Negociado de una carestía de Ginés Liébana

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GUÍA DE LA EXPOSICIÓN
Negociado de una carestía de Ginés Liébana
30 de noviembre a 18 de diciembre de 2015
Centro Andaluz de las Letras
© Fundación Ginés Liébana
Ginés Liébana nace en Torredonjimeno (Jaén), en 1921. Su familia se traslada a Córdoba, donde pasa su
infancia y cursa sus estudios. En los años 40 empieza a colaborar con figuras como Pablo García Baena,
Juan Bernier o Ricardo Molina, fundando la revista cordobesa del grupo poético Cántico. Trabaja también
en Madrid como ilustrador para las revistas La estafeta literaria y Fantasía y el semanario El Español. Tras viajar
por Sudamérica y Europa visitando las colecciones y museos más importantes y entrando en contacto con las
principales tendencias artísticas internacionales, en los años 60 decide fijar su residencia en Madrid donde crea
obras realistas muy influidas por la literatura, especialmente por los poetas de su generación.
© Fundación Ginés Liébana. Ginés Liébana y Salvador Dalí.
Su pintura, llena de una carga mágica y simbólica, tiene una elaboración digna de la miniatura y refleja los ritos
sensuales de Andalucía, la tragedia y a la vez la fantasía y el humor. Liébana es el pintor de los ángeles y los
cuadros fantásticos. Pero no podemos desdeñar su vertiente de retratista del “todo Madrid” de los años 80 del
pasado siglo. Entre los retratados figuran personajes de la cultura y el espectáculo como Antonio López o
Nuria Espert. Sus cuadros fantásticos se internan en unos paisajes bañados por lo fantasmagórico y lo
inquietante. Castillos abandonados, laberintos, vestigios de civilizaciones, máscaras y ruinas esbozan un mundo
que se nutre de los miedos y deseos del ser humano.
© Fundación Ginés Liébana.
A su adscripción al surrealismo, Liébana, surrealista de Torredonjimeno, argumenta: “Lo que yo escribo es al
estilo de Tim Burton, que es muy clásico de Andalucía […], el absurdo, el disparate, es un hermetismo que
está lleno de contenido. Estas son las cosas que he oído en el pueblo andaluz.”
© Fundación Ginés Liébana. Loyola de Palacio, Antonio López, Ginés Liébana y su hijo Mateo.
El trabajo poético y pictórico de Ginés Liébana no podría definirse dentro de ninguna corriente estética.
Tampoco es preciso hacer ese análisis. La lira manantiálica, el mueble obrero y el bolso de piel de padre
arrastran al lector y al espectador hacia un festín de metáforas, un mundo de atrevimiento, descaro y respeto
por la tradición, con versos y pinceladas descarados. Reinventándose de nuevo cada día y riéndose de la muerte,
la seriedad, el Arte. Mordaz e irreverente, Liébana nos ofrece en esta exposición “Negociado de una
carestía” su última obra, mezcla de lienzo y collage, de poesía, absurdo y belleza. Ángeles, motocicletas,
caballos. Luz madrileña de Velázquez y Antonio López.
© Fundación Ginés Liébana. Autorretrato
“Soy pintor y tengo la suerte de haberme formado en Córdoba y en la campiña cordobesa. Esto es fundamental
para un pintor porque ahí se mezcla lo popular con lo elitista y lo barroco. Yo recomiendo a muchos artistas que
aprendan en Brasil y Andalucía. Toda la literatura y el arte de América del Sur y América Central viene de lo que
se ha creado en España. Hay tradición. Porque donde no hay tradición no hay nada”.
© Fundación Ginés Liébana.
Liébana se queja de la dictadura del arte abstracto. “Cuando fui a vivir a París en 1950 quería divertirme.
Estaba harto de persecuciones. El arte abstracto era una especie de tiranía: no se podía pintar en caballete,
había que pintar en el suelo con brochas... Al principio yo creía que los pintores abstractos eran blasfemos,
ateos y despeinados. Pero, en realidad, eran comedidos y cursis. Pintar retratos, ser feliz y comer jamón lo
consideraban de derechas”. París es parte de una biografía con otros episodios en lugares mágicos como Río de
Janeiro y Venecia. “Viví 13 años en París con una brasileña clavecinista de un gran talento. Sabía tocar a Bach
como si fuera flamenco. París ablanda. Los artistas cuando viven en París no ganan con la madurez, sino que
pierden. No sé por qué pasa esto. Los franceses son analfabetos de alma. Mira lo que han hecho con Van Gogh,
con Rimbaud, con Gauguin. Los machacaron y cuando se murieron los explotaron. Los dejaron morir de
hambre. Los franceses se traen una gran patraña con eso de la protección del arte”.
© Fundación Ginés Liébana. Ginés Liébana y Pablo García Baena
© Fundación Ginés Liébana.
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