Revista OCT Nº 039 Agosto DCCCXCIV

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REVISTA Nº 038 – JUL. 2012
“ORDEN CATÓLICA DEL TEMPLE”
ANNO TEMPLI DCCCXCIV
+Editorial:
+Contenido:
 PORTADA
 PERSONAJES DE LAS CRUZADAS.
(Reyes de Jerusalén).
 MARAVILLAS DE AMÉRICA DEL SUR.
(Perú – Kuélap)
 EL PROFETA EZEQUIEL
(Y su visión de ruedas giratorias).
 DOCUMENTOS DEL PROCESO CONTRA
LA ORDEN DEL TEMPLE.
 EL RINCÓN DE JOAQUÍN SALLERAS.
 Federico Leiva i Paredes.
Editor y Director.
+Colaboradores:
 Gerardo Glez. Escobedo.
 Joaquín Salleras Clarió
(Historiador de Fraga).
 Albert Coll Vilá.
 Fredy H. Wompner G.
 Juan A. Portales.
+Publicación de artículos:
 Email:
[email protected]
 HAERBOLARIUM.
(El Achiote).
 LOS PAPAS DE LA HISTORIA.
(San Evaristo I).
 LEYENDAS Y TRADICIONES POPULARES.
(La Laguna de Taravilla S. XVI).
 CONTRAPORTADA.
EDITA: OCT (Orden Católica del
Temple)
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+Contactos:
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Sed Nomine
Tuo Da Gloriam
Reyes de Jerusalén – (Hugo I de Chipre – Isabel I de Jerusalén)
Hugo I de Chipre o Hugo de Lusignan (1194/1195 - 10
de enero de 1218), ascendió al trono del Reino de Chipre el
1 de abril de 1205, siendo aún menor de edad, al morir su
anciano padre Amalarico de Lusignan, Rey de Chipre y Rey
Consorte de Jerusalén. Su madre era Eschiva de Ibelín,
heredera de la rama de los Ibelín que habían poseído
Bethsan y Ramla.
Desde su nacimiento, fue prometido con Felipa, hija
de Enrique II de Champaña, Rey de Jerusalén, e Isabel de
Jerusalén, mientras sus dos hermanos se prometieron a dos
hermanos de Alicia. El objetivo de estos compromisos era
conseguir la sucesión en los dos reinos (Chipre y Jerusalén), cuya
situación
era algo confusa desde la expulsión de Guido de Lusignan del Reino de
Jerusalén. Sin embargo, Enrique de Champaña murió poco después de 1197, y fue elegido
rey Amalarico de Lusignan, con lo que los compromisos fueron cancelados.
Amalarico II murió el 1 de abril de 1205, y los dos reinos volvieron a separarse. María
de Montferrato, hija de Conrado de Montferrato e Isabel de Jerusalén, subió al trono de
Jerusalén bajo la regencia de Juan de Ibelín, mientras que Hugo subió al trono de Chipre,
bajo la regencia de Gautier de Montbéliard.
Gautier de Montbéliard fue un fiel regente, aunque severo y codicioso,
enriqueciéndose durante la regencia. Parece que ser que marco mucho el carácter del joven
rey. En 1206/1207 lideró una expedición a Adalia para rescatar a su maestro, Aldobrandini,
amenazado por los Turcos. Para fortalecer las alianzas entre los dos reinos, los dos regentes
(de Jerusalén y Chipre) organizaron la boda de Hugo I en septiembre de 1210, no con su
antigua prometida, sino con la hermana, Alicia de Champaña y Jerusalén. Felipa, que aún no
estaba casada, contrajo matrimonio en 1213 con un señor de la Champaña, Erardo de
Brienne, Señor de Ramerupt y Venizy.
En 1210, a pesar de su codicia, Gautier de Montbéliard deja la regencia. El rey, lleno
de vergüenza, confisca sus bienes y lo exilia. Gautier se marcha a San Juan de Acre, donde
es recibido cordialmente, provocando una situación de tensión entre los dos reinos.
Hugo se convierte en un rey tiránico, a menudo enojado y violento, pero, según la
continuación de la crónica de Guillermo de Tiro, la cólera no le dura demasiado tiempo. Un
conflicto sobre el nombramiento de obispos le opone al Papa Inocencio III, aunque al final
cede y permite la libre elección en los capítulos. Sus sucesores intervendrán de nuevo sobre
este punto. Para garantizar la defensa militar de la isla, Hugo promueve la implantación
tanto de la Orden del Temple, como de la Orden del Hospital de San Juan.
En 1213, se enfrenta al Patriarca Latino de Constantinopla por la cuestión de la plena
independencia de la Iglesia de Chipre, bajo autoridad real. Tras el IV Concilio de Letrán, la
Iglesia de Chipre mantiene su independencia.
A principios de 1218, su media hermana Melisenda de Lusignan se casa con el Príncipe
Bohemundo IV de Antioquía. Poco después del convite, Hugo cae enfermo y muere el 10 de
enero de 1218 en Trípoli.
Hugo se casó en Nicosia en septiembre de 1210 con su hermanastra Alicia de
Champaña y Jerusalén (1196 o 1195/1196 - 1246), hija de la reina Isabel de Jerusalén,
última esposa del padre de Hugo, y de Enrique II de Champaña, un marido anterior a
Amalarico. La pareja tuvo tres hijos:
Maria de Lusignan (antes de marzo de 1215 - 1252 o 1254), casada en 1233 Gautier IV
de Brienne (1200 - asesinado en El Cairo en 1244), Conde de Brienne y de Jaffa. Fue la
madre de Hugo de Brienne (1240 - 1296), Conde de Lecce y Brienne y pretendiente a los
reinos en el Levante cuando la línea sucesoria de su tío Enrique comenzó a extinguirse.
Esta demanda se transmitió hasta su nieto Gautier V de Brienne y sus descendientes.
Son los herederos del rey Amalarico I de Chipre y del mismo Hugo I.
Isabel de Lusignan (1216 - 1264), casada en 1233 con Enrique de Antioquía. Fue la
madre de Hugo III de Chipre y ancestro de la denominada como segunda línea sucesoria de la
Dinastía Lusignan.
Enrique de Lusignan (1217 - 1253), con el mismo nombre que su abuelo materno, se
convirtió en 1218 en Rey de Chipre a la muerte de su padre, con su madre en calidad de
regente.
Murió en Trípoli y fue enterrado en la Iglesia de los Hospitalarios de Trípoli.
Posteriormente fue trasladado a la Iglesia de los Hospitalarios en Nicosia.
Isabel de Jerusalén (h. 1171–1205) fue Reina de Jerusalén
1192–1205. Era hija de Amalarico I de Jerusalén y de su segunda
mujer María Comneno, una nieta del Emperador bizantino Manuel I
Comneno, que había recibido la ciudad y el territorio de Nablus de su
esposo, el Rey. Isabel creció en la corte de su madre y de su padrastro
Balián de Ibelín, en Nablus.
Con 12 años se acordó su matrimonio con Hunfredo IV de Torón, que tenía 17, en
1183. En su noche de bodas, el castillo de Kerak fue atacado por las fuerzas de Saladino.
Como el matrimonio anterior de Amalarico I, el padre de Isabel, con Inés de Courtenay
había sido anulado (aunque sus hijos fueron legitimados), Isabel fue siempre considerada en
su niñez como una potencial heredera del trono. Su medio hermano Balduino IV fue
reconocido unánimemente como Rey, pues era el único varón. Pero en previsión del futuro
posterior a Balduino IV, la madre de Isabel y el partido de los nobles se ocuparon de hacer
presentes los derechos de Isabel, sobre todo por la ilegitimidad de Sibila, la otra medio
hermana de Isabel.
Tras ser decepcionado por el segundo marido de Sibila, Guido de Lusignan, Balduino IV
decidió eliminar a Sibila de la sucesión. En su testamento, un compromiso alcanzado en
1183 ratificado por la Haute Cour, se establecía que le sucedería su sobrino Balduino V, el
hijo menor de Sibila (de su primer matrimonio), y en caso de muerte de Balduino V, la
cuestión sucesoria la dirimirían los reyes de Inglaterra, Francia y el Emperador.
La decisión se retrasaría diez años, durante los cuales reinaría un regente. Según este
acuerdo, Sibila e Isabel tenían los mismos derechos sucesorios.
Balduino IV murió a principios de 1185, dejando al hijo de Sibila como Rey y a
Raimundo III de Trípoli como regente. Pero Balduino V falleció al año siguiente. Los
partidarios de Isabel pusieron en duda los derechos de Sibila a causa de la nulidad del
matrimonio de sus padres. Si Sibila no hubiese estado casada con Guido, habría sucedido con
menos oposición; pero ahora resultaba más fácil recuperar los argumentos para la sucesión
de Isabel, que contaba 16 años de edad.
