La política comercial de la UE con Latinamérica: una

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Comisario Europeo de Comercio
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Casa de América
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Me complace mucho encontrarme hoy aquí, en la Casa de América, para hablar
ante un público tan entendido en Latinoamérica y en la capital de un país que
puede presumir de tener una « relación especial » con esta región. En primer
lugar, permítanme agradecer a la Casa de América su ofrecimiento de este
espléndido lugar para expresarme. Estamos en un marco singular con especialistas
de varios ambientes - gubernamentales, académicos y de la sociedad civil en su
sentido más amplio –. Fundada en 1992 por iniciativa del Rey Juan Carlos con
motivo del quinto centenario del « Descubrimiento » de América, la Casa de
América desempeña un importante papel en la consolidación y estrechamiento de
los vínculos culturales, históricos, políticos y económicos con una región de gran
importancia no sólo para la Península Ibérica sino para toda Europa. Y, lo que es
más importante, se lleva a cabo impulsando un diálogo entre iguales.
Obviamente, la oportunidad y el contenido de mi intervención de esta noche ante
ustedes, así como mi visita a Madrid, se inscribe en un contexto particular. Faltan
apenas unos meses para que comience la presidencia española de la Unión
Europea (UE). Al igual que el Presidente Aznar con quien me he reunido esta
mañana, la Comisión Europea da y dará la mayor importancia a la asociación con
América Latina, no sólo durante el primer semestre de 2002, sino en todo su
mandato quinquenal. Creo, además, que la labor realizada hasta ahora con Chris
Patten, a quien recibieron ustedes el pasado noviembre, es buena prueba de ello.
La celebración, aquí en Madrid, de la Segunda Cumbre de Jefes de Estado y de
Gobierno de la Unión y de Latinoamérica durante el próximo mes de mayo nos
brindará la ocasión perfecta para evaluar los progresos logrados en esta asociación
desde la Cumbre de Río.
Es indiscutible el papel clave desempeñado por España y Portugal en el nuevo
impulso dado a las relaciones entre Europa y Latinoamérica. Aún recuerdo
perfectamente mi época con Jacques Delors en la que Abel Matutes, y más tarde
Manuel Marín, trataban de convencernos del interés que tenía Europa en reanudar
esos lazos hasta entonces bastante descuidados. Pues bien, ahora no sólo la
Península Ibérica sino los 15 Estados miembros de la Unión se apasionan por
América Latina, de lo que me alegro. Por cierto que pude comprobar este interés al
comienzo de mi mandato como Comisario cuando concluimos la negociación de
una zona de libre comercio con México a finales de 1999. El apoyo de los 15 fue
unánime y sin precedentes por su rapidez.
Como saben, la Unión no piensa que sus relaciones con Latinoamérica se limiten al
comercio. El comercio es uno de los tres pilares que, en nuestra opinión, cimientan
una asociación rica, profunda y ambiciosa y que se suma al diálogo político y a la
cooperación al desarrollo. Pero además, y no es algo baladí, tenemos un
planteamiento de « región a región ». Ningún país puede ya actuar por su cuenta.
Su éxito depende de su capacidad de interaccionar con el resto del mundo. De ahí,
la importancia que concedemos a la ayuda a la integración regional, ya sea a
través de Mercosur, del Pacto Andino, del proceso de San José con Centroamérica
o del Grupo de Río.
Durante mi reciente visita a Brasil tuve la oportunidad de insistir en que el
regionalismo, en particular su dimensión económica y comercial, es un bien público
global que la Unión ha producido a lo largo de un proceso de integración de medio
siglo y cuyos beneficios está dispuesta a compartir con sus socios.
Los beneficios de la integración regional son considerables: un gran mercado que
atrae las inversiones extranjeras, una competencia creciente pero justa y una
capacidad de negociación mucho mayor. Naturalmente, estos beneficios sólo se
obtienen si los operadores económicos apuestan por la integración, algo que no
harán a menos que el proceso les parezca transparente e irreversible.
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Ahora bien, la irreversibilidad requiere a la vez marcos institucionales para ejercer
la soberanía regional conjuntamente y una convergencia suficiente de las políticas
económicas, especialmente en materia de estabilidad monetaria.
Del mismo modo que la temperatura y la presión atmosférica varían de un
continente a otro, cada proyecto regional es especial. Pero todo proyecto de este
tipo implica siempre un acercamiento, e incluso un arbitraje, entre las preferencias
colectivas de cada país a fin de posibilitar una integración profunda. Más allá de las
barreras arancelarias y no arancelarias en las fronteras, la integración exige reglas
y normas comunes o armonizadas.
