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PAPAS Y JUSTICIA:
Historia de Sandra
Se cuenta que gracias a la papa, Europa del siglo XVI pudo palear las
hambrunas que vivió en aquellas épocas. ¿De dónde trajeron la papa? Pues
del imperio incaico que se desarrolló en territorio de lo que hoy son Perú,
Ecuador, Bolivia y otras naciones de Sur América. Los Incas, que domesticaron
la papa fueron conquistados por los españoles. No sabemos cuántas
variedades de papa pudieron conocer los europeos de entonces, pero si
sabemos que hoy en día existe en el Perú alrededor de 3000 tipos de papas. Y
el distrito de Chaglla, en la región de Huánuco es considerada la capital papera
del Perú. Unas 9 mil familias viven allí. Este distrito, sin embargo, registra altos
índices de analfabetismo, violencia familiar y abuso sexual infantil.
En Chaglla nació Sandra un 18 de diciembre de 1996. Su padre agricultor de
papas la abandonó cuando tenía solo dos meses de edad. Su madre, doña
Jesusa Carrión tuvo que asumir la responsabilidad de un hogar. No es fácil
para una mujer sola sobrevivir en Changlla, pero lo pudo hacer pese a su
pobreza. Ella y su hija se fueron a vivir a la casa de sus padres, quienes
además le concedieron una pequeña parcela de tierra donde pudo cultivar
papas.
A los seis años, Sandra, ingresó a la escuela. Demostró ser una niña muy
inteligente, participativa y siempre andaba sonriente. Llenaba de alegría la casa
de sus abuelos, a quienes quiere mucho; su vida se desarrollaba con total
normalidad, feliz por los logros que venía alcanzado en la escuela.
Pero el 22 de septiembre del 2006,
cuando Sandra aun tenía 10 años de
edad, ocurrió una desgracia que marcó
su vida. Floriano Verde, ex gobernador
del pequeño pueblo, vecino de la familia
Carrión, con engaños logró que Sandra
lo acompañe a pasear. Estando en un
paraje solitario, escondido por los
sembríos de papa, la tomó por la fuerza
y abusó de ella. A medida que pasaron
las horas, doña Jesusa empezó a
desesperarse, salió a buscar a su hija pero sin resultados. Mas tarde Sandrita
contaría que ella sí logro escuchar los llamados de su mamá, pero que nada
pudo hacer pues Floriano le tapaba la boca con fuerza, la golpeó y amenazó.
Eventualmente Sandra fue dejada tirada en el campo. A duras penas retornó a
su casa. Sentía mucho temor y vergüenza. Su madre desesperada salió a la
puerta de la casa, cuando vio venir a su hija muy triste, con los cabellos
desordenados; Jesusa le llamó la atención reprochándole su demora, y ella no
respondió, Sandrita solo bajó la cabeza en señal de humillación, quería llorar,
abrazar a su madre y sentirse protegida. Jesusa observó restos de paja en su
cabello, nuevamente le riñó. Sandrita no pudo resistir más el dolor que llevaba
dentro, corrió hacia su madre, la abrazó muy fuertemente diciéndole “mami,
mami no me castigues te voy a contar lo que me pasó”; su madre jamás pensó
que su pequeña niña, de ojos y cabellos negros, sería agredida sexualmente.
Sandrita entre lágrimas, que no podía contener, narró a su madre todo; su
madre no podía creerlo, abrazó a su niña y trató de consolarla, pero sentía que
la vida de ella y de su pequeña se acababa.
Al día siguiente Jesusa denunció ante las autoridades lo ocurrido. Sandrita y su
madre empezaron a recorrer el largo camino a la justicia. Paz y Esperanza
decidió apoyarlas. Ellas debían enfrentarse, en medio de su pobreza, a una
persona que tenía influencia en la comunidad. Por ello, se les brindó
gratuitamente asistencia legal, psicológica y espiritual. Luego de un proceso
judicial largo y difícil, la Corte Superior de Huánuco, condenó a Floriano Verde
Castro a cadena perpetua, sentencia que fue confirmada por la Corte Suprema.
Hoy
Sandrita
está
cursando el quinto grado
de primaria y tiene una
hermanita de cuatro
años, hija de su madre y
su nueva pareja; su
hermanita está en el
jardín y se muestra muy
contenta y todos los días
juega con Sandrita. La
comida que le encanta a
Sandrita es la Papa a la
Huancaína (típico plato
peruano), pero dice ella,
preparada con papas de
color amarillo que abundan en su pueblo. Desea en el futuro estudiar Derecho
para ser como la abogada que la defendió. Sandra aunque conoce mucho de
papas, se sueña defendiendo a mujeres y niñas que sufren violencia. Sabemos
que lo logrará.
Apoyando a Paz y Esperanza, usted hace posible que cientos de niños, niñas,
como Sandra, y también mujeres adultas que han sido violentadas en ciudades
del Perú, Bolivia y Ecuador reciban apoyo legal, humanitario, psicológico y
pastoral.
*La publicación de las fotos fue autorizada por la madre de Sandra, Jesusa Carrión.
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