Entre la prohibición y la legalización de los estupefacientes

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Bogotá, 1º de agosto de 2011
ENTRE LA PROHIBICIÓN Y LA LEGALIZACIÓN DE LOS
ESTUPEFACIENTES 1
Palabras Clave: Prohibición, despenalización, legalización, guerra contra las drogas,
prohibicionismo, Estado de Derecho, consumidor.
1. INTRODUCCIÓN
El debate ha sido nuevamente abierto. Las declaraciones recientes de los
expresidentes César Gaviria de Colombia, Ernesto Zedillo de México, y
Fernando Henrique Cardozo de Brasil, en las cuales cuestionan los
lineamientos, desarrollos y resultados obtenidos con la “guerra contra las
drogas”, y con las cuales se insiste sobre la urgente necesidad de analizar
nuevas e innovadoras estrategias que permitan enfrentar en forma más
adecuada el tráfico de estupefacientes, han reavivado aquella irresuelta
discusión en la cual se contraponen, por una parte, las imperantes tesis
prohibicionistas que penalizan y condenan los estupefacientes, y por la otra,
los planteamientos de quienes abogan por una flexibilización que conduzca a
su legalización y despenalización.
La importancia y trascendencia de esta controversia es innegable. Por tal
razón, el Instituto de Estudios Geoestratégicos y Asuntos Políticos de la
Universidad Militar Nueva Granada, se ha abocado a la tarea de construir un
documento que en lo fundamental, recoja y enuncie en forma objetiva, los
principales argumentos de las partes enfrentadas, sin comprometerse ni
apologizar hacia alguna de ellas, sino por el contrario, ofrecerle al lector un
1
Este documento forma parte de la serie Informativo del Instituto de Estudios Geoestratégicos y Asuntos
Políticos de la Universidad Militar Nueva Granada. Su elaboración final estuvo a cargo de los doctores León
Levi Valderrama Acevedo y Jimmy Grazianni Mora Alonso, miembros de este Centro Académico. Las
opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan,
necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Militar Nueva Granada.
texto sólo informativo que esencialmente, le ofrezca las herramientas
suficientes a partir de las cuales pueda formarse un criterio informado.
2. UNA SALVEDAD PREVIA Y NECESARIA: de la legalización a la
despenalización
Antes de adentrarnos en la revisión y enumeración de los criterios
antagónicos en los cuales se sustenta el debate, es pertinente efectuar una
previa y obligada distinción entre los conceptos “legalización” y
“despenalización”, que como acertadamente lo señala Germán Guillén
López2, se emplean indistinta y equivocadamente como sinónimos,
desconociendo así en forma abierta, que son conceptos totalmente disímiles.
En tal sentido, la legalización se refiere al hecho de conceder o afirmar un
estado legal o de legalidad, esto es, que un objeto o cosa sea reconocido o
prescrito positivamente por la ley. Por el contrario, la despenalización alude a
la acción de cesar en la aplicación de una pena o castigo que se había previsto
como sanción para un delito que en lo fundamental, consiste en una acción u
omisión.
Vemos entonces, que mientras la legalidad o ilegalidad califica a un objeto o
cosa, la penalización se aplica no a esos objetos o cosas, sino a actos o
actuaciones específicas que se consideran punibles o fuera de la ley. De allí
que resulte un error, referirse a la “despenalización de las drogas”, porque es
más acertado hablar de “legalización de las drogas”, pues como tales, estas
sustancias no están penalizadas, lo que por el contrario sí ocurre con cada
actividad distinta relacionadas con aquéllas, a saber: la producción, el
transporte, la posesión y/o el consumo. Por lo tanto, estas acciones sí podrían
llegar a ser despenalizadas, bien sea en su totalidad o apenas parcialmente.
3. BALANCE PARA UN DEBATE
Las cifras señalan como un hecho incontrovertible, que la estrategia
antidrogas desplegada en la mayor parte del Mundo, no ha alcanzado los
resultados esperados. Tal como lo señala Germán Guillén López: “Si se
considera los resultados obtenidos, no cabe duda de que la prohibición mundial de
estupefacientes aún evidencia una gran ineficacia; pues no ha impedido el incremento
progresivo de la producción, el tráfico y el consumo de tales sustancias”3. Es evidente
entonces, que la fuerte prohibición legal, los múltiples controles y acuerdos
internacionales ni la enérgica y extensa persecución contra el tráfico de
drogas ilícitas, han logrado frenar el crecimiento progresivo de un negocio
ilegal que parece imposible de desmontar.