Sabemos que nuestros socios de Latinoamérica tienen un largo camino por delante
si desean acometer una integración semejante. Pero, con nuestras políticas y con
nuestros actos, tanto como con nuestros discursos, debemos animarlos y ayudarles
en este empeño. Esta actitud es coherente con nuestra ambición de apoyar la
emergencia de un mundo multipolar en el que la integración regional permita
plantar cara a los retos de la mundialización y controlarla mejor.
En este contexto, permítanme que entre en los pormenores de nuestra política
comercial respecto a Latinoamérica a través de nuestras relaciones con Mercosur
de quien somos el primer socio comercial y el primer inversor, sobre todo gracias a
los inversores españoles.
Apostando por Mercosur, Europa, Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay - a los
que podrían sumarse en el futuro Chile y Bolivia - han abierto nuevas perspectivas
para el crecimiento y la diversificación de las economías del Cono Sur.
Diversificación y expansión de la industria y de los servicios de alto valor añadido.
Valorización de los recursos naturales y de su gestión sostenible, creación de
empleos cualificados y bien remunerados, emergencia de clases medias y creación
de un tejido denso y diversificado de empresas de todos los tamaños: estos son los
efectos que pueden lograr los miembros de Mercosur integrándose en un gran
mercado común.
¿ Cómo no diferenciar entre este tipo de integración regional entre vecinos y
« pares en desarrollo » y una integración continental bajo la égida de los Estados
Unidos? No me compete hacer un juicio que podría ser indiscreto sobre el proceso
« relanzado » el pasado abril en Quebec. Sus méritos deben ser valorados
exclusivamente por los propios países de la región. Estoy totalmente dispuesto a
ver en la ALCA un marco para el desarrollo de las relaciones entre el Norte y el Sur
del hemisferio americano. Me preocupan, en cambio, los costes y beneficios de una
integración Norte-Sur de esas características.
Nuestra relación con los países del sur del Mediterráneo nos ha enseñado la
complejidad de la integración Norte-Sur. Es preciso encontrar un delicado equilibrio
entre, por una parte, una integración excesivamente rápida y profunda que llegue
incluso a la adopción de normas y reglamentaciones armonizadas y comunes, lo
que sería una sacudida demasiado grande, y, por otra, la yuxtaposición de
acuerdos bilaterales que eliminan los obstáculos en las fronteras y cuyos efectos
integradores son limitados. La ALCA, o cualquier otro proyecto bilateral, no debe
debilitar la todavía frágil unidad de Mercosur.
La UE está interesada en el éxito de Mercosur: no hace mucho que Brasil y
Argentina disponían de armas nucleares. Con Mercosur ha dejado de ser así.
Recordemos también el papel fundamental de Mercosur en la consolidación de la
democracia en el Cono Sur, muy especialmente en el caso de Paraguay. La
negociación comercial iniciada entre la UE y Mercosur está bien encuadrada: su
objetivo es político.
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¿Por qué tenemos tanto interés en Mercosur? El todo crecerá más que la suma de
sus partes, lo que supondrá salidas para nuestras exportaciones y oportunidades
para nuestras inversiones. El acceso al mercado único europeo ofrecerá
oportunidades equivalentes a sus exportaciones a la UE. La integración regional
sustenta la estabilidad política y la seguridad mucho más eficazmente de lo que lo
haría una protección externa. Para nosotros es importante la estabilidad de esta
región. Pero Mercosur constituye, sobre todo, un nuevo pilar de un mundo
multilateral y multipolar. Negociando con la UE como grupo, Mercosur refuerza el
carácter multipolar del sistema internacional.
¡El compromiso de la Unión con Mercosur no es retórico! Si queremos alcanzar el
objetivo de integrar nuestras dos regiones - ¿por qué no la creación de
« Eurosur »? - hacen falta hechos tanto como las palabras. En la última tanda de
negociaciones, que tuvo lugar en Montevideo a principios de julio, presentamos
propuestas concretas para abrir nuestro mercado a sus productos industriales y
agrícolas y a sus servicios. Podríamos no haberlo hecho, ya que Mercosur todavía
no estaba preparado, mas decidimos hacerlo por razones políticas. Fue un gesto
político. Con nuestra actuación acallamos definitivamente, creo, las dudas de los
que desconfiaban de la seriedad de nuestra ambición en esta negociación. Las
reacciones de Mercosur, tanto las oficiales como las de los medios de
comunicación, me inclinan a pensar que apostamos bien y que pronto Mercosur
nos corresponderá. Efectivamente, se han comprometido a presentar su oferta
antes de finales de octubre. ¡Nada menos que un año antes de lo previsto para que
las negociaciones sobre la ALCA entren en materia! No ignoramos la complejidad
de esta negociación; sin embargo, ha comenzado bien y por nuestra parte tenemos
el propósito de seguir trabajando en ella los próximos meses.