El testamento de Balduino IV fue ignorado y se coronó a Sibila en 1186. Pero en 1190
murieron Sibila y sus dos hijas, en pleno caos de la invasión del reino por Saladino y la
conquista de todo el territorio excepto de la fortaleza de Tiro. En dichas circunstancias,
Guido siguió titulándose Rey, a pesar del apoyo que tenía Isabel.
En otoño de 1190, Isabel fue obligada a divorciarse de Hunifrido, contra su voluntad, y
a casarse con Conrado de Montferrato, 25 años mayor que ella. Conrado ansiaba el trono,
oficialmente vacante en ese momento, y sus aliados (entre los que se encontraban la madre
de Isabel y su padrastro) argumentaron que el matrimonio de Isabel no era válido porque era
menor y había sido obligada por Balduino IV. Además, Hunifrido, al que Isabel amaba pues
prácticamente habían crecido juntos, no se consideraba preparado para el trono en tiempos
tan turbulentos. Por todo ello, Isabel aceptó la nulidad.
Conrado, por matrimonio, se convirtió en Rey de Jerusalén, y fue confirmado en 1192
tras dos años de interregno en el que Guido de Lusignan siguió actuando como Rey. Conrado
murió pronto en circunstancias misteriosas, a manos de los Hashshashin, dejando a Isabel
embarazada. Isabel se casaría entonces con Enrique II de Champaña (sobrino de los reyes de
Francia y de Inglaterra).
Enrique murió en 1197. Había tenido dos hijas: Alicia de Chipre (nacida en 1196) y
Filipa de Champaña (nacida en 1197). Mientras estaba casada con Enrique, se decidió que su
matrimonio con Hunifrido de hecho no era inválido, pero como éste había muerto, Isabel se
volvió a casar, por cuarta vez, con Amalarico II de Jerusalén (también conocido como
Amalarico I de Chipre), hermano de Guido de Lusignan. Con él tuvo dos hijas: Sibila de
Lusignan (nacida en 1198) y Melisenda de Lusignan (nacida en 1200), y un hijo, Amalarico
(1201-1205). Amalarico II murió en 1205, poco antes que Isabel y que Amalarico niño.
A la muerte de Isabel en 1205, fue sucedida por su hija mayor María de Montferrato.
Por F.L.P.
Perú – Kuélap
Kuélap, o Cuélap, es un importante sitio arqueológico del Perú construido por la
cultura Chachapoyas. Forma un conjunto arquitectónico de piedra de grandes dimensiones,
ubicado en lo alto de una montaña a 3.000 msnm. Se encuentra en la margen izquierda del
río Utcubamba, en la provincia de Luya. Se estima que su construcción se realizó hacia el
año 1000, coincidiendo con el período de florecimiento de la cultura Chachapoyas.
En lengua nativa, Kuélap significa "lugar frío", y es que, a pesar de encontrarse en la
selva peruana, tiene un clima templado, seco durante el día y con temperaturas muy bajas
durante la noche.
Aunque algunos autores consideran que Kuélap fue una fortaleza militar, los estudios
del arqueólogo Federico Kauffmann Doig lo consideran un centro de administración de la
producción de alimentos y del culto destinado a favorecerla. También se cree que
simplemente fue una ciudad fortificada.
Descubrimiento. Este monumental exponente de la arquitectura de los chachapoyas
permaneció virtualmente ignorado hasta 1843. La razón estriba en lo poco accesible de la
zona boscosa y lluviosa en la que se encuentra. En el año referido, al realizar una diligencia
en la zona, Juan Crisóstomo Nieto, juez de Chachapoyas, pudo admirar su grandeza guiado
por lugareños que ya conocían el sitio arqueológico. Con posterioridad, Kuélap mereció la
atención de algunos estudiosos y curiosos en materia de antigüedades. Entre ellos descuella
el francés Louis Langlois, que lo analizó en la década de los años 1930, y Adolf Bandelier,
que lo describió con anterioridad.
La zona es boscosa y lluviosa. Por un sendero empinado que parte del poblado de El
Tingo, cercano al la ribera del Utcubamba, a 3.000 msnm de altura, se accede al sitio tras
andar unos 8 kilómetros y ascender unos 1.000 metros. También es posible el acceso por
una vía carrozable que serpentea por la margen izquierda del río Tingo y que, luego de
cruzarlo, permite alcanzar en unas 4 horas de viaje la planicie de Marcapampa, en las
proximidades del monumento.
Kuélap se caracteriza por su condición monumental, con una gran plataforma,
orientada de sur a norte, asentada sobre la cresta de roca calcárea en la cima de la
montaña. La plataforma se extiende a lo largo de casi 600 metros y se sostiene por una
muralla de 19 metros de altura.
Frisos en piedra.
Sobre la plataforma, se levantan, hacia uno de los lados,
un segundo y tercer Waru waru y más de 400 recintos, en su
mayoría de planta circular, de los que tan solo quedan las bases
en la mayor parte de ellos. En algunos casos, los recintos
presentan paredes ornamentadas con frisos de contenido
simbólico que, por lo general, parecen evocar ojos y aves que
toman la forma de una "V" en cadena. Dichos recintos no fueron, al parecer, viviendas, sino
depósitos de comestibles para que la población no sufriera por la falta de alimentos en años
aciagos, cuando la región era azotada por fenómenos naturales, como las catástrofes que
desata el fenómeno del Niño. Los campesinos, por otro lado, debieron morar en los campos
adyacentes al monumento y, siendo sus viviendas frágiles, estas no han resistido los embates
del tiempo.
Entre las muchas construcciones existentes en Kuélap, tres son las estructuras que más
destacan: El Tintero, La Atalaya y El Castillo.
El Tintero.
El Tintero está situado en el extremo sur del
gran andén y se caracteriza por ser un torreón
circular en forma de cono invertido, verdadero
desafío a las leyes de la gravedad. La Atalaya,
conformada también por un torreón, se ubica en el
extremo norte de Cuélap. El Castillo, por su parte,
es una construcción presente en el sector más
conspicuo de Kuélap y destaca sobre el andén superior. Probablemente, el conjunto de El
Castillo fue morada del jerarca y de los altos dignatarios del lugar.
El acceso a la primera plataforma era posible solo ingresando por dos portadas, ambas
ubicadas en la fachada este o principal; una tercera portada, ubicada en el costado de un
despeñadero que da al oeste, más que entrada debió de ser "salida" al precipicio; ello lleva a
suponer que podría haber sido el acceso a un lugar de sacrificios.
Una de las tres entradas estrechas a la
fortaleza.
La portada mejor conservada, y probablemente
la principal, se ubica en el lado sur del frontispicio
que da al este. Alcanza, en su base, tres metros de
ancho y sus jambas se angostan al elevarse por unos
10 metros. Para permitir el acceso a la plataforma ya
citada, esta portada necesariamente cala en el andén,
cortándolo cual si se hubiera retirado un "pedazo de
torta"; acaso simbolice una inmensa vulva.
Al internarse el visitante, esa entrada lo conduce a un pasaje con forma de rampa que
asciende flanqueada por altas paredes, lo que le confiere el aspecto de un "callejón". Este se
va estrechando a lo largo de un recorrido de 20 metros, hasta permitir, en su tramo final, el
paso de una sola persona, por una especie de angosto túnel. Aunque en el sector de la
entrada las jambas terminan casi tocándose en su extremo superior, las paredes que
flanquean el pasaje convierten a este en una especie de "Callejón" sin techo en el que las
paredes se inclinan hacia el interior a medida que van elevándose.
Es evidente que Kuélap es un monumento anterior al
Imperio inca. Considerando su carácter monumental, es
indudable que debió desempeñar un papel protagónico en el
pasado de la cultura chachapoyas. En efecto, la arquitectura de
Kuélap es, en términos generales, la misma que se halla dispersa
en el área cultural de los chachapoyas. Lo que no se ha podido
precisar hasta ahora es en qué momento del largo proceso de
desarrollo de la cultura chachapoyas, cuyos inicios podrían
remontarse al siglo VIII, fue levantado el monumento de Kuélap.
Asimismo, se desconoce el tiempo que perduró su florecimiento
y cuándo y por qué fue abandonado.
Hay otros aspectos que no han podido ser dilucidados,
como el transporte de los bloques de piedra hasta lo alto de la
montaña y la habilidad de los arquitectos involucrados en la
construcción, que supieron dotarla de un sofisticado sistema de
drenaje del agua de las lluvias. En la actualidad, por estar
obstruidos sus ductos, el monumento se ha ido "hinchando". Al
dilatarse la gran plataforma, las piedras de las murallas que la
revisten van desprendiéndose. Tampoco ha quedado aclarado
cómo se llevaba a cabo el suministro de agua para sus moradores; tal vez algunos de los
recintos carentes de acceso hayan servido como reservorios. Los demás recintos, en su gran
mayoría, debieron ser almacenes de alimentos a la manera de los tambos incaicos, en los
que se solía edificar un conglomerado de graneros.
