María Isabel Hernández4 - Biblioteca Virtual Universal

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Entre humanos anda el juego: Hanna Johansen y sus recreaciones del
mundo animal
María Isabel Hernández4
¿Hanna Johansen o Hanna Muschg? ¿Dos escritoras con dos obras o una sola obra y
una misma persona? ¿Dos mundos y dos estilos o un todo unitario? Estas son algunas de
las preguntas que hace tiempo nos hacemos los lectores de los textos rubricados por
cualquiera de estos dos nombres, bajo los cuales, sin embargo, sabemos que se esconde
una misma persona, una mujer que desde siempre ha traducido y escrito sin cesar, una
mujer tremendamente preocupada por el mundo que la rodea, por todo lo que sucede a
su alrededor, no sólo en el mundo de los adultos, sino también en gran medida en el de
los niños. Sus primeros pasos en el mundo de la literatura los dio Hanna Johansen
precisamente en este último ámbito: las bellas historias que de ella conocemos no son
otra cosa que las historias que la propia escritora inventaba para contar a sus hijos
pequeños y que, posteriormente, y animada seguramente por su marido, se decidió a
publicar con su apellido de casada (Muschg), un apellido (de todos es sabido) de gran
peso para la historia de la literatura alemana contemporánea.
Fueron, pues, sus conocidas historias de animales las primeras que publicó Hanna
Johansen, mucho antes de empezar a escribir para adultos, un campo en el que ya ocupa
desde hace tiempo uno de los primeros puestos entre las escritoras más conocidas del
ámbito germano y en el que ha obtenido también importantes premios por algunas de
sus novelas.
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Los protagonistas de sus historias infantiles son, pues, animales, hecho que tampoco
resulta en absoluto extraño si tenemos en cuenta que animales han sido desde antaño los
protagonistas de las fábulas, de las que tanto ha gustado siempre el público infantil. Y
esto es lo que hace Hanna Johansen desde una nueva perspectiva: fabular, narrarnos
fábulas de animales que, con humor, un poco de ironía y un gran sentido de lo cómico,
descubren muchos de los comportamientos y de las actitudes positivas y negativas,
acertadas y erradas, de los seres humanos. No pretenden en ningún momento moralizar,
como lo pretendiera la fábula, pero sí hacernos ver que el mundo de los humanos no es
en realidad muy diferente del de los animales. Y de este modo no extraña que Hanna
Johansen escriba igual para adultos que para niños y que su obra sea un todo uniforme,
en el que el cambio es tan solo un progreso, un avance en el estado de formación y en la
capacidad del individuo de comprenderse a sí mismo, un proceso que se va extendiendo
a lo largo de toda nuestra vida, desde la infancia hasta la madurez.
Extraño resulta, sin embargo, que siendo esto así y Hanna Johansen una de las
escritoras alemanas más traducidas a otras lenguas y por tanto una de las más famosas
fuera del pequeño recinto de la literatura en lengua alemana, sea conocida de fronteras
afuera casi exclusivamente por su producción destinada al público infantil y juvenil. En
España, sin ir más lejos, contamos con la práctica totalidad de sus obras traducidas (eso
sí, por un variado abanico de traductores), desde los textos infantiles (El pato y la
lechuza, Austral Infantil, n.º 50, o Érase una vez dos osos, Austral Infantil, n.º 3),
pasando por los juveniles (Cuentos de lirones, Austral Juvenil, n.º 88 o la Historia del
pequeño ganso que no era bastante rápido, Austral Juvenil, n.º 130) hasta llegar a su
gran novela de formación gatuna, Félix, Félix(Austral Juvenil, n.º 104). A cualquier
edad puede disfrutarse por tanto de las fabulosas recreaciones del mundo animalhumano de nuestra autora, pues las actitudes de los animales de las obras de Hanna
Johansen le resultarán de algún modo muy familiares al lector adulto, y el niño que se
acerque a estas historias encontrará en ellas la explicación a la práctica totalidad de los
comportamientos humanos.
Los protagonistas de El pato y la lechuza, por ejemplo, discuten constantemente,
porque en realidad los dos son dos seres tan diferentes como dos polos opuestos. No
podría ser de otra manera, pues la lechuza no puede soportar
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Il. de Käthi Bhend para Historia del pequeño ganso de Hanna Johansen. (Madrid: Espasa Calpe, 1990, p.
