y se agregaban, por último, otras razones puramente de

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y se agregaban, por último, otras razones puramente de hecho, relativamente á los caso.s que se trataba de resolver.
Claro está, que nosotros no intentamos decidir cuál de las
dos opiniones es la más ~rreglada á la ley, bastándonos s610
r eferir el hecho y pacer notar que los que defendían que el
Ejecutivo no había tenido facultades para expedir la ley de 16
de Agosto de 1863. no eran s610 los def,ensores de los quejosos, sino' aun algunos de los Magistrados de la Suprema Corte
de.Justicia más notables por sus ideas liberales. El amparo
promovido por"Sánchez Navarro, fué negado por unanimidad;
pero el de la Sra. Almonte fué concedido en primera instancia y negado en la segunda por mayoría de siete votos contra tres. 1
De esta suerte se vió, por primera vez, en la República, que
los actos de mayor trascendencia é importancia del Poder Ejecutivo, fundados en una ley que los autoriza1;>a expresamente,
fueran ampliamente discutidos en el primer Tribunal de la
Nación, á donde fué puesta en tela de juicio la constitucionalidad de.ellos, por haber herido el interés de un. individuo, verificándose así lo que con tanta verdad dijo en alguna parte
uno de nuestros más distinguidos publicistas, ~ que el ampa1'0
si como btStit1tCtO'lt jztdt"ct"al tmdía á ¡lace?' prevalecer la ley de
la 'Ilatz¡,rale~a sobre la ley escrita~ como t'nstitz¡,ciJm polítka, venia á proteger los derecnos de los vencidos, llamándoles á la co11lU1tZ'dad denUJt1"ática proclamada por los vmcedores,
La cuestión de la constitucionalidad de las facultades extraordinarias, volvió á tratarse después ep. el punto de vista
del Derecho Constituciona:l, y con relación á los juicios de amparo que por esta causa se promovieron, con motivo de las
leyes de suspen~ión de garantías expedidas el 8 de Mayo de
1868,1 2 de Abril de 1869, 9 de Abril de 1870 y 18 de Mayo de 1871.
Suspendi~as por estas leyes las garantías constitucionales
para los conspiradores y para los salteadores y plagiarios, su
1 Votaron á favor del amparo el Fiscal y los Magistrados Montes y Bautista,
2 El Sr, 1.0=0, «Tratado de los derechos del hombre,» plig, 450,
aplicaci6n di6 no poco que hacer á los tribunales federales
por la multitud de amparos que con 'motivo de ellas se promovieron, El Gobierno de Veracruz, autorizado, según recordamos, por un decreto de la Legislatura, promovi6 ante la
Suprema Corte de Justicia la controversia á que se refiere el
arto 97 de la Constitución, pidiendo que se declarase que la ley
de 12 de Abril de 1869, que sometió álos reos de asalto y plagio á la pena de 'muerte, impuesta por tribunales especiales,
era anticonstitucional. La Suprema Corte, según dice un escritor, se vió en graves dificultades al tratar este asunto y resolvió que no podía hacer tal declaración, aun cuando se hubiese demostrado que la ley en cuestión vulneraba ó restringía la
Soberanía de los Estados, porque ~e necesitaba que el interés
individual, por medio del juicio de amparo, pusiese en ejercicio
la acción de la Justicia Federal, á fin de que hiciese la declaración en favor de un individuo particular_ Tal fué, según parece,
el término de esta célebre controversia que con otra análoga
promovida por el Gobernador de Querétaro según creemos,
han sido las únicas en su género que se han promovido durante la vigencia de la Constitución de 1 8S 7- 2
La verdad es que, prescindiendo de toda pasión política, y
no mirando las cosas sino en el punto de vista del Derecho
Constitucional, era muy discutible la constitucionalidad de lasleyes de suspensión de garanHas, tales como las expidió el
Congreso de la Unión, y la dificultad de resolver la cuestión
dependía en nuestro concepto, de haberse confundido en la
ley dos cosas que son enteramente diversas y que pudieron
fácilmente separarse: la suspensión de garantías y la pena impuesta á ciertos de'itos, así como lo"s procedimie~tos que debían seguirse para imponerla. Lo primero estaba indudablemente en las facultades del Congreso General, y la ley que 'se
diera en ese sentido era de una constitucionalidad indiscutiT
1 El Sr, Louno, cTratado de 105 derechos del bombre, ~ pág. 443.
2 Sobre 1" coDuoversi:l. promovida por el Gobiemo de QuerHaro para q¡¡e DO se cumpUesen unos acuerdos del cuerpo i egislativo, veanse los artlculos publiclldos en «El Dere<:l!o,'
tomo 3_°, pág. 244 Y siguientes.
'53
ble. Pero no sucedía lo mismo respecto de la segunda parte
de la ley, pues si por motivo de ser frecuentes los delitos de
plagio y robo, el Poder Legislativo Federal se abrogaba la facultad de legislar a'c erca de ellos, estableciendo las penas y la
manera de aplicarlas, con igual derech.o podía hacer 10 mismo
respecto de otros delitos de cualquiera clase que fueren, 6 sobre cualquiera otra materia de derecho penal, 6 de derecho
civil; y entonces ¿qué venía á ser de la soberanía de los Estados? Por otra parte, declarar la Federación por medi<? de una
ley que la salvación del orden social la obligaba á castigar
breve y ~umariamente con la pena capital tales delit9s, l no
equiyalia á declarar igualmente que los Estados eran impotentes para alcanzar' el mism<? resultado? En nuestro concepto,
pues, las leyes de suspensión de gar~ntfas debieron limitarse
á quitar, por decirlo así, la barrera que la Constitución ponía
á los Estados para proveer por medios excepcionales á la conservación del orden social, suspendiendo tales ó cuales garantías, dejándoles en entera libertad 'p ara que, no teniendo ya
obstáculo, pudieran establecer la penalidad que fuese más conveniente, según las circunstancias especiales de cada uno de
el!os, así como el p'rocedimiento que les pareciese más á propósito para lograr el castigo de los culpables. Esta, á 10 menos fué la opinión que dimos al Gobierno de Veracruz, cuando en 10 particular y 'amistoso se sirvió consultar nuestro parecer sobre el asunto.
Mas sea de eUo lo que fuere, lo cierto es que los tribunales federales, sin contrariar abiertamente las leyes de excepción (á lo menos en la generalidad de los casos) expedidas por
el Poder Legislativo Federal, muchas veces concedieron amparo en contra 'de ellas, alegando las circunstancias especiales
que favorecían á los quejosos. Citaremos algunas de las ejecutorias más notables de aquella época ácerca del asunto de
que hablamos,
Ya antes hemos hecho mención de las ejecutorias de 31 de
Marzo Y' 19 de Abril de 1869, contra órdenes de jefes militares que mandaron que fuesen pasados por las armas s610 con
~
'54
la identificación de sus personas algunos soldados prisioneros, que habían militado en las fuerzas sublevadas, fundándose para ello en el .art. 54 de la ley de 6 de Diciembre de
1855 ,' que consideraban vigente. También fué amparado D.
Francisco Canto, rnanc;lado fusilar con s6lo la identificación de
su persona, por un jefe militar en Yucatán, juzgándole por el
delito de ,conspiración. La ejecutoria de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación es de 20 de Abril de I869'
En las causas que acabamos de mencionar se trataba claramente del 'delito de conspiración y rebelÍón; en laque citaremos en seguida los culpables, aparecían como reos de robo
ó plagio, y se pretendía aplicarles las leyes excepcionales expedida's para reprimir e~tos delitos. Dijimos antes que en
lo general dichas ley~s fueron reconocidas como constitucionales; pero que en todo caso dudoso, y siempre que alguna
circunstane;ia especial lo permitía, la Justicia Federal intervi·
no, concediendo su protección _á los quejosos, sirviendo de
salvaguardia á las garantías indiv¡'du~les. Cita.remos algunos
de estos casos.
El Juez de Distrito del Estado de México amparó ~ dos individuos condenados á muerte por el jefe polít.ico de Tolu~a,
por los delitos de asalto y robo, cometidos en Abril de 1868,
esto es, con anterioridad á la ley de excepción de 8 de Mayo
del mismo año. La Suprema Corte de J us~icia confirmó esta
sentencia por ejecutoria de 21 de Febrero de 187!.
De la misma suerte fueron amparados Fraricisco y Jesús
Saavedra y Manuel González Herrera por el Juez de Distrito
de Oaxaca, yen definitiva por la.suprema Corte de Justicia de
la Nación, según ejecutoria de 15 de Marzo de 1871 contra la
sentencia deljefe poHticode Tlaxiaco, que los condenó á muerte como sal teadores; porque si bien la palab.r a salteadores
comprende á todos los ladrones (dice la sentencia), en el sentido estricto de la ley. sólo se aplica á los que roban en despoblado. y los quejosos cometieron el delito de robo en una ca·
sa de la población de Tlaxiaco.
Citaremos, por último, las ejecutorias de 2 I de Marzo, 5 de
'ss
,0
Julio, ,6 de Agosto y
de Septiembre de ,871. La de ,6
de Agosto es notable por esta circunstancia: la ley sobre plagiarios de 9 de Abril de ,870 dejó de regir en igual ¡echa de
r 871, Y la ley de 7 de Mayo de este último afio no se publicó
en Puebla sino hasta el 6 de Junio siguiente. El delito se cometió el 7 de Mayo, y por este motivo la Suprema Corte de
Justicia, considerando que el delito se habia cometido durante la época de la cesación de la ley de Abril de 1870 y antes
de comenzar á regir la de Mayo de ' 1871. confirmó la sentencia del Juez de Distrito que concedió el amparo. I
Es también digna de mencionarse la ejecutoria de 21 de
Octubre del mismo año. Condenados· á muerte unos individuos por el jefe Político de Celaya, como reos del delito de
asalto, y habiendo pedido indulto los.reos, la autoridad á· quien
acudieron demoró la resoluci~n, por lo que se trató de ejecl,l·
tar la pena. La Suprema Corte de Justicia declaró .que no ne·
gando la ley á los acusados de plagio ó asalto el derecho de
acudir á la gracia de indulto, el no esperar á gue la autoridad
competente resolviera su petición, era un ataque al derecho
de defensa que la·Constitución garantiza, y que no estaba com·
prendido entre las garantías suspensas.
y no fué sólo bajo esta forma, como, por medio del juicio
de amparo, dejaron de aplicarse en muchos casos las leyes
que suspendían· las garantías indiyiduales.