En cuanto a la función que cupo a Kuélap, también se carece de una respuesta del
todo satisfactoria. Popularmente, el monumento es calificado de "fortaleza", por su
ubicación y por la solidez y altura de sus muros. Adolf Bandelier, y especialmente Louis
Langlois, trataron de demostrar que Kuélap, más que fortaleza, habría podido ser un lugar
fortificado destinado a servir de refugio a la población en casos de emergencia. Le
atribuyeron, probablemente por analogía, el mismo papel que desempeñaron los burgos en
la Europa medieval.
Los altos muros que enchapan la plataforma y la estrechez del acceso a la ciudadela
en su tramo final sugieren, en efecto, que el monumento de Kuélap pudo construirse con
miras a servir como reducto defensivo, o que por lo menos debió ser un sitio protegido de
los intrusos. Pero esta posibilidad no necesariamente anula otras interpretaciones, acaso de
mayor trascendencia.
Así, tomando en cuenta la función desempeñada por la arquitectura monumental en el
pasado arqueológico peruano en general, la cual estuvo relacionada con las necesidades
socioeconómicas motivadas por el medio, puede concluirse que Kuélap pudo básicamente
ser un santuario precolombino en el que residía una poderosa aristocracia cuya misión
primaria era administrar la producción de los alimentos, recurriendo para ello al mando y a
prácticas mágicas, a fin de contar con la colaboración de los poderes sobrenaturales que
gobernaban los fenómenos atmosféricos, que, de no ser bien honrados, podían hacer llover
en exceso o azotar a los hombres con sequías que pudieran hacer peligrar su existencia.
Por J.A.R.
INTRODUCCIÓN
La historia del hombre seguida a través del relato
bíblico cuenta con una serie de episodios muy singulares y
extraordinarios que probablemente hoy en día tengan una
interpretación distinta a la que tuvieron cuando ocurrieron
hace miles de años. El conocimiento de los fenómenos
astronómicos, climáticos, atmosféricos, magnéticos y
luminosos le han dado una explicación más científica a
muchos episodios bíblicos de la antigüedad, asociando a
eclipses, terremotos, erupciones volcánicas, etc., lo que
antes era asociado al poder sobrenatural de Dios. Sin
embargo un episodio que resulta especialmente interesante y
de difícil interpretación es el caso de la historia de Ezequiel y
su visión de ruedas giratorias. Muchos son los intentos de
asociar la experiencia de Ezequiel a distintas explicaciones
que van desde la presencia de ángeles, viajeros del tiempo,
extraterrestres, cuerpos de luz y otras tantas mas, no obstante lo anterior aun se está lejos
de llegar a un consenso respecto a este tema. Este artículo tratara de analizar este episodio
de manera objetiva, exponiendo los distintos puntos de vista con respecto al tema y sin el
afán de influir en el lector.
Ezequiel fue un sacerdote y profeta hebreo exiliado a
Babilonia que ejerció su ministerio desde el 595 - 570 A.C. durante
el cautiverio de Israel en Babilonia y a diferencia de otros profetas,
tuvo importantes revelaciones en forma de visiones simbólicas de
parte de Yahvé.
Ezequiel se caracteriza por las descripciones detalladas de las visiones que le fueron
mostradas. Su primera visión acerca de un vehículo celestial en Ezequiel 1:4-28 han sido
interpretadas de muy diferentes formas.
Sus profecías avisaron de la destrucción inminente de Jerusalén. También fue uno de
los oráculos sobre la condenación de las naciones extranjeras y de la restauración de Israel.
Su nombre Ezequiel (hebreo: Yejez·qé'l) significa “Dios Fortalece”.
Ezequiel, vivió en el mismo tiempo del profeta Jeremías, Daniel y Esdras, estaba
casado (Ez:24:18), era hijo de Buzí, de linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia
junto con el rey Jeconías (Joaquim) de Judá (597 a. C.) e internado en tierra caldea, en el
actual Tel-Aviv a orillas del río Cobar o Queb-ar. Cinco años después, a los treinta de su
edad (cf. 1, 1), Dios lo llamó a cumplir su misión de profeta, que ejerció entre los
desterrados durante 22 años, es decir, hasta el año 570 a. C.
A pesar de las calamidades del destierro, los cautivos no dejaban de abrigar falsas
esperanzas, creyendo que el cautiverio terminaría pronto y que Dios no permitiría la
destrucción de su Templo y de la Ciudad Santa (véase Jer. 7, 4 y nota), eventos que ya
habían sucedido. Había, además, falsos profetas que engañaban al pueblo prometiéndole en
un futuro cercano el retorno al país de sus padres.
Tanto mayor fue el desengaño de los infelices cuando llegó la noticia de la caída de
Jerusalén y la destrucción del Templo. No pocos perdieron la fe y se entregaron a la
desesperación.
La labor del Profeta Ezequiel consistió principalmente en ejercer la amonestación y el
arrepentimiento, combatir la idolatría, la corrupción por las malas costumbres, y las ideas
erróneas acerca del pronto regreso a Jerusalén. Para consolarlos pinta el Profeta, con los
más vivos y bellos colores, las esperanzas de la salud mesiánica.
LA VISIÓN DEL CARRO DIVINO (EZEQUIEL 1:128)
El año treinta, el día quinto del cuarto
mes, mientras se encontraba Ezequiel, a
orillas del río Quebar, se abrió el cielo y tuvo
visiones divinas. Según relata:
“Yo miré, y vi un viento huracanado
que venía del norte, y una gran nube con un
fuego fulgurante y un resplandor en torno de
ella; y de adentro, de en medio del fuego,
salía una claridad como de electro. En medio
del fuego, vi la figura de cuatro seres vivientes, que por su aspecto parecían hombres. Cada
uno tenía cuatro rostros y cuatro alas. Sus piernas eran rectas; sus pies, como pezuñas de
ternero, y resplandecían con el fulgor del bronce bruñido. Por debajo de sus alas, aparecían
unas manos de hombre, sobre los cuatro costados; los cuatro seres tenían rostros y alas.
Sus alas se tocaban una a la otra, y ellos no se volvían cuando avanzaban: cada uno
iba derecho hacia adelante. En cuanto a la forma de sus rostros, los cuatro tenían un rostro
de hombre, un rostro de león a la derecha, un rostro de toro a la izquierda, y un rostro de
águila.
Sus alas estaban extendidas hacia lo
alto: cada uno tenía dos alas que se tocaban
entre sí y otras dos que les cubrían el
cuerpo. Ellos avanzaban de frente: iban
adonde los impulsaba el espíritu, y no se
volvían al avanzar. Entre los seres vivientes
había
un
fuego
como
de
brasas
incandescentes, como de antorchas, que se
agitaba en medio de ellos; el fuego
resplandecía, y de él salían rayos.
Los seres vivientes iban y venían, y
parecían relámpagos. Yo miré a los seres vivientes, y vi que en el suelo, al lado de cada uno
de ellos, había una rueda. El aspecto de las ruedas era brillante como el topacio y las cuatro
tenían la misma forma. En cuanto a su estructura, era como si una rueda estuviera metida
dentro de otra.
Cuando avanzaban, podían ir en las cuatro
direcciones, y no se volvían al avanzar.
Las cuatro ruedas tenían llantas, y yo vi que las
llantas estaban llenas de ojos, en todo su
alrededor. Cuando los seres vivientes avanzaban,
también avanzaban las ruedas al lado de ellos, y
cuando los seres vivientes se elevaban por encima
del suelo, también se elevaban las ruedas.
Ellos iban adonde los impulsaba el espíritu, y
las ruedas se elevaban al mismo tiempo, porque el
espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
Cuando ellos avanzaban, avanzaban las
ruedas, y cuando ellos se detenían, se detenían las
ruedas; y cuando ellos se elevaban por encima del suelo, las ruedas se elevaban al mismo
tiempo, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
Sobre las cabezas de los seres vivientes, había una especie de plataforma reluciente
como el cristal, que infundía temor y se extendía por encima de sus cabezas. Ellos estaban
debajo de la plataforma con las alas erguidas, tocándose una a la otra, mientras las otras dos
les cubrían el cuerpo. Yo oí el ruido de sus alas cuando ellos avanzaban: era como el ruido
de aguas torrenciales, como la voz del Todopoderoso, como el estruendo de una multitud o
de un ejército acampado. Al detenerse, replegaban sus alas.