2
GUILLÉN LÓPEZ, Germán. Discusión político-criminal en torno al tráfico
http://portalweb.ucatolica.edu.co/easyWeb2/files/54_2572_ed-d-v2-n1-guillen-926-v1.pdf
3
Ibíd.
2
de
drogas.
En:
Esta apreciación crítica se interpreta en distinta forma, de acuerdo con la
perspectiva que se tenga. Es así como para los promotores de la
“legalización”, se constituye en indiscutible señal de un rotundo “fracaso” que
debe motivar una reconsideración y reevaluación del problema de las drogas
ilícitas, y un radical cambio en la forma de enfrentarlo. Por su parte, los
defensores del “prohibicionismo”, de acuerdo con su mayor o menor nivel de
aceptación de los cuestionamientos a los resultados de la estrategia,
consideran que debe revisarse algunos de los elementos y fundamentos de la
política e introducir algunos cambios que la flexibilicen sin desmotarla o
radicalizarla, robusteciendo y reforzando sus controles y medidas.
4. ARGUMENTOS DE QUIENES PROMUEVEN LA LEGALIZACIÓN
Si existe un rasgo común entre quienes en distinta forma, promueven la
legalización de las drogas y/o la despenalización de las actividades
relacionadas con ellas, es fundamental asumir una lectura crítica y
cuestionable respecto de la estrategia “prohibicionista” antidrogas y los
modestos resultados que ha alcanzado desde su implementación. Por lo
demás, sus planteamientos se sustentan en una amplia gama temática que
van desde consideraciones éticas que apuntan a la defensa y promoción de
libertades individuales, hasta las economicistas que se concentran en señalar
los exorbitantes costos económicos y sociales que se han asumido y generado
por cuenta de la “guerra contra las drogas”4.
De acuerdo con Fernández Velasco5, la revisión de los principales
argumentos permiten agrupar a los promotores de la legalización en:
a) “Los que piensan que la legalización acabaría con el narcotráfico y los delitos que
provoca;
b) Los defensores del derecho individual a decidir si se consume o no drogas;
c) Los que opinan que las drogas prohibidas no son tan malas como se advierte por los
gobiernos;
d) Los que han utilizado drogas prohibidas de manera ocasional y no han
experimentado las consecuencias negativas del consumo;
e) Los que confían en soluciones simples para problemas complejos”6.
4
Ibíd.
FERNÁNDEZ VELASCO, Rafael (1998). Notas para un debate sobre la legalización de las drogas. En: Revista
Mexicana de Prevención y Readaptación Social, No. 1, enero-abril, 1998. México., p. 194.
6
GUILLÉN LÓPEZ. Op. Cit.
5
3
Más allá de esta clasificación, los principales argumentos que se esgrimen
son:
4.1.
La desmitificación de las drogas
La estrategia prohibicionista antidrogas ha satanizado una serie de
sustancias que han estado presentes y han sido empleadas en distinta
forma y con diferentes fines, durante la historia de la humanidad, sin que
en algún momento previo a la época actual, llegasen a representar un
peligro social. Es así como: “… Benegas Lynch sostiene que el opio aparece
mencionado por Homero en la Odisea. La función del opio era hacer olvidar las penas.
Cuenta también que en América hay registros de hongos y plantas psicoactivas ya en
los años 7000 a.C.”7.
El cambio entre entonces y ahora, se origina a partir de la mutación en las
motivaciones y condiciones sociales de su empleo. Mientras que en
sociedades primitivas se revestía de misticismo y trascendencia, en la
actualidad responde al afán de consumismo, individualista y hedonista
que caracteriza al hombre y la sociedad contemporánea. “La droga es un
problema hoy en día, no tanto por sus peculiaridades o características propias, sino
más bien, por el furor de su consumo, que olvida aspectos de purificación y renuncia que
fueron los que caracterizaron al consumo religioso y social que se ejecutó durante siglos
en las sociedades más antiguas…”8.
4.2.
El carácter moral de la prohibición: discriminación y dominación
La prohibición se ha interpretado como un ejercicio de discriminación y
dominación, ejecutado por parte de una cultura que mientras condena,
prohíbe y persigue a ciertas sustancias que proscribe (marihuana, cocaína,
etc.), sí admite, tolera e incluso fomenta, el consumo de otras que admite
socialmente (alcohol y tabaco), sin que llegue a importar que estas
últimas impliquen o generen iguales o mayores peligros y daños que los
atribuidos a las sustancias prohibidas.