Más adelante, cuando el Ejecutivo de la Unión, en virtud
de las facultades que le concedió el- Congreso, decretó con~
tribuciones extraordinarias, la resistencia que opusier·on varios ciudadanos, á Jo menos en algunos casos, di6 lugar á re·
soluciones muy interesantes de los tribunales federales, acerca
de las facultades constitucionales del Ejecutivo para decretar
tales contribuciones. Merecen citarse en este lugar las sen~
tencias pronun.ciadas respectivamente en los amparos promo·
vidos por la Sra. Eros yel Sr. Goribar; pero cO,mo fueron da~
das en contradicción la una respecto de la otra, y en ellas se
1 Otro CIISO igual aconteció en Guanlljuato, segó-n puede verse en la ejecutoria de S de
Octubre de 1872.
'56
expresaron con bastante claridad las cuestiones discutidas,
por su importancia preferimos insertarlas integras en el apéndice de este Tratado.
Otra discusión tal vez de mayor interés en si misma y
en sus consecuencias, fué promovida algunos años después,
con motivo de haberse pedido el amparo de la Justicia Federal contra la aplicacion del Código de Procedimientos Civiles"
expedido. según se decía, en virtud de facultades extraordi·
narias, concedidas al Ejecutivo, con infracción de los arts. 5~
70 Y 7 r de la Constitución Federal. Los antecedentes de esta discusión fueron los s,iguientes:
El 2 de Diciembre de 1871. el Congreso concedió al Ej.
cutivo, después de prolongada resistencia y ampHsima discu·
sión, co.mo djce el Sr. Vallarta, facultades extraordinarias con
la limitación establecida en el ait. 14 de la ley de 17 de Enero~ de 1870. Cinco días después, es decir, el 7 del mismo Di·
ciembre, el propio Congresó, por ciento trece votos contra UTll
minoda insignificante de cuatro votos, autorizó al Ejecutivo
para que pusiera en vigor provisionalmente los Códigos de
Procedimientos Civiles y Criminales que debían formar las
comisiones respectivas. De este becho deducían los que sOStenían la constitucionalidad de los Códigos que eran cosa muy
diversa las facultades extraordinarias tan combatidas y concedidas al fin, por una pequeña minoría, en la ;esión del dla
2 de Diciembre, de la autorizaci~~m otorgada casi por unanimidad de votos el día? del mismo mes.
No obstante esta razón de hecho y las otras muchas de derecho dadas por los que sostenían tal dictamen; los que propug'
naban la opini6 n coritraria, iusistían en considerar como Inconstitucional el Código de Procedimientos: I,tI por haber si·
do expedido por el Ejecutivo en virtud de una autorización
contraria á. los preceptos constitucionales, en cuanto equivaHa á una delegación de la facultad de legislar; 29 porqu~
por la misma raz6n, siendo ese C6digo, 6 debiend.o ser, una
ley, no se habían observado en su iniciaci6n y discusión los
trá.mites que la Constitución pr~.scribe; y 3C? porque aun per-
'57
rnitiendo que no tuviese todos estos defectos, siendo la auto~
rización personal, como un acto de confianza á la persona
que desempeñaba el Poder Ejecutivo, habiendo cambiado es·
ta persona, debió tenerse como no concedida la autorización.
Estas fueron las razones expuestas por el Sr. Magistrado
Bautista, al discutirse la sentencia en el amparo promovido
por jasé María Villa contra la providencia del Juez 4.° de 10
Civil, que mandó rematarle una finca¡ y á las cuales di6 amplia, yen nuestro concepto sólida contestación el Sr. Presidente
Vallarta, sosteniendo la opinión contraria. La Suprema Corte de Justicia, en ejecutoria de 2 7de Septiembre de 1878, por
sietevotoscontra cinco, resolvi6la cuestión negando el amparo, quedando desde entonces sancionada como un principio de
Derecho Constitucional que las autorizaciones que el Cuerpo Legislador concede al Ejecutivo. para expedir determinadas leyes, no importan la delegaci6n de la facultad de legislar. Así lo dice expresamente uno de los considerandos de la
sentencia.
Pero no 5610 se puso en duda alguna vez la constituciGnalidad de las leyes de excepci6n expedidas en circunstancias extraordinarias por el Congreso de la U ni6n, sino también se
lleg6 á dudar de la constitucionalidad de algunas otras, ya por
no haberse observado en su formación los requisitos que la
Constituci6n requiere, ya por la materia acerca de la cual versaban. En el año de 1879. en el presupuesto decretado por
la Cámara de Diputados. se comprendi6 una contribución directa en beneficio de la Federación, sobre los productos de
hilados y tejidos elaborados en toda la República. Dudándo·
se de la constitucionalidad de esta ley, promovieron juicio de
amparo los fabricantes de Tlaxcala, Coahuila y Nuevo Le6n.
Tres eran las objeciones que se hacian á la ley de presupuestos que estableció la nueva contribución: I~ que en su
expedición no se habían observado los requisitos constituciona1 La. autorización habla sido eoncedida siendo Presidente el Sr. J witez, y el Código se
J'lublic6 el 15 de 1\l::osto de 1872, ocupando la Presidencia de la República el Sr. Lerdo.
CVi;anse tos Votos del Sr. enntiatD y del Sr. VaUartl, tomo I.G, p:1¡:. 197.}
'58
les; 2~ que el impuesto no era proporcional ni,equitativoj y 3~
que la Federación no. tenía facultades de gravar, por medio de
contribuciones directas, la riqueza pública de los Estados.
De estas tres objeciones, las dos primeras fueron contesta·
das satisfactoriamente por los que defendían la constituciona·
lidad de la nueva ley; porque, en efecto, si era cierto que la
iniciativa del Ejecutivo del t 4 de Diciembre de 78, no contenia el nuevo impuesto, también lo era "que, como Joruzo notar
el Sr. Magistrado Bautista en la discusión de la sentencia, DG
obstante que opinó á favor del amparo, en materia de presu·
puestos hay artí.culos de la Constitución, que sujetan los procedimient9s del Congreso á trámites más expeditos que los
que se' observan en la iniciación y discusión de las demás leyes. La fracción' 6~ del arto 72 es terminante. Refiriéndose i
las facultades de la Cámara de Diputados. dice: «Examinarla
cuen~a que anualmente debe presentar el Ejecutivo, aprobar
el presupuesto anual de gastos é t1tü'Íarlascontribuciones que
á su juicio deban decretarse para cubrir aquel.» Luego no había razón para exigir que la ley que decretó el impuesto que
formaba parte del presupuesto general de los gastos de la Fe·
deración, se sujetase á los trámites que en los arts. 65 y si
guientes se exigen para la formaci6n de las leyes.
En cuanto á la segunda objeci6n no tenía gran fuerza, por·
que no es posible aceptar la teoría de que los contribuyentes
se constituyan en jueces para resolver sob re la equidad delos
impuestos. t Mas no sucedería 10 mismo respecto de la última
objeci6n.
Según los Magistrados que formaron la minoría cuando se
I Es muy noto.ble 1.. opinión de algunos publicisw ameriea.oos citados por d Sr. V;illlr'
ta .obre ~te ~unto. Copiaremoslu siguientes palabras de Marshall: «La facultad de
illlJ»'
oer contnbuC10ne9 al pueblo y a sus bienes es eSl!llcial para la existencia del mismoGobierDO
'1 puede legltlm:une~te ejercerse eo los objetos a que es aplicable, basta el último extrelllO l:
que el Gobierno qUiera llenrla. La ún\ca garantia contra. el abuso de esta faculbd se el'
cuentra ~ la restricciÓn misma del Gobierno. Al crearse una contribución, el t.egislatiYO es
quien la unpone al pueblo, y esto es en lo general una guantl:L contra los impuestos illjU5"
~s y onerosos ••••• Es mcompeteDte el Poder Judicial para averigWU" hasta qué grado ti
lmpuesto es el uso legal del Poder y en qué grado comienza.cl abuso de la facultad de inlpo:aerlo. Votos del Sr. Vallarta, tomo 20 ,P......
&'"
lO.
'59
resolvieron estos negocios en la Suprema Corte de Justicia, la
Federación no puede establecer impuestos generales en todo
el país, sin invadir la soberanía de los Estados, sin atacar su
independencia, y desconce~tar la hacienda de los mismos, ha-
ciendo imposible toda buena administración. La objedón. en
verdad, era basta.o te seria, porque se decía con razón: si h:oy
la Federación grava los productos de los tejidos é hilados ce
algodón, en todo el país, lo .m ismo podrá hacer mañana respecto' de los productos de cualquiera otra industria, de la agricultura 6 del comercio, y entonces la vida económica de los
Estados, estará sujeta al buen placer de la Federación,la cual
por este medio podrá destruir l~ soberanía de éstos. ' Tal objeción adqu,ida mayor fuerza por ·el silencio de la Constitución á este respecto, pues, se decía, no hay en ella una facultad
expresa para que la Unión establezca con'tribuciones en los
Estados, y antes bien s~ encuentran textos claros que le ni egan esta facultad .. Se citaba con este motivo el silencio del
arto 72 y la terminante disposición ·del 117. según el cual las
facultades que no están expresamente concedidas á los Poderes Federales se entienden reservadas á los Estados. '
El Sr. Magistrado Vallarta contestó á" estas objeciones con
gran acopio de do·ctrinas· y de razones. Citó los precedentes
históricos del arto 72 de la Constitución. trayendo ála memoria la manera como habían sido presentados á la aprobación
del Congreso 'por Ja ·comisión algunos de los artículos de la
Constitución, que no fueron aprob~dos,para demostrar p.or e~te
medio, que nunca entró en I"a mente del Congreso constituyente limitar ias f9-cu.1ta.l:1.es del .P oder Legislativo Federal~ en materia d~· c~ntribuciones, de la manera que lo creían los propugnadores de la teoría contraria, robusteciendo además sus
argumentos con los ejemplos prácticos que suministran los historiadores de los. Estados U nidos de América, según las doctrinas de los publicistas americanos que citó.
Las opiniones del Sr. Magistrado Vallarta prevalecieron en
I Voto del Sr. Bautista, pág. 41.
160
la Corte, y-conforme á ellas se dieron las ejecutorias de 26 de
Noviembre, relativas á los amparos promovidos e~ Tlaxcala,
Nuevo León y Coahuila; cuyos considerandos son de suma
importancia. por haber venido á resolver un punto de gran
trascendencia en nuestro Derecho Constitucional. En el con·
siderando relativo, contestando á la objeción que como más
fuerte hemos presentado, se dice que no hay que temer que
la Federación nulifique? destruya la soberanía de los Esta·
dos imponiéndoles contribuciones excesivas, porque éstos se
encuentran representados en el Congreso por sus respectivos
Diputados, quienes concurren igualmente á la for:mación y
discusión de las leyes federales.
