¿Qué es lo que provoca tantos problemas en el mundo? Nuestras

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¿Qué es lo que provoca tantos problemas en el mundo? Nuestras propias emociones
contraproducentes. Una vez generadas, nos perjudican no solo a un nivel superficial sino también
en profundidad. Las emociones dañinas no producen más que problemas de principio a fin. Si
intentáramos contrarrestar cada una de ellas individualmente, nos veríamos inmersos en una
lucha interminable. Así pues, ¿cuál es la causa fundamental de las emociones dañinas y cómo
podemos abordarla más provechosamente?
En las muchas escrituras de Buda encontramos descripciones de prácticas destinadas a
contrarrestar el deseo, como por ejemplo meditar sobre lo que yace bajo la piel: carne, huesos,
órganos, sangre, desechos sólidos y orina. Tales reflexiones sofocan temporalmente el deseo,
pero no hacen lo mismo con el odio. Y lo mismo sucede a la inversa: las prácticas destinadas a
debilitar el odio, como cultivar el amor, no curan el deseo. Estas prácticas, como las medicinas
empleadas para contrarrestar una enfermedad específica, no tratan otras enfermedades. Sin
embargo, dado que todas las emociones contraproducentes se basan en el desconocimiento de la
verdadera naturaleza de las cosas, las prácticas que enseñan cómo superar esa ignorancia
permiten debilitar todas las emociones nocivas. El antídoto contra la ignorancia es eficaz para
todos los problemas. He ahí el extraordinario poder de la visión penetrante.
Para desarrollar una visión penetrante de la verdadera naturaleza de todo lo que existe -nosotros,
los demás y las cosas-, es preciso estudiar primero detenidamente las enseñanzas espirituales y
pensar en ellas una y otra vez. Esto es fundamental, ya que es imposible generar un estado que
nos permita penetrar en la realidad si no corregimos antes nuestras ideas erróneas sobre la
existencia.
Reconocer la ignorancia
Para poder desarrollar una visión penetrante primero hay que reconocer la ignorancia. La
ignorancia, en este contexto, no es solo la falta de conocimiento, sino la percepción equivocada
de la naturaleza de las cosas. Dicha percepción da por hecho, erróneamente, que las personas y
las cosas existen en sí mismas y por sí mismas, por su propia naturaleza. No es un concepto fácil
de asimilar, pero es sumamente importante reconocer lo erróneo de esta percepción, pues es la
fuente de emociones destructivas como el deseo y el odio. En el budismo se suele hablar de la
vacuidad, pero es imposible comprender esta sin ver primero que la existencia intrínseca que
atribuimos a las cosas es errónea. Es preciso reconocer -al menos de forma aproximada- qué es
lo que atribuimos equivocadamente a los fenómenos, antes de poder comprender la vacuidad que
hay en su lugar. Ese es el principal tema de este libro: comprender cómo existimos realmente,
cómo somos realmente sin el revestimiento de la falsa imaginación.
Las muchas enseñanzas de Buda tienen como objetivo la liberación de la existencia cíclica -con
su incesante paso de una vida a otra- y la consecución de la omnisciencia. La ignorancia es la
causa de cuanto se interpone en el camino hacia esos logros. La ignorancia nos ata al
sufrimiento, de modo que es preciso reconocerla claramente. Para ello debemos considerar cómo
aparece en la mente esta falsa cualidad de existencia intrínseca, cómo la mente la acepta y cómo
basa tantas de sus ideas en este error fundamental.
La ignorancia no es solo diferente del conocimiento, sino lo opuesto al conocimiento. Los
científicos dicen que cuanto más de cerca examinamos las cosas, más probabilidades hay de que
encontremos un espacio vacío. Al depender de las apariencias, la ignorancia atribuye a las
personas y las cosas una concreción que, en realidad, no tienen. La ignorancia quiere hacernos
creer que estos fenómenos existen por sí mismos, y guiados por ella nos parece que lo que vemos
a nuestro alrededor existe de manera independiente, sin depender de otros factores, pero no es
así. Al dar a las personas y las cosas que nos rodean esa posición exagerada, nos vemos
arrastrados hacia toda clase de emociones desaforadas y, a la larga, dañinas.
Reconocer esta falsa apariencia de las cosas y reconocer nuestra tácita aceptación de esta ilusión
es el primer paso para comprender que nosotros y el resto de los seres, así como los objetos, no
existimos como parece, no existimos de forma tan concreta y autónoma. El proceso de llegar a
evaluar con exactitud lo que somos realmente requiere que nos percatemos de la discrepancia
entre cómo aparecemos en nuestra mente y cómo existimos en realidad. Y lo mismo en el caso
de las demás personas y los demás fenómenos del mundo.
REFLEXIÓN MEDITATIVA
Considera lo siguiente:
1. Todas las emociones contraproducentes se basan en la ignorancia de la verdadera naturaleza
de las personas y las cosas.
2. Hay formas concretas de inhibir temporalmente el deseo y el odio, pero si debilitamos la
ignorancia que percibe de forma errónea nuestra naturaleza, la de los demás y la de todas las
cosas, todas las emociones destructivas se debilitarán.
3. La ignorancia considera que los fenómenos -que en realidad no existen en sí mismos ni por sí
mismos- existen independientemente del pensamiento.
© 2006, Su Santidad el Dalai Lama
© 2007, Random House Mondadori, S.A. Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
© 2007, Matuca Fernández de Villavicencio, por la traducción
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