enseñanza de las ciencias en jóvenes universitarios

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caligrafía, la copia y el ornamento de los manuscritos es la fuente que nutre la
biblioteca de la abadía.
El libro en el medioevo era un objeto sagrado y el secreto de ese objeto lo
custodiaba el poder jerárquico de la iglesia, la única institución en condiciones de
organizar la práctica de su producción, circulación y consumo. La institución que
formaba a los encargados de mantener en funcionamiento el ciclo de los libros
sagrados era el monasterio o la abadía. Los otros protagonistas de la sociedad
medieval se formaban en otros escenarios. Así los emperadores y su clientela de
nobles y guerreros se formaban en el ejercicio de las armas, los juegos y en la
imitación de las reglas cortesanas que regulaban las fiestas consagratorias del
poder mundano. La iglesia, para el conjunto de la población campesina y de
siervos, organizaba un servicio de catecismo en cabeza de las comunidades
religiosas y los curas de aldea cuyo propósito era alimentar el temor a los castigos
divinos, al diablo y al infierno.
Esta disposición institucional de la sociedad fue minada por la dinámica de las
emergentes ciudades
medievales.
Las actividades
de los gremios,
los
comerciantes, los prestamistas generaron condiciones de existencia que dieron
paso a nuevas instituciones de saber y conocimiento y a nuevos conflictos con el
poder de la Iglesia. En la controversia de poder entre la iglesia , el imperio y el
ascendente poder de la incipiente sociedad capitalista mercantil, las catedrales
fueron escenarios de primer orden.
Desde los púlpitos se exponían las premisas jurídicas y ontológicas de la
preeminencia del poder divino sobre el poder mundano. Los debates se
prolongaban en las calles y tabernas, los alegatos se escribían en lenguas
vulgares para los habitantes de la ciudad amenazando el monopolio de abadías y
monasterios sobre las prácticas de escritura y saber.
El Abad Abbone en la primera conversación que tiene con Guillermo de
Baskerville, el héroe intelectual de la novela,
habla así de los peligros de esa
dinámica citadina:
“Cuantas de nuestras abadías, que hace doscientos años
eran centros resplandecientes de grandeza y santidad, son
ahora refugio de holgazanes. La orden es aún poderosa, pero
hasta nuestros lugares sagrados llega el hedor de las
ciudades, el pueblo de Dios se inclina hacia el comercio y las
guerras entre facciones, allá en los grandes centros
poblados, donde el espíritu de santidad no encuentra
albergue, donde ya no sólo se habla (¿Qué más podía
exigirse de los legos?) sino también se escribe en lengua
vulgar, ¡y ojala ninguno de esos libros cruce jamás nuestra
muralla, porque fatalmente se convierten en pábulo de
herejías¡ Por los pecados de los hombres, el mundo pende al
borde del abismo, un abismo que invoca al abismo que ya se
abre en su interior.”1
Los sermones a favor o en contra de los poderes divinos y humanos eran formas
de democracia directa y a las catedrales acudían comerciantes, prestamistas,
monjes indisciplinados, jóvenes en busca de sabiduría. Las catedrales de lugares
de confrontación y debate se fueron constituyendo en soporte institucional de los
primeros gremios seculares de saber: las universidades.
La forma de organización de los saberes a impartir en las universidades, se basó
en la experiencia de los sofistas. Recordemos que fueron los sofistas en la Atenas
de Pericles quienes inventan la institución de
la formación ciudadana para el
ejercicio de la democracia. La retórica, la gramática y la dialéctica proporcionaban
los conocimientos y las competencias mentales para actuar en el debate
1
Eco U. En nombre de la rosa. Barcelona: Lumen 1988, pag 35.
ciudadano y la aritmética, la geometría, la astronomía y la música proporcionaban
las competencias mentales y los conocimientos ciudadanos básicos para
adelantar las acciones en la Atenas Democrática. Esta forma de organización de
los saberes se denominó Trivium (retórica, gramática, dialéctica) y Quadrivium
(aritmética, geometría, astronomía, música).
