La defensa común en el espejo europeo

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OPINIÓN ///
Los recortes en los presupuestos europeos de defensa pueden leerse como un
estancamiento de la proyección del Viejo Continente como potencia en el siglo XXI, o
como una oportunidad para profundizar la integración. Foto: AFP.
La defensa común
en el espejo europeo
> Escribe Khatchik DerGhougassian
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a crisis económica en Europa ha tenido un impacto directo sobre los presupuestos de defensa de los mayores
países, que tuvieron que recortar sus
gastos, cancelar proyectos y limitar
expectativas. Según se informó, desde
agosto del año corriente los recortes
programados son a tres y hasta cuatro
años. El caso más dramático es, por supuesto, el del Reino Unido, donde la coalición
conservadores-demócratas liberales, encabezada por David Cameron, anunció el 20 de
octubre un recorte adicional del 8%, que,
de acuerdo con Paul Rogers, afectaría seriamente las pretensiones globales de los británicos, que se cristalizaron en 2005 con la
decisión de construir dos portaaviones de
65 mil toneladas y reemplazar el submarino
nuclear Trident. Ambos proyectos consagrarían el rol de Londres como mayor
soporte de la única superpotencia mundial y
su tradicional aliado, Estados Unidos, en el
panorama que ya se caracterizaba como la
“Larga Guerra”, en palabras de Rogers.
Los recortes presupuestarios del sector de la
defensa invitan a dos lecturas. La primera es
preguntarse si permitirán a Europa proyectarse como potencia en el siglo XXI. La
segunda es considerar la crisis y los recortes
presupuestarios como una oportunidad para
profundizar la cooperación en la integración
de las industrias y tecnologías para conseguir tanto los ahorros necesarios en tiempos
de austeridad, como para mantener la competitividad en los mercados internacionales.
Si, por ejemplo, a Washington le preocupó
el achicamiento militar británico, en el
ámbito europeo, Londres y París llegaron a
un acuerdo que trasciende cualquier proyecto de cooperación en 60 años de convi-
L
vencia en la OTAN, incluyendo la creación
de una fuerza conjunta y esfuerzos combinados para mejorar la eficiencia de sus
armas estratégicas.
¿Se ha de concluir, entonces, que allí donde
pese a todos los desafíos prevalece la voluntad integracionista, la paradoja de recortes
presupuestarios en defensa y la profundización de la cooperación resulta no solo
entendible sino virtuosa? Cualquier exploración más sistemática a esta hipótesis, que
se basa en el argumento pragmático -que,
como se sabe, ha sido el gran motor de la
integración europea-, no puede evitar la
otra pregunta esencial que tiene que ver con
la razón estratégica de la defensa común.
En otras palabras, en tiempos en que la
lógica de la unipolaridad sostiene otra paradoja, propia del aliado transatlántico de
Europa, la de sostener e incrementar el presupuesto de defensa en tiempos de austeridad, la cuestión es si la virtuosa paradoja
del Viejo Continente generaría o no una
estrategia común que ambicionara una proyección de poder global por razones y con
objetivos de índole ética, y en este sentido
no temería diferenciarse o competir con
Estados Unidos. Pues hasta ahora, y ante el
formidable espíritu emprendedor de los
estrategas de Washington -que han logrado
que hasta el más liberal de todos los presidentes estadounidenses se transformara en
innovador en el marketing de la política de
primacía global-, la visión europea no ha
hecho más que eclipsarse a la sombra de la
OTAN.
> El autor es profesor de Relaciones
Internacionales de la Universidad de San
Andrés, integrante del Módulo Jean Monnet
de Estudios Europeos.
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