Lecciones de la cirugía militar moderna

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CLÍNICAS
QUIRÚRGICAS
DE NORTEAMÉRICA
SAUNDERS
Surg Clin N Am 87 (2007) 157 – 184
Lecciones de la cirugía militar moderna
Alec C. Beekley, MD*; Benjamin W. Starnes, MD,
y James A. Sebesta, MD
US Army Medical Corps, Madigan Army Medical Center, 9040 Fitzsimmons Avenue,
Fort Lewis, WA 98431, USA
Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos marcaron el
comienzo de la «Guerra Mundial Contra el Terrorismo». El ejército de Estados Unidos
respondió con el primer despliegue masivo de tropas de todas las ramas del servicio
desde la Guerra del Golfo Pérsico en 1991. A diferencia de aquel conflicto, en el que las
estimaciones previas de las bajas superaron con mucho el número real de víctimas,
las operaciones Libertad Para Irak y Libertad Duradera han generado el mayor número
de bajas sufridas por el ejército de Estados Unidos desde la Guerra de Vietnam. Hasta el
23 de junio de 2006, un total de 18.572 militares estadounidenses han sido heridos en la
operación Libertad Para Irak, y otros 773 lo han sido en la operación Libertad Duradera. Entre esas 19.345 víctimas, 8.975 sufrieron heridas suficientemente graves para justificar la evacuación fuera de los campos de operaciones. Además, 2.511 soldados o civiles del Department of Defense han muerto en la operación Libertad Para Irak; 528 de
esas muertes se debieron a causas no hostiles. Otras 302 personas han fallecido en y alrededor de Afganistán [1].
El conjunto de datos sobre las víctimas de esas operaciones ha proporcionado la
mayor base de datos sobre traumatismos de guerra existente, el Joint Theater Trauma
Registry (JTTR). Los datos de las unidades médicas y quirúrgicas desplegadas en el
frente se han reunido en un banco de datos central en el United States Army Institute of
Surgical Research at Brooke Army Medical Center, en San Antonio. Esos datos están
siendo cruzados actualmente a través de tres continentes, de forma que pueda seguirse la
evolución de las víctimas desde el momento de la lesión hasta el resultado último en instituciones médicas militares de Estados Unidos. Los obstáculos logísticos, administrati-
Las opiniones expresadas en este artículo corresponden a los autores, y no reflejan la política ni la posición oficial del Department of the Army, el Department of Defense o el United States Government.
*Autor para la correspondencia.
Dirección electrónica: [email protected] (A.C. Beekley).
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vos y técnicos relacionados con esta tarea son evidentemente enormes, y el proceso para
seguir a las víctimas individuales o a los grupos de víctimas todavía es algo laborioso.
A pesar de todo, este extraordinario conjunto de datos traumatológicos continúa generando análisis y resultados de investigación procesables.
La evolución de un sistema traumatológico racionalizado en los campos de operaciones [2], la introducción de un proceso de revisión por comités en el escenario de los
hechos y la disponibilidad de personal especializado para recoger los datos de los heridos en combate, han mejorado el registro de datos y la investigación en tiempo real, en
el lugar de los hechos (comunicación personal, John B. Holcomb, MD, COL, US Army
Medical Corps, 2006). El resultado ha sido la generación de un tremendo cuerpo de
investigación sobre múltiples facetas del tratamiento de los heridos de guerra; el presente artículo sólo tratará unos cuantos temas.
Este artículo identifica primero el impacto de los dispositivos, apósitos o fármacos
nuevos o mejorados sobre el tratamiento de los heridos, y el cambio de las directrices
para las estrategias de clasificación y asistencia prehospitalarias. La segunda sección se
centra sobre las lecciones aprendidas en lo que respecta al tratamiento quirúrgico de las
víctimas de combate, y el modo como esos conceptos repercuten en la práctica civil y en
los programas de enseñanza. Los autores concluyen con una breve mirada al futuro del
tratamiento del cuidado de los heridos en combate y, por extensión, de los pacientes traumatológicos civiles.
Dispositivos, apósitos y fármacos prehospitalarios
Mejoría de los cascos y de las armaduras corporales
Existen pruebas abrumadoras de que desde el principio de los tiempos conocidos, la
mayoría de las heridas de guerra superables han sido, predominantemente, lesiones de
las extremidades. Esa observación sigue siendo cierta en el conflicto actual [3]. Las
lesiones del tronco conllevaban en guerras previas una mortalidad inicial alta, y muchas
víctimas no sobrevivían hasta recibir tratamiento quirúrgico. La letalidad de las lesiones
del tronco y la efectividad de las armaduras corporales modernas predicen que el conocimiento concienzudo del tratamiento de las lesiones de las extremidades, que incluye la
reparación vascular compleja, tendrá una importancia fundamental para un buen resultado en la mayoría de los casos. El Israeli Trauma Group evaluó 669 lesiones recientes
por armas de fuego relacionadas con actos terroristas, y encontró que la armadura corporal no sólo tiene un efecto protector contra los proyectiles de alta velocidad, sino que
también reduce la gravedad real de las lesiones experimentadas en el tórax y el abdomen
[4]. Las restricciones de seguridad actuales prohíben una descripción detallada de la
moderna armadura corporal de Estados Unidos y los cambios consiguientes en los patrones de heridas. A pesar de todo, los datos ya publicados sugieren que, debido a la efectividad de la armadura corporal, se están encontrando nuevos patrones de lesiones de
combate [5-7].
El herido en combate suele llegar al área de tratamiento con la armadura corporal
completa, con armas u otros pertrechos trasportados por el soldado o incrustados en los
tejidos (figs. 1 y 2). El conocimiento de la forma de quitar sin peligro la armadura cor-
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Fig. 1. Radiografía de tórax AP con un equipo portátil, de un paciente herido durante un tiroteo. La radiografía generó una preocupación inicial respecto a la posibilidad de que el paciente tuviese una granada sin explotar en el tórax.
Fig. 2. La operación reveló fragmentos de la cola de un proyectil explosivo.
poral y de desmontar y almacenar las armas y pertrechos sigue siendo de importancia
fundamental para proteger a la víctima y a su asistente frente a posibles lesiones graves.
La armadura corporal del ejército de Estados Unidos tiene características favorables de
atenuación fotónica. Cuando se considera médicamente indicado, los pacientes con la
armadura corporal militar estándar pueden ser examinados radiográficamente con placas simples habituales o con tomografía computarizada [8].
Torniquetes
El uso prehospitalario del torniquete, en otro tiempo un tema de debate entre los
expertos [9,10], desempeña un papel central en el control de la hemorragia en el
campo de batalla contemporáneo. Los datos del importante artículo de Bellamy [11]
sobre las causas de muerte en el campo de batalla moderno demostraron que el 9% de
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los soldados muertos en combate durante la guerra de Vietnam fallecieron por hemorragia de las extremidades. La evaluación inicial de las víctimas mortales en Irak
demostró una tasa similar de fallecidos por hemorragia de las extremidades asequible
a la compresión [12].
El análisis de las víctimas que llegaron a un solo hospital de guerra (combat support
hospital [CSH]) en Irak con lesiones vasculares graves o amputaciones traumáticas tratadas con torniquetes prehospitalarios demostró una mejoría significativa del control de
las hemorragias, en comparación con los heridos con lesiones similares a los que no se
habían colocado torniquetes antes de su llegada al hospital [13]. Aunque no se identificó el beneficio en la supervivencia con los torniquetes en este conjunto de datos (notablemente sesgados, ya que sólo incluyen los heridos que sobrevivieron hasta llegar al
CSH), el análisis de los 7 soldados que fallecieron a causa de las heridas encontró que
cuatro de las muertes podrían haberse evitado si se hubiesen empleado torniquetes
correctamente aplicados. En los medios nacionales se han publicado casos anecdóticos
de soldados muertos por hemorragia a causa de heridas aisladas de las extremidades, en
potencia asequibles a los torniquetes [14]. Por último, el tiempo con torniquete prehospitalario medio fue de sólo 70 minutos, y en este grupo de pacientes no se identificaron
complicaciones relacionadas directamente con el uso del torniquete (amputación secundaria, lesión de nervios periféricos).
Los resultados de los análisis de causas de muerte en la guerra de Vietnam y en la
Operación Libertad Para Irak, combinados con la experiencia temprana descrita más arriba, han conducido al suministro de torniquetes a todos los soldados. Hasta agosto de 2005
se habían enviado más de 275.000 torniquetes a campos de guerra en el extranjero (comunicación personal, John B. Holcomb, MD, COL, US Army Medical Corps, 2005). La
doctrina militar actual manda el uso de un torniquete como tratamiento de primera línea
para las víctimas con hemorragias de las extremidades, atendidas bajo fuego enemigo.