Y se produjo un estruendo sobre la plataforma que estaba sobre sus cabezas.
Encima de la plataforma que estaba sobre sus cabezas, había algo así como una piedra de
zafiro, con figura de trono; y encima de esa especie de trono, en lo más alto, una figura con
aspecto de hombre. Entonces vi un fulgor como de electro, algo así como un fuego que lo
rodeaba desde lo que parecía ser su cintura para abajo; vi algo así como un fuego y una
claridad alrededor de él: como el aspecto del arco que aparece en las nubes los días de
lluvia, así era la claridad que lo rodeaba. Este era el aspecto, la semejanza de la gloria del
Señor. Al verla, caí con el rostro en tierra y oí una voz que hablaba”.
(Continúa en el próximo número)
Por Fredy H. Wompner G.
Carta del Comendador Fr. Raimundo Zaguardia
Al Rey Jaime II de Aragón
Si este encantamiento que se ha hecho por el Señor Rey de Francia contra los freyles
del Temple queréis vos seguir debierais atender que nosotros no somos de la misma
condición que aquellos, porque nosotros somos vuestros naturales, y aquellos son de
diversas naciones, lenguas y tierras, que conquistaron dicho rey y sus predecesores con
fervor y ayuda de la iglesia y lo que ellos tienen en su país no pueden decir que lo hayan
adquirido por conquista sobre los enemigos de la fe, sino por mandas y donaciones que se
han hecho a los freyles del Temple, y compras y mejoras que ellos han hecho. Cuando
nuestros freyles junto con vuestros predecesores, derramando su sangre y muriendo en
combate contra los enemigos de la fe, y tomando de las otras tierras y provincias lo que de
estas podían tomar, han ayudado a conquistar y a sostener y defender el país contra los
enemigos de la fe, como de ello, Señor, hacen testimonio vuestros predecesores con sus
privilegios y franquezas que nosotros hemos alcanzado, de lo que proviene que en las
mismas libertades digan que dan tales gracias para la salvación de sus almas, y en remisión
de sus pecados, a nosotros que somos batalladores, defensores y muro contra los enemigos
de la fe de Jesucristo.
Aún más, Señor, toda la gente de vuestros reinos o la mayor parte sabe bien, que
cuando los sarracenos vienen en contra de vuestro reino, los freyles del Temple son los
primeros que acuden en defensa de vuestro reino y de la fe de Nuestro Señor, y no hace
mucho tiempo que el último Maestre que murió, entró en tierras del rey de Granada, con
pocos freyles y pocas compañías, y vencieron al rey de Granada, y combatieron castillos y
talaron el país y se albergaron donde quisieron, lo que fue en gran honor vuestro y de
vuestras gentes; y aún más, Señor, Fr. Pedro de Moncada, que era Maestre de Aragón, fue
preso en el valle de Albaida y todos los freyles que con el iban fueron muertos o presos en
servicio de Dios y en defensa de la fe y de vuestro reino; y aún más, Señor, los freyles de
esta parte del mar, (en contraposición a Ultramar), sean del Temple, del Hospital o de
cualquier otra religión que hayamos oído nombrar, no hacen tan grandes limosnas como los
freyles de vuestra tierra, pues en tiempos de Fr. Bernardo de Montolín, Comendador de
Huesca, en Monzón, llegaba el número de los socorridos a cinco o seis mil personas, y en las
demás casas donde hay freyles nuestros se hace la limosna que se puede, y en Miravet, ya
que no pueden acudir allí tantos cristianos se da limosna lo mismo a cristianos que a
sarracenos, en satisfacción de Dios, y como buen ejemplo de dichas gentes; y Nos en el Mas
Deu, le damos todos los días a tantas gentes como quiere allí venir… Y aún más, Señor,
tened presente la lealtad y la constancia con que han servido los freyles del Temple a
vuestros predecesores, por lo que, aún cuando todos los hombres del mundo nos faltasen,
Vos no deberíais sostener, pues cuando el rey de Francia vino a esta tierra a conquistarla,
Fr. Berenguer de Sant Just que era Maestre, y los demás freyles del Temple de la Bailia de
Aragón no se separaron del Rey Pedro, cuando la gente de Barcelona y la del país huían y se
tenían por perdidos, mientras que dichos freyles guardaban abastecidos y dispuestos sus
castillos y sus fuerzas, con voluntad de morir por el señor rey o de salvarle el reino
defendiendo el país, cumpliendo así un deber de naturaleza; por todo lo que, Señor,
parecería ser lo más justo que Vos debieseis librar a nuestro Maestre y a los demás freyles
que están presos… Por todo esto clamamos de Vos merced, para que vuestra bondad,
nobleza, sabiduría y devoción nos deba ayudar y valer, haciendo que se oiga nuestra verdad
antes de proceder contra nosotros pues así Nos, como todos los demás freyles de vuestro
Señorío, dispuestos estamos a toda prueba y averiguaciones que nos pueda hacer, ya sea en
poder de prelados, como de ricos hombres y demás gente de vuestra tierra con tal de que
sean dignos de fe…
Miravet 8 de diciembre de 1308
<<< SIGILUM DE FR. RAIMUNDO DE ZAGUARDIA
Por J.A. Portales
TRES FASES REPOBLADORAS
EN EL BAJO CINCA
CON INTERVENCIÓN DE LA ORDEN DEL
TEMPLE
A) PRIMERA REPOBLACIÓN (1150 Y 1153)
La conquista de Fraga, Lleida y Mequinensa, en 1149,
trajo una importante movilidad humana y comercial siempre
con la presencia de la cruz. La necesidad de mejorar las
condiciones de vida de la población que iba a llegar a la zona
exigió el auge del comercio, movilidad de capitales,
desplazamientos humanos, y roturaciones de nuevas tierras. A
veces, por desmonte o desecación. Algunas de las agrupaciones humanas que se formaban
quedaron justificadas, además, por hallarse en los nudos de las mejores comunicaciones,
como eran las del Alcanadre-Cinca, o las del Segre-Ebro. En sentido amplio, tierras que
habían sido musulmanas como Huesca, Monzón, Barbastro, Fraga, Lleida y Mequinensa se
convertirían bien pronto en centros impulsores de repoblación y de comercio. Años más
tarde también hacia Castellón, Valencia, Murcia…
En concreto, las tierras del Segre y del Cinca tenían una organización
fundamentalmente rural, constituida en Almunias o alquerías abundantes a escasa distancia
unas de las otras. Especialmente en ambas márgenes de sus ríos, separadas por escasos diez
quilómetros. Los señores que llegaron al Cinca se encontraron con unas unidades de
explotación y de comercio ya organizadas desde la época musulmana, que era necesario
mantener y mejorar. Por eso, cada unidad territorial o cada almunia fue concedida a un
señor distinto. A lo largo del Cinca, -desde Monzón a Mequinenza-, fueron ofrecidas tierras,
molinos, acequias, granjas… de manera específica a los Templarios; mientras que el norte y
oeste de Monzón fue otorgado especialmente a la Orden del Hospital de Jerusalén 1.
Los conquistadores que acompañaron al conde-príncipe Ramón Berenguer IV
recibieron todos su recompensa o botín, (casas, molinos, calles, derechos censales); en
cambio, los colones o repobladores, se ofrecían a sí mismos a dichos conquistadores a
cambio de un pequeño censo por su establecimiento, a quienes se les concedían
explotaciones agrícolas, negocios o industrias (boteros, molineros, campesinos, herreros…)
Además, todo ello como respuesta al acuerdo entre el citado conde con los Templarios
de Monzón o de Chalamera, que tuvieron el derecho a disfrutar de los diezmos de todos los
censos y réditos de sus repobladores. Incluso el citado conde Ramón Berenguer IV les había
cedido -como una ayuda más- 1.000 sueldos jaqueses (s.j.) sobre Huesca y otros 1.000 s.j.
sobre Zaragoza, así como el derecho del veinteno de las cabalgatas que realizaran en ayuda
del conde y sus sucesores, en las nuevas campañas a emprender 2. Los moros o sarracenos
de Fraga fueron desplazados hacia la zona del barranco del Banco, donde crearon un barrio
de dicho nombre, y edificaron un mezquita.
Se les dio hasta tres años para su completa instalación.
El barrio, controlado en las cercanías del castillo, albergó algo
más de un centenar de familias a quienes se ofrecieron
parcelas de tierra para su subsistencia, satisfaciendo todas
ellas el noveno de las mismas al conde de Barcelona y sus
herederos.
El
caserío
abandonado
sería
ocupado
paulatinamente por nobles cristianos, obispos, abades,
conventos, monasterios, y órdenes militares.
