08-Condici.n y amores.p65

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Elías Sevilla
Condición y amores femeninos en la ciudad de Cali:
contribución con referencia al libro El Espejo Roto
Elías Sevilla
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad del Valle
En este ensayo vuelvo a presentar ligeramente editadas
las consideraciones puntuales que hice en el Seminario Hacia
una agenda en sexualidad y derechos humanos en Colombia, donde
me fue dada una oportunidad de comentar un libro de reciente publicación que versa sobre los amores y la condición
femenina en la ciudad de Cali. Aprovecho la oportunidad
para desarrollar en un excursus un tema que me rondaba cuando
el libro se escribió y que pude expresar en bosquejo durante
varias intervenciones sueltas durante el Seminario. Se trata de
los modos de abordar en ciencias sociales el tema de la sexualidad, el erotismo y los afectos, como componentes de un
complejo fenomenológico que en el libro denominamos
“amores”. Será la única sección del presente ensayo donde
aporto referencias bibliográficas, dado que de las otras secciones se encuentren en la publicación mentada.
El libro y el proyecto que lo produjo
Fui gentilmente invitado a hablar de “culturas femeninas y comportamientos sexuales” en referencia al libro que
acabábamos de publicar en la Universidad del Valle, denominado El Espejo roto: ensayos antropológicos sobre los amores y la
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Saberes, culturas y derechos sexuales en Colombia
condición femenina en la ciudad de Cali. El libro es el resultado de
un proceso de investigación etnográfica patrocinado por
COLCIENCIAS entre 1996 y 2000, implicó la formación
en caliente de investigadores y escribir sobre lo investigado
dentro del programa de pregrado y postgrado de Sociología de nuestra Universidad. Los investigadores en formación fueron veintidós, entre profesionales ya graduados en
dos disciplinas: veintiún de sociología y una en filosofía; algunos en nivel de maestría, donde hicieron su trabajo de
grado dentro del proyecto. A seis de ellos pude acompañar
hasta el punto, que considero ideal, de ser coautores de algunos de los artículos publicados. A estos coautores se asoció
un colega profesor de la Escuela de Medicina para tratar
aspectos específicos del capítulo sobre cirugías estéticas del
busto femenino.
Los amores y la condición femenina en Cali
El primer punto de mi presentación fue decir, desde la
antropología que subyace al libro en mención, que me había
atrevido a darle un título que no recogía de manera explícita
el que me fuera sugerido, “Culturas femeninas y comportamientos sexuales”. Cambié “cultura” por “condición femenina” y “comportamientos sexuales” por “amores”. Más
adelante explicaré el sentido de los cambios.
Antes de pasar a los temas de fondo, expresé que al
hablar de los amores y la condición femenina en Cali, no
estaba hablando de toda la población local sino de barrios
populares que por su evolución económica, social y cultural
pueden ser considerados como representantes de un decantado color y sabor tradicional caleño y popular. En efecto,
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Elías Sevilla
mucha es la variedad social, económica y cultural que se observa en la ciudad, que contrasta con esta gente raigal caleña
a la que se refiere la publicación. Pensaba específicamente en
las grandes masas de inmigrantes pobres que viven en
asentamientos subnormales y sin barrios consolidados; pensaba también en los sectores de la elite socioeconómica más
conectada, en términos de amores, con las redes nacionales
e internacionales y con sus modas, que con la ciudad. De las
mujeres de estos sectores, pobres y de elite, no hablamos en
este libro.
La hipótesis del estudio es la siguiente: poco a poco,
merced a los cambios en las estructuras materiales y simbólicas en
que están involucradas, es decir, en su condición femenina, algunas mujeres raigales de la ciudad consolidada adquirieron un
discurso, una palabra propia, no tanto analítica como práctica,
afirmativa de sus decisiones y de su valoración moral respecto a los amores o como decía en el Seminario, respecto a
“su sexualidad”. Esto significa que, en la situación de sus
amores, estas mujeres están demostrando que su condición
de ser humano femenino está cambiando, con todo lo que
ello implica dentro de las estructuras de la dominación masculina de la cual ya ha hablado bien Pierre Bourdieu (1991).
