EL MODELO DE LA MEDIACIÓN APLICADO A LA INTERPRETACIÓN1 INTERLINGÜE INTERCULTURAL Sergio Viaggio, Naciones Unidas Introducción: la diferencia epistemológica entre el primer y el segundo objeto Heredero y crisol de una larga tradición filosófica, García Landa establece una distinción epistemológica fundamental entre los que llama el primer objeto del conocimiento --la totalidad de los objetos y fenómenos que existen o se producen en el universo independientemente de la intervención humana, que son el objeto de las ciencias naturales, que los descubren o definen-- y el segundo objeto --la totalidad objetos y fenómenos privativos de la sociedad humana, es decir de los objetos y fenómenos (injetos los ha bautizado) producidos o inducidos por el hombre (como las instituciones, las lenguas naturales y artificiales, etc.), que son el objeto de las ciencias sociales. El segundo objeto, el de la realidad social, representa una organización superior de la materia y, como tal, presupone el primero, pero no la inversa. La relación entre ambos puede ilustrarse con una silla. La silla como tal, como injeto creado por el hombre con una intención concreta, es un segundo objeto; pero está hecha de madera, primer objeto sin el cual no podría existir. Ni los injetos que son la interpretación ni las lenguas pueden existir sin el primer objeto que son el cerebro humano y su configuración específica. Pero, ontológicamente, primer y segundo objeto son cosas distintas. El estudio del cerebro y sus funciones es tan pertinente al estudio de la interpretación como el de la madera al de la silla; ni menos ni tampoco más. Para nosotros, la comunicación (incluidas la traducción y la interpretación) son segundos objetos, cuya esencia no puede ni debe buscarse en misteriosas cajas negras (que sí existen y que sí son, por ahora, un misterio), sino en el mundo "extra-", o si se prefiere, "pancerebral" de las relaciones sociales. En modo alguno rechazamos las investigaciones primoobjetales, especialmente en el caso de la interpretación simultánea, que depende íntimamente de una soporte primoobjetal (psicomotor) que pocos individuos poseen embrionariamente y pueden luego desarrollar. Pero estamos convencidos de que la metodología empírica de las ciencias naturales poco --acaso nada-- puede decir de pertinente a la esencia social de toda mediación. Aunque seguramente tiene mucho que aportar a la hora de optimizar la capacidad de atención dividida y la gestión de los esfuerzos complementarios (ver más abajo). Los modelos que propongo como desarrollo de los de García Landa, por lo tanto, presentan la comunicación exclusivamente como segundo objeto, y absolutamente nada tienen que decir respecto de las funciones cerebrales o musculares que le sirven de sustento primoobjetal. Mi desarrollo del modelo de García Landa Permíteme, lector, que comience recordándote los modelos pertinentes: a. El modelo del acto de habla 1) Todo acto de habla D (oral V, escrita T o interiorizada I) en cierta lengua o es una transacción social mediante la cual alguien (el sujeto de la producción), obedeciendo a una motivación consciente W, regida por una motivación inconsciente que debe entrañar una cierta predisposición a hacerse comprender Z, con ciertas intención pragmática principal Y e intenciones pragmáticas secundarias y, procura comunicar una percepción hablística LPI que es función de un conjunto de esquemas de precomprensión o teorías transitorias 1 Versión actualizada de la ponencia presentada al Simposio Internacional sobre Interpretación, Soria 6-8 abril de 1998. o acervo de conocimientos pertinentes K. A tal fin pone en marcha una compleja operación mental (y motora) que consiste fundamentalmente en construir y presentar a su(s) interlocutor(es) un producto social acabado constituido básicamente por una cadena sígnica F en esa lengua o. 2) Esa cadena manifiesta una estructura fonomorfosintáctica X (actualización de un sistema fonomorfosintáctico L), está dotada de un potencial semántico S (actualización de un sistema semántico H) y de una estructura ritmicoprosódica V (actualización de un sistema rítmico R), y corresponde, además, a un registro J (de cierto conjunto de registros posibles Q 2 ). La cadena va acompañada necesariamente de una configuración suprasegmental paralingüística (elucocional) o perilingüística (tipográfica) C y/o un contorno cinético o gráfico E que precisa, refuerza o modifica su sentido. (En la comunicación cara a cara o escrita, el estímulo que pone en marcha el proceso de comprensión consta, entonces, de tres componentes que se perciben y procesan globalmente: F, C y E, aunque este último se pierda en las comunicaciones estrictamente acústicas -radiales, telefónicas, etc.-- dificultando muchas veces la comunicación3.) 3) El acto de habla se produce en una determinada situación social o campo sociohistórico G regidos por un sistema de creencias, normas y prácticas o cierta experiencia personal P compartidos dentro de un mundillo M en un tiempo histórico VH y, dentro de éste, en un lapso concreto t (caracterizado, como todos los demás componentes, por un conjunto específico de rasgos m, n, etc. que en el caso del lapso t indica un momento preciso). 4) Alguien más, el sujeto de la comprensión (interlocutor, testigo casual, espía, curioso, o el propio locutor en diálogo consigo mismo) escucha y comprende en otra compleja operación mental que le hace producir a su vez una percepción hablística LPCo, la cual es también función de ese mismo acervo de conocimientos pertinentes K, ya que la comunicación es imposible sin conocimientos y esquemas de precomprensión compartidos. Para ello, debe, según el caso, aprovechar o sortear su motivación/resistencia conscientes U y mantener una disposición inconsciente a comprender Z. Es imprescindible destacar el carácter activo de la comprensión, mediante la cual el interlocutor (re)construye su percepción hablística del querer decir del locutor retroproyectando sus propios filtros U, Z y K sobre el estímulo acústico/óptico [FCE]. La comprensión surte en quien comprende sus propios efectos pragmáticos principal A y secundarios a, que no necesariamente coinciden con las intenciones pragmáticas del hablante. Al margen del éxito pragmático, la identidad entre LPI y LPC sólo es posible si ambos interlocutores aplican el mismo paquete hermenéutico integrado por los mismos sistemas lingüísticos (LHRQ) y extralingüísticos (KPM) y se rigen por su mutua disposición de comunicarse (Z). Todo desfase entre los respectivos paquetes hermenéuticos o la ausencia de disposición de hacerse entender o entender menoscaba la comunicación y puede llegar a frustrarla por completo. La noción decisiva es que, escrito u oral, literario o no, la comunicación es más que el acto de habla, el cual es, a su vez, mucho más que su vehículo verbalizado (el que, a su vez, es más que la mera cadena lingüística). Recurriendo a la notación simbólica (donde > indica rección, producción y producción combinada con retroproyección, mientras que las mantisas representan los hechos y fenómenos que se dan en el tiempo y en el espacio y los 2 3 No está establecido que los registros formen un sistema. La mayor parte de las traducciones subordinadas (subtitulado, doblaje, etc.) lo están, precisamente, a E: imágenes, movimiento