Por ello, se habla de una doble moral por parte de una sociedad que
presiona la injerencia del Estado en la vida privada de los individuos por
medio de su control con el Código Penal, donde las drogas excusan y
7
CACHANOSKY,
Iván.
Un análisis acerca de
http://fce.ufm.edu/publicaciones/laissezfaire/33/LF-33-5.pdf
8
GUILLÉN LÓPEZ. Op. Cit.
4
la
legalización
de
las
drogas.
En:
fundamentan una actitud de vigilancia y dominación. Incluso para
algunos, sirven de justificación para renovar discursos legitimadores,
pues: “Desde una óptica similar, tomando como referencia las culturas
judeocristianas, otros autores también aluden al control de drogas como una cuestión
moral donde se remplaza el sexo por las drogas…”9.
4.3.
El uso político de la “guerra contra las drogas”
El entramado argumental que explica y justifica la “guerra contra las
drogas”, tiene la utilidad práctica de servir a otros fines políticos no
necesariamente relacionados con el control de sustancias ilegales, así:
• Legitima la existencia y configuración de un Estado asistencialista
e interventor, diseñado específicamente para enfrentar la
producción y el consumo de droga.
• Se emplea para explicar la extensión del control policial y militar
sobre diversas manifestaciones sociales, no necesariamente
relacionadas con drogas. Así sucedió en Bolivia, donde se justificó
la fuerte represión en contra del movimiento campesino10.
• Permite desviar la atención de la opinión pública, operando como
cortina de humo para capotear situaciones críticas, políticas o
económicas, que debiliten o amenacen la estabilidad de un
gobierno, y para servir de explicación y excusa ante fracasos y
problemas de gestión.
• Sin importar la calidad y cantidad de los resultados obtenidos,
ellos se emplean por lo general, como sustento de campañas
propagandistas encaminadas a legitimar el gobierno y su gestión, lo
mismo que ampliar su margen de acción o reforzar su poder
político.
• Internacionalmente y en el caso específico de los Estados Unidos,
es evidente que la “guerra contra las drogas”, se ha constituido en
un instrumento de presión política que sirve a diversos intereses
geoestratégicos que no están relacionados con el control del tráfico
de estupefacientes11.
9
Ibíd.
BARRIUSSO, Martín (2000). Las Naciones Unidas y la política internacional de control de drogas: factores para una
inercia prohibicionista. En: Drogas: cambios sociales y legales ante el tercer milenio. Madrid: Dykinson., p. 143.
11
Así puede corroborarse en distintos países, especialmente suramericanos y asiáticos (Tailandia y Birmania),
en donde a la par de la ayuda estadounidense, el grueso de los exiguos presupuestos se destina a la “guerra
contra las drogas”, siendo desviados de necesidades sociales más urgentes. A esto se agrega el
10
5
4.4.
La ineficacia del “prohibicionismo”
Para quienes promueven la legalización de las drogas y/o la
despenalización de las actividades relacionadas con ellas, es más que
evidente que la estrategia prohibicionista ha fracasado en forma rotunda,
por lo cual debe desmontarse12. Ello se demuestra que en esencia, no se ha
logrado evitar que las drogas ilegales continúen a disposición de quienes
las requieran y por el contrario, se ha establecido un mercado negro en
donde su precio ha aumentado tangencialmente y ha favorecido el
surgimiento y la consolidación de poderosas organizaciones
narcotraficantes que se lucran del negocio.
Así se configura un ciclo perverso en el cual el principal afectado es el
consumidor, pues: “La represión del tráfico da lugar a su vez a la cimentación de un
mercado negro, a un aumento del tráfico ilegal de drogas tóxicas, por lo que la
legislación debe inclinarse hacia el factor de prevención; una prevención que no es sino
liberalización y concienciación progresiva en el individuo consumidor, puesto que al
reprimir enviando a la cárcel al toxicómano que delinque, se está produciendo un
rechazo definitivo a su rehabilitación”13.
4.5.
La legalidad del prohibicionismo frente al Estado de Derecho
Como lo plantea con acierto, Fernando Velásquez: “El denominado problema
de la droga, interpretado desde la postura del discurso oficial como uno de los peligros o
amenazas más graves a las que se enfrenta nuestra sociedad, ha permitido que se
aprueben leyes y normas que vulneran las garantías jurídicas fundamentales”14, esto
es, que la esencia invasiva de la individualidad promovida por el
“prohibicionismo”, entraña en sí misma, un conflicto frente a los
presupuestos básicos del Estado de Derecho, particularmente en lo
referente al ejercicio de las libertades individuales.