La palabra propia y práctica de estas mujeres, para utilizar
otra expresión del autor de El sentido práctico, implica la asunción en el ejercicio de su erótica de una nueva posición en
relación con los estatus ético, estético y político, sin ser libertinas: el espejo –que juega en el libro como metáfora del deber
ser- lo toman en sus manos. Han asumido el control de sus
amores y con ellos –hasta donde es posible en paralelo con
los varones- el control de sus destinos. Ellas dicen, sin pedir
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Saberes, culturas y derechos sexuales en Colombia
permiso, pero atendiendo a un renovado ideal moral, la palabra justificadora y práctica, la que da soporte a la estima a
que todo ser humano tiene derecho. Esta palabra práctica es
distinta de la palabra elaborada, por ejemplo de las mujeres
que son etnógrafas, poetas, parlamentarias y defensoras de
derechos, y demás especialidades del discurso refinado, que
nuestras entrevistadas no tenían. Ellas eran mujeres caleñas
“comunes y corrientes”.
Condición femenina reemplaza a cultura y hace referencia a
una bella formulación humanista que hemos tomado de la
tradición intelectual francesa, en concreto, de los escritos de
Pascal, Jean Paul Sartre y André Malraux. Condición humana es
una fórmula para referirse a la situación existencial de nosotros, las mujeres y los hombres, que somos conscientes de
los límites objetivos con los que se desenvuelve nuestra vida.
Damos sentido a esos límites e intentamos transformar o
mejorar esas condiciones objetivas. Como condición humana
femenina me refería en el Seminario a las estructuras materiales
y simbólicas, además de sus trasformaciones desde adentro.
Hablamos de la condición femenina en cuanto está representada por lo que consideramos un núcleo más sensible, sus
amores: condición que cambia de situaciones dolorosas,
heterónomas, a condiciones transformadoras, que si no son del
todo autónomas –nunca podremos serlo los humanos- por lo
menos se acercan a la relativa autonomía de los varones.
Hablamos de amores como nombre alterno al de sexualidad. Nuestras bellas formulas castellanas Mal de amores o
“Andar de amores con...”, son tan antiguas como el mismo idioma. Recogieron, sin duda, la influencia que en Al-Andaluz de
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entonces –por allá en los siglos XII y XIII– llegó con la
presencia árabe, la misma de las Mil y una noches, que ahora,
con motivo de las transformaciones drásticas de la relación
con esta cultura milenaria, comienza a mirarse en Occidente
con suma admiración. Muchos males de amores se relatan
en las mil veladas de la astuta Scherezada. En una de ellas
emerge la poderosa metáfora del espejo. Mal de amores que
en los relatos fantásticos es diagnosticado, casi siempre
autodiagnosticado, para hombres y mujeres.
Pues bien, el nombre de Amurs, como se decía en
provenzal, sirve en el libro para etiquetar el complejo relacional
y psíquico que se hizo claro en Occidente como recurso cultural e institucional a partir de tales fechas. No que en otras
sociedades y tiempos, y tal vez desde siempre, haya estado
ausente el afecto, las efusiones eróticas y las atracciones sexuales: hablamos de la institucionalización de un modo específico de dar salida a tales inquietudes y necesidades. En el complejo así emergente se combina la aspiración individualizante
de encontrarse íntimamente con un Otro, compartir la orientación de la existencia basada en el afecto, compartir el disfrute sensual y simbólico de los cuerpos, eventualmente llegando a la copulación. No era el momento en el Seminario
de resumir la historia del mito y rito de los Amurs en Occidente, en sus tres grandes formas predominantes, sucesivas
y traslapadas: la del Amor Cortés, el Amor Romántico y el
hoy denominado por Anthony Giddens Amor Confluente,
cuyas primicias apenas comienzan a saborear y a sufrir nuestras jóvenes parejas. En el segundo capítulo del libro se habla
de esta historia y de la complejidad de los Amurs como intento analítico.
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Saberes, culturas y derechos sexuales en Colombia
Excursus
Excursus:: sobre los modos generales de abordar los
asuntos de los amores
En la investigación se hizo un recuento más o menos
detallado del estudio de los elementos que componen los
amores, usualmente tratados bajo los acápites de sexualidad,
erotismo y afecto. Se ha hablado bastante de sexualidad, algo
menos de erotismo y prácticamente nada de afectos cuando
las ciencias sociales se aproximan a estas experiencias. Repasamos los intentos serios de teorizar los amores como objeto
de estudio de la antropología y la sociología. Partimos de Max
Weber, Georg Simmel y Niklas Luhmann (quien sigue a Talcott
Parsons, Sevilla, 1997a), Anthony Giddens, la pareja Ulick y
Elizabeth Beck, las antropólogas Mary Douglas y Virginia
Gutiérrez de Pineda, para no hablar de lo mucho que ayudaron los escritos de Virginia Woolf. Con ellos se hizo un modelo analítico que, aunque puede parecer simplista, ayuda a pensar “el normal caos del amor”, como lo llaman los Beck. No
entro en los detalles de este intento de mirada de conjunto
porque prefiero en el excursus detenerme en la lógica analítica
que nos guió. Lo contrasto con otra lógica cuya orientación
observé como todavía vigente en algunas de las intervenciones escuchadas en el Seminario. Digo “todavía” porque sinceramente creo que mientras no rompamos con esa orientación,
que denominaré centrífuga, seguiremos siendo reduccionistas,
en el mal sentido del término.