de los labios, etc. exponentes las estructuras, sistemas o conjuntos virtuales que gravitan sobre ellos), la comunicación hablística puede modelarse, entonces, como sigue: WZ > Yy > LPIKo [Fo(XmL,SmH,VmR,JmQ)CmEm]GPMVHtm UZ > LPCKo Aa Como decía, la comunicación habrá prosperado si en la situación GPM el LPIo es idéntico al LPCo: GPM(LPIo=LPCo) Podemos añadir que la comunicación habrá prosperado pragmáticamente si, dentro de la situación G, las intenciones pragmáticas se corresponden con los efectos, o sea si: G(Yy=Aa) De esta suerte, la comunicación habrá prosperado globalmente a los niveles cognitivo y pragmático si se dan simultáneamente la identidad perceptual y una correspondencia de las intenciones y efectos pragmáticos: G(Yy>LPIo=LPCoAa) Conviene advertir que las intenciones pragmáticas Yy rigen el LPI, pero no lo producen, mientras que la comprensión, es decir el LPC, sí produce los efectos pragmáticos Aa. En este sentido, aclaremos que el mismo signo = simboliza, según el caso, identidad perceptual, correspondencia pragmática o equivalencia formal. La comunicación globalmente perfecta radicaría, entonces, en una correspondencia óptima de motivaciones, intereses, intenciones y efectos pragmáticos y una identidad absoluta de percepciones hablísticas intendida y comprendida. Huelga decir que, como sucede con todo quehacer humano, la comunicación perfecta no existe: hemos de contentarnos con un éxito socialmente pertinente, o sea con poder comunicarnos lo suficientemente cerca de ese ideal inalcanzable. Es imprescindible recordar, claro está, que querer decir y entender no son actividades simétricas (Hِrmann 1976). El acto de habla no sólo se da como parte de un acervo de conocimientos pertinentes, sino --y esto es fundamental-- en función de una intención pragmática principal y diversas intenciones pragmáticas secundarias, productos de una motivación consciente originada en el miasma de la motivación inconsciente. En el modelo simple, podemos darlas por incluidas en la situación GPM, pero creo conveniente desglosarlas (ver Viaggio en prensa). La intención pragmática del acto de habla se mide desde su finalidad (desde su para qué), pero ello no debe hacernos olvidar el otro extremo, el de la motivación (su por qué): General Motors publica determinado anuncio para convencer a los consumidores potenciales de que compren sus vehículos por afán de lucro. Ahora bien, para que la comunicación del LPI prospere no es necesario (puede, incluso, ser contraproducente) que el interlocutor capte la intención pragmática ni la motivación consciente ni, sobre todo, la inconsciente que anima al locutor (si no, la publicidad, los discursos políticos y las declaraciones de amor resultarían menos eficaces). En otras palabras, la identidad LPI/LPC no necesariamente requiere que el interlocutor haya captado estos elementos, decisivos que son para la producción del acto de habla. Pero sí, en cambio, es pertinente que el acto de habla funcione idóneamente con arreglo al tipo de recepción que procura el locutor o espera el destinatario: que informe, emocione, induzca, convenza, divierta, aburra, etc. debidamente. Aquí entran a tallar los tipos funcionales de texto. Desde el punto de vista del autor, la funcionalidad del texto es la síntesis entre intención pragmática principal y verbalización4. Intención pragmática principal (Y), intenciones pragmáticas secundarias (y), motivación consciente (W) y motivación inconsciente (Z) pueden incorporarse al modelo como “motores”, no ya del LPI, sino del acto de habla mismo, pues son independientes del sistema semiótico (lingüístico u otro) de que se valgan. Por otra parte, el interlocutor (o quienquiera presencie el acto de habla) tampoco comprende exclusivamente en función de su acervo de conocimientos, sino también de sus afectos e intereses. Si podemos arriesgarnos a postular la pertinencia del LPI para quien se toma el trabajo de procurar transmitirlo, es demasiado ingenuo pretender que a todos los que lo perciban ha de interesarles por igual. Así como no basta querer decir para poder, para comprender también es preciso querer y poder. Para todo interlocutor hay cosas difíciles o imposibles de comprender intelectual, cognitivamente, y también cosas que por resistencia afectiva consciente o inconsciente, o por simple desinterés no quiere comprender. Ahí radica, precisamente, la importancia de UZ, que filtra decisivamente la transmutación del LPI en LPC y de la cual dependen directamente los efectos Aa que la comprensión produce en el sujeto. Esta es, sin duda, la razón por la que leyes, contratos y demás textos que imponen responsabilidad ética, civil o penal resultan tan exasperantemente explícitos y prolijos: van dirigidos a mal entendedor", que a buen entendedor - pocas palabras. b. El modelo de la mediación interlingüe intercultural Esa misma asimetría entre querer decir y entender suele hacerse aún más marcada entre el autor original y el destinatario de toda traducción. Y aquí es, precisamente, donde aparece el traductor o intérprete como mediador interlingüe e intercultural. En el segundo acto de habla Di que le toca iniciar, el mediador puede o debe hacerse cargo de ese querer entender específico que le aguarda al otro extremo de la comunicación. Hace así las veces de interlocutor para comprender en lugar de éste y produce luego su propio LPI (acaso con una finalidad diferente) aquilatando todos los nuevos factores pertinentes para la verbalización mediante una nueva cadena sígnica [Fi(XnL,SnH,VnR,JnQ)CnEn], lo cual puede entrañar numerosas modificaciones formales a los niveles menos relevantes. El mediador se desplaza constantemente, por así decir, a lo largo de la distancia que separa el querer y poder decir singular del locutor original y el querer y poder entender casi siempre plural de los destinatarios de la mediación. Su responsabilidad es mucho más que la de un simple bilingüe, y para desempeñarla con éxito no le bastan jamás los conocimientos lingüísticos y temáticos. El traductor improvisado cree que basta con poder descifrar la cadena Fo y ser capaz de producir la cadena Fi; el traductor competente, pero comunicativamente ingenuo, entiende, además, la importancia de los conocimientos pertinentes compartidos K; el intérprete idóneo, pero también comunicativamente ingenuo, suele ver, además, la importancia de la situación G y del mundillo M; pero únicamente el mediador consumado es consciente de cuan decisiva resulta la experiencia cultural y de vida P y de los filtros consciente e inconsciente WZ para ambos actos de comunicación, ya que sus propios P y UZ son un filtro tan poderoso como los de cada uno de sus clientes, tanto, que algunos de los fundadores de la profesión no pudieron soportar el Juicio de Nuremberg y debieron abandonar la cabina, y unos pocos la profesión misma. No se trató ni de incapacidad de comprender ni de incapacidad de hacerse comprender, sino de la influencia desestabilizante de los efectos que la comprensión de lo que les tocaba comprender tenía en ellos. El modelo de la mediación resulta así una reproducción (pero nunca una simple réplica simétrica) del acto original. 