10458358 01/24/2005 EDITORIAL 10:42 p.m. Page 5 | MARTES 25 DE ENERO DE 2005 El imperio de la ley E negocios ilícitos, estando la mayoría de las corporaciones policiacas dispuestas a cooperar con el crimen sirviendo de enlace con el exterior para todo lo que se les ofrezca a los cautivos. Los penales se han visto vulnerados al producirse muertes violentas en su inter i o r, d e j a n d o e n c l a r o una falta absoluta de seguridad. El Gobierno no ha podido disimular su rotundo fracaso en la lucha contra las bandas del narcotráfico. No pasemos por alto que es consecuencia de una sociedad epicúrea y de funcionarios cuya delicada piel no está habituada a manejar papas calientes, por lo que ya están pensando en abdicar de sus funciones jurisdiccionales enviando a los mafiosos a los tribunales de otro país, en un pleno y vergonzoso reconocimiento que aquí los altos mandos no pueden evitar la concusión de las autoridades menores en una red intrincada de sucias complicidades a la que no pueden ser ajenos sombríos personajes del mundillo político. Los cabecillas del crimen organizado no paran en mientes para exterminar a sus enemigos a sangre fría; ésa, obviamente, es su ventaja. En cambio, el Gobierno no está en posibilidad de hacer lo mismo debiendo ajustarse a una normatividad que lo impide. Lo único que le favorece es que tiene las armas legales para aprehenderlos y encerrarlos. Es en el cuidado de los convictos donde está la falla del asunto. Ellos tienen el dinero suficiente para corromper a sus celadores y el cinismo necesario para obligarlos a realizar tareas que lastimen el desempeño de sus labores. La perversión es tal en el mundo de quienes trafican con las drogas que es poco lo que puede hacerse, a mayor razón si no se tiene la menor idea de qué hacer. En este contexto ya hay quienes se atreven a opinar que al Gobierno sólo le quedan tres opciones: legalizar la venta de estupefacientes, establecer la pena de muerte o dejar que otros realicen el trabajo de restaurar el imperio de la ley. ITINERARIO POLÍTICO ¿Qué tan fuerte es el Estado mexicano? RICARDO ALEMÁN l pasado jueves 20 de enero señalamos en este espacio que la respuesta del narcotráfico al despliegue militar y policiaco para recuperar el control de los centros penitenciarios de alta seguridad como La Palma, habían sido la fuga de tres reos del penal de las Islas Marías, el asesinato del ex alcalde de Soto La Marina, Teodoro Herrera Soto y de sus hijos Jaime y Teodoro, y la movilización política de familiares y esposas de reconocidos narcotraficantes, que reclamaban el respeto a los derechos constitucionales y humanos de los presos. "Por increíble que parezca", escribimos en el Itinerario Político de ese jueves 20, "en esa guerra entre las bandas criminales y el Gobierno Federal, los primeros, los criminales organizados, parecen avanzar con su estrategia sobre los puntos vulnerables del Gobierno... y, en el fondo, la movilización (de los abogados y los familiares de los narcotraficantes) es parte del reto, de la guerra que han lanzado los capos de la droga al Estado mexicano para, primero debilitarlo, y luego someterlo... Son parte (los abogados y los familiares de los narcotraficantes) de las mismas redes del crimen organizado, cuyos líderes conocen muy bien las debilidades del Estado, saben por dónde presionar y penetrar a las instituciones del Estado, y han pasado de la etapa de la reacción subterránea, callada y silenciosa, a la acción abierta, a la franca confrontación". Y sí, ese mismo jueves 20 de enero, por la mañana, fueron encontrados los cuerpos de seis trabajadores, cuatro de ellos custodios del Centro Federal de Readaptación Social de Matamoros, Tamaulipas, quienes fueron torturados y E asesinados con el tiro de gracia por un comando de encapuchados, presumiblemente Los Zetas, organización de sicarios al servicio de Osiel Cárdenas Guillén, el narcotraficante que se apoderó del control del penal de La Palma. Pero no fue todo. La noche de ese mismo jueves 20, en Toluca, la capital del Estado de México, fue asesinado Leonardo Oceguera Jiménez, presunto abogado de Benjamín Arellano Félix, y quien dos días antes, apenas el 18 de enero, apareció como organizador y vocero de la movilización que en la Cámara de Diputados y en la CNDH realizaron familiares y esposas de los narcotraficantes detenidos en La Palma. La noche del mismo jueves 20, y ante la emergencia que para la seguridad pública y la del Estado todo significó el asesinato de seis trabajadores del Cefereso de Matamoros, el presidente