Una vez que los heridos son alejados del fuego enemigo, se puede revaluar la necesidad
de torniquete para decidir si sería suficiente una forma menor de control de la hemorragia
(p. ej., un vendaje compresivo) [15]. En la práctica, esta doctrina ha hecho que muchos
heridos lleguen al nivel de tratamiento quirúrgico con torniquetes colocados para lesiones
de las extremidades, incluso cuando la evaluación subsiguiente revela que los torniquetes
no eran necesarios (comunicación personal, Matthew J. Martin, MD, LTC, US Army
Medical Corps, 2006). Esta doctrina actual y la aplicación práctica liberal consiguiente
son similares a las descritas por Lakstein et al [16] en el estudio sobre el uso prehospitalario del torniquete por las fuerzas de defensa israelíes. En la experiencia israelí, el 47%
de los torniquetes aplicados fueron considerados después como no indicados.
El número sustancial de víctimas que llegan a los hospitales con torniquetes ha
enseñado lecciones a los cirujanos encargados de su tratamiento. En primer lugar, las
víctimas que sufren amputaciones traumáticas, aplastamiento de extremidades o lesiones vasculares importantes pueden experimentar hemorragia sustancial antes de la llegada del primer rescatador y de la aplicación del torniquete. Es posible que la hemorragia se frene o detenga espontáneamente a causa de hipotensión combinada con
espasmo y retracción de los vasos. Los indicios que busca el médico para saber si el
torniquete ha sido suficientemente apretado (interrupción de la hemorragia de sangre
roja brillante) pueden faltar, o la presión necesaria para detener la hemorragia arterial
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puede no ser muy alta. Así pues, el torniquete quizás no esté suficientemente apretado
para controlar la hemorragia una vez que comienza la reanimación y se restaura una
presión arterial más elevada. Un torniquete que sólo actúa sobre las venas puede conducir a desangramiento más rápido, lo que quizás no sea notado de forma inmediata
por los asistentes si el paciente está cubierto por mantas, dispositivos calefactores o
paños quirúrgicos. Para prevenir este fenómeno de reaparición de la hemorragia, nuestra práctica es traer torniquetes neumáticos desde el quirófano al servicio de urgencias,
y sustituir inmediatamente los torniquetes de campo del paciente por dispositivos
neumáticos. También recomendamos que las bandejas de urgencia de las unidades
quirúrgicas contengan torniquetes neumáticos, para disponer de ellos inmediatamente si son necesarios.
En segundo lugar, la doctrina y el entrenamiento prehospitalarios militares actuales destacan que en las víctimas con hemorragia controlada, estado mental normal y
signos vitales estabilizados (incluso con hipotensión leve o presión arterial sistólica de
90 mmHg), se debe obtener un acceso intravenoso en el campo, pero la administración
de líquidos debe ser nula o pequeña [17]. Las víctimas con estado mental confuso, signos de lesión intracraneal o hipotensión profunda reciben líquidos, aunque bajo determinadas circunstancias (p. ej., catástrofes de masas) esos heridos pueden ser clasificados en una categoría de expectación. La hipotensión permisiva está diseñada para
disminuir la incidencia de hemorragia repetida por lugares quiescentes o parcialmente controlados. Los médicos receptores deben saber que las víctimas quizás hayan
recibido reanimación escasa o nula. Nuestra estrategia en los pacientes con torniquete proximal o con varios torniquetes, que se presentan con hipotensión, es iniciar un
protocolo de transfusión masiva que destaca los productos hemostáticos y el uso temprano de sangre completa reciente. Esta estrategia se expone con mayor detalle más
adelante en este artículo.
Por último, el uso liberal de torniquetes debe ser objeto de estudio para asegurar que
no se están produciendo lesiones neurológicas o isquémicas relacionadas con el dispositivo, con frecuencia inaceptablemente alta, sobre todo cuando retrospectivamente se
decide que el uso del torniquete era innecesario. En nuestras series no se encontraron
lesiones isquémicas ni neurológicas periféricas que se pudieran relacionar claramente
con el uso del torniquete. La evaluación de los factores causales de la isquemia y los
defectos neurológicos puede ser difícil con frecuencia en esos pacientes, debido a que
los nervios adyacentes están lesionados junto con las estructuras vasculares mayores,
por el agente productor del traumatismo original.
Vendajes hemostáticos
Los vendajes hemostáticos están diseñados para tratar las heridas de guerra de estructuras vasculares proximales, no asequibles al control con torniquete, pero comprimibles mediante presión manual. Este tipo de lesión vascular proximal fue gráficamente
ilustrada en la película Black Hawk Down (estrenada en España como «Black Hawk
derribado»), en una escena en la que los paramédicos intentan controlar en la oscuridad la hemorragia de un soldado con sección de la arteria femoral común. La escena
muestra el éxito de la presión manual directa y la dificultad de intentar colocar pinzas
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quirúrgicas sobre el vaso sangrante sin iluminación, anestesia ni separación apropiadas. Este evento y otros similares han guiado la búsqueda de apósitos avanzados que
puedan aplicarse a estas heridas de una forma similar a los vendajes estándar, pero
que tengan incorporadas sustancias potenciadoras de los mecanismos de coagulación
del propio cuerpo.
Aunque se dispone de múltiples productos en el mercado, dos de ellos han sido
empleados en gran cantidad por los militares de Estados Unidos en condiciones de
campo de batalla: la zeolita (QuikClot, Z-Medica Corporation) y el quitosano (HemCon, HemCon Hemorrhage Control Technologies, Inc.). La decisión de enviar al
frente esos productos se basó en su aplicación relativamente fácil, su carácter portátil, duración y efectividad demostrada para controlar la hemorragia en modelos
animales.
La zeolita, un producto mineral granular, causa una reacción exotérmica al contacto
con el agua o la sangre, con lo que concentra los factores de coagulación sanguínea y
acelera la hemostasia [18,19]. En comparación con los apósitos de gasa estándar, se ha
demostrado que la zeolita proporciona una hemostasia superior, disminuye la pérdida de
sangre y reduce la necesidad de reanimación en varios modelos de lesiones animales,
entre ellas una lesión hepática de grado V [20] y un modelo de lesión inguinal letal en
cerdos [21]. En la actualidad, sólo existen informes anecdóticos sobre su empleo en los
humanos [22], aunque se ha recogido una serie clínica de víctimas en las que se empleó
la zeolita para las heridas producidas en campos de batalla modernos, y está siendo preparada para su publicación (comunicación personal, Matthew J. Martin, MD, LTC, US
Army Medical Corps, 2006). Se ha expresado preocupación por la cantidad de calor
generada por el vendaje [22], y su estabilidad durante el movimiento y el transporte de
los heridos. Como resultado, la compañía que fabrica el QuikClot ha comercializado
recientemente un producto que contiene gránulos de zeolita dentro de una bolsa de gasa
que se aplica a la herida, en vez de depositar los gránulos de zeolita libres en la herida
[23,24]. Al evolucionar este producto, necesitará evaluación continuada en estudios con
animales, cuidadosamente controlados, y revisión de su uso clínico en los contextos prehospitalario y hospitalario.
Otro producto hemostático enviado actualmente a los campos de batalla es el apósito hemostático con quitosano HemCon. El quitosano es un hidrato de carbono complejo, biodegradable y atóxico, derivado de la quitina, una sustancia natural. En su
forma de sal ácida, el quitosano tiene propiedades mucoadhesivas que aumentan la
hemostasia [25]. El apósito enviado al frente en la actualidad es ligero y flexible, y no
tiene requisitos de almacenamiento especiales. Se presenta en paquetes similares a los
de otros apósitos estándar, y se puede abrir con rapidez para aplicarlo a la herida.
Tiene una superficie no adhesiva en el lado inactivo, para evitar que se pegue a las
manos o a los guantes del asistente, o a otros apósitos de gasa estándar y los desaloje.
Tanto la forma líquida del quitosano como el apósito empleado en el campo de batalla
han demostrado su superioridad para el control de la hemorragia, comparados con
apósitos estándar en múltiples modelos animales [26-28]. Además, Wedmore et al [29]
comunicaron recientemente el uso de apósitos hemostáticos con quitosano (HemCon)
en 64 heridos atendidos en el campo de batalla. En el 66% de los casos, los apósitos de
quitosano se usaron después de haber fracasado la gasa estándar, y tuvieron éxito en
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el 100% de esas ocasiones. En 62 sujetos (97%), el empleo del apósito de quitosano
condujo a la interrupción de la hemorragia o mejoró la hemostasia. Los dos fracasos
del apósito de quitosano se produjeron en pacientes con grandes heridas de cavidades
en las que existían múltiples sitios sangrantes, o cuando el quitosano se colocó a ciegas en la cavidad sangrante [29]. Los informes anecdóticos de los paramédicos y las
observaciones durante el entrenamiento con tejidos vivos, revelaron fallos similares en
el empleo de los apósitos HemCon. Como en el caso del QuikClot, esas limitaciones
comprenden reaparición de la hemorragia con la reanimación o el desalojo del apósito durante el transporte de la víctima.
En conjunto, los modelos de lesiones en animales y la experiencia clínica temprana
demuestran una clara superioridad de esos apósitos sobre los vendajes estándar de gasa
para proporcionar el control de la hemorragia, sobre todo en las lesiones no asequibles
al uso del torniquete. Se necesitan nuevos estudios y más perfeccionamiento de los
productos.