Acabada la conquista de las montañas de Prades en
1153, los Templarios recibieron todos los castillos comprendidos desde Mequinenza, a
Miravet 3. La repoblación de estas tierras del Ebro, en la actual provincia de Tarragona, se
hizo con la participación de repobladores de Fraga, como nos demuestra la abundante
presencia de ese topónimo. También es probable que repobladores del Campo de Tarragona
hubieran repoblado Fraga para regresar a ocupar las nuevas tierras ocupadas desde 1153.
Ese mismo año se celebró una concordia entre el obispo de Huesca, Dodón, -junto a
los cabildos de Huesca y Jaca-, a favor de los cónyuges el noble Maza y su esposa María,
sobre unas heredades que habían pertenecido a Galín Pérez. Esta concordia demuestra el
proceso repoblador aludido, pues se basaba en la entrega de un alodio o alou en Fraga que
había sido otorgado al citado obispo 4.
La participación del conde de Urgel en la conquista del Cinca y del Segre quedaba
clara en la fecha de la muerte del conde Armengol, ocurrida en 1154. Este conde dejaba a
su esposa, Arsenda de Ager, y a su hijo y heredero, también llamado Armengol, las rentas
correspondientes a Lleida, Fraga, Tortosa y demás. La fecha de este fallecimiento del noble
Urgel coincide con el reajuste efectuado entre el obispo de Lleida, Guillermo Pérez de
Ravidats, y los Templarios de Monzón, sobre el reparto de la décima 5 en los lugares de
Remolins, Gardeny y Monzón, incluyendo en ellos los de Chalamera (Xalamera) y Ballobar
(Vallobar).
A nuestro parecer, los repobladores llegados al Cinca y Segre no sólo procedieron de
la Ribagorza o del condado de Urgel, sino también de la Cataluña marítima. Ese creemos que
fue el primer sustrato humano y la base del habla de sus primeros habitantes, a quienes les
tocó convivir con una comunidad de habla musulmana que salía de su barrio para compartir
el mercado y la vida rural.
B) SEGUNDA REPOBLACIÓN (1156-1170)
El elevado número de propiedades, rentas y convenios asignados fue tal que, en 1156,
el pontífice Adriano VI confirmaba y legalizaba por bula papal las concesiones del conde de
Barcelona 6. Ese mismo año, las donaciones Templarías de Gardeny se extendieron hacia
Fraga: “Al comendador de Gardeny, Aimeric, y a sus frailes, le son entregadas tierras que
confrontan con el camino que va hacia Fraga.”7 Había empezado una repoblación que había
de prolongarse por más de diez años continuos. Se ha conservado un documento en el que
se cita a Arnau de Torroja como Maestre, Aimeric como comendador de Gardeny, y a
Bernardo de Cornellá como fraile en la citada encomienda. Está consignado ante la
presencia de caballeros: como R. de Aguilar, G. de Castelló, y G de Santafe.
En esta segunda fase repobladora es cuando la Orden del Hospital recibió los lugares
de Sena, Sijena y los castillos de Cervera y Cullera. Concretamente en 1157 8. Coincide con
la concesión a la Orden de Montgay o Montegaudio para que se ocupara de la guarda del
castillo de Fraga. Sin embargo, la pervivencia de esta Orden en la villa fue efímera, porque
sus honores fueron absorbidos por los Templarios también establecidos en la misma 9.
La amplia presencia de frailes Caballeros
de la Orden del Temple tanto en Aragón como
en Cataluña pudo ser determinante para que en
1159 se nominara a un Maestre propio para la
Corona de Aragón. Eso explicaría porque el
Maestre
Hugo
de
Barcelona
actuara
independientemente de la Provenza. La
organización de funcionarios en Fraga ya estaba
consolidándose. En ese sentido, en las Cortes
celebradas en Huesca en 1162, presididas por la
reina doña Petronila, fue reconocido como
nuevo y futuro rey de todos los territorios de la
Corona a su hijo Alfonso. Acto en el que se
hallaban presentes, entre otras muchas personas, el conde Arnal Mir, señor de Fraga,
Guillermo Ramón de Montcada y Asberto de Castellvell, estos dos últimos en calidad de
testigos y albaceas testamentarios 10. El epitafio dedicado al fallecido conde de Barcelona, le nombra curiosamente rey de los Aragoneses-, señala que en su reinado fueron
cristianizadas hasta 300 iglesias 11. Hablar de casi 300 localidades es hablar de un gran
impulso repoblador.
Como consecuencia del fallecimiento del conde catalán conquistador del Cinca Y
Segre fue determinante para que su hijo Alfonso II, como rey de Aragón, se ocupase de la
consolidación de la obra de reparto de su padre. Fue el primero en señalar fronteras entre
Aragón y Cataluña, o entre Fraga y Ballobar (Vallobar). Lamentablemente, se quiere atribuir
tal acción al rey Jaime Conquistador para mediados del siglo XIII. Las decisiones del nuevo
rey afectaron, por lo tanto, a los numerosos establecimientos Templarios de la Ribera que
contribuyeron a la repoblación y a la sumisión mora. Al tiempo, implicaba que, por vez
primera, tanto el incipiente reino de Aragón, como el principado de Cataluña, dispusieran
de una misma figura política con la titulación de rey-conde.
C) TERCERA REPOBLACIÓN (1170-1192)
La repoblación rural y ganadera de Fraga debió ser intensa a partir del año 1170. En
octubre y noviembre de dicho año, el rey Alfonso II de Aragón, I de Cataluña, se hallaba en
la villa, otorgando desde ella varias concesiones a particulares 12. La actividad política del
nuevo rey queda reflejada en los siguientes ejemplos:
Donación a la Orden de Montgay: En 1172, dos años después de la creación de la
orden de caballería llamada de Montegaudio, del Santo Redentor, o de Alfambra –por su
ubicación-, dicho señorío de Alfambra pasaba a los Templarios por mano de fr. Pedro de
Cellas, procurador del Maestre de Alfambra, el caballero gallego y fundador don Rodrigo
Gonzálvez. La carta de población de Alfambra es de 1174, conservada en el archivo de la
Seo de Zaragoza. Dicha Orden desapareció por bula del 29 de abril de 1196, para ser
gobernada por la Orden del Temple. Su primer comendador había de ser el Templario
Guillermo de Peralta. En ese tiempo, el monarca les había cedido rentas en Bujaraloz, que
más tarde fueron traspasadas a la Orden femenina Hospitalaria del monasterio de Sijena
(Huesca) 13.
Donación a la orden de los hospitalarios: otro hecho decisivo se produjo en 1172: el
monarca Alfonso II de Aragón, para satisfacer un préstamo obtenido por importe de 285
morabatines, concedió a la Orden de San Juan de Jerusalén -como aval y garantía de
devolución- la villa de Torrente de Cinca, que hasta ese momento había estado bajo la
jurisdicción de Fraga 14. Como el rey no pudo devolver la deuda contraída, confirmó la
donación en 1174. Momento que recordaba la pertenencia a la jurisdicción de Fraga 15.
Instalación de hospitales (1171) La población de Fraga, por
razón de repoblación, estaba llegando a constituirse en una de las
localidades más notables del Bajo Cinca, y la apertura del hospital
en Peñalba debió ser respuesta a la movilidad humana hacia
poniente. Varios hospitales iniciaron su andadura en Fraga bajo los
cuidados de órdenes militares, pues los nombres de los mismos –de
Santa María y el de San Jaime-, así se lo sugieren a J.C. Boix 16.
También hubo hospitales en Candasnos (Monegros) y en Calavera
(Cinca). Es decir, en las rutas Cinca, y camino real Lérida a
Zaragoza.
La instalación del hospital de Peñalba está datada en
diciembre de 1171, en nueva visita del monarca Alfonso II de Aragón a la villa de Fraga, con
la intención de atender a pobres y peregrinos 17. La explotación y conservación del mismo
correspondió a Guillem de Barbastro y a Pere de Lobera 18.
“Actum est hoc mense decembris, apud Fragam, anno incarnacione Domini M.C.LXXI. Ego
rex laudo et concedo tiibi G. de Barbastro et P. de Lobera ut teneatis et gobernatis dictum
hospitalem” 19.
Conflictos jurisdiccionales de los Templarios con la iglesia secular (1173). Los sucesos
se aceleraron en la década de los setenta. Los Templarios, sintieron amenazados sus
derechos. Por un lado, una bula del papa Alejandro III, datada en 13 de noviembre de 1173,
mandaba a los arzobispos, obispos y demás prelados, se abstuvieran de exigir a los
Templarios la tercera parte de lo que los fieles les dejasen en sus testamentos 20. Otras
bulas del mismo año parecían evitar el crecimiento de la Orden. Otras, condenaban a
maltratadores de familiares del Temple 21. Sin embargo, otras ordenaban a las autoridades
eclesiásticas la protección de dicha Orden, por la mucha utilidad que producía a la iglesia
católica, mandando respetar las limosnas y cesiones de los fieles a favor de la Orden 22. Una
de ellas, parece explicar las circunstancias de la exención de las décimas a los hombres de la
Milicia del Temple 23. Quizá –como apunta Josep Mª Sans- la falta de sacerdotes seculares
en las dependencias Templarías estaba originando conflictos con los diocesanos, pues en
algunas encomiendas ni siquiera tenían capellanes propios: “la mancança de clergues
Templers que gairebé sempre patí l’orde”, dice un documento citado por el señor Sans i
Travé 24.
