“LAS ESTRELLA DE LOS DESEOS”:

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“LAS ESTRELLA DE LOS DESEOS”:
Érase una vez una niña linda y amorosa llamada Lía; nuestra amiga era una niña muy
especial, tanto, que al nacer, los duendes que la cuidaban, decidieron regalarle una
estrella mágica, que siempre la acompañase y la guiase; esta estrella guardaba un
secreto muy especial, que nuestra amiga descubriría al llegar a cumplir los 15 años.
Lía resultó ser un regalo maravilloso para sus padres; tras años de búsqueda, por fin
llegaba el tan ansiado bebé, una niña hermosa, risueña y muy amorosa.
Su padre, que no podía dejar de amarla y cuidarla, le demostraba su afecto, arropándola
todas las noches y leyéndole un cuento; su madre la vestía coqueta y guapetona por las
mañanas, para que todos los ojos discretos o indiscretos, que se atreviesen a mirarla,
viesen a una niña a la que era imposible no amar.
Así pasaron los años y Lía empezó a ir al cole; aprendía con facilidad, era la compañera
preferida de juegos de todos sus amigos y pronto demostró ser la mejor “delegada de
clase” de toda la historia de ese colegio. Estudiosa, inteligente, divertida, comprensiva,
hermosa y amorosa, parecía una niña sacada de un cuento.
Todos la querían y adoraban. Todas las noches al llegar a casa, le contaba a su estrella
mágica y a sus amigos los duendes, lo ocurrido en su día, y ellos la escuchaban con
atención y devoción.
Pasaron los años y del colegio al instituto; allí las cosas empezaron a cambiar, para
continuar sus estudios. Lía tuvo que acudir al instituto más cercano , que estaba a dos
horas en autobús de su casa; durante el trayecto diario, nuestra protagonista, entabló
amistad con una niña, que también acudía a este instituto; esta niña era muy diferente a
Lía; por desgracia, según Lía, Anna no había tenido la suerte de ser una niña deseada por
sus padres, tampoco era bonita e inteligente y desgraciadamente, no era la más popular
de su colegio, así que al pasar al instituto, se quedó sola y sin amigos. A pesar de esto,
Anna disfrutaba de sus conversaciones con Lía y de esas pequeñas cosas, que a veces nos
alegran el día, como que te mire el chico que te gusta o que apruebes un examen que
pensabas suspender.
Lía al conocer a su amiga, entendió que había otra realidad diferente, al salir del mundo
en el que había vivido hasta la fecha. Por las noches, comentaba su desconcierto y
enfado, porque su amiga no tuviese lo mismo que ella, no entendía por qué el universo
era tan injusto con su amiga.
En el instituto, conoció a otros chicos y chicas con problemas diversos, y aunque era
consciente de que tenía mucha suerte, todos los días al volver a casa, se sentía frustrada
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y abatida, por no poder ayudar a todos estos chicos, cuyos problemas les hacían la vida
más difícil y complicada.
Cuando antes de acostarse comentaba con sus amigos y con su estrella, todo lo vivido en
ese día, no encontraba en los comentarios de sus confidentes, respuestas satisfactorias
que ayudasen a disminuir su frustración, rabia y enfado. Definitivamente, el mundo no
era justo.
Pasaron los meses y llegó el día, en que Lía cumplía 15 años; sus padres le organizaron
una fiesta maravillosa, invitaron a todos sus grandes amigos, incluída Anna.
Tras la fiesta, cuando todos sus amigos se habían marchado, llegó el tan esperado
momento; sus duendes le contarían el secreto especial que guardaba la estrella mágica.
Ansiosa, nerviosa y muy entusiasmada, Lía se sentó en su cama a escuchar con atención,
lo que sus amigos, los duendes, se disponían a contarle:
“Lía, cuando naciste, supimos que eras una niña muy especial; tu sensibilidad y capacidad
de amar eran tan grande, que iluminabas cualquier habitación en la que te encontrases;
por eso decidimos darte esta estrella, para que guiase tu camino y para que al llegar a los
15 años, pudieses pedir un deseo que se te concedería y ¡duraría un mes entero!; antes de
pedirlo, piénsalo bien, ya que durante ese mes, el deseo que pidas no podrá invertirse ni
cambiarse; esperamos que este regalo te ayude a ser más feliz”.
¡Imagináos amigos los nervios de Lía y la tensión al oir esto!, estaba ilusionada con la
noticia, pero al mismo tiempo aterrada … era una gran responsabilidad.
Se permitió el fin de semana para reflexionar su deseo con tranquilidad; además, esta
vez no podía consultar con su estrella o con sus amigos los duendes, ¡era una de las
cláusulas de este contrato mágico! Tenía que tomar la decisión totalmente sóla.
Por fin, el domingo por la noche, dejó de dudar y pidió que su deseo se cumpliese, nuestra
sensible y amorosa Lía, pidió que nadie tuviese que sufrir, que todos tuviésen aquello
que querían, acordándose de sus compañeros de instituto creyó, que no habría nada
mejor, que el hecho de que todos solucionasen sus problemas y no sufriesen más.¡
Sonaba fabuloso!, sus duendes sonrieron al escuchar su deseo, la estrella se abrió y miles
de mini estrellitas mágicas, salieron en mil direcciones diferentes por la ventana, a
cumplir sus misiones particulares durante un mes.
Ese lunes en el instituto, todo era amor, alegría e ilusión, era simplemente maravilloso.