Estos procesos culturales debilitaron el poder de abadías y monasterios. Pero esta
dinámica
se veía entrabada por el modo de existencia de los libros. La
elaboración del libro manuscrito requería una disciplina y una concentració n que
sólo
el régimen carcelario de las abadías y monasterios proporcionaba. Los
palimseptos medievales dan cuenta de las dificultades inmensas para producir un
libro. E. A. Lowe reseña esas vicisitudes en los siguientes términos:
“…cuán angustiosamente necesitados estaban de materiales
donde escribir en los siglos VII y VIII, es cosa que se puede
sospechar con sólo considerar la frecuencia con que los
monjes de St. Gall y Bobbio hicieron uso de las membranas
que habían sido ya escritas. No fue sólo el desprecio de los
clásicos lo que condujo a la raspadura de De república de
Ciceron, las cartas de Fronto, Lucano y Juvenal –pues los
textos bíblicos y patrísticos fueron sometidos a un destino
análogo- sino la necesidad imperiosa de materiales de
escritura.”2
Esas restricciones que convertían el libro en un bien escaso monopolizado e
investido de un carácter sagrado por la iglesia, comienzan a disolverse en las
emergentes universidades durante el siglo XII y XIII. Pero las dificultades prácticas
de la producción, circulación y uso del libro, seguían ahí como escollos
infranqueables. La superación de estos escollos infranqueables estuvo asociada al
surgimiento de los molinos de agua y viento que permitieron la producción de
2
Jacob Ed. El Legado de la Edad Media. Ed. Pegaso, Madrid 1944, pag 270.
papel barato y abundante, a la producción de tintas como subproducto de los
esfuerzos de los alquimistas en la búsqueda de la piedra filosofal y a la invención
de los tipos móviles de Guternberg en el siglo XV. La convergencia de estas
invenciones permitió superar las restricciones que convertían al libro en un bien
escaso y sobre estas nuevas premisas la emergente universidad cobra vigor y se
consolida la liquidación del poder de las abadías y los monasterios. (debo al
maestro Nicolás Buenaventura la comprensión de esta convergencia de
invenciones).
El libro de bien escaso se transforma en mercancía y se configura así un incipiente
mercado e industria del libro. El monopolio eclesiástico de la producción y la
circulación del libro se disuelve.
En las universidades se desencadena una
vigorosa recuperación de los textos antiguos y una nueva mentalidad comienza a
emerger.
Negri y Hardt en su libro Imperio, caracterizaron ese momento de la sociedad
medieval en los siguientes términos:
“En Europa, entre el 1200 y el 1600, a través de distancias
que sólo los mercaderes y los ejército recorrían y sólo la
invención de la prensa impresa pudo luego acercar, ocurrió
algo extraordinario. Los humanos se declararon a sí mismos
dueños de sus propias vidas, productores de ciudades e
historia, e inventores de paraísos. Heredaron una conciencia
dualística, una visión jerárquica de la sociedad, y una idea
metafísica de la ciencia; pero legaron a futuras generaciones
una idea experimental de la ciencia, una concepción
constituyente de la historia y las ciudades y se consideraron
ellos como un terreno inmanente de conocimiento y acción.
El
pensamiento
de
este
período
inicial,
nacido
simultáneamente en la política, la ciencia, el arte, la filosofía y
la teología, demuestra la radicalidad de las fuerzas que
trabajaron en la modernidad.”3
En este período Kepler y Copérnico fueron claves en la superación de la
conciencia dualista medieval. Las disputas sobre la primacia del orden divino o del
orden humano, perdieron su sentido absoluto cuando Kepler y Copérnico crearon
los modos conceptuales para la investigación de las funciones universales que
regulan las acciones físicas en la tierra y en el cielo. Superada la disputa sobre la
primacia de lo divino sobre lo humano, los investigadores se concentraron en la
tarea de conocer. La experiencia de la escritura perdió, entonces, su envoltura
mística y pasó de ser forma de revelación de la voluntad divina a ser forma de
organización y producción de los conocimientos inherentes a las prácticas
humanas. La mentalidad renacentista prolongando la experiencia de Atenas, liberó
del miedo a la humanidad e instauró el placer del conocimiento y de la acción
humana creadora. Ese fue el modo cultural que consolidó la universidad como
gremio secular de saber. ¿De donde, pues, la idea de la universidad como una
creación de la mentalidad medieval?
Recordemos que este nuevo modo de existencia humana fue brutalmente
enfrentado por la Iglesia con las armas de la inquisición. La siguiente tesis de
Negri y Hardt da precisa cuenta de lo acontecido: “En el siglo diecisiete, Europa
volvió a ser feudal. La contrareformista Iglesia Católica fue el primer y más efectivo
ejemplo de esta reacción, porque la propia iglesia había sido golpeada por un
terremoto de reforma y deseo revolucionario.”4
La
universidad
fue
precisamente
la
institución
en donde
esa
acción
contrarreformista de la Iglesia fue más exitosa. La universidad se convirtió en un
baluarte de la tarea de restauración de la mentalidad medieval. Este hecho la
convirtió en un lastre en el proceso que culminó con la revolución científica del
siglo XVII. Los ilustradores franceses la criticaron acerbamente por su estéril
3
4
Negri & Hardt. Imperio. Bogotá: Desde Abajo. 2.001, pag 104.
