NESTOR (НЕСТОР- NESTOR) 1056?-1114? VIDA Y OBRA El gran cronista de la literatura rusa antigua fue Néstor (1056-1114), un monje del monasterio de laS Cuevas de Kíev, el centro monástico y cultural más importante de la Rus, donde se sabe que ingresó entre 1074 y 1078. Néstor fue autor de las obras hagiográficas Vida y muerte de los Santos Mártires Boris y Gleb y la Vida de nuestro santo Padre Teodosio, abad del Monasterio Pecherski de Kíev, la primera obra pertenecía al tipo de hagiografía abreviada, y la segunda al de la hagiográfía extensa. Ambas obras fueron escritas probablemente entre 1079 y 1085. En la Vida de Teodosio, Néstor se presenta a sí mismo como el escritor de La vida...de Borís y Gleb, que ya había terminado antes de embarcarse en la redacción de la Vida de Teodosio. La Vida…de Borís y Gleb de Néstor es una de tres versiones existentes de la misma historia: el asesinato de los hijos más jóvenes de Vladímir a manos de su hermano Svyatopolk durante la lucha por el poder que siguió a la muerte del primero en 1015. El trono fue ocupado en un primer momento por Svyatopolk, pero tras ser derrocado por su otro hermano el Príncipe Yaroslav Vladimirovich de Nóvgorod, se exilió y murió en 1019. Las otras versiones de estos sucesos son: un relato cronístico y la obra anónima El relato, pasión y elogio de los santos mártires Boris y Gleb. La historia es básicamente idéntica en las tres versiones, pero difieren en el trato retórico del material. Comunes a todas ellas es la combinación de dos estilos, uno simple y natural, y otro repleto de los recursos propios de la oratoria panegírica. El primer estilo se utiliza para hacer una relación de los hechos históricos; el segundo, para ampliar e interpretar el relato histórico. El contraste entre los dos estilos es más pronunciado en el relato cronístico y en La narración, no ocurre eso con el estilo de Néstor que se muestra más equilibrado y homogéneo. En La narración en particular, los soliloquios ficticios de los mártires están compuestos en forma de lamentos muy emotivos, donde el autor utiliza isocolones anafóricos, citas bíblicas y yuxtaposiciones figurativas. Néstor ve la fechoría desde el prisma de la historia bíblica universal. Así pues, Vladímir es el nuevo Constantino, Boris y Gleb son comparados con José y Benjamín, y Sviatopolk con Caín. A pesar de las diferencias estilísticas, la interpretación religiosa de los asesinatos es básicamente similar en las tres versiones. La aceptación por parte de los hermanos de una muerte violenta sin mostrar ninguna resistencia, como una especie de imitatio Christi (imitación de Cristo), a través de la cual se hacen partícipes en la naturaleza divina de Cristo, y alcanzan el reino de los cielos como los primeros Santos Cristianos de la Rus. Los rasgos celestiales y divinos de los santos se simbolizan en la misteriosa luz que rodea sus obras terrenales y su mensaje, así como en los milagros que acontecen tras su muerte. El simbolismo de la luz, menos evidente en La lectura…de Boris y Gleb y en el relato de la crónica, es una característica predominante en los escritos de Néstor con los que pretende dar a los santos una dimensión analógica a la figura divina de Cristo. La analogía divina se complementa con la emulación, por parte de los santos, de la actitud humillada y sacrificada de Cristo. Esta imitatio Christi de los santos también condiciona la estructura de la segunda obra de Néstor, La vida de San Teodosio. Néstor nunca conoció a Teodosio personalmente, pues entró en el monasterio de las Cuevas tras la muerte del santo en 1074. Los hechos que constituyen el argumento de su vida representan, por lo tanto, una selección del lo que otras personas le habían dicho sobre la vida del héroe. Una característica de La vida de San Teodosio es el fuerte énfasis que pone el autor en la humillación y los sufrimientos que el santo sufrió en su infancia por parte de su madre, quien se oponía a que se hiciera monje, lo martirizaba, lo golpeaba y lo encadenaba en un calabozo oscuro. La descripción del comportamiento de la madre del santo, a diferencia de lo que pudiera parecer, tiene una importancia secundaria en la vida, pues la función principal de las humillaciones que padeció el santo se interpreta como imitación de los sufrimientos de Cristo. En la segunda parte de la narración, Néstor, a través de una serie visiones místicas, transforma la vida del santo abad del monasterio de las Cuevas en un presagio de su futura gloria celestial, anticipada por la luz Cristo, el Sol de la justicia, y por la visión que acompaña a la descripción del bautismo del santo. Así pues, en la interpretación que hace Néstor de la vida de Teodosio, éste adopta la imagen de Cristo tanto en sus aspectos humanos como divinos. Néstor