Tenemos, finalmente, otro ejemplo de ampar?s pedidos co~­
tra leyes federales, por creerse que al hacer aplicación los tnbunales del orden común, de los nuevos Códigos Civil y de
Procedimientos Civiles, á contratos celebrados bajo el imperio
de la antigua legislación,. se daba á ést~s un efecto retroactivo. Tal caso fué muy frecuente cuando se expidieron los
nuevos Códigos, y tanto, que aun llegó á formarse 10 que se
l1amó"jurisprudencia transitoria, esto es, cierto número de.principios generalmente aceptados, según los cuales se resolvían
~stas cuestiones. Confor~e á ellos, se concedió siempre el amo
paro cuando no se trataba de simples procedimientos, yen este particular puede decirse que la eficacia y ntili,dad de la institución del amparo quedó demostrada prácticamente, porque
los tribunales del orden común no hadan otra cosa sino aplicar la ley vigente" y á la Justicia Federal tocaba declararla inaplicable en este caso, por ser su aplicación contraria á una
garantia constitucional. Los motivos por los cuales se concedía el amparo, están claramente expuestos en las siguientes
palabras de los considerandos de unas de esas ejecutorias:
«Considerando, se dice en ella, que si bien respecto de las
leyes del procedimiento no se puede alegar retroacción, porque. no es procedente ésta, supuesto que las leyes de esa eSp~cle, .r~spetando los.actos verificados bajo el do~ninio de las
dISposIcIones antiguas, s610 sujetan á 'sus prescripciones los
,6,
actos que están por venir 6 sean los procedimientos que fal~
tan para concluir los juicios pendientes, en el caso objeto del
presente amparo, la ley que se aplica para reducir en cada
almoneda un 10 por 100 el valor de la finca, no se refiere á
un procedimiento propiamente tal, sino que afecta los derechos adquiridos en virtud del contrato origen de la obligación
en el juicio. 1
Como se comprende fácilmente por las palabras anteriores,
se trataba de las reducciones que debían hacerse en el valor
de las fincas embargadas; para el efecto de realizarlas en almoneda pública. La resolución es perfectamente jurídica, porque como enseñan 105 tratadistas. al celebrarse un contrato,
se consiente en las consecuencias que se deriven de su falta
de cumplimiento, y si estas consecuencias, en virtud de una
ley nueva, SOJl diversas que las que la ley anterior hacía experimentar al deudor, debe creerse que no había consentido
en ellas y que no se trataba de un simple procedimiento. En
este sentido se dictaron no pocas ejecutorias. z
n .-Actos del Poder Legislativo Federal desempei'jmldo jt¿1lciones de cuerpo electoral. Nuestra Constitución Política, en su
arto 72, frac . l~, atribuye á la C.á mara de Diputados la facultad exclusiva de erigirse en colegio electoral para ejercer las
fu~ciones que la ley le encomiende respecto de las elecciones
de· Presidente de la República, de las de Magistrados de la
Suprema Corte, etc.; y como una de estas atribuciones es la
de hacer la declaración respectiva acerca del resultado de
la elección, lo cual pudiera dar lugar á que se promoviera amparo, alegando violaciones constitucionales, éste seda ellugar oportuno de discutir ampliamente la falta· de legitimidad
de los actos de algunos de los altos funcionarios de la Nación, por raZÓn de lo que se ha llamado ilegitimidad de ori1 Ejecutoria de 1° de Diciembre de. 1873 •
.2 Véanselasde .2t de Abril, 14 de Noviembre, 11 de Diciembre de 1873 ylosde J3
de Enero y a8 de Mayo de 1874. En esta última se negó el amparo porque por parle del
QUejoso hubo consentimiento en el precio que se dió á la finca.. Pueden ven;e lambiélllos de
13 de, r.lano de 1875. 14 de Noviembre de 1875. 10 de Septiembre de 1876 y 8 de Febre_
ro de 1877.
"
gen; pero comano sabemos que tal cuestión !:ie haya promovido con relación á la elecciól'\ del Presidente de la República
y Magistrados de la Suprema Corte de Justicia, sino que los
casos prácticos que han ocurrido han sido relativos á los funcionarios de los Estados, nos reservamos tratar este importante asunto cuando hablemos de los actos del Poder Legislativo de los diferentes Estados de la Federación_ S610 recordaremos, como antece~ente histórico, que cuando se puso
en duda la reelección del Sr_ Lerdo para Presidente de la
República por haberse verificado bajo el imperio de las autoridades militares, mediante el estado de sitio en que se encontraban casi "todos los Estados de la República, se quiso
que la Suprema Corte hiciera una declaración-en el sentido de
anular la elección _Tal vez más adelante se habrían llegado á
promover amparos contra los actos del Presidente, por considerar ilegítima su autoridad; pero no llegó este caso, por haDer triunfado la revolución que hizo caer la administración
del Sr. Lerdo.'
IIJ.-Ac/os p"ra",,,,/e políticos del Poder Legislativo Fe!U'"al que pueden dar materia al jm'C1:o de amparo, Como los
cuerpos legisladores no sólo dictan leyes sino también acuerdos económicos, en el año de 1869 aconteció que la Legislatura de Querétaro declaró culpable al Gobernador del mismo
Estado, y habiendo surgido de aquí una serie de dificultades
de difícil solución en el orden constitucional, porque no estaba determinado en la Constitución qué autoridad deberla
resolver las cuestiones que pudieran surgir entre las Legistaturas y los Gobernadores de los Est~dos, el Congreso de la
U nión, por dos diversos acuerdos de 8 y 3 1 de Mayo del misI Es coul"enieute reeordar :tqul. por referirse á. uno de los perlodol más erlticos de oQ/S"
trn hIstoria conStitucional, que '-la Suprema Corte dI! J Ulticia, COIl fecha 26 de Qctnbre de
1876, se le presentó un OCUliO pidi/muole que desconociese la legitimidad de la elección que
Hlxtrcc[¡¡ lleeluc en favor de varios magistrados electos al nlismo tiempo que el Preliden!ede
1", Rcplihlic."\ y que el Congre$O h",bla declarado legal. También merece ciurse el pecl-ilI!CI"
to del fi6Ca1 en el mismo sentido, y para formarse una. Idea de la actitud que :\Sumió la SIpIerna Corte en lan lImeile. circunstancial, deben consultarse las artllS de sus (lcucrdM, pi'"
lJlIcada~ en IOB nillm.:ros de «El ¡;'oro,~ CQrrespondientes ti los últimol meses dd (li'lo de ¡gJli
y cspecJalmente el de 1" ,le "Novienlbre de (\icho :\1\0_
,63
mo año, ordenó que el Ejecutivo hiciese respetar por medio
de la fuerza armada las resol~lciones de la Legislatura,l
Contra estos acuerdos pidió amparo el Gobernador, y aun·
que obtuvo sentencia favorable en primera instancia, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por mayoría de. votos,
en ejec~toria de 29 de Julio de 1869, no s610 revocó esta sentencia, sino que mandó proceder contra el Juez inferior cuyos
aC~05 no le parecieron arreglados á los preceptos constitucionales. En esta sentencia se hace valer el sig~iente fundamento, que viene bien á nuestro propósito. Después de desconocer la personalidad del Gobernador para el efecto de pedir el
amparo, dice: «Considerando igualmente que á estos obstáculos que se oponen manifiestamente á la admisión legítima
del rec~rso, por razón de la persona que 10 jntroduce, se
acompañan otros, no menos invenCibles, respecto á la naturaleza misma de la cuestión sobre que versa el proceso, y que
consisten en la decisión acerca del verdadero carácter de las
ocurrencias que tuvieron luga:r' en Querétaro después de la
,acusación presentada. á la Legislatura contra el C. Gobernador; ocurrencias que o<;asionaron la desorganización del Cuerpo Legislativo del Estado, y que por tanto fueron consideradas
como un úastorno público en" el mismo, por el Congreso de
1a' Unión, de cuyos "acuerdos debe abstenerse de juzgar la
Suprema Corte de Justicia, porque no le corresponde hacerlo
en este juicio.» ' En vista de la resolución. dictad.a en este c~­
so, que no es fácil que se repita, teniendo en cuenta las facultades concedidas al Senado en la frac. V ·del arto 72 de la
Constitución de 185 7 reformado en 6 de Noviembre de. 1874,
podemos deducir que contra acuerdos del orden puramente político, dictados por el Cuerpo Legislativo Federal, no procede
el Cl:mparo. ~iendo este el único caso de tal nat~raleza ~e que
tenemos noticia, nos ha parecido conveniente,.citarlo e,n este
lu gar, para hacer el estudio que hemos emprendido 10 más cornI Lu dificultades de l,n situ;\ciún creada por la falL'\ de armonia entre el 'Gobcrnnu(,r y
la Legislatura de Quen!tnro, se eneuenttnn expuestas por el Sr. Castillo Velascoeu sus Apun·!amientos parn el estudio del Derecho Coustitucionnl mexienno, pág. 238.
.6,
pleto que nos sea posible. Por lo demás, el Gobernador de
Querétaro promovió la controversia prevista en el arto 98 de
la Constitución; pero creemos que no llegó á decidirse. I
¡V.-Actos poIíHco-j1¿dti:t"aJes y judt"ez'ales de los Cuerpos Lt·
gz'sladores 'lll,e /1¿cden dar materia al juicio de amparo. Conforme á ·las doctrinas del Derecho Constitucional y á los preceptos expresos de nuestra Constitución, los cuerpos legisladores no sólo discuten y decretan leyes, sino que en algunos
casos se constituyen en jurado. ya sea para declarar que hay
lugar á formación de causa contra determinados funcionarios,
ya para juzgar á estos por los delitos oficiales que cometen.
Atendiendo á esta notable diferencia hemos dividido las funciones ele los cuerpos legisladores, de la manera que hemos
dicho. Las funciones que desempefian en el primer caso, esto
es, tratándose de delitos d~l orden común, son más bien políticas. y como que participan' algo de la· naturaleza judicial,
las hemos llamado político-judiciales; las de segunda clase
son, en nuestro concepto, verdaderamente judiciales. De unas
y otras hablaremos separadamente.
Refiriéndonos á las .primeras, esto es, al caso en que la Cá·
mara Legi~ladora, erigiéndose en Gra~ Jurado, declara si hay
6 no lugar á :formar causa á. un funcionario que disfruta de
fuero constitucional, por acusaci6n de un delito del orden común, no creemos necesario explicar aquí los f~ndamento5 de
tal es preceptos, que son hartoc onocidos, por'q ue no escribimos
una o"i?ra de Derecho Constitucional. N os basta recordar que
el fuero concedido fI. los altos funcionarios, descansa en moti·
vos de notoria conveniencia pública y puede considerarse como de Derecho Público universal.
