La ventana - Pablo Moreno

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LA VENTANA
Despertó gritando, empapado en sudor y trató de orientarse. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado allí?
Era una habitación mugrienta y oscura. El olor era insoportable, la luna llena iluminaba ligeramente ese
espacio deprimente, en el que había perdido la conciencia y no recordaba cómo. Se levantó y al pulsar el
interruptor sólo consiguió una intermitente luz que terminó por darse por vencida en menos de un
minuto. Notaba un fuerte olor a tabaco, sexo, alcohol y… ¡maldita sea! ¿Cuánto tiempo llevaba sin darse
una ducha? Olía a muerte, a condena, se levantó de la cama. Las sabanas estaban sucias, con colillas
apagadas sobre ellas, una camisa y lo que parecían pequeños fragmentos de cristal. De repente una
imagen se le clavó como un puñal en el pensamiento: una mujer ensangrentada gritando, gritando su
nombre.
La imagen desapareció como llegó. Pero la sensación era realmente paralizadora. ¿Era real? ¿Era el
recuerdo de una pesadilla o un recuerdo del día anterior? ¿De algún día de la semana anterior? La
resaca era insoportable, había aprendido a convivir con ella como decisión de vida. Lo que no podía
asumir todavía era el no recordar. La vida empezaba a ser un presente lleno de sed, un futuro idéntico y
un pasado cada vez más vacío, como un puzle al que le van desapareciendo piezas. Esa mujer, ese grito.
Sentía conocerla pero no podía estar seguro. Lo mejor era salir de esa habitación de motel de mala
muerte y ver si en alguna barra conocida le daban algún dato para filmar la película mental sobre la
noche anterior.
Se vistió con la camisa empapada en alcohol (¿y carmín?) y entró al baño, aquí sí funcionaba la luz,
iluminándolo con un amarillo sucio, a la vez que volvía a su cabeza la imagen de la mujer manchada de
sangre, gritando su nombre. No, no podía ser normal. Estaba asustado, ¿estaba empezando a perder la
cabeza? Quizás fuese esa maldita habitación que incitaba a los delirios y la locura. Decidió lavarse la cara
y salir de allí. Borrar esa imagen, como tantas otras cosas. Entonces lo vio en el espejo, pintado con
sangre, no, con pintalabios: “NO MIRES POR LA VENTANA”. El terror se apoderó de él, ¿qué significaba
eso? ¿Qué podía haber en la ventana? ¿Era realmente una habitación destinada a enloquecer a los
hombres? Definitivamente, se dispuso a marchar, a dejar atrás toda esa locura, a buscar un bar y buena
compañía. Salió del baño sabiendo que pasaría, sabía que iba a girarse. Cuando se disponía a abrir la
puerta para marcharse por fin, se detuvo un segundo y volvió su mirada a esa ventana prohibida. Lo que
vio era peor que cualquier delirio. En el edificio de enfrente un hombre empapado en sangre cargaba
algo, lo arrastraba pesado por el suelo hasta aproximarse a la ventana. Quiso hacer un esfuerzo por
retirar la mirada y salir de allí, pero no pudo. Allí estaba ese hombre levantando el cuerpo inerte vestido
de rojo, y apoyándolo en la repisa de la ventana, lo lanzó al vacío. Y después clavó su mirada en él con
esos ojos asesinos, después sacó algo del bolsillo y volvió a adentrarse en el fondo de su habitación.
Conocía a ese hombre, esos ojos, esa cara, eran piezas de ese puzle incompleto. Se quedó allí unos
minutos incapaz de moverse.
Entonces volvió el grito, su nombre, volvió esa súplica. Pero esta vez no vino acompañada de ninguna
imagen. Pero la vio, allí sacando la mano de debajo de esa cama, la ayudo a salir, estaba cubierta de
sangre, era la mujer de su delirio, susurrando ya su nombre como su última expiración. Entonces lo
entendió. La arrastró hacia la ventana y la ayudó a caer hacia el vacío. Miró a la ventana de enfrente. Allí
estaba, ese borracho asustado mirándole como si fuese un demonio. Buscó su encendedor en el bolsillo,
pero no era un mechero, era un pintalabios lo que encontró. Se acercó al baño, escribió una frase en el
espejo y se tumbó en la cama, dejándose vencer por un profundo sueño.
CONCURSO DE RELATOS BREVES DEL COPB
CASTELLANO
TÍTULO LA VENTANA, AUTOR: RICHI PENURIAS
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