Los amores constituyen un fenómeno de enorme complejidad cuando uno integra en ellos los diversos planos de
la experiencia humana que los constituyen. Un libro de sociólogos trató de captar en una fórmula casi matemática esta
experiencia: proponen que se tienen relaciones íntimas amo180
Elías Sevilla
rosas (“sexuales”) por motivos reproductivos (r1), por motivos recreacionales (r 2) y por motivos relacionales (r 3)
(Laumann, Gagnon, Michael y Michaels, 1994). La Declaración de Beijing de 1995, última batalla en grande contra las
concepciones reduccionistas y medicalizadas, muestra a las
claras, cuán distante estaba la idea de una complejidad
jerarquizada y cuál era la fortaleza del pensamiento tradicional “científico” sobre la sexualidad, nombre que se usaba
como sinécdoque de amores. El número noventa y cuatro
de la Plataforma para la Acción decía:
[...] el cuidado de la salud reproductiva se define como
la constelación de métodos, técnicas y servicios que
contribuyen a la salud reproductiva y al bienestar mediante la prevención y la solución de los problemas de
salud reproductiva. También incluye salud sexual, cuyo
propósito es el fortalecimiento de la vida y las relaciones personales, y no sólo consejería y cuidado relacionado con la producción y las enfermedades
sexualmente transmitidas.1
Modelos analíticos jerarquizados sobre Amores
Erótica / Estética / Ética /
Política
Salud Sexual y Reproductiva
Salud Reproductiva
Infección y
embarazo
1 <<http://members.fortunecity.es/dilialucia/005_legislacion/legislacion.htm>>
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Saberes, culturas y derechos sexuales en Colombia
La figura adjunta es un esquema de círculos concétricos
que recoge las etapas y delimitaciones que fueron hechas en
la historia del tratamiento científico del fenómeno amoroso. Piénsese de él como un cono invertido. Los círculos en
su orientación centrífuga se han movido de abajo hacia arriba en el orden de esta complejidad jerarquizada, a la vez que
han reflejado las etapas, que con su respectivo nombre,
fueron dados en esta historia de los estudios de los amores.
Las líneas punteadas indican las etapas que apenas están en
construcción, pero desde luego, siempre ha habido autores
que refirieron estos aspectos en la historia de las ciencias
sociales, pero difícilmente los han tratado de manera sistemática e integrada. Es de advertir que el esquema es una
simplificación modélica porque las delimitaciones de
subsistemas en el modelaje son recursos artificiales para
capturar y analizar con nuestro aparato racional la vida misma
que, con sus propias fórmulas metafóricas, también capturan los poetas (Sevilla, 1997b).
Tenemos, en efecto, que hay un núcleo biológico que
hizo que el fenómeno amoroso, por razones históricas ya
expuestas2 , fuera mirado como de competencia fisiológica y
médica: se miraban los órganos, sus funciones y disfunciones,
relacionadas, ante todo, con los órganos reproductivos, sus
intercambios de fluidos y las consecuencias de estos intercambios. En la etapa inicial médica moderna las personas no
entraron en escena, sólo sus órganos, enfatizando en los
embarazos y las infecciones; aunque no dejaba de haber inquietudes relacionadas con la “frigidez” y la “disfunción
2 Thomas Laqueur (1990) muestra con detalle la importancia que tuvo en el pasado occidental la
concepción orgánica del sexo.
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Elías Sevilla
eréctil”. Pasamos luego a la década de 1960, un período
donde se habló de salud reproductiva, porque ya entraban
concepciones un poco más integradoras, relacionadas con el
bienestar de las personas involucradas en los procesos infecciosos y reproductivos; tal vez el énfasis en la salud de las
personas, procedente de la Conferencia de Alma Ata (1978)
llevó a desmedicalizar un poco el tratamiento de los amores.