Una vez establecida esta verdacl, nos ocurre preguntar
¿cabe el recurso de amparo contra el veredicto clel Gran
jUlfauo, que declara que hay lugar á proceder contra algún
1 v~ase el primer a uto que te pro.,ey,·, en este ruido50 a~llnto en «El Derecho•• tI)IIIO
IU, pAg. 111 . Fu! .dictado por la 31 Su.1. de 13 Suprema. Corte, pot" habene decl~rado qllt
no estaba ~mpreDdido el t3SO en 101 arts. 101 y 102, Y II:\berie promovido en forma de
oontrovctlu.a conforme al Art. 98 de In Constitución . La 3~ Su.ln mnndÓ.luspender 105 eftctol'
de 101 acuerdos del CongrellO;
alto funcionario. en los casos en que la ley exige este requisito?
Si hemos q.e qecir verdad, cre ~mos que es muy dudosa la
respuesta á esta pregunta, y la razón es porque .nos parece
claro que en estos casos, la Sección del Gran Jurado no juzga,
y por consiguiente. no habiendo juicio, no puede haber violación de garantías. requisito indispensable para que proceda
el juicio de amparo cuando' no se trata de actos puramente
administrativos. En la ejecutoria que pronunció la primera
Sala del Tribunal de Circuito, con fecha 30 de Noviembre de
1868,1 en el amparo promovido por el General Canto, contra
una orden del Miriisterio de J ustida que lo consignó á la justioia ordinaria para ser juzgado por ella, se declaró que el amparo era improcedente, porque aquel acto no resolvía ni decidía
nada sobre la jurisdicción del juez á quien se hizo la consignación, y ant·e quien el acusado podía hacer uso de todos sus
derechos. Lo mismo creem.os que ·pudiera decirse respecto de
la declaración que .h ace un Cuerpo Legislativo,' desaforando á
u.n funcionario público. Nada resuelve respecto de la culpabilidad de éste, y aun su separación de las funciones que ejerce es sólo temporal, con derecho á ser reintegrado en' ellas. si
se le absuelve de la inculpación que se le ha hecho.
La duda que hemos manifestado procede de la naturaleza
misma de las fu nciones que ejerce el Cuerpo Legislativo ~n estos casos; funciones que, en nuestro concepto, muchas veces
no han sido bien c~mprendidas, dándose lugar á abusos, que
quizá han sido causa de que se haya conc~dido el amp~ro, ó
á lo menos. de que se haya puesto en duda, con sobra de razón, la procedencia de la protección de la Justicia Federal en
estos casos. Explicaremos con más claridad nuestras ideas.
Ha suc~dido 6 puede sucede"! que en un congreso, el sentimiento de la amistad, el espíritu de partido ó de compañer~smoú o~ros motivos,.hagan que se pongan obstáculos á la acClón de la justicia cuando se trata de alguno de sus miembros,
y casos hemos visto, en los cuales, la comisi6n encargada de
dictaminar si hay 6 no lugar á procede(' contra· un diputado,
acusado de un delito del orden común, ha entrado en apreciaciones sobre si est~ 6 no probado el cuerpo del delito, si
las pruebas.de culpabilidad son 6 no suficientes, etc., haciendo en todo, el papel de un verdadero Juez _ Tal manera de pf(r
ceder nos ha parecido siempre extraña á ' la ley y digna de
censura.
Si .abrimos los tratados de Derecho Constitucional ~Iexica­
no, que gozan entre nosotros de mayor reputación, encontra·
remos en ellos bien determinado el carácter de las funciones
que en estos casos ejercen los Cuerpos .L egisladores. Estos DO
juzgan¡ ejercen un acto político en el cual sólo tienen que ,'er
si la acusaci6n dirigida contra uno de sus mie:mbros, es ó no
maliciosa, si no tiene por objeto entorpecer las funciones del
Poder Legislador¡ y todo 10 que fuera de esto hagan, es, en
nuestro concepto, indebido_ Citaremos algunas doctrinas en
apoyo de esta opini6n.
Uno de los primeros comentadores de nuestra Constituci6n
Política, el Sr. Castillo Velasco. en sus Apuntamientos para el
estudio del Derecho Constitucional Mex,icano,I dice: ((El Con'
greso procede .por medio de una sec~i6n, que se llama del
Gran Jurado, y que practica las diligencias que estima con·
venie.ntes para el esclarecimiento de la verda~. oyendo siempre al acusado. El juicio que forma la secci6n se expone al
Congreso. erigido en jurado. concluyendo con las proposiciones convenientes y en que consulta la declaración que estima
justa, .respecto de los acusados. Si ésta es por causa de delito
común, el jurado no declara la culpabilidad 6 inocencia del acUsado, sino que ciile su juicio, y la consiguiente declaración, á est.imar si hay fundamento bastante en la acusaci6n para que pueda proceder á la formaci6n de un proceso eljuez común, quien
queda expedito para absolver 6 condenar al 'acusado, según
sea de justiCia.» y más adelante. «En u~o ú otro caso, esto e,}¡
1
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.6,
ya se trate de delito común 6 de delito oficial, el funcionario
queda separado de su encargo desde la declaración del Congreso; pero esta separación no es una destitución . Así lo ha
declarado ya. la práctica de la Suprema Corte ' de ] usticia, y
asl fué la mente del Congreso Constituyente que no acept6la
idea de la destitución verdadera por el solo hecho de la declaración a.el Gran Jurado.»
Otro de los comentadores de nuestra Constitución, el Sr. Rodríguez, en su obra intitulada «Derecho Constitucional,» va'
más lejos todavía. No s6lo afirma que el Gran Jurado, cuando se trata. de delitos del o rden común, nada debe resolver sobre la culpabilidad 6 incul pabilidad del acusado, sino que añade, que á pesar de la declaraci611 de no haber lugar á formación de causa, se puede proceder c;ontra el culpable, si por
nuevos datos aparece probada su culpabilidad. Sus palabras
Son las siguientes:
«Queda demostrado, á mi juicio, de una manera incontestable, que el veredicto del Gran Jurado Nacional no importa
una resolución definitiva cuando se refiere ádelitos uel oruen común; que aunque haya declarado que porun delito no ha lugar
á proceder contra el acusado, puede, en v.i,rtud de nuevas pruebas, declarar 10 contrario; que cuando estas nuevas pruebas
se obtengan después que el acusado ha dejado de ser funcionario público, los Tribunales del orden común pueden proceder contra él, á pesar de la declaraci6n anterior de no haber
mérito para encausarlo.»1 El autor se hace cargo de la objeción que pudiera hacerse á su doctrina, con vista de 10 que
dispone el arto 104 de la Constituci6n, y contesta á ella de la
manera que después veremos.
Finalmente, el Sr. Presidente Vallarta, cuyas doctrinas merecen tanto respeto, en el célebre amparo pedido contra el veredicto del Cqngreso, en la causa del General Terán, de que
hablaremos más adelante, fundó su opini6n en favor de la procedencia del amparo, precisamente en la diferencia que hay
1 Obra eHaaa, pAgo 406.
entre declarar si un funcionario es ó no culpable, cuando se
trata de delitos oficiales, y el simple permiso para proceder
contra él, suspendiendo temporalmente los efectos del fuero
constitucional de que disfruta, cuando se trata de delitos del
orden común. En el primer caso e! Cuerpo Legislador juzga;
en el segundo ~e limita á conceder una autorización que, en
nuestro concepto, sólo por motivos de alta consideración po·
lítica podría negar.
«Basta leer con atención estos textos, dice el Sr . .Vallarta,
refiriéndose al reglamento del Congreso de 3 de Enero de 1825
conforme al cual procedió la Seccióri del Gran Jurado, para
ver en toda su luz esta verdad: la Constitución de 24 no au·
torizó á las Cárriaras para juzgar en caso alguno de la inocencia 6 culpabilidad del alto funcionario acusado; ese·juicio, el
verdadero juicio, 10 dejó reservado á la Supr~ma Corte de
Justicia, que. era quien sólo podia absolver 6 condenar. Las
Cámaras no podían hacer más que declarar si se podía proce·
der, si la Corte debía formar causa al acusado: ellas no tenían
facultad más que para otorgar su permiso, á fin de que el Tribunal competente iniciara el procedimiento criminal contra el
funcionario q.ue gozaba de inmunidad constituciQnal. Quien
lea esos textos tiene que reconocer forzosamente que los procedimiento.s seguidos en las Cámaras para hacer esa declaración, para otorgar ese permiso, distan mucho de ser los pro·
cedimientos del verdadero juicio criminal, porque mientras
es'tos tienen que guardar ciertas solemnidades esenciales para
su validez constitucional, aquellos no constituían sino una ayeriguación más ó meno.s perfecta, que .motivara - siquiera una
sospecha racional de la delincuencia del acusado, que fundara
la convicción moral de las Cámaras de que había. mérito para
que éste depurara su conducta ante un Tribunal.»
Hemos copiado las doctrinas q,ue anteceden porque ellas
explican con toda claridad la diferencia que existe entre la declaración de haber lugar á formar causa, cuando se trata de
delitos comune.s atribuidos á ciertos funcionarios, y ~a declaración de culpabilidad cuando se trata de delitos oficiales¡ pero
.69
en realidad todavía nos parc:.:e que las doctrinas expuestas
Tespecto de los primeros, debieran ser más explícitas. Concedido el fuero constitucional, por motivos verJaderamente
políticos, á ellos únicament'~ uebiera-atenderse p1.ra hacer la
declaración correspondiente: esto es, la Cámara uebería preguntarse ~la acusación es maliciosa? ¿tiene por objeto impedir que funcjone el Cuerpo Legislado r? ¿tiende á coartar la libertad de la discusión, impidiendo que· alguno de los x:niembros del €ongreso tome parte en ella? ¿se propone dar el
triunfo á una minoría descompletando el número de los que
"fórman !llayoría? Tales son en nuestro concepto, y conforme á los principios ~stric t os del Derecho Constitucional, las
preguntas que el Cuerpo L egislador debiera hacerse antes de
Tesolver si-"habta ó no lugar á desaforar á alguno de sus miembros.
y si así se hiciera, creemos que no procedería el juicio de
amparo contra tal resolución. I
Pero como de ordinario no es así, sino que los Cuerpos Legisladores entran á· discutir si está ó 'no cor:nprobado el cuerpo del delito, si hay ó no pruebas de delincuencia, etc.; y sobre todo, como inter.viene por 10 común un acusador, para
quien la declaración de no proceder equival~ría á una denegación de justicia. no sabemos que se haya puesto en duda la
procedencia del amparo e.n estos casos, á lo menos con relación
á los C\lerpas Legisladores de los Estados, porque respecto de l
Congreso General, últimamente se negó la procedenCia del
amparo, aunque por un fu ndamento diverso de los que hemos ' expuesto y con el cual no estuvimos de acuerdo. z
1 En este punto encontramos una diferencia comparando nuestra Constitución con la
de los Est.1dos Unidos. AlII 51 es uD. verdadero privilegio, justificado por motivos de DO[uria
conveniencia pública, el que se concede á los diputados y senadores, de no ser arrestadoS duo
rante el tiempo de sus fnnciones. V~se á Story.
