Pakistán ante el abismo

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EL PAÍS, viernes 14 de enero de 2011
LA CUARTA PÁGINA
OPINIÓN
Pakistán ante el abismo
El asesinato del gobernador Taseer demuestra que, a medida que se extiende el extremismo islamista,
el espacio para una puesta al día liberal está desapareciendo y que quienes la apoyan corren grandes riesgos
Por CLARE CASTILLEJO
E
l comienzo del año ha sido desdichado para Pakistán. El 2 de enero cayó
el Gobierno de coalición, hundiendo
al país en la crisis política. Dos días después, el gobernador de la provincia de Punjab fue asesinado por su guardaespaldas,
un extremista islámico que aparentemente
actuó en connivencia con otros miembros
de las fuerzas de seguridad. El gobernador
Taseer, un liberal notorio, fue asesinado
por pedir el rechazo a las draconianas leyes paquistaníes contra la blasfemia. Estas
últimas adversidades vienen a añadirse a
una insurgencia generalizada, a la tremenda destrucción causada por las inundaciones del último verano y al inminente colapso económico. Recientemente, el FMI paralizó un importante préstamo a Pakistán debido a su incapacidad de cumplir con su
reforma económica y el país se enfrenta al
fantasma de la hiperinflación. Pakistán se
encuentra al borde del abismo.
Los últimos acontecimientos en Pakistán prometen más miseria para su gente,
así como una mayor inseguridad para el
mundo. En los últimos años, Pakistán se ha
convertido en un centro del terrorismo islámico. Mientras el extremismo religioso y la
violencia militante acentúan su presa sobre el país, la amenaza para la inseguridad
internacional no puede sino crecer. Lo que
Pakistán —y el resto del mundo— necesita
desesperadamente es de un Gobierno fuerte y realmente democrático en Islamabad,
que pueda tomar el control efectivo de la
política antiterrorista y garantizar la seguridad del armamento nuclear de Pakistán.
Pero esta parece ser una posibilidad cada
vez más distante.
Así que ¿qué va a pasar ahora? Días
atrás, los socios de la coalición anunciaron
que volverían al Gobierno. Sin embargo, lo
harán a cambio de la renuncia del Gobierno a las reformas económicas imprescindibles para asegurarse los préstamos del
FMI y para mantener la economía bajo control. Con el Gobierno atrapado ahora entre
la necesidad de reformas y la necesidad de
mantener unida a su débil coalición, no
está nada claro cuánto tiempo pueda sobrevivir o si podrá emprender las reformas
políticas y económicas que el país necesita
desesperadamente. La buena noticia es
que, de momento, se ha evitado la posibilidad de unas elecciones anticipadas. En las
circunstancias actuales, unas elecciones resultarían extremadamente violentas y divisivas, al tiempo que una distracción de los
apremiantes problemas del país. Por supuesto, en Pakistán la posibilidad de un
golpe militar nunca puede descartarse y si
la política parlamentaria entra en un punto muerto, ello podría convertirse en una
excusa para el regreso de los militares al
poder.
Más grave incluso que esa crisis política
ha sido la respuesta al asesinato del gobernador Taseer y lo que sugiere para el futuro de Pakistán. El asesino del gobernador
ha sido aclamado por muchos paquistaníes como un héroe. No solo por los extremistas, sino por los principales partidos políticos religiosos, por buena parte de los
medios y por muchos paquistaníes comunes y corrientes. La suposición, largo tiempo mantenida, de que la “mayoría silenciosa” de Pakistán es básicamente liberal ha
quedado en entredicho. Es más, incluso políticos de partidos moderados han sido sorprendentemente suaves en su condena del
asesinato, aparentemente sin interés para
su propia seguridad. El asesinato del gobernador Taseer demuestra claramente que
en Pakistán, a medida que se extiende el
extremismo islámico, el espacio para una
puesta al día liberal está desapareciendo y
que quienes apoyan esa transformación corren grandes riesgos.