En forma coincidente, con ayuda expresa de nuevos
profesionales especializados en la Sciencia Sexualis que hablaba Foucault, se habló también de salud sexual y reproductiva. La
autonomización práctica de los procesos sexuales respecto a
sus implicaciones reproductivas (merced a los métodos
anticonceptivos) hizo que también se autonomizara parcialmente la experiencia sexual como objeto de tratamiento científico. Sin embargo, como lo demostrara la Declaración de
Beijing, no se había llegado en esa fecha a dar el paso a una
visión más integradora que recogiera los grandes avances
sobre los amores como procesos relacionales entre las personas. En este campo político se debatió con fuerza, aunque
de manera no integrada, los componentes éticos y políticos
de la vida amorosa, al lado de otros que no han recibido
tanto énfasis (los eróticos y los estéticos). De todos modos,
estos aspectos sí recibieron enorme atención en la práctica
cotidiana durante las últimas décadas. Ello llevó a que algunos autores perspicaces hablen, como Anthony Giddens, de
life politics, o que se diga con el feminismo que la política
también ocurre en el ámbito privado. Allí estamos, ad portas
de una nueva etapa de integración de todos estos fenómenos. Pero vamos lentos, al menos en cuanto al cambio de
etiquetas. Por ejemplo, con cierta desazón observé en el Se183
Saberes, culturas y derechos sexuales en Colombia
minario que todavía se seguía hablando se “Salud Sexual y
Reproductiva” para referirse de manera evidente a aspectos
del complejo amoroso que no eran ni simplemente sexuales
ni reproductivos.
Mi aporte puntual, bosquejado en las discusiones habidas en el Seminario, tiene que ver con dos modos generales
y contrapuestos de tratar la complejidad amorosa. Me inspiraron, para la propuesta, tres ejemplos aparentemente
disímiles, pero en el fondo bastante similares por su lógica.
Una idea central, la de complejidad jerarquizada y el modo
adecuado de tratarla subyace en ellos de manera interesante,
por no decir asombrosa. Los ejemplos son los de Herbert
Simon en un rango amplísimo de disciplinas, que van de la
ciencia política hasta la arquitectura del cerebro. Acudimos a
la aplicación que hace Paul van Geert de la teoría matemática
de sistemas dinámicos, a la psicología del desarrollo y al tratamiento que dio Michel Foucault en su segundo volumen
de la Historia de la Sexualidad a la “sexualidad” como una
cuestión de “juegos de verdad” en materia de ética y de estética. No es el momento de detenerme en los ejemplos,
bastará una breve descripción de su núcleo ejemplar para el
propósito del presente ensayo.
Herbert Simon, premio Nobel de Economía en 1978,
fue especialista de la investigación sistemática e inteligente, en
varios frentes aparentemente distantes, de la complejidad
jerarquizada. En palabras de la economista y filósofa EstherMyrjan Sent:
Ramificándose desde la ciencia política hasta la administración de empresas, la economía, la psicología y la
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Elías Sevilla
inteligencia artificial, Simon vio sistemas complejos jerárquicos en todas partes. Los partió en
suborganizaciones, submetas, subconjunto de
ecucaciones y variables, y subtareas. Los subsistemas
en la dimensión media consisten en administración de
nivel medio, dinámicas de corto plazo, la arquitectura
de la mente en nivel simbólico y las simulaciones
computarizadas en la resolución de problemas. Reglas heurísticas elementales guían a los gerentes, las organizaciones, los agentes económicos, solucionadores
humanos de problemas, y computadores. Más aún,
los miembros de los sistemas simonianos están
flojamente acoplados (Sent, 2001: 485).
La idea de Simon de que en una organización compleja
jerarquizada, entre más altos sean los niveles tendrán menos
interacciones los sistemas y viceversa, y por tanto serán los
vínculos más fuertes, le permitió descomponer sistemas muy
complejos en sus componentes, que ubicados en un determinado nivel de interacción y fortaleza de vínculos, podrían ser
estudiados sin que se perdiera de vista la pertenencia a un sistema más inclusivo y complejo. Simon fue exitoso porque aplicó su modo de trabajo en varios campos de la complejidad
de la materia que estaban en un nivel medio de interacción; tal
es el caso de la arquitectura de la mente en el nivel simbólico,
que supone conocimiento detallado de niveles infraestructurales
(redes neurales) pero se dan por descontados.