también escribió La crónica de los tiempos pasados (Повесть временных лет), aunque no existe una total certeza en ello. Generalmente los investigadores ven a Néstor como el escritor que realizó la primera redacción exhaustiva de La crónica de los tiempos pasados, compilada aproximadamente en 1113. La crónica se compone de cuatro grandes recopilaciones. En 1039, en Kíev, surge el Corpus cronístico kievita antiguo que alcanza hasta 1037 y fue creado en base a las crónicas bizantinas y material folclórico regional. Por otra parte, en Nóvgorod, en 1036, aparece la Crónica de Nóvgorod, que unido al Corpus cronista kievita antiguo dio como resultado el Corpus cronístico antiguo de Nóvgorod. Según la tradición historiográfica en estos primeros corpus se relata la primitiva difusión del cristianismo en la Rus y no poseía el carácter de exposición en forma de anales ni tampoco la organicidad de un corpus, características que más adelante adquirirá. En año 1073, al ya mencionado Corpus cronístico kievita antiguo, fueron incorporadas por el monje Nikón, del monasterio de las grutas de Kíev, algunos fragmentos relacionados con los primeros príncipes de Kíev (Oleg, Ígor, Olga, Vladímir), así como apuntes históricos sobre los acontecimientos ocurridos tras la muerte de Yaroslav el Sabio (1054), lo que dio lugar al Primer corpus de la cuevas de Kíev. En base al Primer corpus de las cuevas de Kíev y Corpus cronístico antiguo de Nóvgorod aparece, en 1095, lo que se conoce con el nombre de Corpus inicial o Segundo corpus de las cuevas de Kíev. El autor de este segundo corpus añadió material y datos del Cronógrafo griego, del Paremiinik, así como relatos orales de Yan Vyshatich, de la Vida de Anton Pecherski y documentos de carácter bélico. Transcurrieron otros veinte años y la obra requería de una nueva y urgente intervención reordenadora que llevó a cabo, en 1113, el monje Néstor, dando origen a lo que hoy conocemos como La crónica de los tiempos pasados. El título completo de la obra reza: Esto es la crónica de los tiempos pasados, de dónde viene la tierra rusa, de quién fue el primer príncipe de Kiev y de cómo surgió la tierra rusa. Nadie antes había realizado una síntesis comparable a la realizada por Néstor, quien reelaboró toda la exposición analítica, la completó y la corrigió en diversos puntos a la luz de las concepciones defendidas por su monasterio e incluso la hizo preceder de una introducción general, lo que le confirió una forma equivalente a la de los mayores tratados históricos del medioevo cristiano. Pero el corpus nestoriano no ha llegado hasta nuestras manos como texto independiente, sino como parte de compilaciones subsiguientes. En 1117, Vladímir Monómaco confió la misión de realizar una segunda redacción al monje Silvester, prior del monasterio Vyubitski. Un año después, en 1118, otra versión fue preparada para el Príncipe Mstislav Vladímirovich en el Monasterio de las Cuevas de Kíev. La redacción de Silvester se conservó en el La crónica Lorenciana de 1377, y la redacción de 1118 en La crónica Hipaciana que data de 1420. La crónica Lorenciana contiene además otra gran obra de la literatura rusa antigua Las enseñanazas de Príncipe Vladimir Monomaco de 1096 que trata sobre las virtudes y el comportamiento cristianos y está dirigida a sus hijos. Modelada sobre fuentes bizantinas, la obra, escrita con un estilo excesivamente pesado, pretende ser un manual didáctico con consejos para los futuros príncipes rusos sobre quienes recaerá la tarea de gobernar una sociedad cristiana en ciernes. Desde un punto de vista literario, La crónica de los tiempos pasados es una obra atípica, una acumulación de textos muy heterogéneos unidos siguiendo un principio cronológico. Esta forma fue adoptada probablemente de los calendarios pascuales, unas tablas que indicaban las fechas de la Pascua durante varios años y que iban provistas con columnas para anotar los eventos más importantes de cada año. Esta estructura todavía se observa claramente cuando el texto se reduce a la simple enumeración de los años, sin ningún tipo de comentario. La importancia de La crónica de los años pasados es triple: en primer lugar porque se convirtió en el obra principal para conocer los orígenes e identidad de las naciones rusa y ucraniana; en segundo lugar porque sigue siendo, a día de hoy, una fuente valiosísima sobre la historia más temprana de la Rus y la formación de su primera dinastía; y en tercer lugar porque, tanto en su conjunto como en sus partes, es un escrito capital para el estudio de las entonces emergentes literaturas eslavas orientales. Los cronistas bizantinos y cristianos más tempranos comenzaron a contar la historia de la humanidad desde su creación hasta el fin de los tiempos, mostrando cómo la Divina providencia