Toracostomía con aguja
En una revisión del estudio Vietnam Wound Data and Munitions Effectiveness Team, se
encontró que el neumotórax a tensión había sido la causa de la muerte en el 3 al 4% de
las heridas de guerra mortales [30]. En esa revisión, 15 de 26 víctimas con neumotórax
a tensión sobrevivieron lo suficiente para recibir primeros auxilios de un paramédico u
otro personal sanitario. Estos datos confirman la necesidad de entrenamiento apropiado
de los paramédicos y otros asistentes sanitarios de los primeros escalones del tratamiento para evitar estas muertes. El uso de la toracostomía con aguja en los sistemas traumatológicos urbanos ha sido criticado recientemente por algunos expertos sobre la base de
que se emplea demasiado y es inefectivo [31-34]. Esta creencia no se debe aplicar a las
situaciones de combate, en las que el mecanismo más habitual de traumatismo es la
lesión penetrante. Además, las situaciones tácticas y otros factores pueden retrasar el
transporte de estos pacientes a instalaciones capaces de diagnosticar y tratar de forma
definitiva el neumotórax a tensión.
Los paramédicos del ejército son entrenados para identificar y tratar el neumotórax a tensión. En el medio de combate, sin embargo, la identificación de un neumotórax a tensión en el escenario de los hechos puede ser casi imposible. La mayoría de
los heridos tienen colocada una armadura corporal que cubre todo el tórax y el cuello,
y el ruido ambiente impide cualquier posibilidad de auscultación de los sonidos respiratorios. Los paramédicos son instruidos para tratar a cualquier paciente hipotenso que
tenga una lesión en el tórax mediante toracostomía con aguja. Además de la colocación estándar de una aguja en el segundo o tercer espacio intercostal, en la línea
medioclavicular, los paramédicos también aprenden a colocar una aguja un través de
mano por debajo de la axila, en la línea axilar media. Esta posición permite la colocación sin tener que retirar la armadura corporal del soldado. Ésa es también la zona más
fina del tórax, lo que puede evitar el error de colocación debido a la longitud incorrecta del catéter.
Hasta la fecha, no se han publicado los resultados del uso de la toracostomía con
aguja en situaciones de combate, ni se han comunicado las complicaciones.
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Acceso intraóseo
La hemorragia aguda es la causa principal de muerte en el campo de batalla de la guerra
moderna, y produce más del 50% de la mortalidad [11]. La reanimación estándar de las víctimas conlleva la administración variable de líquidos o productos hematológicos, para mantener la presión arterial y la perfusión de los órganos vitales hasta que se pueda detener la
hemorragia. La mayor parte de las veces, el acceso intravenoso es difícil en las víctimas que
se presentan con shock franco, y se necesita una disección venosa quirúrgica, técnicamente
más difícil. Algunos datos sugieren que la colocación de una vía intravenosa en un paciente traumatizado dentro de una ambulancia en movimiento tarda de 10 a 12 minutos y conlleva una tasa de fracasos del 10 al 40% [35]. La traducción de esas circunstancias ideales a
una situación de combate añade la complejidad de un medio ambiente hostil, muchas veces
en la oscuridad de la noche con necesidad de evitar estrictamente cualquier luz. El acceso
intravenoso estándar puede ser con frecuencia casi imposible bajo esas circunstancias.
Drinker et al [36] introdujeron el concepto de infusión intraósea en 1922 como resultado de un estudio de la circulación del esternón. Los dispositivos de acceso vascular
intraóseo están reapareciendo como una opción de tratamiento de campo importante en el
contexto militar [37-39]. Habitual en el tratamiento de los traumatismos pediátricos civiles, las ventajas de la infusión intraósea sobre los medios convencionales de acceso vascular son la facilidad y la rapidez de inserción (114 segundos o menos en un estudio [39]), y
la capacidad de infundir grandes cantidades de solución salina o de coloide hasta que
pueda obtenerse mejor acceso vascular. El esternón adulto ofrece ventajas claras como
lugar de infusión intraósea. Suele ser fácil de exponer en los pacientes traumatizados, y el
hueso cortical y el espacio medular son uniformes, con resistencia al colapso del espacio
vascular en presencia de shock [38]. Johnson et al [38] evaluaron recientemente el sistema First Access for Shock and Trauma (Pyng Medical Corp., Vancouver, Canadá) en
106 cadáveres, y encontraron tasas de infusión por encima de 100 ml/min para las soluciones salinas o coloidales. Se pueden suministrar hasta 250 ml/min con infusión mediante jeringa. En ese estudio fue posible infundir un litro de líquido en menos de 10 minutos,
y la fuerza de inserción fue similar a la de otros dispositivos, con una media de 8,5 kg. Este
sistema se basó en la observación de sus autores, según los cuales la parte más gruesa del
manubrio se encontraba sistemáticamente en la línea media del esternón, 15 mm por debajo del manubrio esternal, y esa zona se convirtió en el punto de inserción preferido [38].
Son posibles otros lugares de infusión, que en el adulto incluyen la tibia, el fémur, la
cresta ilíaca, el húmero, el radio y la clavícula [38]. Esos lugares tienen en los adultos
una gran proporción de médula amarilla menos vascularizada, inferior al esternón en
cuanto a las tasas de infusión. Todo el concepto de la infusión intraósea es extremadamente atractivo en un contexto de combate, dado el número potencial de víctimas y los
tiempos de evacuación largos, que permiten prolongar la reanimación cuando los minutos son una cuestión de vida o muerte a causa del desangramiento.
Administración de analgésicos y antibióticos por los paramédicos
La analgesia efectiva es una parte esencial del tratamiento de los heridos. Existen
menos opciones para el alivio del dolor en una situación de combate que en la atención
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médica civil habitual. Antes del actual conflicto de Irak, varios médicos de operaciones
especiales instituyeron un protocolo con el suministro a cada soldado de un paquete de
medicamentos orales que contenía paracetamol, rofecoxib y una fluoroquinolona. Se
instruyó a los soldados para que tomasen esos medicamentos si eran heridos, con el fin
de reducir el nivel de dolor y quizás reducir la probabilidad de infección en el medio
ambiente del campo de batalla [40]. En el aspecto histórico, la morfina ha sido administrada en el campo de batalla por medio de autoinyectores (10-20 mg por vía i.m.)
para aliviar el dolor intenso [41]. Las limitaciones de la administración de morfina
intramuscular guardan relación con la incertidumbre de las tasas de absorción. La morfina intravenosa proporciona alivio rápido del dolor, pero necesita la inserción de un
catéter intravenoso simple, que muchas veces puede verse retrasada por los requerimientos tácticos. Con la disponibilidad más nueva del citrato de fentanilo transmucoso
oral o las «piruletas de fentanilo», la víctima se puede autoadministrar hasta 1.600 µg
de fentanilo y obtener analgesia rápida. Sólo el 25% del fármaco es absorbido por la
mucosa oral, y el resto se absorbe a través del tracto gastrointestinal [42]. Kotwal et al
[42] describieron el uso de piruletas de fentanilo en 22 heridos de la Operación Libertad Para Irak. Los efectos secundarios fueron escasos, pero incluyeron náuseas y vómitos, lo que sugiere que puede ser útil la administración simultánea de un antiemético.
Las ventajas de esta técnica analgésica incluyen la capacidad de la víctima para ajustar
la dosis en función del efecto. Cuando obtiene alivio adecuado del dolor, el soldado
puede sacarse la piruleta de la boca.
Otras técnicas en evolución de analgesia en el campo de batalla utilizan el concepto de bloqueo nervioso periférico continuo (BNPC). El método fue empleado con
éxito por Buckenmaier et al [43] para tratar la extremidad gravemente herida de un
soldado en el conflicto actual. La técnica combina simultáneamente el bloqueo continuo del plexo lumbar y el bloqueo del nervio ciático. Se insertan catéteres epidurales estándar en yuxtaposición a los plexos neurales relevantes, después de localizar
primero el nervio con una corriente de 0,5 mA o menos, transmitida a través de un
estimulador nervioso periférico. Los catéteres del plexo lumbar y ciático se infunden
después, primero con lidocaína al 1% como dosis de prueba, seguida por infusión de
ropivacaína al 0,2% a 6 ml/h y 10 ml/h, respectivamente [43]. Los catéteres colocados en Irak fueron mantenidos durante 16 días sin signos ni síntomas de infección.
Por desgracia, el soldado acabó necesitando amputación por debajo de la rodilla
debido a compromiso isquémico por la herida de guerra. Los autores recomiendan
precaución en el uso del BNPC en extremidades potencialmente isquémicas, ya que
puede oscurecer los resultados de la exploración consistentes con un síndrome de
compartimento avanzado.