4 El lector, claro, puede atribuirle una funcionalidad diferente: la ley se hace para legislar, pero se estudia, por ejemplo, para ver cómo se legisla. WZ > Yy > LPIKo [Fo(XmL,SmH,VmR,JmQ)CmEm]GPMVHtm UZ > LPCKo Aa [] -------------------------------------------------Do---------------------------------------------------[] WZ > Yy > LPIKi [Fi(XnL,SnH,VnR,JnQ)CnEn]GPMVHtmün UZ > LPCKi Aa --------------------------------------------------Di------------------------------------------------------Donde el símbolo [] indica la adaptación que el mediador efectúa entre LPCo y LPIi (por cierto que para modelar la mediación no interlingüe, basta con dejar en ambos términos la misma lengua, o, simplemente, omitirla). Aquí, la subjetividad del mediador se emancipa: el mediador se hace responsable por la idoneidad referencial y/o social del LPIi. La mediación interlingüe habrá prosperado si entre LPIo y LPCi se logra una identidad perceptual y un efecto pragmático pertinentes para el beneficiario [=], que, recordemos, puede ser cualquiera de los protagonistas, o ambos, o un tercero5: G(LPIo[=]LPCi) Esta fórmula significa que la mediación habrá prosperado en la medida que se haya obtenido el grado necesario y suficiente de identidad perceptual y de correspondencia pragmática. De ella se desprende asimismo un claro criterio de calidad: será mejor la traducción que permita una identidad y correspondencia óptimas. Si el mediador considera que la identidad proposicional prevalece sobre la correspondencia pragmática, su mediación se avecinará a una traducción transparente. Si decide que lo fundamental es la correspondencia pragmática, dejará de traducir (es decir de reproducir el LPCo). Y bien puede ser que resuelva lubricar la situación social no traduciendo ni produciendo correspondencia pragmática ninguna, en cuyo caso el valor de [=] es lisa y llanamente cero. Podemos aseverar que, en vista de la incompetencia retórica de la mayoría de los hablantes no profesionales, las traducciones e interpretaciones de textos o enunciados estética o retóricamente no marcados, debieran ser en general mejores que los originales (o sea que ésta debiera ser la norma profesional imperante). Dada la menor competencia retórica relativa de la mayor parte de los traductores profesionales frente al vuelo de los grandes genios de la literatura o de los grandes oradores, es razonable esperar que incluso las mejores traducciones e interpretaciones no alcancen las mismas alturas (lo cual no significa, en cambio, que el traductor se imponga como norma escribir o hablar peor que el autor u orador originales). Pero en ambos casos estamos hablando de sendos insoslayables hechos existenciales, que no afectan el modelo esencial que aquí propongo. El papel decisivo de la pertinencia 5 Como la pertinencia mal puede ser idéntica para locutor e interlocutor --ni mucho menos para todos los interlocutores por igual--, toca al mediador determinarla cada vez y elegir a quién satisfacer más o menos. Debe, entonces, adoptar una decisión a la vez profesional y ética basada en su lealtad a cual(es)quiera de los protagonistas o a quien le paga. Ello explica por qué en los encuentros de estadistas, donde no imperan exactamente ni la confianza ni la cooperación, los intérpretes van cruzados (por ejemplo, el de Yeltsin interpreta al inglés y el de Clinton al ruso, ambos a partir de su lengua materna y con acento): es políticamente más importante la lealtad del que habla por cada uno de la de quien le habla a cada uno. Este modelo encaja con la teoría de Sperber y Wilson 1964/1985 (incluidas las sesudas críticas de Toolan 1996)6. La comprensión se produce inferencialmente sobre la base de la pertinencia. Toda información se torna pertinente en la medida en que los efectos cognitivos (y, añadiría yo, afectivos) que produce su procesamiento óptimo sean considerables o, inversamente, dicho esfuerzo de procesamiento resulte insignificante. La pertinencia se reduce, entonces, a la razón entre esfuerzo de procesamiento invertido y efectos redituados. Todo acto de comunicación ostensiva, explican los autores, comunica la presunción de su propia pertinencia óptima, lo que explica por qué le prestamos atención. De esta manera, cada interlocutor se aplica a procesar cualquier acto de comunicación ostensiva sobre la base de una presunción de pertinencia óptima, es decir que el estímulo ostensivo es a al vez a) suficientemente pertinente para valer el esfuerzo de procesarlo y b) el más pertinente compatible con la capacidad y preferencias del emisor (pp. 269 y siguientes). Esta presunción, bien que normalmente frustrada en la práctica, es precisamente el cimiento del principio de la cooperación del que derivan todas las máximas de la conversación. La especificidad de la mediación interlingüe intercultural Los modelos de la comunicación, la traducción y la mediación interlingüe intercultural son puramente descriptivos, como las ciencias médicas que describen el ser humano y las enfermedades que lo aquejan. Pero la mediación se parece más a la medicina aplicada, en cuanto que es la puesta en práctica heurística del conocimiento descriptivo con miras a resolver un problema concreto, el de la imposibilidad de la comunicación directa. La descripción del problema (como la de cualquier patología) es indispensable para hallar y aplicar una solución eficaz. En ese sentido, la mediación, como la terapia, no puede quedarse en la descripción: los problemas no se resuelven con sólo haberlos visto y entendido bien. La docencia de la mediación está encaminada a permitir y fomentar que el estudiante vaya a) detectando todos los problemas y b) entendiéndolos cada vez mejor --es decir aplicando modelos descriptivos--, para fundamentalmente c) ir determinando la mejor forma de resolverlos dentro de las circunstancias objetivas y subjetivas y d) aplicando con mayor eficacia esa mejor manera --o sea siguiendo pautas normativas e incluso prescriptivas--. La docencia no puede menos que aconsejar o desaconsejar tales o cuales métodos para la solución de los problemas con que la mediación y el estudiante tropiezan. La docencia se basa en distinguir la práctica idónea de la que no lo es o lo es menos, "Hazlo bien" o " hazlo mejor" son consejos u órdenes que sólo adquieren sentido si podemos explicar por qué así esta mal o no tan bien. Esta ponencia se irá apartando, entonces, de lo ontológico. El modelo de la interpretación Se trata simplemente de precisar que ambos actos son orales: WZ > Yy > LPIKo [Fo(XmL,SmH,VmR,JmQ)CmEm]GPMVHtm UZ > LPCKo Aa [] -------------------------------------------------DVo--------------------------------------------------- 6 García Landa afirma que su teoría es más general que la de Sperber y Wilson y que, por ende, ésta se hace innecesaria. Yo no estoy de acuerdo: Por lo pronto, la teoría de la pertinencia abarca todo tipo de comunicación, no solo la hablística, pero, mucho más fundamentalmente, la teoría de García Landa no permite establecer grados de pertinencia y, por lo tanto, no permite establecer la calidad de la comunicación ni de la mediación. [] WZ > Yy > LPIKi [Fi(XnL,SnH,VnR,JnQ)CnEn]GPMVHtmün UZ > LPCKi Aa --------------------------------------------------DVi--------------------------------------------------Si la esencia comunicativa de la traducción (en sentido lato, incluida la interpretación) permanece invariable cualquiera los factores objetivos o subjetivos, su existencia concreta, su realización