se manifestaba en los hechos históricos. Cuando la Rus adopta formalmente la ortodoxia, una de sus principales tareas consistía en localizarse en el nuevo mapa del tiempo y espacio sagrados y, de ese modo, legitimarse como parte de la historia divina. En ese sentido La crónica es el intento más ambicioso e influyente de la época. La historia comienza justo después del diluvio bíblico, con un relato apócrifo de cómo Noe dividió todas las tierras y gentes entre sus tres hijos (Sem, Cam y Jafet). Versiones de este mismo relato fueron utilizados normalmente para propósitos equivalentes en otras crónicas de la Europa Medieval y llegó hasta la Rus de Kíev a través de obras como la Crónica de Jorge Hamartolos. La crónica…sitúa a la Rus´ y las naciones eslavas como pueblos del norte y del este de Europa, que recibió en herencia el tercer hijo de Noe, Jafet. Con los orígenes bíblicos de la Rus ya establecidos, la obra continúa con la descripción de las diversas tribus eslavas, sobre todo de los polianos de la región de Kiev, la legendaria narración de la fundación de Kiev y el surgimiento de la Rus. Así pues, el cronista, intercalando comentarios personales con pasajes extraídos de diversas fuentes, integra la historia de Rus en el contexto histórico mundial, Desde mediados del siglo IX, la historia tribal da paso a la historia dinástica y la forma de la crónica cambia de la narración continuada a los anales, en los que los sucesos están anotados año tras año. Sobre este fondo se irá dibujando la historia de la Rus, percibida ante todo como la historia de los príncipes de Kiev y su estirpe. De entre los episodios más importantes conviene destacar los siguientes: la llamada de las tribus eslavas los varegos para que gobiernen la Rus´; la expansión hacia el sur siguiendo la ruta “de los varegos a los Griegos” y el establecimiento de la dinastía Riurikovich en Kiev; las campañas de Oleg e Igor contra Constantinopla; la astucia y la piedad de la princesa Olga; las hazañas de Sviatioslav que acabó con los Jázaros, pacificó a los búlgaros y por un periodo de tiempo instaló su corte en la nueva capital del Danubio, amenazando así, a los ojos de los bizantinos, la integridad y la seguridad del imperio; la aceptación e imposición de la cristiandad por parte de Vladímir; la ejemplar sumisión fraternal de los Santos Borís y Gleb; la triunfal manifestación de la cultura cristiana bajo Yaroslav. Así en la narración de la crónica la progenie pagana de Riurik estableció una dinastía, a través del cristianismo la Rus encontró su lugar bajo la divina providencia y gracias a Yaroslav y la promoción de una cultura cristiana nativa, la identidad de la Rus se afirmó y consolidó. En La Crónica, por lo tanto, la tierra de la Rus adquiere una identidad propia a través de la síntesis de tres elementos: la dinastía de los varegos, la lengua de los eslavos y la fe adquirida a través de los griegos. La vida y las gestas de Vladímir el Cristianizador, primero pagano y disoluto y luego cristiano ejemplar, ocupa uno de los mayores ciclos narrativos de la Crónica de los años pasados. Lo que más interesa al cronista es presentar al iniciador del cristianismo ruso no como un bárbaro educado por los griegos, sino como un soberano iluminado que decide sabiamente y de forma ejemplar e independiente, lo cual viene a reflejar, en cierto modo, una constante que esta presente a lo largo de toda la obra: los redundantes desencuentros religiosos entre la Rus y el imperio bizantino El resto de la crónica, desde la muerte de Yaroslav en 1056 hasta la primera parte del reinado de Vladímir Monómaco, muestra a los hijos de Yaroslav y a sus nietos intentando mantener su legado mientras se adaptan a las cambiantes circunstancias históricas: nuevos rivales que surgieron fuera de la familia principesca y amenazas de sus nuevos vecinos (en particular los cumanos procedentes de las estepas del sur). Como se desprende de lo dicho, los máximos protagonistas son príncipes, guerreros, santos y junto a ellos, en un segundo plano, la vida monástica, donde se mueven figuras menos gloriosas, pero mejor retratadas. En la crónica, las guerras, los acuerdos políticos, las fechorías (Vasilko cegado por orden de su hermano y a su vez autor de desapiadas venganzas) y las luchas contra infieles de la estepa o contra los propagadores de falsas creencias siempre se ven intensificadas bien por la realización o anunciación de algún prodigio o milagro, bien por la intervención de Dios, tan dadivoso como exterminador. Hay que destacar que la crónica no sólo lo fija en el papel los hechos históricos sino que los evalúa. Esto no concierne a la legitimación de todo el devenir histórico como a la legitimación de unos tipos específicos de acciones principescas. Si en la