado método y defender la objetividad pura, la subjetividad, o una objetividad relativa, son distintas posibilidades contempladas. Todas ellas deben examinarse a la luz de una visión democrática (lo cual no es sinónimo de imparcialidad) y a la vez rigurosa del desarrollo científico, única forma de descubrir las posibilidades que encierra nuestra ciencia para decodificar la realidad social. En definitiva el conocimiento sólo podrá validarse o no a partir de la práctica, es ella la que determina el valor de un método y del conocimiento construido, a partir de la mayor o menor utilidad demostrada para resolver problemas concreto, o lo que es lo mismo: para modificar la realidad.