ad hoc como mediación interlingüe e intercultural tropieza siempre con toda suerte de fenómenos incidentales que pueden imponerle limitaciones, cuando no distorsionarla. La interpretación conoce factores incidentales específicos, que la distinguen en bloque de la traducción, a saber, los propios de la oralidad. Mucho se ha escrito sobre esta diferencia y no tiene mayor sentido repetir aquí cosas consabidas. Por ello es mejor detenernos cada vez en los factores específicos de cada tipo de interpretación. Podemos adelantar que se trata básicamente de dos órdenes muy diferentes: primoobjetales y segundoobjetales. éstos últimos son sociales, y tienen que ver con las diferencias culturales, de clase, de poder, etc. Los primeros se relacionan con el soporte psicomotor. La mayor "dificultad" de la interpretación simultánea respecto de las demás es exclusivamente primoobjetal; consiste, básicamente, en adquirir y saber gestionar la capacidad de atención dividida en tiempo real. Lo mismo se aplica a la mayor "dificultad" de la interpretación consecutiva respecto de la dialógica, que no exige mayor capacidad de memoria a mediano plazo. A efectos de la presentación que sigue, he ordenado los tipos de interpretación según su grado de dificultad primoobjetal, ya que ese es el factor decisivo en la pedagogía (por eso la consecutiva se enseña antes que la simultánea). La interpretación dialógica Es la forma más antigua de mediación, la única que puede practicarse "naturalmente", pues, a diferencia de las interpretación de conferencia consecutiva y simultánea ni pone a prueba la memoria a mediano plazo ni exige atención dividida. No conoce, pues, más limitaciones primoobjetales que las del habla natural. Es, sin ir más lejos, la que practican cotidianamente los hijos de inmigrantes entre sus padres y vecinos, proveedores y ainda mais. Por eso ha tendido a carecer del prestigio de la interpretación de conferencias. Sin embargo, el hecho de que no entren mayormente en juego aptitudes neurofisiológicas diferentes de las que emplea cualquier hablante normal de cualquier edad o extracción social en modo alguno priva a este tipo de interpretación de los atributos esenciales de la mediación interlingüe e intercultural. Antes bien los pone en primerísimo plano, casi siempre mucho más que la interpretación de conferencias. En efecto, el intérprete dialógico (judicial, comunitario, etc.) suele tener que vérselas con diferencias culturales y sociales marcadísimas, y, sobre todo, con relaciones de poder tremendamente asimétricas entre los interlocutores. El intérprete dialógico es el mediador por antonomasia, el que, literalmente, está en medio, sopesando con el máximo cuidado su lealtad. No es casual que durante los últimos años muchas de las observaciones prácticas y aportaciones teóricas más relevantes han provenido, precisamente, de los intérpretes dialógicos y para sordomudos. Para todo intérprete la pertinencia asoluta se vuelca a ambos extremos del acto de habla. Por lo pronto, ha de atender a las motivaciones, intenciones y resistencias conscientes o inconscientes del orador. Su análisis más delicado debe comenzar por el extremo izquierdo del DVo. El intérprete debe, desde luego, indagar qué está diciendo el orador (es decir, tratar de comprender el LPIo). Pero es fundamental que debe preguntarse constantemente qué está haciendo, o, en mejor, queriendo hacer el orador con lo que dice (convencer, seducir, informar, engañar, rebatir, atacar, defenderse) y por qué. A la derecha, por otra parte, el intérprete debe analizar qué efectos (Aa) está produciendo, por su intermedio, el locutor sobre el interlocutor: cómo está entendiendo, cuánto está cooperando y por qué. El descuido de la motivación e intención WZYy, que son, sin embargo, lo primero que analizamos cuando nos dirigen la palabra, lleva a no entender la cadena Fo como manifestación de un acto de habla, dirigido por alguien concreto, con una intención y un propósito concretos, hoy y aquí. El descuido de la motivación o resistencia conscientes o inconscientes del interlocutor UZ de su capacidad de entender (básicamente función de K), que han de regir los efectos Aa tendrá en él la comprensión, y que, sin embargo, es lo primero que analizamos al dirigir la palabra a alguien, lleva a no entender la cadena Fo como manifestación de un acto de habla dirigido a alguien concreto. El análisis de WZYy no es suficiente. Al intérprete le pagan (o, mejor dicho, piensan que le pagan) para re-producir el LPIo, no para detectar a qué obedece. La tarea fundamental, específica, es, desde luego, entender lo que el orador está diciendo, o sea la parte central del modelo. Ahí entra a distraer la Fo, especialmente en su componente semántico SmH. La gran trampa que se tiende al desavisado es la semántica. En otros trabajos (Viaggio 1997, 1998b y c) he prevenido contra el fetichismo de la representación semántica, que no es sino la forma semántica del contenido nocional (o sea del LPI). El análisis que el intérprete debe realizar es en busca del LPIo, al que no puede llegar sino sobre la base de la representación semántica, es cierto, pero que la transciende holgadamente. De lo que se trata, básicamente, no es de la forma semántica del contenido proposicional, sino del contenido proposicional mismo. Aquí parecería resuelto el problema: El intérprete ha entendido bien el acto DVo, ha analizado debidamente la motivación WZ e intención Yy a que obedece, ha comprendido adecuadamente el LPIo (o sea que ha prosperado la comunicación entre él y el orador --LPIo = LPCo--, aunque no sea él ni interlocutor ni destinatario del mensaje) y ha logrado reverbalizar el ahora LPIi mediante una cadena Fi esperemos que irreprochable. Pues no. Todavía quedan aduanas por cruzar. Por lo pronto, y siempre al nivel de la expresión, nos resta el tantas veces descuidado marco paralingüístico y cinético C, eso que solemos llamar "presencia" y "presentación", es decir la capacidad del intérprete de hablar, es decir de realizar idóneamente actos de habla7. Esa capacidad pasa, sin duda, por saber expresarse con corrección, claridad, precisión y elegancia en el registro adecuado (es decir de producir una Fi totalmente idónea) y, además, de saber imitar toda suerte de registros, pero no se limita a ella. Cada uno de los componentes estrictamente lingüísticos y latamente hablísticos de la expresión puede y debe atenderse y practicarse por separado. En las clases de interpretación se descuida a veces el componente C, que es, de todos, el más decisivo para la naturalidad -y, por ende, la aceptabilidad-- de la interpretación. Bien. Supongamos que nuestro estudiante ha salido airoso de todas estas pruebas: Hasta ahora, ha recorrido el siguiente trecho: WZ > Yy > LPIKo [Fo(XmL,SmH,VmR,JmQ)CmEm]GPMVHtm UZ > LPCKo Aa [] [] WZ > Yy > LPIKi [Fi(XnL,SnH,VnR,JnQ)CnEn]... No es que le toque ponerse, ahora que ya ha dicho, a pensar en la situación o en la "cultura" o "idiosincrasia" del destinatario o grupo de destinatarios. Eso es algo que le habremos enseñado a analizar junto con la motivación y las intenciones del orador. Pero sí le toca analizar y hacerse cargo de GPM y, crucialmente, de la identidad cognitiva y afectiva de K a ambos extremos del acto. Le toca, pues, aquilatar el interés del interlocutor individual