Estos acontecimientos deberían ser una
llamada al despertar de la clase política
moderada de Pakistán. El país se halla aún
en un proceso de transición democrática y
dictadura militar del general Musharraf en
2008. Solamente puede esperarse que estos grupos reconozcan la amenaza para la
democracia, para la seguridad y tal vez para la propia existencia de Pakistán de la
situación actual y puedan unirse en la protección de los valores democráticos y administrar la seguridad del país y sus retos
eulogia merle
La comunidad
internacional necesita
reequilibrar su ayuda para
construir un Estado civil
Las cambiantes políticas
norteamericanas en
Afganistán pueden tener
serias repercusiones
su clase política es débil, dividida y plagada
de corrupción. Sin embargo, los partidos
políticos dominantes, junto con la élite política de Pakistán —sus periodistas, abogados y otros— se unieron para derrocar la
económicos. Más allá de las crisis de las
semanas recientes, el Estado paquistaní
cuenta con un buen número de problemas
profundos y conectados entre sí. De manera especialmente crítica, se enfrenta a una
militancia islámica en permanente expansión, lo que supone una amenaza para todas las áreas de la vida nacional. Además,
se da un pernicioso desequilibrio entre las
instituciones militares y la gobernanza civil, con un control efectivo por parte de los
militares de muchas de las áreas de la vida
política y económica. Mientras tanto, los
años de régimen militar han debilitado y
corrompido a las instituciones civiles de
gobierno, incapacitándolas para cumplir
con la ciudadanía. Esos problemas, por supuesto, están íntimamente conectados con
la “guerra contra el terror” pilotada por
Estados Unidos. La insurgencia talibán no
solamente ha cruzado la frontera que sepa-
ra Afganistán de Pakistán, mezclándose
con conflictos locales preexistentes, sino
que las acciones norteamericanas en Pakistán siguen avivando el extremismo y socavando la democracia.
Lo que está claro es que el apoyo antiterrorista norteamericano a Pakistán no está
funcionando. Ese apoyo se ha centrado fundamentalmente en fortalecer a los militares paquistaníes. Ha incrementado los desequilibrios de poder entre las instituciones civiles y militares y debilitado el control democrático de la política de seguridad de Pakistán. Es más, el enfoque antiterrorista de las fuerzas armadas paquistaníes es en sí mismo incoherente e ineficaz.
Los militares han utilizado la mano dura
contra algunas redes organizadas, han
acordado tratados de paz con otras y han
proporcionado apoyo a otras más, en particular a las que operan en Afganistán e
India. Los abusos generalizados por parte
de los militares en relación con los derechos humanos, incluidas desapariciones y
ejecuciones extrajudiciales, han alimentado el resentimiento y el extremismo entre
la población local.
La comunidad internacional necesita
reequilibrar su ayuda a Pakistán. Eso significa no solamente fortalecer su capacidad
militar, sino ayudar a construir un Estado
civil que pueda tomar el control efectivo de
la seguridad y resolver los agravios —pobreza, exclusión e injusticia— que llevan a la
población al extremismo. Es de capital importancia asegurar que el sistema judicial,
la policía y la Administración pública paquistaníes sean capaces de proporcionar a
la población servicios básicos y seguridad,
así como de sustentar el crecimiento económico y la creación de puestos de trabajo.
Sin embargo, incluso si la comunidad internacional quiere reforzar su ayuda a Pakistán en esos terrenos, el Gobierno
paquistaní requeriría de la voluntad política y de la fuerza imprescindibles para acometer las reformas necesarias. Dada la situación política actual, eso no parece
probable.
Supone un reto considerable a las soluciones a los problemas de Pakistán tanto el
que lo sean a largo plazo como el que escapen parcialmente a su control. Construir
un Estado democrático eficaz que pueda
combatir el extremismo y servir a sus ciudadanos será un proceso lento y difícil, y
que depende en parte de un cambio de
enfoque de la ayuda internacional. Mientras tanto, las cambiantes políticas
norteamericanas en Afganistán pueden tener severas repercusiones para la seguridad de Pakistán.
Sin embargo, existen algunos terrenos
en los que la acción internacional puede
marcar una diferencia pequeña, pero inmediata. Uno de ellos es el de poder proporcionar mayor asistencia a las poblaciones desplazadas y directamente afectadas por el
conflicto, cuya situación las hace vulnerables al reclutamiento por la insurgencia.
También el de poder reforzar el apoyo a las
organizaciones liberales de la sociedad civil paquistaní que promueven los valores
democráticos y se enfrentan al extremismo. Pero incluso si el actual Gobierno puede resistir, las fuerzas liberales paquistaníes mantienen su coraje y la comunidad
internacional redobla sus esfuerzos, Pakistán tiene ante sí un año de tremenda incertidumbre.
Clare Castillejo es investigadora de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo (Fride). Traducción de Juan Ramón Azaola.
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