Ibidem, pag 109.
escolasticismo. Estos hechos son los que sustentan la tesis de la universidad
como una invención de la mentalidad medieval.
Ahora bien, el lugar donde esa tesis tuvo cumplida objetivación fue el nuevo
mundo. La monarquía española con Carlos V y Felipe II, trasladó la mentalidad
medieval de la contrarreforma a las nuevas tierras descubiertas por Colon. Las
universidades creadas en el nuevo mundo por dominicos, franciscanos y jesuitas
representaron la quintaesencia del proyecto restaurador.
Esta situación se prolongó hasta fines del siglo XVIII en las colonias españolas. El
punto de viraje se produce con el movimiento ilustrado tanto en España como en
América. El historiador Jaime Jaramillo Uribe caracteriza la situación vivida en el
caso de la Nueva Granada así:
“…al iniciarse la segunda mitad del siglo XVIII el vigoroso
movimiento de la España Ilustrada hacia un cambio general
de la vida, se hizo sentir con pareja fuerza en la Nueva
Granada. En la etapa comprendida entre 1760 y 1800 la
intelligentsia criolla se encuentra preocupada por los mismos
temas, los mismos problemas y proponiendo para ellos
soluciones muy parecidas a las que proponía en la metrópoli
la generación que asumió la dirección del Estado y de la
cultura durante el reinado de Carlos III y sus sucesores.
Encontramos en la Nueva Granada la misma actitud crítica
ante el saber tradicional, sobre todo el mismo rechazo a la
filosofía
escolástica
que
entonces
dominaba
en
las
universidades y colegios el mismo entusiasmo por la ciencia
moderna y las mismas esperanzas puestas en ella como
remedio contra los males sociales…” 5
5
Uribe J.J.. La personalidad histórica de Colombia. Instituto Colombiano de Cultura. Bogotá, 1977,
pag 87.
Esta postura crítica ilustrada tuvo en la figura del criollo Francisco Antonio Moreno
y Escandón su expresión más destacada. Moreno y Escandón propuso durante la
regencia del Virrey Guirior (1773-l776) lo que llamó Plan de Estudios una
innovadora iniciativa de cambio en la educación. En lo concer niente con la
Universidad planteó la necesidad de crear universidades no confesionales. Los
dominicos enfrentaron a Moreno y Escandón y las cortes no aprobaron el Plan de
Estudio. En su investigación sobre la Colonia, Alvaro Delgado reseña la situación
creada en los siguientes términos: “…el plan de Moreno y Escandón fue
abandonado antes de finalizar el siglo y continuó imperando en lo esencial el
método antiguo de enseñanza: cuatro años de latín, tres de filosofía (lógica y
metafísica, al estilo escolástico) y otros tantos de “ciencias”, materias todas que se
dictaban en latín.”6 La emergente mentalidad ilustrada de criollos como Moreno y
Escandón fue un elemento catalizador de las guerras de independencia. En las
tres primeras décadas del siglo XIX se consuma la derrota del dominio español en
América. Esta derrota militar y política, sin embargo, no alcanzó a constituirse en
una derrota cultural. El modo medieval de pensar y actuar siguió siendo dominante
y las universidades católicas mantuvieron el monopolio de la formación de las
elites seglares y militares. Esta situación tiene un primer punto de viraje con la
experiencia de reforma universitaria iniciada en Córdoba Argentina en 1918. El
impacto de ese acontecimiento para los jóvenes universitario de América, lo ilustra
muy bien Germán Arciniegas en su libro: El Estudiante de la Mesa Redonda:
“¡De hoy en adelante el que da las horas soy yo! El
estudiante de
Córdoba interpreta la voluntad de
los
estudiantes de América. Su grito se estaba esperando. De
México a Magallanes se oye una misma voz. La revolución ya
no se anuncia como revolución política: es universitaria. Lo
que estaba equivocado no era el país: era el instrumento con
6
Delgado A. La Colonia, ed. Ceis, Bogotá, 1974, pag 141.
que se le estudiaba, su órgano de interpretación: la
universidad.” 7
El horizonte planetario en el que se inscribíó esa llamada a la revolución, fue el de
la liquidación del regimen zarista y la implantación del poder soviético de obreros y
campesinos. El acontecimiento de la revolución de octubre inflamó la imaginación
libertaria de la humanidad. Los jóvenes universitarios de la América Latina tocados
por esa ola de fervor emancipatorio, se levantaron contra la mentalidad medieval
católica imperante en las universidades. Este movimiento juvenil de reforma
universitaria fue derrotado y la universidad siguió siendo un baluarte del modo
medieval de pensar y actuar. Pero las universidades tendrían en el siglo XX un
desarrollo muy específico.