Los antibióticos han mejorado el tratamiento de las heridas de guerra. Desde
1943, cuando la penicilina sistémica fue introducida en el campo de batalla, el
riesgo de mionecrosis y gangrena gaseosa de la herida ha disminuido en forma
importante [44]. Aunque es un complemento útil, el tratamiento antibiótico no puede
sustituir al desbridamiento correcto de los tejidos desvitalizados y muertos de la
herida de guerra. La cronología de la terapia antibiótica es crítica. En una extensa
revisión del valor de los antibióticos en el campo de batalla, Konrad Hell afirmó,
en 1991 [45]:
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Para la profilaxis de la sepsis de la herida se debe administrar una sola inyección de un
antibiótico de amplio espectro y acción larga, lo antes posible después de la lesión. El fármaco debe permanecer con niveles suficientemente altos en los tejidos durante 24 horas,
o durante todo el período de riesgo de infección desde el momento de la lesión hasta que
se completa el desbridamiento quirúrgico.
Hell sugirió usar la ceftriaxona; sin embargo, las fuerzas armadas utilizan actualmente una fluoroquinolona oral para autoadministración.
Las complicaciones de la terapia antibiótica para las heridas de guerra también están
bien descritas. Las estadísticas actuales revelan una incidencia aumentada de infección de
las heridas de guerra y de osteomielitis, especialmente de las causadas por especies Acinetobacter resistentes a múltiples fármacos [46]. De hecho, muchos centros de tratamiento militares han comunicado aumentos importantes en la tasa de infecciones por Acinetobacter resistentes a múltiples fármacos. El tratamiento de esas infecciones plantea
retos considerables y en muchos centros militares se utiliza el tratamiento doble con imipenem (500 mg cada 6 h) y dosis altas de amikacina (15-20 mg/kg diarias) [46]. Investigaciones recientes realizadas por la comunidad médica militar sugieren que esas infecciones son nosocomiales; sin embargo, sigue sin estar claro su origen exacto (fig. 3).
Fig. 3. Contaminación intensa con barro y suciedad de la herida por fragmentos de granada. Los pacientes de este
tipo experimentan alto riesgo de infección, incluso con un desbridamiento quirúrgico enérgico y antibióticos de amplio
espectro. (Cortesía de Lowell W. Chambers, MD, Westerville, Ohio.)
Hextend®
El Hextend® (BioTime, Inc) ha sustituido al Ringer lactato como líquido transportado
por los paramédicos en el campo de batalla. Se puede almacenar a temperatura
ambiente y no tiene requisitos de refrigeración recomendados. Es un almidón de
hidroxietilo en una solución de electrólitos con niveles fisiológicos de glucosa y un
buffer de lactato. Se cree que proporciona un equilibrio ácido-base más favorable en
comparación con otros coloides. Se ha demostrado que reduce las necesidades de
líquido de reanimación [47]. Es efectivo en la reanimación con hipotensión, y puede
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ofrecer ventajas como único líquido de reanimación después de lesiones encefálicas
traumáticas graves, al reducir los requerimientos de líquido y eliminar la necesidad de
manitol sin afectar al perfil de coagulación [48].
Prevención de la hipotermia
La hipotermia es un problema significativo en el tratamiento de los heridos en combate. En
una revisión reciente de las lesiones de guerra, Arthurs et al [49] demostraron que el 18%
de los heridos atendidos en el 31.o CSH presentaba hipotermia (temperatura < 36 °C). La
presencia de hipotermia fue un predictor independiente del tratamiento quirúrgico, procedimientos de control de daños, uso de factor VIIa y mortalidad. La temperatura inferior a
34 °C se asoció con una mortalidad de casi el 100%. También guardó relación con tiempo
quirúrgico más largo, mayor pérdida de sangre y aumento de las necesidades de productos
hematológicos. La prevención de la hipotermia antes de llegar al escalón superior de tratamiento tiene importancia crítica y se destaca en cada nivel de atención. En los escalones
más bajos, los paramédicos son entrenados para tratar y prevenir la hipotermia después de
atender a la hemorragia continuada y a los problemas de la vía aérea y la respiración. Con
ese fin, inicialmente se limita la exposición del paciente a las zonas que están siendo tratadas, y después se cubre con mantas normales o solares. La hipotensión permisiva permite
limitar la cantidad de líquidos fríos administrados al herido. En los pacientes que necesitan reanimación se pueden emplear dispositivos para calentar los líquidos, como el Thermal Angel (Estill Medical Technologies, Inc., Dallas, Texas). El Thermal Angel es un
calentador de líquidos portátil accionado por baterías. Es desechable y no requiere componentes adicionales, excepto un equipo de infusión estándar. El uso más efectivo de este
dispositivo probablemente se produce durante el transporte entre escalones de tratamiento. La batería convierte la unidad en pesada, y limita su capacidad para ser transportada por
los paramédicos en el campo de batalla. Durante las pruebas, el Thermal Angel resultó más
efectivo para templar Hextend que Ringer lactato, y no fue capaz de recalentar totalmente
los líquidos refrigerados [50]. Aumentó la temperatura del Hextend una media de 14,8 ºC
a partir de la temperatura ambiente. En instalaciones de tratamiento fijas se emplean calentadores de líquidos más grandes y efectivos. Las técnicas adicionales que se han mostrado
efectivas para prevenir la hipotermia incluyen la utilización de procedimientos de control
de daños en unidades quirúrgicas avanzadas y el transporte rápido del paciente hasta escalones más altos de cuidado. La bolsa corporal es una envoltura de transporte efectiva para
los pacientes, que puede reducir la pérdida de calor. Los heridos son colocados en la bolsa
y cubiertos con mantas. Se recorta un orificio para la cara del paciente y para la infusión de
líquidos. La bolsa se cierra dejando descubierta sólo la cara del paciente, que después es
colocado en una camilla para el transporte.
Conceptos prehospitalarios
Directrices para la clasificación por el asistente prehospitalario
El triaje (clasificación en grados de urgencia) es un proceso dinámico que se realiza en
muchas etapas del tratamiento, incluyendo el campo de batalla, la estación de primeros
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auxilios del batallón y el nivel de tratamiento quirúrgico inicial. Para los sanitarios prehospitalarios tiene particular importancia contar con un método rápido y fiable para establecer las prioridades de los heridos, no sólo para el tratamiento de campo sino también
para ordenar la evacuación en helicópteros o ambulancias. Con ese fin, se aplican todavía las categorías tradicionales de inmediata, tardía, mínima y expectante. Las definiciones de esas categorías están bien descritas en otra publicación [51]. Resultan más críticos el entrenamiento y los medios por los que los asistentes prehospitalarios clasifican
a los pacientes en esas categorías. Datos recientes demuestran que los signos vitales
manuales y las puntuaciones verbales y motoras de la escala de coma de Glasgow
(EDCG) son tan fiables como la monitorización más sofisticada para identificar la necesidad de intervenciones de rescate [52]. Los paramédicos y otros sanitarios prehospitalarios aprenden a evaluar el carácter del pulso radial y la puntuación motora EDCG; los
pacientes con pulso radial fuerte y puntuación motora EDCG de 6 son clasificados en
una categoría de urgencia inferior. Evidentemente, los pacientes con signos de compromiso inminente o real de la vía respiratoria, hemorragia incontrolada, pulso radial débil
o disminución del estado de conciencia sin lesiones cefálicas; los pacientes con traumatismos penetrantes o cerrados del tronco, el cuello, la cabeza o la pelvis; y los pacientes
con múltiples fracturas de huesos largos, son considerados inestables y requieren clasificación en la categoría inmediata [51].
Hipotensión permisiva (en el contexto prehospitalario)
El coronel John B. Holcomb [53] describió en 2003 la evolución del término «reanimación hipotensiva» en un artículo titulado «Fluid Resuscitation in Modern Combat
Casualty Care: Lessons Learned from Somalia». Todo el personal médico militar debe
familiarizarse con el algoritmo recomendado para la reanimación de los heridos en combate, antes de su traslado al frente de combate. En 1994, Bickell et al [54] escribieron un
protocolo de reanimación sin líquido en pacientes hipotensos después de traumatismos
penetrantes del tronco, y concluyeron que la reanimación tradicional con infusión rápida de líquido disminuía significativamente la supervivencia de esos pacientes. Ese estudio proporcionó un impulso para un cambio drástico de la filosofía de tratamiento del
soldado herido en el campo de batalla, y ha sido adoptado por el ejército estadounidense [53,55,56] y las fuerzas israelíes [57].
La reanimación con pequeño volumen ayuda a compensar los problemas logísticos
de proporcionar líquido suficiente en el campo de batalla para reanimar de forma adecuada a los heridos. Los paramédicos de combate no pueden transportar un peso excesivo sin perder efectividad. La solución salina hipertónica con dextrano o SSHD (NaCl al
7,5%/dextrano-70 al 6%) es un líquido de reanimación efectivo cuando se usa en pequeño volumen [58]. La combinación de infusión intraósea y reanimación con pequeño
volumen, en línea con el tema de la reanimación hipotensiva, son conceptos atractivos y
sinérgicos para los sanitarios militares de primera línea, con los instrumentos que necesitan para salvar vidas. En la actualidad, se están realizando estudios para evaluar la eficacia de esas modalidades sinérgicas.