2 El Dr. ~brego pidió' la Cámara de Diput.1dos del Congreso de I.a Unión que desaforase Ii los Diputados Reyes Spiodola y Dlaz Dufoo, a quienes .1CUSÓ del delito de difamación, La GAmara declaró no haber lugat ñ proceder contra los acusados, y promovido'eijui.
cin de amparo, el J ¡{e~ de Distrito lo negó, fundandose enel art. 104 de la Constitución, La
Corte tie Justicia confirmó esta resoluci ón contra el voto del fiscal y el del autor de estas
lineas.
, 70
Se ha dicho alguna vez, y este ha sido el fundamento Con
que se ha negado en estos casos la procedencia del amparo,
que el arto I04 de la Constitución, hecha la declaración del
Gran Jurado, cierra la puerta á t odo ulterior procedimiento.
Es verdad, pero estas palabras, como claramente se compren·
den, se refieren á procedimientos ulteriores de la misma Cámara 6·de los J ueces del orden común. Tambié~ de las sentencias que en la última instancia pronuncian los Tribunales
ordinarios, se dice que no admiten ningún recurso, que son
la verdad legal, etc., sin que esto excluya la procedencia del
amparo. La declaración de no proceder, segú~ la opinión de
algunos publicistas. ni siquiera impide que se abra un nuevo
procedimiento cuando se adquieren nuevos datos, ni que la
acusación se haga después que el funcio nario deJó de serlo,
mientras la acción para perseguir el delito'no esté prescrita.!
Respecto de los actos en los cuales los cuerpos legisladores declaran la culpabilidad del acusado, todas las razones q)le
hemos dado para dudar de l? procedencia del amparo, t ratándose de los delitos comunes, militan en sentido contrario pa·
ra demostrar su"procedencia cuando se trata 'de delitos oficia·
les. E l Sr. Vallarta, en las palabras que acabamos de citar y
en las que copiaremos en seguida, establece con toda claridad
la diferencia que hay entre uno y otro caso. Ya vimos antes
c6m() refiriéndose á los primeros, dice: '«que es 5610 un ex'
pediente informativo, que ti ene por objeto otorgar el permiso necesario para que ~l Juez competente proceda contra el
culpable.. Oigamos ahora cómo se expresa con relación á
los segundos.
«Hoy el Congreso, dice, tratándose de un delito oficial nO
puede limitarse á organizar un expediente z"1r.stnutivo, si1w q1/C
tU1le que formar 1m verdadero proceso C'YZ1m:nal, p1testó qll.e sUS
atrz'bltc-üm~s 1lO se reducen ti pernu:tir que seforme causa al aa/sado, súzo qttC se c:t:limdel1, ¡lasta absolverlo ó condenarlo. Supo'
ner que la única regla del procedimiento criminal sea orga1 Vb.se
Á Rodrigue:
ec lA obra últimamente citada.
'7 '
nizar secretamente un e.~pedz"e1tte qzeej!tStijiquc los cargos (arL
145 del Reglamento del Congreso); que la única garantía del.
acusado consiste en oir la lectura de ese expediente, y dar los
descargos que tuviere á bien (art. 145); que el único derecho·
que al acusador competa, sea acercarse á la sección para presentar las pruebas que tenga (art. 146). es intentar borrar de una
plumaqa los articulas que consignan las garantías en el proceso criminal. Que aquel sistema de proceder no .las respetara cuando no tehía más fin que permitir que se abriera una
causa en forma, para absolver 6 condenar, se cOlJ1prende bien;
pero pretender que el expediente instructivo que desconoce
hasta los trámites más esenciales del procedimiento criminal,
haga las veces y surta los efectos de éste~ es rebelarse á la
vez contra los preceptos de la Constitución y contra los prin~
cipios de justicia.» r
En estos fundamentos se apoyó la ejecutoria de la Supre~
ma Corte de Justicia de 10 de D iciembre de 1880, siendo de
notar que el amparo se concedió, no al acusado, sino á la par~
te acusadora, respecto de la cual se dijo expresamente: «Con~
siderando 'que al ~cusador á quien no se permite ver el proceso en, estado, ni se le .reciben las pruebas que ofrece, se le
constituye en la necesidad de no poder probar su acusación y
se le sujeta á sufrir una pena que puede ser el resultado indedinable de la sentencia absolutoria del acusado; y esto sin
audiencia, sin defensa y si~ pruebas, lo que constituye á su
vez.la violación del arto 14 constitucional,.puesto que en este
caso el acusador reasume el papel de acusado.»
Por este motivo, repetimos, se otorg9 el amparo por mayoría de ocho votos contra dos, á la Sra. Candelaria Pacheco
de Albert contra los actos del Gran Jurado del Congreso de la
Unión, en la acusación que aquella señora presentó contra el
Gr?l. Luis Mier y Terán, por el fusilamiento del Dr. Ramón
Albert Hernández, mandándose en la ejecutori a que se repusiera el· expediente al estado que tenía antes de que se incomI
Lugar citado.
pletara la Sección del Gran Jurado por falta de uno de sus
.miembros.
Este fallo fué muy notable, no s6lo por haberse resuelto en él
que la Sección del, Gran Jurado, cuando se versa un delito
oficial, debe funcionar íntegra, sujetándose á los procedimientos de un verdadero juicio criminal, para que tengan validez
sus actos, sino también porque en él se 'resolvió que el acusado; en los negocios criminales tiene y debe tener las mismas garantías que el a'cusado.
Pór 10 demás, quizá al tratar de los actos políticos judiciales ó estrictamente judiciales de los Estados, de los cuales
actos tenemos no pocos casos prácticos que merecen mencionarse, encontraremos ocasión de ampliar nuestras ideas sobre el particular.
V.-De los actos jtwame1z,fe eClmÓm'lCOs de los Gterpos Legisladores de la Federación. Estudiando" la Constitución Americana, encontramos que en uno de sus artículos dice: «Cada
Cámara puede fijar las 'reglas de sus procedimientos, castigar
á sus miembros por su mala conducta y con el consentimiento de las dos terceras partes de votos exp1l1sarlos.» I Tal vez
esta facultad de los Cuerpos Legisladores Americanos tenga
su origen en la que en igual sentido tienen las Cámaras inglesas! Nuestra Constitución Política no ,les concede tan exorbitante facultad; pero sí contiene en la frac. 28 del arto 72, la
declaración de que el Congreso está facultado para formar su
reglamento interior y tomar las providencias necesarias á fin
de hacer con~urrir á los Diputados ausentes y corregir las faltas ú omisiones de los presentes: Se compreJ.1de desde luego
cuánto importa esta última' facultad; de' que "se ocupa' también el reglamento del Congreso, y sin la cual podda una mi·
noda de representantes del pueblo entorpecer las funciones
de los Cuerpos Legisladores sólo con dejar de asistir á sus
sesiones. Registrando los anales judiciale's en lo relativo á
I Story, cap. 3.
II Vé:LSe á Fischel, «La Constitución de Inglaterra,» traducción fr:meesa., tomo 2", p.1g,
.2Si·
' 73
los juicios de amparo, encontramos, como digna de citarse,
la ejecutoria de la Suprema Corte de Justicia, de 23 de l\.fayo
de 1871 . Según de ella se deduce, varios Diputados, para
dejar incompleto el qll,órutlt en Una sesión de la junt~ prepa~
ratarÍa de la Cámara, se separaron antes de la hora de reglamento. Por este motivo se les impuso una multa, y la Suprema
Co~te de Justicia, confirmando la sentencia de primera instancia, les amparó contra este acto -puramente económico de la
Cámara de que formaban parte. El fundamento del amparo
fué «que la Junta de Diput"ados I no procedi~ en 105 términos
que dispone el arto 60 de la"ley electoral de 12 de Febrero
de 1857, único en que la.imposici6n de la m~li:a: cabría en la
prevención de la segunda parte del arto 21 de la Constitución
General.»
Según este precedente, cabe el amparo hasta contra los
acuerdos económkos 'de los Cuerpos Legisladores cuando
lastiman una garantía individual.
CAPITULO
n.
DE LOS ACTOS DEL PODER EJECUTIVO FEDERAL QUE PUEDEN
SERVIR DE MATERIA AL JUICIO DE AMPARO.
ACTOS EMANADOS DE LA SECRETARÍA DE RELACIONES.
Siendo tan varios cumo numerosos los actos del Poder Ejecutivo Federal qu~ pueden dar motivo al juicio de amparo.
para proceder con método, trataremos en este capítufo solamente de los qué pueden ser ejeclJtados por medio de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Estando depositado elejercicío del Poder Ejecutivo de la Unión en un individuo denominado Presidente. de los Estados Unidos Mexicanos, según el
arto 75 de la Constitución) y no pudiendo ser obedecido ninI As! dice la Eje-cutoria, por lo que no sabemos qul: clase de Junta. era; pero suponemos
que seria alguna de Jas]ulltas Preparatorias que preceden n ]" apertura de la Camara.
'14
gún reglamento, decreto ni orden expedidos por el Presidente, si no van firma!ios por el Secretario respectivo, conforme
á lo preceptuado en el arto 88, fácil será establecer un orden
en nuestro estudio, tratando separadamente de los distintos
actos del Ejecutivo, según la Secretaría de donde emanen. 1
J.-Expttlsiótt de extranjeros penlidosos. Este es uno de
105 actos más importantes que el Presidente de la República
puede ejercer en virtud de la facültad que le concede el arto
33 de la Constitución. ¿Qué requisitos deberán observarse
para usar constitucionalmente de esta facultad? ¿Cabe el amo
paro contra a~tos de esta naturaleza?
Tales son"las cuestiones que ocuparán brevemente nuestra
atención.
