Males y causas Vano es quejarse del mal que puede remediarse, y vano es quejarse cuando el mal no tiene remedio. Y demuestra gran ceguera quien acepta las causas de ciertas cosas que ve como males. Si algo se cae al suelo y no se ha echado a perder, se recoge. Si lo que se regó fue la leche, al malestar hay que poner buena cara: no hay nada que hacer. Si se goza con las comidas “pesadas” y se las ingiere de modo habitual, y si se sufre habitualmente de dolor de estómago, ¿no habría que relacionar lo primero como causa de lo segundo, rechazarlo, ver eso como “malo” y buscar una mejor alimentación? Hay muchas personas que ven como cosas efectivamente malas algunas situaciones realmente indeseables y que son a su vez causa de mucho malestar social. Pero que “gozan” o aceptan como buenas las causas de esas realidades. Embarazos en mujeres no preparadas para ser madres, niñas “criando”, promiscuidad, prostitución “post” y “prepago”, trata de blancas, enfermedades venéreas, depresiones amorosas, crímenes pasionales, violaciones, abuso de menores, abortos de todos los tipos, suicidios… Y todo esto en aumento. Es bien patente que esta realidad es un mal “nuevo”, un panorama completo desconocido hasta este momento. Solo lo niegan los ciegos, los ignorantes, los atolondrados, los que no ven “el mal”. Los mayores saben que hace 60 años (incluso 50) no oían casi nada de este conjunto de males. Así como no veían ni de lejos besos apasionados en la calle, senos expuestos de mil modos, las formas de los cuerpos, hombres fotografiados en ropa interior, la exhibición de los actos íntimos… incitación, invitación, invasión: destrucción, daño, insania, locura. ¿Dónde están las causas de todo esto? ¿No son, en parte, la aceptación de la moda, la creencia de que lo que se ve en cine y televisión es algo “normal”, vivir con la idea de que no aceptar todo eso es no ser normal y sentir horror a no serlo, dejarse “invitar” constantemente por la lujuria, etc.? Se aceptan las causas y se lamenta el resultado. Digamos algo más al respecto. ¿Hablar de este modo refleja pesimismo? No necesariamente. Estas afirmaciones son el resultado de la observación, del esfuerzo por comprender lo que nos pasa. Y es la búsqueda de remedios: si no sociales, por lo menos personales. Claro: algunos podrían interpretar esta realidad de otra manera y decir que por fin hay libertad sexual, que se acabaron los tabúes, que ahora todos estamos educados sexualmente, que se acabó la ingenuidad… Y habría que preguntarles si eso que alaban es “bueno” para alguien distinto de quien busca desenfrenadamente el placer por medio de cuantos seres le antojen y del modo en que le dé la gana, no prestando atención alguna al bien real, a la felicidad de esos otros (y a la suya propia). La situación nuestra, la de todos los que sufren en carne propia la burla, el abuso y las consecuencias físicas y morales de esos abusos, de este “desorden”, y la de quienes sufrimos al ver sufrir a los demás, es difícilmente soportable. Aquí, con todo esto, no “gana” nadie. Ni los que se enriquecen ni los promiscuos aprovechados: mal fin tienen los impíos, y ya desde ahora comienzan las torturas de su interior: en unos porque saben que manchan y destruyen, y en otros porque la locura por la satisfacción del placer venéreo les hace seres sin descanso alguno. Por otro lado, los discursos que justifican el desorden no se acabarán. No está bien ser ingenuo. Los corrompidos no solo actúan “en la calle” buscando presas: también quieren conquistar ese libertinaje acallando toda acusación, salvando su pellejo de las persecuciones de la autoridad, haciendo que su comportamiento se vea como “normal”. Por eso este artículo no se dirige a ellos. Ni se escribe para arrojar luz a quienes promueven el aborto, a quienes justifican el incesto o la homosexualidad, a quienes defienden la pornografía alegando su calidad de “arte”. No. Esto se escribe para que algunas personas, aún abiertas a la verdad, capten la relación que hay entre el panorama desolador del sufrimiento y del mal que tiene como causa la sexualidad no vivida conforme a la razón creada por Dios, y que vean que a eso se ha llegado por muchos y muy diversos medios que han logrado establecer el desorden, primero en la vida individual, y de ese modo cambiando la vida social: callando conciencias, tergiversando ideas, argumentando con medias verdades, justificando comportamientos, tapando bocas, alegando libertad, incitando, seduciendo, arrastrando, enloqueciendo, desquiciando, encegueciendo. Todos los medios gráficos, todos los tipos posible de discurso, enormes cantidades de material sonoro, todas las conquistas de la técnica… han sido canales por los cuales el enemigo se coló en nuestras casas, en nuestras vidas, en nuestra sensibilidad, en nuestras ideas, en nuestras conciencias. Así se instauró la ceguera. Si una mujer “atractiva” no capta que hay una relación directa entre el modo en que se (des) viste y las cosas que le dicen en la calle o las proposiciones que le hace su “novio”; si un joven no se da cuenta de que entre más televisión mira, más fotos ojea, más desvestidita va su novia o las niñas que trata, etc., más antojado vive y más desea a la mujer para su satisfacción carnal, ya cayó en las redes de ese mal; si un papá no ayuda a sus hijos (por los hijos de otros nadie debe dar cuenta: que cada uno arregle su casa) a tener criterio (hay muchos modos inteligentes de educar), a vestir del modo apropiado a su edad y a su propia dignidad, a escoger debidamente las personas con las que trata, a comer, tomar, sentarse, etc., etc., etc.; mostraría gran ignorancia, ceguera, ingenuidad no creíble, quizás hipocresía o fariseísmo soterrado, que luego dijera estar preocupado o aterrado con el comportamiento de sus hijos, con el embarazo de una hija o de la “novia” de su hijo, con la procacidad de los chiquitos… A la porra las excusas. Claro que no hay “autoridad”, pero eso es algo conquistable. Si es que ese fuera “el” problema. Pues tal vez el problema sea el que se intenta mostrar en estas líneas: muchos no ven las causas, juzgan desacertadamente los hechos. Pero si se entendiera lo que aquí se dice y se quisiera hacer algo al respecto, por lo menos en la vida personal, hay que decir que siempre hay medios disponibles para lograr lo que se desea; el bien es realizable aunque muchas veces suponga dolor y siempre dificultad cuando lo que está en juego es de gran valor; no hay excusa alguna válida para no actuar según lo que compete a cada uno. No es sensato decir que las cosas están mal y no hacer cuanto esté al propio alcance para evitar que la marea lo arrastre a uno. La evidente dificultad no es imposibilidad. Dios es más fuerte que todo mal y ama a sus hijos con el deseo eficaz de salvarlos. De allí que Él nunca permite que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas. Dios está siempre a mano para sacarlo a uno del mar en que la propia falta de fe lo quiere hundir. Solo quienes pelean vencen. Y es con la lucha como se da gusto a Dios Padre, como se atenúa la agonía del Hijo, como se contribuye con la acción del Espíritu Santo, como se conquista la felicidad eterna para uno y para otros. Alejandro Bayer, PhD