¿Es usted amante del chocolate? ¿Le seduce su aroma, su exquisito sabor y las mil y un maneras de d e gus tar lo ? Tanto si su respue s ta es afirmativa, o no, es indudable que el chocolate es uno de los postres más populares del planeta. Pero transformarse en este manjar es nada más una de las muchas formas que adopta la materia prima: el cacao. Sus usos son variados, desde la industria cosmética hasta la farmacéutica, por lo que no es en vano que el cacao se haya colocado en el tercer lugar en el mercado mundial de las materias primas, superado sólo por el café y el azúcar. A pesar de ello, muy pocos conocen que en cada almendra de cacao converge el pasado y el presente. En cada una de esas pequeñas semillas ovaladas de color café, altamente cotizadas, hay un todo un trasfondo cultural, que se remonta varios siglos atrás y que nos conduce a un viaje en el tiempo, recorriendo las raíces históricas de los pueblos Mesoamericanos y llega hasta hoy, momento en el que el producto tiene un papel destacado en los mercados y la agroindustria. Recientemente, en el caso de El Salvador, muchas instituciones se han sumado a la apuesta por la reactivación de este ancestral cultivo, reconociendo su valor histórico, cultural, medio ambiental y económico, que abre nuevas puertas para los pequeños productores. A través de las siguientes líneas-dividas en tres entregas- le invitamos a realizar un breve viaje al pasado para conocer la historia del cacao y evaluar el presente, para visualizar cómo este cultivo presenta un panorama favorable. Para endulzar la lectura, prepare su tacita de chocolate. 1 De alimento de los dioses a alimento de las Cortes Época precolombina, unos 2,600 años atrás. La cultura maya se extiende por la región Mesoamericana. En medio de la construcción de impresionantes templos, ciudades, y un floreciente despliegue agrícola, artístico, científico y religioso, el Ka’Kaw (cacao, en maya) es altamente valorado. Posiblemente, sus propiedades energéticas, medicinales y su peculiar sabor, hicieron que esta y otras civilizaciones precolombinas, como los Aztecas, atribuyeran al cacao poderes mágicos. Con él preparaban un brebaje amargo que era destinado exclusivamente para el consumo de la clase noble, sacerdotes y caciques, y utilizado en algunos rituales sagrados. Por tanto, no es de extrañar que su nombre científico sea Theobroma cacao L., que en griego significa: “Alimento de los dioses”. Al mismo tiempo, las semillas eran tan preciadas que se utilizaban como moneda. Si hoy en día quisiéramos comprar, por ejemplo, un conejo según el parámetro comercial de ese entonces, deberíamos intercambiar unas diez almendras de cacao. Estos usos dados al cultivo se mantuvieron hasta la época de la conquista. Paulatinamente, el cacao como moneda de cambio fue sustituido por el Real –la moneda española de la época- en las primeras décadas del siglo XVI. Sin embargo, el peculiar “olfato comercial” de los conquistadores les permitió percibir en el cacao un potencial aroma a riqueza. Seis siglos después –como veremos más adelante en la lectura- quizá ese mismo aroma flotaba 2 en la atmósfera salvadoreña y fue percibido por el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), cuando hace 22 meses seleccionó al cacao como uno de los diez rubros a priorizar, bajo un enfoque de cadena agroproductiva, dentro del Plan de Agricultura Familiar. Se estima que alrededor del año 1524, sólo en la zona popularmente conocida como Los Izalcos –que comprende los municipios de Nahulingo, Caluco, Izalco y el extinto Tacuxcalco-, en Sonsonate, existían alrededor de 10 mil manzanas de cacao en producción. Dejando volar la imaginación, puede que no sea difícil visualizar, como una fotografía mental en blanco y negro, el puerto de Acajutla donde unos cuantos barcos esperan a zarpar, rumbo a España y otros países de Europa, cargados de las preciadas semillas de cacao. En el “Viejo Continente” el fruto empezó a transformarse de diversas maneras. Al inicio, su áspero sabor fue mal acogido y no fue hasta que se le añadió azúcar, que empezó a convertirse en bebida y alimento popular. Incluso, el cultivo fue expandido hasta en el continente africano. Es así como el “Xocolat” –como le llamaban los Aztecas-, pasó de ser una bebida amarga, a un producto dulce, comestible de muchas maneras y objeto de diversas recetas; de ser el alimento de los dioses, pasó a ser alimento para los finos paladares de la Corte Española y los palacios Europeos. Sin embargo, paralelo a la popularización del exquisito sabor del cacao –y sus múltiples usosen otras latitudes, diversos factores, como la sobre explotación del cultivo y la orientación de las actividades agrícolas hacia otros rubros como el bálsamo, el añil y el café, conllevaron a que el cultivo del cacao fuera siendo relegado en la región y, prácticamente, olvidado. Actualmente, es en África donde se concentra la principal producción de cacao, que representa cerca del 70% de la producción mundial. A pesar de que nuestros pueblos indígenas fueron el “semillero” del cacao, sus beneficios económicos no fueron palpables para ellos. Hoy en día, las apuestas por reactivar el cultivo buscan devolver a El Salvador su prestigio como productor del ancestral fruto y que su riqueza económica, ambiental e histórica retorne, de alguna manera, a estas tierras. 3