La Cuerda Floja - Facultad de Ciencias Sociales

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En este número:
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Televisión y videoarte: Pensar contra reloj
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Presentación
Nosotros y lo absoluto
Autoconciencia en primates no humanos: ¿Yace la respuesta en una
realidad virtual?
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Otros números de La Cuerda Floja
La Cuerda Floja es una publicación de la Facultad de Ciencias Sociales.
Editores: Margarita Schultz y Oscar Aguilera.
Ilustración: Marian Salamovich ©
HTML y diagramación: Oscar Aguilera
La cuerda floja
Revista del riesgo del pensamiento
La Cuerda Floja es un espacio de reflexión propuesto desde Chile. El
nombre de esta Revista enuncia que la reflexión abierta implica un riesgo. Se
pueden encontrar ciénagas conceptuales, callejones sin salida, paradojas,
árboles de preguntas cuya fronda tape el bosque. Pero, con todo ello incluido,
pensar es una actividad gozosa.
Aparecen algunas tierras estables en ese ejercicio de equilibrio inestable, al
menos hasta que nuevas reflexiones decidan lo contrario. Se puede llegar al
otro lado muchas veces, con una buena pértiga.
La Cuerda Floja se ofrece desde el escrito breve. Tratará de mantener dos
áreas complementarias de reflexión sobre el arte y la ciencia. Ambas integran
una actitud seductora, se apoyan en la imaginación para vivir.
La Cuerda Floja presentará, con una frecuencia que pretendemos sea
quincenal, trabajos de escritores chilenos y de otros países.
Bienvenidos a este espacio, estamos atentos a los puntos de vista que
quieran hacernos conocer.
Margarita Schultz
Editora Responsable
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Oscar Aguilera
Co-Editor
UNIVERSIDAD DE CHILE
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
LA CUERDA FLOJA No. 2, 16 de mayo de 1996
Televisión y videoarte: Pensar contra reloj
Margarita Schultz
Televisión y Videoarte se transformaron casi desde un comienzo del segundo de estos medios en
antagonistas. Los artistas de video, comenzaron a crear sus obras desde un punto de vista opositor a los
criterios televisivos. Puesto que la televisión avanzaba en la dirección del cambio y la velocidad, el
videoarte desarrolló una línea de trabajo importante que podríamos denominar "morosidad", es decir
buscó demorarse en las cosas, en los detalles, en un modo de restituir la vida con sus ritmos propios.
La velocidad de la televisión se hace presente en al menos tres de sus esquemas de emisión: los noticieros,
los programas en vivo de opinión o periodísticos, la publicidad. El problema es que si el minuto vale oro
para una empresa que propone publicidad televisiva y es lógico querer optimizar ese minuto comunicando
allí la mayor cantidad de información -cuantitativa o cualitativamente- trasladar este esquema a los otros
dos mencionados puede resultar inadmisible. Los noticieros son conocidas secuencias de tragedias
humanas recolectadas en el ámbito nacional e internacional, en las cuales el minuto es ya una eternidad
para quienes producen estos programas. Sobre esto se ha escrito mucho, sobre esa frivolidad de lo que se
muestra y lo que se recibe sentado cómodamente en el sillón del living.
No sólo la compasión y la afectividad son manipuladas por minuto en la televisión. También lo es el
pensamiento. Un entrevistado debe pensar rápido y responder cuanto antes a riesgo de que el periodista de
turno le agreda con nuevas preguntas antes de que haya logrado asumir seriamente la anterior, a riesgo de
que el periodista encuentre agresivamente el modo de hacerle parecer intelectualmente lento,
desinformado.
Arlindo Machado, teórico de medios masivos como fotografía, cine, video, imagen informática, autor de
diversos libros sobre el tema, escribe en EL ARTE DEL VIDEO, lo siguiente: "la producción de teve acaba
funcionando como una camisa de fuerza para la plena vigencia de la transmisión directa. Como resultado,
gran parte de las entrevistas que proliferan en la teve comercial parecen verdaderos bombardeos de
preguntas y respuestas; en ellas, los entrevistados son prácticamente acosados y cuestionados a quemaropa,
sin que les sea permitido rehacer las preguntas o responder ampliamente. Estamos ya habituados a ver en
la televisión comercial, debates políticos en que cada participante no tiene más que un minuto para
explicar todo el programa de su partido."
Me detuve expresamente en esta cita para mostrar coincidencias con situaciones similares en nuestra
televisión. Machado describe casos de reacción contra esas maratones del pensamiento donde en verdad no
se piensa, se juega al tenis de mesa conceptual. Una reacción contra la teve del mimuto se hizo en el Canal 3
de la TV francesa en 1976, donde los entrevistados estaban liberados del cronómetro, algo semejante se
hizo en 1984 en Sao Paulo para rescatar al espectador de la vorágine tiempo libre que exigen al espectador
una actitud correspondiente: debe dejar la prisa a un lado y recuperar la capacidad de atención, debe ser
capaz, asimismo, de tomar visualmente su propio tiempo, libremente.