89).
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la luz del sol y representa, ya desde antiguo, el símbolo del conocimiento racional,
oponiéndose al conocimiento intuitivo, característico del pato (y también del cisne), un
animal que es a su vez encarnación de la luz solar. Y sin embargo acaban siendo muy
buenos amigos porque finalmente se aceptan el uno al otro tal y como son.
En Érase una vez dos osos acompañamos a dos oseznos en su primera salida al
bosque, viendo cómo aprenden a subirse a los árboles y a pescar, hasta que pasado el
invierno se despiden de su madre osa y abandonan el hogar familiar dispuestos a buscar
cada uno su lugar en el mundo.
Para El pequeño ganso que no era bastante rápido y para el que cualquier cosa
supone una dificultad mucho mayor que para los demás, llegará un día muy especial: un
día en que será el primero en oír un extraño ruido y, gracias a él, la bandada emprenderá
el vuelo, huyendo de las peligrosas escopetas de los cazadores: «Y desde ese día, en las
largas noches calurosas, los gansos contaban también la historia del pequeño ganso que
no era bastante rápido y de cómo salvó a los gansos de los cazadores». Así se cumple
también la función propia de un ganso ya desde tiempos muy remotos, pues en Roma
las ocas sagradas (ánades de la misma familia), criadas alrededor del templo de la diosa
Juno, tenían como misión avisar, ya que se creía que presentían el peligro y daban la
alarma, como efectivamente hicieron cuando en el año 390 a. C. los galos intentaron
una noche asaltar el Capitolio. De esta manera lo que creemos un defecto horrible se
convierte, casi sin darse uno cuenta, en una gran virtud.
Su novela más completa es, sin duda alguna, Félix, Félix. Félix es un gran
observador que ve el mundo de los humanos desde su perspectiva animal, se esfuerza
por comprenderlo y encuentra, una vez que se ha hecho a sí mismo, un lugar en él. No
encuentra, pues, otra cosa que su propia identidad y se convierte en un gato «hecho y
derecho» y tan «félix» como su propio nombre, haciéndose adulto igual que lo haría
cualquier protagonista humano de una de las muchas novelas de formación que pueblan
la literatura alemana. Porque lo que Félix encuentra es en realidad una conciliación
entre el yo y el mundo que lo rodea, porque gracias a la experiencia existencial y a la
relación con los otros (humanos y animales) el protagonista madura, se educa,
comprende
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Il. de Käthi Bhend para El pato y la lechuza de Hanna Johansen. (Madrid: Espasa Calpe, 1990, p. 59).
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lo que no es realmente esencial, así como la fragilidad de su propio mundo interior.
Y por eso, aquel lector que no sea capaz de verse a sí mismo reflejado en el cosmos
animal de Hanna Johansen no habrá entendido el mensaje de la autora.
La recreación que Hanna Johansen hace del mundo animal se completa en sus libros
con las maravillosas ilustraciones de Käthi Bhend, otra gran conocedora e interpretadora
del mundo animal. Sus dibujos recorren los textos de principio a fin, deleitándonos de
manera visual, igual que Hanna Johansen lo hace con las palabras, con un mundo
mágico, lleno de detalles, de fuerza y de expresión plástica. Con sus ilustraciones Käthi
Bhend ha ganado tres veces el premio suizo al mejor libro infantil y en 1989 recibió la
Medalla de Oro de la Exposición Internacional de Leipzig. Las incluidas en la Historia
del pequeño ganso que no era bastante rápidoobtuvieron el Premio Gráfico de la Feria
de Bolonia, en 1990.
El trabajo conjunto de la escritora y la ilustradora ha dado como resultado unas
historias en las que el texto y las ilustraciones se funden entre sí como el mundo animal
y el humano, como el mundo infantil y el adulto, para el deleite de lectores de cualquier
edad. Lástima que en unos libros hechos con tanto esmero, tan rebosantes de vida, y en
los que tanto empeño han puesto escritora, ilustradora y traductores, los editores
españoles no hayan prestado la atención que se debe a la presentación de un texto sin
erratas. Lo cual demuestra que entre el mundo animal y el humano no deja de haber
diferencias, pues curiosamente, errare humanum est.
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