Después de completada la repoblación de Lleida, Fraga y Mequinensa, -por extensión
el Bajo Cinca y el Bajo Segre-, el contingente humano de la zona estaba preparado para las
nuevas campañas repobladoras que había de emprender especialmente Jaime I desde 1232.
NOTAS: 1 Joan Fuguet Sans: Templers i Hospìtalers, III, Guia de les terres de Ponent i de la Franja, Rafael Dalmau, editors,
Barcelona, 2000, p.13.
2 Archivo Corona de Aragón (ACA), S.J.J. perg. 97/11, arm. 23 (traslado del s. XII); ACA, S.J.J. Cartulario de Gardeny, f. 4-6, nº
5; edit, por Ramon Sarobe: Col·lecció diplomática…, ed. Noguera, Barcelona, 1998, doc. 335. Conformado posteriormente por
Alfonso II de Aragón.
3 Privilegio de Ramón Berenguer IV a los templarios, haciendo merced de los castillos de Miravet (que acaba de conquistar),
Algars, Batea, Corbera, Gandesa, Piniel y Rasquera. Concede, además, un heredamiento en cada uno de los pueblos situados entre
Mequinenza y Mirabet, como recompensa de la quinta parte de las conquistas que en otro tiempo había prometido a la orden.
Archivo Histórico Nacional (AHN), Órdenes militares, códices, 597-B, fol. 168; agosto de 1153.
4 Archivo Catedral de Huesca (ACH), 2-309, 24 de julio de 1153; ACH, 2-384, copia del siglo XII, con la misma fecha. Citado
por A. Durán Gudiol: Colección diplomática de la catedral de Huesca, Zaragoza, 1965, doc. 204.
5 Décimas o diezmos: Consiste en el pago de la décima parte de los frutos anuales para el reparo y sostenimiento de la iglesia.
Otro derecho consistió en la a la primicia, que era la entrega de un tercio de los primeros frutos del campo o de las nuevas crías de
ganado.
6 Bula de Adriano IV, confirmando todas las donaciones otorgadas por Ramón Berenguer IV a los templarios, y particularmente
la que hizo a su maestre Fr. Roberto, de Monzón, Montagut, Chalamera, Barberá, Remolins y Corbins. (AHN, Ordenes Militares,
códice 597-b, fol. 117; 6 de abril de 1156) ACA, Armario Templarios, nº 162, saco C; ACA, Bulas, leg. 1, nº 16; ACA, CoDoIn,
IV, nº 236.
7 ACA.- Gran Priorat, Armario de Gardeny, Perg. nº 2; año 1156. J. Miret i Sans: Les cases del Templers y hospitalers
Catalunya, p. 73
8 ACA, perg. Ramón Berenguer IV, nº 317; ACA, CoDoIn, IV, 243.
9 En 1206 pasaron a la Orden del Temple, el resto intentó integrarse a la orden de Calatrava. Sus posesiones en Fraga se
integraron a la Orden del Temple por bula de Inocencio III, del 17 de junio de 1206. (R. del Arco: Historia de la ciudad de Fraga,
Fraga, 1951, p. 105.)
10 ACA, perg. Alfonso I, nº 1; Bofarull: CoDoIn ACA, IV, 387; Huesca, 4 de octubre de 1162.
11 Antolín Merino: España Sagrada, XLIII, apéndice 43, pp.466-470 (documento completo)
12 ACA, peg. Alfons I, nº 92.
13 Boletín Centro Aragonés de Barcelona, jul-Ag de 1994, pp. 10-12.
14 ACA, OOMM, Gran Priorato de Cataluña, Espéculo I, reg. 1113, fol. 254; ACA, Armario 10 de privilegios, llibre 2, nº 14.
15 ACA, OOMM, Gran Priorato de Cataluña, Espéculo II, 1113, fol. 254; ACA, Armario 10 de privilegios, libro 2º, nº 12. J.
Delaville Leroux vio dos copias de esta concesión de Torrente en el AHN, leg 421 de la numeración antigua, referentes a la
Castellanía de Amposta. (J. Delaville: L’ordre de l’hôspital..., p. 25) La confirmación de la donación de Torrente a los
hospitalarios por parte del conde Ramón de Pallar, hijo de Arnal Mir y de Oria, casado a su vez con doña Englesa de Cardona, está
documentado en 1175, por mano del Alfons, maestre del Hospital, y el testimonio de Guillem de Laurach, Pelegrí y de Plastell,
frailes de la misma orden. (J. Miret i Sans: Les cases del Templers y hospitalers a Cataluña, p. 133)
16 J.C.Boix:De Ros a Lleida, Vielha, 1998, p. 106
17 ACA.- Perg. Alfonso II, nº 121. En Fraga redactó algunos documentos como la concesión de deuda de 100 morabatines a favor
de Gereau de Marimón (R. del Arco Garay: Historia de la ciudad de Fraga, Fraga, 1951, p. 101)
18 J. Miret i Sans: Les cases del Templers y hospitalers a Catalunya, p. 57.
19 J. Caruana: “Itinerario de Alfonso II de Aragón”, en Estudios de la Edad Media de la Corona de Aragón, VII; p. 121
20 AHN.- Ordenes militares, códice, 597-B, fol. 29
21 AHN, OM, cód. 597-B, fol. 27; Anagni, 28 de julio de 1173.
22 AHN, OM, cód. 597-B, fol. 28; Anagni, 18 de agosto de 1173.
23 AHN, OM, cód. 597-B, fol. 14; Anagni, 12 de noviembre de 1173
Por Joaquín Salleras Clarió
En este número estrenamos un
espacio en el que el hermano Jesús,
franciscano de vocación y herbolario de
oficio y dedicación durante más de
cincuenta años en el mismo convento, nos
irá trayendo una a una hierbas y especias
que domina a la perfección, haciéndonos
participes de un conocimiento milenario,
que a su vez seguro que nos va a ser útil en
las diversas facetas de nuestra vida.
El achiote, o urucú (Bixa Orellana) es
una especie botánica arborescente de las
regiones inter tropicales de América,
cultivado específicamente en Colombia, México, Ecuador y Andes de Perú, desde la época
precolombina. De su fruto se obtiene la especia homónima, habitual en la gastronomía
mexicana.
La palabra achiote es una castellanización del náhuatl achiotl. La etimología del
nombre binomial corresponde a bixa, latinización del portugués bixa; orellana, dedicado al
explorador español Francisco de Orellana (1490-1546). Bija era el nombre dado al tinte vino
tinto obtenido de esta planta, en las comunidades Pijaos de Colombia.
El otro nombre por el cual es muy conocido es urucú (palabra que procede tanto
del guaraní como del tupi [uru-ku], o también urucum = "rojo").
En la cultura lusófona, se le llama también açafroa (ya que por ser muy colorante
recuerda en algo al azafrán aunque el verdadero azafrán da color amarillo) y
también colorau (es decir "colorado" con el significado de rojo). Colorau en todo caso es una
forma impropia, ya que es la palabra que en portugués se utiliza específicamente para
el condimento, o también el colorante, preparados en base a las semillas trituradas del
urucú. En inglés frecuentemente se escribe annatto, en francés rocou [rucú], en
alemán orleansstrauch.
Es un arbusto perenne, de 2-4 m hasta 6 m de altura, copa baja y extendida; tallo
pardo, ramifica a poca altura del terreno. Hojas simples, grandes, de 6-27 x 4-19 cm, y base
redondeada o subtruncada, verdosas claras, persistentes, alternas, márgenes lisos,
cordadas, de largos pecíolos, delgados, glabro, de 3-8 (-10) cm de largo, engrosado en los
extremos. Flores en ramilletes terminales de panículas, de 5-10 cm de longitud, con pelos
glandulares; hermafroditas, blanquecinas a rosadas según variedades, flores de 3-6 cm de
diámetro, en pedicelos de 7-16 mm de largo, y un anillo de glándulas debajo del cáliz; éste
con sépalos anchos, ovados a orbiculares, de 1-2 cm de largo, caducos; corola
de pétalos muy obovados, de 1-2 cm de largo, rosados a blanco; muchos estambres,
y anteras violáceas; florece escalonadamente, comenzando por los capullos terminales.