Ya se habían dado varios casos de amparo solicitado con·
tra acuerdós del Presidente de la República, en virtud de los
cuales algunos extranjeros fueron expulsados del territorio
nacional, por juzgárseles perniciosos, cuando se presentó uno
que por las personas á quienes afectaba y por la falta de jus·
tificación que se le atribuía, llamó hondamente la atenci6n
pública y dió ocasión á calurosas discusiones aun en el seno
de la Suprema Corte de Justicia.~ El 'Gobierno acordó la ex'
pulsión de algunos sacerdotes extranjeros, miembros, según
se decía, de la Compa~{a de Jesús. Algunos de ellos ocurrie·
ron á la Justicia Fl?deral en demanda de amparo, y los abogados que defendieron su causa, demostraron, según se dijo entonces, con toda claridad, que la facultad concedida al Presi·
dente de la República en el arto 33 d"e la Constitución es exorbitante y despótica. Aun en el mismo seno de la Corte no falt6
1 La ley que creó las siete Secret:ui:ls de Esb.do y distribuyó eutre elbs los negocios,
el de 13 de Mayo de 1891, y en el estudio que 'Vrunos á emprender seguiremos el misDl
orden que cUt establece, tratando primeramente de los :tetos dd Ejeeut¡vo de la UniÓ!!,
em4DoWos de la $ecrctarb de Relac ione., y después pawemos :i los que proceden de \IJ
SKretarlas de GoberDación, deJa.ticia, de Fomento, de Comunicaciones y Obras pú~icU.
de Hacienda y de Guerra. Al bllblu de l. primero, esto es, de 101 ~etol em.an:l.dos de la
Secrebrla de RebeiODCI, comenzaremos p?r los que pueden Uamusc, mM que admiDistn·
tivos, poUticos ú de alta policm, entre 101 cuales ocupa. el primer lu:::ar, por IU imporUDcb, la
facultad de expllls:u' del territorio ntlc ionlll á 101"eltmIljeros perniciosos.
:1 Vé:msc las ejecutorias de 29 de Octubre y "20 de No\'icmbre de , 57.:!.
"5
"quíen sostuviese, si nuestros recuerdos no nos engañan, que tal
facultad no es personal del Presidente, sino del Gobierno, como
entidad moral. Apesarde todo, porejecutoriade I9 de Agosto
de 1873 se neg6elamparo que había sido concedido en primera
-instancia. Sus principales considerandos fueron los que siguen:
~Considerando, en lo relativo á lo que deba entenderse por
la palabra «Gobierno,» empleada en el arto 33 de la Constitu·
"<:ión Federal.-Quesi bien en el riguroso tecnicismo constitu·
cional por Gobierno se entiende el conjunto de los tres Pode·
fes Supremos, en el uso común de hablar, así como aun en el
'oficial y parlamentario, se da, aunque impropiamente, el nombre de Gobierno al Ejecutivo de la Unión; que para producir
el convencimiento de que por Gobierno entiende el arto 33
de la Constitución, al Presidente de la República, abundan
comprobantes de todo género; que tal es la inteligeqcia expre·
sada por los autores de la Constitución de 1857; que la mis·
ma es la que le dan los comentadores del texto constituciona1.-Que siendo varios los casos en que los Presidentes de
la República han usado de esa facultad de expulsión, no pue-de explicarse satisfactoriamente que nunca haya habido un
Diputado que levante la voz en Congreso alguno para recia·
mar ó protestar contra un acto con el que deberían estimarse
invadidas las atribuciones del Cuerpo Législativ~, demostran-
do en consecuencia ese silencio, que no ha habido esa invasión; que la Suprema Corte de Justicia, á su vez, no ya de
una manera tácita, sino expresa y terminantemente, ha sancionado con 'diversas ejecutorias el reconocimiento de la fa·
cultad 'de expulsión ejercida por los Presidentes de la Repú.
blica, lo que de seguro no habría hecho la misma Corte si
hubiese estimado usurpadas esas facultades.-Que á. nadie,
hasta ahora, se le había ocurrido poner en duda esa facultad,
ejercida constantemente á ciencia y paciencia d,e toda la Na·
ción por el Presidente de la República.-Que no se concibe
<le una manera racional y satisfactoria cómo pudiera tener
lugar para 105 casos de expulsi6n, el ayuntamiento de los
tres Poueres Supremos: Legislativo, Ejecutivo y Judicial.-
'7 6
Que según lo demuestra la historia, en cuantos países se ha
ejercitado la facultad de expulsión, lo ha ))ido siempre sin
excepción alguna, por la a~toridad encargada del Poder Ejecutivo; y que como la razÓn lo demuestra á su vez, esa autoridad es á.la única á quien puede corresponder, por tratarse
de una facultad de seguridad pública y de alta polida, procedente de los datos especiales en que se funda.-Consideran·
do en lo concerniente á las circunstancias que deben concurrir para que se ejerza la facultad de expulsión: que entre las
dos consignadas en el arto 33 de la Constitución Federal, hay
una marcada diferencia, pues mientras la de extranjero se refiere á un hecho que admite prueba plena, la de pernicioso
atañe á una apreciación moral fundada en datos públicos 6 re·
servados.-Q'le en virtud de esta diferencia tan esencial, no es
aplicable ~ una <.le esas circunstancias 10 que sí es á la otra,1
H.-Amparo contra la orden del Presidente de la Repúqh:..
cad;ara la extradicUnt. de 1¡,n presunto cn'm'Z'1lal, Este caso me..
rece citarse por el interés científico que tiene,
El agente de extradición de los Estados U nidos, fundándo-se en el tratado de 1 1 de Diciembre de 1861, pidió al Juez de
Matamoros la detenc"ión de Jesús María Domínguez y Fabri·
ciano Barre:ra, acusados de haber cometido un homicidio en
Texas (Estados U nid"os), y el Gobierno acordó la extratlición.
Contra tales resoluciones, se pidió amparo por los quejosos,
y habiéndolo concedi<.lo el Juez de Distrito del Norte de Ta..
maulipas, la Suprema Corte 10 negó por ejecutoria de 25 de
Mayo de 1878, después de una larga é interesante discusión.
Los Magistrados que sostenían la procedencia del amparo, deCÍan que había habido en el caso violación del arto 19
de la Constitución por haber pasado con exceso el té"rminode
la simple detención, y entrando después al fondo de la cueS"
tión internac~onal, afirmaba n que el Ejecutivo no podía decretar la extradición de individuos de nacionalidad mexicana ~a
cual atribuían á los quejosos) y aun permitiendo que tal faculI Son dos las ejeeutoriu de IR misma (ee}lO', porque fueron dollOl amp:lros pronlO\idos.
por el mIsmo modl'o. Ln ~ent(mc!a de p' Instanei:l fl\l!~ favorable" 101 q\lejoSOf:.
'77
tad tuviese, debía hacerlo mediante ciertas fórmulas más bien
propias del Poder Judicial, que en el caso se habían omitido.
A estos razonamientos se contestó, que el plazo fijado por
la Constitución para que se decrete la libertad 6 formal prisión de un detenido, s610 se refiere á los acusados que deben
ser juzgados por las autoridades de la F.epública, pero no á
los casos de extradición, los cuales están sujetos á otras reglas, y con este motivo se citaron las disposiciones de las legislaciones extranjeras. Se dijo, además, que no existía la prohibición que se suponía, pues si en el tratado celebrado por
nuestro Gobierno con el de Italia, se estipuló expresamente que «la extradición no tendría lugar si los acusados son nacionales del país; en el celebrado con los Estados Unidos, se
dijo: que ninguna de las partes contratantes quedaba obliga~
da á hacer la extradición de sus ciudadanos,» 10 cual quiere
decir que el Gobierno Mexicano no está obligado á conceder
la extradición; pero no que no pueda hacerla si 10 estima con~
veniente. Se negó que estuviese probado que los quejosos
fuesen mexicanos, y si bien se convino que en algunos países
como Inglaterra y Bf!lgica, la legislación patria da cierta in ~
tervención á la autoridad judicial en los negocios de extradi~
ción, se sostuvo, que el concederla ó negarla es un acto de
soberanía, que según las doctrinas del Derecho Internacional,
sólo puede ejercer el Poder Ejecutivo de un Estado, dedu~
ciéndose de todos estos razonamientos la improcedencia del
amparo.
Así lo resolvió por mayoría de votos la Suprema Corte de
Justicia en la ejecutoria que hemos citado y que se encuentra
inserta en los Votos del Sr. Vallarta (tomo 10, pág. 29). Nos
permitimos llamar la atención de nuestros lectores acerca de
esta interesante ejecutoria que resolvió varios puntos tan de~
licados como difíciles de nuestro Derecho Constitucional. 1
Esta grave cuestión volvió á suscitarse y discutirse con
motivo del amparo pedido en el año de 1881 por D . Alejan~
1 V":¡.se l:lmbi~ p la ejecutoria de 9 de J ulio de 1876.
.
17 8
dro Alvarez Mas, súbdito español, cuya extradición acord6 el
Presidente. de la República, á petición del Ministro Plenipotenciario de EspaHa, por estar aquél acusado del delito de defraudación de caudales p'úblicos. Habiendo acudido el quejoso
al Juez de Distrito de Veracruz en demanda de la protección
de la Justicia Federal, este.funcionario, en una notable sentencia
que el Sr. Presidente Vallarta consideró conveniente insertar
integra en sus votos, 1 10 concedió; pero la Suprema Corte de
Justicia, por ejecutoria de lode Junio de 1882, negó el"amparo.
La cuestión que en el caso se ,debatía, "era la siguiente:
¿puede el Presidente de la República decretar la extradici6n
de un individuo cuando no existe un tratado celebrado con la
nación que lo solicita que á ello le 9b1igue?
En vano se dijo que 1)0, porque esto equivalía á celebrar
tratados, 10 que el Presidente de la República no puede hacer
sin la aprobación del Congreso: y se citaron también en vano,
doctrinas del I?erecho Internacional y una consulta dada por
el Colegio deAbogados de México á la Secretaria de Rela·
ciones en el afio de I834, en sentido negativo. A lo primero
se contestó que un conv:enio sobre un caso particular para la
en trega de un criminal no es un tratado, ni siquiera una convención diplomática que necesite la apro"bación del Senad~i y
en cuanto á lo segundo, se citaron doctri.nas del Derecho Internacional contrarias á las que habían apoyado la opinión de!
Ju ez de Distrito, expresada en su sentencia, que fué favorable
al lI.uejoso, t-ratánuose de demostrar la verdad de esta proposición: en tiempos no lejanos. el asilo era la regla general y la
entrega del culpable la excepción, y hoy la doctrina y la pr~cti­
ca de 105 países cultos ha invertido por completo esta regla;de
donde se dedujo, que-el Presidente de la República tiene facultad para decretar la extradición de un criminal, y debe hacer"
lo segú~ las doctrinas y las prácticas del Derecho Internacional
moderno~ aun cuando no exista ningún tratado que le imponga
tal obligación. Como cuestión secundaria se volvi6 á tratar
J
Tomo 40 de
su~
Votos, p.ig" 90.
'79
del plazo constitucional para decretar la formal prisión. resolviéndose que el término fijado en el arto 19 constitucional no
comprende los casos de extradición.