Queda mucho por aclarar sobre el concepto de hipotensión permisiva. En la actualidad, no se sabe si la hipotensión permisiva puede aumentar la incidencia de complica-
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ciones tardías debidas a reanimación incompleta [58]. Se debe recordar que la hipotensión permisiva está por completo contraindicada en el contexto de la lesión encefálica
traumática, debido a la grave hipoperfusión cerebral resultante, con una evolución en
potencia catastrófica [59].
Evacuación de los heridos
A causa de las situaciones tácticas, el herido en combate es atendido por un equipo
quirúrgico avanzado (forward surgical team, FST) o por un CSH varias horas después de producirse las lesiones. El tiempo de evacuación prolongado ha sido motivo de críticas desde hace mucho tiempo, respecto al tratamiento de las víctimas dentro
de la zona de combate. El fuego enemigo, la necesidad de prescindir de cualquier
fuente de luz en la oscuridad y otros factores medioambientales tienen un impacto
profundo sobre los tiempos de evacuación. Los objetivos militares siguen siendo tratar a las víctimas en el campo, prevenir nuevas bajas y completar la misión ordenada.
Aparte de rutas de evacuación bien planeadas y aplicadas, y de ejercicios de catástrofes de masas, se puede hacer poco para mejorar los tiempos de evacuación en las
zonas de combate. Ésa sigue siendo una razón para formar a los paramédicos de combate, que muchas veces acompañan a los heridos durante la evacuación, en técnicas
de reanimación avanzada que incluyan el control correcto de la hemorragia grave por
las lesiones de extremidades.
La evacuación de víctimas (casualty evacuation, CASEVAC) se puede aplicar a
los soldados o a los civiles lesionados, y se usa para designar la evacuación urgente
de personas heridas desde una zona de guerra. La CASEVAC se puede realizar por
tierra o por aire, y en el segundo caso se usan casi exclusivamente helicópteros. Las
aeronaves de CASEVAC no están dotadas de equipo salvavidas específico ni de personal médico especialmente entrenado. Su objetivo primario es transportar al personal desde el campo de batalla hasta el centro médico apropiado más próximo disponible, con la mayor rapidez posible. Se permite el armamento, y los pilotos y las
tripulaciones asumen con frecuencia muchos más riesgos de los planeados para evacuar al personal herido.
Las normas para la evacuación médica dentro del campo de operaciones están bien
establecidas, y habitualmente se procede de forma unidireccional, desde el punto de
lesión hasta el tercer escalón de tratamiento, en los casos típicos un CSH [60-62]. El
éxito de este sistema depende en gran parte de la madurez del campo de combate. En las
primeras fases de un conflicto, los patrones de evacuación no están bien establecidos y
los FST militares de nivel 2 desempeñan un papel crucial [63]. Mattox [64] afirmó en
1997 que el éxito de cualquier sistema desplegado en el frente para la atención de las víctimas de combate se basa en «sanitarios de primera línea cualificados», atención continuada durante el transporte secundario y optimización de la tecnología de telemedicina
práctica. En realidad, una gran parte de las víctimas que llegan a un CSH no siguen las
rutas estándar de evacuación. Numerosos heridos son llevados por miembros de la unidad en vehículos acorazados o en humvees (un tipo de vehículo todoterreno militar),
por fuerzas nacionales locales en camiones o simplemente caminando con lesiones
penetrantes significativas.
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Algunos autores han definido el actual tratamiento militar en ruta como «no
ideal», sobre todo en un campo poco experimentado en el que el transporte consume
personal y recursos valiosos [63]. Los expertos actuales expresan preocupación por
el sistema de evacuación médica existente dentro del campo de operaciones. El transporte de ala giratoria cuenta con poco espacio y proporciona capacidad limitada para
el tratamiento en ruta. En nuestra experiencia, se produjeron casos en los que un
herido fue estabilizado en el nivel 2, transportado al nivel 3 en helicóptero y llegó en
situación extrema o muerto. La monitorización durante el vuelo es posible, pero
limitada, debido a la imposibilidad de encender luces y a otros factores en un medio
ambiente clásicamente hostil. Las revisiones después de la acción, con participación
de las tripulaciones de los helicópteros y el personal médico receptor, para mejorar
la calidad y el rendimiento, son casi imposibles debido al ritmo rápido y a la alta
demanda de tripulaciones de helicópteros. Las aeronaves de ala fija, aunque requieren más trabajo y más recursos, ofrecen la ventaja única de permitir la anestesia
general y la cirugía abierta durante el vuelo, según lo descrito por Peoples et al en
2005 [65]. El sistema de evacuación médica dentro del campo de operaciones, aunque ha mejorado mucho respecto a conflictos anteriores, necesita perfeccionamientos esenciales para aumentar al máximo la atención de las víctimas durante el transporte secundario.
Atención hospitalaria: conceptos
Clasificación y evaluación de los heridos en el nivel de atención quirúrgica
El modo como se realiza el triaje en el nivel de la atención quirúrgica depende de la disposición física del centro de tratamiento, la provisión de refugio adecuado para las víctimas y los medios primarios por los que los heridos llegan al centro. Varios CSH recibieron con regularidad fuego de misiles y de mortero, que a veces impactaron en las
estructuras o en las áreas adyacentes inmediatas. Así pues, no era posible la creación de
una zona de clasificación no protegida fuera del servicio de urgencias. Además, las víctimas rara vez llegaban en grandes grupos, sino que solían hacerlo en múltiples helicópteros o transportes de tierra por grupos de dos a ocho pacientes. En un determinado incidente masivo, resultaba muy difícil recoger y revisar al grupo completo de pacientes
antes de proceder a su tratamiento.
Se empleó una evaluación rápida, con parámetros simples de exploración física
manual, como la puntuación EDCG y el carácter del pulso radial, para clasificar a las
víctimas en tres categorías generales: urgente, no urgente y expectante. Se designaba a
un solo cirujano experimentado como único oficial de triaje, y las víctimas pasaban al
barracón principal de traumatología si eran consideradas urgentes, y a un barracón
secundario si se las consideraba no urgentes. El oficial clasificador asignaba un equipo de
traumatología, dirigido por un cirujano general de plantilla, a cada víctima urgente. Los
cirujanos generales y los cirujanos ortopédicos restantes podían evaluar a las víctimas no
urgentes, que habían sido dirigidas al barracón de urgencias secundario. Como se predice en la última edición del War Surgery Manual, sólo entre el 10 y el 20% de las víctimas recibidas necesitaban intervenciones de rescate inmediatas. Los pacientes ambula-
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torios que tenían lesiones menores eran trasladados fuera del servicio de urgencias, a una
clínica ambulatoria, para más evaluación.
Los heridos eran sistemáticamente evaluados por el jefe del equipo de traumatología.
En caso de múltiples víctimas se usaba un ecógrafo portátil para realizar una ecografía
abdominal enfocada para traumatismo (focused abdominal sonography for trauma,
FAST), como instrumento de evaluación y clasificación. En los pacientes inestables con
lesiones multisistémicas, una FAST positiva dirigía al cirujano a la sala de operaciones
para la exploración abdominal. En los pacientes estables, una FAST positiva permitía la
priorización de los pacientes para más estudio con un escáner. Entre los pacientes recibidos en un CSH por lesiones debidas a fuego enemigo, el 3% habían sufrido un accidente con vehículo a motor u otro traumatismo romo (p. ej., una caída) como mecanismo secundario después del ataque. De acuerdo con la experiencia de los autores, en por
lo menos 4 de esos casos el traumatismo cerrado fue el único que necesitó intervención quirúrgica.
La negatividad del FAST resultó poco fiable en la experiencia de los autores, y,
por tanto, los pacientes con heridas penetrantes en el abdomen, los flancos, la espalda o las nalgas, hemodinámicamente estables y con FAST negativa, fueron sometidos
a TC abdominal y pélvica. En general, la presencia de fragmentos intraabdominales
o retroperitoneales necesitó laparotomía exploratoria. Los pacientes sin penetración
al peritoneo ni al retroperitoneo fueron tratados sin intervención en la mayoría de los
casos [66].
Tratamiento de las lesiones del tronco: control de daños
El uso de técnicas de control de daños es esencial en la atención de los heridos en combate. Las víctimas de las guerras modernas sufren lesión tisular masiva creada por proyectiles de alta velocidad y «dispositivos explosivos improvisados» (DEI). Los DEI
producen habitualmente una combinación de quemaduras, amputaciones, traumatismos
cerrados, heridas penetrantes y lesiones por inhalación. Los proyectiles de alta velocidad o los fragmentos que penetran y cruzan el abdomen o la pelvis crean lesiones devastadoras, que afectan a los sistemas óseo, intestinal, urológico, neurológico y vascular.
