Cicerón: De la vejez Emilia Egas “(A) los que buscan todos los

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Cicerón: De la vejez
Emilia Egas
“(A) los que buscan todos los bienes en sí mismos, a éstos no puede parecerles malo
todo aquello que la necesidad de la naturaleza traiga.” (98). En el discurso que realiza
Cicerón sobre la vejez, Catón toma la palabra para hablar sobre ella con Lelio y
Escipción, quienes admiran la forma en la que él se comporta durante su vejez. Sin
embargo, Catón no comprende su sorpresa por algo tan simple como aceptar las leyes
de la naturaleza. Cicerón plantea un punto muy claro: aceptar la situación natural de las
cosas es la mejor forma de enfrentarse a la vejez.
La edad no afecta a los inconvenientes atribuidos a la vejez, pues, en realidad,
estos son influidos por el carácter de cada individuo. Las lamentaciones por la pérdida
de algunos placeres solo se dan en ciertas personas, por lo que está directamente ligado
con su forma de ser y actuar: “Pero los necios atribuyen a la vejez sus propios vicios y
su propia culpa” (105). La forma más simple y lógica de vivir tranquilamente la vejez es
aceptando que se trata de una nueva etapa de la vida, por lo que no es posible realizar
las mismas acciones que cuando se es joven, pero también trae sus propias ventajas.
Cicerón hace un análisis de cuatro características que se atribuyen a la vejez:
apartarse del manejo de los negocios, el cuerpo enfermizo, la privación de placeres y la
cercanía con la muerte. El primero se relaciona con la premisa de que no es posible
mantener una vida activa al ser anciano; no obstante, Cicerón plantea que, si bien las
actividades cambian, no tienen por qué cesar. Durante la vejez, la reflexión, el juicio y
la autoridad pueden ser de gran utilidad para los asuntos de Estado. Adicionalmente, la
pérdida de memoria solo llega a ocurrir si la persona no la ejercita; las actividades
mentales continúan activas en las personas mayores que se interesen por lo que hacen.
Por último, en lo referente al primer punto, Cicerón no cree que los ancianos dependan
de otras personas, porque pueden convertirse en consejeros para los jóvenes.
El cuerpo de los ancianos pierde su fuerza, pero esto no significa que la mente se
vea afectada. Aunque el tipo de actividad deba cambiar, esto no debe ser motivo de
lamentación, ya que forma parte de aceptar la naturaleza humana. Las posibles
enfermedades que presente el cuerpo en la vejez son consecuencia de los excesos
practicados durante la juventud. Una persona prudente y virtuosa que no se haya
excedido en los placeres, tendrá una vejez tranquila y calmada. En cuanto a la privación
de los placeres, Cicerón propone que, si esto es así, se trata de una ventaja de la vejez,
porque el placer es el mayor enemigo de la virtud 1. Sin embargo, el anciano no está
privado de placeres como los festines con los amigos o la posibilidad de aconsejar a los
jóvenes; quizá el mayor placer reservado para la vejez es la agricultura, que se convierte
en una distracción agradable.
La cercanía de la muerte no debe preocupar a los ancianos, ya que han tenido una larga
vida en la que han podido reflexionar largamente sobre su naturaleza. Además, no se
trata de un fin sin sentido, sino del inicio de la inmortalidad del alma, por lo que el fin
de una parte del viaje debería convertirse en un motivo de alegría. El término de la vida
también es la conclusión de los objetivos de los seres humanos de conseguir la gloria:
las acciones honorables realizadas serán recordadas por toda la eternidad.
En este discurso, Cicerón toma algunas referencias históricas y míticas para ejemplificar
su planteamiento. Si en De la amistad, Orestes y Pílades se convierten en un claro
referente de lo que se trata una verdadera amistad; en Catón el viejo, Néstor es el mejor
exponente para mostrar la forma en que la vejez puede ser respetable y útil para los
asuntos de Estado. Su prudencia, su lucidez mental y su fluidez de palabras provocan
que Agamenón diga que con diez Néstor Troya ya habría sido vencida.
La reflexión que realiza Cicerón sobre la vejez tiene tres puntos principales sobre los
que se articula la totalidad de su discurso: aceptar la naturaleza de la vida, comportarse
de una forma virtuosa y honrando nuestro cuerpo, y la aceptación de la muerte. Los tres
puntos llevan a una clara conclusión: la vida se da en un constante cambio, donde las
diferentes etapas tienen sus ventajas y características propias; la posibilidad de
desprendimiento y adaptación es la clave para llevar una vida tranquila y feliz, porque
cuando nos aferramos, no disfrutamos de lo que estamos viviendo. Además, el cuidado
sin excesos de nuestro cuerpo, nos dará una salud que posibilitará el goce durante la
vejez. Por último, la muerte no debe ser temida, porque se convierte en una etapa más
de la vida que, adicionalmente, permite que nuestras acciones sean recordadas aunque
nuestro cuerpo material perezca.
Lo que Cicerón escribió en el I a.C. puede todavía ser tomado en cuenta para
comprender que la vida está compuestas por diversas fases y que debemos aceptar cada
1
La virtud, al igual que en De la amistad, es un elemento indispensable sin el cual es imposible vivir de
manera tranquila y disfrutar de la vejez.
una de ellas. No debemos vivir a partir de rememoraciones que impidan que
disfrutemos lo que se nos presenta en ese momento. Aceptar que el control no está en
nuestras manos y que la naturaleza de los seres humanos cambia a cada momento, es la
forma más sencilla de alcanzar una vejez tranquila. Vivir en concordancia con nuestras
posibilidades de acción y pensamiento, no temer el cambio constante de la vida, cuidar
de nuestro cuerpo y no caer en excesos son enseñanzas atemporales que pueden
ayudarnos a vivir con mayor plenitud.
Bibliografía
Cicerón, M.T. (2006) Catón el viejo o De la vejez y Lelio o De la amistad. Barcelona:
Editorial Juventud S.A.
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