o colectivo --UZ--, o sea determinar el grado de pertinencia del LPIo o de las características de 7 Que yo sepa, la única en incorporar explícitamente los componentes paralingüísticos y cinético-gráficos a la forma intrínseca del enunciado es Nord 1991a y b. Fo --especialmente en lo que respecta a forma semántica S y registro Q-- para los destinatarios de la interpretación, de modo no sólo de hacerse entender, sino de hacerse entender produciendo los efectos idóneos. Será en función de este análisis que mediará de tal o cual manera, con tal o cual criterio, desplazándose ora hacia los labios del orador, ora hacia las orejas de los interlocutores, privilegiando, necesariamente, a unos sobre otros (así como en la sala del tribunal no escuchan con igual interés al acusado el juez, el fiscal, el abogado defensor, el jurado, los guardias, los periodistas, los padres de la víctima y sus propios padres, en la sala de conferencias también aguardan la Fi del intérprete diferentes querer entender). Y falta algo más: la idoneidad retórica y social de C --y, en el caso de la interpretación consecutiva, E--, decisiva también para que pase el mensaje, para coadyuvar a la identidad pertinente LPIi/LPCi, es decir entre lo que el intérprete quiere hacer entender y lo que sus clientes efectivamente entienden. Estos elementos esenciales, decía, deben atenderse todos. El modelo nos permite enumerarlos y relacionarlos económicamente, ofreciendo incluso una especie de shopping list para ir verificando que los hayamos tenido en cuenta. Ante la importancia decisiva de todos los factores, incluidos los paralingüísticos y cinéticos, que rodean las cadenas sígnicas (con frecuencia defectuosas, por demás), éstas pierden inevitablemente parte de su peso específico. Por ello pienso que este modelo resulta particularmente pertinente, ya que en él la cadena sígnica desempeña un papel a la vez central y relativo. En vista de la índole conversacional de la interpretación dialógica, pierde pertinencia, en cambio, el lapso que media entre ambos actos de habla (tmün), que, como veremos, resulta en cambio decisivo para la interpretación de conferencia, lo que la convierte en la forma menos subordinada de traducción. La interpretación de conferencias La interpretación de conferencias, en cambio, es propia del mundo a veces enrarecido de los encuentros internacionales y se distingue, precisamente, porque los delegados, siempre relativamente numerosos, suelen compartir una cultura específica --típica de cada conferencia y muy parecida a las de las demás-- y, al propio tiempo, un mundillo sumamente preciso y rico. Tan específico es ese mundo que puede decirse que casi no entran en juego, ni entre los delegados ni entre los funcionarios que los atienden, diferencias individuales de fondo a los niveles K, P, M y W/UZ del modelo8. El componente intercultural de la mediación pierde, en consecuencia, parte importante de su peso específico, hecho particularmente extraordinario si tenemos en cuenta que es únicamente en este tipo de conferencias donde se hablan indistintamente hasta quince idiomas. El intérprete de conferencias, entonces, se las ve con una situación GPM relativamente uniforme, que se distingue particularmente por un mundillo terminológicamente estructurado, y en la que se respetan ciertos ritos especiales. Esta diferencia fundamental entre la multitudinaria interpretación de conferencias y la más íntima, obedece al carácter dijérase “impersonal” de la comunicación en la mayoría de las reuniones internacionales, que no puede sino reflejarse en el tipo mismo de actos de habla. Suele tratarse de interlocutores que se encuentran básicamente en pie de igualdad cultural, social, profesional y administrativa, quienes, más que expresar pareceres o sentimientos individuales, actúan como voceros de los intereses más abstractos y despersonalizados de los gobiernos o entidades que les pagan. Eso redunda en que el contenido de los LP 8 Recurriendo al modelo de Halliday, podríamos decir que las diferencias de tenor son muchísimo menos marcadas y que impera, además, una relativa uniformidad de campo. intercambiados tienda a ser prístinamente proposicional (con lo que disminuye hasta casi desaparecer, a veces, la importancia de los rasgos formales de Fo). Los actos de habla orales de estos delegados (y sobre todo en los debates que no son tales, donde más de uno va a leer el discurso que le han escrito pero casi nunca a escuchar el que le han escrito a sus homólogos) tienen mucho en común con los anónimos textos pragmáticos con que lidian, a su vez, los estudiantes de traducción: La motivación personal del orador pasa a segundo plano para dejar el trono a la motivación económica y política de la institución que habla por sus labios. Solo en los foros de negociación genuina (que, por cierto, abundan) sigue revistiendo toda su importancia la motivación inmediata y la intención pragmática del orador, que está dialogando con otros interlocutores en un plano mucho más íntimo y personal. Se trata, entonces, de características distintivas a los niveles WZ e Yy (o sea a le izquierda del acto de habla). Hasta aquí, las diferencias que rodean los enunciados. Los intérpretes, los estudiantes y los docentes suelen concentrarse más, en cambio, en las diferencias específicas de las cadenas que los materializan, pues el hecho es que, en las conferencias, los actos de habla originales DVo tienden a ser menos naturales, más monológicos, más parecidos a discursos, cuando no discursos hechos y derechos. De ahí el hincapié en la toma de notas, por ejemplo, que no plantea mayores problemas al intérprete comunitario. Esta especificidad relativamente “pancultural” de la interpretación de conferencia hace perder de vista muy a menudo la importancia de la idoneidad "transcultural" del intérprete. Y así, muchas escuelas preparan a sus estudiantes para el futuro supuestamente promisorio de las conferencias internacionales, haciendo hincapié en las terminologías y los temas que pueblan esa constelación de mundillos, pero sin prevenir la posibilidad mucho menos remota de que sus estudiantes deban entender, hacer entender y dar a entender a niños preescolares, madres asustadas, padres iracundos, campesinos analfabetos, drogadictos incoherentes y futbolistas de pocas luces frente a periodistas, trabajadores sociales, jueces, policías, enfermeras y bomberos (o, incluso en las conferencias internacionales, a delegados obreros y patronales, especialistas en cacao o energía atómica). Nos quedará de últimas, que no de primeras, el problema a la vez neurofisiológico y cognitivo de la memoria. Pero aquí, el modelo, centrado que está en el aspecto comunicativo --o sea social-- de la mediación, no tiene nada nuevo que aportar. a. La interpretación consecutiva Si, a diferencia del intérprete comunitario, el intérprete de conferencias puede darse el lujo de desatender los aspectos más sutiles de su competencia de mediador intercultural, debe en cambio vérselas con intervenciones que suelen ser mucho más largas, densas y políticamente delicadas. Ello le obliga a poner decisivamente en juego su capacidad analítica y de memoria a mediano plazo. El valor de tmün se hace antinatural, pudiendo llegar a inhibir totalmente la re-producción de una enorme cantidad de detalles de todo