A su vez, el desarrollo normativo prohibicionista, manifestado en la
penalización de muy distintas conductas y el endurecimiento de penas
por cuenta de la implementación de políticas como la de “tolerancia cero”,
condicionamiento de distintos apoyos y asistencias a la obtención de resultados, así como la constante
injerencia en asuntos internos, en particular, en el diseño de políticas públicas de control, tal como lo enuncia
BUSTOS RAMÍREZ, Justo (1990). En: Coca-cocaína: entre el Derecho y la guerra. Política criminal de la droga en los
países andinos. Barcelona: PPU, p. 120; MARSHALL, Jonathan. Las drogas y la política exterior norteamericana (1991).
En: Tráfico y consumo de drogas. Consecuencias de su control por el Gobierno. Madrid: Unión, pp. 165 y ss.
12
BEHR, Hans Georg. La droga, potencia mundial. El negocio con el vicio.
13
MELÉNDEZ SÁNCHEZ, Luis Felipe. Consideraciones criminológicas en materia de estupefacientes, p. 216.
14
VELÁSQUEZ, Fernando (1989). El problema de la droga: ¿Legalización o Represión? En: CPC, No. 38, 1989, pp. 446
y 447.
6
ha conducido a las cárceles no sólo a productores, traficantes y
consumidores, sino a los implicados en otros delitos conexos, generando
un incremento agudo en la población reclusa, mucha de ella adicta, sin
que ello haya incidido o generado una disminución al menos mínima, en el
índice de consumo.
4.6.
La distinción de las drogas
La permisión social y su condescendencia respecto de la producción,
tráfico, y particularmente el consumo aceptado de alcohol y tabaco,
cuestionan y desvirtúan en forma tajante, los argumentos esgrimidos por
quienes apoyan o promueven el “prohibicionismo”, fundamentándose en
consideraciones sobre la salud pública y social.
Es evidente que aquellas “drogas legales” llegan a ser más perniciosas que
las ilegales15, lo cual nos lleva a plantear la necesidad de efectuar una
revisión y evaluación de los criterios médicos, políticos, económicos o
sociales que han fundamentado el carácter lícito o ilícito de ciertas
sustancias.
4.7.
Las teorías económicas de la criminalidad
Distintas investigaciones y estudios efectuados sobre la economía de las
drogas ilegales, así como sobre el tráfico, las operaciones de lavado de
dinero, la injerencia de los circuitos bancarios, los niveles de corrupción y
el monto de sobornos, han dado suficientes luces y permiten concluir que
el mercado de estupefacientes no puede ser eliminado mediante el
derecho penal.
Entre otras varias razones, la esencial es que por una extraña paradoja, la
prohibición genera el establecimiento y determina el funcionamiento del
mercado ilegal. Es decir, la norma jurídica que se emite con la pretensión
de eliminar el tráfico, posibilita el origen y define las condiciones en
quelas cuales se establecerá el mercado16. De allí que la legalización de las
drogas con la obligada tutela de los gobiernos, desincentivaría un negocio
que por su ilegalidad es multimillonario, a la par que reduciría el enorme
costo social y económico que en la actualidad estamos pagando.
4.8.
El consumidor como sujeto de la prohibición
Un error específico de la política “prohibicionista” es colocar en un mismo
plano al consumidor y al traficante, al señalarlos como parte integral del
15
16
Por ejemplo: se considera que el tabaco causa 150 veces más muertes que las drogas ilegales.
GUILLÉN LÓPEZ. Op. Cit.
7
mismo proceso que condena. En tal sentido, para los prohibicionistas, el
consumidor debe ser perseguido y condenado porque es el último eslabón
de la cadena del narcotráfico y por lo tanto, colaborador en un ilícito. De
acuerdo con esta lógica, se busca prevenir una actividad ilegal, castigando
a la víctima de la misma17.