El psicólogo teórico holandés Paul van Geert decidió
valerse de los avances que en sistemas dinámicos generales se
han hecho en las matemáticas y la física para proponer modos de interpretación de las propuestas que Piaget y Vigotsky
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Saberes, culturas y derechos sexuales en Colombia
hicieron para dar cuenta del muy complejo campo del desarrollo ontogenético humano. Específicamente llama la atención el manejo que da a la simplificación que es inherente a
todo modelo analítico sin que caiga en el reduccionismo.
Los sistemas dinámicos son antirreduccionistas en
cuanto nos permiten seleccionar un nivel de descripción y explicación y mantener como dado lo que precede a ese nivel [en el orden inferior]. Una vez este
nivel ha sido seleccionado, tratemos de mostrar en
virtud de qué principios esos componentes se autoorganizan en procesos y estructuras que nos interesan
(Geert, 2000: 64).
Un sistema se puede definir como cualquier conjunto
de variables en interacción (propiedades observables o que
son observables en principio), cuya interacción está gobernada por reglas o principios específicos de interacción. El
estado de un sistema puede ser especificado en atención a
los valores de cada una de sus variables en un momento
particular del tiempo. El comportamiento del sistema es el
cambio en el sentido sistémico como consecuencia de la
interacción de tales variables (Geert, 1998: 149).
Con estos elementos podemos aproximarnos a la complejidad de los amores y a la propuesta que me atrevo a
formular. El caso de Foucault brilla como intento genial de
mirar “la sexualidad” desde el nivel más alto, el de la ética y
la política de los juegos de verdad en que se debate cualquier
ser humano que es sujeto de deseos. En el prólogo al segundo volumen del La Historia de la Sexualidad, el autor da un
giro decisivo cuando deja de lado la idea de reconstruir la
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Elías Sevilla
evolución de las formas sucesivas de conductas y prácticas
sexuales para dedicarse nada menos que a “los juegos de
verdad” en que se debate el sujeto de deseo, un asunto eminentemente centrado en las cuestiones éticas (morales en el
sentido freudiano), políticas y estéticas que plantea el ejercicio del erotismo y la sexualidad copulatoria.
En suma: para comprender cómo el individuo moderno puede hacer la experiencia de sí mismo, como sujeto
de una “sexualidad”, era indispensable despejar antes la forma en que, a través de los siglos, el hombre occidental se
vio llevado a reconocerse como sujeto de deseo (Foucault,
1984: 11-12)
Es interesante y lamentable que en la actualidad muchos de quienes dicen ser seguidores de Foucault en el tratamiento de la sexualidad olvidan esta dimensión tan ambiciosa en la que se ubica el autor preferido: siguen hablando de
“salud sexual y reproductiva” cuando los asuntos que tratan
piden a gritos que se suba de nivel y desde allí, con la debida
competencia que demanda el sistema de variables delimitado, sean tratados los subsistemas de interés. Para esta delimitación y tratamiento no se puede olvidar la lección anti-reificacionista
de van Geert. Como vimos, un sistema es una construcción
artificial que ayuda a construir modelos (también construcciones artificiales) que permiten dar cuenta de subconjuntos
delimitados en un sistema complejo cuya “realidad” pretendemos capturar con nuestras fórmulas.
A partir de estos ejemplos, mirando la historia del tratamiento que se dio en las ciencias sociales al asunto de los
amores y observando el diagrama de la figura adjunta, hallo
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Saberes, culturas y derechos sexuales en Colombia
que pueden ser postulados dos modos de aproximación a
los asuntos de los amores:
En primer lugar, un modo centrífugo que define estos
asuntos desde los niveles menos complejos (sin negar que
ellos lo sean) y se procede desde allí, por expansión del ámbito de cobertura, a dar cuenta de fenómenos que salen de su
órbita. Como ejemplo tenemos el reduccionismo médico
que desde el conocimiento relacionado con infecciones y
embarazos (éstos como fenómenos ginecológicos) da cuenta, por adición, de ámbitos fenomenológicos relacionados
con los amores: sexualidad, erotismo, afecto, etcétera. Esta
ha sido la modalidad predominante en la historia del tratamiento académico y científico de los asuntos de los amores;
así se pasó de “Reproducción y Embarazo” como asuntos
de órganos sexuales y genésicos a “Salud Reproductiva” y a
“Salud Sexual y Reproductiva”. Contra este procedimiento
se ha levantado desde hace unos años una reacción política
que pretende superar el reduccionismo implícito sin encontrar mucho eco en el campo propiamente académico de
generación de fórmulas modélicas.