El fruto es una cápsula roja, de 2 a 6 cm de largo, con pelos gruesos espinosos,
dehiscente, verdosa oscura a morada (según variedades), que al madurar pasa a pardo rojizo
oscuro. En cada valva hay semillas en número variable (10-50, en relación con el tamaño
capsular). La semilla es comprimida, de 5 mm de largo, con tegumento recubierto de una
sustancia viscosa rojiza intensa.
Soporta temperaturas de 20 a 35 °C; y, en altitud, de 100 a 1.500 msnm, aunque
crece mucho mejor en zonas bajas de no más de 500 msnm, sin heladas; y lluvias anuales de
1.000 a 1.500 mm.
SUS USOS
Se conoce como fuente de un colorante para natural rojizo amarillento derivado de
sus semillas, conocido como annatto, el cual es usado como afrodisiaco colorante
alimenticio.
Se usa frecuentemente en la coloración de quesos como el Cheddar o Tipo Americano
o el Mimolette, de margarina, mantequilla, arroz, pescado ahumado y a veces como
condimento de cocina. Es utilizado ampliamente en diversas preparaciones culinarias
de Latinoamérica y el Caribe, tanto como colorante como saborizante. En la hallaca, plato
típico venezolano de la navidad, constituye un ingrediente imprescindible. Es frecuente en
la región cruceña que se utilice (con el nombre de urucú) para edulcorar
al locro llamado locro carretero. También se usa como condimento y colorante, formando
parte de la cocina yucateca como la cochinita pibil y el Mukbil pollo, entre otros platillos. Es
un condimento que fue muy utilizado por los mayas, extendiéndose su uso a prácticamente
toda la América, a las Islas Canarias y al Sudeste Asiático, donde también es usado como
ingrediente de la gastronomía regional.
Los pueblos originarios de Centro y Sudamérica lo utilizan como pintura corporal y
facial para sus rituales religiosos. El código del colorante es E160b.
PROPIEDADES MEDICINALES
Se le atribuyen diferentes propiedades terapéuticas: astringente, antiséptico,
terapéutico, antibacterial, antioxidante, expectorante, cicatrizante, febrífugo, estomáquico
y antidisentérico, diurético y antigonorreico, purgante, desinflamatorio e hipoglicemiante.
La semilla molida es utilizada para
tratar sarampión, viruela,
afecciones
estomacales,
enfermedades
del riñón,
disentería y febrífugo, astringente y ligero
purgante. La pulpa se usa en quemaduras y
ampollas.
Las hojas actúan contra malestares de
garganta, afecciones respiratorias, dolores
renales, inflamaciones dérmicas y vaginales,
fiebre, hipertensión, vómitos sanguíneos,
diarrea, hemorroides, angina,
abscesos,
cefalalgia, infecciones de la piel y
conjuntivitis.
Machacadas
o
hervidas
son
consumidas para controlar vómitos, como
antídoto contra la intoxicación por el
consumo de yuca brava que contiene ácido
cianhídrico.
La infusión de las hojas es usada por las mujeres para lavados vaginales y es muy
eficaz en el control de inflamaciones producidas por hongos y bacterias.
La raíz, por otra parte, está en discusión un grave efecto hepatotóxico, por lo que su
ingesta directa, en infusiones y demás; esta totalmente contraindicada. Son absolutamente
falsas las recomendaciones que sugieren un efecto beneficioso en las hepatitis.
Los frutos y semillas en infusión controlan el dolor de cabeza. También tiene
propiedades cicatrizantes.
El extracto seco o la infusión de las hojas se usa mucho para controlar y curar
la prostatitis, dolencia que suele degenerar en cáncer de próstata.
Por Frey Herbolario
San Evaristo I
San Evaristo griego de nacimiento, pero originario de
Judea, como hijo de un judío llamado Judas, natural de Belén,
que fijó su residencia en la Grecia, y educó a su hijo en la
doctrina y principios de su religión. Nació por los años 60, con
tan bellas disposiciones para la virtud y para las letras, que su
padre dedicó el mayor cuidado a cultivarlas, dando al niño
maestros hábiles que le instruyesen tanto en éstas como en
aquella. Era Evaristo de excelente ingenio, de costumbres
inocentes y puras; por lo que hizo grandes progresos en breve
tiempo. No se sabe cuándo ni dónde tuvo la dicha de
convertirse a la fe de Jesucristo, como ni tampoco con qué
ocasión vino a Roma; sólo se sabe que era del clero de aquella
Iglesia, madre y maestra de todas las demás, centro de la fe y
de la religión.
Evaristo, con su celo y santidad, generalmente reconocida y celebrada en toda Roma,
sostenía la virtud de todos los fieles; pues siendo todavía un mero presbítero, encendía el
fervor y la devoción en los corazones de todos con sus instrucciones, con su caridad y con
sus ejemplos. Era tan universal la estimación y veneración con que todos le miraban, que
habiendo sido coronado con el martirio el Santo Pontífice Anacleto, sucesor de San
Clemente, sólo vacó la silla apostólica el tiempo preciso para que se juntase el clero
romano, que sin deliberar un sólo momento, a una voz colocó en ella a San Evaristo.
No hubo en toda la Iglesia quien desaprobase esta elección, sino el mismo Santo. Por
su profunda humildad, por el bajo concepto que tenía formado de sí mismo, por la gran
estimación que hacía de la ciencia, de la virtud y del mérito de todos los demás que
componían el clero, dudó mucho que aquella elección fuese dirigida por el Espíritu Santo:
resistióla, representó su indignidad; pero su misma resistencia acreditó más visiblemente lo
mucho que la merecía.
A pesar de su humildad, le fue forzoso rendirse y ceder a la voluntad de Dios,
manifestada por la voz del pueblo y por los unánimes votos de toda la clerecía. Fue
consagrado el día 27 de julio del año 99 del Señor.
Luego que el nuevo Papa se vio colocado en la silla de San Pedro, aplicó todo su
desvelo a remediar las necesidades de la Santa Iglesia en quel calamitoso tiempo, perseguida
en todas partes por los gentiles, y cruelmente despedazada por los herejes. Los Simoniacos,
o los Simonianos, los discípulos de Menandro, los Nicolaítas, los Gnósticos, los Cainianos, los
discípulos de Saturnino y de Basílides, los de Carpócrates, los Valentinianos, los Helceseitas
y algunos otros herejes, animados por el espíritu de las tinieblas, hacían todos sus esfuerzos
y se valían de todos sus artificios para derramar en todas partes el veneno de sus errores,
singularmente entre los fieles de Roma; persuadidos a que una vez inficionada la cabeza del
mundo cristiano, luego se dilataría a todo el cuerpo la ponzoña del error, haciendo el mayor
estrago.
Pero como Jesucristo tiene empeñada su palabra de que las puertas del infierno jamás
prevalecerían contra su Iglesia, para detener esta inundación de iniquidad, y para disipar
esta multitud de enemigos, había dispuesto su amorosa providencia que ocupase San
Evaristo la cátedra de la verdad.
Con efecto, el Santo Pontífice aplicó con tanto desvelo a
cuidar del campo que el Señor le había confiado, que el
hombre nunca pudo lograr sembrar en él la cizaña. Todos los
fieles de Roma conservaron siempre la pureza de la fe; y
aunque la mayor parte de los heresiarcas concurrió a aquella
capital para pervertirla, el celo, las instrucciones y la solicitud
pastoral del Santo Papa fueron preservativos tan eficaces, que
el veneno del error jamás pudo ganar el corazón de un solo
fiel.
Pero esta pastoral solicitud del vigilante Pontífice no se
limitó precisamente a preservar a los fieles de doctrinas
inficionadas; adelantóse también a perfeccionar la disciplina
eclesiástica por medio de prudentísimas reglas y decretos, que
fueron de grande utilidad a toda la Iglesia. Distribuyó los
títulos de Roma entre ciertos presbíteros particulares para
que cuidasen de ellos. No eran entonces estos títulos Iglesias públicas, sino como unos
oratorios privados dentro de casas particulares donde se congregaban los cristianos para oír
la Palabra de Dios, para asistir a la celebración de los divinos misterios, y para ser
participantes de ellos.
Llamábanse títulos, porque sobre sus puertas se grababan unas cruces para
distinguirlos de los lugares profanos; así como los sitios públicos se distinguían por las
estatuas de los Emperadores, a las cuales se les daba el mismo nombre de títulos.
Los presbíteros nombrados para la dirección de aquellos oratorios eran propiamente
los párrocos de Roma, que en tiempo de Optato eran en número de cuarenta. Ordenó
también, que cuando predicase el obispo le asistiesen siete diáconos para honrar más la
Palabra de Dios, y por respeto a la dignidad episcopal en el principal ministro de ella.