Su amiga Anna, le contaba lo mucho que la querían sus padres, lo fabulosa que se veía, lo
inteligente que era, lo fantástica que era su vida, y Lía sonrió al ver a su amiga feliz.
Cuando comprobó que todos sus amigos estaban igual de felices, sintió como su corazón
latía al ritmo frenético de la energía del amor, tanto, que pensó que se le saldría del
pecho. Pasaron los días y esta euforia colectiva, curiosamente empezó a bajar de
intensidad.
Lía pensó que era normal, todo se estaba colocando y tras la reacción inicial, los chicos y
chicas empezaban a relajarse y a disfrutar. Y ciertamente, se empezaron a relajar y a
disfrutar, pero no como Lía esperaba,… como eran tan listos, dejaron de estudiar, como
eran tan guapos, dejaron de bañarse y de arreglarse, como eran tan simpáticos estaban
todo el día contando chistes (tanta broma repetida … dejaba de ser graciosa), pero nadie
se quejaba ni decía nada; al no estudiar, los exámenes los suspendían, pero ni los
profesores, ni los padres tomaban medidas, todo estaba bien para todos, tal y como
estaba, menos para Lía, que empezó a dudar de si su deseo era un buen deseo, …
Ensimismada en su mundo, volvió esa tarde a casa revisando en su mente qué había
hecho mal; por más que se estrujaba el cerebro, no encontraba la respuesta; ella sólo
quería que todos fuesen felices… pero algo no estaba saliendo según lo previsto.
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Preguntó a sus amigos, los duendes, pero estos le recordaron que no podían interferir en
el deseo ¡¡¡ni en su aprendizaje!!! ¿a qué se referían con eso de su aprendizaje?, ¡ No
entendía nada!
Al día siguiente, la mayoría de los chicos, incluída Anna no fueron al instituto; Lía la llamó
pensando que igual estaba enferma, pero Anna le comentó, que simplemente deseó
quedarse durmiendo en casa y sus padres entendieron que estaba cansada de ir al
instituto … ¡Lía no podía salir de su asombro!.
El resto de los chicos del instituto se veían apáticos y ausentes; al preguntarles por su
actitud, decían que estaban bien, que tenían todo lo que querían, pero que sentían que
les faltaba algo; Lía no entendía qué era lo que estaba pasando, pero a estas alturas tenía
claro que su deseo, no era el apropiado, aunque no sabía cuál había sido su error.
Tras 3 semanas, la situación era de película de cine, pero de terror; el instituto
prácticamente vacío, los chicos todo el día durmiendo o viendo la tele; algunos por esa
sensación de “me falta algo” empezaron a consumir drogas; otros, simplemente, se
sentaban a ver pasar las horas; todo esto envuelto en un halo de aparente felicidad.
Esa noche, en medio de sus reflexiones, Lía entendió una cosa: “EL TENER TODO LO QUE
DESEAMOS, NO NOS DA LA FELICIDAD”, los chicos habían dejado de valorar lo que
tenían, simplemente porque lo tenían y como lo tenían todo, no tenían nada por lo que
luchar; cuando Lía fue consciente de todo el daño que había provocado su deseo, llamó a
sus amigos, los duendes, muy angustiada, pero ellos le recordaron que no podían
interferir hasta que no pasase el mes entero.
Pasó por fin este nefasto mes de irreal felicidad y Lía se sentó ansiosa a comentar la
experiencia con sus duendes (gracias a Dios todos aquellos a los que afectó el deseo de
Lía, no recordaban nada de lo ocurrido). Les preguntó por qué si su deseo era que todos
fuesen felices, esa felicidad no había sido real, estaba enfada y se sentía estafada por la
estrella.
Los duendes la miraron con ternura y le explicaron lo siguiente:
Querida Lía, absolutamente todo lo que ocurre en el mundo, ya sean cosas buenas o
malas, ocurren por un motivo y por una razón; todas las experiencias que viven las
personas, ya sean estas experiencias, buenas o malas según sus percepciones, son parte
de un conjunto de lecciones, que la persona debe aprender; si no las aprende, se repetirá
ese aprendizaje, hasta que tenga la capacidad suficiente de integrar la información que
debe aprender. Tú quisiste darle a todos, todo lo que supuestamente tú creías que ellos
querían, pero se te olvidó, que si les das lo que quieren, sin que ellos aprendan la lección
y a conseguirlo por sí mismos, el valor no es el mismo.
Querida Lía, es el miedo a no conseguir algo, el que hace que cuando lo consigas saltes
de felicidad; es la rabia de perder algo, lo que hace que cuando lo recuperes o encuentres
algo mejor, lo disfrutes mucho más; en definitiva, tienen que estar las dos caras de la
moneda, lo bueno y lo malo, porque sin lo uno, lo otro no puede existir; recuerda Lía, para
que haya felicidad verdadera, primero el ser humano debe experimentar la infelicidad
completa, es curioso, pero para encontraros realmente, los humanos necesitáis perderos
antes unas cuantas veces.
Lía entendió entonces su enorme error, y con humildad sonrió al descubrirlo, pero lo hizo
sabiendo, que aunque se había perdido, ahora estaba un poco más cerca de encontrarse
realmente.
¡Y colorín colorado… este cuento se ha acabado!
Espero que os haga reflexionar y os ayude a encontraros un poquito más, un abrazo de
los que hacen época.
Lourdes Pérez Marrero.
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