POR QUÉ NOS GUSTAN LAS MUJERES TRABAJADORAS Kelly Kristen Clark «¿Cuánto te dan de mesada?» Eso fue lo que me preguntó mi pedante vecina de 12 años. De vuelta a lo mismo: siempre queriendo llevarme la delantera. Ella no tenía hermanos, y yo tenía siete. Rápidamente, adivina quién tenía la mesada más grande. Me quedé ahí pensando y dándole vueltas en busca de una buena respuesta. Estaba permanentemente compitiendo con esta chica: ¿cómo iba a decirle que en realidad no recibía mesada? «Bueno…», dije lentamente… Y entonces se me ocurrió. Con la frente bien en alto, pronuncié mi discurso: «Mis padres no me dan mesada porque dicen que, cuando sea grande, nadie me dará dinero a cambio de nada. En casa participo de los quehaceres porque soy miembro de la familia y todos nos ayudamos los unos a los otros. Así es como las familias deberían funcionar». Quedó pasmada. No tuvo nada que decir. Eso era. Gracias a Dios, con el tiempo aprendí a tener más tacto… en general. Pero, hablando en serio, cuando éramos niños, mis padres no nos daban mesada ni a mí ni a mis hermanos. Nos enseñaron a trabajar duro para el bienestar de toda la familia. En el futuro, nadie me pagaría por lavar mis propios platos… ¿Por qué lo harían ellos? Así era como pensaban. Me daban permiso para ganar dinero haciendo tareas «extras», pero los quehaceres básicos eran un requisito para ser miembros que contribuyeran a la familia. Mis padres me inculcaron desde temprano una ética de trabajo esforzado. Sabían que la vida real era dura y querían prepararme por medio de cosas pequeñas. Agradezco que lo hayan hecho. El trabajo fue idea de Dios. Trabajar duro fue idea de Dios desde el comienzo. De hecho, Él introdujo la idea del «trabajo» antes de que el pecado entrara al mundo. Inmediatamente después de crear a Adán, Dios lo puso en el jardín y le dijo que cuidara de él. «Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara…» (Gn 2:15). A continuación, Dios le dio a Adán la fatigosa tarea de ponerles nombre a todos los animales (Gn 2:19). ¿Puedes imaginar cuánto tiempo le tomó? «Tú te llamarás… mmm… oso hormiguero. Perfecto». Adán vivía en un mundo perfecto en que el trabajo arduo ocupaba el centro de su existencia. Luego, después de que Eva fuera creada, Dios les dijo a ambos: «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo» (Gn 1:28). A Adán y Eva se les dio el dominio de toda la tierra y se les llamó a trabajar duro sobre ella. Tanto los hombres como las mujeres están llamados a trabajar arduamente. Desde el inicio de los tiempos, Dios creó a los hombres y a las mujeres para ser trabajadores esforzados. A ti y a mí también nos creó con ese fin. A lo largo de la Biblia vislumbramos mujeres haciendo todo tipo de tareas arduas. Encontramos una pastora (Raquel), parteras (Sifrá y Fuvá), una fabricante de tiendas (Priscila), una trabajadora del campo (Rut), una vendedora de púrpura (Lidia), y otras. La Biblia es claramente partidaria de que las mujeres hagan diversos tipos de labores arduas. Y nosotras también. Estas mujeres trabajaron esforzadamente, y probablemente más de lo que la mayoría de nosotras lo hará. Nuestra cultura moderna también alienta a las mujeres a ser ambiciosas y a trabajar con esfuerzo. Sin embargo, la cultura nos alienta a trabajar duro por razones muy diferentes. El propósito y la motivación con que las mujeres de la Biblia trabajaban duro era muy diferente al de la mayoría de las mujeres actuales. Casi sin excepción, las mujeres esforzadas y piadosas de la Biblia trabajaban arduamente por dos razones: 1. Para glorificar a Dios. 2. Para servir a sus familias. El propósito con que se esforzaban no era la autoexaltación. No era exhibir sus logros en una muralla. No se trataba de ser «alguien», sino que estaba enraizado en servir a otros. Estaba centrado en amar a sus familias. Tristemente, nuestra cultura nos anima a ser una clase muy diferente de mujeres trabajadoras. Se nos anima a «salir a trabajar» para ser independientes, autosuficientes, hacernos conocidas, y avanzar en nuestra carrera personal. Llegar a la cima. La motivación para ser una mujer trabajadora se centra ahora en algo diferente: en el YO. Sé una mujer ambiciosa por las razones correctas. La mujer de Proverbios 31 es el rostro publicitario para la mujer ambiciosa. Aunque en realidad nunca existió, su ejemplo fue escrito en la Biblia para mostrar a cada lector cómo define Dios a la mujer. ¡La Sra. Proverbios 31 era una chica ambiciosa! Me mareo de solo leer su descripción. Era inteligente, laboriosa, hábil para los negocios, sabia, amorosa, generosa, talentosa, y un largo etcétera —solo para empezar—. Trabajaba arduamente de sol a sol y aun entrada la noche. Nos da un increíble ejemplo de lo que es una mujer trabajadora. Trabajaba dentro y fuera del hogar haciendo tareas diversas. Sin embargo, su trabajo tenía muy poco que ver con ella. A medida que leemos Proverbios 31, vemos rápidamente por qué trabajaba tan duro. Todo lo que hacía tenía un propósito: bendecir y servir a su familia. Honrar a Dios. Todo lo que hacía se centraba en ser una esposa y madre piadosa, y una excelente ama de casa. Su familia y su hogar eran verdaderamente su centro. Su trabajo no se trataba de ella, de su carrera o de su independencia. Se trataba de honrar a Dios y amar a su familia. Necesitamos observar cuidadosamente a las mujeres piadosas de la Biblia. La mayoría de las chicas cristianas dicen que «admiran» a la mujer de Proverbios 31, pero muy pocas se esfuerzan por llegar a ser como ella. Como mujeres, jamás glorificaremos a Dios en nuestro trabajo si se trata enteramente de nosotras. Debemos ser inteligentes en cuanto a nuestras actividades. Tenemos que planificar lo que viene. Debemos prepararnos ahora para ser trabajadoras, centradas en los demás, centradas en el evangelio y mujeres que honren a Cristo. ¿Trabajas duro? ¿Eres una mujer ambiciosa y trabajadora? Si lo eres, ¿cuál es tu motivación para trabajar arduamente? ¿Qué te motiva a perseguir una educación? ¿Estás desarrollando tus habilidades personales con el fin de promover tu nombre? Mi oración es que, hagas lo que hagas hoy y más adelante, te enfoques en trabajar con esfuerzo. Pero no que te esfuerces para ti misma. Esfuérzate con el propósito de honrar a Dios y bendecir a quienes te rodean. Si Dios te bendice un día con el matrimonio, mi oración es que seas una esposa trabajadora. Que bendigas a tu marido con muchas habilidades y talentos, como la mujer de Proverbios 31. Oro para que le sirvas y te esfuerces por priorizar tu hogar. Si Dios te bendice aun más dándote hijos, oro para que seas una mamá esforzada. Una mamá cuyo foco y propósito al trabajar esté basado en amar y servir a su familia. Una mamá que, antes de buscar cualquier otra cosa, eduque y ame las vidas que se encuentran al interior de su hogar. Oro para que llegues a ser una mamá que enseñe fielmente a sus hijos sobre Dios. ¿Nos gustan las mujeres trabajadoras? Creo que ya conoces la respuesta. Sí, sí, ¡SÍ! Nos gustan las mujeres trabajadoras porque Dios las ama. Ser trabajadoras fue parte de la intención que Dios tuvo en cuanto a nosotras. Al concluir este artículo, te animo con todas mis fuerzas a evaluar seriamente lo que estás haciendo hoy en tu vida. Pregúntate por qué lo estás haciendo. ¿Cuál es tu objetivo a largo plazo? ¿Está en línea con la forma en que Dios define a la mujer trabajadora y exitosa? ¿Estás esforzándote para tu propia fama… o para la gloria de Dios? ¿Estás invirtiendo tiempo y energía en tu familia? ¿Te llevarán tus actuales actividades a ser una mujer piadosa como la Sra. Proverbios 31? ¿Se levantarán un día tus hijos y tu marido para hablar de ti como una mujer bendita? ¡Espero que así sea! El trabajo que haces es extremadamente importante: asegúrate de que tenga un valor eterno. Publicado originalmente en el sitio Girl Defined. Usado con permiso.