Con todo, algo vino a poner en cierto sentido un poco de quicio al desquicio televisivo. Algo que en verdad
es una hipertrofia del desquicio, me refiero al efecto zapping, al cambio, más bien al salto continuo de un
canal a otro desde el accionar del control remoto. Este nuevo modo de ver casi simultáneamente más de un
canal de televisión interrumpiendo la continuidad de esa velocidad de la emisión de imágenes, es la
fragmentación más notable de la experiencia, ya no sólo se pierden de vista los ragos formales de lo que
aparece en pantalla sino que dejan de importar los contenidos, la continuidad, el tiempo mismo en su fluir.
Ahora la demora del entrevistado puede serle atribuida al periodista y la réplica mordaz, destructora, ser
la herramienta impensada del entrevistado. Todo es posible en la zapping-teve.
Nosotros y lo
absoluto
UNIVERSIDAD DE CHILE
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
LA CUERDA FLOJA No. 2, 16 de mayo de 1996
Nosotros y lo absoluto
Samuel Schkolnik
Contra lo que sostenían algunos clásicos del pensamiento político, las sociedades humanas no se originan en un
acuerdo celebrado entre individuos preexistentes. Sin embargo, hay en esa tesis contractualista un núcleo de
Validez, que consiste en el reconocimiento de que los individuos son la materia de las agrupaciones humanas.
Esta aseveración no sólo es verdadera, sino que dista de ser normal . El contractualismo se equivocó, por cierto,
al considerar que siendo los individuos la materia de la sociedad son también su origen, pero de ningún modo al
advertir que ésta está "hecha" de aquéllos, porque si los individuos no pueden constituir la sociedad por
agregación, bien pueden desconstituirla por disgregación, conduciéndose de un modo divergente capaz de llevar,
al conjunto de todos ellos, a un punto más allá del cual no hay sociedad.
Que tal observación es verdadera lo prueba el solo hecho de que existen cárceles y manicomios, esto es, espacios
reservados el aislamiento y neutralización de las conductas antisociales; que dista de ser normal, lo prueba la
inexistencia de esas 'reservas" de la desviación en colmenas, hormigueros y rebaños.
En la especie humana parece haberse debilitado la compulsión genética por la que, en otras especies gregarias, el
comportamiento de cada individuo se subordina el de su colectividad. Tal subordinación ha de obtenerse,
entonces, por medios culturales, ciertamente más "blandos" que los impresos como secuencias de nucleótidos de
ADN. En los sociedades humanas, por eso, el desarrollo en virtud del cual los individuos biológicos llegan a ser
individuos sociales, de ninguna manera es un proceso de riesgo nulo. Por lo contrario, la socialización se frustra
con harta frecuencia, de lo que dan testimonio precisamente las instituciones mencionadas en el párrafo anterior.
Esta singularidad puede ser considerada desde otro ángulo, a saber: que mientras una colmena o un hormiguero
constituyen un centro que forma representaciones y adopta decisiones acerca de su ámbito, y de ese modo sujeta
en torno de sí un mundo, es el caso que en la especie humana tales capacidades se encuentran plenamente en los
individuos, de lo que resulta que si cada abeja o cada hormiga se conduce como un órgano sensor de la entidad
colectiva a que pertenece, pero sólo ésta es capaz de integrar la información deparada por tales sensores en una
imagen del mundo, en cambio cada individuo humano está dotado de una subjetividad completa, es decir,
quecada uno de ellos lleva consigo el mundo, y es -al menos potencialmente- una entidad absoluta.
Si ha de haber sociedad, entonces, es menester que sus componentes renuncien a sus fueros naturales, y, en vez
de sujetar cada uno el mundo, se avengan a vivir sujetos al mundo definido por la entidad colectiva emergente de
ese avenimiento.
Es claro que cuando decimos "si ha de haber sociedad' no nos referimos a su fundación sino a su perduración.
Pero, de todos modos, ¿cómo es posible esperar que los individuos humanos abdiquen de su condición soberana
para resignarse a ser súbditos, es decir, sujetos? Pues he aquí que aquella condición --le soberanía- conlleve
cargas indeseables, al punto que los individuos suelen estar dispuestos a perderla con tal de librarse de esos no
queridos gravámenes.