En efecto, la solución que se ha encontrado, incluso en
la declaración de Beiging, no cambia de dirección centrífuga:
cree hallar un camino en la agregación de adjetivos que designan el nuevo círculo que desea colonizar. Por lo que pude
ver en el Seminario, todavía está vigente la fórmula de “salud sexual y reproductiva”. Sin duda, dentro de este modo
de obrar, próximamente tendremos uno o varios adjetivos
más, cuando los académicos acepten en sus fórmulas que
los fenómenos de la sexualidad tienen implicaciones eróticas, estéticas, éticas y políticas igualmente importantes.
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Elías Sevilla
En segundo lugar, el procedimiento centrípeto
diagramado en la figura, va en sentido opuesto, de lo más
inclusivo –aquellas áreas aún no muy definidas, aunque cada
vez más emergentes– en materia de amores: lo político, lo
estético, lo ético y lo erótico, hasta lo menos inclusivo, para
terminar en el núcleo rigurosamente médico, incluso más allá,
en el de la biología molecular. Este procedimiento se acerca
al de Simon, van Geert y Foucault ya mencionados. Tiene la
ventaja que desde un punto de mira amplio y supercomplejo,
uno puede delimitar cualquier subconjunto, de nivel alto,
medio o bajo, para aplicar allí las baterías intelectuales disponibles. Ello implica una mirada amplia, integradora y además el debido conocimiento de las reglas y principios que rigen
en las interacciones para adecuarse al nivel seleccionado. Por
ejemplo, uno puede trabajar desde el punto de vista ético y
político asuntos bastante especializados y de escritura entre
los niveles, como lo son el de manejo de infecciones con los
antiretrovirales en el caso del control del VIH: se debe saber
de sistemas inmunológicos y bioquímica pero también de
política y economía. Este procedimiento llama a la conformación de equipos con mentalidad amplia y flexible que no
riñe con las competencias especializadas que demanda cada
círculo interno, sino que las supone.
La fórmula centrífuga, racionalista, simplificadora y
adjetivadora de los modelos científicos contrasta con la fórmula sintética, densa y metafórica de los poetas, por ejemplo, la de Octavio Paz en su libro La llama doble:
El abrazo carnal es el apogeo del cuerpo y la pérdida
del cuerpo. También es la experiencia de la pérdida de
identidad: dispersión de las formas de mil sensacio189
Saberes, culturas y derechos sexuales en Colombia
nes y visiones, caída de una sustancia oceánica, evaporación de la esencia. No hay forma ni presencia, hay la
ola que nos mece, la cabalgata por las llanuras de la
noche. Experiencia circular, se inicia por la abolición
del cuerpo de la pareja, convertido en una sustancia
infinita que palpita, se expande, se contrae y nos encierra en las aguas primordiales. Un instante después
la sustancia se desvanece, el cuerpo vuelve a ser cuerpo y reaparece la presencia (Paz, 1993: 205).
En el curso del Seminario pensaba, al oír a los “interventores” prácticos en orientación amorosa, que algo pueden ayudar estas fórmulas modélicas de los científicos y metafóricas de
los poetas para lidiar con el normal caos del amor que encuentran en sus tutorías cotidianas. Mucho pueden ayudar las fórmulas modélicas si se cambia de orientación, pasando de la centrífuga y reduccionista a la centrípeta e integracionista. Creo que
la comprensión de muchos de los problemas nacidos de la complejidad de estos fenómenos posiblemente se facilita si uno cambia de dirección analítica y desde luego tiene el cuidado de respetar los conocimientos especializados en cada uno de los ámbitos que el interés coyuntural necesite trabajar.
Los amores de las mujeres raigales de Cali
Hecho el excursus sobre los sistemas complejos y sus
clasificaciones, volvamos a los amores de las mujeres caleñas
y a las notas de presentación que hice en el Seminario. El
excursus permitirá comprender mejor lo que intentamos decir en la publicación ya mentada. En su versión recibida, estos amores están signados por el “complejo del amor y la
vergüenza”, que rige todo para blancos, indios y mestizos2 .
2 En Cali la proporción de afrodescendientes supera el 30%.
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Elías Sevilla
Estos amores femeninos también tienen que resistir al estereotipo de la “mujer caleña”, en una ciudad de la que, escandalizando buenas conciencias, dijo Omar Rincón hace poco
que era un oasis de “cheveridad”, farandulizado, dulzarrón
como el manjar blanco, dominio de livianidades y planicies
conceptuales, que irrigadas por dineros dudosos no hacen
sino resaltar la corona del ombligo y las tetas que son como
las flores.