Vicente Fox convocó al recién creado Gabinete de Seguridad Nacional, y se produjo una de las más significativas declaraciones del gobierno del "cambio". En un comunicado, la Presidencia de la República reconoce: "Es claro que los homicidios cometidos en Tamaulipas constituyen un intento de desafío al Estado mexicano, como reacción a la contundencia con que el Gobierno Federal ha atacado los intereses del crimen organizado, principalmente el narcotráfico". Por ello, el presidente Fox instruyó a sus colaboradores "a responder con toda la fuerza y los recursos del Estado". Y si bien el comunicado oficial de la casa presidencial acredita a los crímenes de seis trabajadores del penal de Matamoros la calidad de "intento de desafío al Estado mexicano" como para tratar de enmascarar su real dimen- sión, lo cierto es que se trata de una abierta y clara confrontación de uno de los más importantes y poderosos cárteles de la droga contra el gobierno de Vicente Fox y contra el Estado todo; el de Osiel Cárdenas Guillén, quien paradójicamente se encuentra en prisión, en La Palma, desde donde sigue operando e instruyendo a sus grupos de presión política y de ajusticiamiento como Los Zetas, para actuar contra otras bandas rivales y contra las instituciones del Estado. Y es que cuando el gobierno de Vicente Fox reconoce que el crimen de los custodios del penal de Matamoros "es un intento" de desafío al Estado mexicano, en realidad está reconociendo que por lo menos hasta el jueves 20 de enero, fecha en que se produjo "el intento", han fracasado todos los esfuerzos de su gobierno y del Estado por contener y someter a ese peligroso cártel del narcotráfico. Más aún, cuando en su calidad de jefe del Estado mexicano Fox decide instruir al Gabinete de Seguridad Nacional para "responder con toda la fuerza y los recursos del Estado", no sólo está formulando una declaración formal de guerra contra el crimen organizado y el narcotráfico, sino que lleva el del narcotráfico a la mayor escala en los problemas nacionales, al principal problema de seguridad nacional. Y sí, cualquiera podría aplaudir los esfuerzos presidenciales por hacer frente a ese poderoso enemigo que para la sociedad mexicana significa el crimen organizado y su más poderoso tentáculo, el narcotráfico. Pero el problema aparece cuando se formula una pregunta elemental: ¿cuál es la fuerza del Estado mexicano, como para oponerla a la fuerza económica, corruptora y amenazante del | 5A FEDERICO REYES HEROLES Los reclusorios no son lugares propicios para la rehabilitación de un transgresor. Más bien se han constituido en centros de veraneo desde donde se pueden manejar negocios ilícitos, estando la mayoría de las corporaciones policiacas dispuestas a cooperar con el crimen sirviendo de enlace con el exterior para todo lo que se les ofrezca a los cautivos. Los penales se han visto vulnerados al producirse muertes violentas en su interior, dejando en claro una falta absoluta de seguridad. zón si no lo es. Nadie escapa a las tentaciones que ofrecen estos capos en una sociedad corrupta en que el dinero lo es todo. Los valores morales se han perdido sustituyéndolos el cuánto tienes, cuánto vales. Nada parece impedir que continúe el avance inexorable de la impudicia y el libertinaje. Los delincuentes suelen tener el dinero suficiente para comprar conciencias de los que están dispuestos a venderse al mejor postor. No hay un sentido de solidaridad social. Búsquele por donde quiera, estos grupos envenenan a las actuales generaciones de jóvenes con las sustancias que comercian. Esto, la ausencia de escrúpulos para acabar con la vida del prójimo y un entorno favorable de una sociedad que le ha dado la espalda a sus deberes para con sus semejantes los ha convertido en todopoderosos. Los reclusorios no son lugares propicios para la rehabilitación de un transgresor. Más bien se han constituido en centros de veraneo desde donde se pueden manejar EL SIGLO DE DURANGO Sin color GILBERTO SERNA n los últimos días han estado apareciendo síntomas de descomposición social reflejada en la impunidad con la que grupos desconocidos, se supone que aliados al narcotráfico, han venido ajustando cuentas mediante el asesinato de personas a los que se les pegó un balazo en la cabeza para cerciorarse de que habían muerto, semejante al tiro de gracia que se daba para evitarle sufrimiento innecesario a quien se fusilaba en tiempos pretéritos. Esto, que más podía esperarse, deja una estela de venganzas que no parece tener fin. Lo terrible es que pone al descubierto la