narración de los años más remotos, la crónica articulaba el mito nacional, en sus secciones posteriores se convierte en una especie de manual de moralidad política. La originalidad de la Crónica de los tiempos pasados, radica principalmente en su estilo dócil, capaz de asimilar las voces y estilos más diversos y armonizarlas en un único y vasto relato, sin quitarles por ello su sello original. En el transcurso de la exposición cronológica de la obra nos podemos encontrar con fragmentos de relatos épicos, llenos de características heroicas; de cantos de la edad pagana; con textos de documentos diplomáticos y descripciones geográficas que conservan la estructura propia de los tratados griegos; con discursos directos y diálogos que parecen transcritos a viva voz; con leyendas de santos y novelas de ambiente claustral; con descripciones de batallas propias de los romances medievales y que anuncian el poema caballeresco; con fragmentos extraídos de crónicas bizantinas, sobre todo de la Crónica de Jorge Hamartolos, etc. La crónica de los tiempos pasados es una auténtica enciclopedia de datos históricos, geográficos, étnicos, literarios y costumbristas de los primeros habitantes de las tierras rusas. Al ser un documento compuesto por varios cuerpos resulta lógico que La crónica de los tiempos pasados englobe diversos estilos, así como términos y construcciones lingüísticas propias de varias épocas y zonas de Rusia. Así pues, no resulta difícil encontrarnos con unos pasajes donde predominan los rasgos propios de la retórica eclesiástica eslava (Discurso del filósofo, Relato de los mártires Borís y Gleb, etc.) y con otros donde predomina la narrativa propia de la tradición oral como en los episodios que tratan sobre la llegada de los varegos a la Rus. También leemos narraciones de forma breve que tratan de forma independiente pequeñas historias, basadas en motivos también encontrados en la antigua literatura escandinava. Ejemplos de ello son el relato del combate de Mstislav y Rededya del año 1022, la descripción de Olga, el asesinato de sus pretendientes para vengar la muerte de su marido Igor (que tiene su homólogo en la historia sobre Sigrid Storrada de la Saga de Olaf Tryggvasson), o la muerte de Oleg que fallece por una mordedura de una serpiente que sale repentinamente del cráneo de su caballo favorito. En esta parte de la crónica, el Príncipe Vladímir no aparece retratado como un gobernante cristiano sino como un guerrero varego que viola a Rogneda, la hija del Príncipe Rogvolod de Polotsk, tiene un harén de 3000 mujeres, etc. La historia de la venganza fallida de este príncipe se asemeja a la historia de la hija de Gudrun, Ironbeard, en la Saga de Olaf Tryggvasson de Oddr Snorrason y Gunnlaugr Leifsson. Un aspecto problemático a la vez que intrigante es aquel relacionado con las fuentes de la obra. El compilador, al parecer, utilizó relatos de testigos así como fuentes escritas contemporáneas. Estas últimas para describir los hechos de la última mitad de la obra, pues con anterioridad, a mediados del siglo XI, era muy improbable que la Rus produjera o preservara algún documento escrito propio. La crónica es un intento, de lejos el más minucioso y considerado, para reconstruir el pasado de los pueblos eslavos orientales, durante tanto tiempo desconocido. Restos de intentos anteriores pueden ser detectados en la propia crónica, así como en compilaciones posteriores, pero nos seguimos encontrando con grandes vacíos históricos porque las fuentes del cronistas eran fragmentarias y heterogéneas. La crónica se revela como un conjunto consecuente y minuciosamente ensamblado, pero que forma un mosaico incompleto y ecléctico donde se incluyen fragmentos de crónicas bizantinas, relatos folclóricos, leyendas paganas, documentos diplomáticos y efusivos párrafos de retórica eclesiástica. Para un estudio serio de la historia, todo esto resulta, cuanto menos, frustrante. La selección de episodios está subordinada, no sólo a la ideología de los cronistas, sino también a los caprichos de las propias fuentes. Algo tan básico como las fechas, lugares y gentes son justificablemente erróneos. Para el historiador de la literatura y la cultura, sin embargo, la evidente naturaleza compilatoria de la crónica es quizás su característica más remarcable. A pesar de la mezcla de varios tipos de estilos y fuentes y la obra se revela como una narración integradora y suave, donde cronista tiende a respetar la jerarquía de las formas y de los estilos. El resultado es un texto que une en su estructura una multitud de textos y géneros, incluyendo valiosas muestras, o al menos evidencias, de diferentes tipos de discursos no cronísticos que en la mayoría de los casos, paradójicamente, no sobrevivirán al periodo literario más temprano.