tipo. Esta limitación objetiva, debida básicamente al substrato neurofisiológico de los mecanismos de la retención y la evocación, lleva por desdicha a descuidar muchas veces el elemento esencial, que es la capacidad analítica. Es ella (y no la de retención) la que ponemos en juego --interpretando o no-- para entender, para poner nuestra mitad del esfuerzo que permite le identidad pertinente LPI/LPC. Dada la comprensión de la cadena F, la aprehensión del LPI a través de ese LPC idéntico que debemos tratar de evocar depende, siempre, de todos esos componentes extralingüísticos K, G, P y M. El intérprete --y, sobre todo, el estudiante-- debe preocuparse más por haber entendido que por recordar, que mal puede recordarse lo que no se entiende. ¿Por qué, entonces, el afán y la desesperación por recordar? Precisamente porque la memoria tiene limitaciones neurofisiológicas específicas que no pueden controlarse cognitivamente. El intérprete consecutivo requiere, sin duda, un adiestramiento especial, que le permita superar o paliar dichas limitaciones físicas. El instrumento más eficaz, como sabemos, son las notas, o sea la fijación gráfica de ciertas claves del LPIo que permitan evocarlo en su totalidad pertinente. Instrumento eficaz, sin duda, siempre y cuando se sepa emplear con eficacia. Y ahí está la madre del borrego. La nota, como el nudo en el pañuelo, sólo sirve si sirve, es decir si permite evocar lo pertinente, trátese del aumento demográfico en el Asia durante el siglo XV o del aniversario de bodas. El problema de la nota nunca está en la nota misma (como que poco importa el color del pañuelo), sino en el criterio que la rige. Y esto nos retrotrae a la capacidad fundamental que el intérprete debe lucir: la capacidad de análisis, puntal de la capacidad de entender 9. Como siempre, este análisis debe desarrollarse a ambos extremos del DVo. Muy a menudo, el estudiante pierde de vista esos extremos, es decir a los polos sociales de la comunicación en que le toca mediar. Esa es ontológica, cognitiva y cronológicamente la primera razón porque las notas se toman mal. (Y hay un aspecto adicional, que mi desarrollo del modelo de García Landa ayuda a formalizar, y que es la cinética de la propia toma de notas. El intérprete que se la pasa con la nariz clavada en el papel, garabateando afanosamente sin levantar la vista para mirar a quien habla, pero sobre todo a quienes han de ser sus interlocutores, descuida prematuramente el decisivo componente C de su inminente acto de habla.) Gracias al valor antinatural de tmün, el intérprete consecutivo no tiene cómo retener el componente fonomorfosintáctico XmL (a menos, claro, que tenga entrenamiento de taquígrafo, pero son muy pocos). La gran trampa sigue siendo la semántica. Cuando el intérprete ha anotado una palabra o concepto y luego no recuerda exactamente qué hacía esa palabra o concepto en el discurso original es muy común que, en vez de pasarlo por alto, se meta a construir un enunciado cualquiera donde engarzarlo, lo cual suele desembocar en el disparate. Recordemos: no es cuestión de la forma semántica del contenido proposicional, sino del contenido proposicional mismo. Ese contenido no es lingüístico, y es precisamente por eso que la nota puede ser de palabras en el idioma o en el idioma i o en cualquier otro, o en todos mezclados, o --desverbalizando la forma gráfica del LPCi, que pasa de F a E-- con símbolos más o menos icónicos (como flechas o dibujitos) o totalmente idiosincráticos, o cualquier otra cosa... con tal de que luego sirva para evocar ese contenido proposicional, es decir con tal que sirva para re-aprehender el LPI (ya independiente de la desaparecida Fo) y re-verbalizarlo en una nueva Fi10. Nos quedará de últimas, que no de primeras, el problema a la vez neurofisiológico y cognitivo de la memoria. Pero aquí, este modelo, centrado que está en el aspecto comunicativo --o sea social-- de la mediación, no tiene nada nuevo que aportar. b. La interpretación simultánea En el caso de la interpretación simultánea, se impone tener en cuenta dos circunstancias decisivas: una es que los actos DVo y DVi se van traslapando, o sea que las más de las veces el intérprete se ve obligado a comprender y enunciar, por así decir, "fragmentos" de LP (las 9Como bien señala Jones 1998 (pág. 5 y siguientes), el intérprete se aplica a una escucha activa, mucho más intensa y concentrada que cualquier otro interlocutor, incluso si está mucho más interesado en la comunicación que el propio intérprete. Su calidad de mediador hace que el intérprete deba demostrar pública e inmediatamente que ha comprendido, analizado y asimilado cabalmente el acto DVo y, además, que ha sabido sintetizarlo. 10 Esta "desverbalización" es la base teórica de la teoría del sentido, nacida, precisamente, de la experiencia de la interpretación consecutiva de conferencia. Ello explica a la vez el acierto fundamental de los sentidistas y su fracaso decisivo a la hora de tener presente los componentes no proposicionales del LPI y estéticos de F. llamadas "unidades de sentido" tan difíciles de definir11); otra es que el valor de n en tmün (que suele oscilar entre 250 milisegundos y unos pocos segundos) llega a ser incluso negativo, cuando el intérprete se adelanta al orador12. La especificidad de la interpretación simultánea radica, precisamente, en la superposición temporal de ambos actos. Esta superposición es la que la transforma en la actividad de mediación más compleja y difícil desde el punto de vista psicomotor. Ya en el caso de la interpretación consecutiva topábamos con las exigencias antinaturales a la memoria a mediano plazo. Aquí, esta memoria puede ponerse a descansar, pero la atención dividida que la sustituye (la simultaneidad de los esfuerzos que analiza Gile 1995a y b; ver asimismo Fabbro y Gran 1994) somete al intérprete a una tensión extrema que no puede menos de conspirar contra todos y cada uno de tales esfuerzos. De todas las formas de mediación, la interpretación simultánea es la única que requiere un reacondicionamiento inicial y un mantenimiento posterior de los reflejos. En este sentido, sin embargo, el modelo tampoco tiene nada que aportar, salvo la comodidad de la fórmula tmün para incorporar el decalage. Continúa, en cambio, teniendo mucho que decir respecto de los componentes comunicativos en general, hablísticos concretamente y estrictamente lingüísticos. Básicamente, el intérprete simultáneo debe hacerse cargo de los mismos elementos que su colega consecutivo (después de todo, repitámoslo una y otra vez, el proceso de la comprensión funciona siempre de la misma manera). La ventaja del modelo es que, incorporando plenamente los componentes prosódico V y de registro Q de Fi como también los paralingüísticos y cinéticos C de la expresión toda, permite un análisis global y completo de la elocución. En particular, el modelo explica que no hay DV sin F, ni F sin C (ni C sin E, como veremos más adelante). Por una parte, la modulación de la voz, el manejo de las pausas, el ritmo, la velocidad y la claridad de la articulación son decisivos tanto para la inteligibilidad como para la aceptabilidad del discurso del intérprete. Muchas veces, sin embargo, este factor se descuida. Hay docentes que prefieren una cadena Fi mal articulada, deslucida, ametrallada y monótona