La primera guerra mundial fue un laboratorio cultural y político de la aplicación del
conocimiento científico y de las prácticas artísticas de persuasión
en la
configuración de la industria militar de los estados dominantes del capitalismo y
fue una lección para el naciente estado socialista soviético. Esta experiencia le dió
a las universidades un nuevo papel en la definición de las hegemonías políticas
planetarias. Las elites científicas y artísticas se convirtieron en piezas
fundamentales en la construcción política de las potencias capitalistas y de la
Rusia Soviética. Esta relación funcional entre conocimiento, arte y poder político
militar alcanzó durante la segunda guerra mundial un punto de inflexión
estructural. Los proyectos nucleares del complejo militar industrial norteamericano
y soviético y sus correspondientes sistemas artístico-industriales de propaganda,
transformaron radicalmente el modo de organización de las universidades.
Las ciencias y las artes se convirtieron en energías productivas genéricas creando
una paradoja. Su desarrollo como energías humanas genéricas creaba la
necesidad de universalizar el ingreso de las nuevas generaciones a la universidad
7
Arciniegas G. El estudiante de la Mesa Redonda. Plaza & Janes. Bogotá, 1982, pag 189.
pero su organización elitista no podía responder a esas demandas de
universalización. Esta situación incubó una crisis que explotó en la década del 60.
La evolución de esas tendencias tuvo en América Latina una forma singular. La
revolución cubana desencadenó en las universidades de América Latina un
entusiasmo insurreccional. La figura del Che Guevara se convirtió en paradigma
del compromiso revolucionario para los y las jóvenes universitarias. En Europa
esa tendencia culminó en mayo del 68 y en Norteamérica los universitarios se
levantaron contra la guerra de Vietnam y contra la sociedad de consumo. Estos
movimientos fueron neutralizados y las universidades siguieron administrando la
contradicción entre necesidad de universalización del ingreso y forma elitista de
organización.
El colapso del experimento socialista y el paso a la política capitalista de
globalización a fines del siglo XX, creó nuevas premisas de acción de la empresa
científica y artística y planteó para las universidades nuevas opciones. Los ejes
articuladores de esas nuevas opciones los proporcionan las ciencias de la
naturaleza, la sociedad y la mente y las tecnologías de la exploración espacial
(especialmente los satélites), las tecnologías electrónicas, de la información y de
la comunicación.
En las dos últimas décadas se configuraron condiciones de existencia sin
antecedentes en la sociedad humana. Manuel Castells ha caracterizado esa
emergente sociedad en términos de época: era de la información denomina el
conjunto de procesos en curso. La cultura y la economía señala Castells empiezan
a funcionar en red: “…la empresa red materializa la cultura de la economía
informacional/global: transforma señales en bienes mediante el procesamiento del
conocimiento.”8
8
Castells M. La Era de la Información. Siglo XXI. Madrid, 1999, pag 199. Tomo I.
Las políticas universitarias también se están pensando en términos de empresas
en red. Los ámbitos geográficos políticos todavía juegan un papel decisivo en
estos nuevos procesos. Los Europeos, por ejemplo, han configurado unos
primeros acuerdos para establecer pautas comunes de formación de las nuevas
generaciones en las disciplinas y profesiones. Los encuentros de Bolonia, Praga y
Berlín han permitido ir refinando esos acuerdos. Una distinción estratégica ha
surgido en esas reuniones. Se ha establecido que el orden de las políticas para
gestionar los sistemas es distinto del orden de la estructura y los contenidos de las
ciencias, artes y profesiones.
Esta distinción expresa un desacuerdo todavía no resuelto: ¿cual de estos
órdenes debe orientar y regular las decisiones? Hasta el momento lo fundamental
son las decisiones de gestión administrativa de las universidades. En esta
perspectiva los debates actuales giran principalmente alrededor de nociones como
créditos,
estándares,
indicadores,
competitividad
etc.