En efecto, lo que hemos llamado soberanía no es sino la resultante de poseer cada individuo humano una
subjetividad capaz de abarcarlo todo, incluida, por cierto, la propia individualidad. Esta resulta, así, proyectada
contra un fondo infinito, con lo que revela una anonadante pequeñez. Es para desgravarse de ese abismo interior
que cada quien procura el concurso de sus semejantes; puesto que no les es dado contener la subjetividad que les
desmedra la persona, casi todos buscan remedio a ese incontinencia de sí en el ser contenido por sus prójimos.
Esta es la razón de que la mayor parte de la gente prefiere definirse no respecto de lo absoluto sino respecto de
los demás.
El contrato social, en fin, en la medida que el concepto tiene sentido, denota antes un hecho metafísico que un
hecho político, porque la ecuación humano, a la que ese concepto apunte, tiene raíces trascendentes.
Autoconciencia en primates no humanos:
¿Yace la respuesta en una realidad
virtual?
UNIVERSIDAD DE CHILE
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
LA CUERDA FLOJA No. 2, 16 de mayo de 1996
Autoconciencia en primates no humanos: ¿Yace la
respuesta en una realidad virtual?
Lucas Estrella Sch.
Uno de los resultados de la evolución es el Homo sapiens, animal vertebrado particularmente inteligente,
de amplia distribución geográfica y de marcadas tendencias gregarias. Como mamífero, presenta una
temperatura corporal relativamente constante y pelos en la superficie corporal. El embrión está provisto
de membranas que lo protegen durante su desarrollo, el que ocurre dentro del cuerpo materno. Luego del
nacimiento y durante el primer tiempo de vida, las madres alimentan a las crías con la leche de sus
mamas. Sus cualidades de plantígrado, dotado de extremidades terminadas en cinco dedos (de los cuales el
pulgar de los miembros torácicos es oponible a los demás) lo sitúan en el orden de los primates. Somos
pues, seres pertenecientes al reino animal, filum vertebrados, clase mamíferos, orden primates. Sin
embargo, compartimos las características anteriormente mencionadas con todos los otros representantes
de este último grupo. Pero ... ¿Hay algo que nos distinga de ellos? Si es así, ¿Qué es? ¿Dónde está la línea
divisoria entre animales humanos y no humanos?
Muchos rostros se contraerán en una mueca de disgusto al leer interrogantes como ésas. Efectivamente, el
común de la gente piensa que el hombre ha llegado tan lejos en su desarrollo que ya nada tiene que ver con
las otras especies habitantes de la Tierra. Se sostiene que poseemos cualidades particulares ("únicas",
agregarán otros confiadamente). Nuevamente surge la pregunta: ¿Qué característica es aquella que nos
separa drástica y definitivamente del resto de los animales? En términos más simples: ¿Qué tipo de cosas
podemos hacer los humanos que no pueden hacer otros animales?
En un comienzo se pensaba que los animales no poseían inteligencia. Como fósiles vivientes, subsisten aún
representantes de esta visión. Sin embargo, la evidencia experimental acumulada en contra de esta
hipótesis desautoriza hoy en día a cualquiera que pretenda afirmar algo semejante. Sin embargo,
persistieron aquellos que buscaban resolver el problema de la relación entre humanos y no humanos. Pero
su punto de partida no fue cuestionarse cuál es la frontera entre un grupo y otro. Más bien, el escepticismo
fue la base para preguntarse en primer lugar si acaso existía dicho límite.
La autoconciencia (y por ende la capacidad de autoreconocimiento) fue entonces propuesta como rasgo
distintivo de la especie humana. Es la capacidad del yo para abandonar por un momento su condición de
testigo del exterior y volcarse sobre sí mismo, su interior, su existencia. Esto requiere, claro está, dejar de
prestar atención a los estímulos externos y enfocar ahora la atención al contenido de nuestra alma.
Muchos se regocijaron. La respuesta parecía al fin encontrada; nuestro título de reyes de la creación,
reconquistado. Nadie parecía capaz de desafiar tamaño adversario.
Nadie excepto Gordon Gallup jr, un genio del estudio de la conducta animal. Gallup será reconocido algún
día como una de las personas que mostró a la humanidad su correcto lugar en el Universo. Y sin torturar
animales en costosos estudios ni utilizar sofisticados aparatos. Sus materiales fueron un espejo, un pincel y
tinta roja.