Con base en esta consideración, Iván Cachanosky nos presenta una
brillante reflexión al respecto: Lamentablemente estamos acostumbrados a que
aquello que el gobierno juzga como malo va a ser prohibido por ley y lo que es prohibido
por ley es visto como un delito. Bajo estas circunstancias las personas que desean
drogarse, por ejemplo, en su departamento privado sin siquiera salir a la calle, son
considerados criminales. Si nos preguntamos cuál fue el delito, la respuesta será “haber
consumido droga.” Si a continuación nos preguntamos quién fue la víctima, la respuesta
es nadie, solo el individuo que consumió, y eso no pareciera ser un crimen18.
4.9.
La definición y el carácter del consumidor
La imagen del consumidor de drogas ilegales ha sido proyectada desde el
“prohibicionismo”, por medio de prejuicios. Es así como se establece una
única categoría de consumidores, a la cual pertenecen todos aquellos que
alguna vez probaron una droga y que por esta razón, son proclives
naturalmente a convertirse en un criminal o en un enfermo peligroso para
la sociedad. Frente a este criterio, es pertinente aclarar que no todo aquel
que utiliza drogas, puede catalogarse como un adicto. Debe distinguirse
que existen distintos niveles de consumo que van del ocasional, pasando
por el habitual, hasta finalmente llegar al adicto19. A su vez, debe
considerarse que no todas las sustancias son igualmente adictivas y que el
nivel de dependencia es condicionado por muy diversos factores20.
Por otra parte, no existe una relación directa y causal, entre drogadicción
y delincuencia. Si bien en efecto, muchos delincuentes consumen drogas y
a su vez, muchos adictos recurren a la delincuencia para obtener los
recursos para acceder a los estupefacientes, no puede establecerse un
vínculo directo que relacione las dos condiciones.
17
BESSONE, Nicolás M. Aproximaciones al debate en torno a la ‘despenalización de las drogas’. En:
http://new.pensamientopenal.com.ar/node/16092009/informe.doc
18
CACHANOSKY. Op. Cit
19
BESSONE. Op. Cit.
20
Entrevista con Nora Volkow, Directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos.
En: Diario Perfil, 28 de septiembre de 2008.
8
4.10. El “prohibicionismo” privilegia el asistencialismo sobre la prevención
La política prohibicionista respecto de los consumidores de drogas, se
concentran casi que exclusivamente en aquellos que presentan adicciones
extremas, desconociendo así, tanto a la población en riesgo de caer en el
consumo, como a quienes son consumidores habituales, pero aún no
alcanzan la condición de adictos. De allí que pueda catalogarse que su
carácter es prioritaria y esencialmente asistencial, y que no se concentre
en la prevención que sería fundamental y protagónica en un sistema
donde imperara la legalización.
4.11.
El “prohibicionismo” es costoso
Los costos económicos destinados a financiar u operativizar las
legislaciones prohibicionistas son desmesurados, por cuanto: “Las
actividades ilícitas relacionadas con el tráfico de estupefacientes generan una gran
carga de trabajo a cuerpos de policías y desbordan el trabajo en los juzgados y centros
penitenciarios”21. En otras palabras, ejecutar las actividades de control
implica una fuerte sobrecarga que se hace notoria en el gasto público, más
aún, cuando se tiene que crear instituciones especializadas, destinadas
específicamente para la lucha antidrogas o se deba ampliar entes
gubernamentales.
A este respecto, resulta ilustrativo considerar que … en 1972 el presupuesto que
se usó para combatir las drogas fue de 101 millones de dólares. Este presupuesto hacia
finales del milenio se incrementó a 17 mil millones de dólares. Por su parte, Thomas
Szasz puntualiza que en 1991 el gobierno federal tenía pensado gastar más de un billón
de dólares en investigaciones sobre drogas. Según Sorman, ubicándonos en 1993, el
gobierno de los Estados Unidos gasta anualmente 12 billones de dólares en la guerra
contra las drogas22.
4.12. El gusto por lo prohibido
Paradójicamente, los esfuerzos prohibicionistas en su afán de restringir el
mercado de las drogas, terminan incitando al consumo de los
estupefacientes porque al condenarlos y satanizarlos en su discurso,
muchas veces en forma desacertada, los reviste de un carácter rebelde que
resulta particularmente atractivo para los jóvenes.
21
22
GUILLÉN LÓPEZ. Op. Cit.
CACHANOSKY. Op. Cit.
9
4.13. Legalización representa control
Para los promotores de la legalización de las drogas y/o la despenalización
de las actividades relacionadas con ellas, al alcanzar sus objetivos, se
obligaría al Estado no ya a enfrentar, sino a vigilar y controlar un mercado
que estaría supeditado no sólo a las normas regulatorias jurídicas, sino a
reglas económicas. Tal situación conllevaría necesariamente, a la
imposición de un mínimo de condiciones de calidad en las sustancias,
permitiendo a su vez, evitar o reducir el número de emergencias y de
muertes por sobredosis.