Sin embargo, las caleñas de que hablamos no se ajustan
necesariamente a este estereotipo: Son mujeres concretas, unas
muy lindas, otras menos, aunque la lindura sea relativa de los
estereotipos. Gozan y sufren sus amores, no sólo por la rumba
sino en la soledad de sus alcobas, ocasionalmente frente a un
físico espejo. Son amores en que se inicia una juventud trirracial
tanto en los barrios consolidados, donde ya se lograron avances “del espíritu a la piel”, como soñara Nicolás Guillén, es
decir hacia la valoración positiva de las diferencias raciales.
Amores de muchachas negras, mulatas, mestizas y de ancestro
indígena, que han asumido los gustos y modas hoy vigentes.
Repetí que no nos referíamos a las enormes concentraciones
de recientes inmigrantes, casi todos ellos negros e indios, sino
a las mujeres que habitan barrios ya consolidados y conjuntos residenciales de las clases medias y medias bajas. Sus
amores son cantados por el arte público de última generación o expresados en grafitties digitales propiciados por algún
portal local. Esos amores mantienen relaciones con otras
urgencias de la vida cotidiana. Hablamos de amores de mujeres con varones, no de mujeres con mujeres porque, a pesar de intentarlo, el proyecto no logró consolidar información alguna sobre el asunto.
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Saberes, culturas y derechos sexuales en Colombia
La metáfora del espejo roto y restaurado
Había dicho antes que el espejo era una metáfora que
habla del ideal moral de la figura femenina. Había hablado
también de las Mil y una noches. En la noche seiscientos cincuenta y cinco, Scherezada inicia el relato del prícipe Zeyn y
el espejo de las vírgenes. En la noche seiscientos setenta y tres
habla de un espejo mágico entregado por el rey de los genios al príncipe para que le ayude a buscar una mujer ideal
para que sea su esposa. Toda mujer que se reflejaba en él,
por más aderezada que estuviera, aparecía desnuda, y si había tenido trato con hombres, así fuera sólo en su corazón,
empañaba el espejo. Borges recoge esta muy vieja tradición
en una obsesión por los espejos y la generaliza a los hombres
y las mujeres como metáfora de lo que debemos ser, lo que
denominamos el ideal deóntico. Ese ideal, objeto de caricaturas, acentúa de modo superficial, cómico y con una pizca
de verdad el efecto diferente que el espejo tiene en las mujeres y en los hombres.
La historia en occidente ha hecho, sin embargo, que las
mujeres tengan con el espejo una relación muy particular,
traída en mucho cuentos y cantada por poetas. Está la relación superficial, ejemplarizada por el “Dime espejito ¿cuál
de las dos es más hermosa?”. Está la relación profunda, inquietante al extremo, de la mujer que se encuentra de frente
con la figura ideal de lo que ella debe ser, en el orden erótico,
estético, político y ético. Volviendo a Foucault, ella hace sus
juegos de verdad como sujeto de deseo.
El modo como se hizo la historia de Occidente, donde las Mil y una noches ha sido leída y leída, hace que para la
mujer, el espejo sea de manera casi sistemática el espejo roto
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Elías Sevilla
(o empañado). Por ello ha sido tomado, por ejemplo en
Joyce, como metáfora de una condición de fractura, dislocación y postración aplicada al arte irlandés. En el libro trabajamos esta idea, refiriéndola a la condición femenina con
sus amores.
Para hacerlo, informé que recogimos la tradición de
estudios antropológicos que han trabajado lo que se denomina “el complejo del honor y la vergüenza” cuya piedra
angular son los amores de las mujeres de la familia: madres,
hijas, novias y esposas. Estos amores son vigilados celosamente por los varones de la casa como un sagrado patrimonio familiar. La sexualidad y el erotismo de las “otras” mujeres, especialmente si son subordinadas, constituyen coto de
caza de esos varones. Si la mujer de “buena familia” viola
este régimen al disponer de sus amores, rompe el silencio
del ideal moral y queda relegada a uno de los más bajos
estratos en la amplia galería de las “otras” mujeres: se convierte en “vergüenza” porque viola el “honor de la familia”.
La consecuencia es una dolorosa condición que le permite a
la poeta andaluza Concha García preguntar a sus congéneres
en un bello poema ¿Tienes grietas cuando sales a la calle?