Vigente ya la ley de 19 de Mayo de 1897 se ofreció un
nuevo case;> de amparo por la misma causa. La legación de
Francia pidió la extradición de Ludovic de Virvent, prófugo
de Cayena. donde se encontraba extinguiendo la pena de tra~
bajos forzados á perpetuidad, á que había sido condenado por
el"delito de parricidio. El Presidente de la República accedió
á la petición, y el reo, por medio de su defensor, solicitó el amparo de fa justicia federal. Se alegaba como razón principal para fundar el amparo, que no estando admitidas en la Repúblicalas penas perpetuas, era anticonstitucional conceder la extradición de un 'individuo para que s~friera un~ pena que la Constituc;i6n no reconoce; pero á pesar de ésta .y otras razones de
menos importancia que la Suprema Corte se encargó de refutar
en su sentencia de 25 de Enero de 189 8, se negó d amparo.'
nI. - Allzparo pedido c01ttra 1ma resoluciól¿ de la Secrciaria de
Relaciolles, relativa al estado c'iv,i t de los extra1t.Jeros. En el año
de 1880 ocurrió un caso raro que vino á resolverse por la ~ía de
amparo y que por las graves cuestiones que suscitó merece
mencionarse en este lugar. Las Sras. Enriqueta y F elicia Tavares, ocurrieron á la Secretaría de Relaciones manifestando que,
teniendo alguna duda respecto ásu nacionalidad, porque siendo
mexicanas, casadas con españoles, era varia y discordante la
opinión de 105 letrad?s con quienes habían consultado, pedían
que se les co"n siderase como mexicanas, ' á fin de poder así
adquirir de una manera legal, buques nacionales, destinados
al tráfico <.le alta mar y cabotaje. El Ministro, fundando su
¡ Al caso de extradición citado, puede ailadirse ~I que el Jue:.: de Distrito de Tamauli¡¡as, resoll'iri por s~ntencia de 21 de Septiemhre de r875, el cual merece recordarse en este
lugar, aUllque no sabemos si la sentencia ~ué confirmada por In Supremn Corte de Justicia.
Debe citarse tambi~n por 105 términos ellérgicos en que rué redactada, la ejecutoria de 14 de
Septiembre de 1873, en el amp:u:o pedido por el subdito rran~s Gustavo Levy, quien despnb de baber sido reducido á prisión por el Gobierno del Estado de Morelia, por m:\.s de dos
meses, fu~ expulsado de la República, por acuerdo del Presidente de la Republica.
V~anse tos urtlculO$ 27 y 28 de la ley de 19 de Mayo de ¡897.
acuerdo en la ley de 30 de Enero de 1854, con fecha 13 de
Marzo de 1880 neg6 esta petición, resolviendo que la mujer
casada debe seguir la nacionalidad de su marido. Contraesta
resolución se pidió el amparo.
Se decía por parte de los que sostenían su procedencia. que
el Secretario de Relaciones era incompetente para hacer la
declaraci6n que había hecho. y se agregaba, en lo relativo al
fondo . que la ley en que habla fundado su declaración no d.
bía considerarse vigente por estar en pugna con los principios
eminentemente liberales de la Constituci6n. Mas á esto secantestaba •. que la~ mismas interesadas habían ocurrido á la Se·
cretaría de Relaciones salid tanda una declaración que después
no querían aceptar, porque no fué conforme á sus deseos. y
que el arto 30 de la Constitución que declara ,que son mexica·
nos los nacidos dentro ó fuera del territorio de la República,
de padres mexicanos, no está en oposición con el artículo relativo de la ley de 30 de Enero de 1854. que declara que la
mujer casada debe seguir la nacionalidad de su marido. El
Sr. Vallarta, sin entrar al fondo de la cuestión, hizo grandes
esfuerios de inteligencia para sostener la tesis que siempre
sostuvo en el seno de la Corte, á saber: que no toda infracci6n de la Constituci6n da ~otivo al juicio' de amparo, y si
bien no todos sus razonamientos fuero~ aceptados por los
demás Magistrados, la mayoría de ellos vot6 contra el ampa·
ro. En nuestro concepto, esta sentencia fué fundada, porque
si el amparo se pidió contra la Secretaría de Relaciones, eu'
ya competencia se ponía en duda, es indudable que tal declaración no constituía una sentencia ni privaba á las interesadas del derecho de discutir su nacionalidad ante la autoridad judicial; y si fué contra la negativa de que las mismas
interesadas pudiesen adquirir buques nacionales, claramente
se ve que en ello no había yiolación de ninguna garantía. La
ejecutoria es de 13 de Julio de I88I. l
Por lo demás, aun en 10 que se refiere al fondo de la cuesI En el 4Seman:u-jo Judicial de la Federación,» 2. ~poea, tomo 20, están los votos dellK
:o,Ia:;:i5lrados de i:l Curte en In discusión de este importante negocio.
tión, nos parece que no tenían razón las quejosas, en vista de
las doctrinas del Derecho Internacional, que en la República
han sido elevadas á la categoría de ley, según la frac. 4!-, arto
2? de la ley de extranjería vigente.'
¡V.-Amparos cmttra otros actos de ta Secretaría de Retaúone.s. Es curiosa y merece citarse en este Tratado, la ejecutoria de 13 de Mayo de 1873, en la cual se negó la protección de la justicia federal al súbdito francés Santiago Lartigu~,
quien la solicitó contra una "resolución de la Secretaría de Relaciones, en la cual se declaró que el solicitante no tenía derecho á las indemnizaciones que pretendía, por dafíos que
aseguraba le habian causado las autoridades mexic~nas. El
amparo ' se le negó por falta de prueba de las violaciones alegadas.
CAPITULO Ill.
DE LOS ACTOS DE LA SECRETARiA DE GOBERNACIÓN QUE HAN DADO
;MOTIVO Á SOLICITUDES DE AMPARO.
l.-Amparos jedz'dos cmt!ra amerdos e11za1Uidos del Gobernador del Distnto autorizado por la .Secretaría de GobenzaciÓ1¿. La
situación anómala en que se encuentra el Distrito Fed'e ral en
Cuanto á su organización política, comparándola con la de los
Estados, libres é independientes en su régim~n interior, no
nos permite considerar al Gobernador del Distrito, en 10 que
se refiere á sus facultades constitucionales, en el mismo caso en que se encuentran los Gobernadores de los Estados.
Es éste un funcionario que . depende, en la mayor parte de
sus actos, y en los de mayor trascendencia, de la ~ecreta­
ría de Gobernación, con arreglo á la ley de 13 de Mayo de
1891; Y por tal motivo, comprenderemos en este lugar los
amparos pedidos contra providencias dictadas por el Go~er.
nador de l Distrito, pues éstas deben considerarse autorizadas 6 consentidas por la Secretaria de Estado á la cual
1 Ley de :8 de Mayo de 1876.
está sujeto dicho funcionario, según la ley que hemos citado.
En el año de 1872 ocurrió un caso curioso que recordamos
haber referido en otro lugar. Habiéndose probi~ido por un
bando de policía, autorizado por el Gobernador del Distrito,
que se voceasen los periódicos y papeles. públicos, los perio·
distas pidieron amparo contra esta providencia. La Suprema
Corte de Justicia, sin entrar al fondo de la cuestjón, por eje·
cutoria de 26 de ' Junio del citado año, negó el amparo, porque los querellantes no eran los perjudicados, ó mejor dicho,
aunque lo fuesen, la prohibición no se refería á ellos.
No carece de interés la ejecutoria de la Suprema Corte de
S de Agosto del mismo año, en la cual se negó el amparo
pedido contra un acuerdo del Gobernador del Distrito, revo·
catorio de otro ~nterior, en el que h~bía concedid~ permiso
para unas diversiones públicas. En la ejecutoria se dice que
es atribución de la autoridad administrativa conceder ó negar
tales permisos, revocando los anteriormente concedidos; y
que si los quejosos habían hecho gastos por este motivo se
les seguían perjuicios, podían reclamarlos en 1.a forma que
creyeren conveni~nte, pero no por la vía de amparo, porquG
no había garantía violada.
En el año de 188 1, á consecuencia de una visita practicada
á las casas de empeño, el Gobernador del Distrito, de acuer·
do con el reglamento del ramo, impuso á uno' de los dueños
de los establecimientos visitados una multa de cincuenta pe·
sos. El interesado p'romovió amparo contra esta providencia,
y en el juicio respectivo se discutieron las facultades de la
autoridad responsable, ya con relación á las que se consideraban propias de las funciones que ejercía, ya respecto á las
multas que conforme á la Constitución pueden imponer las
autoridades del orden administrativo. Se puso también en
duda el carácter obligatorio del reglamento que sirvió de base fL la multa impuesta. por haber sido expedido por el Presidente de la República y no por el Cuerpo Legislativo. 1 El
y
1 Este Reglamento tiene la fecha de 5 de Junio de 1878.
Juez de Distrito concedió el amparOj pero la Suprema Corte,
por ejecutoria de 2 de Abril qe 1881, revocó la sentencia, y
10 negó, fundándose para ello en que la frac. I~ del arto 81 de
la Constitución Federal, faculta al Ejecutivo de la Unión para
proveer, en la esfera administrativa, á la exacta observancia
de las leyes; que esta facultad contiene la de expedir reglamentos que las hagan practicables en todos sus pormenores
y detalles, y que eviten los abusos que pudieran surgir de
aquellas mismas; que hay gran diferencia entre las prescripciones de la ley y el modo de cumplirlas, y que éste s6lo puede ser determinado y vigilado por la autoridad administrativa,
que es la encargada de la ejecución de-aquellas; que el reglamento expedido para las casas de empeño no ataca la libertad
de las convenciones, sino que s610 se refiere á funciones económicas y de policía, por '10 que no puede conceptuarse como una ley; y por último, que constando la conformidad del
quejoso con dicho reglamento, no podía dejarse su infracción
á merced de apreciaciones arbitrarias, sino que desde que
aparezca . la falta, puede establecerse la pena, quedando á
juicio únicamente de la autoridad hacer la graduaCión y calificación ~orrespondientes .
