TEMA 10

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[Suplicio de los navarcas sicilianos]
Los condenados son encerrados en la cárcel, se establece el suplicio contra ellos,
se prohíbe a los desdichados padres de los capitanes visitar a sus hijos, llevarles
alimentos o vestimentas. Estos padres, a quienes veis, yacían en el umbral y las madres,
¡oh desdichadas!, pasaban las noches en las puertas de la cárcel, impedidas de la última
mirada a sus hijos, de recibir con un beso de sus hijos su último aliento. Estaba el
guardián de la prisión, verdugo de Verres, muerte y terror de los aliados y de los
ciudadanos, el lictor Sextio, a quien de cada gemido, dolor, le era proporcionada al
contado una paga fija: “Una entrevista vale tanto; el permiso de entrar alimentos, tanto”.
Nadie se negaba. ¿Qué me darás para que de un solo golpe de hacha dé muerte a tu hijo,
para que no sea torturado más a menudo, para que se le quite la vida sin que sienta
dolor? Incluso por ese motivo se le daba dinero al lictor. ¡Oh grande e intolerable dolor!
¡Oh pesado y cruel destino! Los padres se veían obligados a comprar no la vida de sus
hijos, sino la rapidez de su muerte. Los mismos jóvenes hablaban con Sextio del hacha,
de ese golpe único; y la última súplica de los hijos a sus padre era que pagaran al lictor
para aliviar su suplicio. ¡Qué fecunda imaginación para torturar a los padres, a los
allegados! Pero si al menos la muerte fuese el fin. Pero no lo será. ¿Hay algo más allá
hacia donde la crueldad pueda avanzar? Será encontrado; pues los cuerpos de aquéllos,
cuando hayan sido decapitados, serán arrojados a las bestias salvajes. Y si esto es
doloroso para los padres, pues que compren por un precio el derecho de enterrarlos.
¿Quién hubo en aquel momento en Siracusa que no haya oído esto, que no supiera que
estos convenios habían sido hechos por Timárquides con aquellos condenados aun antes
de la ejecución? ¿No hablaban abiertamente con Timárquides, no participaban todos los
parientes, no fijaban abiertamente el precio de los funerales de los todavía vivos?
Una vez discutidas estas cuestiones monetarias se los saca de la prisión y se los
ata a los postes. ¿Quién hubiera sido, en aquel tiempo, tan duro, quién tan inhumano,
excepto tú y sólo tú, Verres, que no se conmoviera por la juventud, nobleza, desgracia
de aquéllos? Se los mata a hachazos; tú te alegras mientras otros gimen y te sientes
triunfante, gozas de que los testigos de tu avaricia hayan sido suprimidos. Pero te
equivocabas, Verres, y te equivocabas gravemente cuando creías que lavabas las
manchas de tus robos y de tus delitos con la sangre de los aliados inocentes. Algunos
capitanes viven e incluso están presentes, a los cuales, según me parece, la diosa
Fortuna conservó para vengar a aquellos inocentes y dar testimonio de esta causa. He
aquí a Filarco de Haluntio, que, al no huir con Cleomenes, fue reducido y hecho
prisionero por los piratas: feliz cautiverio, que le impidió caer en manos de ese bandido,
pirata de nuestros aliados. Su testimonio saca a la luz las licencias de marinos, hambre
en la tripulación, huída de Cleomenes. He aquí a Filacro de Centuripas, nacido del más
noble linaje en la más noble ciudad: aduce el mismo testimonio. No hay discrepancia
alguna.
¡Por los dioses inmortales! ¿Con qué pensamiento, finalmente, estáis sentados,
jueces, o de qué modo escuchasteis estas cosas? ¿Acaso yo deliro? ¿Es que yo me duelo
más de lo necesario por la calamidad y la desgracia de nuestros aliados? O vosotros,
también, ¿no sufrís como yo por esta tortura tan cruel de inocentes y por esta aflicción
de los padres?
CICERÓN, Verrinas: De suppliciis, 177-123
apud Bayet, Literatura Latina, p. 135 (reelaboración)
[Festas de inauguración do Coliseo]
Que silencie el prodigio de sus
pirámides la bárbara Menfis, que
el esfuerzo asirio no se vanaglorie
de Babilonia, ni sean ensalzados
por el templo de Trivia los
afeminados jonios; que no dé fama
a Delos el altar de múltiples
cuernos, ni los carios eleven hasta
los astros con alabanzas
desmesuradas la tumba de
Mausolo, que pende en el vacío
aire. Todo esfuerzo cede ante el
anfiteatro de César, la fama
hablará solamente de esta obra en
lugar de todas la demás.
MARCIAL, Libro de espectáculos 1
Traducción de Dulce Estefanía
Cátedra
Todo lo que se dice que el Ródope
contempló en el espectáculo que
le ofreció Orfeo, lo exhibió la
arena para ti, César. Se deslizaron
las rocas y corrió un bosque
maravilloso, tal como se cree que
fue el jardín de las hespérides.
Había toda clase de fieras
mezcladas con ganado menor y
numerosas aves volaban
planeando sobre el poeta. Pero él
mismo cayó a tierra despedazado
por un oso desagradecido. Esta
fue la única circunstancia que se
produjo en contradicción con la
leyenda.