falta de control de las autoridades que hasta ahora se ha conformado con asistir a la macabra función como si fuera un espectador más. Lo cierto es que en cada ejecución aflora la decadencia de los encargados de la seguridad pública. Agréguese que las cárceles se encuentran, según todos los indicios, bajo la égida descarada de los presos ahí recluidos y nos enteraremos del peligro que ronda los hogares de los que habitamos en este país. Es preciso entender que los narcotraficantes son lo suficientemente seductores como para atrapar en sus redes al hombre más virtuoso, a mayor ra- | narcotráfico? La respuesta resulta preocupante, si no es que dramática. El Estado, según los clásicos, es el conjunto de las instituciones y la sociedad. En el México de la reñida sucesión presidencial adelantada, el escenario de confrontación y abierta guerra entre las instituciones, entre los poderes, entre los partidos políticos y los líderes que ambicionan el poder presidencial, y en medio de una marcada polarización entre los dos principales gobiernos nacionales, el federal y el de la capital del país, el poder del Estado mexicano parece más disminuido que nunca, en tanto que el poder del narcotráfico resulta más consolidado que nunca. ¿Por qué la convocatoria del jefe de Gobierno y del Estado mexicanos no se extendió no sólo a su gabinete, a sus colaboradores, sino a todos los poderes, a los partidos, a los gobernadores, a los grupos empresariales, religiosos, y a la sociedad toda? La lucha por el poder presidencial, la guerra entre poderes y gobiernos, y la polarización social han creado un escenario espeluznante de debilidad del Estado mexicano que, como todo lo indica, es el mejor escenario posible para que las bandas criminales impongan su ley. Y no, no quedó suelto el otro hilo de la madeja, el crimen del abogado Leonardo Oceguera Jiménez. En este caso, todo indica que se trató de un ajuste de cuentas del cártel de "El Chapo" Guzmán. Hay que recordar que los tres crímenes que en los últimos meses se produjeron en La Palma incluido el de "El Pollo", hermano de "El Chapo", se le acreditan a Osiel Cárdenas en su guerra contra "El Chapo" Guzmán. Pero esa guerra tampoco ha terminado. [email protected] “Toda sociedad vive a crédito”. Regis Debray n qué pueden creer los mexicanos? La confusión es tal que por momentos el ánimo se quiebra. Desde hace siete años el país no logra parir una reforma de fondo. Pero la idea de parálisis no retrata fielmente la situación. No estamos igual que hace siete años por el simple hecho de que el mundo sí se está moviendo y a velocidades vertiginosas. En relación con ese movimiento global hemos retrocedido. Ya lo decía el Gobernador del Banco de México: hemos dejado pasar oportunidades que nunca más tendremos frente a nosotros. Por más que uno intente la defensa del avance democrático, es difícil escapar a la simplista correlación: ese avance democrático en los hechos ha traído perdida de capacidad de gobierno y, peor aún, debilitamiento del Estado. "Toda sociedad vive a crédito", lanza Debray en un diálogo con el físico Jean Bricmont, vive a crédito en tanto que toda acción humana se asienta en la esperanza. En México esa esperanza enseña fisuras, grietas. No son gratuitas: en los últimos años el núcleo en el poder, para utilizar la expresión de Hermann Heller, ha demostrado que es incapaz de llegar a acuerdos básicos, esenciales para el Estado mexicano. La competitividad cae anunciando un triste futuro en parte porque en este país, rico en hidrocarburos, hemos sido incapaces de lograr un nuevo acuerdo que permita a la inversión fluir al sector energético. Cada día importamos más gas, petroquímicos, gasolinas, electricidad pudiendo producirlos dentro del territorio nacional. Triste orgullo para la generación en el poder el llevar a Pemex a una virtual quiebra técnica. Cómo explicar a las futuras generaciones que en México logramos quebrar lo que en otras naciones es fuente inagotable de riqueza. En qué creer cuando esos políticos embelesados con el discurso democrático no supieron leer con claridad que la mayor amenaza a la viabilidad de México se llama seguridad nacional. Es falso, como dice el régimen en su típico acto de escapismo, que en el pasado no se hubiera hecho nada y que los dramáticos días que vivimos sean el resultado de la acumulación de desaciertos previos al 2000. Perdón, pero nunca antes el narcotráfico había retado al Estado mexicano como ahora. Será en todo caso la acumulación de asuntos pasados potenciados por la ineptitud del