4.14. El grado de despenalización
Uno de los mayores obstáculos que enfrenta la promoción de la
legalización de las drogas y/o la despenalización de las actividades
relacionadas con ellas, es que ha sido presentada por los defensores de la
prohibición como propuestas absolutas. Esto es, que se legalizarían
totalmente las drogas y se despenalizarían en su conjunto, todas las
actividades y acciones castigadas en la actualidad.
Frente a esta idea, es pertinente aclarar que no existen términos absolutos
en la propuesta, puesto que si bien se renunciaría a la persecución de los
consumidores, se continuaría la represión y persecución a productores y
traficantes. De la misma forma, es claro que no todas las drogas pueden
considerarse en igual forma, y que la despenalización de algunas
conductas no representa un desinterés del Estado y una desatención de la
autoridad al tema. Tal como lo señala Elías Neuman: Reconocer legalmente las
substancias sintéticas y vegetales implica la inmediata regulación del control de ellas y
de su adquisición lícita. La legalización pasaría a ser monopolio del Estado que
regularía el uso de drogas, estableciendo en el caso de las adicciones en qué hospitales,
sanatorios, farmacias o centros asistenciales médico sanitarios se suministraría, con
un estricto control sobre la asepsia calidad y administración. Se trata de trabajar para
deprimir todo vestigio de mercado ilícito, cuidar de la salud de usuarios y adictos, que
merezcan protección o que la soliciten23.
4.15. Prohibicionismo o catástrofe
Por último, ante la presentación de cualquier propuesta que pretenda
sustituir el “prohibicionismo”, la estrategia extrema de sus defensores es
anunciar un panorama apocalíptico con resultados catastróficos. Se habla
entonces, de una multiplicación en el número de adictos, de un aumento
23
NEUMAN,
Elías.
La legalización de las drogas: Una visión latinoamericana.
En:
http://www.revistajuridicaonline.com/images/stories/revistas/1996/11/11_una_vision_latinoamericana.pdf
10
en las tasas de criminalidad, de niños dependientes o muertos por
sobredosis, de un generalizado caos social, así como de otras nefastas
consecuencias que surgirían por el desmonte de la prohibición.
No obstante, ya son varios los países que han optado por despenalizar el
consumo, sin experimentar aquellas terribles consecuencias24. Entre ellos,
Holanda es un caso paradigmático pues allí el consumo de drogas es legal
desde que se realice en algunos bares o cafés autorizados y sobre unas
cantidades limitadas. En este país “… a pesar de la legalización el consumo no
aumentó y los índices de delitos son más bajos que en otros países donde la droga se
encuentra prohibida”25.
4.16. Síntesis
La estrategia antidroga demanda un enorme gasto que es asumido en
distinta forma por la comunidad internacional, dentro del cual se incluyen
desde recursos monetarios, pasando por los técnicos, para llegar
finalmente al costo en vidas sacrificadas. La continuidad de este modelo
implica necesariamente, mantener la determinación de continuar una
“guerra”, cuyos caros sacrificios no se compadecen con los pobres
resultados alcanzados que por demás, reiteran su rotundo fracaso.
Muestra de ello es que no se ha logrado impedir que las drogas sigan
abasteciendo los mercados, que los controles lo único que han hecho es
incrementar el precio, lo cual se constituye en un aliciente para la
aparición de organizaciones cada vez más poderosas que se imponen
mediante el miedo o la corrupción. Ello sin contar que los adictos son
criminalizados antes que tratados, y que muchas veces, se ven obligados a
cometer delitos para sufragar los costos de una sustancia sobre la cual no
tienen alguna garantía de calidad.
Así las cosas, el único camino que queda es la legalización de las drogas
y/o la despenalización de las actividades relacionadas con ellas o
desarrollar una experiencia extrema como la referida por Iván
Cachanosky: “Guy Sorman cuenta que en 1949 el partido comunista chino le declaró
la guerra al opio anunciando que en dos años iban a erradicar la droga. El objetivo
mandarín fue logrado, pero el costo arrasó con la propiedad privada de miles de
individuos y con la vida de miles o quizás millones de personas”26.