Las situaciones tácticas pueden retrasar el tratamiento y el transporte de los pacientes, y
conducir a la pérdida adicional de sangre y calor. La constelación de lesiones, los tiempos de evacuación y los recursos limitados en presencia de múltiples víctimas convierten las técnicas de control de daños en esenciales para evitar el agotamiento fisiológico
de los pacientes con lesiones graves.
En la experiencia de un CSH, se realizaron 92 procedimientos de control de daños
en pacientes de todas las edades. Esa cifra representó casi el 30% de todas las laparotomías iniciales. El control de daños fue el procedimiento por defecto en las víctimas con múltiples lesiones, y sólo si el estado fisiológico del paciente permanecía
estable o mejoraba durante el procedimiento, se realizaban intervenciones definitivas. El uso de la cirugía de control de daños se basó en el número y el tipo de lesiones por paciente, el estado fisiológico del paciente (pH, temperatura, déficit de
bases), y los tipos y el número de pacientes que esperaban para cirugía. Un paciente
con necesidad de múltiples intervenciones, como laparotomía seguida por operacio-
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nes intracraneales o vasculares mayores, pudo ser sometido a intervención de control
de daños como medida temporizadora de las lesiones abdominales, y para permitir
una intervención más rápida de las otras heridas. Las unidades quirúrgicas avanzadas
realizaron procedimientos de control de daños y después evacuaron con rapidez a los
pacientes a escalones más altos, como el CSH, donde se disponía de capacidades de
tratamiento más completas. Los procedimientos de segunda intención se hicieron al
cabo de entre 12 y 24 horas, pero podrían haberse realizado tan pronto como hubiese
mejorado el estado fisiológico del paciente. Los pacientes necesitaron una media de
3,4 intervenciones, y el 77% de los supervivientes fueron sometidos a tratamiento
definitivo de sus lesiones y cierre del abdomen en el CSH. En general, fue posible
transportar a los pacientes con lesiones críticas fuera del campo de operaciones,
incluso a aquellos con abdomen abierto después de la intervención de control de
daños inicial. El transporte antes de la reparación definitiva se puede asociar con tasas
de complicaciones más altas, entre ellas fracaso del cierre del abdomen. Cuando el
paciente permaneció en el campo de operaciones, el tiempo medio hasta el cierre fue
de 3,3 días. La supervivencia global fue del 72,8%, y los pacientes sometidos a cirugía de control de daños en unidades quirúrgicas avanzadas tuvieron una evolución
similar, con supervivencia del 66,6%.
Tratamiento de la lesión vascular en el campo de batalla: control de daños
El término «control de daños» implica una situación de rescate en la que se consigue
prevenir nuevas lesiones. Cuando se aplica a los traumatismos vasculares de las
extremidades, el control de daños se define como el control de la hemorragia, la restauración rápida del flujo sanguíneo de un miembro isquémico y la prevención del
síndrome compartimental. En el paciente con múltiples traumatismos, la recuperación del miembro puede ser una prioridad secundaria o no constituir una prioridad en
absoluto, dependiendo del estado fisiológico del herido [67]. Las técnicas de torniquete, ya mencionadas en este artículo, han resultado invalorables en el contexto del
combate [68]. Cuando el torniquete se aplica de forma apropiada, puede actuar como
una pinza vascular proximal hasta la reparación definitiva, el control de daños con
la colocación rápida de una derivación permanente o la amputación con desbridamiento (fig. 4).
Derivaciones
Las derivaciones intraluminales temporales permiten la restauración rápida del flujo
sanguíneo a un miembro isquémico, mientras se pueden realizar otros procedimientos,
como desbridamiento de la herida, fijación externa de fracturas o intervenciones más
vitales, como laparotomía o toracotomía [69-71]. Las derivaciones se pueden colocar
con facilidad y rapidez después del control vascular proximal con un torniquete neumático o una pinza vascular, y asegurarse en su posición con torniquetes Rummel o ligaduras simples de seda para prevenir su desplazamiento. Después de la colocación, se debe
confirmar la permeabilidad con Doppler de onda continua intraoperatorio de la derivación. Los autores recomiendan el uso específico de derivaciones Sundt, debido a que su
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Fig. 4. Torniquetes neumáticos colocados en la sala de urgencias a un paciente con aplastamiento de ambas extremidades inferiores y amputaciones traumáticas.
diseño minimiza el riesgo de desplazamiento cuando se insertan correctamente. La derivación Sundt (Integra Lifesciences Corp., Plainsboro, New Jersey) está recubierta con
una espiral interna para prevenir la angulación y el colapso. Existe una pequeña área
dentro de la derivación con interrupción de las espiras, que se debe usar para pinzarla si
es necesaria. El pinzamiento de la derivación en cualquier otro lugar aplastará la espiral
y ocluirá el conducto.
En un contexto de control de daños en primera línea del frente, una derivación
correctamente colocada puede proporcionar flujo sanguíneo distal suficiente para irrigar
la extremidad con lesiones graves, hasta que se pueda realizar la reparación definitiva en
el CSH o, en algunas situaciones especiales, después de la evacuación fuera del campo
de combate. Nosotros destacamos que la mayoría de los heridos con derivaciones colocadas sólo deben ser evacuados a corta distancia entre instalaciones del frente, como
desde el lugar de la lesión a un FST o CSH, o desde un FST a un CSH. Las víctimas pueden sufrir múltiples lesiones con coagulopatía asociada, lo que reduce la necesidad de
heparinización sistémica [70]. Sin embargo, el empleo de heparina en este contexto es
objeto de controversia, ya que algunos informes tempranos de la Operación Libertad
Para Irak comunicaron que las derivaciones insertadas en el campo de batalla se habían
coagulado durante la evacuación táctica al CSH (47.° CSH, comunicación personal del
Comandante Jerome McDonald, 2005). Nosotros destacamos el uso de la heparinización
sistémica en los pacientes estables. Una vez evacuado el paciente a una institución donde
se pueda proceder a la reparación definitiva, se inician primero el desbridamiento de la
herida y la reparación ortopédica, seguidos por la reconstrucción vascular.
Fasciotomía
Uno de los factores más importantes en la atención de la extremidad con lesiones agudas en el campo de batalla es el uso liberal de la fasciotomía para evitar o tratar el sín-
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drome compartimental [72]. Algún miembro del equipo quirúrgico debe poseer conocimientos profundos de la técnica de fasciotomía para las extremidades superiores e inferiores, junto con las manos y los pies. Los principios para realizar la fasciotomía de la
extremidad inferior incluyen dos incisiones cutáneas largas, de por lo menos 15 cm, en
las caras medial y lateral de cada extremidad herida. Las indicaciones para la fasciotomía en la zona de combate se enumeran en el cuadro 1.
Cuadro 1. Indicaciones para la fasciotomía en situaciones
de combate
Retraso superior a 4-6 horas de la evacuación hasta la revascularización
Lesiones arteriales y venosas combinadas
Lesiones por aplastamiento
Mecanismo de alta energía cinética
Reparación vascular
Ligadura arterial o venosa
Coma, lesión cefálica cerrada o analgesia epidural
Compartimentos tensos
Profiláctica
Nótese la ausencia de la medición de la presión del compartimento como una indicación. Las presiones de los compartimentos no se miden de forma habitual en un contexto de combate. Debido a los tiempos y las distancias de evacuación, y a la atención
discontinua por múltiples cuidadores, el mero pensamiento de medir las presiones del
compartimento debe llevar a la fasciotomía. El control del dolor regional, como el
BNPC, puede oscurecer la exploración de la víctima, y la decisión de proceder a la fasciotomía debe basarse en la experiencia del cirujano y en el índice de sospecha para el
desarrollo del síndrome compartimental.
Transfusión masiva, uso de sangre completa fresca
y reanimación hemostática
En el frente de guerra existen múltiples barreras logísticas para mantener un banco de
sangre completo. Las dificultades incluyen tiempo de transporte largo, número limitado
de contenedores y vehículos para almacenamiento con temperatura controlada, y degradación rápida o el uso de los productos. En particular, las plaquetas almacenadas no
estuvieron disponibles con facilidad para los CSH hasta finales de diciembre de 2004,
cuando una máquina de aféresis de plaquetas capaz de producir plaquetas frescas fue
transportada al campo de operaciones, al 86.o CSH (comunicación personal, Kenneth
Azarow, MD, COL, US Army Medical Corps, 2005). Además, debido a los problemas
logísticos mencionados, el tiempo de almacenamiento de los hematíes en el campo de
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operaciones, fue mayor que en los centros traumatológicos de Estados Unidos. El 31.o
CSH estuvo desplegado en Irak desde enero hasta diciembre de 2004; durante ese tiempo fueron transfundidas 5.294 unidades de hematíes a 930 pacientes. El tiempo medio
de las unidades de hematíes en el momento del suministro al CSH fue de 27 días, y el
tiempo medio de las unidades de hematíes en el momento de la transfusión fue de
33 días [73,74]. Varios estudios han sugerido un efecto perjudicial de las transfusiones
de sangre con más de 14 a 21 días de antigüedad [75-78].