presente. Ya en esa reacción se muestra la miopía con la que se ha tratado el asunto. Endosarle la responsabilidad a ese barril sin fondo de justificaciones en que se ha convertido el pasado priista es no entender a cabalidad que el narcotráfico está arrinconando al Estado, todos incluidos. Ya déjense de pleitos partidarios, de rencillas enanas. Está en juego el país. La carencia de un mínimo de eficacia política y administrativa de la gestión Fox se ha mostrado en muchas áreas, los ires y venires frente al asunto del azúcar, el fallido nuevo Consejo de Administración de Pemex, la construcción del aeropuerto capitalino, el inexistente Plan Puebla-Panamá, el millón anual de empleos, etc, etc. Pero un ámbito en el cual los errores y omisiones se pagan muy caro es el de la seguridad nacional. ¿Qué fue de la mentadísima coordinación creada a principios de sexenio? Se acordará el lector que su titular iba, en teoría, a coordinar a varios secretarios de Estado, incluido el de la Defensa. Ja, ja, ja. Allí está el resultado. ¿E ¿Qué ganó México descabezando al Cisen en lugar de aprovechar la experiencia acumulada por individuos como Jorge Tello Peón? Pero como todo lo que venía del pasado apestaba, se removió a diestra y siniestra para terminar designando subsecretario de Seguridad a un ex priista con un largo expediente de conflictos. ¡Genial! Nombrar al "malo del barrio" fue exactamente la estrategia que siguió López Portillo con Durazo y así nos fue. La seguridad nacional reclama profesionales con experiencia. En eso el costo de aprendizaje no encuentra justificación. Seguridad era y es el reclamo número uno de la ciudadanía, y sin embargo durante estos cuatro años ha sido imposible coordinar a la PGR, la Secretaría de Gobernación y la flamante Secretaría de Seguridad Pública federal. El jefe último de las tres instancias, el presidente Fox, ha sido incapaz de ejercer ese mínimo de poder de mando. Como monumento a la ineficacia está la incapacidad del régimen para negociar incluso al interior y entre los partidos de oposición una iniciativa que hoy duerme el sueño de los justos. ¿De qué sirven los evidentes logros de la PGR en el combate al narco cuando Inteligencia ignora que el Director del Penal de la Palma ha sido inculpado por dejar salir reos? ¡Increíble! El escupitajo de la semana pasada es una muestra simbólica de la autoridad perdida. Pero claro, mientras a todo se le quiera sacar una raja política difícilmente tendremos una nueva legislación que separe al MP y le dé autonomía para así poder combatir la impunidad. Vivimos a crédito y ese crédito de los mexicanos, hoy muy maltrecho, supondría que PRI, PAN y PRD actúen al unísono en lo que se refiere a asuntos de seguridad nacional. ¿Cómo es eso de que el EPR podría estar detrás del horror de Tláhuac y que ninguna autoridad le da la cara a los hechos? ¿Cómo explicar que los Mara Salva Truchas se paseen por el territorio nacional sin que seamos capaces de contenerlos? ¿Cómo está eso de que el jefe de la policía capitalina, apoyado por su jefe, se sintió en condiciones de rebelarse frente a las facultades de remoción del titular del Ejecutivo? Se trata de asuntos de Estado y frente a ellos todos los intereses particulares deben doblegarse. Priistas, panistas o perredistas, quienes lleguen al poder en el 2006, dependerán de la fortaleza del Estado mexicano para poder operar desde el Gobierno. El debilitamiento del Estado no le conviene a nadie. En qué creer cuando los gobernantes no dan señales claras de ser conscientes de los límites de la política. Y esos límites comienzan precisamente por despolitizar los asuntos de seguridad nacional. Dónde están las fotos del presidente Fox reunido con los secretarios de Gobernación, de Seguridad Pública, de la Defensa Nacional, con el Procurador, con el jefe de Gobierno capitalino, con el Director del Cisen, con el jefe de la policía capitalina, con los gobernadores del Estado de México, de Tamaulipas, de Sinaloa o con los líderes del Senado y la Cámara de Diputados para darle impulso a la iniciativa de ley. No una vez, todas las que sean necesarias. ¿Cómo pretender que México sea atractivo a las inversiones, que genere los millones de empleos que los mexicanos demandan, que camine hacia una mayor justicia social, cómo imaginar ese país, si el cimiento de todo Estado, la seguridad, está a la deriva? El Estado se les está desmoronando en las manos. Parece que en el revuelo de la alternancia a algunos se les olvidó un principio básico: el Estado no tiene color y todos vamos en él.