Gallup introdujo en el ambiente cotidiano de un grupo de 4 chimpancés un espejo. Les permitió tener
acceso permanente y directo a él durante 10 días. Sin excepción, las primeras conductas exhibidas por los
chimpancés ante la imagen especular fueron las típicas realizadas ante un congénere. Al cabo de solo tres
días, sin embargo, la tendencia a tratar su imagen como a "un otro" fue gradualmente sustituida por la
utilización del espejo para responder ante sus propios gestos. Los chimpancés comprendieron
rápidamente la relación existente entre sus movimientos y los de su imagen. Curiosos, utilizaron el espejo
para inspeccionar partes de su cuerpo a las cuales no habían tenido acceso, como el interior de la boca, por
ejemplo. También se los observó hacer muecas (tal vez de disgusto, como las de algunos humanos) ante el
espejo. Gallup quiso ir más allá para probar su reciente descubrimiento acerca de la capacidad de
autoreconocimiento en chimpancés. Luego del último día de exposición al espejo, cada mono fue
anestesiado. Una vez dormidos, se les pintó la porción superior de la ceja y de la oreja opuesta con una
pintura roja, inodora y no irritante. Los animales fueron regresados a su medio habitual y se les permitió
despertar en presencia del espejo.
La importancia de esta prueba es crucial. Los chimpancés no tenían manera de saber que una mancha
había sido pintada en su cuerpo. Primero porque esto fue íntegramente realizado bajo anestesia. Segundo
porque la tintura usada carecía de olor o de propiedades de estimulación táctil. Y por último porque las
marcas fueron hechas en lugares a los cuales sólo se podía tener acceso visual con un espejo. Cualquier
respuesta positiva hacia las marcas se originaría necesariamente de información recolectada del espejo y
procesada como autoreconocimiento.
¿Qué ocurrió cuando los chimpancés despertaron y se miraron al espejo? Trataron de tocar las marcas en
su propio cuerpo (no en el de la imagen). En ese dedo no humano dirigiéndose a la cabeza de su dueño otra
especie, la nuestra, dio un paso enorme en el proceso de descubrir su puesto en la naturaleza. Un gesto, tan
simple en apariencia, tuvo un poderoso significado. La conducta fue clara, inequívoca: los chimpancés
tenían plena conciencia de sí mismos y de su existencia como algo separado, independiente del medio
externo. Nuestra calidad de únicos en el mundo fue una vez más puesta en jaque.
No contento aún con la robustez de su descubrimiento, Gallup decidió someterlo a prueba una vez más.
Para ello, repitió el procedimiento anterior con monos que nunca se habían visto previamente en el espejo.
Luego de despertar, ninguno de ellos hizo ademán de tocarse las manchas en la cabeza. Antes bien,
trataron el reflejo como a otro chimpancé.
Luego de publicada semejante experiencia (1) numerosos grupos decidieron ampliar el universo de
especies sometidas a la prueba de Gallup. Se estaba en posesión entonces de una buena herramienta para
rastrear la presencia de autoconciencia en otros animales. Hasta el día de hoy, los únicos que la han
pasado son el hombre y los grandes simios (chimpancés, gorilas y orangutanes). Es curioso notar que
ejemplares de macacos han fracasado la experiencia incluso después de 7 años de disponer de un espejo
como parte de sus objetos cotidianos. ¿Porqué?
Gallup propone que esto se debe en última instancia a la ausencia del sentimiento de "yo". Aquellos
incapaces de reconocer su imagen como propia carecerían de autoidentidad (o al menos la presentarían en
forma incompleta). Sin embargo, estos mismos animales son capaces de reconocer a sus congéneres y
conocen bien su vínculo a ese grupo determinado. La conciencia de ser hembra del harén del macho
dominante es una muestra de lo anterior. ¿Cómo es posible la sensación de pertenencia si no hay un "yo"
que pertenece? ¿Qué entidad es propiedad del grupo sino un "yo"? ¿Quién siente esa propiedad? A pesar
de su lógica, la respuesta entregada por Gallup no da cuenta en forma satisfactoria de este último
fenómeno.
Por último, tomando en consideración lo expuesto, sugiero reformular la pregunta original, incluyendo en
nuestro grupo de elite a chimpancés, gorilas y orangutanes (2): ¿Qué nos diferencia a los primates
superiores del resto de nuestros parientes? La respuesta yace probablemente en una realidad virtual: esa
extraña imagen que el espejo nos devuelve de nosotros mismos y que no está en él... sino más allá.
Próximo número
NOTAS
(1) Gordon Gallup 1970 "Chimpanzees: self-recognition" Science 167:86-87
(2) Existe un proyecto internacional llamado "The Great Ape Project". Su objetivo es incluir a los grandes
simios no humanos dentro de la comunidad de iguales, garantizándoles la protección moral y legal que
sólo los humanos disfrutan actualmente. Mayores informaciones pueden obtenerse escribiendo a: Jennifer
Stallion, The Great Ape Project, P.O.Box 87, Watertown, MAO2272-0087, USA. E-mail: enstall@delphi.
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¿Qué es lo creíble en el cine?
Otra vez el método ¿Pensarán las computadoras?
Los Fangs
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