Asimismo mandó, que conforme a la tradición apostólica se celebrasen públicamente los
matrimonios, y que los desposados recibiesen en público la bendición de la Iglesia.
Atribúyense a San Evaristo dos epístolas, una a los fieles de África, y otra a los de
Egipto. Esta es sobre la reforma de las costumbres; y en aquella se condena que un obispo
pase de un obispado a otro puramente por ambición o por interés, declarándose que no son
lícitas semejantes traslaciones sin una evidente necesidad, y sin que se haga canónicamente
la misma traslación. Ocupado total y únicamente San Evaristo en dar todo el lleno a las
obligaciones de buen pastor, no descargaba enteramente el cuidado de repartir el pan de la
Divina Palabra en los santos presbíteros que había nombrado para cada parroquia; él mismo
le distribuía cotidianamente a su pueblo, y aún muchas veces al día.
Extendíase su infatigable celo a los niños y hasta los esclavos, debiéndose a esta
menuda solicitud, a ésta caridad universal, eficaz y laboriosa la conservación de todo su
rebaño en la pureza de la fe, a pesar de los artificios y de los lazos que armaban tantos
heresiarcas.
Aunque el emperador Trajano fue en realidad uno de los mejores príncipes que
conoció el gentilismo, tanto por su dulzura como por su moderación, no por eso fueron
mejor tratados en su tiempo los que profesaban la religión cristiana.
Antes bien no cedió ni en tormentos ni crueldades a las demás persecuciones la que
padeció la Iglesia en tiempo de este emperador. Hacía gloria Trajano, de ser más religioso
que los otros príncipes, y de mantener las leyes del Imperio romano en todo su vigor. Es
verdad que no publicó edicto nuevo contra nuestra Religión, según se lee en San Melitón y
en Tertuliano; pero tenía mortal aversión a los cristianos, porque no los conocía, sino por los
horrorosos retratos que le hacían así sus cortesanos idólatras, como los sacerdotes de los
ídolos; y bastaba esta aversión para excitar contra ellos a los pueblos y a los magistrados.
De este mismo principio nacían aquellos tumultos populares en el circo, en los
anfiteatros, en los juegos públicos, en los cuales, sin que precediese por parte de los fieles
el más mínimo motivo, la muchedumbre levantaba el grito, pidiendo alborotadamente su
muerte y la extirpación de su secta. A estos amotinamientos populares se atribuye la
persecución de la Iglesia en el Imperio de Trajano. Esta persecución se señala en la crónica
de Eusebio hacia el año 108 de Jesucristo, el onceavo de dicho emperador, y duró hasta la
muerte de este príncipe, que sucedió el año 117, a los diez y nueve de su reinado.
No podía estar a cubierto de esta violenta tempestad el Santo Pontífice Evaristo,
siendo tan sobresaliente la eficacia de su celo, y tan celebrada en toda la Iglesia la santidad
de su vida. El desvelo con que atendía a las necesidades del rebaño hizo odioso a los
enemigos del cristianismo al Santo Pastor, sin que en su avanzada edad entibiase su
apostólico ardor, ni fuese motivo para moderar sus excursiones y sus gloriosas fatigas.
Siendo tan visibles y tan notorias las bendiciones que derramaba Dios sobre su celo, de
necesidad habían de meter mucho ruido, o a lo menos era imposible que del todo se
ocultasen a los enemigos de la Religión.
Crecía palpablemente el número de los fieles, y
regada la Viña del Señor con la sangre de los Mártires,
se ostentaba más lozana, más florida y más fecunda.
Conocieron los paganos que esta fecundidad era efecto
de los sudores y del celo del Santo Pontífice, por lo
que resolvieron deshacerse de él, persuadidos de que
el medio más eficaz para que se dispersase el rebaño,
era acabar con el pastor. Le echaron mano, y le
metieron en la cárcel. Mostró tanto gozo de que le
juzgaran digno de derramar su sangre y de dar su vida
por amor a Jesucristo, que quedaron atónitos los
magistrados, no acertando a comprender cómo cabía
tanto valor y tanta constancia en un pobre viejo,
agobiado con el peso de los años.
En fin, fue condenado a muerte como cabeza de
los cristianos; y aunque se ignora el género de suplicio
con que acabó la vida, es indudable que recibió la corona del martirio el día 26 de octubre
del año del Señor de 107, honrándole desde entonces hasta el día de hoy como a mártir de
la Universal Iglesia.
Por F.L.P.
La Laguna de Taravilla (Siglo XVI)
Son muchos los lugares de la geografía españolas que guardan increíbles misterios y
leyendas. En esta ocasión nos situaremos en Castilla-La Mancha, en el pueblo de Taravilla en
Guadalajara. En las cercanías encontramos una laguna llamada la Laguna de Taravilla la cual
destaca por su impresionante belleza. Dicha laguna guarda varias leyendas, por ejemplo una
que habla de un tesoro escondido en el fondo perteneciente al Conde Don Julián. Pero la
leyenda que más ha penetrado en los lugareños es la que hoy nos trae esta laguna de
Taravilla.
Una tarde de septiembre de 1528, una imponente tormenta repentina asoló la
población, rayos y truenos con gran torrente de agua sorprendió a la población así como a
todos los viajeros que por allí pasaban. Uno de esos viajeros llamó a un albergue perdido en
el monte, un noble caballero. Sus vestidos eran lujosos, y el ventero, después de
inspeccionar por la mirilla de la puerta abrió complacido.
El recién llegado pidió lumbre para secar sus ropas y permiso para meter en la cuadra
a su caballo. Como la tormenta no cesaba y la noche se echaba encima, decidió alojarse allí;
mandó que le prepararan una buena cena y una habitación para dormir.
El ventero, imaginando que el caballero sería algún gran personaje extraviado en el
monte y con sus bolsillos repletos de escudos, determinó apoderarse del oro, ya que a un
rincón tan intrincado del bosque nadie le habría visto entrar. Le sirvió la cena lo más rápido
posible, y sin cambiar palabra con él para que, sin ninguna distracción, se retirara
inmediatamente a su aposento... El dueño de la posada, se despidió para acostarse, se metió
en su cuarto, buscó un afilado cuchillo, y con gran agitación esperó a que su huésped
estuviese acostado.
Escuchó un rato sin percibir el menor ruido, y sabiendo que
ya con certeza el caballero dormía, abrió con cuidado la puerta, se
lanzó sobre el lecho y clavó repetidas veces el arma sobre el
infeliz durmiente. El asesino cuando comprobó a la luz de una
bujía que el hombre estaba muerto, registro sus ropas, hallando en
ellas varias bolsas de oro.
El hostelero se sintió feliz, varias veces contó las monedas y
finalmente las puso en lugar seguro, metió a la víctima,
rápidamente, en un saco lleno de piedras y cosido, lo cargó y lo
transportó hasta la cercana laguna de Taravilla, la cual creen sin
fondo y comunicada con la Muela de Utiel por abismos
subterráneos.
Vuelto a casa, el criminal borró toda huella del crimen, se
acostó satisfecho y durmió toda la noche. Al día siguiente, como no
encontró el cuchillo, se inquietó con el pensamiento de que lo
hubiese dejado clavado en el muerto y de que el arma llevaba
grabada en la hoja su nombre y apellidos. Pero se tranquilizó
pensando ¿quién podría verlo nunca?, podría vivir tranquilo,
ningún humano había llegado jamás al fondo del lago.
Pasados unos meses, una negra noche, un fuerte temblor de tierra se dejó sentir en la
comarca, abriendo las entrañas de la Muela de Utiel, lo que hizo que bajaran las aguas del
lago de Taravilla, finalmente desaparecieron en las entrañas de las simas y el lago quedó
seco. Acudieron a contemplarlo los vecinos de los pueblos de alrededor y descubrieron un
saco abierto por algo cortante y un cadáver con un puñal en la mano, ese puñal llevaba el
nombre del hostelero grabado.
La noticia se divulgó rápidamente, y el
asesino al verse descubierto, antes de ser
detenido, se ahorcó de una viga.
Semanas más tarde las aguas comenzaron
a llenar de nuevo el lago. Desde entonces se ha
repetido varias veces el fenómeno, y los vecinos
creen que las aguas se retiran cuando el lago
esconde algún secreto, y vuelven a aparecer
cuando se le ha dado al cadáver cristiana
sepultura.
MORALEJA…
Y es que aunque tú creas que nadie te ve hacer un mal te equivocas, porque siempre
está Dios observándonos y Él ya se valdrá para descubrir tu mala acción.
Por F.L.P.
Orden de los Pobres Caballeros de Cristo
y del Templo de Jerusalén
(Orden Católica del Temple)
Maestrazgo Templario Católico Internacional
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