Se recordó que en el libro se decía que en este régimen
no había “espejo roto masculino” porque esta condición era
exclusiva de las mujeres, de las “buenas” porque debían
mantenerlo intacto, preservando el honor de la familia y de
las “Otras”, que ya lo tenían roto, en su condición subordinada o excluida. En este régimen los hombres eran
“quebradores” como lo señala un libro de Mara Viveros.
Hoy, por efectos complejos, del que hace parte el cambio en
el régimen femenino que aquí se estudia, comienza a darse
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Saberes, culturas y derechos sexuales en Colombia
casos de fracturas en el espejo masculino, como lo muestran
algunos estudios de las “masculinidades” realizados por los
colegas Fernando Urrea y Pedro Quintín en Cali. Esto es
una prueba de que nos encontramos en un orden de género
innegablemente relacional, que debe ser estudiado con
detenimiento.
El espejo restaurado, que es el complemento de la
metáfora, habla de la condición femenina transformada. El
cambio, lento y poco espectacular, pero firme y decisivo
como los movimientos tectónicos, pudo ser percibido en la
vida de buena parte de las mujeres raigales que nos contaron
sus historias. Entre ellas hubo mujeres de buena familia y
también de las otras, en particular de las que tenían “amores
comerciales”. Se traba de amores, como he dicho, de mujeres con hombres, no de mujeres con mujeres.
El libro en su componente sustantivo tiene dos partes
(porque también hay un componente técnico y
metodológico). La primera parte está dedicada a los amores
libres de las constricciones de la conyugalidad; libres también de las equivalencias comerciales, es decir, amores nacidos de la seducción a que juegan las mujeres con sus hombres preferidos o viceversa.
Amores comerciales
Las nuevas formas de amores comerciales, son sobrepuestas, sin aún extinguirlas, a las viejas formas de ventas de
burdel y salas de masaje. En el Cali popular y moderno, estas
empresarias de su erotismo y sexo ya no se llaman putas ni
prostitutas, sino “diablas” y “bandidas”, cuando no
“fufurufas”, quienes son las que no tienen el decoro que re194
Elías Sevilla
quiere un negocio tan próspero y sutil, es decir las “descaradas”. En estas “jóvenes acompañantes”, como algunos las
llaman en el círculo de servicio internacional, se ve claramente la asunción de una autonomía femenina en que el capital
sexual y erótico se vale de todos los apoyos de la cosmética
y de la moda contemporánea, incluyendo las cirugías estéticas. Desde luego, no quisimos decir, porque sería una sugerencia abusiva, que hay una conexión particular entre las cirugías estéticas, a las que se dedica un capítulo y los amores
comerciales. Estas cirugías están relacionadas con la nueva
imagen que la mujer moderna de la ciudad consolidada y
popular construye y promueve, ya sea para la seducción o el
comercio, en dinero o en especie.
Se indicó también que con el nuevo perfil de empresaria de su belleza y erotismo, la mujer que comercia con amores entra en una zona ambigua en la que difícilmente se distingue de la joven, también llamada diabla o bandida, que no
juega al dinero sino a la seducción, y muestra una ética personal desinhibida en la competición abierta por los hombres
que le gustan.
La presencia afrodescendiente en la ciudad
Quise, finalmente, hacer otra nota “cultural”, en el sentido arriba mencionado, de condición humana y de esfuerzo
por transformarla. La importante presencia afrodescendiente
es un componente decisivo dentro del conjunto de factores
que favorecieron la reformulación de los amores femeninos
y, con ellos, de la condición de la mujer en la ciudad. El libro
establece un contraste entre los grilletes morales –verdadero
cinturón de castidad– impuestos a las blancas, indias y mes195
Saberes, culturas y derechos sexuales en Colombia
tizas, por la tradición mediterránea del complejo del honor y
la vergüenza; y los grilletes físicos con que vinieron los primero pobladores negros a lo que es hoy Colombia. Sus
descendientes, por circunstancias de la historia nacional, se vieron exentos en gran parte de la catequización y dominio
civilizatorio europeo en materia de moralidad de amores. Por
ello el libro reinterpreta, en términos de otra cultura sin el
complejo del honor y la vergüenza, la “inmoralidad de negros”, que algunos autores sugieren cuando hablan, para la
historia local, de la actitud diferente que los afrodescendientes,
en particular los del Pacífico, tienden a mostrar frente a los
fenómenos de la vida amorosa en general.
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