pero calcada, al menos semánticamente, de la original Fo, a una enunciación donde Fi y C se complementen armónicamente, fácil de entender, agradable, idiomática, natural13. Por la otra, es cierto que para el delegado que no puede ver al intérprete, el valor cinético de E es cero, pero el intérprete, aunque quiera, no puede prescindir de él. La capacitación debe ser consciente de este hecho y ver de hacer que el estudiante lo aproveche, ya que el acompañamiento cinético E es muy importante para la cohesión acústica de C, que es el componente decisivo de la coherencia del enunciado (aún a despecho de las posibles torpezas de Fi, como sucede en el habla espontánea) 14. Se trata, 11 Sobre todo si se buscan en segmentos de la Fo, ya que la comprensión depende también de los factores extralingüísticos virtuales, como K, que no son segmentables y gravitan de un modo sui generis. Es bien sabido que la comprensión, sobre todo en interpretación simultánea puede anticiparse a la enunciación de Fo. 12Una tercera diferencia, y muy decisiva, es que el intérprete está a la vez presente y ausente, distante e invisible en su cabina, es decir alienado de la situación en la que le toca mediar, pero eso es harina de otro trabajo. 13Viene al caso una anécdota personal. Hace unos años hice mi primera experiencia como jurado en los exámenes de graduación de una de las mejores escuelas de Europa. Si bien no estaba prevista mi participación en las pruebas de alemán (idioma que desconocía por completo), pedí que me dejaran asistir como usuario neto. ¡Qué experiencia reveladora! Uno de los estudiantes parece que lo dijo todo y que lo dijo lingüísticamente bien, pero yo no entendí nada, tal era la torpeza de C. Hubo un cierto revuelo y se resolvió escuchar nuevamente la grabación. Sin siquiera la cara del intérprete, olvidado por los que sí habían tenido acceso al alemán del discurso original, la torpeza de la elocución resulto aún más contundente: frente a la ineptitud de C, no hubo Fi que valiera y nadie entendió nada sin un esfuerzo tan molesto como innecesario. Esa experiencia, por cierto, me convenció de la necesidad imperiosa de contar con usuarios netos en las clases y los exámenes de interpretación simultánea y consecutiva. 14Observación compartida por Jones 1998; ver también Viaggio 1997b. como lo vieron ya Seleskovitch y Lederer, ni más ni menos que de enseñar al intérprete a recuperar la espontaneidad del habla, y el habla, reiterémoslo hasta el cansancio, no existe sin C ni E. Los esfuerzos complementarios La desesperación por recordar la cadena Fo que posesiona al estudiante va de la mano de la obsesión por “comprenderla”. En efecto, el intérprete que no comprende la cadena lingüística en que se articula el enunciado difícilmente pueda captar el LPIi que anima el acto de habla. Pero, como sabemos, la comprensión de la lengua no lleva automáticamente a comprender el sentido (Fo y LPIo son cosas diferentes). Es preciso, entonces, lograr que el estudiante no pierda tiempo comprendiendo lengua: hay que procurar que la comprensión de la lengua sea automática (como en el habla espontánea). Cuanto menor sea el esfuerzo de comprensión de la forma lingüística del enunciado, mayor esfuerzo podrá dedicarse a analizar su contenido: el esfuerzo de comprensión debe pasar de Fo a LPIo. A continuación, es preciso automatizar en lo posible también la comprensión del LPIo, para poder dedicar mayor atención a la esencia mediadora de la actividad: el análisis de la pertinencia de forma y contenido del LPIo para el destinatario en la situación GPM, de modo de operar la debida transformación de LPCo en LPIi. Este esfuerzo, [] debe ser el fundamental (no me resulta extraño que Gile, enfrascado que está en el primer objeto, se olvide de él, que es el social por antonomasia). El docente del futuro ha de lucir la idoneidad y eficiencia de ese esfuerzo como especialidad específica decisiva, a cuyo servicio se pondrán las capacidades de comprensión, memoria y elocución. Desde luego que, en la medida en que se automatice, más queda para velar por la precisión, corrección y elegancia de Fi y la naturalidad de C. Este último esfuerzo también puede automatizarse al máximo (como en el habla espontánea), con lo que al intérprete le queda suficiente energía para aguantar sin volverse loco la más ardua jornada. Recordemos que los esfuerzos de comprensión y producción de enunciados son los que la interpretación tiene más en común con el habla espontánea, con lo que se tornan los más susceptibles de automatizarse. El esfuerzo de comprensión del LPIi que el intérprete requiere se distingue del del hablante natural por el hecho decisivo que se trata de un LPI que no le está destinado. Idénticamente, el esfuerzo del intérprete por hacerse entender se distingue del que empeña un hablante normal en que el LPIo le es, en realidad, ajeno; el mediador dice lo que quiere decir "el otro". Ambos esfuerzos son, por lo tanto, más difíciles de automatizar. Pero el más difícil de todos, el que mayor adiestramiento práctico basado en un sólido análisis teórico exige, es el de transmutación del LPCo en LPIi. Ahí se ven los verdaderos quilates del mediador interlingüe e intercultural. El mérito del modelo de esfuerzos complementarios de Gile 15 (escucha/análisis, memoria, elocución) es que permite entender mejor el problema de la atención . Pero, a mi modo de ver, el modelo peca de una omisión decisiva: no figura, precisamente, el esfuerzo de análisis comunicacional, el de sopesar los elementos extralingüísticos WZ, Yy, K, GPM cruciales no ya para la re-enunciación como para la mediación. Es ese análisis, insisto, más que el de la cadena Fo, el que determina el valor de la identidad pertinente entre LPIo y LPCi, es decir el valor de [=]. Son, en todo caso, cuatro y no tres los esfuerzos complementarios esenciales16. La omisión no es casual, me parece. En la enorme mayoría de los trabajos de 15 Gile habla de una supuesta “energía” mental cuya existencia dista de haber sido demostrada. A nuestros efectos, lo que interesa es el indudable valor pedagógico del modelo. 16En realidad, me parece que conviene distinguir el esfuerzo de comprensión de la Fo del de la comprensión del LPIo pues al inicio de la capacitación, la comprensión de la lengua se desautomatiza y pasa a requerir un esfuerzo específico (y, por ende, parásito). quienes, como Gile, desdeñan la teoría del sentido, termina cayendo por la borda el aspecto social determinante de la interpretación como comunicación mediada. Es el riesgo que se corre cuando la realidad de la interpretación comienza a buscarse en las neuronas. Personalmente, coincido con Gile en la necesidad de dejar atrás los abordajes individuales, intuitivos e impresionistas para pasar a una investigación sistemática de nuestro objeto de estudio. Sólo que nuestro objeto de estudio, bien que engarzado en las funciones cerebrales, no es neurofisiológico sino social. El estudio del soporte neurofisiológico es, sin duda, necesario, indispensable incluso, a la hora de analizar de qué manera resulta materialmente posible una actividad tan compleja como la interpretación simultánea. Pero no dejemos de estudiar la música por analizar la madera de que está hecho el violín. Sostengo, al mismo tiempo, que el aspecto social se le ha escapado