La frecuencia de transfusiones masivas, definidas como más de 10 unidades de
hematíes en 24 horas [79,80], fue alta durante el período de tiempo en el que el CSH
de los autores estuvo en el frente. Durante ese año tuvo lugar el primer asalto de los marines a Fallujah en abril de 2004, el asalto a An Najaf en agosto de 2004 y el segundo asalto de los marines a Fallujah en noviembre de 2004. Durante esos meses se produjeron
algunas de las cifras más altas de víctimas observadas hasta la fecha en la contienda [1].
En ese período de tiempo recibieron transfusiones masivas 201 pacientes [81]. La frecuencia de esos casos hizo que el banco de sangre del hospital se agotase con frecuencia
de productos hematológicos estándar. Por necesidad, el CSH instituyó un programa de
sangre completa fresca que reclutó donantes dentro del hospital y en las unidades vecinas del área. Se transfundieron un total de 545 unidades de sangre completa fresca
a 87 pacientes durante el despliegue del CSH [73].
Esta experiencia de los cirujanos sobre la reanimación con sangre completa templada reciente proporcionó impresiones anecdóticas de un beneficio en la hemostasia, y
quizás para la supervivencia, de la sangre completa fresca. Pocos estudios clínicos
modernos han revelado un beneficio de la sangre completa fresca, en parte debido a la
falta relativa de uso en favor de la terapia con componentes, aunque Manno et al [82]
demostraron que el empleo de sangre completa o de sangre almacenada durante menos
de 72 horas reducía la pérdida sanguínea y la necesidad de sangre de los recién nacidos
después de la cirugía cardíaca. La utilización de sangre completa fresca fue integrada en
un protocolo de transfusión masiva que favoreció el suministro de plasma fresco congelado (PFC) al de hematíes en una proporción de 1:1, con la adición del uso temprano de
crioprecipitado y factor VIIa recombinante, hasta que se dispuso de las primeras unidades de sangre completa fresca (usualmente, alrededor de 60 minutos desde la iniciación
de la recogida de sangre) (fig. 5). Una vez que se dispuso de sangre completa reciente,
se convirtió en el producto preferido para la reanimación de las víctimas que necesitaban transfusión masiva. El tema está siendo objeto de estudio intenso por investigadores
del 31.o CSH y del US Army Institute of Surgical Research, y los primeros informes
identifican un beneficio en la supervivencia de los pacientes que recibieron sangre completa fresca, en comparación con la terapia de componentes aislada (comunicación personal, Philip Spinella, MD, MAJ(P), US Army Medical Corps, y Jeremy Perkins, MD,
MAJ, US Army Medical Corps, 2006). La evacuación rápida de las víctimas fuera del
campo de operaciones y a través de varios continentes ha dificultado el seguimiento
exacto de los resultados y de las complicaciones.
A pesar de todo, se dispone de varias observaciones de este estudio. En primer lugar,
Borgman et al [81] demostraron que el aumento del número de unidades de hematíes
almacenadas transfundidas durante las primeras 24 horas desde el ingreso se asociaba
independientemente con una disminución de la supervivencia, mientras que el aumento
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Fig. 5. Tarjeta de recuento de productos hematológicos colgada en la pared sobre la cama de la víctima. WB: sangre
completa fresca (whole blood), 21 unidades; PRBCs: concentrado de hematíes (packed red blood cells), 33 unidades;
Cryo: crioprecipitado (cryoprecipitate), 30 paquetes; FFP: plasma fresco congelado (fresh frozen plasma), 29 unidades. La víctima, tratada por los autores (Beekley y Sebesta) y por otros miembros de un CSH, había sufrido las
siguientes lesiones por múltiples heridas de bala abdominales: perforación completa del esófago distal, rotura esplénica, desgarro de la arteria esplénica, desgarro de la cola del páncreas, múltiples perforaciones gástricas, desgarro
del lóbulo izquierdo del hígado, lesión del hemidiafragma izquierdo, múltiples perforaciones del intestino delgado, evisceración a través del flanco izquierdo, lesión de la vena y la arteria ilíacas internas derechas, perforaciones vesicales
intraperitoneales y extraperitoneales, lesión rectal extraperitoneal y fractura proximal abierta de tibia y peroné izquierdos. Llegó somnoliento, con presión arterial de aproximadamente 50. Como se ilustra, la relación de concentrado de
hematíes, plasma fresco congelado y crioprecipitado administrados fue de aproximadamente 1:1:1. El paciente recibió también 21 unidades de sangre completa fresca, que se convirtió en la modalidad de reanimación primaria una
vez que se dispuso de ella. Se administraron varias dosis de factor VIIa recombinante al principio de la evolución (el
fármaco fue pautado en la sala de urgencias). El paciente sobrevivió a las lesiones y las operaciones iniciales, pero
acabó falleciendo por sepsis unos 3 meses más tarde.
de unidades de PFC transfundidas durante las primeras 24 horas desde el ingreso se asociaba independientemente con una mejoría de la supervivencia. La relación media
PFC:hematíes fue de 1:1,7 en los supervivientes y de 1:3 en los no supervivientes
(p < 0,001). Además, recibieron factor VIIa recombinante el 30% de los supervivientes y el 16% de los no supervivientes, pero la diferencia no alcanzó significado estadístico (p = 0,059) [81]. El empleo de la terapia de componentes en relación 1:1 con hematíes,
PFC y plaquetas se está convirtiendo en la pauta de reanimación estándar en algunos
centros traumatológicos. En el Baltimore Shock Trauma Center, actualmente se descongela plasma fresco congelado cada mañana, lo que permite su transfusión inmediata en
cuanto llega un paciente traumatizado que necesita transfusiones [83].
Este empleo temprano de productos hemostáticos se basa en datos demostrativos de
que los pacientes gravemente lesionados sufren una coagulopatía al llegar al hospital,
y que no sólo adquieren una coagulopatía por los líquidos de reanimación [84,85]. Además, la hiperfibrinólisis puede ser más habitual en los pacientes traumatológicos de lo que
previamente se pensaba. Un estudio reciente que usó la tromboelastografía rotacional ha
demostrado que aproximadamente el 20% de los pacientes politraumatizados que sufren
hemorragia masiva tienen fibrinólisis marcada [86]. Otro gran estudio reciente en animales demostró que la sustitución de fibrinógeno en un modelo de cerdo trombocitopénico
con hemorragia hepática descontrolada proporcionaba mejoría de la firmeza media del
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coágulo, la pérdida media de sangre y el tiempo de supervivencia, en comparación con la
administración de plaquetas o de solución salina [87]. Los protocolos militares actuales de
transfusión masiva incorporan la sustitución precoz de fibrinógeno con PFC y crioprecipitado, junto con la administración temprana de factor recombinante VIIa, que reduce la susceptibilidad del coágulo a la fibrinólisis [88]. Aunque en este análisis no se demostró el
beneficio en la supervivencia favorable al uso de sangre completa fresca, la utilización de
sangre completa reciente como parte de una estrategia extensa para la reanimación comenzó durante la segunda mitad del despliegue del 31.o CSH. En meses anteriores, la sangre
completa fresca se usó en el 31.o CSH como tratamiento de último recurso o después de fracasar la reanimación con componentes estándar, o cuando se había agotado el suministro
del banco de sangre, en vez de como una parte central de la estrategia de reanimación. Se
está realizando una comparación de su uso y de los resultados clínicos relacionados, antes
y después de su incorporación en un protocolo de transfusión masiva. Además, ahora se
está completando la puntuación exacta de lesiones de las víctimas según los datos del 31.o
CSH, para permitir el análisis significativo de grupos (comunicación personal, Philip Spinella, MD, MAJ[P], US Army Medical Corps, 2006).
Otro problema obvio del uso de sangre completa fresca es la seguridad desde el
punto de vista de las enfermedades infecciosas y en lo referente a los acontecimientos
adversos relacionados con la transfusión. El 31.o CSH usó una prueba inmunocromatográfica rápida (Biokit, España) para VIH 1 y 2, antígeno de superficie de la hepatitis B
(HBsAg) y virus de la hepatitis C (VHC). Esta prueba no está aprobada actualmente por
la FDA. Las sensibilidades y especificidades comunicadas por el fabricante se muestran
en la tabla 1. Los resultados de los donantes evaluados con esa prueba se muestran en la
tabla 2. Las dos unidades contaminadas con VHC no fueron transfundidas [89].
Los resultados demuestran que un programa de sangre completa fresca puede y debe ser
integrado en los planes de banco de sangre de las unidades médicas militares desplegadas
en el frente de operaciones. Ese programa puede proporcionar un riesgo aceptablemente
bajo de transmisión vírica, en tanto que se disponga de pruebas exactas en el punto de asistencia. El empleo de sangre completa fresca está siendo revaluado en contextos civiles. Por
ejemplo, los bancos de sangre del sistema médico israelí guardan ahora varias de las unidades recogidas cada día, disponibles temporalmente como sangre completa para uso en
pacientes con hemorragia grave, coagulopatía o necesidad de transfusión masiva. Las unidades no usadas son separadas y almacenadas en componentes al cabo de 24 horas [90].