24
Además de Holanda, puede mencionarse Portugal, Bélgica y Suiza donde se tolera el uso de la marihuana.
CACHANOSKY. Op. Cit.
26
Ibíd.
25
11
5. ARGUMENTOS DE QUIENES DEFIENDEN LA PROHIBICIÓN
En contraposición con las posturas que promueven la legalización de las
drogas y/o la despenalización de las actividades relacionadas con ellas, se
encuentran los defensores del “prohibicionismo” que en lo fundamental,
respaldan la continuidad del grueso de la estrategia antidroga hasta ahora
desarrollada. Ello, por cuanto consideran que las razones y justificaciones
que sustentan la propuesta de cambio son superficiales, sin algún sustento
científico ni base empírica, pues responden esencialmente a un sentimiento
de desesperación y frustración.
Los principales argumentos de los prohibicionistas son:
5.1.
Reconocer lo logrado
Más allá de la somera revisión de las cifras de resultados, debe
considerarse y valorarse lo logrado con la política “prohibicionista” en
cuanto al hecho de establecer sistemas de control a la producción,
fabricación, tráfico y mercadeo de sustancias estupefacientes, así como
consecuentemente con ello, el desarrollo de medidas defensivas
encaminadas a la protección de la salud pública27.
5.2.
El efecto único de la legalización
La eliminación de las barreras legales vigentes y con ello la liberación de la
oferta, generaría como único resultado, la disminución del costo de las
sustancias estupefacientes, lo cual no representaría necesariamente una
pérdida de rentabilidad del negocio. Por el contrario, este continuaría
siendo tan atractivo, que se operaría un cambio en su control, pues
pasaría de manos de los traficantes a las de los dueños y gerentes de
empresas multinacionales que lo operarían bajo los criterios y reglas del
esquema de libre mercado28.
5.3.
La legalización genera nuevos problemas político – criminales
El error más recurrente de quienes promueven la legalización, es pensar
que al facilitar el acceso a las drogas, se lograría generar una reducción en
el consumo. La simple revisión de las experiencias de Alaska29 y Suecia30,
27
GUILLÉN LÓPEZ. Op. Cit.
Ibíd
29
En este Estado, en 1975 se autorizó la posesión de marihuana cuando no superaba las 4 onzas. Como
resultado, para 1988 el consumo de la población de 12 y 17 años había duplicado la media nacional de Estados
Unidos. Ante esta situación, en 1990 se decidió volver a penalizarla. Informe citado por FERNÁNDEZ
VELASCO, Rafael. Notas para un debate sobre la legalización de las drogas, p. 193.
28
12
es ilustrativa a este respecto, pues en estos Estados, lo único que se
consiguió fue incrementar la cantidad de consumidores. Además, de
imponerse la legalización y no efectuarse los suficientes y adecuados
controles, se generaría una situación que podría conducir a que muchos
consumidores “ocasionales” se convirtieran en adictos.
Si por demás, se evalúa la experiencia obtenida a partir de las llamadas
“drogas legales”, tenemos que: Los datos sobre alcohol y tabaco apoyan la idea de
que la legalización de las drogas conlleva un gran aumento del consumo de las drogas
legales y unos costes sociales totales superiores. Estos costes añadidos se pagan
principalmente en productividad perdida, enfermedad y muerte. En los Estados Unidos,
anualmente entre 125.000 y 420.000 muertes son atribuidas al alcohol y al tabaco
respectivamente. Cada año se producen menos de 10.000 muertes por la combinación de
todas las drogas ilegales. Los costes sociales desprendidos del consumo de alcohol en los
Estados Unidos se estiman en 86 billones de dólares, mientras los costes anuales de la
prohibición del consumo de drogas ilegales (incluyendo detención y encarcelamiento)
son 58 billones17,18. Los costes sociales del consumo de tabaco se estiman en 65 billones
anuales17. Si uno de los objetivos de la política referente a las drogas es reducir el daño
social resultante del consumo de drogas, entonces el alcohol y el tabaco deberían ser
prioritarios dentro de esta estrategia31.
5.4.
La experiencia holandesa
Con la pretensión de impulsar la disminución de adictos, Holanda desde
1970 determinó establecer la tolerancia legal con respecto del consumo y
venta de cantidades menores (5 gramos), de drogas blandas como la
marihuana. Pese a ello, en la actualidad, el porcentaje de adictos es el
mismo que el de otros Estados que mantienen regulaciones
prohibicionistas. A ello debe agregarse que este país ha experimentado un
incremento en el índice de criminalidad y debe enfrentarse al fenómeno
del turismo que tiene como único propósito consumir las drogas
toleradas.