MARCIAL, Libro de espectáculos 1
Traducción de Dulce Estefanía
Cátedra
Tito produciu moitos espectáculos destacados. Houbo
unha batalla entre grous e outra tamén entre catro
elefantes; animais, tanto domésticos e salvaxes foron
mortos en número de nove mil, e mulleres (non de clase
distinguida, desde logo) participaron na súa morte. En
canto aos homes, uns loitaron en combates singulares e
outros en grupo tanto en loitas de infantería coma en
batallas navais. Tito, de súpeto, mandou encher o
anfiteatro con auga e presentou cabalos e touros e outros
animais domésticos que foran ensinados a comportarse no
elemento líquido, tal como en terra. Tamén mandou traer
soldados a bordo de buques, que loitaron alí nunha batalla
naval, representando a corcirenses e corintios; outros
fixeron unha representación similar fóra da cidade, no
bosque de Caio e Lucio, un lugar no que Augusto xa
escavara para este mismo propósito. Houbo, tamén, o
primeiro día combate de gladiadores e caza de animais
salvaxes (venationes), tras ser cuberto o estanque cunha
plataforma de madeira. No segundo día, houbo unha
carreira de cabalos, e no terceiro día dunha batalla naval
entre tres mil homes, seguidos por unha batalla de
infantería na que os "atenienses" venceron aos
"siracusanos" (eses eran os nomes dos combatentes). Estes
foron os espectáculos ofrecidos por Tito e que duraron cen
días. Mais o emperador tamén forneceu algunhas cousas
de uso práctico para o pobo: fixo lanzar por riba do
público pequenas bolas de madeira con diversas
inscricións, nunha líanse nomes de prendas de roupa;
noutras, alimentos; noutras, un buque de prata ou de ouro,
e noutras cabalos, animais de carga, gando ou escravos.
Aqueles que as collían segundo caían, presentábanas á
saída e recibían o premio que alí figuraba.
DIÓN CASIO, Historia Romana LXVI, 25
Tradución e adaptación a partir do orixinal grego
[Un campesino en el anfiteatro]
Vi cómo subía hasta el cielo un anfiteatro de vigas trabadas, tan alto que llegaba
a la altura del Capitolio, con inmensas graderías escalonadas en suave pendiente. Me
mezclé entre la muchedumbre con mi sencillo sayal de color castaño, alrededor de las
localidades de las mujeres. Pues todo el amplio espacio a cielo abierto queda reservado
para la masa nívea de los caballeros y de los tribunos. Del mismo modo que nuestro
valle se curva y, bajo los bosques que se agolpan por todas partes, colgantes, se hunde
en un ancho barranco que rodea la línea continua de las montañas, imagínate el coso
plano que envuelven -ovaladamente- las masas simétricas de dos teatros. Y ¿Qué decir
además? Apenas podía ver tantas cosas a un tiempo: tantos eran los resplandores que me
cegaban por todas partes. Estaba allí, en pie, helado, abierto a todo, admirando tantas
cosas sin distinguir las distintas maravillas. Entonces un viejo que se encontraba
precisamente frente a mí, a la izquierda, me dijo. «¿Es extraño, buen hombre, dijo, que
te extasíes ante tantas riquezas, tú, que ignoras el oro, y sólo conoces establos, cabañas
y chozas? Ves mis gestos temblorosos, mi cabeza canosa; he envejecido en Roma, y, sin
embargo, todo ello me asombra. Pero lo que hemos visto hasta hoy no era nada: míseros
espectáculos. ¿Ves la luces rivales de las gemas que brillan en los baltei (galerías de
paso para los espectadores) y el oro que cubre las columnas del pórtico? ¿Ves, bajo la
pared de mármol, que rodea el coso, a lo largo de los últimos graderíos, esa admirable
orilla de marfil pulido, que, en piezas engarzadas, reina en círculo para desconcertar a
las fieras con un vértigo repentino y obligar a sus garras a resbalar? También de oro
aparecen trenzados los bordes brillantes que sostienen, del lado del coso, las defensas de
los elefantes, enteras y totalmente regulares…». Y cada defensa (¿me vas a creer,
Licotas?) era más larga que nuestro arado.
¿Te lo diré todo? ¿Cómo? Vi toda clase de animales, liebres blancas como la
nieve, jabalíes cornudos, manticoros fieros, en su bosque nativo; vi toros cuya testuz se
alza monstruosamente en abolladura, y otros que agitan una espesa melena, que tienen
en la quijada una larga y ruda barba y cuya papada temblorosa se eriza de seda. Y no
nos mostraron sólo esos monstruos de los bosques; vi el espectáculo de los terneros
marinos en batallas contra osos y animales que podríamos llamar “caballos”, pero
deformes, que nacen en ese río, cuyos desbordamientos periódicos fertilizan los cultivos
de sus riberas. ¡Ay! ¡Con qué pánico vi muchas veces, con los ojos fijos en los puntos
del coso que se hundían, salir del torbellino terrestre animales o crecer un bosque de
madroños con la corteza de oro.
CALPURNIO SÍCULO, VII, 23-72
apud Bayet, Literatura Latina, p. 306
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