Recientemente, se publicaron unas pautas de práctica clínica que gestiona el uso de
esos productos y prácticas controvertidos. Los pacientes con las características siguienTabla 1
Sensibilidades y especificidades comunicadas por el fabricante de la prueba inmunocromatográfica rápida
(Biokit, España) para VIH 1 y 2, HBsAg y virus de la hepatitis C
Prueba
VIH 1, 2
VHC
HBsAg
Especificidad (%)
Sensibilidad (%)
98,2
98,7
> 98
98,5
99,4
No comunicada
HBsAg: antígeno de superficie de la hepatitis B; VHC: virus de la hepatitis C.
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Tabla 2
Resultados de los donantes evaluados mediante la prueba inmunocromatográfica rápida (Biokit, España)
para VIH 1 y 2, HBsAg y virus de la hepatitis C
Prueba
VIH 1, 2
VHC
HBsAg
Resultado positivo de la detección selectiva rápida
0/460
2/406
0/406
HBsAg: antígeno de superficie de la hepatitis B; VHC: virus de la hepatitis C.
tes a la llegada son candidatos para tratamiento temprano (tan pronto como sea posible
después del ingreso) con productos hemostáticos, como factor VIIa recombinante, crioprecipitado y PFC, e iniciación de la recogida de sangre completa fresca: relación normalizada internacional de 1,5 o mayor; déficit de bases (DB) superior a 6; temperatura
inferior a 35,5 ºC; hemoglobina inferior a 11, y presión arterial sistólica (PAS) inferior a
90 a la llegada, en el contexto de un traumatismo de guerra. Esta estrategia está siendo
estudiada actualmente en el campo de operaciones (comunicación personal, John B.
Holcomb, MD, COL, US Army Medical Corps, 2006). Los estudios ex vivo han demostrado que el uso de factor VIIa recombinante funciona en presencia de hipotermia, pero
no en caso de acidosis profunda [91].
Transporte aéreo médico de cuidados críticos
El US Air Force Critical Care Aeromedical Transport (CCAT) proporciona transporte de
largo alcance para los pacientes con lesiones críticas, mientras se mantiene la atención
médica compleja. El programa CCAT fue desarrollado después de la Operación Causa
Justa, cuando los sistemas de evacuación aeromédicos diseñados para transportar
pacientes estables tuvieron que transportar y tratar víctimas recientes. Además, el cambio de la doctrina militar de Estados Unidos desde una infraestructura grande avanzada,
propia de la Guerra Fría, hasta las actuales fuerzas expedicionarias ligeras, requirió el
desarrollo de un método de transporte de todos los pacientes a escalones más altos de
asistencia. El cambio condujo a la inclusión de médicos en los vuelos para proporcionar
y dirigir el tratamiento. Los equipos del CCAT han transportado miles de soldados lesionados desde Irak y Afganistán hasta Alemania y Estados Unidos. El equipo del CCAT
consiste en un médico con conocimientos en cuidados intensivos, una enfermera de asistencia crítica y un terapeuta respiratorio. Cada equipo del CCAT es capaz de tratar seis
pacientes relativamente estabilizados o tres pacientes más inestables. Además de su formación normal, cada miembro del equipo completa un entrenamiento especial en fisiología aeroespacial, utilización del equipo y atención médica en ambientes austeros. Los
equipos también completan un entrenamiento adicional y conservan sus conocimientos
traumatológicos mediante la rotación por un centro de traumatología de Estados Unidos.
El material de los equipos del CCAT ha sido diseñado y probado para uso a varias alturas y presiones de la cabina. La naturaleza portátil de este equipo lo hace ideal para el
traslado de pacientes en distintos medios de transporte, como aviones y helicópteros.
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Los equipos del CCAT deben ser capaces de trabajar en áreas con iluminación escasa y
nivel alto de ruido, y con acceso limitado a los pacientes.
Entrenamiento
La expansión rápida del conocimiento sobre la asistencia a los heridos en combate desde
el comienzo de la Guerra Mundial Contra El Terrorismo ha requerido la actualización
constante de los programas de entrenamiento y los cursos para sanitarios prehospitalarios, médicos, cirujanos y unidades avanzadas.
En la actualidad, los sanitarios prehospitalarios, en particular los paramédicos
de combate de las unidades en el frente, reciben por lo menos un curso de formación de
3 días llamado Combat Medic Advanced Skills Training, y muchos reciben un curso
de 4 o 5 días en Tactical Combat Casualty Care, potenciado con simulaciones en maniquí (SimMAN, Laerdal Corporation) y en modelos de entrenamiento controlado en tejidos vivos. Este entrenamiento se administra lo más cerca posible del momento de despliegue de la unidad, pero por lo menos dentro de los 6 meses previos al próximo
despliegue. El manual Pre-Hospital Trauma Life Support contiene ahora un capítulo
específicamente dedicado a la asistencia prehospitalaria de los heridos de guerra, y proporciona una lista del equipo recomendado para los paramédicos de combate.
En un esfuerzo para conservar las capacidades traumatológicas de los médicos militares
y los equipos quirúrgicos avanzados, que normalmente quizás no tengan contacto con la
traumatología sobre una base diaria, el ejército usa para su entrenamiento los centros traumatológicos de nivel 1 de Estados Unidos. Los equipos rotan 2 o 3 semanas por centros
como el Ryder Trauma Center en Miami y el Los Angeles County Hospital. El entrenamiento comprende sesiones didácticas y de laboratorio, modelos de animales y tejidos,
simuladores y, después, formación en el campo de interés, como UCI, quirófano y recepción de traumatología como parte del equipo de reanimación. La instrucción y los ejercicios
adicionales desarrollan planes para situaciones de catástrofes masivas, escenarios de clasificación, trabajo en colaboración y construcción del equipo. Después de completar el período de entrenamiento inicial, los equipos trabajan como equipos traumatológicos y responden y tratan a todos los pacientes con traumatismos durante un determinado período de
tiempo. Este trabajo práctico permite a los equipos utilizar todas las áreas de entrenamiento, practicar los turnos de sueño/descanso e identificar las áreas que necesitan una enseñanza adicional. Los centros de formación desempeñan un papel fundamental en la preparación
de los equipos y de los miembros de los equipos para evitar resultados deficientes durante
la curva de aprendizaje muy inclinada del tratamiento de los heridos de guerra.
Existe un Emergency War Surgery Course de 3 días, con sesiones didácticas y ejercicios prácticos en cadáveres o modelos de tejidos vivos, diseñado específicamente para
los cirujanos desplegados. Ese curso está siendo evaluado en la actualidad como un método de refresco para los cirujanos del frente (comunicación personal, David Burris, MD,
COL, US Army Medical Corps, 2006). Recientemente, se ha creado otro curso multidisciplinario similar, destinado al entrenamiento de los cirujanos y de otros miembros de los
equipos traumatológicos, que está siendo usado para la preparación en la asistencia de
heridos de guerra por algunos hospitales de soporte desplegados en el frente. La residencia en cirugía general del Madigan Army Medical Center (MAMC) proporciona dos
veces al año enseñanza en el laboratorio de animales vivos, para que los residentes
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adquieran capacidades laparoscópicas avanzadas. Los cirujanos de plantilla del MAMC
reincorporados desde zonas de combate (incluyendo a los autores de este capítulo) han
insistido en la adición de una sesión de tarde a esta práctica de laboratorio, centrada en la
identificación y tratamiento de lesiones intraabdominales menos habituales, movilización
rápida de órganos para varias exposiciones anatómicas y técnicas de control de daños.
Además, el servicio de cirugía vascular del MAMC ha organizado un curso de traumatología de guerra de las extremidades, que utiliza sesiones didácticas, huesos serrados y
miembros de cadáver para entrenamiento en exposiciones vasculares, anastomosis vasculares, inserción de derivaciones, fasciotomías y colocación de fijadores externos.
Resumen
La era del terrorismo mundial y de la guerra asimétrica anunciada por los ataques del
11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos ha continuado con las bombas de Bali y las
explosiones en trenes de Madrid y Londres (y otros actos terroristas menores, demasiado
numerosos para listarlos aquí). Los incidentes de este tipo borran las líneas tradicionales
entre traumatismos civiles y militares. Además, los desastres naturales nacionales e internacionales, como el huracán Katrina y el tsunami de Asia en diciembre de 2004, han
creado un especial interés en la preparación de la comunidad médica para tales eventos.
Las lecciones aprendidas por los médicos en los frentes de guerra, sobre todo la respuesta a las víctimas masivas, las lesiones por explosión y fragmentación y la reanimación de
los heridos en un medio ambiente austero, probablemente repercutirán con más fuerza en
nuestros colegas civiles de la era actual. Tiene importancia crítica que sigamos compartiendo esas valiosas lecciones con nuestros colegas civiles, y que, a la vez, recibamos críticas, guía y comentarios constructivos de los especialistas en traumatología civil.
Bibliografía
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