parcialmente a otros. Muchos proponentes de la teoría del sentido descuidan ellos también la esencia mediadora de la traducción y la interpretación. Tampoco es casual: como yo, proceden, en su enorme mayoría, de las salas de las conferencias internacionales que tanto enmascaran las diferencias culturales y sociales. Pero lo más notable, a mi ver, es que la corriente más consciente de la índole intercultural de la traducción, que se inicia con Nida (no por nada traductor para misioneros) y desemboca en la skopostheorie --con la noción por antonomasia ética de "lealtad" que propone Nord y la concepción de la traducción como transferencia de Pym, pasando por la escuela de la manipulación y la crítica de Venuti--, haya soslayado, de una u otra forma, el sentido como contenido cognitivo/afectivo de todo acto de habla (que mal puede reducirse a la "oferta informativa" de que hablan Reiss y Vermeer). Veo la raíz del problema en una vacilación entre los diversos vectores centrífugos que tensan todo acto de comunicación. El polo del orador (WZ, Yy, LPIK), la carnadura del mensaje (FoCmEm), las características de la situación (GPM, VHt) y el polo del destinatario (UZ, LPCK, Aa) que son como aspectos de la totalidad del acto de habla. La interpretación mediática A mi entender, es la interpretación más compleja, la más múltiple y estrictamente subordinada neurofisiológica y socialmente. La limitación clave es la de la identidad LPIo/LPCi que se considere pertinente cada vez. La radio y la televisión no pueden permitirse nada menos que una pertinencia óptima. El intérprete debe hacer todo lo posible por optimizar la pertinencia de su propio discurso. A diferencia del intérprete de conferencias, le toca interpretar desde a niños refugiados hasta premios Nóbel, pasando por políticos escurridizos, deportistas balbucientes y especialistas abstrusos. A diferencia del intérprete dialógico, le toca hacerlo simultáneamente. Y a diferencia de ambos, a veces a un locutor ausente, y siempre para un público ausente y multitudinario, con la posibilidad de que la interpretación vuelva a transmitirse reiteradamente. En este sentido, el intérprete mediático se parece al traductor, que media entre un autor invisible y un público ignoto. Súmese a ello la infinita variedad de temas con que debe estar dispuesto a lidiar sin aviso previo y, para colmo, la importancia de la calidad de la voz y de la elocución. Y considérese, por último, que el trabajo del intérprete se hace frente a un público tan variado y multitudinario como ignorante de qué es la interpretación y se comprenderá fácilmente que es la modalidad más comunicativamente compleja, prácticamente difícil y psicológicamente exigente. En ninguna otra actividad mediadora entran tan parejamente en juego todos los componentes del modelo: Desde el polo de la producción, la motivación de la estrella de cine, la intención pragmática del político, el querer y no poder decir de tantos entrevistados, la enunciación descalabrada de las víctimas de una tragedia. Frente al polo de la comprensión, las expectativas y prejuicios de un público masivo y heterogéneo (y, muy especialmente, las normas y expectativas de los dueños de los medios de comunicación). A ambos extremos, la infinita diversidad de esquemas de precomprensión y conocimientos pertinentes que el intérprete debe compartir con sus locutores y las piruetas que debe hacer para compatibilizarlos con los del público. En el centro, la necesidad de producir un acto de habla de óptima pertinencia, inmediatamente inteligible, con voz agradable y enunciación profesional y, por último, su propia motivación de salir al aire de la forma más positiva posible. La interpretación en lenguas de signos Me limito a señalar la importancia de esta actividad novedosa, cuyos practicantes tanto han contribuido últimamente al desarrollo de nuestra comprensión del fenómeno de la comunicación, la mediación y la interpretación. El modelo puede aplicársele casi tal cual, con las modificaciones pertinentes a las características específicas del vehículo perceptual: la cadena de signos gestuales (Fo o Fi, o bien ambas, según el caso) y el acompañamiento paralingüístico no acústico C (siempre diferenciado, sospecho, del puramente cinético E). Es precisamente en el pasaje de una lengua que no se puede ver a una que no se puede oír, de una cadena lineal a otra espacio/lineal que todos los modelos tradicionales de equivalencias, similitudes y parecidos existenciales entre especímenes semióticos se vienen estrepitosamente al suelo. Si la comunicación entre sordomudos y entre sordomudos y hablantes normales es posible es, sin duda, porque pese a todo, y pese, sobretodo, a que las percepciones naturales del mundo se diferencian respecto del sentido más importante para la comunicación, podemos lograr todos suficiente identidad percpetual para saber y comprender y hacer comprender que estamos hablando básicamente del mismo mundo y en el mismo mundo. Conclusión El quid de la comunicación radica lisa y llanamente en la identidad pertinente de las percepciones que tiene por objetos. Por más que los autores de sesgo "científico" protesten, esta identidad no puede verificarse empíricamente: nadie puede estar absolutamente seguro de haberse hecho entender ni de haber entendido. Si es algo que aceptamos casi sin resignación en la vida real, en nuestras relaciones más íntimas y en las que más nos va legal o financieramente, no veo por qué habría de desesperarnos que la traducción padezca de las mismas limitaciones. No han de andar tan mal las cosas si seguimos existiendo y, básicamente, seguros de que entendemos en forma razonablemente (léase pertinentemente) idéntica el binomio cuadrado perfecto, la receta para la tortilla de patatas, la guía del Metro de París, la filosofía de Aristóteles y el Hamlet --en el original o en traducciones, leídas o escuchadas-- pese a que nos quede la enorme duda de si eso que hemos entendido cada uno es lo mismo que han entendido los demás, y de que eso que hemos entendido es, además, lo que quisieron decir los autores anónimos o connotados de esos actos de habla. Las investigaciones empíricas no pueden más que llegar a las puertas del carácter social de esta identidad (¡lo cual no es poco!), pero no pueden penetrar en ella. Una vez comprendido y aceptado, aunque a regañadientes, este hecho pertinaz, podemos orientar y desarrollar eficientemente la didáctica de la traducción e interpretación. Espero no estarme pasando de engreído y optimista al creer que, así desarrollado, el modelo sintetiza --o permite, en todo caso, sintetizar-- todas las teorías y modelos genuinamente pertinentes. Explica, creo, cómo y cuándo, pese a todas esas fuerzas encontradas y a tantos otros obstáculos, prospera la comunicación. El intérprete que lo haya asimilado tiene un mapa bastante detallado y suficientemente general de los hitos y de los escollos. Un mapa, no una ruta. Sobre ese mapa, toca al docente baquiano mostrar al alumno las trayectorias más eficaces, menos arriesgadas, más idóneas; explicar qué pasa si haces esto en lugar de esto otro y cómo hacer mejor para llegar de aquí a allí. Como a todo mapa, desde luego, hay que perfeccionarlo y completarlo a medida que se conozca mejor el terreno. 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