Gran interpretación de Silvia Marsó en Yerma de Lorca

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Gran interpretación de Silvia Marsó en
Yerma de Lorca-Narros (1)
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18-ene-2013
Horacio Otheguy Riveira
Yerma-Silvia Marsó en el sacrificio final de una fe desesperada en busca de su
liberación - Teatro Principal Zamora
Sensacional trabajo coral con una superlativa Silvia Marsó que despliega una vitalidad
asombrosa en el proceso de juventud a amarga madurez de su personaje.
Una de las maestrías de Miguel Narros en su larga carrera ha sido la búsqueda
minuciosa de la armonía escénica. El complejo entramado del montaje de una obra con
sus luces, trajes y escenografía en torno a un texto, y con el protagonismo de todos los
actores, es algo muy difícil de lograr. Una tarea ímproba que en manos de este director
suele generar intensas emociones.
Sus puestas en escena más cercanas, similares a esta en textos geniales y "musical"
armonía de todos sus componentes, bien pueden ser Panorama desde el puente, de
Arthur Miller (Helio Pedregal, Alicia Sánchez) y Así es, si así os parece, de Luigi
Pirandello (Julieta Serrano, Rubén Ochandiano). Como en aquellas obras maestras, en
Yerma, Narros ausculta el corazón del drama social con su carga de personajes fugaces
y protagonistas y los une en un concierto de exquisito orden musical que lleva a la
rotunda emoción de sentir y comprender... a la medida de cada espectador, pero con un
firme propósito de servir a los poetas y los actores, sin aspavientos escénicos, sin
dobleces de imaginación perturbadora. El director al servicio del verbo y en el renacer
de su propio arte cada vez.
Un viaje hermoso, divertido y trágico
Llevo muchos años disfrutando del trabajo de Narros, y cada vez me maravillo de su
capacidad inventiva y sutil para dejarme sorprendido por mucho que conozca las obras
que represente. En cada función su plasmación escénica aporta paisajes y sentimientos
diferentes que invita a renovadas emociones.
Esta Yerma propone un vibrante viaje de la juventud ilusionada de una mujer a la
destrucción por la demencia. Un viaje hermoso, divertido y trágico que conlleva el
máximo grito de rebeldía de la época (1934: fragor de la República, a dos años de la
guerra civil española, a cinco del asesinato del autor), y a su vez un palpitante
testimonio de actualidad.
La Yerma de Lorca encuentra en Silvia Marsó una belleza nueva, una sobrecogedora
entrega y completa capacidad interpretativa, sin duda el trabajo más logrado de la actriz
a quien ya aplaudimos en su anterior colosal protagonista, la Nora de Casa de muñecas.
A sus 48 años, resplandece en los veintitantos del comienzo de la función y se va
doblegando al paso de la amargura que la envejece en la locura de la Romería, hasta
estallar en el gran final con una energía impresionante. Una energía hecha de pequeñas
situaciones, movimientos, voces, vestuario, música y canciones... el universo de Lorca
aparece representado con el cariz de un despojado escenario que se puebla de seres
humanos contradictorios en los que sólo viven las mujeres con el ímpetu de su picardía,
su inocencia o su desgracia.
Un equipo de gran armonía artística
Todos conforman elementos insustituibles para que se alce la voz magistral de la
denuncia de un mundo que ayer y hoy sigue luchando por la libertad y la justicia: la
música de Enrique Morente, la iluminación de Juan Gómez Cornejo, el vestuario
medidísimo, tan significativo en cada mínima secuencia de Almudena Rodríguez.
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Mención aparte para la escenografía de Monica Boromello, quien logra "jugar" como
tanto gustaba a Lorca con la parábola visual, el estado vagamente tormentoso del cielo,
la tierra rota por la sequía, el árbol, la cama, y el aire mismo del espacio que todo lo
carcome, lo devora y acaba devolviéndolo a la desesperación de la rebeldía final con un
sencillo carromato en la última romería de sus protagonistas.
En el excepcional reparto en el que todos brillan con luz propia, destacan los principales
personajes, los que más desarrollo tienen: Silvia Marsó, Marcial Álvarez (el marido
feroz, víctima a su vez de sus circunstancias) y María Álvarez en la vieja pagana, brioso
contrapunto a la familia de Yerma, a su desesperación.
Pero ninguno de los más destacados intérpretes podría volar solo, necesita la compañía
de cada uno de los miembros de la Compañía, de allí que en el saludo final todos juntos
se brinden al saludo del público mientras Silvia Marsó respira profundamente para
empezar a liberarse de las dos horas más extraordinarias de su carrera.
Un canto a la maternidad y a la libertad
El agua coprotagoniza la función, omnipresente desde el chorro que cae en la jarra de la
mesa donde se come, a los juguetones pies de los personajes que se lavan una y otra vez
en los calurosos días, en los juegos de las mujeres bullentes de alegría, en las
provocaciones a las mujeres espías, torturadas y torturadoras...
... y de pronto, tras los gritos de ¡Yerma! ¡Yerma!, ella que sale en busca de una
salvación, y la tormenta que estalla con truenos, relámpagos y lluvia real, estrepitosa
que nos alerta sobre el último recorrido en el viaje del amor y la muerte en un mundo
atormentado que busca, incesante, incapaz de resignarse, el camino de su liberación.
Narros que dice: "Yerma mantiene una actualísima vigencia, tanto en lo que se refiere
al conflicto que plantea como a su concepción dramática. Una obra esencialmente
femenina, un canto a la maternidad y a la liberación de la mujer prisionera de los
hombres".
Y Yerma que responde al pedido de resignación: "... Cuando tenga las manos bien
amarradas dentro del ataúd me habré resignado..." .
En el Teatro María Guerrero sólo hasta el 17 de febrero. Coproducción del Centro
Dramático Nacional y Producciones Faraute. Accesibilidad para personas con
discapacidad auditiva y visual los días 23, 34 y 25 de enero de 2013. Teatro Accesible
en colaboración con la ONCE. Y una cita excepcional el día 28 de enero a las 20 horas:
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Horacio Otheguy Riveira - Mi vida ha encontrado su norte leyendo desde muy joven y
luego escribiendo en diarios, libros y revistas; también corrigiendo ...
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