El lanzamiento de una nueva ronda de negociaciones multilaterales en Doha el
próximo noviembre, que sigue siendo nuestra primera prioridad, será esencial para
avanzar en uno de los aspectos más delicados de esta negociación: la agricultura.
No olvidemos que nuestra política comercial regional con América Latina se basa y
se basará en los sólidos cimientos del marco multilateral de la Organización
Mundial del Comercio.
En este momento estamos también en negociaciones comerciales con Chile.
Evidentemente, la dinámica es más simple. Chile es una economía muy abierta y
eso facilita nuestra tarea. Por ello, en la última ronda de negociaciones de
Santiago, los negociadores han podido intercambiar ofertas concretas para abrir
nuestros mercados respectivos a los productos industriales y agrícolas y a los
servicios, así como en el ámbito de los contratos públicos. Aunque soy consciente
de que algunos Estados miembros consideran prioritaria la celebración rápida de
este acuerdo, como negociador no estaría defendiendo del mejor modo posible sus
intereses si fijara un calendario por anticipado. Como dijo Heraldo Muñoz, « la
sustancia primero ». Tanto mejor si logramos cuanto antes esa sustancia. Pero si
intentamos correr antes de haber aprendido a andar, nuestro objetivo se alejarán
en vez de acercarse.
Junto a estas negociaciones en curso, en el marco del Sistema de Preferencias
Generalizadas (SPG), la Comisión también ha trabajado para mantener el nivel de
acceso preferente a nuestro mercado para los países del Pacto Andino y de
Centroamérica. Es algo que forma parte de nuestra política de tratamiento especial
y diferenciado a los países en desarrollo. El acceso preferente a los mercados de
los países desarrollados es esencial para su desarrollo, que, a su vez, representa
un formidable filón de crecimiento para la economía mundial. Por eso, en junio
propusimos al Consejo de Ministros que prorrogara el régimen especial de esas
dos regiones en el contexto de la revisión del SPG.
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El régimen especial " SPG-droga", puesto en marcha en 1990 para ayudar a los
países andinos y centroamericanos a sustituir el cultivo de la droga por productos
de sustitución, se prorrogaba así durante otros tres años, hasta que finalice el ciclo
del SPG actual en 2004. En la práctica este régimen concede a las exportaciones
andinas y centroamericanas preferencias semejantes a las de una zona de libre
comercio.
Este régimen se complementará con un proceso de control y evaluación de los
esfuerzos de cada beneficiario, no sólo para luchar contra la producción y el tráfico
de droga, sino también para ajustarse a las normas fundamentales del trabajo y a
las normas medioambientales. No para establecer condiciones paternalistas, sino
porque la opinión pública de nuestros países considera importantes las condiciones
sociales y medioambientales del desarrollo económico.
Por último, déjenme que les hable de México. Nuestra zona de libre comercio
acaba de festejar su primer aniversario. Celebro poder comunicarles que su salud
es buena, incluso excelente. Este Acuerdo, el más ambicioso celebrado por la UE
con un tercer país distinto de nuestros socios limítrofes geográficamente, ya ha
dado fruto. Nuestros inversores, en primer lugar los españoles, se han precipitado a
ese país desde su entrada en vigor. Si comparamos los niveles de nuestras
exportaciones respectivas durante el primer semestre de la zona de libre comercio
con los del año anterior los resultados son impresionantes: un aumento de cerca
del 40% de las exportaciones europeas y del 60% de las de nuestros socios
mexicanos. ¡Esperemos que estos resultados sean un anticipo de los que
producirán nuestras negociaciones con el Cono Sur!
En vísperas de la presidencia española, me complace comprobar que la política
comercial de la UE con Latinoamérica es un éxito. Es una política activa, dinámica,
coherente y, lo que es más significativo, da resultados concretos. Tenemos la
intención de continuar por este camino para avanzar en la vía del acercamiento
entre nuestras dos regiones, con la participación y el apoyo de España durante su
presidencia, en interés mutuo y recíproco de nosotros, europeos, y de nuestros
hermanos y primos latinoamericanos.
¡Gracias por su atención!
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