El
orden
de
los
conocimientos y las prácticas que los acompañan siguen en una posición
subordinada. Los discursos empresariales y tecnologistas son hoy los dominantes.
La experiencia del comercio electrónico de las grandes corporaciones mundiales
se ofrece como la única solución económica para resolver
el conflicto entre
universalización y formación elitista. Los expertos en tecnoadministración así lo
declaran. Pero la retórica acerca de Internet como un mundo de conocimientos y
objetos bellos disponibles para cualquiera con solo teclear un computador,
esconde un asunto central: la experiencia de la escritura.
En la edad media la escritura se invistió de un aura mística, su función era
sagrada: revelar la voluntad divina. La experiencia renacentista de la escritura
constató su carácter humano: forma de organización y producción de los
conocimientos inherentes a las prácticas humanas. Esa experiencia encontró un
antecedente en los sofistas de la Atenas de Pericles. La universidad como
institución fue el laboratorio donde esa experiencia se enriqueció. La reacción
eclesiástica contra la potencia emancipatoria
del renacimiento, hizo de la
universidad durante tres siglos un nicho de la mentalidad medieval.
Las
vicisitudes de la universidad en el siglo XX crearon un conflicto: arte y ciencia para
todos o para una elite. Hoy el conflicto creen dirimirlo los tecnoadministradores
de modo sencillo: basta teclear un computador y todo el arte y el saber humano
está ahí disponible. Sí, pero teclear no es escribir y menos el procedimiento de
cortar, pegar e imprimir.
¿Cómo ubicar el sentido que tiene
hoy la experiencia de la escritura? En el
abordaje de este proceso, las investigaciones estéticas de Roland Barthes son un
activo de primer orden. En 1972 Barthes publicó su libro: “El grado cero de la
escritura”. Sus tesis parten de la constatación de un hecho: la multiplicación de
las escrituras. Ese hecho lo lleva a plantear un horizonte: la posibilidad de una
universalidad de la escritura.
Es decir, la superación de la experiencia de la
escritura como el privilegio de una élite y su transformación en una experiencia
humana universal. En ese sentido, plantea que no habrá escritura universal si no
hay una universalidad concreta. Esta tesis la sostiene al referirse a la literatura
pero es valida para las escrituras científicas.
Barthes sostiene que la literatura moderna esta desgarrada por la imposibilidad de
una experiencia humana universal de la escritura. “Como todo el arte moderno, la
escritura literaria es a la vez portadora de la Historia y del sueño de la Historia:
como Necesidad testimonia el desgarramiento de los lenguajes inseparable del
desgarramiento de las clases: como Libertad, es la conciencia de ese
desgarramiento y el esfuerzo que quiere superarlo.” 9
Las escrituras: las literarias y las científicas, son un patrimonio humano que los
profesores en escuelas y universidades en red deben enseñar a infantes y
jóvenes. Esta tarea forma como lo dice Barthes “…una imaginación avida de la
felicidad de las palabras, (que) se apresura hacia un lenguaje soñado cuyo
9
Barthes R. El grado cero de la escritura. Bogotá: Siglo XXI. 1993, pags 88-89.
frescor, en una especie de anticipación ideal, configuraría la perfección de un
nuevo mundo adámico donde el lenguaje ya no estaría alienado.”10
Esta visión utopista de Barthes toma hoy la consistencia de una experiencia
inmediata. El uso no mercantil en Internet es el del correo electrónico, el chateo, la
cámara digital, el video digital, la computadora electrónica, la búsqueda de textos.
Esta experiencia permite establecer vínculos inéditos entre caracteres, cifras,
íconos, textos, fotos y videos. La felicidad de las palabras y el sueño de un
lenguaje no alienado; es decir no restringido por las urgencias del cálculo egoísta
y el frío interés, es una opción cierta y universal y corresponde a las exigencias de
reproducción de la existencia humana a escala planetaria. Se inscribe en el
escenario de confrontación entre las prácticas neoliberales de globalización o las
emergentes prácticas que entienden que otro mundo es posible.
La tarea de recrear a la universidad es un momento del proceso de
universalización de la experiencia de la escritura como forma de organización y
producción de los conocimientos inherentes a las prácticas humanas. La
diversidad de esas prácticas de escritura demanda una idea sobre la forma de
organización de las artes, ciencias y profesiones que le son inherentes. Este
debate es el que hoy no se está adelantando y el que deseamos promover.
10
Ibidem, pag 89.
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