Arte, Títeres y Educación en Paul Klee. Muchos fueron los artistas de las vanguardias que, más allá de su producción pictórica y escultórica, mostraron interés por el mundo de la educación, el juego, los muñecos o los títeres. Recientemente se ha clausurado en el MoMA la exposición “Century of the child. Growing by design. 1900-2000” y hace ya cerca de dos años el Museo Picasso de Málaga organizó la muestra “Los juguetes de las vanguardias”. Si la primera ponía el acento en el diseño, la segunda lo hacía sobre la extensión de las motivaciones sociales que habían generado las vanguardias artísticas al terreno de lo educativo y en cómo diversos artistas se sintieron atraídos por participar de una unión de arte y educación, proyectando su estética sobre objetos didácticos con fines éticos y de cambio social. Efectivamente, esta necesidad de configurar una nueva sociedad y de dirigir la mirada hacia la infancia como elemento de cambio fue la motivación consciente de muchos artistas, desde los futuristas italianos hasta los constructivistas rusos. Otros, sin embargo, crearon objetos educativos con pretensiones mucho más sencillas y, conscientes o no, contribuyeron a fomentar la educación artística. Tal es el caso de los títeres de Paul Klee, que nacen por el deseo de introducir el juego y la creatividad en su entorno doméstico, satisfaciendo el amor de su hijo Félix por el teatro de títeres. Creados a lo largo de una década (1916-1925), los títeres de Klee, que contaban asimismo con su correspondiente teatrillo y escenografía, reflejan rasgos estilísticos de la obra pictórica del artista que avanzó desde el expresionismo, pasando por la abstracción geométrica de la Bauhaus, hasta el surrealismo. Bajo estas diferentes corrientes, Klee desarrolló un arte muy personal, cargado de elementos subjetivos y sobretodo de una gran fantasía que apreciamos también en sus marionetas: “Espíritu eléctrico” podría considerarse un auténtico ejemplo del assemblage dadaísta, mientras que “Payaso de grandes orejas” tiene unos rasgos propios de la abstracción geométrica y “El fantasma de la caja de cerillas” nos remite a los collage cubistas. Todos ellos están realizados con materiales reutilizados de lo más diverso y con retales que el artista extraía del costurero de su mujer. “El barbero de Bagdad”, “Esquimal con canas” o el “El señor muerte” son otros títeres de los 30 que han llegado a nuestros días. Los demás, pues había creado alrededor de 50, no sobrevivieron a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Los títeres de Klee, por su finalidad y por su creatividad, son un ejemplo genial de las distintas consideraciones educativas y artísticas a las que responde el arte de las marionetas: Por una parte, cumplen una función lúdica, es decir, pertenecen al mundo del juego, pues aunque hoy son parte indudable de la Historia del Arte, no fueron concebidos por su creador como piezas artísticas sino como juguetes para su hijo. Como material de juego cumplen al mismo tiempo una función educativa, pues son múltiples sus ventajas pedagógicas en el desarrollo cognitivo y especialmente en la socialización del niño, incluso como medio catártico de conductas negativas y como terapia. Por otro lado, permiten una puesta en escena, una actividad teatral que facilita la autoexpresión de emociones, dando salida a aspectos subjetivos; la expresión de conceptos, pues por medio de la práctica teatral se pueden transmitir ideas y fomentar encuentros o situaciones que permitan intercambiar pensamientos; y por supuesto la puesta en escena de historias y obras literarias. Además, fomentan capacidades estéticas; son un recurso de gran utilidad para la educación artística y el desarrollo de una actitud estética ante la vida. Los títeres de Klee aproximan a la infancia formas del arte moderno, pero además demuestran que la creatividad no es exclusiva del artista, sino que con un puñado de materiales, ya sean nuevos o reciclados, cualquier niño o adulto puede crear sus marionetas desde una nueva, personal y original estética. La creación artística, como el juego, tiene una finalidad didáctica y educativa que, especialmente en estos tiempos en los que tan escaso peso tiene la educación artística en las escuelas, debemos fomentar en otros escenarios, desde el hogar hasta el museo. Carlota Lorente Balado.