Pero lo.s casos más importantes de amparos pedidos contra acuerdos del Gobernador del Pistrito, ya se atienda á su
trascendencia, á las personas que han soliCitado el 'amparo, ó
á las pasiones que se han agitado, son, si~ duda alguna, aquellos en que dicho funcionario, ejerciendo una facultad que I11Uchos le negaban, ha procedido contra las corporaciones muo'
niCÍpales ó contra algún í.liembro de ellas,
De estos casos el más notable es el qu~ ocurrió en el
año de 1871. Encontrándose exaltadas las pasiones políticas
por la lucha electoral, el Gobernador del Distrito, con apraba·
ción de la Secretaría de Gobernación, dictó un acuerdo, ' suspendiendo al Ayuntamiento de México en el ejercicio de sus
funciones, y consignando á los individuos que lo -formaban al
Juez competente, para que hiciera efectiva la responsabilidad
en que se suponia que aquellos babfan incurrido. Aunque se
dijo por algunos que la pas~6n poUtica había intervenido en
este asunto, no~tros, que no podemos ni debemos ver en las
ejecutorias de la Suprema Corte de Justicia otra cosa sino el
resultado de una discusi6n serena é ilustrada entre los juris~
consultosmásnotables de la República, especialmente dedicados al estudio de nuestro Derecho Constitucional, creemos
oportuno citar en este lugar la sentencia de 29 de Julio de
1871, pronunciada en el amparo promovido por los miembros
de aquella Corporaci6n bajo el patrocinio del distinguido jurisconsulto D. Ezequiel Montes, uno de los hombres más eminentes del partido constitudonalista, copiando sus interesantes considerandos; los cuales dicen así:
«Considerando primero, que la orden dictada por el Gobernador del Distrito el 9 de J ulío del corriente año, ha tenido
por único y exclusivo objeto suspender al Ayuntamiento de
esta Capital en el ejercicio de sus funciones, y se ha ceñido
á impedir que las ejerza; 2°, que esto supuesto ha. sido un acto clara y manifiestamente gubernativo; 3CJ, que reconocida
esa naturaleza evidéntemente gubernativa del acto, no pueden
ser aplicables las prescripciones del arto 20 de la Cons,tituci6n
Federal, porque éste habla expresamente de las gm-mttíasqllc
deben oóservarse en todo fuzC1.o criminal y los actos gubernativos no son juicios criminales; 49, que la orden citada tiene por
fund.amento las terminantes prescripciones de la ley de 24 de
Marzo de 1813.1a de 20 de Mayo de 1837. la de 31 de Diciembre de 1840; 59, que si bien estas leyes necesitan reforma, no es lícito dudar de su vigencia actual, porque está expresamente declarada en la de 12 de Octubre de '855. y porqu.e su observancia ha sido constante y su aplicación frecuente;
M, que reconociendo la vigencia de esas leyes, el Gobernador
del Distrito tuvo facultades para suspender al Ayuntamiento
de esta Capital¡ 79, qu.e aunque una de esas leyes le impone la
obligación de proceder de acuerdo con la Asamblea Departamental, tal aprobación está substituída hoy por la del Ejecutivo de la U ni6n, quien la ha dado en el presente caso, por el
conducto debido, que es el Ministerio de Gobernaci6n; 8~, que
aun suponiendo que el Gobernador del Distrito Federal hubiese obrado sin facultades, ó hubiese traslimitado las que tiene,
tal abuso, que sería motivo p~a exigirle la responsabilidad
legal, es absolutamente inefica.z para fundar la procedencia del
amparo, porque éste sólo tiene lugar cuando se trata de garantías individuales; y la orden reclamada ha recaído sobre la
Corporación; como tal, y no sobre sus miembros como individuos, teniendo por objeto suspender los actos oficiales de
la Corporación y no el ejercicio de los derechos de los individuos; 9~, que pór lo mismo faltan las dos condiciones esenciales para que proceda el juicio de amparo, que son: tratarse de
un individuo particular y de violación en él de garantías individuales; IO~, que aun cuando se ha intentado dar ~ la suspensión del Ayuntamiento el carácter de pena impuesta á sus
miembros, tal pretensión es enteramente infundada, porque la
exclusión de los individuos no es más que una consecuencia
16gica y necesaria de la suspensión de la Corporación; 1 I~,
que este concepto se confirma con el hecho constante en ~utos
de haber sido consigriados los regido~es á su Juez competente, pues esto aCla~a con evidencia que la suspensión del Ayuntamiento fué una medida de estricto orden público y la conducta de los individuos pasó á ser opjeto de un juicio legal de
responsabilidad, al cual corresponde de pleno derecho la parte penal.»
En contraposición á esta ejecutoria podemos citar otras dos,
dadas en un caso análogo y á favor de una misma persona.
Se trataba del Presidente Municipal y de un Regidor del Ayuntamiento de Guadalupe Hidalg~, á quienes el Gobernador del
Distrito creyó conveniente susp~nder en el·ejercicio de sus funciones, fundando su resolución en el siguiente acuerdo: «En
atención álas numerosas irregularidades cometidas por el Presidente Municipal de Guadalupe Hidalgo, quien ha llega40
hasta el grado'de negarse á comunicar los acuerdos del Ayuntamiento, con infracción del arto 10 del decreto de 23 de Junio de 1813, y del capítulo 14 de las Ordenanzas municipales
de 1840, Y de autorizar con su presencia una reunión de re-
..
. 86
gidores notoria;mente nula, según el arto 36 del capítulo 5 de
las mismas Ordenanzas, haciendo todo esto auxiliado y por
sugestiones del C. Regidor Joaquín Garridoj el ciudadano Go·
bernador, á fin de que cesen los trastornoS y dific~ltad es para
el servicio público que han tenido
, lugar en el Ayuntamiento
de dicha población, y usando de la facultad que le concede la
fracción IX del arto 3~ de la ley de 20 de Mayo de l837. de·
clarada vigente por el arto 13. capítulo 14 de las Ordenanzas
Municipales citadas, ha tenido á bien mandar suspender fl.los
Manuel Llerena Y. Joaquín Garrido, e n el ejercicio de sus
funciones de regidores primero y sexto de la referida Corporación, así como que .s e forme expediente oficial con las diversas quejas élevadas á este Gobierno, contra los funcionarios
suspensos, para determinar en definitiva.»
Contra este acuerdo se solicitó el amparo de la Justicia Federal, y la Suprema Corte de J usticia, confirmando la sentencia
del Juez de Distrito, en Ejecutoria de 9 de Diciembre de 1881
lo concedió, estampando-en ella las siguient~s consideraciones:
.Considerando primero, q ue no puede reputarse vigente la
ley de 20 de Mar~o de 1837 en su arto 3~. fracción lX,-que da
á los Gobernadores de los Departamentos la facultad de suspender á los Ayuntamientos.»
«Considerando segundo, que aun suponiendo vigentes-las
leyes en que se apoya la autoridad responsable para justificar
el acto reclamado, siendo la principal la que queda citada, el
Gobernador del Distrito no tendría p or ellas facultad para
suspender á regidor alguno en el ejercicio de sus funciones,
puesto que las Ordenanzas conceden tal facultad y de una manera restrictiva á los Gobernadores de los D epartamentoS. cuyas fu~ciones no ejerce en el Distrito eI'Gobernador del Distrito Federal, pues que la ley de 18 de Noviembre de 1824,
que comete exclusivamente -el gobierno político y económico
del Distri~o al Gobierno General, da en su art _6~ al Gobernador del Distrito el carácter de simple J efe Político; que de
consiguiente. el fun cionario que lleva el nombre de Gobernador del Distrito, no siendo conforme á la ley más que un Pre-
ce.
.87
fecta, no puede ejercer más funciones que las que la ley comete á funcionarios de ese carácter, y que el arto 113 'de la
referida ley de 1837. puesta, en vigor por la citada de 1840,
no f~culta á los prefectos para su.spender á los funcionarios
municipales. sino que simplemente les autoriza á dar cuenta
de los acto~ de los regidores que á su juicio merezcan suspensión, al Gobernador Departamental, que conforme á la ley citada de 1824. yen su caso, sería el Ejecutivo de la Unión; en
vista de lo expuesto, es notoria la incompetencia del Gobernador del Distrito para dictar la suspe'nsi6n materia de este
recurso .})
«Conside~ando tercero,
que aunque la suspensión esté aprobada por el Secretario de Gobernación, con el carácter de pre~
ventiv? el acto reclamado es siempre inconstitucional, porque
determinando una suspensión indefinida impone una pena que
el art, 21 de la Constitución prohibe aplicar á la autoridau
política administrativa.1}
«Considerando quinto, que si bien esta Corte Suprema de
Ju~tici.;t tiene establecida la jurisprudencia .de que las garan~
tías individuales protegen exclusivamente álos individuos y no
á las ·personas morales, c·omo son los funcionarios, esto debe
entenderse, cof!1o lo tiene establecido esa misma jurispruden~
cia, en tanto que el ac.to reclamado no infiera realmente molestia á la persona que ·desempeña tales funciones; qu~ en el
caso actual, la suspensión decretada causa molestia á los in~
dividuos que desempeñaron el cargo de munícipes, en su repu~
tación, por .estar motivada en faltas que se dice que han co~
metido en el desempeño de su encargo, por lo que el amparo
procede pata protegerlos c~ntra esa molestia inferida al indi~
viduo, y no exclusivamente al funcionario.» t
y no fué este el único punto en que la autoridad del Gober~
I Hemos visto además, citada la Ejecutoria de I9 de Octubre del mismo allo en el ampapromovido por el Presidente Municipal de Venta Grande contra el Gobernador de Zaentecas, que le suspendi6 de su encargo, pero no hemos logrado tenerla á In vista, Puede verse
también J:¡ de::8 de Agosto de 1876, sobre suspensión al Ayuutamiento de Aguascruientes.
TO
,88
nado r del Distrito quedó burlada por el amparo coneedidoaJ
quejoso, sino que babien'do impuesto el mismo Gobernador
una multa de cien pesos al citado Presidente Nlunicipal, por
faltas de respeto, pidió éste nuevo amparo, que le fué cancediuo en primera y segunda instancia, fundándose la Suprema
Corte en las siguientes consideraciones. 1
«Considerando. respecto del primer motivo que determinó
la multa, á ·saber, las faltas de respetó: que prohibido por el
arto 21 á las autoridades administratiyas imponer penas propiamente tales, el Gobernador no ha podido castigar un hecho, á su juici~ criminal, cometid<? por fun cionarios que no
dependen <.le él ni le están legalmente subordinados, como
son los regidores; que si las leyes autorizan la imposición de
plano de algunas penas contra los autores de delitos como el
que sirvió de motivo al acto reclamado, esto es, tratándose
de subalternos ó de personas privadas que solicitan algo de
aquella autoridad; pero esas autorizaciones no pueden aplicarse á actos ejercidos por verda,d eros funcionarios en defensa de sus derechos oficiales, contra una autoridad que no es
su superior jerárquico, como pasa en el caso actual, por lo
que la autoridad responsable ha carecido de competencia para imponer la multa reclamada; que respecto del segundo
motivo, la resistencia hecha por el quejoso: q~e habiendo decretado el Gobernador del Distrito la ~uspensión del promovente en el ejercicio de sus funciones como regidor, el quejoso, estimando ilegal tal orden, se negó á acatarla, cuya negativa importa. á juició del Gobernador del Distrito, el delito
de resistencia á la autoridad; que este delito, mereciendo una
verdadera pena, no correspomle su conocimien'to á ninguna
autoridad administrativa. sino exclusivamente á la judicial.
por 10 que-la autoridad responsable ha sido incompetente para castigarloj que la ley de 183 7. en que se' funda 'el Gobernador, es anticonstitucional, en tanto que supone un régimen
político contrario al establecido por la Constitución de 1857.
I Ejecutoria de 26 de Diciembre de 1881 _
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