Tal como lo señalan los doctores Du Pont y Voth: En los Países Bajos, un
modelo internacional de la despenalización y la reducción del daño, han asociado la
despenalización con un aumento del crimen y del consumo de drogas. Entre 1984 y 1992,
el consumo de cannabis entre los estudiantes de los Países Bajos aumentó el 250%.
Entre 1988 y 1993, el número de adictos registrados aumentó un 22%. El número de
30
Entre 1965 y 1967, las autoridades suecas permitieron el libre acceso a sustancias como la heroína y las
anfetaminas (entre otras), buscando con ello desestimular el consumo al quitarles su condición de
“prohibidas”. No obstante, el resultado obtenido fue contrario porque el número de adictos se duplicó.
31
DUPONT, Robert L., y VOTH, Eric A. Política de drogas, legalización y reducción de daños. En: http://www.catbarcelona.com/pdfret/RET13-2.pdf
13
adictos a la mariguana aumentó un 30% entre 1991 y 1993, reflejando también la
descriminalización de la mariguana. Como vemos en los Estados Unidos, los daños del
aumento del consumo de drogas son inferiores a los daños de solo el consumo. Desde que
la política de tolerancia fue instituida en los Países Bajos, los disparos han aumentado
un 40%, los asaltos han aumentado un 69% y los robos de coche un 62%32.
5.5.
La legalización y el desarrollo criminal
Otro error argumentativo que han cometido los promotores de la
legalización, es considerar que la liberación de las drogas frenaría el
desarrollo y consolidación de las organizaciones criminales. Ellas cuentan
con una alta capacidad para transformarse y ajustarse a las nuevas
condiciones del negocio, incluso acordando con otras organizaciones, la
distribución del mercado o enfrentándose a ellas para establecer su
absoluto control. Así mismo, con el ánimo de conservar los niveles de
rentabilidad, diversificarían el mercado, abriéndolo para quienes se
mantenga la prohibición (por ejemplo: menores de edad), o creando uno
paralelo, similar al que existe en relación con el tabaco (contrabando)33.
5.6.
El rechazo de la opinión pública frente a la legalización
Uno de los aspectos fundamentales para tener en cuenta frente a la
propuesta legalizadora de las drogas, es que esta iniciativa no goza de la
aceptación y apoyo social mayoritario. Ejemplo de ello es lo sucedido en
Suiza, en donde pese a preverse una abierta y manifiesta proclividad
social, se terminó exteriorizando un rotundo rechazo a la propuesta
liberadora, tal como lo evidenció el plebiscito efectuado el 29 de
noviembre de 1998.
5.7.
Síntesis
De prosperar las propuestas que buscan la legalización de las drogas y/o la
despenalización de las actividades relacionadas con ellas, se impulsaría la
agudización de varios y distintos problemas, porque se generarían
condiciones que además de atentar contra la salud, la seguridad y el
bienestar individual y colectivo, a un alto costo social y económico, se
incrementarían la violencia y la criminalidad, mientras se afectarían la
cohesión familiar y social y la productividad laboral, para finalmente no
contribuir en alguna forma con la erradicación del narcotráfico y sus
delitos conexos.
32
33
Ibíd.
GUILLÉN LÓPEZ. Op. Cit.
14
6. CONCLUSIONES
6.1.
No obstante que el último informe relacionado con el progreso en el
seguimiento a los resultados de la lucha antinarcóticos, originario de la
Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas de la OEA34,
presenta avances en su desarrollo, estos no son lo suficientemente
esperanzadores como para confiar en un impacto positivo a corto o
mediano plazo, sobre una incidencia negativa de ese fenómeno en el
conflicto interno colombiano. La posición colombiana sobre el futuro
tratamiento al problema de las drogas, está íntimamente ligada al interés
nacional y por lo tanto, requiere de un análisis muy profundo.
6.2.
Además de lo anterior, continúa siendo válida la contradicción que existe,
señalada por la Canciller María Ángela Holguín, entre la despenalización
adoptada internacionalmente y la exigencia de represión y castigo que se le
pide a Colombia. Tal situación debe ser dirimida al más alto nivel de la
comunidad internacional como es la ONU y en particular, por su Consejo
de Seguridad, debido a la consideración de las implicaciones que el
problema posee sobre la seguridad internacional.
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